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El psicoanálisis aconseja no pensar con la cabeza, en tanto ahí todos somos débiles mentales, y nos enseña a pensar con los pies, lo cual quiere decir que se trata de pensar caminando, es decir pensar haciendo, trabajando. Esto es lo que antes se denominó concreto de pensamiento y a lo que el psicoanálisis añadió que el comando es inconsciente. No sabemos ni porque ni cómo elegimos, más bien nos encontramos con la elección hecha. esto tiene continuación, por eso que puesto que la elección está hecha, sólo hay una salida: llevarla hasta sus últimas consecuencias. Hay tres cuestiones que se presentan sin salida: Cuando se trata del estudio, cuando se de la salud y cuando se trata del dinero. También podríamos decir del amor, pero el amor siempre es algo que suple lo que no existe, eso que no existe y no por ello deja de producir efectos. Decimos que la salud o la cura es el beneficio extraordinario del psicoanálisis, es decir que si decidimos psicoanalizarnos nos encontraremos con los beneficios del psicoanálisis, mientras que si nos dirigimos hacia los beneficios ni nos psicoanalizaremos ni nos beneficiaremos. No
hay caminos rápidos,
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Lo mismo ocurre con el estudio, en tanto el estudio es el beneficio extraordinario de la lectura, así es que si nos dedicamos a la lectura encontraremos que hemos aprendido, que hemos estudiado, mientras que cuando dirige el estudio, el querer aprobar y ya está, el beneficio barato y rápido, nos encontramos con la imposibilidad, con la impotencia. Esta cuestión también acontece cuando se trata de dinero, en tanto el dinero es el beneficiario extraordinario del trabajo, de la producción. Esto quiere decir que no hay manera de relacionarse con el dinero, con el aprender y con la salud, sin que medie aquello que lo pone en relación, pues la salud está en relación al psicoanálisis, el estudio está en relación a la lectura y el dinero está en relación al trabajo, por eso que si aceptamos esos imposibles podemos encontrar el camino, la vía hacia lo que aún no pudiendo conseguirse, en tanto nunca podrá ser de nadie, podamos estar allí donde la salud, el dinero y la sabiduría habitan, se trata de vivir en los lugares donde hay de eso. No hay caminos rápidos, hay caminos. Es imprescindible no confundir el camino con el viajero ni con el viaje. No hay caminado, hay caminando, por eso que no interesa los caminos breves. No hay vivido, hay viviendo, por eso que no interesa las vidas breves. Hablar es amar y si hablamos desearemos. Psicoanalizándose, leyendo y trabajando se forma un nudo, uno de los nombres del amor: hacerse amar. Un amor que conlleva un trabajo, en tanto no es amar o ser amado, dimensión narcisista, sino hacerse amar, un amor pulsional, donde está incluida la otredad, la dimensión del otro. Ese otro que por existir nos recuerda que somos mortales. Podemos decir que sin otro la muerte no existe. Amelia Díez Cuesta.
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LOS DECIRES DE UN VIEJO VERDE |
300.- Estoy acorralado por todo el mundo; en un momento donde lo único que deseo es todo el tiempo para la escritura, a todo el mundo se le ocurre mi tiempo para sí. Y, sin embargo, no tengo que tener miedo de no poder, porque he decidido poder, quedarme, crecer, hacer crecer. Además ¿quién no lo sabe? , se podrán hundir todas las naves, pero la poesía no. 301.- 302.- Herir al más fuerte con un poema. Levantar de la tumba a los pequeños muertos reventados. Oír cómo los enamorados se rompen de dolor. 303.- Yo fui quien diagnosticó con precisión y con, bastante, anticipación, el mal de nuestra época. Nadie podía darse cuenta que el hombre además de culo, tiene corazón. Se trataba de una gravísima interrupción en el camino del hombre hacia una humanidad posible. Sin conocerse demasiado a fondo los motivos, se sabía que el hombre, estaba más enamorado de su propia caca que del universo. 305.- Amar a tres mujeres significa poder tener tres economías diferentes, de esa manera para destruirlo todo se tendrían
que poner de acuerdo las tres y eso, es imposible. Quiero decir, amar a tres mujeres
significa poder tres escrituras diferentes: 306.- No es una ilusión de ser lo que tengo; es un ser. Un poco de dinero para juntarnos algunos compañeros a ciertas palabras, nunca ha de ser mucho dinero. 307.- |
309- iLinda golosina le reservaba este si glo al ojo!
310.- 312.-
313.- Si sigo por aquí, terminaré sabiendo lo que no se debería saber. Seré perse guido nuevamente. Cuando ella a veces nos quiere hacer creer que es subnormal y, esto, es bueno que alguien se lo diga alguna vez, ella es subnormal, ya que en el mismo momento funcionan bien los circuitos más altos de su ser mujer humana, y funcionan mal los circuitos que regulan los detalles cotidia nos de esa humanidad. 314.- Como si tuviera miedo de lo que me fuera a pasar en cualquiera de los tonos de la grandeza. Una escritura que lucha por no tener fronteras, terminará siendo reprimida. El dolor de espaldas de anoche tuvo la dimensión de un libro de 1.000 páginas. Quiere decir, que ya tuve el dolor, aho ra bien podría escribir el libro. Y allá voy, como si fuera libre, como si todos estuvieran de acuerdo en lo que digo. Bailarín, en mi barrio, del tango con cortes y quebradas, amo desde entonces cualquier complicación, cualquier caí da. iUn libro de mil páginas! ¿se imaginan? Linda sensación habré de sentir al terminarlo, ¿se imaginan? Un poema aquí, una pija allí y una tenue concha que baja y se pierde... |
La canción infantil martilleaba, murmuraba, entonaba, sonaba en los oídos. Esa noche había soñado con Suiza. Allí se compraba un reloj, exhibido en un escaparate, entre otros . Al lado del pequeño reloj decía 76. Discutía con amigos y familiares si ese precio era correcto. Las opiniones se disparaban en diferentes sentidos. Un pequeño oso verde sentado a su lado le decía que si a ella le parecía bien. Ella no estaba segura. La despertó una voz joven y musical que la llamaba por su nombre. Se quedó quieta un momento, con los ojos abiertos y luego se levantó. Estuvo todo el día pensando en el sueño. Mientras trabajaba, escribía o leía. Luego, cuando caminaba por la calle reaparecía la canción infantil. Comenzaba a ser una compañía agradable. Entró en un pequeño bar, pidió una caña. y allí lo vió, cubierto de un abrigo corto y claro sobre pantalones marrones. No llegó a los zapatos. La mirada volvió al rostro abotagado y de ceño cerrado. Aunque no sabía por qué se acordó de Juan y del otro Juan. Los ojos indiferentes del alcohólico resbalaron sobre ella. El hombre del gabán le dio la espalda. Pero ella ya se había lanzado. Se sentó a su lado en la barra y pidió una copa. Le veía el perfil y se decía, se parece a Juan y lo más raro es que también se parece al otro Juan. El hombre entregado a sus vahos alcohólicos no se enteraba de nada. Ella se sonrió a sí misma y allí volvió una imagen de su sueño matinal. El reloj de 76... Fue cuando empecé a escribir, se dijo. Juan aún vivía y el otro Juan también. Le sonrió al borracho con alegría e hizo un brindis silencioso con la copa que ya no deseaba beber. Pagó y luego dejó con algo de dificultad el alto taburete. Salió desenvuelta, certera. Se rió de los dinosaurios que le sonreían desde un cartel. Caminaba por el centro de la acera, de pronto le tocaron el hombro. Se volvió. Era el borracho que se parecía a Juan y también al otro Juan. La saludó con cierta dignidad y le dijo, «señora, se ha dejado este libro». Farfulló un saludo y luego desapareció entre los transeúntes de la calle Alberto Aguilera. Me quedé quieta mirando la multitud entre la que desapareciera ese ser extraño que, convocaba a ciertos fantasmas difíciles de olvidar. Y me dije «hasta cualquier momento Juan. Donde estéis, Juan y Juan». María Chévez Alvarez |
Al principio no me dí cuenta de nada... Tan apretaditas vamos, el sábado por la mañana, en la cola del "súper" ... Yo, para romper la monotonía del trámite y mientras algo ya me entretenía mirando fijamente al cajero que es muy buen mozo le dije a mi vecina de atrás sin ni siquiera darme la vuelta: «¿Qué bien huele su ropa? ¿Qué detergente usa? «No es detergente -contestó ella complacida- es suavizante de DIA, señorita...». y al contestarme su voz sonaba tan suave como el suavizante que usaba. El cajero seguía cajeando. Yo, emocionada por el calorcito ambiental, por la voz tan suave de la que pensaba ser mi vecina y por esa fila de cuerpos matutinos y frescos que se rozaban imperceptiblemente -eso sí sin querer- en aquel DIA tan fraterno algo me en soñé y de repente me escuché a mí misma exclamar con un suspiro profundo: «¡Qué cola más bonita esta mañana!...» ¡Ay de mí! ¡Qué habré dicho! No se lo hizo repetir dos veces y antes de que me pueda dar cuenta de nada, ¡inocente de mí!, me la metió, bien metida, hasta el alma... ¡Dios santo! ¡Virgen María sin pecado concebida...! Mi vecina era mi vecino... Cuando llegué a la altura del joven cajero, más viva que muerta, creí divisar sobre sus labios una sonrisa que no le conocía... Pagué sin darme cuenta. Salí al solecito de la mañana, cargadita, pero contenta. «¡Qué guapa vas hoy, Maruja!, me lanzó la vecina del 3.º ¿Se te cruzó el rey de Persia? Yo me voy a la compra. Espero que no haya mucha cola...» Maruja la de la Esquina
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Hay un momento donde el niño, para ser humano, atraviesa un lugar donde el cuerpo de él y el cuerpo de la madre son el mismo cuerpo, donde él y el otro no son más que él y su propia imagen. No éramos dos, éramos uno. Con la aparición del tercero, el padre para algunos, aparece la ley, el lenguaje, el orden simbólico. Ese tercero puede ser cualquier cosa que desvíe la mirada de la madre, es decir, que le muestre al niño que ella desea algo más que a él mismo.
Para poder darme cuenta que somos dos, tenemos que ser tres. El niño no llega a discriminar su cuerpo del cuerpo de la madre hasta que no aparece otro cuerpo. Este otro cuerpo le exige al niño una partición, le exige, para poder mantener ahora una relación con lo nuevo, que aquella relación con la madre permanezca inconsciente. De esa manera, la relación con la ley será su yo, su conciencia. A ese momento se refieren los investigadores cuando hablan de una disociación, de una partición del yo, el Edipo de Freud. El Edipo, entonces, no es la relación que el niño tiene con la madre ni con el padre, sino que es el dramático pasaje por el cual todo hombre tiene que pasar para mutar de cachorro animal a niño humano. El Edipo, más que el encuentro con el padre, más que la decepción con la madre, nos muestra el encuentro del pequeño animal con el símbolo. Alberto Rija
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En el año de gracia de 1912, en Salamanca, escribía don Miguel de Unamuno, «Del sentimiento trágico de la vida» y decía al lector: «espero que mientras dure nuestra tragedia, en algún entreacto, volvamos a encontrarnos y nos reconozcamos». Dice también en esa obra «que lo verdaderamente real para el hombre de carne y hueso es lo irracional». Esta forma de decirlo me llamó la atención, en tanto debía nombrarlo mediante una fórmula negativa. Se refería, crea entender, a lo que no es palpable o medible, incluso lo llamó inconsciente en el sentido de no consciente, es decir, adjetivando tal situación. El error es decir que la lógica es ilógica, esto es, carece de tales leyes. Sabemos después de Freud, que se trata de otra lógica, otro modo de procesar inconsciente, pero no en el sentido de carecer de ese atributo, sino de otras leyes de procesamiento vital. Inconsciente es entonces no una cualidad, sino un nombre propio, una instancia con cierta autonomía de funciones. Freud presenta un nuevo nivel de objetividad, porque transforma una concepción filosófica acerca de la realidad, donde lo real es precisamente la irrealidad que el sujeto produce en su discurso, demostrando que trabajando el relato del paciente con el método psicoanalítico de interpretación, se modifica la realidad, teniendo en cuenta que nunca se puede hacer coincidir el relato con la realidad, que no se puede hacer coincidir lo que se dice con lo que se siente ni con lo que se piensa. Hay por tanto una realidad a producir. Para subvertir el sentimiento trágico, aconseja Unamuno escribir para quebrantar la fe de unos y de otros, de terceros, la fe en la afirmación, en la negación y en la abstención. Combatir a los que se resignan, sea al catolicismo, al racionalismo o al agnosticismo; es hacer que vivan todos inquietos y anhelantes. El sentimiento trágico acontece por la presencia de la muerte y una tragedia íntima análoga a la del alma de Don Quijote, como la expresión de una lucha entre lo que el mundo es, según la razón de la ciencia nos lo muestra, según la fe de nuestra religión nos lo dice y lo que queremos que sea. Estos principios en el fondo, no son lógicos ni estéticos ni éticos, sino económicos, trascendentes o religiosos y con esas normas se juzga la realidad. Revisar estas cuestiones empieza entonces, operando sobre nosotros mismos sin más anestésico que el goce de dicho trabajo. Esto para no resignarse ni al mundo, ni a su verdad, ni a la ciencia o lógica, ni al arte o la estética, ni a la moral o ética. Jaime Icho Kozak |
DISCURSO
DE AMÉRICA |