Sumario
Clase inaugural al
Seminario
Sigmund Freud
VII Convocatoria
Transmisión en psicoanálisis (I)
Transmisión en psicoanálisis (II)
Transmisión en psicoanálisis (III)
Transmisión en psicoanálisis (IV)
Transmisión en psicoanálisis (V)
 
Sobre las relaciones de pareja
 
Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Caso "Juanito"
 

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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 149

-Venía dispuesto a terminar la novela, El sexo del amor, y sólo tuve fuerzas para sobrevivir.

Viví nueve días atolondrado, perdido. Pensando que todo estaba un poco sucio, que nada era correcto.

Casi todas las mujeres que tienen relación (alguna) conmigo, la desean a Ella.

Ella me desea a mí, pero como soy el único hombre prohibido para ella, duerme y sueña tranquilamente y, mientras tanto, enloquece a todas las mujeres de amor, ella, precisamente, que es ella misma, una loca de amor.

Yo primero quiero que se gane la vida sin ejercer la prostitución, después haremos el amor y, después, aún, construiremos una conversación.

-Primero garchar y después hablar, interrumpió el Master.
Menassa al Master le permitía cualquier frase pero, esta vez, algo le había molestado y se lo hizo saber de esta manera.

-Hay cosas que dañan a todo el mundo y yo, también, soy parte del mundo.

El Master se quedó en silencio, y Menassa siguió hablando:

-Pienso, que tengo que dejar de hacer lo que no hago.

El Master esta vez agregó, rápidamente:

-Psicoanalizarse, ¿por ejemplo?

Y Menassa de una manera sencilla prosiguió:

-De las mujeres que amo, Ella está muy reflexiva, me da un poco de miedo. La otra está muy apasionada, me da mucho miedo y la otra cree que es escritora, estoy aterrorizado. Es decir, frente a tres posibilidades tan dispares, no sé qué hacer.

Si vivir, si morir, o ser eterno.

-¿Y por qué no se garcha a alguna de esas tres mujeres?

-Yo nunca me garcho a una mujer, dijo Menassa. Y frente a la cara de sorpresa del Master, trató de explicar:

-Yo a las mujeres les hablo, las amo, las miro, eso sí, las miro mucho, algo las toco, me gasto bastante dinero con ellas y, a veces, en ellas, para que puedan estar con otros amores que los míos, pero nunca garcho con ninguna de ellas y no porque me falten ganas, sino porque me parece demasiado para este siglo, que un hombre pueda hacer el amor con una mujer.

Pero las miro, ¡ah, cómo las miro! A veces se visten a la mañana temprano pensando en un encuentro furtivo, conmigo, al atardecer. Y se sienten miradas cuando se visten y, después, cuando caminan por la calle se sienten hermosas y miradas y deseadas.

Y yo me preparo, desde el día anterior, para el encuentro.

Y ella consigue algún trabajo, pensando en contármelo en el próximo encuentro.

Bueno, también algo la toco y cuando la toco, ¡tiembla el Talmud! ¡la Biblia tiembla!, pero no me la garcho.

-Y ella ¿qué opina? preguntó el Master con una sonrisa.

-Y ella, prosiguió Menassa, tampoco espera de mí esa tontería. Tiembla y lo sabe desde un temblor futuro.

Cuando la toco, ella se siente llamada por las revoluciones del mañana. Y luego se tranquiliza porque se da cuenta de que la amo y nos ponemos a conversar, y ella me dice:

-Tomá, para mí.

Y yo le digo para jugar:

-Tomá, para vos. Y ahí, ella se daba cuenta y me lo decía, que así se producen las grandes historias de la humanidad y entonces, ella es un arado impresionante que vuela sobre la tierra sembrando el sexo del amor.

Después de un breve silencio y una leve indicación del Master para continuar:

-Lo que queda, lo confieso, aunque quede mal, trabajo sólo para cuando ella necesite algo de dinero.

Un poco de vergüenza me da, pero la quiero tanto.

Y ella se enternece con mi amor y gasta mucho dinero tratando de comprenderme, pero yo no me la garcho.

Ella, ahora, siente todo su cuerpo arrebatado...

De golpe Menassa dejó de hablar, un instante y comenzó a mover la cabeza para decir:

-Algún boludo habrá...

Y se quedó callado y el Master le preguntó:

-¿No seré yo, por casualidad?

Y Menassa riéndose francamente dijo:

-Algún boludo habrá que se pregunte por qué, precisamente, el Master no le interrumpe la sesión, precisamente, a Menassa.

Ahora era el Master que sonreía cuando preguntó:

-¿Me vas a pagar el encuentro?

-Sí, por supuesto, 500 pesos, dijo Menassa un poco molesto, ¿y eso a qué viene?

Y sin dejar de sonreír, el Master dejó caer el alma ahí:

-Cuando cobro yo, lo que interrumpe pasa por mi palabra y espero que te animes a seguir hablando de la mujer que sos.

Menassa sonrió por la intervención del Master y prosiguió:

-Ella, ahora, siente todo su cuerpo arrebatado y piensa en la revolución, pero yo no me la garcho. La beso sí, la chupo sí, me entrego a su lujuria gozadora, pero no me la garcho.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3308)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3307)

Hago como que encuentro en ella una inteligencia de otros mundos y me dejo llevar y ella hace de mis flores, pensamientos partidos.

-Eso es garchar, afirmó el Master.

-No, querido Master, contestó Menassa, garchar con una mujer es aceptar el goce de la mujer y eso hoy por hoy, es absolutamente imposible para un hombre.

Por eso vivo rodeado de mujeres. Para cualquiera de ellas, el goce de otra mujer es como un libro abierto. Ella aprende más viendo gozar a otra mujer, que cursando la universidad completa.

Por eso, cuando me veo rodeado de mujeres, siento que terminaré aprendiendo algo.

-¿Pero qué se puede aprender de eso?, preguntó el Master.
-¿Usted quiere un ejemplo?

-Sí, claro, contestó el Master.

Y entonces, Menassa pudo decir:

-Bueno, lo primero que aprendí, es que a las mujeres cuando gozan hay que dejarlas gozar.

-Qué raro, dijo el Master, yo por otro camino que el suyo pude llegar a la misma conclusión: A las mujres cuando gozan hay que dejarlas gozar.

-Bueno, dijo Menassa, tal vez, no se pueda llegar a otra conclusión, tratándose del goce de la mujer.

Y ella volcó su copa sobre mí.

Capítulo XXVII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

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