ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA N.º 21

LO QUE SIRVE PARA CONSTRUIR NO SIRVE PARA MEDIR LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS 
EN CLÍNICA PSICOANALÍTICA
CUESTIÓN DE LA CLÍNICA PENSAR LA VIDA ERÓTICA
LA DEPRESIÓN UNA MIRADA PSICOANALÍTICA PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
LOS TIEMPOS Y EL INCONSCIENTE LA LESIONES DE LOS DEPORTISTAS 
DE ALTA COMPETICIÓN
ROMEO AMÓ ANTES DE AMAR EL DIAGNÓSTICO EN MEDICINA Y PSICOANÁLISIS 
NIÑOS DESEADOS DE NUESTROS ANTECEDENTES
EL GOCE DEL MASOQUISMO FREUD
NOVEDADES EDITORIAL GRUPO CERO LACAN
PEGAN A UN NIÑO II HEIDEGGER
NO ES LO QUE PARECE MENASSA
EL ESCOLLO DEL GOCE NO VE LA ROSA. Capítulos II y III

LO QUE SIRVE PARA
CONSTRUIR NO SIRVE
PARA MEDIR

No es posible dibujar un cuadrado perfectamente cuadrado si no es con el número. Basta dibujar, imperfectamente, una figura de cuatro lados y poner el número cinco en cada uno de los lados, para que esa figura pase a ser una figura de lados iguales, es decir: un cuadrado. Figuras trascendentales, porque los rasgos numéricos permiten trascender la apariencia.

Pitágoras nos enseñaba que lo que sirve para construir la diagonal no sirve para medirla.

El número o rasgo numérico es más que un instrumento de medida, así como el concepto de inconsciente es más que un instrumento de medir algo que el sujeto ya tiene. Por eso decimos que no se trata de que haya sujetos con inconsciente sino sujetos del inconsciente, que el concepto de inconsciente sobredetermina que haya sujetos del inconsciente, produce sujetos del inconsciente.

Lo que sirve para construir no sirve para medir. El número es la diagonal, no sirve para medir la diagonal, igual ocurre con la interpretación, no es que mida el inconsciente sino que es el inconsciente, no es que mida la realidad sino que es la realidad, no es que mida los hechos es los hechos.

La infancia también es, en psicoanálisis, una noción original, que sirve para construir la infancia, no para medir cada infancia.

Cuando decimos que en psicoanálisis la causa viene del futuro y no del pasado, cuando decimos que es el futuro el que rectifica el pasado, si me analizo cada vez tengo una infancia diferente, en tanto si sigo creyendo que la infancia es lo que yo creo que es, en lugar de poner en acto un significante, eso quiere decir que todavía no soy sujeto del psicoanálisis.

La frase siguiente es siempre una transformación de las frases anteriores, por eso siempre hay nueva realidad.
Mientras se conciba que es el pasado el que determina el futuro, la actitud no cambiará. Se darán datos del ayer, creyendo que así ayudamos a pensarnos. Cuando creamos que es el futuro lo que determina, hablaremos diferente, nunca de cosas ya pensadas, sino de lo impensado.
Hay quien espera tener deseos de estudiar para comenzar a estudiar, hay quien espera tener ganas de comprar muebles para hacer habitable el lugar donde habita. Cuando sólo el estudiar hace de objeto causa del deseo de estudiar, sólo el vivir es causa del deseo de vivir.

Es del orden de la diferencia entre vivir como si fuera a vivir 40 años más o vivir como si fuera a morir hoy mismo.
En psicoanálisis no podemos recurrir al sujeto supuesto saber en ningún momento, eso está excluido. Esto porque sabemos que somos sujetos del inconsciente.

Freud articuló «él no sabía que estaba muerto», es decir, en tercera persona, que al traducirlo a primera persona decimos: «yo no sabía que vivía de ser mortal».

El soporte de la interrogación filosófica más moderna, lo constituye que no hay nadie para poder decimos, en el momento de abandonar nuestra vida, que a nuestra propia vida hemos sido siempre en alguna medida extraños.

Es en la repetición de lo aparentemente idéntico que se crea la entrada en lo real como significante. La entrada en lo real es la forma de ese rasgo repetido de la diferencia absoluta en tanto ella está allí.

La ligazón del sujeto a este rasgo unario, pequeña diferencia, diferencia absoluta, diferencia ajena a toda comparación posible, es lo que hace que podamos decir: en el principio era el rasgo unario. Por eso que la relación del mundo del significante con la pulsión sexual, hace que prevalezca la función erótica del cuerpo en la cuestión del sujeto. Es la lengua la que civiliza el goce, es la que transforma el goce de la necesidad en el goce del deseo.

Hay un vacío y es de allí que el sujeto partirá, hay una estructura de lenguaje y es allí que nacemos.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91402 6193

CUESTIONES
DE LA CLÍNICA

La posición clínica no consiste en hablar de los pacientes, tampoco se agota en la fuente donde va el cántaro de la experiencia analítica, tomando ésta únicamente como aquella que instituye un paciente con un decurso en el diálogo y una escucha. Lo que pasa en esta experiencia hablada, es que el discurso tiene la propiedad de subvertir la secuencia articulada de la experiencia ya que cuenta con la alternativa del fallido, lo que es lo mismo que decir con la alternativa del síntoma, un desvío del rumbo y lo dicho transformado en lo que se escucha y nuevamente transformado en lo que se dice de lo que se escucha.

Pero hay un más allá, hay más. Esto pasaría con el habla, sería del registro del desvío, pero también el sujeto es escritura. Así lo define Lacan en los nudos borromeos del seminario RSI, cuando dice que el sujeto es causado por un objeto, que no es notable más que por una escritura, y aquí tenemos la escritura como causa de sujeto. Esta escritura, esta letra, tiene un irreductible que no es efecto de lenguaje.

Con la escritura se instalaría algo de lo imposible porque la escritura tiene que ser leída para generar el Uno de Sentido. Entonces lectura que no puede dejar de ser siempre sólo una lectura, que pide una nueva lectura, siempre es una propuesta al ejercicio de la lectura y seguramente no cese el proceso de lectura. Es como si fuese una existencia fuera del sentido, creando sentido.

Toda experiencia en el plano imaginario tiene un límite, tiene un abismo, tiene un discontinuo, este discontinuo es la castración, y con la castración ese discontinuo se juega en la emergencia del deseo Inconsciente. Ese movimiento donde circularán el deseo del sujeto, el deseo del Gran Otro y el deseo del Deseo y que armarán una composición en la cual el lenguaje se hace vivo, del ser vivo, y no queda reducido a acumulaciones de palabras, de términos, ni de un sistema de signos. Ni siquiera es un sistema de significantes, sino que es un sistema de significantes jugado en la alternativa paradojal de la palabra del que habla. La palabra toma allí su verdadera dimensión, lleva en sí el orden significante y la posibilidad de la escritura de la letra.

Hay una pregunta que es dónde en la experiencia clínica entra lo Real, y es a través de la Ley de castración, que dice que allí hay un Uno en discontinuo.
Por un lado, los efectos Inconscientes, que suspenden la continuidad imaginaria de lo dicho como relato consciente, y esta irrupción de lo real, lugar del Inconsciente de lo indecidible, o más precisamente de lo insabido, no corresponde a ninguna experiencia. Esta irrupción de lo Real en los efectos inconscientes, en el poder de la palabra, esa irrupción desde el Gran Otro, está jugada en la dimensión de la Cosa.

Hay Uno del Significante determinando al Uno del Sentido y es aquí donde se afirma más que nunca lo que es del orden de la determinación, de lo determinado, cuestión fundamental sin la que no se va a poder entender qué quiere decir que hay también real fuera del sentido, no sólo sin sentido, Inconsciente, no sólo emergencia del sentido sino fuera de sentido.

Es un acontecer límite que no es del orden del acontecimiento porque, es del orden de la discontinuidad, de la angustia, de aquellos efectos inconscientes que tienen el carácter significante de los efectos de agujero.

Acá aparece el desdoblamiento del síntoma como fue señalado desde los comienzos y a través de todo el recorrido, algo que siempre tuvo valor de culpa. Aparece el síntoma como si estuviese dividido en dos, porque el síntoma es articulación de significantes, o metáfora de significantes, pero también es el resultado de lo que un significante es para otro significante, también es símbolo, significación para alguien, en este caso para el que escucha.

También hay dos fases en la historia teórica del síntoma: una primera fase que diría que todo efecto, como efecto inconsciente, es decir, todo lapsus, es síntoma. Pero también la lectura que se hace de una escritura, es síntoma. Lo cual quiere decir vuelta a leer, por eso es que tanto la clínica como la teoría, quedan siempre abiertas, son aperturas. Un apremio marcó tal vez lo más revolucionario de la teoría de Freud, un más allá pedía, un más allá del Principio del Placer, un más allá del sistema homeostático, un más allá de la lógica de la no contradicción y el apremio se convirtió en una insistencia compulsiva que tuvo que ser leída como compulsión de repetición. La repetición será lo fundamental en la experiencia clínica de la estructuración de la posición, allí tenemos que esperar a ese sujeto, hay un posicionamiento clínico, una posición clínica de un sujeto hablante que será interpelado-interpretado, dividido por la interpretación que dirá de cómo está posicionado con respecto a su castración. La ley de castración regirá las posiciones y dará las neurosis, la perversión y las psicosis, de acuerdo a la operación de represión, de renegación y de forclusión, que se llevaron a cabo frente a ese significante que tiene por función nominar, ese Hay Uno que funciona sublimando la Cosa a un objeto de la realidad y que le da a un objeto de la realidad la categoría de Cosa, para poder seguir nominando.

(Continuará)

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 322 64 00

VIII CONGRESO INTERNACIONAL 
GRUPO CERO

LA INTERPRETACIÓN PSICOANALÍTICA
-SUPERVISIONES Y CLÍNICAS-

 

En Madrid
del 17 al 21 de febrero de 1999

Madrid: 91 542 33 49
Buenos aires: 328 06 14/07 10


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LA DEPRESIÓN:
Una mirada psicoanalítica

El calmo,
frío rostro del torrente
me pidió un beso.

L. Hughes

La depresión representa uno de los motivos de consulta más frecuentes en la actualidad, manifestado espontáneamente por el paciente, «estoy deprimido», o descubierto por el médico bajo un espeso y confuso manto de los más variados síntomas de orden somático.

Según la definición de los tratados actuales de Psiquiatría, como el DSM IV, las formas menores coinciden con la situación del duelo, que es el estado consecuente a la pérdida de un objeto amado o abstracción equivalente, con plena conciencia de la pérdida.

El duelo no es en modo alguno un estado patológico, tiene un primer período de impacto en el cual predominan la angustia y el desconcierto; un 2º período depresivo propiamente dicho, en el cual la tristeza y la desgana dominan su mundo, y finalmente la adaptación, cuando el sujeto se rinde ante el principio de realidad, que va imponiendo la aceptación de la pérdida. Por ello, podemos decir que el duelo es un proceso normal con tendencia favorable, es decir, que puede resolverse sin ninguna intervención específica.

Si el segundo período se prolonga indebidamente, instala una melancolía, pero la melancolía, considerada una forma severa de depresión, suele ser independiente de toda situación de duelo previa, o sea que, ni el médico ni el paciente pueden establecer qué ha perdido éste, o qué ha perdido con lo que ha perdido, aunque un duelo haya servicio como desencadenante.

Los rasgos clínicos que caracterizan este cuadro, son la pérdida de interés en la mayor parte de las actividades, un afecto triste, alteraciones del sueño y la alimentación, disminución de la memoria y rendimiento intelectual, desvalorización, autorreproches, y en los casos más severos, pensamiento recurrente de muerte con ideación suicida o intento de suicidio.

A diferencia del duelo, donde se establece con claridad el objeto perdido, la pérdida en el melancólico ejerce sus efectos sobre el propio yo.

Esto se debe a que la elección de objeto en estos sujetos, se realiza sobre una base narcisista, de identificación al objeto: el melancólico ama lo que es, lo que fue o lo que quisiera ser.

De allí, la imposibilidad de retirar la libido del objeto en conflicto o perdido.

El amor al objeto debe ser conservado aunque el objeto ya no esté

El melancólico retrae hacia el yo, la libido perteneciente al objeto, y queda identificado, de modo que él pasa a ser el objeto perdido.

Aquí se produce otra característica que es la disociación yoica, dado que habrá una instancia del yo, que adoptará la posición crítica frente a la otra instancia que es la del yo identificado al objeto, por tanto, susceptible de ser tratado como un objeto.

Desde la clínica, este mecanismo explica la disminución del amor propio hasta el delirio de empequeñecimiento y los autorreproches a los que se somete el melancólico, que en realidad están destinados a otra persona, pero vueltos sobre el yo: sus lamentos son quejas... y las quejas son querellas.

En lugar de establecerse un conflicto entré el yo del sujeto y la persona amada, que lo ha decepcionado o abandonado, el conflicto se establece dentro del propio aparato, entre el yo y el superyo, y por eso se critica sin pudor, se maltrata, y hasta puede consentir su propia destrucción, porque una parte del yo no es yo, sino objeto perdido.

Freud nos enseña que tanto en el duelo como en la melancolía, se pone en juego el proceso de identificación, proceso previo a toda elección de objeto.

Desde este registro, amor e identificación son lo mismo. La identificación que subyace las neurosis, como la histeria y las fobias, es estructural, está mediada por el deseo; mientras que en la melancolía se tratará de una identificación narcisista, donde el propio sujeto se constituye como objeto del deseo.
Un abrazo que se abrace a sí mismo cerrándose así la satisfacción de una estrategia íntima. Antes de reconocer su condición de mortal, el melancólico se mata.

Se suicidará en el intento de asesinar al objeto.

En el tratamiento de estos pacientes, es importante no interpretar la realidad, puesto que son sujetos propensos a excluirse de lo real; es imprescindible interpretar en transferencia, ya que al estar excluido de la muerte simbólica, invocará a la muerte como único acto posible.

Inés Barrio. Neuróloga - Psicoanalista
Buenos Aires: 795 54 02

LOS TIEMPOS
Y EL INCONSCIENTE

La cuarta dimensión, se decía del tiempo, que así venía a agregarse a la tridimensión espacial y, sin embargo, el tiempo es la constitución misma del sujeto. No es una dimensión agregada a las otras, por lo tanto, se podría decir sin que esta equivalencia sea demasiado aventurada, que el inconsciente es tiempo, bajo el modo de la eternidad, es decir, un tiempo de constante producción.

Y en todo proceso de producción están lo histórico y el devenir: el bastidor fabricado para colocar el cuadro y la viruta, los restos, los desechos del trabajo de producir el bastidor. Conviven malviviendo en cada uno de nosotros historias de deseos y devenires de la pulsión.
Cuando se comete un asesinato, es tan importante reconstruir las interpretaciones y producir un relato histórico de los hechos que consiga que «las piezas encajen», como el relevamiento de todo tipo de huellas, dos colillas de diferente marca de cigarrillos cuando ella había dicho que estaba sola. Un cabello, uno sólo entre los dedos del cadáver, todo lo que no encaja, los restos, las virutas de la producción de un crimen.

Conviven malviviendo el tiempo del deseo, el futuro anterior de lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser, con los tiempos de la presión constante de la pulsión, día y noche, en una eternidad no cronológica, saliendo no del organismo, sino de un cuerpo pulsional, contorneando el objeto y volviendo sobre el sujeto a buscar lo que nunca hubo, la inmortalidad. La pulsión es fuente, objeto, meta y fin. Somos el niño a quien el rey Salomón ordena -un imposible- cortar en dos, para la pulsión y para el deseo. Somos el fruto de dos derrotas, una por la insuficiencia ante la imagen que nos anticipa y otra ante el lenguaje que nos preexiste

La lógica específica que utiliza Freud deja de responder al por qué, abandona esa causal hilativa que es el «por qué». ¿Por qué yo sueño? El Psicoanálisis no tiene respuesta a esto, responde siempre al cómo. Trabaja siempre en el plano de una lógica modal, no de una lógica causal.

Nunca se trata de pensar «qué» pensaron los grandes pensadores como Freud, sino «cómo» lo pensaron. Se podría decir que la lógica que maneja Freud es una lógica temporal, implicativa, determinativa. Si el efecto está contenido en la causa, puede ser deducido, siempre la idea de deducción está ahí, jugando en el punto de partida a partir del cual las demás premisas se deducen necesariamente por haber sido puesta la primera.

Volviendo a la lógica del Psicoanálisis, es temporal porque lo es todo el régimen de efectuación, el efecto no puede ser localizado en coordenadas espaciales, el efecto rompe las coordenadas espaciales, las temporaliza. Todas las nociones de signo o de interpretación planteadas en términos de sospecha o de semejanza muestran en acción la idea de identidad entre lo oculto y lo visible o entre una cosa y otra, ambas visibles en un espacio indiferenciado.

El espacio de la interpretación psicoanalítica ya es diferenciado, heterogéneo, discreto, a eso apunta la indicación freudiana de descomponer el sueño en fragmentos, en glosas, donde el espacio se vuelve netamente cualitativo, cada fragmento tiene su filiación, una seriación que le da una característica diferente a la de otro fragmento, cada uno de los cuales produce en las asociaciones una irradiación de ocurrencias que no se clausura en ningún lado, que no se homogeneiza.

La «otra escena» inaugurada por la dimensión inconsciente no es un escenario sino, en todo caso, un tiempo de escenificación. El relato del paciente es transcursivo, hay que dejar, se trata de estar ahí, más para que transcurra que para interpretar lo que transcurre. Temporal porque la efectuación es un proceso de trabajo constructivo, que se da temporalmente, siempre pensando las temporalidades que se abren a partir de la eternidad del inconsciente, no hecha de tiempo cronológico, sino de constante producción.

Una persona puede ser psicoanalista, pero un psicoanalista no puede ser una persona. Para un psicoanalista no hay posibilidad de estar fuera de las formaciones del inconsciente, el psicoanalista es una posición del concepto de inconsciente en la cadena de transmisión. El viejo maestro de la Cirugía citado por Freud decía: «yo lo atendí, Dios lo curó». Uno tiene que sentarse en su sillón para que el Psicoanálisis haga su trabajo. No es una técnica que yo pueda aplicar, es un trabajo de interpretación en transferencia, un trabajo inconsciente. No sólo el psicoanalista paga con su persona la entrada al campo, sino que tampoco puede ser un sujeto, no puede poner en juego sus propios significantes, las horas de trabajo no son sitio para su angustia.

Como decíamos, el Psicoanálisis trabaja, no «la sucesión», no «la causa debe preceder al efecto» sino la simultaneidad, no hay precedencia de la causa respecto del efecto, inclusive aceptando relaciones causales en el campo psicoanalítico, que tiene que haberlas, no sería de precedencia, sino de simultaneidad. Freud está trabajando a partir de La Interpretación de los Sueños un Inconsciente de simultaneidad y que no conoce la contradicción. No es que viene la interpretación y descubre un inconsciente que ya había, sino que el deseo inconsciente es la interpretación. Que pueda haber causa en simultaneidad con efectuación es quizá una de las vías para pensar la sobredeterminación, a partir del deslizamiento significante que dimos en llamar más arriba «régimen de efectuación», es decir, se trata de una lógica modal que no responde al por qué, sino al cómo

Esta lógica temporal, implicativa, determinativa opera fuera de la relación continente-contenido, imposibilita espacializar los conceptos psíquicos. Si la efectuación es un deslizamiento significante, se desustancializa el sujeto que, por otra parte, es un significante para otro significante, se vacía toda noción de sustancia, de profundidad, de fundamento, en la misma frase está lo pensado y lo impensado, la frase es única, pero es doble.

Emilio González Martínez. Psicoanalista
Madrid: 91 301 18 44

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ROMEO AMÓ ANTES
DE AMAR

«Fue Amor el primero que concibió de todos los dioses».
El Banquete

«Mercucio: Sois un enamorado! Pedidle a Cupido os preste sus alas y remontaos con ellas hasta las cumbres.

Romeo: Caigo agobiado bajo la carga abrumadora del amor!

Mercucio: Aplastaréis al amor con vuestro peso! Es mucha opresión para tan tierno ser.
Romeo: ¿Tierno ser, el amor? Demasiado áspero, demasiado rudo, demasiado violento y pincha como el abrojo.

Mercucio: Si el amor es áspero con vos, sed vos áspero con él, si os pincha, pinchadle y acabad por rendirle.»

La bibliografía del amor es extensísima, acaso también en nosotros mismos. Han escrito sobre él poetas, teólogos, místicos, médicos, filósofos y psicoanalistas. Sin embargo, los sucesos cruciales del siglo XX en lo atinente al amor han sido los descubrimientos de Freud y el desarrollo del psicoanálisis.

Luego de tanto pintar al amor, si Freud no hubiese advenido a su descubrimiento del inconsciente, no hubiésemos tenido ninguna posibilidad de conocer el amor. Su descubrimiento nos permite enterarnos de la existencia de un pasaje desde las relaciones hegelianas del amo y el esclavo a, entregarle a alguien que no conozco, algo que no tengo.

Algo así como escribir un poema, algo que no tengo entrego al mundo.

Para el amor, lo importante no es ser amado. El hombre se desarrolla verdaderamente cuando ama.

Se han dicho muchas cosas sobre el amor. Según la filosofía, por ejemplo, «es la inclinación sexual bajo todas sus formas y en todos sus grados», «apropiación del objeto amado», «amar es necesitar», «el sujeto renuncia a sí mismo en beneficio del objeto amado», «el amante absorbe al ser amado o viceversa, amar es ser amado».

De todos los filósofos, fue Platón quien se ocupó más del amor. Este asimiló necesidad a pobreza. Todo aquél que necesita ser amado se empobrece. Todo aquél que desea amar, considera el amor como verdadero valor. Rico es aquél que opone a todo lo que anda en el amor, la afirmación de lo que él vale.

Para amar de otro modo, para amar mejor, para amar, Romeo debió no estar enamorado. Al menos Romeo y Julieta hubiesen contado la historia.

«Afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Digo al otro: recomencemos.» (Nietzsche).
En El Banquete, Sócrates se pregunta muy acertadamente:

«¿Es por su naturaleza el amor de tal clase que sea amor de algo o de nada?, ¿Desea el amor aquello de lo que es amor?, ¿es acaso al poseer lo que desea y ama, cuando desea y ama, o es al no poseerlo?».

Es decir, lo que desea, desea aquello de que está falto, y no lo desea si está provisto de ello. Esto es lo necesario del amor. Alguien siempre imagina que el amor es el amado y no el amante. Por eso parece bello el amor, pues lo amable es lo bello. En cambio, el amante es diferente. El amante de las cosas bellas, sólo desea que lleguen a ser suyas.

El verdadero amante es aquél que renuncia a su objeto, a poseerlo. No hay nada bello sino lo verdadero y sólo lo verdadero merece amarse.

El amor no se contenta con un sentimiento recíproco. La certidumbre de ser amado no puede consolar de la privación de aquello a que se ama. Siempre en el entrecruzamiento de sus miradas de deseo, se anuncia un ser futuro, la creación de un nuevo ser, que son acaso ellos mismos.

«Romeo: De ella debe aprender a brillar la luz de las antorchas, su hermosura parece que pende del rostro de la noche como una joya inestimable en la oreja de un etíope.
Julieta: Mi único amor, nacido de mi único odio.»

Elección rigurosa que no retiene más que lo único le quita el carácter universal del amor. Morir juntos de amarse por no soportar el abismo donde me desvanezco sin morir, ahí donde puedo decir: enfrente, ni yo, ni tú, ni muerte, nadie más a quien hablar. La muerte liberada del morir.

 Mientras tanto Julieta concluía:
«Oh, daga bienhechora, ésta es tu vaina, enmohécete aquí y dame la muerte.»

(Continuará)
Karina Pueyo.
Psicoanalista
Buenos Aires: 328 06 14

 

NIÑOS 
DESEADOS

Los tratamientos de niños se complejizan porque lo que les pasa también es una familia, digamos muy nerviosa, en tanto el niño no desea exactamente sino el deseo de la madre.
Esta primera frase que sugiere una problemática psíquica, señala que la familia está implicada en el proceso y eso precisamente abre la dimensión de la cura y también permite que se pueda plantear una curación posible.

Los que se ocupan de niños considerados no escolarizables, comprueban el fracaso de los hitos teóricos de la enseñanza que han recibido en una posición basada en criterios de adaptación. Tradicionalmente las técnicas educativas tratan básicamente de que se realicen aprendizajes compensatorios que basten para una adaptación relativa en el mejor de los casos. Lo habitual es utilizar más o menos las técnicas y los medios de enseñanza que con los niños considerados normales, con la diferencia de que como el psicótico no aprende en los mismos plazos, se lo repiten trescientas quince veces, hasta que por fin no aprende.

Se trata de un colectivo marginado en la familia y la sociedad, que un analista puede encontrar en instituciones que suelen presentar modalidades estáticas y aun represivas que producen efectos, síntomas en el texto ampliado de la demanda.

Los adultos se piden colaboración cuando hay niños entre ellos y padres, educadores o psicólogos, creen tener en cuenta las necesidades e intereses del niño, sin revisar que tal vez, según los resultados, se puede leer que sólo preservan, en muchos casos, los suyos.

Si lo único que hay para decir, es una descripción de la conducta del pequeño monstruo-alumno-paciente-cliente, el niño no existe, porque la conducta, como es sabido, sólo está en la mirada del adulto, que suele proponerle al presunto niño, un aprendizaje a través de modelos culturales, obsesivos, acompañados de modos de comportamientos reactivos fóbicos, cuyas consecuencias dependen del tiempo en que está el niño en su proceso de estructuración en el momento en que se intenta entablar la relación pedagógica y suelen llevar, en las psicosis infantiles a situaciones de estancamiento e incluso de deterioro.

¿,Qué hace pedir una consulta por un niño que no es como los demás? Esta pregunta viene acompañada de otra, ¿es algo orgánico que causa algo psicológico? Y así está la cosa con ésta última pregunta: sin salida y frente a ella profesionales e instituciones, representando las fuerzas normativas de una sociedad, contra el surgimiento de ramificaciones forcluídas, en detrimento de las cuales se preserva, la normalidad. Carne de la carne, deseo de deseo, el pequeño deniega y afirma el primer acto de ese drama universal de la vida de los humanos, un algo que no se inviste en la imagen especular, irreductible en el propio cuerpo y sin embargo fuera de él: un goce autista.

Una intervención psicoanalítica, no radica en encontrar en uno o varios casos un rasgos diferencial de la teoría y creer que con ello se le explica a alguien por qué su hijo está mudo, ya que de lo que se trata es de hacerlo hablar, aun en contra de todos los participantes en ese silencio y éste efecto procede de un tipo de intervención que no tiene nada que ver con las conductas.

El análisis lo hará hablar. El síntoma rodea el mutismo en un sujeto que el análisis supone hablante. Si habla está curado de su mutismo, evidentemente. Más esto no nos dice por qué ha comenzado a hablar. Cuando comienza a hablar, las cosas pueden cambiar de aspecto y es cuando se puede observar en el entorno, algo así como una reacción terapéutica negativa, pero en los familiares, reacciones de pánico o ansiedad, frente a la perspectiva de la cura, frente al olor de la palabra.

Un padre hace episodios depresivos cuando el hijo mudo hasta entonces, le pide salir a pasear o bien, se vuelve bulímico y cesa todo interés o actividad sexual en un momento determinado del tratamiento o bien, se pueden aducir problemas de presupuesto para volver al mutismo.

Jaime Icho Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84


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EL GOCE EN
EL MASOQUISMO

Teniendo en cuenta que la búsqueda del placer es un principio del funcionamiento del psiquismo, la existencia del masoquismo, es decir, del placer en el dolor, pone en cuestión el que efectivamente el principio del placer siga siendo el guardián de nuestra vida.

Gozar, gozamos siempre. Algo goza en nosotros cuando realizamos la tarea y cuando no la realizamos, cuando enfermamos y cuando gozamos de salud, es decir, es del orden de lo económico, que en psicoanálisis quiere decir del orden pulsional, inconsciente, que se juegan los pares antitéticos como por ejemplo el amor y el odio, el placer y el dolor o el sadismo y el masoquismo.

Freud habla de la ambivalencia, en relación al amor-odio, en el complejo de Edipo, destacando la importancia, no de lo contrario, sino de la simultaneidad en el acto de amar y odiar. No hay amor sin odio, como no hay placer sin dolor, como no hay masoquismo sin sadismo.

¿Qué pone en relación el par sadismo-masoquismo? Si habláramos de un proceso, diríamos, que en un primer momento el sadismo consiste en la violencia ejercida contra una tercera persona como objeto.

Después, ese objeto es abandonado y sustituido por la propia persona. De esa manera, con la orientación contra la propia persona, queda realizada también la transformación del fin activo en un fin pasivo. A continuación es buscada nuevamente como objeto una tercera persona, que a consecuencia de la transformación del fin tiene que encargarse del papel del sujeto. Este momento es el que llamamos masoquismo.

Si nos preguntamos por la satisfacción del masoquista diríamos que se realiza indirectamente, es decir, por el camino del sadismo del primer momento. Es importante entonces destacar que la satisfacción del masoquismo ocurre porque se transfiere imaginativamente el yo a su lugar anterior, a ese lugar que fue abandonado por el sujeto a otro. Dicho de otra manera, es en la posición del sádico que el masoquista se satisface. El masoquismo, nos dice Freud, no es sino un sadismo dirigido contra el propio yo. La observación analítica demuestra que el masoquista comparte el goce activo de la agresión a su propia persona de igual manera que el exhibicionista lo hace con la desnudez de su propio cuerpo. De esta manera Hay un cambio de objeto, pero el fin permanece el mismo.

Otro elemento de la cuestión que pone en relación el par sadismo-masoquismo es el dolor. Sabemos que en la concepción del sadismo, además de la humillación y el dominio, está el causar dolor. Sin embargo el niño sádico no atiende a causar dolor ni se lo propone expresamente. Lo que ocurre entonces es que antes ha tenido que darse la transformación en masoquismo, que el dolor es un fin pasivo masoquista. Todas las sensaciones dolorosas, como en general las displacientes se extienden a la excitación sexual y originan un estado placentero, que lleva al sujeto a aceptar de buen grado el displacer del dolor. Entonces, una vez que el experimentar dolor ha llegado a ser un fin masoquista, puede surgir también el fin sádico de causar dolor, y de este dolor goza también aquél que lo proporciona a otros, porque se identifica, de un modo masoquista, con el objeto pasivo.

El dolor y el castigo son necesidades de una relación entre el yo y el superyo, a la que Freud se refiere cuando habla de masoquismo moral. El sadismo del superyo se une al masoquismo del yo y provocan las mismas consecuencias. Va junto por ejemplo el que la conciencia moral se haga tanto más rígida y susceptible cuanto más ampliamente renuncia el sujeto a toda agresión contra otros. En la fantasía, el deseo de ser maltratado por el padre, se halla próximo al de entrar en una relación sexual pasiva con él.

La fuente de la moral individual es el complejo de Edipo. Esto quiere decir, que si el superyo como heredero de Edipo desexualiza las relaciones parentales, el masoquismo moral sexualiza de nuevo la moral, reanima lo edípico y provoca una regresión desde la moral al complejo de Edipo. No es que la moral trae como consecuencia la renuncia a lo instintivo, sino que la renuncia a lo instintivo trae como consecuencia la moral. Y el masoquismo moral es el fiel testigo de este proceso en el cual en necesidad de dolor moral del yo hay una satisfacción pulsional.

La ambivalencia entonces, en el par sadismo-masoquismo está determinada en un mismo proceso, por la orientación de lo pulsional contra el propio yo y el pasaje de la actividad a la pasividad. En segundo lugar, y no menos importante, tenemos que pensar que estos mecanismos están siempre en juego, que no desaparecen. Así como las fases de la pulsión están siempre jugadas en el sujeto, también la ambivalencia se juega en cada movimiento pulsional estableciendo una lectura que produce lo pasivo desde lo activo o la acción sobre nosotros, desde el otro semejante.

Cristina Barandiarán. Psicoanalista
Madrid: 91542 80 49

PEGAN A UN NIÑO II

Volvamos al texto; el sujeto de la fantasía aparece entonces en posición masoquista y siendo golpeado por el padre ¿cuál es la razón de la secuencia?

La primera escena, donde el sujeto fantasea que el padre castiga a un sujeto que no es él, no es sino una fantasía triunfante sobre el competidor. Aquí todavía la fantasía no está libidinizada, la cuestión es meramente, un problema de competencia con el hermanito.

Pero en la medida en que el triunfo sobre el hermanito, significa que el sujeto deberá jugar en relación a los padres la libido de la competencia, la pulsión incestuosa hacia los padres, no puede producir culpa.

Surge entonces la segunda escena como consecuencia del impacto de esa culpa sobre la fantasía triunfante de la primera escena.

La condición de la transformación del sadismo en masoquismo, reflexiona Freud, se realiza por la vía del sentimiento de culpa.

Pero la culpa, tiene ya la posibilidad de erogenizar la posición obtenida. Resultados de una libido inhibida por la prohibición, la culpa erogeniza, se sabe, el lugar donde se aplica.

Por lo demás, la posición masoquista, recibe simultáneamente, el aporte del erotismo anal: el conflicto edípico relativiza siempre la genitalidad, puesto que la castración está siempre indicada, una determinada regresión, aparecerá siempre como consecuencia necesaria.

La segunda escena, contiene a la primera como a su verdad, es decir el masoquismo contiene un triunfo, si no todavía sádico, al menos narcisístico sobre el competidor. Si el dolor del castigo se erogeniza, es porque se aplica sobre libido narcisista triunfante. Pero al mismo tiempo se ha logrado transformar la culpa resultante de la noción incestuosa, en fuente generadora de libido.

El pasaje de la segunda a la tercera no es más que un pasaje de ocultamiento. La fórmula «Pegan a un niño», oculta el goce masoquista reprimido, la escena en que el sujeto ha erogenizado el castigo del padre.

Entre la primera y la siguiente frase tienen lugar grandes transformaciones. Entonces, el padre pega a un niño, pero el niño es generalmente el propio sujeto. Su descripción será entonces la siguiente: «Yo soy golpeado por mi padre». Y esto tiene un indudable carácter masoquista.

Esta segunda fantasía, la más importante de todas, no ha tenido nunca acceso a la conciencia, es una construcción del análisis.
Este segundo tiempo de la fantasía corresponde al fantasma fundamental, tiempo que nunca aparece en la experiencia misma como tal, por su ubicación nunca es interpretado realmente.

La interpretación, es fundamentalmente interpretación de síntomas. El fantasma fundamental no es objeto de interpretación por parte del analista, sino un objeto de construcción.

El fantasma fundamental, es un punto límite del análisis y se puede haber hecho un análisis sin llegar a ubicarse frente al mismo.

El fantasma fundamental, es correlativo a lo que en lo reprimido nunca podría salir a la luz. Corresponde a la represión originaria.

 

Esta primera fase de la represión se da en la constitución del aparato psíquico, en esa división que se establece entre los procesos preconscientes y los procesos inconscientes. En este momento la representación psíquica de la pulsión, no tiene acceso a la consciencia. Esas representaciones primitivas, fundantes de lo que después será la estructura psíquica del sujeto, por ejemplo la escena primaria, todo el desarrollo de la trama edípica, del ingreso del cachorro en el orden social, de todo lo que es el proceso de socialización, todo lo que debe reprimir y caer bajo lo que se conoce como la amnesia infantil, constituyen las protofantasías.

El masoquismo tanto para Freud como para Lacan es primordial y se sitúa del lado de la insistencia de la cadena significante y del lado del fantasma y su articulación con la constitución del sujeto.

Así como para Freud hay fantasías primordiales, para Lacan hay un fantasma fundamental del que se impregna toda la vida del sujeto, la Interpretación la relacionamos así con el síntoma y la construcción, quedaría ligada a ese fondo, esa estática del fantasma.

Nuestra clínica se hace bajo transferencia y no puede carecer de ética.

Es el fantasma el que nos conduce a la dimensión ética del psicoanálisis. Con el fantasma, se trata más bien y sobre todo, de ir a ver lo que está por detrás. Cosa difícil porque por detrás no hay nada. Es un nada que puede asumir diferentes rostros y en la travesía del fantasma, se trata de ir a dar una vuelta por el lado de esas nadas.

Aquí está en juego el «deseo del analista» (porque nada lo obliga a uno a eso). El analista se puede limitar perfectamente a su deseo terapéutico, alguien conforme a la definición dada por Lacan del Amo; el que quiere que la cosa funcione, que la cosa ande.

Pero el hecho de que la cosa ande, es contrario al fantasma y en este sentido el deseo terapéutico lo es también.

Lo propio del análisis, es cierto más allá de la clínica y que es el sentido que se puede dar a la fórmula: «no hay clínica sin ética».
La cuestión ética para el analista, está en decidir que justo cuando el análisis se puede dar por terminado, puede empezar y no ha concluido.

Aquí es donde la responsabilidad del analista es pesada, porque ir más allá del punto de bienestar, es estar en ruptura con todos los ideales comunes de nuestra sociedad universal. Porque la ética propia del análisis, supone adoptar valores inaceptables por parte de cualquier poder constituido. El análisis se presenta respecto de las normas sociales, con un cierto carácter «asocial», este aspecto asocial, corresponde a un lazo social de otro tipo: el discurso analítico.

Lacan borró así lo «asocial» del análisis, ubicándolo como un otro lazo social, es una apuesta, habrá que demostrarlo.
«Pegan a un niño» es un texto, que es un paradigma analítico del fantasma.

El fantasma, tiene una función de consolación que ya fue observada por Freud, pues introdujo al fantasma en psicoanálisis como una producción imaginaria que el sujeto tiene a su disposición para ciertas ocasiones más o menos frecuentes, Freud lo llamó «sueño diurno», y bajo esa forma irrumpió el fantasma en el discurso analítico.

Freud designa con el nombre de sueño diurno una escenificación imaginaria, en estado de vigilia, subrayando así la existencia que existe entre este devaneo y el sueño. Los sueños diurnos, poseen en común con los sueños nocturnos algunas características esenciales: «al igual que los sueños, son realizaciones de deseo, se basan en gran parte en las impresiones que dejaron los acontecimientos infantiles y al igual que los sueños disfrutan de una cierta indulgencia de la censura para con sus creaciones».

Lucía Cristina Serrano. Psicoanalista
Buenos Aires: 37180 13

NOVEDADES 
EDITORIAL 
GRUPO CERO


 

 

 

 

 

AUTOR:
Amelia Díez Cuesta
88 páginas.
pts. 2.000; 16 US.

LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA

2.º EDICIÓN

Un libro que nos enseña a salir del laberinto donde vivimos encerrados y que nos muestra que el monstruo, el Minotauro, al que tanto tememos, habita en nosotros. «Aquel de quién huyes habita en tí». «Sólo se tiene miedo del propio cuerpo».

El laberinto es el tiempo del reloj, son las paredes de los prejuicios, tiene forma o no forma, en tanto el desierto ed el nombre del laberinto. La máxima libertad que nos propone el desierto, la ausencia de relaciones, también es laberíntico.

Aprender a vivir en el laberinto del lenguaje, donde la ausencia de paredes está hecha de palabras y en el laberinto hecho con otros, donde las paredes sean otros semejantes, es posible gracias al pensamiento que Freud pone a nuestra disposición desde hace más de un siglo.

Ni buscar el paraíso perdido, ni persistir en la angustia, se trata de aprender a vivir de nuevo en la realidad.

Con este libro podemos viajar por las cuestiones fundamentales de la realidad humana: ¿qué es ser un padre?, ¿qué es ser mortal?, ¿qué es una mujer?, ¿qué es ser sexuado?

Un libro que tiene que ver con el deseo del paciente, es decir, con el tratamiento psicoanalítico y con el deseo del psicoanalista, es decir, con producir un deseo de transmisión.


FREUD Y LACAN 
-HABLADOS- 1

 

AUTOR:
Miguel Oscar Menassa
PTS. 2.000; 16 US.

 

Un libro que nos permite introducirnos en unos de los pensamientos más importantes del siglo XX.

Freud porque es el nombre de la obra que nos permite pensar la dimensión inconsciente como lo que nunca puede faltar en un acto psíquico, en tanto sabemos que hay actos que no participa la conciencia, es decir, que acontecen ajenos al sujeto. Sin embargo, el inconsciente incide sobre todo acto humano.

Lacan porque perteneciendo a la historia del psicoanálisis renueva la lectura de la obra freudiana volviendo al original: los monumentos que son los textos de Freud. Autor que nos permite pensar la transmisión del psicoanálisis.

Y «hablados» porque este libro es la puesta en acto de la transmisión del psicoanálisis.

Más de 450 páginas nos permite navegar por lo más complejo de forma sencilla.


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NO ES LO QUE PARECE

«Estaba sentada en la cama, desnuda, junto a R. Nos habíamos casado y él se sentía muy orgulloso cuando H., presente en la habitación, le miraba gravemente.»

Al despertar, el sueño aparecía claro y nítido, no podía apartarlo de su cabeza mientras la sobrecogía una inquietante sensación. Ella era feliz, amaba a su marido y nunca fantaseó serle infiel. Ese sueño absurdo pero tan real, tan sexual, ella convertida en objeto del deseo de dos hombres desconocidos... no podía entenderlo, no podía olvidarlo.

Sabemos, desde 1900 en que Freud publica «La Interpretación de los Sueños» que el sueño constituye una forma de expresión del deseo inconsciente. El sistema consciente se opone a dicha manifestación, que considera una amenaza. En ese punto actúa la censura, obligando al deseo inconsciente a transformarse y disfrazarse para poder atravesarla sin ser reconocido. Llamamos a este proceso «deformación onírica».

El deseo no tiene objeto, por lo tanto no tiene ética. Se vale de cualquier sentimiento para expresarse. Es decir, no sólo utiliza la censura, sino que es capaz de modificar, una vez que se ha efectuado el trabajo de deformación, o de agregar algo al sueño que ya no corresponde a la realización del deseo, sino de su censura, siempre al servicio de la realización del deseo.

De todos los factores que intervienen en la deformación onírica, hay dos mecanismos, inconscientes, que son los encargados de (utilizando una metáfora cinematográfica) los efectos especiales: la condensación y el desplazamiento.

Así, los afectos del soñante son desplazados, atribuidos a cualquier personaje del sueño, incluso convertidos en su, contrario. Rostros y cuerpos aparecen modificados, con algo de más o algo de menos, mezclados como si de un puzzle se tratara, rasgos y gestos de varias personas, combinaciones imposibles.

El resultado final es una película incomprensible, absurda para la conciencia. La censura ha sido burlada por un concienzudo trabajo en que el maquillaje, llevado hasta sus últimas consecuencias, hace irreconocible el deseo inconsciente.

Sabemos que el deseo sólo existe después de haber sido interpretado, es decir, sólo en tratamiento psicoanalítico puede el sujeto conocer sus deseos, construir una vida.

Carmen Salamanca Gallego. Coordinadora de Talleres de Escritura
Madrid: 91542 33 49

EL ESCOLLO
DEL GOCE

En la medida en que el uno supuesto del pacto sexual, es dejado intacto allí, donde la partición en Hombre o Mujer no se establece, el sujeto llamado perverso, viene a encontrar el nivel de ese irreductible que es el objeto «a» original, su goce. Es otra la partición que le interesa al perverso: esa del cuerpo y del goce. No habría acto sexual, no más que cualquier otro acto si no es en la referencia significante que lo constituye como acto. Dos entidades (Macho y Hembra) se introducen bajo la forma de una función del sujeto. Esa función del sujeto tiene por efecto la disyunción del cuerpo y del goce y la intervención significante está allí para intentar resolver lo que esa disyunción entraña.

En el acto sexual hay para cada uno de los partenaires un goce que queda en suspenso:


aquel del otro y no es que cada cuerpo es la metáfora del goce del otro, sino que eso queda suspendido y sólo podemos ver ese desplazamiento que pone un goce en la dependencia del cuerpo del otro, mediante lo cual el goce de ese otro queda a la deriva.

El goce funciona como lo que limita el Principio de Placer, y en el campo del acto sexual funciona como el escollo o el exceso en relación al límite a que está sometido como a su ley.

El objeto «a» es en el campo del Otro que tiene que hacer el requerimiento para reencontrar el trazo, dado que es allí donde se perfila el sujeto, y en ese resto que surge en el momento en que aparece el sujeto, en el objeto «a» es donde se refugia el goce que no ha caído bajo el Principio de Placer. Es allí justamente donde reside el goce, en ese fuera-del-cuerpo donde debe situarse el Dassein y no solamente del perverso sino de todo sujeto. Esa posición del sujeto, en lo que tiene de estructural es la que permite entender el goce en sádicos y masoquistas. No se trata de plantear cuestiones con el dolor, pues es con el sujeto que juega el sádico y si el sádico juega con el sujeto es en el sentido de que está «sujeto al pensamiento» o «sujeto al vértigo», pasando a «ser el resto» cuando se trata del goce.

Esa subversión el sádico la juega al nivel del Otro regulando las relaciones entre «cuerpo y alma», pretendiendo así poder gozar del cuerpo del Otro. Si desplazamos la cuestión hacia el acto sexual, se ve que el sádico no sabe que es a esa cuestión que está adherido, no sabe lo que hace él mismo como sujeto, por lo que el sádico no sabe qué es exactamente esa parte del cuerpo que reside su Dassein. Esta reclasificación recíproca del sujeto y del goce, tiene lugar en forma de una absolutización del goce del Otro.

Hay un carácter bufonesco, abortado, en las empresas sádicas. Es en la práctica masoquista que les es dada la verdad, pues el masoquista para obtener goce en el único lugar que es manifiestamente asible, el objeto «a», se libra deliberadamente a una identificación con ese objeto como rechazado.

El masoquista es menos que nada, está destituido por contrato de los privilegios de su función de sujeto. Esta identificación imposible con lo que se considera el extremo del desecho, está ligada a la captación por el goce.

Si se afirma que ese goce es imaginario o fantasioso, es para no ver que se trata de un goce desprendido del cuerpo femenino, en tanto que proyección del Uno absoluto de la unión sexual, sobre ese Otro quizá encarnado en una mujer a la cual se trata de sustraer ese otro goce tan absoluto como enigmático, ese goce mítico que se encarna en la culpa en que dos partenaires alternan; aquello representa la estructura de ese Otro en tanto no es más que el doblez de este Uno, todavía no repartido en la división sexual. Es manifiesto que el masoquista se sitúa y no puede otra cosa, en relación al acto sexual definiendo por su ubicación el lugar donde se refugia el goce.

Forma parte del goce del perverso demostrar que allí solamente está el lugar del goce.

El sadismo no debe ser visto como un retorno del masoquismo; ambos operan de la misma forma; el sádico más ingenuamente interviniendo en el campo del otro semejante en tanto sujeto al goce, en cambio al masoquista le basta con que el otro se preste al juego. Sabe el goce que ha de obtener, aunque el sádico se encuentre esclavizado por esta necesidad de restablecer bajo el yugo del goce lo que enfoca siendo sujeto, no se da cuenta que en ese juego él es el incauto, haciéndose servir de algo que está fuera de él.

María Chévez. Psicoanalista
Madrid: 9154175 13


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LA INTERPRETACIÓN DE
LOS SUEÑOS EN CLÍNICA
PSICOANALÍTICA

«¿Por qué no preguntarle al durmiente mismo lo que su sueño significa? Porque el sujeto nos dice siempre que no sabe nada de lo que preguntamos y no puede tampoco recusar nuestra interpretación, porque no tenemos ninguna que proponerle. Mas, yo os aseguro -dice Freud en 1911- que es posible que el durmiente sepa a pesar de todo, lo que significa su sueño, pero no sabiendo que lo sabe, cree ignorarlo». El escrito que abordo (El empleo de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis) se articula en tomo a una pregunta: ¿Cuál es el uso que debe hacerse del arte onirocrítico en el tratamiento de enfermos?

Dicho escrito está justificado en la necesidad de alertar al practicante inexperto, quien pudiera querer precipitarse al análisis y a quien el autor intenta evitarle ciertas confusiones. No se trata de que cada paciente tenga siempre para darnos un sueño ejemplar: no podemos ir buscando nuestra Irma por todos los divanes.

A poco de comenzar a trabajar la pregunta articuladora, nos advierte Freud que tras analizar los distintos modos en que se interpreta el sueño de un analizante, no habremos de elegir uno y sólo uno como el bueno y verdadero. Con soltura encara las reglas técnicas, siendo para él, instrumentos en el sentido en que se dice una herramienta hecha a medida. Siempre se trata de un caso en su singularidad y en ello radica el valor de los casos clínicos publicados.

Leemos en el texto: «Al pasar de la interpretación de los sueños al tratamiento psicoanalítico, conserva el principiante su interés hacia el contenido de los sueños y querrá, por tanto, interpretar lo más acabadamente posible, todos aquellos que el enfermo le comunique. Pero no tardará en advertir que se encuentra ahora en circunstancias totalmente distintas y que, al intentar llevar a cabo sus propósitos de interpretación, contraría el curso deseable de la labor terapéutica... En algunos casos es tan rica la producción onírica y tan lento el progreso del enfermo en la comprensión de sus sueños, que el analítico no puede menos de pensar que semejante abundancia de material no es sino una manifestación de la resistencia, la cual utiliza para sus fines el descubrimiento de que la cura no puede abarcar la materia así suministrada. Pero, entre tanto, la cura queda muy detrás del presente y pierde su contacto con la actualidad.

A esta técnica se opone la experiencia de que, para el desarrollo del tratamiento, es importantísimo conocer en todo momento la superficie psíquica del enfermo y hallarse orientado sobre los complejos y las resistencias que van siendo activados en él y sobre la reacción consciente que determinará su conducta. Este fin terapéutico no debe ser pospuesto casi nunca al interés que inspire la interpretación de los sueños».

¿Cómo utilizar entonces la interpretación onírica en el tratamiento psicoanalítico? Lo hemos de hacer tal como se nos presente en la sesión, en la superficie. Cuando aparecen nuevos sueños, normalmente ocurre que es el mismo tema con otros escenarios y que a estos últimos debemos dedicarnos, puesto que ningún trozo del discurso manifiesto debe atraer más que otra cosa la atención del analista, aunque se trate de un sueño, la vía regia de acceso al inconsciente. Es interesante la puntuación que hace a continuación con respecto a los sueños de neuróticos graves, sueños que pueden traemos al comienzo del tratamiento y de los que no cabe esperar una interpretación exhaustiva, pues interviene en su formación todo el material patógeno, material ignorado aún no sólo por el paciente sino también por su analista, equivaliendo a una traducción del contenido total de la neurosis al lenguaje onírico. Así, más vale anotar el sueño y su análisis se completará en el transcurso del tratamiento de la neurosis que aqueja al soñante. Hace Freud un paréntesis comparando estos sueños con un síntoma aislado: si bien nos llevará todo el tratamiento a lo mejor interpretarlo para que se desanude, en el transcurso irán produciéndose interpretaciones parciales.

Algunos ejemplos de sueños interpretados nos enseñan que varias escenas sucesivas del mismo sueño pueden tener el mismo contenido, que va imponiéndose en ellas cada vez con mayor claridad. Lo mismo puede decirse de los varios sueños sucesivos en una noche: cada uno intenta representar el mismo contenido en forma distinta, cambia el disfraz, cambia el escenario para ver si burla la censura puesto que todo impulso optativo que hoy crea un sueño, retornará en otros mientras no consiga ser comprendido y sustraído al dominio de lo inconsciente y así, el mejor camino para completar la interpretación de un sueño, consistirá muchas veces en dejarlo a un lado y dedicarse a otro nuevo, que habrá acogido el mismo material en forma quizá más asequible.

Freud es claro al insistir en que hay que prescindir de opciones que alteren sólo por alterar los principios fundamentales: «Puedo asegurar que nunca tenemos que arrepentirnos de habernos decidido a confiar en nuestras propias afirmaciones teóricas y habernos forzado a no disputar a lo inconsciente la disposición de las líneas relacionadoras». No disputar al inconsciente las líneas relacionadoras, no se trata de completar las lagunas del hablante como si hablásemos con un tartamudo al que creemos ayudar por rellenarle la frase. Mejor es seguir las líneas discursivas que se vayan produciendo y no 

desviarse queriendo completar un capítulo antes de pasar al siguiente porque interpretar psicoanalíticamente no es correr más que el inconsciente para taponar un supuesto estrago.

Bibiana Degli Esposti. Psicoanalista
Madrid: 91547 51 31

PENSAR LA VIDA ERÓTICA...

Si te vas la puerta se abre hacia el día.
Si te vas la puerta se abre hacia mí mismo.

Paul Eluard

¿A quién se ama cuando se ama?
« ... me parece asombroso que los hombres puedan realizar fragmentos tan importantes y significativos de su vida amorosa sin notar gran cosa de ella, a veces, hasta sin tener la menor sospecha, o que, cuando la cosa llega a su conciencia, se equivoquen tan radicalmente sobre el juicio que aquella les inspira.» (S.
Freud, 1920).

En 1908 escribe un trabajo que nos resultará fundamental para pensar tanto la vida erótica como las disfunciones sexuales, «Aportaciones a la psicología de la vida erótica».

La vida erótica es un tema primordial del psiquismo del hombre, escenario en el cual desplegará su manera de amar, sus búsquedas, las condiciones que participan en la elección de objeto, etc. Es por esto que nos preguntaremos cómo son las tramas de lo amoroso, ya que no hay quien pueda decir que la vida erótica no le concierna o no le afecte.

El amor está manchado de deseo, y deseo, es siempre infantil, sexual, inconsciente y reprimido... entonces: ¿a quién en amo, cuando amo?

En 1910 hace un agregado a pie de página dentro de los Tres ensayos y dice que «La máxima diferencia entre la vida erótica del mundo antiguo y la nuestra, está quizá en que para los antiguos lo importante era el instinto mismo y no el objeto, como lo es para nosotros; clasificaban al instinto y creían que ennoblecían al objeto por más deleznable que fuese; en cambio, nosotros despreciamos la actividad sexual en él y la disculpamos por los méritos del objeto».

Desde el psicoanálisis no podemos pensar la sexualidad sin tomar en cuenta, lo que sería el fenómeno central de la primera infancia que es el complejo de Edipo; complejo que con el desarrollo se reprimirá. Freud dice que el Edipo sucumbe por las dolorosas desilusiones que tiene el niño en este período, ya que está fundado en un desencuentro inicial, porque si bien ama y odia a ambos padres, de manera ambivalente, también los desea y allí se topa con una absoluta imposibilidad.

Freud: «Es solamente en la plenitud de los estados amorosos que la mayor parte de la libido se encuentra transferida al objeto y que éste último toma, en cierta medida en lugar del yo».

Como el niño nace al borde de la muerte, necesita de un otro que desee por él, su vida.

Alguien que por amor lo salve de su precariedad, de su nacer en pleno riesgo de morir. Así, la relación de amor que el bebé entabla con la madre es de tal magnitud, que ella es todo para él, o bien, él es todo para ella, o ella es él, no distingue su cuerpo del cuerpo de ella. En esta «célula narcisística», él necesita todo de la madre y para él, su madre lo puede todo. Esta primera relación sólo se establece con una relación «única», «sólo deseo a ella, la única». Si bien esta frase podría entenderse con claridad, en un niño muy pequeño en relación con su madre, parece ser también la frase ideal de un enamorado, «sólo tengo ojos para ella».

«Cuando amo soy exclusivo» dice Freud, y podríamos agregar, «cuando soy pequeño, sólo me puedo ver exclusivo». Ej., un niño, este fantasma de unidad, sólo se parte con la aparición del tercero, una verdadera partición, porque el niño ya no se relaciona con una sola persona, ahora comienza precariamente a relacionarse con dos, es decir, a jugar al tres, a la apertura del mundo.

En ese momento se vé obligado a precipitar inconsciente la intensa relación de arnor-odio hacia sus padres. Y olvidará esos primeros momentos de amor y deseo erótico, odio y deseo de matar, convirtiéndolos en ternura, competencia, rivalidad, etc. Así el deseo sexual por sus padres permanece inconsciente. «Desde el psicoanálisis podemos afirmar que la elección de objeto es originariamente independiente del sexo del mismo, y puede recaer tanto en objetos femeninos como masculinos, de la misma manera que se presenta en la infancia»... «La diferencia entre los normales y los enfermos mentales es con respecto a la intensidad o a la exclusividad del objeto de la satisfacción».

Eso, inconsciente, actúa en el hombre generando determinadas condiciones de amor, que van más allá de su neurosis; una generalidad, con las variaciones en la cantidad del efecto que producen. De los celos deseantes a los «celos enfermizos». De la locura de amor al «amor loco». De la tristeza por una separación a la franca melancolía...
Frente a la muerte de Isolda, Tristán dice: «En la vorágine bendita del éter infinito, en su alma sublime, inmensa inmensidad, me sumerjo y me abismo, sin conciencia, ¡oh voluptuosidad! ... ».

Marcela Villavella. Psicoanalista
Buenos Aires: 795 54 02


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PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

LAS LESIONES DE LOS DEPORTISTAS DE ALTA COMPETICIÓN SON IMAGINARIAS Y SE PUEDEN PREVENIR
II

Los datos del Departamento de Clínica de nuestra Institución en su investigación epidemiológica y estadística señalan no sólo la mejor evolución en los tratamientos señalados, sino que además entrenar y competir con un cuerpo dotado de lenguaje mejora sustancialmente sus marcas y registros personales.

Las exigencias actuales de mejorar constantemente los registros en los encuentros deportivos y ganar «cueste lo que cueste» le están pasando factura al practicante.

Psicoanalizarse no da positivo en el Doping.

Por todo ello una fractura, nunca es sólo una fractura, ni una contractura es sólo una contractura, algo ha ocurrido, algo se ha expresado, algo que no podía seguir silenciado, habló. Y esto es visible si se piensa los diferentes grados de mejoría en las rehabilitaciones postraumáticas y en los «raros» mecanismos lesionales que a veces ocasionan ante sucesos nimios graves lesiones corporales.

Estas afecciones que consideramos Psicosomáticas se dan en pacientes que presentan una dificultad para transformar los hechos podíamos decir materiales en hechos psíquicos, presentan un cuerpo que más que habitar el lenguaje desde donde responder con la función de la palabra, poseen un cuerpo que responde con descargas desde el sistema neurovegetativo, de modo que el paciente Psicosomático no expresa su rabia sino que se transforma en un hipertenso o no se doblega al crecimiento, aceptando los límites, sino que se rompe, se fractura.

Hay deportistas que en el terreno de juego son «geniales», sin embargo fuera de la cancha presentan dificultades de relación, manías obsesivas, miedos y rarezas que no corresponden con lo que de ellos se espera. Se trata de sujetos afectados en su cuerpo pulsional por no estar incluidos en el campo del deseo, de forma tal que lo que tenía que resolverse psíquicamente se resuelve traumáticamente, en una Omnipotencia que reside en el propio cuerpo del sujeto como una forma de rechazar las diferencias sexuales, es decir la existencia del Otro sexo.

El cuerpo presenta unas posibilidades de placer y de sufrimiento que están vinculadas con una historia particular, con los fantasmas singulares de cada sujeto. El dolor es el único límite del cuerpo humano.

Las relaciones de objeto, la imagen y la palabra juegan en las lesiones un papel que debe ser analizado a la hora de pensar el mecanismo lesional, de forma tal que si existiese una falla en los mecanismos de identificación, surgiría una alteración en la relación con el objeto no ilusionado que tiene en frente y le completa, siendo entonces el objeto siempre un objeto real al que no puede investir con su libido, capturando solo su propio cuerpo incompleto, despedazado, provocándose un aumento de tensión que se resuelve en una escena autoerótica de lesión o enfermedad. Si en un encuentro de contacto corporal con otro deportista, a éste le considero semejante como igual pero no separado de él como diferente, de esta ausencia de intersubjetividad, puede surgir un choque sobre un cuerpo insuficiente que recibirá el impacto.

El Psicoanálisis no ve en la conciencia la esencia de lo psíquico, sino tan sólo una cualidad del mismo; ser conscientes es un término puramente descriptivo que se basa en la percepción más inmediata y segura, la conciencia es un estado eminentemente transitorio y los órganos de la percepción son engañosos.

El ser humano en el principio de la vida se haya totalmente sometido al principio del placer, principio que funciona de tal manera que sólo provoca movilidad con el aumento de tensión, en estado de saciedad, hay quietud, no hay acción ni movimiento, no necesita hablar; ocurre que el principio de realidad viene a puntuarle (a darle funcionalidad económica a la tópica y dinámica que tiene en el aparato psíquico) con lo que evita que el principio de placer alucine, transformando la realidad en placentera ante cualquier modificación de la tensión.

La presencia de ojos y orejas no nos asegura ver y escuchar, el máximo cuidado del cuerpo a modo de coraza muscular no nos asegura que de ese cuerpo surjan palabras.

Algún día todos los deportistas y entrenadores contarán en su plantilla con un Psicoanalista, el problema actual es que de momento el número de Psicoanalistas para atender estos casos es reducido, por ello nuestra Escuela de Psicoanálisis cuida de manera exquisita la formación de los profesionales, de todo tipo de profesionales.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

 

EL DIAGNÓSTICO
EN MEDICINA

PSICOANÁLISIS

Todo médico sabe que en medicina lo más importante es el proceso diagnóstico, y aunque parezca obvio, éste siempre antecede en el tiempo al tratamiento. A esta afirmación de orden general se pueden oponer algunas situaciones particulares en las que el tratamiento precedería al diagnóstico, como son aquellas en las que por estar comprometida la vida del paciente se debe instaurar un tratamiento sintomático sin tener la seguridad de un diagnóstico, o aquellas en las que se establece un diagnóstico ex-juvantivus, es decir que ante una sospecha clínica, se inicia un tratamiento, y si éste es eficaz la respuesta positiva al mismo forma parte de los criterios diagnósticos, aquí podríamos decir que el proceso diagnóstico y el tratamiento son prácticamente simultáneos, no obstante en ambas situaciones es necesaria una actuación dirigida desde una sospecha diagnóstica, con lo cual podemos retomar la aseveración de partida.

En medicina, teoría, método y técnica se suceden, por eso que el diagnóstico se debe establecer previamente al pronóstico y tratamiento, son tres momentos distintos y además varían dependiendo del tipo de enfermedad.

En psicoanálisis no se trata de diagnosticar, en tanto el anudamiento de teoría, método y técnica (Teoría del Inconsciente, método de interpretación-construcción y técnica de asociación libre y transferencia), permite que diagnóstico y tratamiento sean una misma cosa, y por eso decimos que el diagnóstico es a posteriori, en tanto tratar es diagnosticar. El: «Tú eres eso», que se presenta al paciente no lo trae él, no estaba al inicio del análisis, es una construcción. Y esto es posible en parte por las diferentes concepciones de tiempo, la concepción del tiempo que se maneja en medicina, es una concepción aristotélica, donde el tiempo viene del pasado, pasa por el presente y va hacia el futuro, con esta concepción de tiempo es imposible modificar el pasado, lo que pasó, pasó. Sin embargo, el tiempo que rige un análisis es el futuro anterior, los hechos no son sino después de ser interpretados, no hay inconsciente fuera del análisis. Padezca las enfermedad que padezca el paciente, al psicoanálisis sólo le interesa analizar, es decir producir un sujeto. Y ese sujeto será el que se haga cargo del por qué de sus síntomas. En análisis se termina de constituir el sujeto para el cual no son necesarios los síntomas, pues si la metáfora paterna funciona en él, si hay padre simbólico no es necesario que la fobia ocupe ese lugar. El paciente habla con sus síntomas, dice algo, se trata de darle la palabra para que no tenga que servirse del síntoma para hablar. Digamos que es el sujeto biológico el que necesita de los síntomas, el sujeto que constituye la mirada médica.

Cuando Freud nos dice que tratemos a todos los pacientes como histéricos, quiere decir que apliquemos a todos la misma teoría, método y técnica. Que el tratamiento sea el mismo para todos los pacientes independientemente del diagnóstico final, aunque el camino que recorra cada uno sea exclusivo.

Hay un sujeto que sólo se constituye en una experiencia analítica, un sujeto del deseo inconsciente que sólo acontece cuando el sujeto habla sin saber, cuando acepta que hay un saber que no es conocimiento, cuando se constituye como un sujeto hablante, deseante, un sujeto del lenguaje.

Alejandra Menassa. Médico
Madrid: 91 542 33 49


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PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS

POSICIÓN DEL INCONSCIENTE

AUTORES:
Miguel Oscar Menassa Amelia Díez Cuesta
700 PTS.; 7 US.

 

«Posición del Inconsciente», segundo título de la colección Psicoanálisis para todos, de la Editorial Grupo Cero, viene a ratificar aquello que nos caracteriza: hacemos sujetos de la lectura mediante la repetición del acto de leer, que no es otra cosa que un trabajo abierto y constante.

También es segundo el encuentro mensual del Seminario Jacques Lacan de los Sábados, de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero Madrid, donde cada vez se instituye un comienzo.

y como el Psicoanálisis no es una Psicología, Posición del Inconsciente, rescata la posición del inconsciente de la experiencia freudiana desligándolo de las definiciones que funcionaron antes de Freud, en tiempos de Freud y después de Freud, fundamentalmente aquellas que llevaron al mayor número de desvíos, las que confundían inconsciente con preconsciente, y las que nombraban lo pulsional como instintual. Porque sabemos que el instinto es un conocimiento que no comporta saber y la pulsión es un saber que no comporta conocimiento.

El Psicoanálisis es la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto, donde las dos operaciones lógicas de causación del sujeto: alienación y separación, permiten que el sujeto sólo consiga la libertad de la alienación a los significantes, cuando se produce como sujeto del deseo inconsciente. Donde «el inconsciente es el discurso del Otro» cuando «el deseo del sujeto es el deseo del Otro».

La transmisión del psicoanálisis tendrá que ver con la alienación a los significantes del psicoanálisis y con la separación que produce al sujeto del psicoanálisis. Por eso la importancia de marcar la diferencia entre la alienación a los significantes y la alienación a una persona.

Poesía y Psicoanálisis es un nuevo campo dentro del campo del Psicoanálisis y es un nuevo campo dentro del campo de la Poesía, donde el que repite lo hecho jamás lo consigue, puesto que la alienación no se realiza sin la separación.

Sabemos que no hay sujeto más allá del lenguaje, como no hay psicoanalista más allá del psicoanálisis.

Concebir el sujeto como efecto del lenguaje, escuchar la palabra más allá del sujeto es concebir que el psicoanalista forma parte del concepto de inconsciente, puesto que constituye aquello a lo que éste se dirige. Eso se muestra en este texto.

Una vez más, ponemos al alcance de quienes deseen hacer el trabajo necesario para alcanzarlo, una nueva producción, una nueva lectura.

Miguel Oscar Menassa
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NOVEDADES EDITORIAL GRUPO CERO


PSICOANÁLISIS
DE LA ANGUSTIA

AUTOR:
Emilio Aniceto González 
86 págs.
PTAS. 2000. 16 US.


Todo aquél. que se aproxima a la pregunta ¿qué es la angustia? , obtiene del texto la novedad de tratarse de un tema «que no se deja hablar de frente, cara a cara». En este abordaje lateral, la angustia puede ser señal en el Yo, pero para otro, para el sujeto. Señal que el deseo está pendiente, señal que lo propio del sujeto está en juego.

El deseo permanecería en callejones sin salida si no existiera la apertura de la angustia.

Un sujeto angustiado -dirá Emilio González- no es un ser emocionado, sino todo lo contrarío.

En los procesos de angustia están abolidas las formas pronominales: el yo, el nosotros. Está abolida la posibilidad del pensamiento reflexivo, por eso un sujeto angustiado no dice: «estoy solo», sino: «¡qué soledad!», y eso porque las formas pronominales ya son una representación. Al que dice «tengo angustia» ya le pasa otra cosa. El sujeto angustiado parece, sólo parece, un pelma, un cuerpo sin músculos, desafectivizado, pero tiene una máquina real funcionando a pleno. Sus manifestaciones dejan caer al final, como un resto, el... «no sé». «no sé».

Este <<no sé>> imposible de cubrir, con conocimiento,  hace referencia a un saber del sujeto cuando deja de asentir a lo que dicen los otros y pronuncia sus propias palabras. En la dimensión clínica, todo trabajo del analista, del terapeuta, consiste en insertar en alguna representación a un sujeto singularizado que la rechaza constantemente con la mudez, con el «no sé».

Nos acerca el autor de PSICOANÁLISIS DE LA ANGUSTIA guías para una lectura sobre el tema, revisa la bibliografía existente: Freud, Lacan, Kierkegaard, Sartre, Hegel, despejando magistralmente la angustia de lo que no lo es.

 

RECOMENDAMOS

MEDICINA
PSICOSOMÁTICA
Varios Autores
2000 PTS.
16 US.


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

FREUD

TOTEM Y TABÚ

1912

Si aceptamos la evolución antes descrita de las concepciones humanas del mundo, según la cual la fase animista fue sustituida por la religiosa, y ésta, a su vez, por la científica, nos será también fácil seguir la evolución de la «omnipotencia de las ideas» a través de estas fases. En la fase animista se atribuye el hombre a sí mismo la omnipotencia: en la religiosa, la cede a los dioses, sin renunciar de todos modos seriamente a ella, pues se reserva el poder de influir sobre los dioses, de manera a hacerlos actuar conforme a sus deseos. En la concepción científica del mundo no existe ya lugar para la omnipotencia del hombre, el cual ha reconocido su pequeñez y se ha resignado a la muerte y sometido a todas las demás necesidades naturales.

En nuestra confianza en el poder de la inteligencia humana, que cuenta ya con las leyes de la realidad, hallamos todavía huellas de la antigua fe en la omnipotencia.

El hombre permanece hasta cierto punto narcisista, aun después de haber hallado para su libido objetos exteriores; pero los revestimientos de objeto que lleva a cabo son como emanaciones de la libido que reviste su yo y pueden volver a él en todo momento.

El estado conocido con el nombre de enamoramiento, tan interesante desde el punto de vista psicológico, y que constituye como el prototipo normal de la psicosis, corresponde al grado más elevado de tales emanaciones con relación al nivel del amor a sí mismo.

Nada parece más natural que enlazar al narcisismo, como su característica esencial, el alto valor -exagerado desde nuestro punto de vista- que el primitivo y el neurótico atribuyen a los actos psíquicos.

HAY OTROS SUEÑOS QUE LOS QUE SOÑAMOS, HAY OTRAS QUE LAS QUE PADECEMOS

LACAN

LAS PSICOSIS

1956

No hay que retroceder ante la palabra. Si la psiquiatría desde hace un tiempo ha dado marcha atrás desconfiando de la explicación para preconizar la comprensión, es porque la vía explicativa se encontró con algunos impasses. Pero tenemos en nuestro haber el testimonio de la eficacia explicativa de la investigación analítica, y avanzamos en el dominio de las psicosis con la presunción de que también en este caso un análisis adecuado del fenómeno nos llevará a la estructura y a la economía.

No nos lanzamos a la distinción de las neurosis y las psicosis buscando simples satisfacciones de nosógrafo. Esta distinción es de sobra evidente, comparándolas una con otra aparecerán relaciones, simetrías, oposiciones que nos permitirán erigir para la psicosis una estructura aceptable.

Nuestro punto de partida es el siguiente: el inconsciente en la psicosis está ahí, presente. Los psicoanalistas lo admiten, con razón o sin ella, y nosotros admitimos con ellos que, en todo caso, es un punto de partida posible. El inconsciente está ahí, pero la cosa no funciona. En contra de lo que se pudo creer, que esté presente no implica por sí mismo resolución alguna, sino en cambio, una inercia muy especial.

Por otra parte, el psicoanálisis no consiste en hacer consciente un pensamiento, ni menos paradójicas las defensas de un ego, a fin de obtener lo que imprudentemente se llama su reforzamiento. Este rechazo de las dos vías en que se comprometió el psicoanálisis, primero en estado naciente, y luego en su estado actual, desviado, es casi obvio en cuanto abordamos las psicosis.

 

Cien mil lecturas abiertas a la posibilidad de ser, pero solo una de todas, real, verdadera

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DE NUESTROS ANTECEDENTES

HEIDEGGER

DE CAMINO AL HABLA

1959

Nos arriesgamos aquí algo extraño y quisiéramos describirlo del modo siguiente: Llevar el habla como habla al habla. Esto suena como una fórmula. Su finalidad es la de servimos de hilo conductor en el camino al habla. La fórmula emplea tres veces la palabra «habla», diciendo algo distinto en cada caso a la vez que lo Mismo. Lo Mismo es aquello que mantiene junto desde la unidad, donde reside lo propio del habla, lo que la distinción mantiene separado. Inicialmente la fórmula remite a un entramado de relaciones en el que ya nos hallamos implicados. El propósito de un camino al habla está con un modo de hablar que quisiera, precisamente, poner en libre presencia el habla para poder la representar en tanto que habla y expresar lo representado, lo que, a la vez, atestigua que el habla misma nos ha entretejido con el hablar.

Este entramado que indica la fórmula designa el ámbito predeterminado dentro del cual deben moverse no tan sólo la serie de estas conferencias, sino toda la lingüística, toda teoría del habla y toda filosofía del habla así como toda tentativa de pensar en pos del habla.

Un entramado comprime, estrecha y obstruye la visión directa a través de lo entretejido. Al mismo tiempo, sin embargo, el entramado que nombra la fórmula es la cuestión propia del habla. Por ello, no podemos alejar la mirada de este entramado que aparenta comprimirlo todo a un asunto inextricable. La fórmula debe más bien animar nuestra reflexión para que intente, no, claro está, eliminar el entramado, sino destejerlo de tal modo, que conceda la visión al libre mutuo-pertenecerse de las relaciones que la fórmula nombra. Quizás el entramado está atravesado por un lazo que, de modo siempre desconcertante, desteje y libera el habla a su ser propio.

Se trata de experimentar el lazo que desteje en el entramado del habla.

La conferencia que piensa el habla como información y que, en este proceso, debe pensar la información como habla, denomina «círculo» a esta relación que regresa hacia sí: un círculo, por cierto, inevitable pero a la vez lleno de sentido. El círculo es un caso especial del mentado entramado. El círculo tiene un sentido porque la dirección y la forma de circular las gobierna el habla misma, por un movimiento dentro del habla.

El carácter y la amplitud de este movimiento lo quisiéramos conocer por el habla misma, entrando en el entramado.

¿Cómo puede lograrse este propósito? Siguiendo sin pausa en pos de lo que indica la fórmula de nuestro camino: llevar el habla como habla al habla.

Cuanto más claramente se nos muestra el habla misma en lo que le es propio, tanto más significativo se hace, en el camino, el camino al habla para ella misma y tanto más decisivamente se transforma el sentido de la fórmula del camino. Pierde su carácter de fórmula e, inesperadamente, viene a ser una resonancia silenciosa que nos hace oír algo de lo que el habla tiene de propio.

A veces, la locura es, sencillamente, la exageración de una frase, la mayoría de las veces, normal

MENASSA

PSICOANÁLISIS Y POESÍA

1988

SALUD Y CREATIVIDAD

Y si es necesario confesarlo, lo confieso, yo, también, fui temblando a mi primera sesión de psicoanálisis pensando que nunca más besaría a nadie con pasión, que jamás escribiría un verso. Después para vengarme hube de escribir más de mil versos y hube de besar a más de mil mujeres, esa cifra bastó para sentirme vencido por la verdad. La pasión no se termina porque no existe como tal, se genera entre las personas, entre las palabras, entre los acontecimientos. Estoy recordando en estos espacios los gloriosos días de mi juventud, donde hasta hablar era una pasión, tal vez, la más poderosa pasión de mi juventud.

Hablar era más que comer, era irse enredando en situaciones, amores, traiciones, triunfos, derrotas, que jamás hubieran sido mi vida, si me hubiera faltado la palabra.

Vengo a decirme y no sé muy bien, por qué frente a ustedes, que antes de ser escritor, yo fui hablador. Y gozaba de una salud espléndida. Me psicoanalizaba todo el día, todo lo que pasaba por mis palabras fue mi vida. De tanto hablar, llegué a decir que para el hombre muchas de las cosas y situaciones que se le aparecían lejanas por sus articulaciones alienadas, eran posibles en nuevas articulaciones de lo que en esa época llamábamos ser. Y así, llevado por mis primeras palabras, comencé mis primeros amores, mis primeros escritos.

Tuve suerte, había sido generado para el goce y gocé. Gocé con mis primeras relaciones amorosas y gocé con mis primeros versos. A partir de ese momento ya nada tiene arreglo en mi vida y mi salud ya no es espléndida, porque si bien no padezco ninguna enfermedad, me acosan todas las enfermedades, desde que escribo, desde que hago el amor, mil demonios de dudas me persiguen, porque la muerte en aquel goce hubo de haber realizado su primera movida.

Aquí estoy dulce niño encantado, soy tu final y para mí la vida no había comenzado, como ustedes comprenderán eso ensombrece a cualquiera.

Os hablo, curtido por ese desgarramiento de haber abandonado el goce primitivo, la salud primitiva en brazos de mi madre, para ser escritor, para ser un amante, situaciones humanas por excelencia, que por tales, desde sus inicios están condenadas a morir.

Abandonar, os digo, para ser escritor, el dulce balanceo de sus brazos, para sumergimos en los terremotos cósmicos del lenguaje, donde la palabra más que reinar, cuestiona todo reino aún cuando nos dice que el amor no son los acontecimientos de la noche pasada sino las palabras en esta clara mañana llena de porvenir, es decir, otras palabras.

Y no vayáis a creer por los sesgos, que me estoy alejando de la cuestión, o que no quiero enfrentar la cuestión decididamente. Estoy en el propio corazón de la cuestión y como sabemos no se puede llegar a ningún corazón sin haber pedido fuerzas prestadas al acto de decidir. Pero vale decir que haber hecho el esfuerzo y haber llegado al propio corazón de las cosas, no simplifica en nada lo que tengo que deciros y más aún, complejiza el discurso y lo mancha un poco con sangre, es decir con las historias de las civilizaciones, con la política. Una de las conclusiones de mi exposición, podría ser que la poesía, en mi voz, pide un lugar en el hombre.

O bien dicho, en castellano, para que se entienda, mientras haya tantos enfermos descuidados, no habrá salud plena para nadie, mientras haya un hombre que no pueda el hombre, no habrá hombre.


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Es una novela
de Miguel Oscar Menassa

CAPÍTULO II

Era la tarde de un domingo sombrío, la soledad se hacía sentir sólida y fortalecida por los recuerdos de cuando alguna vez estuvo acompañada. Emilse dejaba arrastrar su cuerpo por la casa, dos habitaciones pequeñas, un pequeño baño y la ilusión de una cocina colgada en la pared más parecida a un cuadro que a una cocina.

No era que Emilse caminara nerviosa por la casa, se agazapaba como un felino, reptaba cantando como los cascabeles de una inmensa serpiente, pero no lloraba. Emilse era una mujer fuerte, solitaria.

A ella, en general, no le pasaba nada, sólo ese domingo, esa tarde, esa soledad pesada. En uno de los saltos desde el suelo a la cama tropezó con sus tetas y el espejo de golpe le devolvió su cara y una ráfaga de pecado iluminó su rostro, y sin dudarlo más llamó a Evaristo. Su amigo, su maestro, su poeta, qué sé yo cuántas cosas suyas era Evaristo. Intentó varias veces hasta conseguirlo.

-Sí, ¿dígame?

-¿Evaristo?

-Sí, ¿quién me necesita en esta tarde lluviosa y sombría?

-Su nena, su nena lo necesita, padre olímpico, madre gozadora, su nena que hoy no da más. La reina que reina sobre sí misma hoy necesita esclavizarse. Tu nena necesita que alguien le haga sentir, aunque por un instante, que la carne puede más que la palabra.

-Sí, querida, te entiendo -le contestó Evaristo-, el tiempo es cruel con las heridas que se niegan a cerrarse.

-¿No digas que no me puedes ver?

-Te digo que en estos tiempos nadie puede ver a nadie, pero precisamente en ese extremo donde las cosas pueden ser esto o lo otro, ahí, en esa línea de pura ficción intentaré estar contigo después del almuerzo.

-¡Oh, divino maestro, qué es el tiempo para quien tantos esfuerzos hace para sobrevivir! Después de almorzar puede ser exageradamente tarde. Ahora mismo es cuando el ojo de la razón está totalmente ciego. Ahora mismo soy esa puta vibrante que ambicionas tener entre tus brazos.

-Bueno, yo solamente lo escribí, no es que lo quiera exactamente --dijo Evaristo, sonriendo.

-¿Igual te quedarás escribiendo y no vendrás a verme?

-Nunca dejo de escribir, mi pequeño sueño de una tarde sombría y lluviosa de domingo, así que hasta luego.

La conversación tranquilizó a Emilse, que ahora dormitaba sobre su cama, cuando, según ella, el teléfono sonó con estridencia.

-Sí, ¿dígame?

-Soy Carlos, mi amor, necesito verte con urgencia, no sé lo que me pasa, la tarde, la lluvia, algo sombrío tiene este domingo.

-Perdóname, Carlos, pero hoy no estoy para nadie.

-Pero, querida, te necesito.

-Sí, te entiendo, pero yo necesito otra cosa, espero que sepas disculparme, luego nos hablamos, ¿si?

-Sí, sí, claro, luego nos hablamos.

Qué pasa esta tarde, se dijo Emilse a sí misma, que estamos todos solos y como esperando que pase algo malo. Tal vez sería mejor dormir hasta mañana y luego el trabajo, la calle, todo será distinto. Mejor le hablo a Evaristo y le digo que no venga.

Antes de llamar sonó la puerta. Era Leonor, que traía, también ella, cara de preocupación.

-¡Qué lluvia! -dijo al entrar.

Y mientras besaba con ternura los labios de Emilse, en el mismo momento, o inmediatamente después, no sé, dijo Leonor, algo sombrío atraviesa la tarde.

Mientras Emilse trataba de comunicarse con Evaristo, sonó nuevamente el timbre. Esta vez era Evaristo en persona acompañado de una bella mujer de mirada inquietante. Evaristo hizo las presentaciones de rigor.

-Josefina -dijo, señalando a la mujer que venía con él.
Y luego, mirándonos a nosotras:

-Emilse, Leonor. Se besaron con entusiasmo y se sentaron los cuatro a la mesa pequeña del salón.
Evaristo tuvo la necesidad de explicar que al salir de su casa se encontró con Josefina y por eso la había traído con él.

-A nosotras no nos molesta -dijo Leonor-, pero a lo mejor, quién sabe si tú puedes con las tres.

Y hubo una risa franca de las tres mujeres, tal vez, como un desafío para Evaristo, tal vez, como una sentencia. Él, también, sonrió y siguió liando su cigarrillo. En cualquier momento comenzaría a contar alguna historia de amor.

Ellas lo sabían, cuando él liaba un cigarro nadie se salvaba de escuchar alguna historia de amor.

-Sé, a veces, que no concuerdan mis cuentos con vuestras ideas, pero mis cuentos son cuentos antiguos que no dejarán de pasar. Hubo una vez, en América, hace 500 años, una india que fue violada por un español. Ésta, avergonzada, al encontrarse con su enamorado, dijo:

-Yo no soy digna de tu amor, me he dejado violar por el blanco, para que no me mataran. No soy digna de tu amor.

A lo cual, el indio jefe respondió:

-Eres merecedora de mi amor, porque todavía estás viva.
Y, en ese momento, llegaban de nuevo los españoles, que los mataron a los dos, mientras se abrazaban.

Evaristo dejó escapar una bocanada de humo y dejó caer una mirada cómplice sobre las tetas de Leonor.

-¿Pero el indio jefe -preguntó tímidamente Emilse- sabía que los iban a matar a los dos, o cuando la abraza piensa que van a seguir viviendo?

-Y eso ¿qué tiene que ver? -preguntó Leonor-. El indio la perdonó porque la quería, no porque iba a morir.

-El que sabía todo --dijo Evaristo- era el español. Sabía que la india se dejaría violar antes de morir, sabía que iría a contárselo a su indio, y que éste, que aún no era cristiano, la perdonaría, y en ese momento el español sabía que se irían a abrazar, y él, entonces, aprovecharía para matarlos. Esto último, también, sabía el español.

-Pero, macho -dijo Josefina-, no es para tanto, el indio también se la había follado a la india antes que lo hiciera el español. El indio sabía entonces que ella era capaz de gozar, si la apresaban era casi seguro que la violaban.

-¿Qué dices? -arremetió Leonor-, hablas como hablaba Hernán Cortés, ¿no serás española? El indio no sabía nada; mejor, estaba equivocado. Cuando abrazó a su india, abrazaba por primera y última vez en su vida el cuerpo de una mujer que había cohabitado con un dios blanco, que como se sabe son los mejores dioses. Esa codicia sexual lo distrajo, y en esa distracción, intentando un acercamiento a Dios, encuentra su muerte y deja su tierra en manos de los españoles, es decir, condena a su prole a vivir, en sus propias tierras, en esclavitud.

-A mí -dijo Josefina- me parece que se exceden en sus conclusiones, los indios también tenían entre ellos clases inferiores y practicaban sacrificios humanos.

-Bueno --dijo Emilse-, pero eso de los sacrificios humanos no es para hablar mal de los indios. En pleno Madrid, cuando uno camina por la calle se da cuenta que los Estados modernos sacrifican a muchos ciudadanos en beneficio de otros. Alguien muere para que alguien viva.

No se puede culpar por eso al indio.

CAPÍTULO III

Rosi Provert era médica psiquiatra en uno de los grandes hospitales urbanos en el pleno centro, por decir de alguna manera, de Madrid. Tenía una rara concepción de la vida y, por lo tanto, de la enfermedad mental y su posible 

curación o su probable tratamiento. Había estudiado medicina con ahínco y tesón. Hizo la carrera de medicina y la residencia de psiquiatría, todo en ocho años, sin conocer el porro, ni el sexo, ni la cerveza, ni el cupón de ciegos.

Yo la conocí en un congreso sobre psicoterapia, cuando ella cursaba segundo año de la residencia de psiquiatría y tenía a su cargo el tratamiento de 34 pacientes y sus familias, ganaba 80.000 pelas, no tenía novio y el dinero no le alcanzaba sino para pagar el alquiler del piso en el barrio de Vallecas, vestirse dignamente y comprarse algunos libros en inglés que hablaban de los últimos tratamientos más modernos en la contención amorosa de los pacientes psicóticos y sus familiares, que en general no venían del todo sanos, sino que a veces el paciente era en realidad el más sano de la familia.

Cuando uno de los ponentes comentó la formalidad psicoanalítica para el tratamiento de la familia del paciente psicótico, Rosi Provert pidió el micrófono y, llorando a los gritos, dijo que no daba más, que todos nosotros (por los ponentes) muchas palabras, muchas palabras, pero nada de soluciones, porque ella se mataba todos los días y no conseguía ver ningún progreso ni en el paciente ni en la familia, sino esa sonrisa con la que la recibían, por lo menos, más de la mitad de sus pacientes.

Que cómo era posible que solamente hablando, sin medicación, se pudiera curar al paciente psicótico, si ella ni con medicamentos a granel conseguía casi nada de los pacientes.

Como nadie se animaba a contestarle, yo pedí el micrófono y lo primero que dije fue:

-Señorita... -y me quedé callado para que ella llenara mi vacío con su nombre, y ella me complació rápidamente.
-Me llamo Rosi Provert y trabajo en la residencia del hospital más grande de Madrid.

Y entonces fue cuando le dije:

-Doctora Rosi Provert, quiero hacerle saber que usted, sin ser medicada por nosotros, y con la sola invitación de que hablara, usted ha comenzado sin ninguna otra ayuda a hablar de sus problemas, que si quiere, si me permite, le diré que se reducen a su formación. Perdóneme si la he molestado.

Y ella entonces fue cuando se descubrió para mí en todo su encanto.

-De ninguna manera, ha sido usted muy amable para con mi inteligencia, ha supuesto que yo podía entender lo que usted me decía, y eso, aunque todavía sin comprender lo que me ocurre, me ha halagado. Gracias.

Unos meses más tarde, cuando la volví a encontrar fue en un recital, parecía más joven y me dijo al pasar que pertenecía a una Escuela de Psicoanálisis y que se analizaba con Josefina, psicoanalista de la escuela de la que yo era su director, y que llevaba adelante conmigo lo que ella llamaba su psicoanálisis didáctico.

El recital era en la calle Ferraz, un grupo de españoles, argentinos, franceses y polacos, que organizaban conferencias y recitales y tenían muy bien organizado, desde hacía muchos años, un seminario de tres años de duración de la obra de Sigmund Freud; pero hoy se trataba de un recital de poemas de uno de los mejores poetas del Grupo Lamda, Evaristo, creo que sólo se llama Evaristo, así publica todos sus libros. De él llegan a decir, algunas mujeres, un hombre sin apellido, sin religión, sin patria, ya que de todos ellos era del único que no se podía precisar si era árabe o inglés, español culto o argentino venido a menos, a veces, dicen algunas mujeres, no todas, Evaristo, no tenía apellido porque era un ser del espacio exterior, un extraterrestre.

La Escuela de Ferraz estaba llena de gente, más de 200 personas, al fin y al cabo Evaristo, aunque a mí me dé no sé qué en contra, es algo muy serio como poeta, tal vez el mejor en lengua castellana, aunque él parezca no saberlo, ya que se deja llevar de un lado para otro y la gente que le rodea ni lee sus versos. Durante todo el recital tuve que soportar ver que Josefiina se levantaba en puntas de pie para ver los ojos de Evaristo cuando éste leía sus versos, y a mi lado, Rosi Provert temblaba hasta lo último con esas palabras, o ni siquiera, con esa voz. Lo que hacía ese hombre con las mujeres era envidiable, y yo, sanamente, claro está, lo envidiaba.

Evaristo tiraba sus versos como si fueran piedras, algo nos despreciaba, sus versos eran verdad tras verdad, las palabras adquirían en sus versos la mayor libertad posible.

En verdad, en ese momento preferí que ese hombre no se me cruzara en el camino.

Josefina, arrebatada de pasión, cuando terminó el recital invitó a un montón de gente a comer algo, a beber algo en su casa de Torrelodones. Entre los invitados estábamos, por supuesto, yo, Evaristo y Rosi Provert. Cuando Josefina me invitó a mí, lo hizo de una manera excitante:

-¿Tal vez tengas algún otro compromiso?

-No, no tengo ningún otro compromiso, pero si tú piensas que te será dificultoso ligarte a Evaristo delante de tu mamá, puedo no ir a tu casa e ir a sentarme en el sillón a esperar que vuelvas llorando mañana pidiendo disculpas.

-No me interpretes -dijo Josefina al borde de la irritación o de la risa.

Entonces yo le dije:

-¿Qué hago entonces, te beso?

-Eres intratable, haz lo que quieras.

-Tu deseo, entiendo -le dije-. Iré.

De camino a la casa de Josefina me resonaban los últimos versos del recital, algo de no creer, una poesía de lo inconsciente, algo de no creer, un poema de locos.

Algo que a veces los psicoanalistas no terminan nunca de entender.

Enfrascado en estos pensamientos me sorprendió Josefina sentada a mi lado, en la parte de atrás del coche que conducía Pilar Mirá, colocando su mano en mi brazo y diciéndome casi al oído:

-Ese hombre me volvió loca, estuve con él una noche, ni me tocó, ni me miró, ni me habló siquiera, y me volvió loca. Todo lo que tú me decías, ahí, frente a él, lo sentí todo. Eso te quería decir con lo de tener un compromiso, no quería que tuvieras el compromiso de ser mi psicoanalista.

Y siguió metiéndose en mi oreja hasta hacerme sentir cierta excitación.

-Ya no quiero ser como tú, una buena psicoanalista, ahora quiero ser toda como él, la mejor escritora, la mejor, la más alta amante del siglo.

-Y qué, ¿tienes miedo -le dije yo directamente- que te aumente los honorarios por haberte curado de esa manía que te perturbó los últimos quince años, de ser, como yo mismo, un hombre?

-Hijo puta -dijo Josefina, tranquilizándose.

-Sí, querida -le dije yo, y aprovechando las luces del casino, agregué-, ya estamos por llegar.

-A su edad, doctor --espetó Josefina, y lanzó una carcajada.

Pilar, mientras tanto, filmaba todas las escenas con terquedad, pero con soltura. Sus gasas se escapaban por la ventanilla del coche, mientras ella miraba para adelante, para guiar el automóvil, y para atrás para sacamos fotos, mientras las sedas de sus vestidos huían por las ventanillas y ella, sin temor de estar descubriendo una verdad, seguía guiando el automóvil para adelante y seguía sacando fotos para atrás. Ese viaje, ahora que lo pienso, fue un viaje alucinante.

A pesar de todas las descripciones que Josefina me había hecho de su casa tendida en el diván, yo no conocía la casa de Josefina y me sorprendió al llegar el lujo, la extensión de los jardines, la iluminación de la casa. Todo me parecía raro, ya que yo no había estado nunca en una casa así, sino mirándola desde la ruta y diciéndome ¡qué orgías harán en esas casas!, sin saber nunca si yo pensaba prejuiciosamente que el dinero permitía una libertad sexual que con mi dinero, de trabajador del alma, eran imposibles de pensar. Y de golpe una de mis pacientes de más tiempo en psicoanálisis me encuentra en un recital de otra escuela psicoanalítica que la que yo dirijo, y me invita a la casa de mis sueños sexuales. Las cosas se creen o no se creen.

(Continuará)


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