ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA N.º 20

TEÓRICAMENTE LA HETEROSEXUALIDAD ES POSIBLE PSICOSIS INFANTILES
LA NEGACIÓN COMO TIEMPO DEL HABLA PSICOANÁLISIS PARA TODOS
DROGADICCIÓN, UNA CURA POSIBLE PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
LAS DISFUNCIONES SEXUALES EL VÓMITO
NOVEDADES. EDITORIAL GRUPO CERO LAS LESIONES DE LOS DEPORTISTAS DE ALTA COMPETICIÓN SON IMAGINARIAS Y SE PUEDEN PREVENIR
EL SIGNIFICANTE: PALABRA Y CARNE DE NUESTROS ANTECEDENTES
¿POR QUÉ SOY CELOSO? MARX
EL INCONSCIENTE NO CONOCE LA CONTRADICCIÓN FREUD
FUNCIÓN MADRE LACAN
PEGAN A UN NIÑO MENASSA
LA HISTORIA NO ES EL PASADO NO VE LA ROSA

TEÓRICAMENTE, 
LA 
HETEROSEXUALIDAD 
ES POSIBLE

El inconsciente es ese lugar del sujeto donde «ello» habla. Lo que encontramos en el inconsciente es esa repetición que nos lleva de algo que se denominan pensamientos (Gedanken), a una concatenación de pensamientos que nos escapa a nosotros mismos, que va más allá de nosotros mismos.

Para introducir los primeros pasos del sujeto, no hay medio de articular esos primeros pasos, sino por una NADA en dimensión a la vez metafórica y metonímica del primer juego significante.

Sin embargo cada vez que tenemos que vernos con esta relación del sujeto a la nada, resbalamos entre dos pendientes:

La pendiente que tiende hacia una nada de destrucción, esa que acontece cuando se interpreta la agresividad como agresión, es decir biológicamente, anulando así el significante.

La otra es una nadificación que se asimilará a la negatividad hegeliana.

El sujeto introduce la NADA como tal, y esa nada debe distinguirse de cualquier otra nada.

Kant nos habla de cuatro nadas.

«In mundo non est casus»: nada de casual, de ocasional.

«In mundo non est fato»: nada es de una fatalidad que estaría más allá de una necesidad racional.

«In mundo non est saltus»: no hay salto.

«In mundo non est hiatus»: no hay hiatos.

Cuatro negaciones que en psicoanálisis son otra cosa. Con fatum, ya que el inconsciente es oráculo, con tantos hiatos como hay significantes distintos, con tantos saltos como metonimias se producen. Es porque hay un sujeto que puede identificarse al objeto perdido, al carrete del nieto de Freud, y especialmente en la connotación de su falta: no hay, ens privativum.

Hay un vacío, y es a partir de ahí que el sujeto partirá.

El deseo inconsciente se encuentra en la repetición de la demanda. El objeto no permanece como objeto de la necesidad, y es porque es tomado en el movimiento repetitivo de la demanda, que deviene objeto de deseo. Es así como el pecho deviene, no objeto de alimento, sino objeto erótico, mostrándose que la función significante excluye que el objeto devenga reconocible como significante de una demanda latente. La dimensión libidinal marca todo deseo humano, es el falo el factor de esta transmutación, la función del falo es lo que transmuta un objeto de necesidad en un objeto de deseo. Falo que no está nunca tan ahí como cuando está ausente, cuando su presencia está ahí donde no está.

Es porque debe ser demandado ahí donde no está, en la madre, a la madre, por la madre, para la madre, que por ahí pasa el camino normal por donde puede venir a ser deseado por la mujer.

Es en la medida en que el falo puede continuar permaneciendo indefinidamente objeto de demanda a aquél que no puede darlo sobre ese plano, que aparece toda la dificultad en que el falo fuera de entrada objeto de deseo.

El falo en su función radical es sólo significante, pero aunque pueda significarse a sí mismo, es innombrable como tal. Es el único nombre que abole todas las otras denominaciones, y es por eso que es indecible.

Kant dice: todo real es posible, pero esto también quiere decir que algún posible no es real, que hay posible que no es real. Sólo el sujeto puede ser ese real negativizado de un posible que no es real. El menos 1 (-1) constitutivo del ens privativum, lo vemos así ligado a la estructura más primitiva de nuestra experiencia del inconsciente, en la medida en que es no la de lo prohibido, ni del dicho que no, sino del no dicho, del punto en el que el sujeto no está más allí para decir, sino que encuentra aquí su fuerza y su raíz.

Deseo al otro como deseante y cuando digo deseante no digo ni siquiera deseándome, pues soy yo el que deseo y deseando el deseo, este deseo no podría ser deseo de mi más que si me amo en el otro, si soy yo lo que amo.

Lo que hay para desear es siempre lo que falta, y es por eso que en francés el deseo (désir) se denomina desidorium, lo que quiere decir «echar de menos».

Se denomina metáfora del verdadero amor, a aquella donde el deseante se sustituye al deseado, aquella que transforma un amado en amante, un deseable en deseante.

El sujeto del deseo es el protagonista porque el deseo es la esencia del hombre, la esencia de la realidad humana.

Amamos al otro por la libido, es decir, que en cierto sentido no amo más que mi cuerpo, incluso cuando transfiero este amor sobre el cuerpo del otro. El amor al otro está sometido a la equivalencia de la libido, a saber que cuando sube de un lado, sube también del otro, lo que deseo, lo que falta al cuerpo del otro.

Desde el punto de vista del deseo, ese nivel del deseo, este cuerpo del otro, por poco que lo ame no vale sino por lo que le falta, y es precisamente por eso que la heterosexualidad es posible. Es por el hecho de que la mujer es, desde el punto de vista peniano, castrada, lo que asusta a los neuróticos, y que a otro montón de gente no da miedo, sino que eso es causa de su deseo. Deseamos deseantes y no deseables. Y esto porque el corazón hablante del sujeto es lo que llamamos «el inconsciente».

La diferencia significante es distinta de todo lo que se refiere a la diferencia cualitativa.

El significante no es un signo.

Los significantes no manifiestan sino la presencia de la diferencia como tal y ninguna otra cosa.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91 402 61 93

 

LA NEGACIÓN 
COMO TIEMPO 
DEL HABLA

Freud halló en la base de la constitución del sujeto, allí donde emerge Lo Inconsciente, la negación, La Verneinung. Cuando el sujeto deniega lo que su Inconsciente le dice, y dice lo contrario a través de la negación que se expresa como un no anteponiéndose a la frase en el discurso, estamos frente a una operación que retoma lo reprimido, aquello que debería estar reprimido y que en realidad lo está. Lo niega, pero al mismo tiempo lo contiene, guarda su contenido. Es decir que niega pero al mismo tiempo suprime y conserva; este movimiento es constitutivo del juicio. Freud lo enuncia diciendo: «La denegación es una Aufhebung de la represión, pero no por ello una aceptación en la conciencia, de lo reprimido. Por lo tanto es una actividad, aquella que ha permitido un primer grado de independencia en lo que respecta a la represión y a sus consecuencias, y al mismo tiempo una dependencia al principio de placer. La negación por lo tanto no es un acto de anulación que desencadene un inobservable, ya que manifiestamente se observa, ni un indeterminable ya que mantiene una determinación, sino que la negación es el gesto mismo que constituye al sujeto racional, al sujeto lógico, al sujeto que implica el habla, es decir que alude a la problemática del signo».

Desde el momento que hay una negación-aceptación, se constituye el signo, y con él el sujeto que habla y juzga. Freud afirma esto cuando dice: «A esta manera de comprender la denegación, corresponde el que no se descubra en el análisis ningún no a partir del Inconsciente y que el reconocimiento del Inconsciente del lado del yo se expresa en forma negativa». Por lo tanto la actividad de la negación, está en el origen mismo de la inteligencia, del pensamiento del signo, del habla. Freud lo agrega a la lógica aristotélica que rige el universo del Logos, una zona oscura que denominó Inconsciente, zona donde se asienta lo sólido del habla y forja el concepto en base a un modelo operatorio que asume el papel de residuo donde tienen lugar operaciones que no están en el habla. Estas operaciones son específicas del trabajo humano sobre el significante. No es la zona del signo y del sujeto, en ese otro espacio las leyes del habla son conmovidas, se disuelve el sujeto y en el lugar del signo se instalan los significantes que se hablan entre ellos, produciendo una mutua disolución de cada uno de ellos que deja de ser en el otro, y se instala de esta manera una operación de negatividad generalizada, que no tiene nada que ver con la negatividad que constituye el juicio, ni con la negación interna al juicio, es una negatividad que disuelve al sujeto que es como no sujeto que viene a asumir ese pensamiento inconsciente. Es decir que es un pensamiento que ya está pensado por las leyes inconscientes.

Entonces tenemos un territorio del signo y cuando desaparece el pensamiento del signo es que desaparece el sujeto. Quedan fuera de la dominancia del signo, es decir fuera de los principios de la razón, algunos fenómenos secundarios o marginales como son el sueño, la poesía, la locura. Este espacio vacío en que se mueve este todavía no-sujeto es el polo opuesto del espacio lógico dominado por el sujeto hablante y entonces la práctica poética con sus particularidades se convierte en el lugar en que se unen esos dos polos en un incesante movimiento del uno hacia el otro. Así el espacio de la poesía que hallamos en la vertiente opuesta a la del sujeto hablante, en los entornos de ese vacío, es el espacio de nuestra cultura donde se operan las uniones entre el pensamiento del signo, o sea del habla, y ese otro funcionamiento que no necesita de un sujeto lógico para expresarse. Es también en ese espacio otro donde se deconstituye un sujeto para volver a constituirse, se deconstituye el habla para constituir un texto otro, un discurso onírico dando paso a otro texto, y también se deconstituye el signo para constituirse en la escritura.

Es decir que esa anterioridad que es el lenguaje poético no se sitúa forzosamente en el Inconsciente, es estructurado como lenguaje, ya que es una lateralidad de toda gramática y el sujeto funciona como no-sujeto, es decir que es un más acá de todos los procesos fantasmáticos y de cualquier relación de objeto. Este lenguaje poético se sitúa como sólo proceso de producción, es decir tiempo en movimiento, en ese espacio particularmente vacío, sin objetos, sólo un desplazamiento hacia las leyes del habla, donde la producción de una palabra significante le pondrá límites a este espacio. El funcionamiento es sincrónico y una conjunción, una «Y» los junta y los coimplica. En la diacronía parlante una puntuación nos hablará de un significante privilegiado que tuvo el poder de detener el deslizamiento de la cadena y separar una frase de otra frase. Las dos vertientes se interpenetran y el funcionamiento del habla está impregnado del lenguaje poético, tanto como el lenguaje poético está limitado por las leyes del habla. La experiencia poética, una vez más, ha captado ese pasar constante del signo al no signo, del sujeto al no-sujeto, y este movimiento mismo es el lenguaje poético. Una vasta playa de lo vacío que deja paso al ruido del mar, ese desplazamiento incesante que se disuelve en la orilla y que se convierte en esa palabra que sabe llegar al fondo de las cosas. Es un instante donde se suspende la lógica del habla y el sujeto eclipsado se somete al tiempo de la travesía. A través de lo que fue Yo, un universal se abre más allá de cualquier síntesis. Más bien una reunión no sintética juntará este tiempo de creación, con el otro hemisferio donde está todo el Logos y sus leyes.

Un más allá de la región del signo y del sujeto, la poesía devela una región donde sólo prima la categoría de trabajo, trabajo humano sobre el significante. Es un nuevo lugar de la afectación porque las leyes lógicas del habla han sido conmovidas y el sujeto no soportó semejante conmoción y quedó disuelto mientras que en el otro lugar se establecía un choque de significantes que se anulaban mutuamente. Una operación de negatividad generalizada, una negatividad que anula cualquier pensamiento anterior y que disuelve en ese momento al sujeto y que es como cero que podrá asumir ese pensamiento que se anula. La poesía mostrando la productividad de sentido antes que el texto sea producido, una alteración del sujeto y el antes como pensamiento vuelve a ser pensado y como después queda producido en el poema.

Un lenguaje también, pero lenguaje poético que no se sitúa en el Inconsciente estructurado como lenguaje, y un sujeto con todas sus producciones fantasmáticas, sino en un Ello irreductible que no puede dejar de pulsar. Sin jerarquías, sin diacronia, sólo trazando una línea de lo que funciona sincrónicamente en cada sujeto de manera propia, un lineamiento de una manera de funcionar.

El trabajo del poeta como puro trabajo simbólico, de transformación, deja de esta manera de tener ese peso que se le adjudicó de una futilidad decorativa, de ser sólo versitos, y adquiere toda la importancia de ser una práctica muy particular que toma toda la fuerza de la negación, ya que en un movimiento de negatividad, niega al mismo tiempo el habla y lo que resulta de esa negación, se convierte así en una afirmación: la única que inscribe el infinito.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 322 64 00


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DROGADICCIÓN, UNA 
CURA POSIBLE

Abordar el tema de la drogadicción desde el marco de la teoría psicoanalítica se diferencia de los abordajes y enfoques médicos, sociales y conductuales para la prevención y tratamiento de esta patología. Sabemos que son los criterios de salud y enfermedad el centro sobre el cual giran las posibilidades de tratamiento de las enfermedades. La medicina siempre ha considerado al cuerpo como cuerpo biológico, un cuerpo real que es posible medir, cuantificar, tocar, localizar. Ciencia fundamentalmente empírica, ver para creer, en su práctica clínica está reconociendo la importancia de los factores emocionales, y de su influencia sobre este cuerpo real.

El psicoanálisis aporta, a partir del concepto de inconsciente, otro cuerpo, un cuerpo construido por las palabras, que llamará pulsional. Pura virtualidad, este cuerpo va a ser el escenario de las pasiones, de todos los dramas.

Nada existe en el hombre que no esté tocado por el lenguaje, trastocado por el lenguaje, y el psicoanálisis sexual a esta relación, porque es a partir de la relación con el otro, el otro de los cuidados, que el sujeto se irá constituyendo.

Será su apoyatura pues, debido a la gran inmadurez con la cual nace, solo se muere. Esta extrema dependencia lleva al infante a adjudicarle a su madre una omnipotencia que luego deberá hacer caer porque no es que la madre lo sea, sino que él la supone. Esta vía nos lleva a decir que el sujeto de la adicción está atrapado en esa relación primaria, sin corte, y esa imposibilidad de corte sería causa de la adicción. Sin Ella, la droga, se muere.

La drogadicción es un síntoma que muestra la manera que tiene ese sujeto de relacionarse con el mundo. Es el psicoanálisis el que brinda este estatuto de sujeto psíquico al adicto y, como tal, la cura será por la palabra. Le hará posible el pasaje desde esa relación sin falta, sin corte en la cual cree que toda necesidad será calmada, al lenguaje. Lo nombra, lo habilita como ser social y sexual desde la ética del deseo, y no desde la moral.

Es importante resaltar que para el psicoanálisis, la drogadicción tiene un carácter compulsivo inconsciente, que lleva al enfermo a consumir esa sustancia que le es imprescindible para su existencia. Un impulso lo obliga a ello, no sabe vivir de otra manera. Esta compulsión es lo que forma el hábito y lo que la sociedad condena como tal.

La adicción es un síntoma que el paciente trae cuando consulta al psicoanalista. Alrededor de él, el enfermo desplegará todo su imaginario. El psicoanalista habrá de proponerle al paciente algo que la medicina no tiene para proponer, que es otra mirada, otra visión sobre la problemática que lo aisla de lo social. Tomará este material que el paciente te ofrece a su escucha como el relato del sueño, nada es verdadero o falso, sino que el relato muestra algo del sujeto, está lo que dice y lo que no dice. El psicoanalista tomará a la adicción como cualquier otro síntoma, en tanto formación del inconsciente, su escucha se dirigirá hacia lo verdadero, el deseo inconsciente. No le importan los hechos sino la manera en que el paciente los vive, los relata porque el psicoanálisis es la cura por la palabra en tanto el inconsciente está estructurado como lenguaje.

Tratándose del trabajo del habla, se trata del trabajo sobre el imaginario de las personas, imaginario que es, en todos los casos, uno diferente de otro. Por lo tanto, se tratará de que cada paciente pueda, a partir de su propio imaginario, construir un camino. Desde este punto de vista, no hay restricciones para el tratamiento psicoanalítico. Es aconsejable en todos los casos.

Alejandra Madormo. Psicoanalista
Buenos Aires: 795 54 02

LAS DISFUNCIONES 
SEXUALES

La sexualidad, preocupa. No existe persona que no se haya cuestionado al una vez, si su sexualidad es normal o no. No existe persona que no haya pasado alguna vez por un momento de frigidez, impotencia o eyaculación precoz. La sexualidad preocupa.

Son actos sexuales (los realizamos todo el día, toda la vida), desde que nos levantamos, trabajar, conversar, hasta cuando soñamos es un acto sexual... Por esto, la pregunta acerca de una sexualidad normal, resulta inquietante, ya que es muy difícil decir qué es normal y qué no lo es. Y si bien cada uno se cuestiona acerca de tal o cual comportamiento sexual, la verdadera inquietud parece residir en que la vida sexual desde su inicio, conlleva la relación con un otro que habla y que desea,

 con un otro que, a la vez, le resulta inquietante su sexualidad, es decir con un otro semejante y absolutamente diferente.

Para Freud, lo normal de la sexualidad, está muy lejos de constituir una norma. Por esto debemos pensar qué son las disfunciones sexuales, y porqué resultan tan frecuentes en la vida de todas las personas. Tal vez, también debamos replantearnos los criterios de normal o enfermo en relación a las llamadas disfunciones sexuales.

Desde el trabajo clínico, podemos decir que la impotencia y la frigidez, en sus diferentes maneras de mostrarse, son trastornos muy comunes y extendidos, que acompañan a la vida erótica corriente. A principios del siglo y el surgimiento del psicoanálisis, Freud necesita explicar el carácter general de estos síntomas, y por ello, ponía el acento en las variables sociales que coaccionaban la vida sexual: la abstinencia sexual, el matrimonio legítimo, el coito interrumpido, etc.

En 1908 dice que «los no iniciados no pueden creer lo raro que es encontrar hombres que tengan una potencia sexual normal, y lo frecuente que es hallar frigidez en la mitad femenina de las parejas casadas, dominadas por la moral sexual cultural en la que estamos inmersos».

Los cambios sociales, «la liberación de las costumbres» no han servido para modificar estos trastornos tan frecuentes, por lo cual, podríamos decir que liberar las costumbres no significa liberar el deseo... ya que en este momento, a la queja de la frígida, «no siento nada» se le agrega el «no tengo ganas».

En 1982, F. Doltó dice al respecto: «No es exagerado decir que cerca de la mitad de las mujeres de nuestras sociedades civilizadas son total o parcialmente frígidas; del mismo modo, casi todas las mujeres conocen períodos transitorios de frigidez relativa o total ... ».

Abordar esta temática nos lleva a pensar que desde el comienzo, Freud alerta sobre el problema de reducir el psicoanálisis a una sexología, por esto dirá que cuando afirma que la etiología de las neurosis está, en primer lugar, ligada a la privación sexual, es para marcar la inmensa importancia de la articulación entre lo sexual y lo inconsciente, ya que la mayor dificultad que el neurótico tiene con su sexualidad, es su incapacidad de amar, es decir, «ese rasgo psíquico que ha llamado represión».

En el artículo sobre «La psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina» de 1920, Freud señalaba: «...me parece asombroso que los hombres puedan realizar fragmentos tan importantes y significativos de su vida amorosa sin notar gran cosa de ella, a veces, hasta sin tener la menor sospecha, o que cuando, la cosa llega a su conciencia, se equivoquen tan radicalmente sobre el juicio que aquella les inspira».

Desde el psicoanálisis podemos decir que los factores que motivan la impotencia psíquica (fallo en la erección pero además, una suerte de anestesia psíquica) se puede encontrar en la mayoría de los hombres, y es lo que permite, además, comprender la frigidez. En los conflictos neuróticos nos encontramos con el peso de los deseos sexuales infantiles. El pasaje del autoerotismo al amor de objeto, y a la sexualidad, considerada «normal», requiere la fusión de las corrientes tierna y sensual, que por estar sobredeterminada por lo inconsciente, esta fusión será siempre fallida, insuficiente, errónea. De esta manera es probable que estas corrientes permanezcan escindidas, y cada una quede, más o menos vuelta hacia los objetos incestuosos infantiles.

En lo sexual, no podemos hablar de un ideal, de un estado normal. Entre lo normal y lo patológico hay un cuantum que instaura la diferencia. «Los procesos que desembocan en la instauración del estado normal, nunca están del todo realizados ni del todo ausentes. En general, tienen sólo un carácter "parcial", de suerte que el desenlace depende de las relaciones cuantitativas. Salta a la vista la complejidad de tal situación.» Freud. 1938.

Para Lacan: «Las manifestaciones de la función sexual en el ser humano se caracteriza por un desorden eminente. Nada se adapta.»

Será a partir de estas generalizaciones que podremos comenzar a pensar qué son las disfunciones sexuales y cuál, su relación con la vida amorosa.

Marcela Villavella. Psicoanalista
Buenos Aires: 795 54 02

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¡PSICOANALÍCESE!


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NOVEDADES
EDITORIAL 
GRUPO CERO


 
LA TRANSFERENCIA

AUTORES:
L. Andino Trione, C. Barandiarán,
R. A. Bravo, S. Cino Núñez, M. Chévez,
B. Degli Esposti, A. Díez Cuesta, 
P. Duchên, C. Fernández del Ganso,
E. González Martínez, M. Goremberg, 
P. Iglesias Nicolás, J. Icho Kozak,
A. Madormo, N. Menassa, C. Osorio,
K. Pueyo, L. Schitmann, M. villavella, M.O. Menassa

El concepto de transferencia es el que sostiene, históricamente, la teoría psicoanalítica y es por eso que cuando se altera, disminuye, o deja de imponer el psicoanálisis de los psicoanalistas o candidatos a serlo, las instituciones se pudren o se degradan hasta tal punto de transformarse en pequeñas o grandes dictaduras o casi peor, en concepciones, todas ellas anteriores a la producción de El Inconsciente en la obra de Freud, como ya esta pasando en la Internacional y como ya pasó, muy poco tiempo después de la muerte de Lacan, en todos los grupos lacanianos de Argentina, pero también de Francia, Brasil y España, que son las comunidades de las cuales tengo algunas noticias.

Por eso que no será en vano reiterar (y esta vez frente a ustedes que disponen de la mayor astucia para darse cuenta de lo que vengo a proponer) que en psicoanálisis no hay teoría fuera de la clínica, y explicar entonces, de manera sencilla, que sin psicoanálisis del psicoanalista no hay producción del inconsciente.

Decimos entonces que no es que los sujetos al encontrarse produzcan la transferencia o que el paciente traiga con él (como una reproducción de su pasado) o que la reciba como un don de su psicoanalista sino que, precisamente, el concepto de transferencia es el que produce tanto al sujeto que se psicoanaliza como al psicoanalista que no es ningún sujeto, sino un lugar.

 



FREUD Y LACAN 
-Hablados- 1

(2.ª EDICIÓN)

 

AUTOR:
Miguel Oscar Menassa
PTS: 2.000; 16 US.

Un libro que nos permite introducirnos en uno de los pensamientos más importantes del siglo XX.

Freud porque es el nombre de la obra que nos permite pensar la dimensión inconsciente como lo que nunca puede faltar en un acto psíquico, en tanto sabemos que hay actos en los cuales no participa la conciencia, es decir, que acontecen ajenos al sujeto. Sin embargo, el inconsciente incide sobre todo acto humano.

Lacan porque perteneciendo a la historia del psicoanálisis renueva la lectura de la obra freudiana volviendo al original: los monumentos que son los textos de Freud. Autor que nos permite pensar la transmisión del psicoanálisis.

Y «hablados» porque este libro es la puesta en acto de la transmisión del psicoanálisis.

Más de 450 páginas nos permiten navegar por lo más completo de forma más sencilla.

EL SIGNIFICANTE:
PALABRA Y CARNE

Sabemos que si el paciente comienza un tratamiento no hay enfermedad que se resista, es así como vamos a poder confirmar que, la salud y la enfermedad se producen por un mismo mecanismo.

El discurso del inconsciente es una emergencia, la emergencia de una cierta función del significante. Los infortunios se producen por un amor excesivo hacia una cosa que está sujeta a variaciones tal que, nunca la vamos a poder poseer por completo. Nadie está inquieto y ansioso sino por lo que ama, las ofensas, las sospechas, las enemistades nacen sólo del amor hacia las cosas de las que nadie puede ser dueño.

Hay millares de símbolos que nos hablan del cuerpo, de las relaciones de parentesco, de la vida que nace a la muerte, símbolo inconsciente que no muestra ninguna señal de inmadurez. Basta que haga su efecto en el sujeto es esta su manera de hacerse oír, pues sus efectos se operan sin saberlo él, en el orden imaginario o real, siempre hay un más o un menos, un umbral, un margen, una continuidad. En el orden simbólico todo elemento vale en tanto opuesto a otro. Entonces puede ocurrir que un sujeto rehuse el acceso a su mundo simbólico, de algo que sin embargo experimentó, la amenaza de castración. El orden simbólico está dado en su carácter universal, esto supone sus instancias operando en la sociedad desde sus orígenes, desde el momento que aparece como humana. Ese movimiento desplazado, convertido en su contrario, inhibido en su recorrido comprometido en una dialéctica, alienado en el orden simbólico a partir del cual, los otros dos órdenes se articulan, orden imaginario y orden real, ese es, el movimiento transferencias.

El acceso al orden simbólico no implica la abolición de la carne, sino que la circulación de palabras abarca la circulación de la sangre. Al decir símbolo decimos ley, nombre del padre, nombramos la matriz vacía de padre. El ser parlante es parlante a causa de algo que le ocurrió en la sexualidad y puede enmudecer también, por algo que le está ocurriendo en su sexualidad.

El psicoanálisis no se ocupa del individuo, se ocupa de los procesos psíquicos, el individuo siempre ha sido una idea.

La sociedad actual construida sobre los pilares de la oferta y la demanda nos relata en ese su producirse la presencia de un exceso, de un desafío dentro de la clínica, la angustia. En la angustia aparece un tiempo diferente, el cuerpo, sede de estados y relaciones aparece afectado, caído, laxo, frío, la angustia tiene certera la pincelada del inconsciente total. Es un estado privilegiado, sobrepasa el campo del deseo, pone en cuestión todo, no deja que aparezca la respuesta como muerte de la curiosidad. La emoción siempre es, la represión de un afecto, la señal de angustia es la emoción, represión de un acontecimiento. En un estado de angustia un sujeto no hace la misma cosa dos veces.

Cómo dejar de pensar que la práctica fascina la atención de los analistas, sobre las formas imaginarias, sobre la significación imaginaria del mundo subjetivo, cuando el asunto está en saber, qué organiza ese mundo y permite desplazarlo.

Lo que constituye el campo analítico es idéntico a lo que constituye el fenómeno analítico, es decir el síntoma. Ninguna exploración del preconsciente nos llevará jamás a un fenómeno inconsciente. En el síntoma en la neurosis vemos producciones del inconsciente estructurado como un lenguaje.

Cuando hablamos del Otro de la palabra decimos que en él, el sujeto se reconoce y en él se hace reconocer, el sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley en la sexualidad. Y esta ley sólo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el plano simbólico. En el psiquismo el sujeto se presenta como una realidad que a la vez deviene realidad cósmica. Lo que el psicoanálisis descubre es que este pasaje, por donde se llega en el entre dos, al otro lado del doblez, donde este intervalo funda la correspondencia del interior al exterior, a ese lugar que se distingue por la extrañeza de su decorado, lo llamamos la otra escena, no es más que lo que está del otro lado, del afuera, que es la verdad.

Vemos en el otro, lo que en el otro nos determina, sin que el otro haya tenido alguna idea de determinamos. Llevemos el cuerpo con la palabra, porque cuando hay palabra el cuerpo no pesa, es de aire, de viento. La existencia del hombre mejora contra la existencia del hombre. La vida, no se da, no se pierde, la vida se vive, la muerte es parte de la vida.

Stella Cino Núñez. Psicoanalista
Madrid: 91 880 80 01


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¿POR QUÉ SOY CELOSO?

Los celos, como la tristeza, el amor o el odio, están dentro de los estados efectivos que consideramos como normales.

Las personas que frecuentemente dicen no ser celosas, es debido a que sus celos, los han sometido a una intensa represión y los manifiestan pero de manera inconsciente, sin que la propia persona se dé cuenta de ello.

ES IMPOSIBLE NO SER CELOSO.

Los celos, los podemos dividir en tres categorías:

- Celos concurrentes o normales.

- Celos proyectados.

- Celos delirantes.

Los celos concurrentes o normales, son los típicos temores, relacionados con ciertos complejos de inseguridad, donde se tiene miedo de perder a la persona querida. La actitud celosa es contra otra persona a la que se le considera rival. Estos celos, tienen sus orígenes en la infancia, en el denominado Complejo de Edipo, donde ya el niño pequeño, sentía celos del padre, cada vez que éste se acercaba a la madre, o en el caso de la niña, ésta sentía celos cada vez que la madre se acercaba al padre.

Los celos entre los hermanos, no deja de ser una categoría del Complejo de Edipo, pues el niño celoso, piensa que sus hermanos son más de preferencia por el padre o la madre que ellos mismos.

Esta clase de celos, no deja de ser anecdótico en sí misma, por las divertidas situaciones que puede provocar, sin llegar nunca a situaciones de más gravedad.

Los celos proyectados, son los más frecuentes y los padecen tanto hombres como mujeres, y nacen por un deseo de ser infiel a la persona querida, pero no se tolera y se proyecta a la otra persona.

Ejemplo: Una chica joven sufría de manera atormentada pensando que su marido le podía ser infiel cada vez que él se iba a trabajar, lloraba y cada vez que el marido regresaba le hacía jurar y prometerle que no se había acostado con ninguna otra mujer. Un tiempo después de tratamiento, la sujeto admitió que desde hacía tiempo sentía una fuerte atracción por su cuñado,

pero que no se atrevía a admitir. Ante el deseo que su cuñado le producía, la mujer, por no sentirse culpable prefirió proyectar sus deseos y de esta manera acusaba al marido, para no asumir que era ella la que realmente quería acostarse con el hermano de su marido.

Los celos delirantes, ya entran dentro del marco de la paranoia y se consideran una grave patología mental pues llegan a provocar situaciones muy serias (palizas, maltratos e incluso asesinatos).

Estos celos se dan tanto en el hombre como en la mujer, pero son más frecuentes en el hombre. Las causas de este tipo de celos, son inconscientes, y son un mecanismo de defensa contra un poderoso deseo homosexual que el sujeto no admite. Ante la idea de un deseo homosexual, el hombre, por ejemplo, lo disfraza bajo la siguiente fórmula: No soy quien desea a ese hombre, es ella quien lo desea.

Ejemplo: A consulta llegó una joven pareja que estaba a punto de separarse, porque el marido estaba completamente seguro de que su mujer lo engañaba. Esta idea delirante, había ido en aumento, hasta el punto de que el marido había llegado a pegar una fuerte paliza a su mujer, un día que regresó antes del trabajo y se encontró la cama sin hacer. Acusó a la mujer de haber tenido relaciones con un vecino y que por esa causa, la cama estaba deshecha. La paliza le costó a la mujer una fractura de mandíbula.

Este mismo sujeto, dejaba de trabajar a cualquier hora y se iba a su casa para intentar comprobar que su mujer le estaba siendo infiel, por supuesto que nunca la descubrió «in fraganti».

El hombre se sometió a tratamiento y con el tiempo se comprobó que dicho sujeto tenía fuertes deseos homosexuales hacia su vecino. Deseos homosexuales que a este paciente le volvían loco y que no era capaz de admitirlos. Por lo tanto, proyectaba sus celos, para no enloquecer de sus propios deseos homosexuales: «No soy yo quien desea acostarse con mi vecino, es ella».

En cuanto este paciente aceptó sus deseos homosexuales, sus celos delirantes desaparecieron.

Con esta exposición teórica acompañada de ejemplos reales, he tratado de mostrar que el psicoanálisis es hoy por hoy la única terapia que puede entender el mecanismo de los celos, desde un lugar como es la manifestación de deseos inconscientes.

Miguel Martínez Fondón. Médico-Psicoanalista
Madrid: 91 682 18 95

EL INCONSCIENTE NO CONOCE LA CONTRADICCIÓN

El Inconsciente socava el famoso principio de no contradicción por el cual algo no puede ser afirmado o negado al mismo tiempo bajo el mismo punto de vista y lo vuelve a poner en cuestión. Está claro que para afirmar: el Inconsciente no conoce la contradicción, es necesario suponer que el Inconsciente está estructurado como un lenguaje, el sólo hecho de decir que el Inconsciente no conoce la contradicción, propone que tiene que ver con un discurso. Que el Inconsciente articula proposiciones es decir que está instalado en una lógica que le es propia.

En el discurso que el análisis produce, la verdad aparece como debiendo ser encontrada en las fallas del enunciado, pero esa posibilidad está en normas que sugieren la presencia de una dimensión de la verdad.

El discurso analítico encuentra pues en su misma instauración la dimensión de la verdad, en tanto solicita a la verdad que enuncie un «veredicto», y el sentido de la asociación libre es no preocuparse demasiado a fin de dejar a esa verdad que hable. El discurso del Inconsciente preserva una verdad que no confiesa pues el Inconsciente es todavía anterior a lo que puede ser planteado como sujeto.

Se plantea como lenguaje antes de suponerle un sujeto y hay una anterioridad lógica del estatuto de la verdad en todo sujeto.

Si se elimina la dimensión de la verdad toda interpretación no es más que sugestión. La verdad que se devela no es opuesta a falso en el Inconsciente. El discurso en análisis tiene por definición (libre) el hacer lugar a la interpretación siempre posible aún cuando no tenga lugar y que tiende a instituir un lugar de reserva donde la interpretación venga a inscribirse. Ese lugar es aquél que ocupa el analista. No donde lo pone el paciente, aunque porque existe esa falsificación del lugar del analista que hace el paciente es que la transferencia funciona.

La verdad está ubicada allí donde está puesto aquél que escucha...

Lo único que sabe aquél que escucha es que como sujeto está en la misma relación con la verdad que aquél que habla.

O sea el analista está como todos en dificultad con su Inconsciente y en esa dificultad puede responder dignamente, allí donde se espera la interpretación.

Lo que está en el fundamento del discurso analítico es que no es que hay que estar más o menos a gusto en relación a esa verdad, sino que la verdad en cuestión se relaciona con el deseo y que no es tan simple definir la verdad del deseo o manejarla del mismo modo en que lo hace la lógica tradicional.

Partimos de que el deseo es falta en su esencia misma y que no hay objeto con el cual el deseo se satisfaga, incluso habiendo objetos que son causa de deseo.

Hay un momento en que el deseo es deseable, es lo que ocurre cuando se trata del acto sexual. El error es creer que el deseo se inserta como una función en lo fisiológico, lo que es un disparate que nos llevaría a «sin erección, no hay deseo», cuando el camino del goce nos llevaría a otras conclusiones donde siempre juega el deseo, con o sin erección.

Si se pone la operación indispensable para el acto sexual en el registro del deseo y no en el del goce, no se puede comprender lo que se dice del deseo de la mujer, que está como el deseo masculino en una cierta relación con la falta simbólica simbolizada por la falta fálica, pero en la cual el goce es heterogéneo. Es de ese desfasaje entre los goces que es necesario volver a partir para saber de qué modo se relaciona el deseo, que es de lo que se trata en el Inconsciente, con el acto sexual. El deseo no está interesado en el acto sexual más que como expresión de la demanda sobre el intercambio sexual. De la demanda surge el deseo, que en el Inconsciente está estructurado como un Lenguaje. Si el deseo surge de la dimensión de la demanda, si la demanda es satisfecha sobre el plano de la necesidad que la suscitó está en la naturaleza de la demanda engendrar esa falla del deseo que viene de que ella es demanda articulada. Hay algo dislocado que impide al objeto satisfacer el deseo, es la metonimia de todo lo perdido. Por eso el deseo es el deseo del Otro, dado que su falla se produce en el lugar del Otro desde donde es dirigida la demanda y que es también en ese lugar que el Lenguaje encuentra su sitio y la verdad habita porque sólo hay abrigo para la verdad donde tiene lugar el Lenguaje.

María Chévez. Psicoanalista
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FUNCIÓN MADRE

Función es la regla que a cada elemento de un conjunto de partida, le asigna un único, elemento del conjunto de llegada.

Lo que garantiza la atribución de un elemento a otro, es la univocidad.

En el funcionamiento de lo simbólico, la ley de la prohibición del incesto, es absoluta, es decir que tiene una única interpretación.

Debemos distinguir un lugar matriz, o sea la matriz biológica, la madre que es capaz de procrear, de la función matriz donde al nacer se va a insertar el hombre, madre imaginaria, fálica en cuanto tiene la diferencia de la articulación.

Llamaremos función de la madre, como concepto correlativo a la función del padre, a la forma en que participan ambas, en la constitución del sujeto psíquico.

Debernos buscar en el devenir de la estructuración de la sexualidad de la mujer, para poder poner de manifiesto las características de la función.

Para articular el sexo, según Freud, hay que inscribirlo en el Edipo porque sin falo no hay movimiento.

El falo es la premisa universal del pene, y la negativa del niño en reconocer la diferencia de los sexos, dando por hecho una única existencia, constituye al falo como inconsciente.

El falo se inscribe en el campo de la visión, fundando un campo ilusorio donde, lo que no se ve determina lo que se ve, funcionando como un intermediario simbólico en la relación de la madre y el hijo.

Así como Lévi-Strauss señala que en el centro de la vida social los hombres intercambian mujeres dando origen al sistema de parentesco, Freud plantea que la mujer intercambia hijos por falos simbólicos.

Es la mujer quien ocupa el centro de la vida social, y de ese intercambio surge la ecuación central de la teoría: la ecuación niño = falo.

Para Freud las equivalencias simbólicas son: pene = niño excremento = dinero = regalo, siendo la ecuación niño = falo, el fundamento de todas las demás.

Corresponde a la mujer la introducción de esta función simbólica. Pero en tanto el hombre también es sujeto, esas equivalencias constituyen asimismo su estructura intrapsíquica.

Por lo que todo sujeto (hombre o mujer), contiene como estructura intrapsíquica a las cinco equivalencias en cuya producción hubo siempre una mujer (la madre), en el punto de partida y en el fundamento.

El niño se transforma en el falo de la madre y esta ecuación de intercambio de la madre, es una situación constitutiva intrapsíquica para el sujeto.

En su desarrollo, la mujer debe realizar un doble cambio de zona erógena y de objeto, del clítoris a la vagina, y de la madre al padre.

Es la fantasía de tener un hijo con el padre, lo único que la puede resarcir del descubrimiento de la castración de la madre y su consiguiente decepción.

Para la mujer no son razones vaginales ni sentimentales, sino de otro orden lo que determina esta búsqueda.

En algún momento de esta relación simbiótica, acontece la decepción fálica, y el descubrimiento de la falta de pene en la madre, hace abandonar a ésta, entra en el Edipo, y comienza la búsqueda del padre.

La pulsión no tiene un objeto predeterminado, la niña entonces se vuelca hacia el padre porque puede proyectar en él, la fantasía de tener un hijo. .

Freud dijo que con relación al deseo del hijo, el deseo del hombre es accesorio en la mujer, un instrumento para obtener lo único que la puede compensar de la decepción fálica, de ese pene del que se vio privada en lo real.

La culminación del desarrollo de la mujer es la producción de la equivalencia niño-falo.

Extraña posición la del humano que su llegada al mundo es para colmar un deseo de la madre y convertirse en su falo, lugar terrible si lo hay, en tanto también satisface su propio deseo, que es a la vez su condena.

En el punto de partida la relación madre hijo es una relación de intercambio en donde al interponerse el falo, dos deseos se colman recíprocamente, y esta estructura cerrada, imposible en lo real, se denomina narcisismo primario.

Madre Fálica, es la madre de ese colmamiento ideal, completud total para ambos miembros de la célula primordial.

Del lado del niño, el concepto correlativo a la madre fálica es el narcisismo.

Entonces la posibilidad de un desarrollo, que enmarcado en la articulación y el movimiento del Edipo a partir de la célula Narcisismo Madre Fálica, cuya imposibilidad en lo real será uno de los motores fundamentales para el desarrollo.

Es en el abandono del goce de la Cosa, aceptando su ingreso en el orden fálico, dando posibilidad al despliegue del deseo, donde el sujeto da comienzo a su historia.

El niño, a expensas de los cuidados de su madre y su carga libidinosa, va construyendo su cuerpo erógeno.

Cuerpo entregado al goce absoluto, que en determinado momento, deberá ubicarse en la función del corte y marcarse como significante.

Pero este corte, que implica la prohibición del incesto, la imposibilidad del goce directo, es también la interdicción, con quien fue la autora de la iniciación sexual en su propio cuerpo.

Justamente a ella, la perfección de lo todo, debe el sujeto renunciar, en un acto nunca del todo completado en su posición inconsciente, y siempre reclamado a dicha posibilidad.

El sujeto va haciendo su historia, de ruptura, de intentos fallidos de volverse a colgar de los brazos de su madre y de reiniciar esa historia de amor, cuyas consecuencias Freud llamó desarrollo de la libido.

Esta función de corte que permita al sujeto liberarse de la ilusión de ser el objeto del deseo de la madre, sólo funciona, cuando ella puede tener un deseo otro que el del hijo.

Si esto no se cumple, si no hay una desviación de su mirada de los ojos del niño, si nada perturba esta situación idílica, el padre como diferencia, no puede intervenir, la relación se eterniza desapareciendo el sujeto en su condición de deseante.

Para el niño se tratará de aceptar que no es el falo de la madre, en espera de un futuro que le asegure la posibilidad de una sexualidad plasmada en el lenguaje.

La niña tendrá un destino más complicado, pues para Freud, nunca termina de completar la separación con su objeto primordial, ya que todas las tendencias que llamamos conciencia moral se originan en la madre estableciéndose con ella una extraña relación de fidelidad.

Madre es el ser capaz de tener un hijo y capaz de perderlo.

Como lo señala el mito del juicio Salomónico, de dos mujeres que ante la disputa de la maternidad de un niño, reciben del Rey la sentencia de cortarlo por la mitad. La verdadera madre es aquella que para preservar la vida del niño, se lo cede a la otra.

Roberto Molero. Psicoanalista
Buenos Aires: 805 59 49

 

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PEGAN A UN NIÑO

El niño cuando juega se conduce como un poeta, creándose un mundo propio situando las cosas de su mundo en un orden nuevo para él. Toma muy en serio sus juegos y dedica en él grandes afectos.

Distingue muy bien la realidad del mundo y su juego, apoya gustosamente los objetos y circunstancias que imagina, en objetos tangibles y visibles del mundo real. Este apoyo es lo que diferencia el jugar infantil del fantasear.

El poeta al igual que el niño crea un mundo fantástico, se siente ligado a él, aunque sin dejar de diferenciarlo de la realidad.

Los adultos dejan de jugar, aparentemente renuncian al placer que el juego le brinda, pero los adultos tenemos dificultad en la renuncia a un placer que ya alguna vez tuvimos, que ya experimentamos, no renunciamos a nada, cambiamos unas cosas por otras. En lugar de renunciar sustituimos (juego-fantasía).

Dejamos así «cuando adultos» de jugar, es decir de apoyarnos en objetos reales y fantaseamos.

Cuando Freud trabaja «Pegan a un niño» toma como base seis casos: 4 mujeres y dos hombres.

El mundo fantasmático aparece desde un principio en psicoanálisis dotado de una consistencia, una organización y una eficacia, que queda expresada por el término: «realidad psíquica».

En este artículo, Freud nos habla de que a esta fantasía, se enlazan sensaciones placientes, entonces el sujeto las reproduce, para obtener en cada caso el placer concomitante.

Esta fantasía surge en épocas muy tempranas, antes del período escolar hacia los 5 ó 6 años, durante el período de latencia. En el comienzo de la escolaridad, el niño veía pegar a otros y entonces este suceso despertaba de nuevo la fantasía.

A partir de este momento, se va a modificar el contenido de la fantasía y entonces va a aparecer como «se pegaban a muchos niños».

La fantasía no es una formación imprecisa, por el contrario, es estrictamente definible siempre y cuando se la localice correctamente: es decir en el lugar de un agujero.

En el texto sobre el Inconsciente, Freud subraya el carácter mixto, híbrido de la fantasía en la medida en que participa al mismo tiempo del sistema CC.-Prec. y del sistema Inc.: «Por un lado presentan un alto grado de organización, se hallan exentas de contradicciones, han utilizado todas las adquisiciones del sistema Cc., pero en cambio son inconscientes e incapaces de conciencia. Pertenecen pues, cualitativamente al sistema Prec., pero de hecho al Inc. Su destino depende totalmente de su origen». Para la determinación de la estructura de la fantasía, son esenciales dos referencias:

1) al cuerpo: la evocación de la fantasía que revela que está ligada a un impulso pulsional localizado corporalmente, «impulso individualizado».

2) al significante como tal: es decir desprendido de todo significado: así es como se puede interpretar la insistencia de Freud, sobre las «cosas oídas» que están en el origen de la fantasía. En especial, las cosas que se oyó pronunciar a la madre: el nombre con el que llama a su hijo.

La fantasía, asegura la representación permanente de la relación evanescente de un sujeto y un objeto.

Algunos datos parecen relacionar el espacio corporal de la fantasía, con el de las pulsiones: un cuerpo con agujeros anillados, que conjugan el exterior con el interior.

Cuando se habla en general el cuerpo se ausenta. Tal vez sea éste, sin embargo, el medio para descubrir la naturaleza del «Agujero», donde se ubica la fantasía y la función del límite en el que aparece el verbo.

En general el cuerpo está ausente del discurso, como si por esencia, uno fuese antinómico del otro. No obstante será necesario y éste es el comienzo del análisis, hacer aparecer el cuerpo en el discurso.

Ausente del discurso también y antes que nada, el cuerpo está ausente para otro cuerpo. El «agujero» es una ventana que se abre con y sobre el concepto inconsciente, o sea el significante.

Esto permite captar las relaciones fundamentales del significante con la marca indeleble (el desprendimiento), que al instaurar el corte en el no-dos, hace surgir la transgresión radical, que instituye el cero de la falta. Sólo allí aparece el cero de la falta como cero y no solamente como falta. Allí se «encarna» el significante, en la medida en que el corte hace surgir el cero de la falta y el uno polarizante del rasgo.

Al abordar el tema de la fantasía, nos encontramos con los fantasmas originarios. Estructuras fantasmáticas típicas, que el psicoanálisis reconoce como organizadores de la vida fantasmática, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos.

Los fantasmas originarios, se encuentran de un modo muy general en los seres humanos, sin que puedan referirse a escenas realmente vividas por el individuo. Estos son:

1. la escena originaria: donde se representa el origen del sujeto.

2. la seducción: donde se representa el origen o surgimiento de la sexualidad.

3. la castración: donde se representa el origen de la diferencia de los sexos.

En 1919 y especialmente en este artículo, Freud nos habla de que a esta fantasía, se enlazan sensaciones placientes, entonces el sujeto las reproduce para obtener el placer concomitante en cada caso.

Así cuando se habla de fantasía o de sexualidad, el que está primero es el tiempo masoquista.

La fantasía masoquista es fundamental, mientras que la fantasía sádica implica la identificación con el objeto que sufre, el goce sexual reside por lo tanto en la posición sufriente.

Naturalmente, aquello que se goza en ambos casos no es el dolor mismo, sino la excitación sexual concomitante, cosa especialmente cómoda para la posición del sádico.

PEGAN A UN NIÑO, nos habla de la génesis de una fantasía sadomasoquista, recordemos tres tiempos de la evolución de la fantasía de flagelación:

1. Mi madre pega al niño que yo odio.

2. Mi padre me pega.

3. Pegan a un niño.

En este texto de Freud encontramos las conclusiones a las que llegó en la cuestión que podría decirse aún a la determinación perversa, de quién es primero en la génesis de la estructura del sujeto, si el sadismo o el masoquismo, la cuestión de quién precede a quién.

Freud dio dos respuestas al problema: en un primer momento del desarrollo de su pensamiento, contestó que el sadismo era primero, e invirtió la relación cuando introdujo más tarde la pulsión de muerte.

En Más allá del Principio del Placer, sella la prevalencia del masoquismo deflexión de la pulsión de muerte en el sujeto. El reconocimiento del masoquismo primario, depende de si se ha probado o no la existencia o la presencia de la pulsión de muerte.

En «Pegan a un Niño» Freud parte de dos axiomas: por una parte postula que la circulación de la libido del sujeto infantil en el triángulo edípico, genera culpa y por otra parte de la posición de competencia con todo sujeto en relación a su semejante, o en relación, lo cual es básicamente lo mismo, al hermanito/a.

El masoquismo es una posición básica y tal vez de todo sujeto humano.

Tal posición contiene y representa la solución exitosa de los problemas de la competencia con el semejante y la culpa edípica.

Freud dirá que el amor infantil sucumbe a la espera de la satisfacción y lo único que deja es una herida narcisista, pero ¿no habrá sutura de la herida? Freud dirá que no la hay, sólo hay simbolización de la falta y no reparación de la herida.

La evocación es evocación de lo que no fue, de lo que pasó en el pasado cualquiera puede liberarse, de lo que no puede liberarse es de lo que no pasó. Lo que insiste es la repetición, ésta es la estructura misma del deseo, su insistencia. La repetición misma, es la manera de formular lo informulable de la pulsión de muerte, es la búsqueda de la identidad imposible que se manifiesta como diferencia.

La repetición y el inconsciente son lo mismo, la repetición queda así en el centro mismo de la estructura del sujeto. La repetición, es el lugar por donde debe pasar cualquier intento de pensar la psicopatología, el paciente viene a contar eso que en él está más allá.

La repetición simboliza la alternancia de la presencia-ausencia. Freud nos recuerda que porque hay lenguaje, el objeto ausente puede estar en la memoria. La repetición es el más allá del principio del placer.

Lucía Serrano. Psicoanalista
Buenos Aires: 371 80 13


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LA HISTORIA 
NO ES 
EL PASADO

La historia no es el pasado. Y no lo es en el mismo sentido en el que el relato del sueño no es el sueño soñado y también en el sentido del tiempo. La historia del sujeto, para el psicoanálisis, no es lo que ocurrió en el pasado, en tiempo atrás, en la infancia. La historia es el pasado historizado en el presente. El tiempo es el presente y en el presente en cada caso, en su singularidad. Para Freud, nos dice Lacan, lo importante, lo esencial, el interés de un caso, es su singularidad. Y eso quiere decir que la dimensión propia del análisis es la reintegración, por parte del sujeto, de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir, hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales. Y ¿cuáles son los límites individuales? Es, la relación analítica en el presente, es entre las cuatro paredes del análisis.

No se trata de rememorar sino de re-construir. Y esa construcción es la historización, en presente. Sabiendo además que todo debe pasar por el yo y sin embargo, el yo está estructurado exactamente como un síntoma. El yo, nos dice Lacan, no es más que un síntoma privilegiado. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del yo.

Pero la técnica, en psicoanálisis es la técnica del método.

Si hay que distinguir los actos y los comportamientos del sujeto, diríamos que nuestros comportamientos concretos en la sesión analítica están igualmente distanciados y próximos de la elaboración teórica que de ellos hacemos.

La concepción teórica de la técnica, en psicoanálisis, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los pacientes.

Lo reprimido y las ocurrencias no intencionadas del paciente son puestas en relación por una idea fundamental de la teoría psicoanalítica. Las ocurrencias del paciente dan valor a la técnica psicoanalítica como asociación libre. Y en ese sentido la técnica es la técnica del método. Y si no fuera así quedaríamos atrapados en la teoría de la técnica, es decir en la teoría de las relaciones duales, entre individuos que marcan sentido a lo que decimos, mientras que para el psicoanálisis el sentido queda marcado por la ausencia, la interrupción, el lapsus, de las ocurrencias del paciente.

Los llamados Escritos Técnicos de Freud (de 1904 a 1919), nos dice Lacan, no son escritos sobre técnica. Podemos hablar de Escritos Técnicos, de Freud, como aquellos de una etapa del pensamiento freudiano que puede ser leída por la elaboración, posterior, de la Teoría estructural o Metapsicología, en la obra de Freud.

Nos aparece, por tanto, un tiempo de la producción teórica y un tiempo del trabajo inconsciente. En ambos casos se trataría de un tiempo del que ya Freud nos advirtió que era un tiempo no cronológico, es decir, no va del pasado al futuro porque se trata del tiempo del inconsciente en el que la lógica es el tiempo lógico. Se trata de un tiempo, en relación a la lógica, de la presentificación de la ausencia y de la ausentificación de la presencia. No hay contrarios porque no hay opuestos (día-noche-amor-odio) para el inconsciente. El significante es en relación a la existencia o la falta.

Para un aprendizaje ajeno al psicoanálisis, comprender es una etapa, consecuencia, en el tiempo a la observación o la información, para el psicoanálisis, comprender es el instante de la mirada, que en simultaneidad produce el tiempo de concluir el tiempo para comprender. Un instante de verdad que queda marcado por la posibilidad de transformación de esa verdad o de esa ocurrencia. Tiempo de transformación permanente en el sentido de trabajo inconsciente permanente, si el sujeto es implicado en la frase.

Un futuro que se juega en presente, determinando lo que se produce, en presente, es decir, una lógica del tiempo lógico que también puntúa la teoría en relación a la clínica, es decir, que la técnica queda puntuada por el método, que en psicoanálisis es de interpretación construcción.

Cristina Barandiarán. Psicoanalista
Madrid: 91 542 80 49

 

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PSICOSIS INFANTILES

Estas dos palabras, plantean varias cuestiones interrelacionadas en una dinámica de grandes temas que son objeto de abordajes diversos, según quién mire, es decir, según qué concepción procese la interpretación. Este acercamiento también conlleva la pregunta de hasta qué punto es discutido y discutible el diagnóstico de psicosis aplicado a niños.

Durante décadas se rehusó pensar que en el niño pudiera haber verdaderas psicosis; se pretendió ligar los fenómenos con ciertas condiciones orgánicas. Hoy en día se llega a pensar que las psicosis del niño y del adulto no están estructuradas o desestructuradas de la misma manera y se intenta describir analogías entre trastornos de conducta en niños y adultos, y así se puede comprobar que en general los primeros suelen corresponder a respuestas de los niños frente a dificultades de los adultos. En este sentido es interesante destacar las actitudes de las sociedades, que generan estos grupos de pacientes, en el sentido de que los colocan en una zona cercana a las llamadas enfermedades mentales, en el mejor de los casos claro está siendo así y lo son por ello, objeto y usuarios de opciones administrativas y académicas que tienden a defender e instaurar el monopolio de la asistencia e investigación, con la llamativa tendencia a contribuir a la negación de los problemas de la infancia, si es que los hay, psiquiatrizándolos. Esto es, nombrar todo lo observable en los síntomas, una vez que aparentemente, se descarta plantear el problema en términos de demencia orgánica, donde es curiosa la distinción entre atraso y psicosis, sus respectivas delimitaciones; por ejemplo: Atrasado, Débil, Pre-psicótico, Disarmonía evolutiva, Estado psicótico de aspecto oligofrénico, son expresiones corrientes.

Comprender rápidamente y hacer un diagnóstico, es en general una práctica en que se ingresa al presunto niño en una clasificación en la cual literalmente, desaparece y es retirado de la circulación. En los años cincuenta, los especialistas en nomenclaturas, los que limpian el olor del sexo, trataban unos casos que se ubicaban simplemente bajo el rótulo de psicosis infantil. En cualquier punto de esa historia, había alguna lesión cerebral y por otra parte el estado de un niño podía presentarse como una enfermedad, cuando contando con los medios materiales para tener una inteligencia promedio o superior, no lo consigue.

En cuanto a la expresión, «autista», me parece que a los especialistas, habituados como están algunos, a entidades nosológicas, les han dado una pista falsa, que han seguido con demasiado gusto y así, vienen buscando casos de autismo y acomodándolos en un grupo cuyas fronteras son artificialmente claras. Se sostiene que existe una enfermedad cuya etiología es desconocida, pero su descripción puede ayudar a estudiantes, pediatras y psicólogos a identificarla.

El autismo, se suele describir básicamente por retraimiento del mundo, pudiendo aparecer, en los primeros meses de vida o en el curso de los primeros años. Se tiene en cuenta en el pronóstico, la intensidad del problema y el momento en que hace su aparición, por ejemplo, si es en pleno aprendizaje del lenguaje, éste retrocede y aparentemente puede llegar a desaparecen Los tratados mencionan también, trastornos psicotóxicos vinculados a la relación madre-hijo, en una gama que va desde los vómitos del recién nacido con trastornos respiratorios hasta el coma; además están los conocidos cólicos del primer trimestre de vida, la hipermotilidad, el juego con excrementos, la hiperkinesis, la depresión analítica y el marasmo. Suelen ser presentados en la consulta corno oligofrénicos, es decir, retardados en su desarrollo o mudos o sordomudos. Un estímulo cualquiera no desencadena en ellos una respuesta que pueda ser considerada adecuada, a lo que los adultos esperan pero no pueden generar, como se suele decir, otra cosa que lo que hay.

Entonces parece que la cuestión, a grandes rasgos, surge cuando el niño no está a la altura de lo que sus adultos esperan de él, que como en la relación con los objetos técnicos, las personas sólo se preguntan por ellos cuando se estropean y el resto del tiempo la relación es directa con el uso que se le supone y en circulación no aparece el valor sino el precio, como recuerda un antiguo refrán castellano. Por otra parte, entre los deficientes mentales, siempre se podía encontrar el caso atípico en el cual los bajos rendimientos eran consecutivos a la psicosis infantil o esquizofrenia de la infancia. Las psicosis más características son las simbióticas, las autistas y la oligotimia, que señala una disminución del rendimiento por debilidad afectiva, por lo que se distingue de la oligrofrenia, que además muestra una serie de deformaciones o estigmas.

El retiro libidinal es la descripción más corriente y cubre también fenómenos diversos: la autosuficiencia orgullosa, el aislamiento obsesivo, las exclusiones homosexuales, el repliegue en el dolor físico y moral, el monoideismo o el sentimiento de fin del mundo.

Jaime Icho Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84


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PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

EL VÓMITO

INVITACIÓN AL VÓMITO

Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.

Cúbrete el rostro
y llora...
pero no te contengas.

Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío,
trozos de amarga espera...
horas entrecortadas por relinchos de angustia.

Oliverio Girondo

Desde el punto de vista médico, el vómito consiste en la expulsión violenta por la boca del contenido gastrointestinal, consta de tres fases: náusea, arcada o esfuerzo para vomitar y vómito propiamente dicho. El acto completo del vómito aparece como resultado de la activación del centro emético, compuesto por un neurorreceptor situado en la sustancia reticular lateral del bulbo que se activa por impulsos nerviosos gastrointestinales y periféricos y un quimiorreceptor en el suelo del cuarto ventrículo, cuyos estímulos llegan por vía sanguínea (toxinas, fármacos). Los vómitos pueden ser, por tanto, según el estímulo que los provoque, centrales, reflejos o químicos. Los centrales se hallan desencadenados por estímulos directos, entre ellos sensaciones gustativas, olfativas o visuales, y los vómitos de origen psicógeno o emocional, estos últimos constituyen un grupo importante por la frecuencia con que plantean problemas de diagnóstico diferencial con la patología digestiva. Característicamente, en el vómito psicógeno, el paciente vomita todo lo que come, y sin embargo tiene un buen estado general, suelen ser postprandiales (inmediatamente después de comer) y su curso, crónico, de meses de evolución.

Habían cenado en un restaurante de 25.000 pesetas el cubierto, ella había bajado del coche como si tuviera prisa y subió corriendo las escaleras, él prefirió el ascensor, mientras subía las escaleras, se bajaba la falda con una mano y con la otra se desabrochaba la camisa, le abrió la puerta del ascensor semidesnuda, en el cuarto piso y lo besó apasionadamente, introduciéndole la lengua hasta la campanilla, él sintió náuseas, un sudor frío recorrió todo su cuerpo, pensó que se iba a ahogar en su propia saliva y notó un leve mareo, después una serie de caóticos movimientos respiratorios contra su glotis cerrada, sintió la espasmódico contracción del antro y el piloto gástricos, cómo el diafragma ascendía y el esófago se le herniaba momentáneamente en el tórax, entonces se abrió el cardias, brutalmente se contrajeron el estómago distal y la potente musculatura abdominal y todo el contenido gástrico fue expulsado a través del esófago por la boca. Era un vómito de 25.000 pesetas, un fluido caliente que emergiendo desde el mismo centro de su vientre los había bañado a los dos, él sintió cómo mientras vomitaba en el recorrido del estómago a la boca, toda la mucosa del esófago era como un órgano eréctil que se excitaba al paso de los jugos, y ella, queriendo hacer suya esa voluptuosidad, le mordió rabiosamente los labios y cayeron los dos en el suelo del ascensor.

Cuando Freud comienza a tratar a sus histéricas (Psicoterapia de la histeria, de 1895), se da cuenta de que cuando se trataba de suprimir un síntoma susceptible de intensificación o retorno, entre ellos el vómito, se observaba durante la labor analítica, el interesantísimo fenómeno de la «intervención» de dicho síntoma, éste aparecía de nuevo o se intensificaba cada vez que se entraba en aquella región de la organización patógena que contenía su etiología. En la etiología de la histeria dice: en un caso de vómitos histéricos creemos haber descubierto la causación del síntoma cuando el análisis lo refiere a un suceso que hubo de provocar justificadamente en el paciente una intensa repugnancia, pero para que esto ocurra el suceso debe cumplir dos condiciones: 1) la adecuación determinante, esto es: por ejemplo, un sobresalto ferroviario, en principio no tiene porqué causar repugnancia, si un paciente refiere el origen de los vómitos al mismo, falta la adecuación determinante, y 2) la fuerza traumática, morder una fruta podrida puede causar repugnancia, pero carece de la fuerza para quedar fijado el vómito como síntoma. La continuación del análisis conduce a la reproducción de nuevas escenas que cumplen ya los caracteres esperados. En el análisis del paciente que sufrió el sobresalto ferroviario, surgirá otra escena (un accidente previo con la visión de los cadáveres, por ejemplo), que junto con la anterior cumplirán ambos requisitos. Ningún síntoma histérico, dice Freud puede surgir de un solo suceso real, pues siempre coadyuva a la causación del síntoma el recuerdo de sucesos anteriores, asociativamente despertado.

En «Tres ensayos para una teoría sexual», Freud nos habla del acto de la succión (independiente del acto de mamar) en el niño, dice que no todos los niños realizan este acto de la succión por lo que debe suponerse que llegan a él aquellos en los que la importancia erógena de la zona labial se halla constitucionalmente reforzada. Si esta importancia se conserva, tales niños llegan a ser en su edad adulta, inclinados a besos perversos, a la bebida o al exceso en el fumar, mas si aparece la represión padecerán de repugnancia ante la comida y de vómitos histéricos. Por la duplicidad de funciones de la zona labial, la represión se extenderá al instinto de alimentación. Muchos de mis pacientes con anorexia, globo histérico, opresión en la garganta o vómitos, habían sido en sus años infantiles grandes chupeteadores. Después en «Observaciones sobre el concepto de Inconsciente en psicoanálisis», nos dirá: la vida anímica de los pacientes histéricos se nos muestra llena de ideas eficaces pero inconscientes. De ellas proceden todos los síntomas. El carácter más singular del estado anímico histérico es, en efecto el dominio de las representaciones inconscientes. Los vómitos de una paciente histérica pueden ser una consecuencia de su idea de que se encuentra en cinta. Sin embargo, la sujeto no tiene conocimiento alguno de tal idea. Si en un caso dado de histeria hemos conseguido enlazar un síntoma típico con un suceso personal o una serie de sucesos personales análogos (por ejemplo, relacionar una serie de vómitos histéricos con determinadas impresiones de repugnancia), nos desorientará ver que el análisis de otro caso de síntomas idénticos refiere los vómitos a la influencia presunta de sucesos personales de naturaleza por completo diferente. En tales casos, dice Freud en sus Lecciones introductorias al psicoanálisis, nos inclinamos a admitir que los síntomas, en este caso los vómitos histéricos poseen causas que permanecen ocultas, no siendo los datos históricos revelados por el análisis sino pretextos accidentales que en el momento de presentarse son aprovechados por la necesidad interna existente. En Inhibición, Síntoma y Angustia (1925), dice: La perturbación más frecuente de la nutrición es la repugnancia a comer por retirada de la libido. Cuando el tocar el piano, el escribir o incluso el andar sucumben a inhibiciones neuróticas, el análisis nos revela la causa en una intensísima erotización de los órganos que intervienen en dichas funciones, en general hemos llegado al conocimiento de que la función yoica de un órgano queda alterada cuando su significación sexual, su erogeneidad, recibe un incremento. Cuando el acto de escribir -consiste en dejar fluir de un tubo un líquido sobre un trozo de papel blanco-, llega a tomar la significación simbólica del coito, o el de andar en un sustitutivo simbólico de pisar el cuerpo de la madre tierra, se deja de escribir o de andar, porque al hacerlo es como si se realizase un acto sexual prohibido.

Alejandra Menassa. Médico
Madrid: 91 542 33 49

 

RECOMENDAMOS

MEDICINA 
PSICOSOMÁTICA

Varios Autores

2000 PTS.16 US:

LAS LESIONES DE 
LOS DEPORTISTAS 
DE ALTA
COMPETICIÓN 
SON IMAGINARIAS 
Y SE PUEDEN PREVENIR

I

Rastreando textos de Traumatología, Medicina Deportiva y Terapias de relajación he rescatado en la lectura diferentes lesiones musculares, óseas y articulares que presentan en los textos consultados alguna oscuridad a la comprensión de sus mecanismos de producción, etiología y evolución así como a nivel del enfoque terapéutico empleado.

¿Por qué ante los mismos ejercicios físicos, deportistas de similar complexión se lesionan y otros no? ¿Por qué resulta en algunos casos la rehabilitación más eficaz cuando el atleta la realiza en su ciudad o país de origen?, ¿Por qué ante, un encuentro deportivo trascendental unos sufren esguinces, roturas fibrilares o distensiones musculares que les impiden participar en la cita tan esperada? Para estas cuestiones se dan explicaciones del tipo: susceptibilidad individual, predisposición hereditaria, estado de ánimo alterado, lesiones que casi siempre no corresponden en el electromiograma, radiografías, artroscopia y demás pruebas realizadas con la patología que relata el deportista. «Me rompí, justo ahora que jugamos con el líder», «Ya esta mañana pensé que alguna lesión podía ocurrirme en el entrenamiento de hoy», «Siempre que participo en este torneo me pasa lo mismo», son frases típicas que se escuchan acompañando a la lesión.

Lo que permite pensar que las lesiones musculares, óseas y articulares, así como las quemaduras y heridas inciso-contusas se presentan como síntomas psicosomáticos. La etiología y mecanismo de producción se deben pensar como un dato más que habla en el cuerpo de una situación desajustada, un conflicto anímico que ocurre a nivel Inconsciente y se muestra en el escenario de un cuerpo pulsional. El Inconsciente hace hablar al cuerpo. Utilizando el Psicoanálisis como instrumento de conocimiento podemos aportar a la mirada médica, a veces anquilosado, un método de tratamiento y una prevención de las patologías más frecuentes en la práctica deportiva: Fisuras, mialgias, contracturas, tortícolis, fracturas, esguinces, calambres y mareos.

La identificación con otro ser viviente es lo que permite que el cuerpo encuentre su lugar, no hay adecuación para el ser hablante entre el objeto y la imagen, entre las partes del cuerpo y el imaginario. Existe un narcisismo concreto en relación a la imagen corporal. La repetición nos da información de lo reprimido y esto es inconsciente en el sujeto, no hay ninguna resistencia en lo inconsciente, lo inconsciente no se resiste, sino que insiste. Lo que sí existe es una tendencia médica a tratar las dolencias corporales sin escuchar al paciente (es decir escuchar sólo aquello que el imaginario médico conoce y tolera, el resto son «cosas del paciente» y efectivamente son cosas del paciente que hay que respetar). Y los médicos no son culpables de esta situación ya que en las Facultades de Medicina no se imparten estos conocimientos, pero sí son responsables de administrar a los pacientes el mejor tratamiento posible aunque a veces, como es el caso, no esté en sus manos.

El ser humano no oye, ni ve lo que no es «útil» para su subsistencia biológica, pero a diferencia de los animales y debido a una doble carencia constitutiva, va más allá de lo real que le es biológicamente natural y ahí comienza un drama abordable con el Psicoanálisis. Un mono frente a un espejo, juega con la imagen que aparece frente a él, el hombre frente a un espejo, presenta una relación especial frente a esa imagen, una relación especial de hiancia, de alienación, generándose una tensión entre lo que ve y lo que siente, entre lo que le anticipa como lenguaje y lo que le genera como insuficiente por proceder de padre y madre, es decir ser mortal. Esta tensión (de la que el stress quiso dar cuenta) debe ser entendida como una tensión entre lo real y lo simbólico que es interrumpida e intermediada por lo imaginario que son el yo y el otro semejante, de forma que lo imaginario puede aparecer ahí cortando, interrumpiendo, contracturando, fracturando, distensando lo que sucede a nivel del circuito como lesiones musculares, ligamentosas y articulares.

Lejos de fanatismos diremos que no se puede dejar de ser todo carne y pasar a ser puro símbolo, así como el músculo, el hueso no puede dejar de presentar miofibrillas, calcio, epífisis, fuerzas de distribución, médula ósea, inserciones... pero si al dar un salto, girar el tronco, levantar un peso, golpear un balón se pretende «ser» esa contracción muscular, ese Yo imaginario, ese «Yo soy Yo»; ahí puede acontecer una lesión y si en una exagerada suerte narcisista el músculo le retira su ayuda al hueso, ahí, en esa retirada de colaboración, puede acontecer una fractura, debiendo soportar posteriormente el músculo un Síndrome Compartimental por esa «traición» realizada.

Las lesiones de los deportistas presentan un factor imaginario (no que se las inventen) que se pueden tratar y lo que resulta más importante, se puede prevenir.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS


CIENCIA Y VERDAD 
EN PSICOANÁLISIS

 

AUTORES:
Miguel Oscar Menassa
Amelia Díez Cuesta
PTS: 700; 7US.

«Ciencia y Verdad en Psicoanálisis» hace de cero a la aparición de una nueva colección de la Editorial Grupo Cero, «Psicoanálisis para todos». Y, como inaugurar es nacer, en principio sustenta el deseo de alcanzar la difusión de una lectura que se está produciendo en el «Seminario Jaques Lacan de los sábados» de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero de Madrid con la participación de la psicoanalista Amelia Díez Cuesta y el director de la Escuela, Miguel Oscar Menassa. Al mismo asisten psicoanalistas de toda España.

El objetivo de esta nueva colección es, en estos primeros números, que la obra escrita de este importante autor en la transmisión del psicoanálisis pueda llegar a todo aquel que quiera introducirse en cómo piensa Freud.

Hacer de los escritos habla y transformar el habla en escritura, ese es nuestro objetivo. Es decir, producir una nueva lectura, pues no existe una ciencia del hombre sino un sujeto de la ciencia. Esta nueva colección apunta a que cada uno sea sujeto de la lectura, de una lectura que lo produzca.

La obra de Freud como escritura, base material del psicoanálisis, y la obra de Lacan como lectura productiva, en tanto consideramos que la lectura como producción es base material de la transmisión, atraviesan y generan esta nueva colección que esperamos pueda llegar a todos aquellos que se interesen por estar interesados en ello.

Esta es una lectura posible, lo cual no quiere decir que haya infinitas lecturas sino solo aquellas que sean posibles de ser producidas.

El Psicoanálisis hace 
bien, hasta el diario 
EL PAIS lo sabe:

- EL PAIS, lunes 19 de octubre de 1998 «El éxito de los placebos revela el poder de la mente, como dice el Grupo Cero.»

-EL PAIS, lunes 19 de octubre de 1998 «La lengua materna, okupa en el cerebro.»

-EL PAIS, sábado 17 de octubre de 1998 « Athletic y Valencia, en el diván.»

Sábado 24 de octubre, 
Informativos TELE 5

«El doctor Freud les vendría 
bien a los jugadores»

ARRIGO SACCHI:
«Se trata de un problema psicológico.
En Italia, con psicoanálisis, los
jugadores no tiene altibajos»

27 de octubre de 1998,
Informativos TELE 5


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

MARX

TERCER MANUSCRITO

1844

DINERO

(viene del n.º 19)

Y después:

«¡Oh, tú, dulce regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro lecho de himeneo! ¡Marte valiente! ¡Galán siempre joven, fresco, amado y delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas (XLII) para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los corazones, piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan, a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo ... !».

Shakespeare pinta muy acertadamente la esencia del dinero. Para entenderlo, comencemos primero con la explicación del pasaje goethiano.

Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis -de su poseedor- cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansía, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?

Si el dinero es el vínculo que me liga a la vida humana, que liga a la sociedad, que me liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el dinero el vínculo de todos los vínculos? ¿No puede él atar y desatar todas las ataduras? ¿No es también por esto el medio general de separación? Es la verdadera moneda divisoria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza galvanoquímica de la sociedad.

¡DINERO! 
           ¡DINERO!

El hombre pone 
entre admiración, 
sólo lo que le falta

FREUD

PRÓLOGO PARA UN LIBRO DE
JOHN GREGORY BOURKE

1913

(viene del n.º 19)

Así, se siente orgulloso de sus excreciones, las utiliza al servicio de su autoafirmación frente a los adultos. Bajo la influencia de la educación, las tendencias y los instintos coprófilos son reprimidos poco a poco. El niño aprende a ocultarlos, a avergonzarse de ellos y a sentir repugnancia ante sus objetos. Pero, en sentido estricto, esta repugnancia jamás llega a grado tal que afecte las excreciones propias, sino que se limita al rechazo de esos productos cuando proceden del prójimo. El interés que hasta ahora se dirigió a los excrementos es derivado hacia otros objetos; por ejemplo, de las materias fecales al dinero, que sólo ulteriormente adquiere para el niño una significación propia. De la represión que sufren esas tendencias coprófilas surgen o se refuerzan importantes componentes de la formación del carácter.

El psicoanálisis agrega que el interés excrementicio del niño no está separado al principio de sus intereses sexuales; el divorcio de ambos sólo se produce más tarde y no pasa de ser incompleto; la unidad original, establecida por la anatomía del cuerpo humano, se expresa aun en el adulto normal a través de múltiples manifestaciones. Finalmente, no hemos de olvidar que estas evoluciones, como otras cualesquiera, jamás pueden llevar a un resultado perfecto: una parte de las antiguas preferencias se conserva; una porción de las tendencias coprófilas actúa también en la vida ulterior y se traduce en las neurosis, las perversiones, los vicios y las costumbres de los adultos.

La investigación folklórico emprendió rutas muy distintas en su estudio, y sin embargo, arribó a los mismos resultados que la labor psicoanalítica. Nos muestra cuán incompleta fue la represión de las tendencias coprófilas en los distintos pueblos y en las diferentes épocas; cuán próxima a las actitudes infantiles es la conducta ante las sustancias excrementicias en otros niveles culturales. Pero también nos demuestra la persistencia del primitivo interés coprófilo, realmente inextinguible, al exponer ante nuestra mirada atónita la multiformidad de sus aplicaciones en la magia, las costumbres populares, los ritos religiosos y las artes médicas, aplicaciones que confieren nueva expresión al antiguo aprecio de las excreciones humanas. También parece haberse mantenido plenamente el vínculo de ese terreno con la vida sexual. A todas luces, este avance de nuestros conocimientos no puede representar ningún peligro para nuestra moralidad.

Lo mejor y más cuantioso que conocemos sobre el papel de las excreciones en la vida del hombre se encuentra compilado en el libro de J. G. Bourke: Scatologic Rites of all Nations («Ritos escatológicos de todos los pueblos»). Por consiguiente, la tarea de llevar esta obra al conocimiento de los lectores alemanes no sólo es osada, sino también altamente meritoria.

LAS COSAS GRANDES SE HACEN LENTAMENTE, 
A  TRAVÉS 
DE LOS AÑOS


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LACAN

LA FUNCIÓN DE LO ESCRITO

1973

(viene del n.º 19)

Función y campo, escribí, de la palabra y del lenguaje terminé, en psicoanálisis, que equivalía a designar en qué consiste la originalidad de ese discurso que no es homogéneo con cierto número de otros discursos que cumplen oficio, y que por este mero hecho distinguimos como oficiales. Se trata de discernir cuál es el oficio del discurso analítico, y volverlo, si no oficial, al menos oficiante.

Y en este discurso se trata de precisar cuál puede ser, si es específica, la función de lo escrito en el discurso analítico.

Para permitir explicar las funciones de este discurso, propuse el uso de cierto número de letras. Primero la a, que llamo objeto, pero que después de todo no es más que una letra Luego la A, que hago funcionar en lo que la proposición sólo ha tomado fórmula escrita, y que produjo la lógica matemática. Con ella designo lo que es ante todo un lugar, un sitio. He dicho: el lugar del Otro.

¿Cómo puede una letra servir para designar un lugar? Se ve a las claras que hay en ello algo de abusivo. Cuando se abre, por ejemplo la primera página de lo que por fin fue reunido en una edición definitiva bajo el título de Teoría de los conjuntos, y bajo el acápite de un autor ficticio de nombre Nicolás Bourbaki, lo que se ve es la puesta en obra de cierto número de signos lógicos. Uno de ellos designa la función sitio como tal. Se escribe con un cuadrado: .

No hice pues un uso estricto de la letra cuando dije que el lugar del Otro se simbolizaba con la letra A. En cambio, la marqué redoblándola con esa S que aquí quiere decir significante, significante de la A en tanto tachada, S (A barrada). Con ello añadí una dimensión a ese lugar de la A al mostrar que como lugar no se sostiene, que hay allí una falla, un agujero, una pérdida. El objeto a viene a funcionar respecto a esa pérdida. Esto es algo del todo esencial a la función del lenguaje.

Finalmente, usé esta letra, F, que ha de distinguirse de la función únicamente significante que hasta el momento se promueve en la teoría analítica con el término de falo. Se trata aquí de algo original, que especifico hoy por estar precisado en su relieve por lo escrito mismo.

Si estas tres letras son diferentes es porque no tienen la misma función.

Se trata ahora de discernir, retornando el hilo del discurso analítico, lo que estas letras introducen en la función del significante.

Poesía,

Joya
descuartizada
para que a todos
tocara su
milagro

MENASSA

PSICOANÁLISIS 

POESÍA

1990

ACERCA DE LA ESCRITURA

(viene del n.º 19)

En uno de ellos se ve claramente cómo el sujeto que está escribiendo, el poeta, está procesando que la creación es un hecho que se da entre el poeta y la poesía. En otro poema, a esta función poética el poeta la ve fuera de sí y es ciega: no se puede aprender. Allí lo que escribe es absolutamente independiente de él. Y a mi entender, ninguno de los dos poemas deja de ser poema, sino que son poemas y se refieren al proceso de escritura. Y, en el tercer poema, donde aparece una verdad: «Poesía, mientras te escribo, dejo de vivir». Después de esa frase nombra una serie de obstáculos que el poeta tiene que vencer: rechazo la vida para ser esa página escrita.

Este párrafo nos lleva al segundo punto que quería plantear hoy: la diferencia radical de la vida del poeta, que tiene que ser rechazada para poder escribir, y el poema resultante. No podemos decir que el poema dé cuenta o trate la vida del poeta, aunque haya partido de sus lágrimas para escribir el verso: «el cielo llora sobre la ciudad». Es cierto que partió de sus lágrimas, y aprovechando el sema común que tienen la caída de gotas de las lágrimas y la caída de gotas de la lluvia produce la metáfora donde, humanizando el cielo, generaliza el problema de su llanto y no dice como un tonto: «estoy llorando porque mi mujer me abandonó»; no, abre la ventana, produce el hecho poético: «el cielo llora sobre la ciudad». Es una metáfora porque humaniza el cielo y cosifica el llanto, esto es, produce una nueva temporalidad.

Aunque el poeta crea que se vale de su propia vida para escribir, su vida no es otra cosa que una materia prima, como la madera con la cual, aplicando instrumentos de trabajo, fabricó una mesa que no estaba en la madera. El poema no estaba en la vida del poeta, sino que su vida funcionó como materia prima, como materia natural, porque materia prima son los poemas de los otros poetas. La vivencia del poeta es materia natural que, trabajada por los poemas de otros, se transforma así en materia prima.

El problema que planteo es que escribir siempre es un trabajo; sólo me doy cuenta de que los instrumentos que creía conscientes y racionales en realidad son inconscientes.

Los instrumentos son históricos, ideológicos y psíquicos y los tres son inconscientes para el sujeto, porque si bien el mecanismo histórico, el instrumento histórico, es consciente, es consciente para la historia, no para el sujeto, no para el hombre. Los modelos ideológicos funcionan de manera inconsciente, y lo psíquico verdaderamente real es lo inconsciente.

Los mecanismos con los cuales trabajamos la materia prima o la materia natural, la vivencia del propio poeta y los libros que ya están escritos antes de la existencia del poeta son mecanismos inconscientes. Desde este lugar no me cuesta ningún trabajo hacer un pasaje y pensar un campo que denomino Poesía y Psicoanálisis.

 

Si es posible el poema 
es posible la vida


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Es una novela 
de Miguel Oscar Menassa

CAPÍTULO I

Todo me da miedo, ya que nada de lo que diga podrá estar alejado de mí sino la longitud de mi brazo derecho que es, normalmente, el brazo que extiendo para tocar más allá, de mis labios, un cuerpo.

Evaristo nada sabía, pero vivía como un mutilado de guerra, reflexionaba y estaba todo el día sentado en la misma silla frente a una máquina de escribir con la que mantenía todo tipo de diálogos, hasta diálogos amorosos. Algo de no creer, ya que Evaristo tenía las dos piernas, los dos brazos, no padecía trastornos funcionales propios de su edad, 45 años, y sabía tratar a las personas con corrección y elegancia.

Medía más de un metro ochenta, era delgado y sus rasgos angulosos y su mirada fuerte y juvenil detrás de su pelo entrecano lo hacían irresistible a toda mujer que ya conociera el amor.

Sin embargo, Evaristo vivía como un mutilado de una guerra infernal en la que ni siquiera había participado.

Cuando alguien le hacía referencia a esa realidad, él contestaba que si su muerte no era acaso el nombre de sus muertos, y en seguida se ponía a lanzar nombres de descuartizados, hombres directamente despedazados en la vía pública, mutilados a granel, multitudes de muertos reclamando un poco de paz.

Después seguía sentado y volvía a reflexionar.

También me dan miedo los que me vienen a preguntar por qué me quedo siempre a tu lado, yo nada les contesto, pero me aferro a ti como la única, última esperanza.

Evaristo tenía sus propios deseos de libertad, pero seguía encadenado a su silla, a su máquina de escribir. De tanto en tanto levantaba la cabeza para mirar por encima de sus lentes, para leer y escribir, alguna escena de la televisión o de la vida, y luego volvía a enfrascarse en reflexiones sobre la manera de vivir, sobre la manera de morir de las personas de su siglo. Se sonreía cuando la máquina misma le dictaba una frase sorpresiva, se mataba de risa cuando de repente lo que escribía tenía que ver con él. Se sentía tocado por su escritura, a veces, y eso eran todos sus sentimientos. Después, cuando liaba sus cigarrillos y el tiempo que tardaba en fumarlos, hablaba de amor, del amor y de la guerra, del orgasmo y la muerte, como si hablara de las compras en el supermercado que él mismo realizaba, claro está, desde su silla, por teléfono.

Mirándole parecía mentira que ese hombre hubiese podido ser movido, alguna vez, por algún deseo. Más bien parecía puesto ahí para mostrar lo superfluo, lo vano del desear. Sin embargo, él había hecho gozar a las mujeres más importantes del siglo, y una, al mirarlo, se preguntaba cómo lo habría conseguido.

Tanto he vivido, decía Evaristo, que más de 100 hombres habrán de vivir para vivir lo mío. Y todo hubiera transcurrido así durante siglos si a Josefina no se le hubiera ocurrido averiguar qué cosas pasaban por la mente, por el alma de ese hombre. Todo el mundo lo temía, él, por su parte, temía a todo el mundo. El encuentro de esa manera no sería posible.

Josefina llegó una tarde de verano y se sentó frente a Evaristo, que sin levantar la vista dijo: —¡Hola!

Y siguió escribiendo, más de cuatro horas. Cuando separó con delicadeza la máquina de él y comenzó a liar un cigarrillo, ella aprovechó para decirle.

—Soy Josefina, con la cual seguramente alguna vez habrás soñado. No exactamente la mujer de tus sueños, más bien una mujer capaz de un sueño en silencio, en quietud. Algo así como ser de tus sueños la parte importante que no se ve.

Evaristo sonrió, se quitó los lentes, volvió a sonreír francamente, y le dijo:

—Yo soy Evaristo, el muerto que habla, y es por eso que he dejado de soñar.

Ella se quedó callada y sentada frente a él, otras cuatro horas, mientras él caía una y otra vez sobre la máquina, se podría decir, sin ninguna piedad. Ella, con una cara de triunfo de haber encontrado por fin alguna solución a la situación creada, le dijo: —No soy tus sueños, soy la quietud más íntima que te impide soñar.

Y se levantó y se fue. Evaristo no intentó detenerla, pero después del golpe de la puerta al cerrarse, escribió en un papel a mano, y eso era siempre en él una prueba de amor: esa mujer nunca fue amada como correspondía. Tal vez, tal vez...

Josefina, una vez en la calle, se dio cuenta que eran las cuatro de la mañana, esperó un rato, y al ver que no venía ningún taxi y que unos jóvenes drogadictos se acercaban a ella peligrosamente, volvió, porque llegó a pensar que era mejor enfrentar la locura con Evaristo que la muerte con esos cerdos drogados con mierda.

La puerta estaba abierta, pero Evaristo no estaba en la silla y sobre la máquina una página escrita con mayúsculas decía: HE SALIDO A LA CALLE DISFRAZADO DE JOVEN DROGADO PARA ENCONTRARME CONTIGO Y ASUSTARTE PARA QUE VUELVAS.

Josefina se dejó caer, casi desmayada, en la silla donde habitualmente estaba sentado Evaristo. Se fue reponiendo lentamente y lentamente, pero con lujuria acariciaba los costados de la máquina.

¿Qué goce exquisito y misterioso —se preguntaba Josefina— sentiría este hombre para pasarse tantas horas haciendo lo mismo? Sus manos se fueron dulcificando como si acariciaran el cuerpo del hombre deseado, y decidió también ella sentir ese goce, aunque después eso la esclavizara para siempre, y entonces escribió:

QUERIDO:

Mis manos tiemblan cuando trato de imitarte como una mona y divertirme con tus juegos. No sólo me tiemblan las manos, sino que también me tiemblan las manos y las vísceras más nobles, también, me tiemblan. Seguramente, cuando le cuente esto a mi analista me dirá que yo no he perdido las esperanzas de ser un hombre y, sin embargo, ¡qué mujer que me siento escribiendo, nunca tan hembra, tan independiente de mi sexo!

Sé que habrás hecho esto mismo por algunas otras mujeres, pero eso en lugar de volverme loca, como me pasaría en situación normal, contigo me da confianza. No ser la primera me llena de confianza. ¿Qué endemoniada red será tu quietud, que sin haber tocado tu cuerpo, sin haber sostenido tu mirada ya estoy enamorada de no sé qué me hiciste sin hacerme nada?

Deseo que aparezcas y que me veas escribiendo en tu máquina, y deseo que nunca más aparezcas y, entonces, yo haría que vendría a verte y me sentaría en la silla de la máquina e intentaría arrancarte de algunas de las letras y sería el alma del poeta mi alma, pero me excitaba más, al mismo tiempo, la idea de ser sorprendida por ti gozando de lo que yo atribuía tu goce.

Mientras escribo no sé si romperé lo escrito o lo dejaré en la máquina para que tú lo leas, y si Dios quisiera me puedas contestar. Una respuesta tuya, cualquiera fuera, a mi pequeña carta, sería para mí maravilloso, algo así como, por fin, haber encontrado un destino.

Tal vez puedas permitirme venir a contarte alguna vez por semana lo que pasa en el mundo. Podría pasarte algunos poemas, hacerte la comida y entonces, conmovido, me dejarías sentarme en tu máquina y ya lo sé, nada de besos, nada de movimiento continuo.

Porque el muerto que habla ya ha hecho el amor, ahora está haciendo las historias de ese amor. Te prometo que cuando mi cuerpo moleste se lo entregaré al mejor postor y volveré liviana para encontrarme contigo y hablar dejando muerte y cuerpo de lado, y tú al final de la historia te darás cuenta que no molesto para nada y me dejarás vivir contigo.


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Espero no haberme excedido, espero que entiendas que es la primera vez que lo hago de esta manera. Y que si no hubieras desaparecido disfrazado de joven drogado, a mí jamás se me hubiera ocurrido sentarme en tu silla para escribir en tu máquina. Amo tus manos y, aunque no deba, deseo ser acariciada por tus manos. Ágiles manos de miel y acero firme, capaces de transformar mi cuerpo en luz. Estoy contenta, debo dejarte ahora, iré a trabajar con mis pacientes.

Agradezco con humildad tu ironía.

Josefina

P.D. En los espacios de la escritura intenté leer tus papeles esparcidos por la mesa, mucho no pude, por un tonto pudor, pero lo que llegué a leer me impresionó de una manera tal que me puse muy triste pensando por qué esos poemas no estaban aún publicados. Qué ignorancia, llegué a preguntarme, acerca de tu escritura, o bien qué egoísmo conociendo su valor, hacía que guardaras esos poemas casi al borde del cesto de la basura. Dejé de leer, pero me prometí a mí misma hacerte publicar lo más rápidamente posible esos versos que a larga serían un bien para la humanidad toda. Me voy más abierta, con belleza interior, eso se me notará en la vida, eso me hará volver.

Droga dura, tu máquina, se prueba una vez y ya no se puede dejar, ahora tengo miedo de que te enojes, que nunca más me lo permitas, aunque ya sé, que tú lo dices, que la libertad no se negocia ni se pide, si alguien la quiere para algo debe tomársela, y con ello correr los riesgos de lo que significa la libertad. Sin embargo temo tu no, como un no interior, más fuerte que cualquier pensamiento, cualquier acción. Es por eso que antes de dejarte te pido un sencillo favor. Contéstame, dime algo, aunque más no sea que no sirvo para nada, así, por lo menos, tengo a qué oponerme. Tu silencio podría matar todas mis ilusiones, es decir, tu silencio me mataría. Porque nada es una mujer sin ilusiones de ser otra cosa.

Perdona la molestia de leer lo escrito, aunque por momentos pienso que no leerás ni uno solo de los renglones de mi carta y que no existes tal cual yo te imagino, y eso me desespera. Tu respuesta, fuera cual fuera, será sorpresivo para mí. ¿Cómo saber lo que me dirás cuando ni siquiera sé lo que te digo? Espero tengas conmigo todas las consideraciones posibles.

Me despido, recordando tus manos escribiendo.

Josefina

Josefina, antes de abandonar la máquina, besó sus propias manos y acarició con suma suavidad todo el teclado. A pesar de no haber dormido toda la noche, los pacientes la vieron joven y fuerte, y ella, que ya no tenía tanta necesidad de hablar, dejó, por fin, que sus pacientes le contaran sus problemas.

Escuchó que hablaban de ella hablando de otra cosa, y algo comprendió de lo que a ella le había pasado con Evaristo. El problema era que Evaristo no era su psicoanalista y quién sabe si no era sólo un sueño, y ahora cómo contarle a mi psicoanalista que lo que no me pasó con él en quince años me pasó con un escritor en una sola noche.

Uno de sus pacientes, Walter, creyó escuchar en su tono de voz que ella le decía, sin escritura no hay transmisión, y eso que él había escuchado decir a ella, aún en los bordes de una alucinación, era muy importante para él en su condición de candidato a psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis donde ella, Josefina, era uno de sus miembros fundadores.

Walter sabía, pero no sabía, le pasaba como a las histéricas de Freud, por eso cuando quiso decir lo que pensaba no lo dijo bien.

—¿Usted, doctora, por qué irá a poder lo que no puede ninguna mujer o muy pocas?, a ver ¿por qué? A ver, ¿qué es una mujer? ¿Qué es una mujer? Vamos, dígame algo. —Algo le diré —y después de un brevísimo silencio—, usted, Walter, no es una mujer. Continuamos la próxima.

Walter abandonó la sesión medio anonadado, un temblor interior le acompañó todas las primeras calles camino a su consulta, donde él, a su vez, oficiaba de psicoterapeuta. De golpe se pegó en la frente con su mano derecha y dijo en voz alta, a riesgo de que algún transeúnte le escuchara:

—Esta hija de puta se ha comparado con Freud y me ha tratado de histérica, ¡si será bruja!

Cuando llegó a la puerta de su consulta, moviendo la cabeza de un lado para otro, como si todavía no aceptara lo que comprendía, Sofía lo estaba esperando.

Sofía tenía sesenta años, pero conservaba intactos todos los mecanismos de la coquetería y el arte de todas las divinidades femeninas.

—Hoy llegó tarde usted, doctor —y todavía mientras Walter abría la puerta, ella murmuró lo suficientemente alto como para que él escuchara—: hoy a lo mejor el que me necesita es usted. Y continuó durante el pasillo camino a la sala. —¿Algún desencuentro amoroso, o está preocupado por lo de Chile?

Walter no contestó, pero sintió que la vieja acertaba con todas. Tenía mal de amores, Silvia había comenzado a tener relaciones con Gustavo, y él mismo había mirado con más deseos, en la última fiesta, a la amiga de Silvia, Ester, que a la propia Silvia. Estaba realmente preocupado por Chile. Chile era el paradigma del sufrimiento, de los horrores del infierno latinoamericano. Claro que estoy preocupado por Chile, y además hoy necesitaría una mujer que en lugar de interpretarme me consuele.

—Sí, Sofía, la escucho...

Sofía siempre hablaba para la televisión, para los grandes públicos, siempre hablaba serena y pronunciaba todas las palabras.

 —Sí, si yo hablo, usted me escucha, y si yo no hablo, ¿qué es lo que hace el doctor? Piensa que lo pienso, que trato de hallar palabras entre miles que alegren su joven corazón. Pero no, cuando callo, nada hay en mí. Cuando el silencio, la muerte, ¿comprende doctor? Pero son tonterías, no sé si debo hablar esto con usted. Si usted fuera una mujer, tal vez todo sería más fácil. Pero un hombre joven, que le va bien en la vida, con tantas ganas de vivir, no creo que pueda ver las cosas como yo las veo. Todo lo que amaba está muerto. Soy la única que vive de mí, por eso vengo a verlo, que bastante trabajo me cuesta contarle mis cosas a un desconocido, pero así me lo dijeron, el doctor Walter es capaz de conversar con quien aún pudiendo hablar ya no lo desea, y yo sentí que entonces, si usted era capaz de eso, era un especialista de mi caso, por eso vine a verlo. Y es verdad que con usted hablo, y a veces hasta me vienen ganas de hacer el amor, pero eso sólo me pasa aquí, y sólo cuando usted tiene ganas de escucharme, quiero decir, cuando usted me espera, y yo toco el timbre y usted responde rápidamente, como si me estuviera esperando precisamente a mí. Y eso, sencillamente, eso es toda la energía que usted me da.

Cuando salgo de aquí esas tardes donde nuestros encuentros son inolvidables, me siento joven y soy capaz de entrar en una discoteca o fumarme un porro sentada en un banco de la plaza de España. Cuando me quedo fumando en la plaza siempre pienso que usted me irá a sorprender y me dirá con voz queriendo ser severo:

—¿Pero qué está haciendo aquí, Sofía?

Y yo le diré:

—¡La libertad es libre! Pero también le daría las gracias, porque yo no sabía que usted tanto se preocupaba de mí. Cuando estoy en una discoteca y me río con la música o invito a alguno de los jóvenes, que siempre me rodean, con una copa, pienso que usted se va a poner contento de que yo me divierta un poco en lugar de estar pensando en mis muertos. ¿No se habrá aburrido? ¿No se habrá quedado dormido...?

—No —le contestó Walter—, todavía estoy vivo, podemos continuar la próxima.

—¡Temprano! —dijo ella cuando le dio la mano para despedirse.

—Gracias —le dijo Walter, y ella, todavía sonrió antes de que él cerrara la puerta.

Walter se quedó pegado a la puerta hasta escuchar el ruido del ascensor, luego cogió el teléfono e intentó hablar con alguien, algún colega, alguien. Intentó con Sergio, con Jorge, con Ester, con Silvia, y no consiguió nada. Estaba raro, nervioso, fue a la cocina y se sirvió una copa de vino, se la bebió de un trago. Estaba excitado, la sonrisa última de Sofía le había encantado. Antes de atender a su próximo paciente todavía tuvo tiempo de reflexionar sobre qué situaciones eran ésas donde uno era vaya a saber quién para sentirse enamorado de una mujer de sesenta años, que padecía de una fuerte tristeza por haber perdido a toda su familia en la guerra.


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