ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 22

Poesía y Psicoanálisis Los Celos
Escritura y Trabajo Oftalmología: Ojos Que no Ven, 
Corazón Inconsciente
¿Causa- Efecto? La Potencia del Viagra
Pegan a un Niño Posición del Inconsciente
Hablar Para No Decir Nada El Carácter Fetichista de la Mercancía 
y su Secreto
A Esa Hay Que... La Moral Sexual Cultural 
y la Nerviosidad Moderna
Lo Heredado de los Recuerdos Discurso de O.R.T.F.
Lo Dado y lo Que no se Puede Tomar Editorial Revista "GRUPO CERO" Nº 0
Romeo Amó Antes de Amar No ve la Rosa Capitulo III

POESÍA Y PSICOANÁLISIS

SANTANDER, 1990

Comienzo sabiendo de antemano que no podré ponerlos al tanto, en un solo encuentro, de una hora o algo más, de la verdadera apertura producida en el mundo del pensamiento, en la clínica psicoanalítica, tanto como en su transmisión y, porqué no decirlo, también en la poesía, por el nuevo campo que se produce en la escritura del Grupo Cero.

Entre las certidumbres de otras ciencias hemos elegido la incertidumbre de la disciplina psicoanalítica, siempre amenazada, en definitiva, hemos elegido la incertidumbre de no saber: El hombre vive desgarrado en su ser, algo así como una vertiente lumínica con varios focos apagados.

Y como poetas preferimos que nuestras palabras estén más cerca de la sangre que de las palabras.

Diluir, pretendo en este recorrido, diluir el dinosaurio de vuestra angustia.

Pero yo no he venido, precisamente, a producir una conferencia sobre psicoanálisis, aunque hablaré de ello y, tampoco, he venido a ofreceros un recital de poesía, aunque reconozco, que en el transcurso de la charla, algún poema habré de leer. Tampoco he venido a discriminar, precisa y teóricamente, la función poética y ni siquiera a declamar conceptos psicoanalíticos como si fueran versos.

He venido, sin embargo, por la apuesta que significa para mí salir airoso cada vez que me sumerjo en lo imposible.

Ya que de lo imposible se trata cuando queremos ponemos en contacto, con lo real, sea éste, poético o inconsciente.
Antes de nada, saber, podríamos decir que cuando todo está destruido o es imposible, la única posibilidad es poética, frase que nada tiene que ver con que un verso pueda ofrecemos alguna posibilidad cuando todo está destruido o se ha hecho imposible. Sino más bien que llegados a este límite, de animamos, es en el abismo creativo de lo poético, donde seguramente al hundirnos en él, una nueva posibilidad se abra para nosotros.

No es un verso el que nos salva, sino la poesía, como un verdadero instrumento de conocimiento post- Spinoziano, que modifica para transformar en otra cosa la realidad que lee. Es, en este tiempo, donde podremos buscar el primer gran encuentro entre la interpretación poética y la interpretación psicoanalítica. Casi sinónimos, o mejor dicho, como esos sinónimos que aún tocándose no llegan a parecerse del todo.
Animándonos un poco más aún, podríamos decir, reconociendo en ello otro de los tantos encuentros posibles, que tanto poesía como interpretación psicoanalítica, no sólo son una apertura al mundo de lo Otro, sino que ambas tienen como función desrealizar, es decir, hacer la realidad del sujeto, relativa a la mirada del mundo.

Cuando uno conversa y esto, aunque no se vea claramente, terminará siendo una conversación, es bueno irse por las ramas, rodear el árbol, dejar que el paisaje en su totalidad se pierda y ocuparnos, sencillamente, de las hojas caídas a nuestros pies, es por eso que me pregunto si hay o no hay una historia propia del conocimiento o si bien la historia del conocimiento es para el hombre la única historia humana.

En la intención no de afirmar mi discurso, sino, más bien, diluirlo y por otra parte ejemplificando, diré, que antes de la producción del Número Natural, en el mundo terráqueo, antes de la operación formal, suma, el símbolo humano quedaba reducido a lo proveniente de Dios y lo que del Verbo divino se trasmuta en metáfora poética. Tiempos donde el concepto de verdad no podría ser otro que el de verdad revelada, donde verdad es lo que se muestra en su estructura más profunda, más valedera, más absoluta, última, pero a pesar de eso es la experiencia sensible la que regula dicha verdad, ya que la verdad se trataría de descubrir a través de lo sensible y de las ilusiones sensoriales, el secreto, el misterio que anida en todo campo de la realidad. Y siempre se requieren ciertas condiciones para que lo que es se muestre. Esto viniendo de San Agustín tiene su expresión moderna en la filosofía de Heidegger, que termina diciendo que verdad es mostración, presentación, descubrimiento. La realidad como la verdad son la palabra de Dios.

En la realidad la palabra de Dios permanece, misteriosamente oculta y en la verdad, la palabra de Dios es palabra revelada, que una vez descubierta se muestra siendo la realidad, porque realidad y verdad son para Dios y para casi todos los filósofos contemporáneos, el mismo verbo.

Después, como decíamos, las ciencias nacientes (aritmética, geometría y luego la física), determinan el desarrollo de una nueva concepción de la verdad y por lo tanto, si ustedes se animan a pensarlo, una nueva concepción de la vida del hombre.

El primer planteo que se cuestiona la verdad, define el campo de la verdad en una relación. La relación del conocimiento y la realidad a nivel de existencia, es decir la relación entre el pensamiento y la existencia. Y sobre estos dos momentos se trabajan todas las soluciones de la verdad. Se prescinde de definir esa doble instancia, la real y la del conocimiento, para después definir en distintos términos contradictorios tesis que afirman existencia de lo real, o bien, tesis que suspenden la consideración de la existencia de lo real, o bien, que afirman la preeminencia del pensamiento.
Este primer planteo proviene de la filosofía antigua y allí se consideraba la caracterización de la verdad como un problema relacional. La relación del conocimiento (como proposición o como juicio) y los contenidos reales. La verdad resultaba de la relación de las proposiciones y su contenido, o su referencia intencional, o su conformidad o no conformidad con lo real.
Aristóteles dirá, negar lo que algo es, supone falsedad, lo cual también dice que verdad es afirmar lo que es, pero resulta que este "es" de Aristóteles remite a la experiencia, es la experiencia la que tiene que convalidar el valor de la verdad y es aquí donde se abren todos los criterios contemporáneos de verdad, todas las esencias actuales de la verdad. Esta primera verdad en función de una relación de conformidad, abierta por Aristóteles e iniciada por Platón, tiene su culminación en la filosofía escolástica que es la que acuña las fórmulas definitivas de la verdad.

La verdad es adecuación del intelecto a la cosa.

La verdad es adecuación de la cosa al intelecto.

Y una fórmula de conciliación, la verdad es adecuación del intelecto y la cosa.

Y ahora para modernizarnos aún más sin llegar a la verdad, si se afirma la preeminencia de lo conocido (en la fórmula anterior, la realidad) tenemos la fórmula del objetivismo. Si se afirma la preeminencia de las elaboraciones intelectuales, tengo la fórmula del subjetivismo. Si defino estas dos fórmulas ahora tengo posibles soluciones de interaccionismo o de conciliación, el intelecto determina la realidad, pero la realidad determina el intelecto y así tendríamos en apariencia una fórmula simétrica, ese interaccionismo se encuentra en las filosofías más modernas.

Y es que la:
Verdad es revelación.
Verdad es adecuación.
Verdad es coherencia.
Verdad es conformidad.
Verdad es lo útil.

Y sin necesidad de preguntarnos por la verdad verdadera, apuntaremos que para Freud la verdad no es adecuación, no es relación, no es revelación que surge allí, ni tampoco es el acuerdo con un sistema, sino que verdad para Freud, redefinida desde construcciones en psicoanálisis, es proceso.
Es decir que para definir una teoría más integrada de la verdad es necesario reformularse la filosofía, que hoy no vamos a hacer eso, pero sí señalar al psicoanálisis como la ciencia piloto en la redefinición de la filosofía y hacernos, ahora, ya que estamos conversando, una pregunta. ¿Qué relación tienen los procesos legales de las estructuras materiales con las elaboraciones del conocimiento científico? Al hacemos esta pregunta, tenemos que saber que intentamos pensar lo impensable en los términos de todas las proposiciones filosóficas anteriores.

¿Cómo el conocimiento va a poder entrar en la realidad?

¿Cómo nuestro conocimiento de la mesa va a entrar en la mesa?

El conocimiento entra en la realidad cuando dispongo del proyecto que la produce. Es decir, que nuestro conocimiento de la mesa, entra en la mesa cuando el carpintero tiene el proyecto que la realiza. Estas nuevas aproximaciones plantean un tiempo donde el ser del objeto, producto efecto de un proceso de trabajo, es simultáneamente materia y al mismo tiempo, razón.

Y no precisamente, porque una teoría haya ido caminando a meterse en el propio corazón de la materia prima para encontrar la verdad, sino que la verdad, por fin, es producto efecto de un proceso de trabajo. Y esto como vemos es un nuevo materialismo que si nos olvidamos de la ciencia de la historia, Freud abre, con la teoría del inconsciente. Donde la dialectización de este tipo de verdad está puesta por el error, la verdad surge, entonces, de la rectificación de los errores, y ésta es la fuente fundamental de la producción de la verdad, tanto psicoanalítica como poética. Y ahora pareciera que a algún sitio hemos llegado.

Ir por las ramas ha hecho que las ramas produzcan sus frutos. Yendo por la rama que abre la verdad parecía que estábamos buscando uniones transcendentales entre la poesía y el psicoanálisis y el resultado ha sido muy otro, ya que el sencillo concepto de trabajo es el que nos abre las puertas del campo:

Poesía y Psicoanálisis, que por otra parte produce una escritura, que como todos sabemos es el resultado de haber procesado una lectura.

Leer y escribir parecen ser las invariantes del campo que nos convoca y leer, lo que se dice leer, tiene sus vueltas. Antes de dejarnos llevar por las vueltas que producen las diferentes maneras de leer, y como descanso de nuestras mentes para poder continuar con nuestros ejercicios intelectuales, les contaré un cuento entre árabe y supermoderno donde se ve claramente que saber y vida, nunca estuvieron unidos.
Un matrimonio de prestigio, los reyes por ejemplo, no pueden tener hijos, un día pasa una especie de viejo, sabio o mago, y le da algunos consejos y yerbas para que se produzca el embarazo, pero con la promesa que el niño a nacer al cumplir 20 años debería ser entregado al viejo o sabio o mago. 

El embarazo, se produjo y el niño nació, al nacer la preocupación de sus padres fue hacerlo vivir oculto para no dárselo a los veinte años al sabio, viejo o mago, pero éste descubre el escondite el día que el niño cumple 20 años y se lo lleva hasta una montaña donde hay una puerta y le dice: es sencillo lo que te pido, yo abro la puerta tú entras y caminas derecho y en el centro del pasadizo que se abra en la montaña está la piedra del saber, tú debes cogerla y traerla, ten cuidado con no desviarte de tu objetivo, porque la puerta se cerrará, detrás de ti y yo tengo poder para abrirla, pero sólo, tres veces.

Para abreviar diré, que el muchacho, se distrajo tres veces, por una ilusión, por una mujer y por el oro (es decir la vida en carne viva, lo distrajo) se cerró definitivamente la puerta de la montaña y la piedra del saber desapareció, el muchacho, 

primero se entristeció un poco y luego comenzó a caminar y llegó a un pueblo y se casó con la princesa y tuvo muchos hijos, en el otro lado de la montaña el viejo, sabio, mago, representante del saber, agonizaba.

Espero que comprendan que no me siento ni sabio, ni mago, ni viejo, y que no tengo pensado llevarlos a ninguna montaña a buscar ninguna piedra del saber, pero en el caso que así fuera, la puerta que yo pretendo abrir esta noche no soy yo que la abre, sino que es ella misma que late. Se abre y se cierra permanentemente, y que uno, poeta o psicoanalista, entra en ella cuantas veces se produzca el latido y sin embargo el saber tampoco se halla y de hallarlo, dejaría de serlo.

Y para retomar la apuesta, diré que es en este lugar donde lo imposible puede ser tocado sin dejar de ser imposible, por la poesía o la interpretación psicoanalítica. Hechos que no pudiéndose producir fuera del lenguaje no son el lenguaje, sino precisamente aquello que del lenguaje perdura como historia.

Antes de terminar para dejar paso a vuestras inquietudes seguir por una rama que sé de antemano, ofrecerá sus frutos y esta rama es el tiempo.

Hoy la ciencia pasa por ser la disciplina que procesa teoría, procesa descubrimientos de fenómenos, procesa la determinación de leyes, generalmente, culmina, se concentra en cálculos.

Así abruptamente se puede hacer la mención de si el psicoanálisis, si la poesía es cálculo, de si la experiencia analítica, la experiencia poética son susceptibles de cálculo y si este cálculo es, en caso negativo, una condición esencial de las ciencias.

Si es cálculo es porque hay un orden y si hay un orden la esencia del tiempo está caracterizada sobre un canal que viene de las primeras teorías filosóficas, de la teoría aristotélica del tiempo. Tiempo como medida de un transcurso y su dirección e s que viniendo desde el pasado, pasa por el presente para alcanzar el porvenir.

Si el tiempo es lo medible, lo contable, lo contínuo, entonces el inconsciente y la poesía no tienen tiempo. El tiempo físico de los cronómetros, no explica el tiempo de la experiencia analítica, de la experiencia poética, porque el tiempo de estas experiencias es un encuentro pluridimensional donde el famoso presente, es señalado como tal desde el futuro y no es ningún pasado que determina el futuro, sino que, precisamente, el pasado se forja material, desde el futuro.
El tiempo deja de ser continuo, porque ahora late en cada latido del inconsciente, porque el tiempo (psíquico, poético) no transcurre, ni cuenta, sino que es materialidad de la existencia de lo imposible.

Y ahora, espero no ser arrasado por el fuego de tanta libertad.

Cabalgando sobre la voluptuosidad de mi cuerpo, abandonado,
recorrí esta parte del mundo, allende el mar, allende las montañas.
No era una línea de ficción queriendo tocar el horizonte.
Era el horizonte mismo, la línea del horizonte que no se ve.
Soy, Poesía y Psicoanálisis, una burbuja alejada de toda revelación.
Una perfecta roca despiadada, hundiéndose sin emociones aparentes,
en la emoción del habla.
Lo que pudiendo ser, está callado, roto.
Al caer, sabe que no habrá fondo y, sin embargo, cae.

Sujeto a mis propias experiencias con el lenguaje no me pertenezco, ni vivo, ni muerto, estoy a mil kilómetros de profundidad, hacia el centro de la tierra, porque me toca romper definitivamente el equilibrio.

Cuando todo se olvide, aún, quedará vibrando en la memoria del tiempo esta perla: Busco después de haber encontrado lo mismo, para transformarlo.

La fuerza que me atribuyo no es ninguna fuerza. Es una nueva dimensión del tiempo, del dinero, del sexo, de la muerte. Algo de todo eso no quiero para mí y si puedo, eso no, el resto es fácil.

Soy la espesa compuerta que habla de la muerte. La potente muralla que separa la vida del poema. Minúscula presencia iluminada del lenguaje, un punto blanco, luz desesperada de vacío. El rictus de los enamorados al gozar.

Y ya lanzado en el final de este encuentro, os digo: Hoy día donde tantas revoluciones fracasan es cuando declaro para todos nosotros que el desorden es contrarrevolucionario.

Virtud de todo sistema social actual, es ocultar sistemáticamente, todo aquello que pueda mostrar alguna posibilidad de transformación del sistema. Y dichos sistemas imponen a todo creador, para no dejarle ver lo que es capaz de transformar, el desorden. En apariencia, comodidad creativa, pero en verdad, espesa cortina de humo sucio sobre todo lo que nace para crecer diferente.

Y nosotros debemos confesarlo: fuimos drogadictos del desorden. Por un poco de desorden éramos capaces de dar la vida misma, hasta llegaron a pagarme algún dinero con la intención de que eso produjera algún desorden en vuestra alma, en vuestra manera de pensar, en vuestro bolsillo.
Y hoy que habéis conseguido todo el desorden, ahora os digo, así no se puede vivir. No hay pasos importantes en la vida, para quienes no son capaces (por el desorden) de saber quién es la palabra. Dónde están esas palabras. Dónde aquellos escritos. Dónde esa experiencia. Dónde esos libros publicados. Dónde la vida de cada uno. Dónde los maestros. Quién el deseo.

¿O acaso basta escribir un solo poema para que todos los levantadores de pesas se transformen en poetas?
Y desorden no es sólo humo, también, es envidia negar la existencia de lo producido, porque no se lo encuentra o no se lo ve. Y es por eso que me animo en este final a seguir diciendo estas palabras donde pienso dejar sentado, de manera contundente, un psicoanalista en vuestras mentes. Algo psíquico, en nosotros, que nos diferencia, dentro de las comunidades psicoanalíticas, como Grupo Cero.
No está permitido matar, no está permitido morir. No está permitido, no lo está, hacerse el poeta, hacerse el psicoanalista.

Y no está permitido, en ningún caso, separar el símbolo del cuerpo. No está permitida ninguna sexualidad fuera de la palabra y esa será nuestra ideología.

Explico, una vez que consigamos rechazar la estupidez, la desidia y, una vez, que hayamos conseguido superar el desaliento que todo sistema produce en sus creadores, para inhibirlos y, una vez, que consigamos que nuestro cuerpo no pese nada, entonces, comenzará nuestra verdadera historia.

Y seremos valientes para enfrentar lo que nos toque y sentiremos que lo que está pasando, en realidad, está pasando.

No al desorden, quiere decir entonces que somos capaces de atribuimos la capacidad futura de rasgar esos caminos que forjarán nuevas historias, nuevas civilizaciones.

Hemos aprendido que la bestia de la poesía no puede ser saciada por ningún dinero (aunque su confort sea el más alto) ni por ningún sexo (aunque su promesa sea la más bella) por eso decidimos que la bestia no habrá de morir. La poesía nos acompañará hasta el final y nada de versitos, porque la poesía es una manera fuerte de vivir en el mundo, una manera valiente de los terráqueos de mostrar a lo infinito, lo que habrá sucedido.

Queda claro que si estará hasta el final, tendrá que estar en el principio y eso es el orden que vengo a proponerles: El orden poético, la jerarquía de una lectura poética que no pueda ser comprendida sino por aquellos a quienes esté dirigida.

Una lectura que no sufra las deformaciones perversas que los poderosos producen en las lecturas que comprenden.

Una lectura cuyo procesamiento produzca una escritura nueva que señale de un modo definitivo, que en este siglo algo ha pasado: Poesía y Psicoanálisis.

Antes de despedirme quiero recordarles para que después vuelvan a olvidarlo, que formarse como psicoanalista y/o aceptar que un poeta viva en nosotros, son dos bellas tareas que muy bien hacen a la humanidad, pero debe saberse que son tareas para toda la vida y donde, toda la vida, cada vez, se pone, toda ella, en juego.

Y eso es la vida de un creador: una vida para otros.
Tomo el camino de mis versos y ya nadie me podrá decir que no he cumplido.

Alguna mujer amará ese delirio y se hundirá levemente, por mí, en la muerte.

Yo ya no cantaré y, sin embargo, aún habrá canto, aún habrá voces en mi voz.

Y cerraré mis ojos y no podré detener el mundo de la luz y el fuego vivirá. Y es el nuevo continente el que murmura aunque lo diga yo.

Hubo águilas en mi voz, hubo dolor en llamaradas.
Aquí, la muerte. Aquí, la soledad, hubo en mi vida.
Cubriéndolo todo, un amor gris, distantes amapolas.
Voraz adormidera, espejo del alma caído de las sombras.

Ahora por fin puedo decirlo: no estoy desesperado y, esta vez, no habrán de detenerme habladurías, ni algún culito tonto que se me cruce en el camino. Esta vez no habrá límites para mi libertad. Sin sonidos, sin ecos, corregiré toda la historia.

Miguel Oscar Menassa. Psicoanalista

Madrid: 91542 33 49

VIII CONGRESO INTERNACIONAL 
GRUPO CERO

LA INTERPRETACIÓN PSICOANALÍTICA
-SUPERVISIONES Y CLÍNICAS-

En Madrid
del 17 al 21 de febrero de 1999

Madrid: 91 542 33 49
Buenos aires: 328 06 14/07 10


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ESCRITURA Y TRABAJO

PERDIDA DE RASTRIDAD EN LA DEPRESIÓN

Una imagen y un indicio para comenzar.

La imagen que me invade me hace pensar que la depresión tajea la cara de la vida cuando olvida el rostro, siempre de otro, en una tarde gris que sólo refleja una difusa casa de sepelios.

El indicio de carácter orográfico, dice que meditar sobre la depresión de un terreno brinda un doble rédito: nos enseña a transitar por él, a cuidarnos de sus irregularidades, y a buscar las salidas más propicias.

Desde hace mucho tiempo el significante "Grupo Cero" propuso con acierto dos caminos de búsquedas y transformaciones incesantes. Uno, el de la escritura -que no se superpone con el "escribir"- por donde las formulaciones del inconsciente deberían ir adelantando sus jugadas. Otro, el que modula en la noción de trabajo, sus efectos y las conexiones que posibilita con otros dominios del saber y la creación. Como ejemplo de ello en el Congreso anterior quedaron plantados algunos interrogantes, ¿no será la escritura de un caso el caso mismo?, ¿el caso relatado por el analista sería la 'puesta en escena' (la Darstellungmittel de la que habla Freud en el último capítulo de "La Interpretación de los sueños") de un asunto propio y apropiado?, ¿no surge mejor la problemática del analizado en la escritura del caso, que en su racconto?

En relación a éstos emergen nuevas preguntas. ¿Es adecuado "presentar" un caso en psicoanálisis? ¿No será ello un desvío hacia la mirada clínica del ateneo médico? ¿El orden de sus preocupaciones no estará más cerca de un paciente intercambio sobre las huellas de un texto inconsciente? Y para finalizar en alguna parte, ¿qué sería la escritura misma de un caso?

La imposibilidad de ofrecer una respuesta única incita hoy a desplegarla en referencia a la expansión, develarniento, y cura de esa "enfermedad sin rostro".

Volvamos, brevemente, al primero de los caminos señalados, el de la escritura. Sabemos que Freud ha pensado el devenir de lo "Psíquico", la memoria ("sin lo cual no hay psicoanálisis") bajo la figura de una singular máquina de escribir, el Wunderblock. El "block maravilloso" diagrama continuamente una profundidad sin fondo (no creo que sea compatible hacer del psicoanálisis una "psicología profunda", como en las currículas escolares), donde todo lo marcado por el punzón se va estratificando en capas dejando al block "otra vez virgen de escritura, dispuesto a recibir nuevas inscripciones", como anota Freud.

Por otro lado no ignoramos que desde el "Proyecto" la huella en cuanto a "abrirse camino" (Bahn (camino) ung, traducido insuficientemente como "facilitación") rehúye tanto la transparencia del sentido, como la oscuridad de la fuerza, dándose esa diferencia en el trabajo -Arbeit- de las fuerzas. Ni significación ni impulsión ciega, la huella en Freud, comienza a ser el signo específico de una escritura de lo psíquico. Claro que, todavía, en estado naciente, tránsito de la fábula neurológica a la evanescente máquina escritural. Asimismo diseño de una ,escritura litográfica' distante de las palabras, la fonética, y la lógica identitaria. Escritura de multiplicidades inconscientes, no traducible, ni transcribible a un texto manifiesto que haría presente a otro inconsciente con el que se correspondería. Escritura heterogénea, radicalmente heterógena, con la que habita las comunicaciones, la sintaxis, la gramática, los periodos y los verosímiles de la escritura consciente, abnegada servidora de la palabra hablada y del mundo como representación.

Dejemos, por el momento, reposar esta cuestión. La segunda vía, la del trabajo, posee una ramificación y una importancia insospechadas para un pensamiento abierto desde el inconsciente. El concepto de trabajo es arduo, insuficientemente abordado, y por ello desdeñado en función de una eficiencia limitada autoproclamada como el verdadero "logro" del trabajo. Mejor remarquemos algo: el trabajo nunca se "logra", no se alcanza porque no puede ser la medida de sí mismo. Su eficiencia, su alta eficacia, consiste en perseverar como ser trabajo, siendo trabajado constantemente en una ocupación determinada. Es la trama de sentido y sin sentido que nutre a las diversas labores. A esto apuntaba el Traumarbeit, el trabajo del sueño, el trabajo crítico, el trabajo de interpretación, el trabajo de duelo y demás "artes" psicoanalíticas. A ello no dejaba de tender el trabajo como fuente lacunar de sentido del "Capital" que Marx disloca en una de sus faltas "capitales", aquella que confunde el trabajo con la fuerza de trabajo.

Por aquellos senderos viaja una dimensión clave de la invención escritural del psicoanálisis, de sus exploraciones clínicas, de su tejido institucional y de su política deseante, más allá de los cimbronazos de sus complejos procesos. A tal dimensión la enunciaría así: el trabajo del sueño, taller insustituible de la alquimia psicoanalítica debe ser la potencia de soñar en el trabajo.

¿Gesto excesivamente utópico en épocas de desempleo al por mayor? Podría ser, habrá sido, pero a condición de saber que ninguna utopía está al final del camino, sino que es el motor que nos garantiza su recorrido. Es casi evidente que la mayoría sueña con las ocupaciones, en lugar de soñar en el trabajo. Se ha generalizado así una especie de inmenso sonambulismo insomne, por el cual la depresión circula con ojos semicerrados, a tientas. "Sueña con" sin poder "soñar en", interesante juego de las preposiciones o de lo que juega en la pre-posición misma. Si uno sueña en su ocupación puede quedar des-ocupado inmediatamente. Si sueña en su trabajo asegura una continuidad llena de pliegues. Aún en el límite el sujeto quedaría des-trabajado, es decir, ligado a las aventuras de un trabajo diferente, pero jamás restaría desocupado. Estaría de entrada pre-ocupado por su labor y no obsedido por durar o permanecer en una ocupación eventual. ¿Qué estoy marcando con este rodeo? Lo siguiente, tanto en el Psicoanálisis como en el Materialismo Histórico el trabajo jamás se "tiene", nunca se posee, no es del orden del tener, sino que se produce junto con el lugar que se ocupa. Ni antes ni después. Conjuntamente, con la dignidad de una práctica que está compuesta con la materia de su mismo pensamiento, el que alienta el espíritu de sus más mínimas intervenciones. E intervenir en la depresión es el paso que la eleva en la escritura casuística y la cuida, la orienta curativamente, en el trabajo del analista.

Juan Carlos De Brasi. Filósofo

¿CAUSA-EFECTO?

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo
Que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa?
¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa?
Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa.
CÉSAR VALLEJO

A menudo escuchamos y decimos frases como "esto sucede por tal o cual razón", "esto ocurrió por tal causa", "aquello puede tener muchas explicaciones", "todo está deterrninado, sólo que desconocemos las causas".

Trataré de discriminar la idea de determinación de la idea de causalidad a partir de estas afirmaciones o enunciados de creencia o sintagmas cristalizados, en los cuales queda implicado un cierto moldeo cerebral que hace difícil pensar de otra manera, por la fortaleza de la noción de causalidad. Son afirmaciones que expresan una convicción tan errónea como prejuiciosa donde "explicar es explicar por las causas», lo que lleva a la imaginarización según la cual, si no se explica por las causas, la explicación es pobre. Pero sabemos ya desde hace tiempo que las explicaciones causales son una de tantas formas de explicación y no precisamente las más fructíferas y estimulantes.

Si nos preguntamos qué implica cualquier relación causal, veremos que expresa un vínculo unívoco, unidireccional, generativo, o sea que la causa genera y si las causas son muchas, sólo se multiplicará esta linealidad. En segundo plano, la universalidad rige la conexión causa-efecto: el efecto P se repetirá siempre que surja la causa A, siempre que aparezca la causa aparecerá el efecto. El "siempre" indica claramente que toda novedad o cierta independencia productiva del efecto son imposibles.

Sin embargo, hay "efectos especiales" frente a los cuales nadie se pregunta por la causa y no está mal porque lo que ahí está en juego es la capacidad de efectuación o, si uno quiere, el efecto entendido en este aspecto bien especial donde ya no hay pregunta por la causa. En los efectos especiales, en la efectuación y en la sobredeterminación no me pregunto por las causas, no pregunto ¿por qué esto?, ¿por qué aquello?, aparece otra idea de tiempo, una implicación en lo estructural de la estructura.

Cuando buscamos la causa estamos en lo preconsciente persiguiendo motivaciones y culpas. La causa en términos del psicoanálisis es una causa perdida, de ninguna manera es una no causa. Una causa perdida genera un régimen de efectuación singular, sostenido en un diálogo donde cualquier palabra se puede combinar con cualquier palabra.

Spinoza, Marx, Freud toman con fuerza la idea de determinación, no son deterministas sino, si se me permite la expresión, determinólogos. Cuando decimos que el efecto no puede reconstruir la causa, estamos también diciendo que la causa no se agota en el efecto. Estamos en un régimen de determinación -ni determinístico ni causalístico- donde todo queda remitido al trabajo de interpretación para construir lo que no se puede reconstruir. La determinación implica también el azar, implica el caos -no el libre albedrío y el desorden-, sino todo lo que podríamos llamar producción de órdenes no previstos.

Una interpretación psicoanalítica es una explicación no causal; lo mismo podría decirse de las interpretaciones sociales históricas, si nos atenemos a que lo social histórico es la trama misma del inconsciente, ni antes ni después en la constitución del sujeto.

Dos notas más para defiinir la noción de causa, la sucesión y la constancia. A la causa sigue el efecto, es decir, hay causa, hay efecto, hay orden sucesivo y esto es invariante.

Este orden de sucesión establecido e invariante provoca una cierta naturalización de la historia, donde ésta ya no es producción de aconteceres, no es producción de complejas situaciones subjetivas, sino que pasa a ser una objetividad.

Por eso la historia aparece como estudio del pasado, trabajando el dato histórico como objetividad transparente, cuando la única objetividad es la existencia del archivo y el archivo es, precisamente, aquello que debe someterse al trabajo de interpretación.

Cuando Freud en La Interpretación de los Sueños nos describe la relación entre el sueño prólogo y el sueño principal, la explica sin acudir a relaciones causales, sino más bien como modo de afección, que es otra manera de nombrar el acento puesto por este autor en la idea de determinación.

En el análisis institucional tampoco se trabaja a partir de relaciones causales o en la búsqueda de ellas; este tipo de intervención trabajar con los planos de interferencia, los cruces y las complejidades, construyendo la función del coordinador de la intervención, sin caer en la trampa de creer que esta función existe por el hecho de que la institución haya aceptado la intervención analítica.

Las mismas formaciones sintomáticas no se pueden deducir causalmente de nada evidente u observable, sino que hay que trabajarlas en el propio despliegue de lo que llamamos efectuación.

El desorden que tantas veces se endosa a los procesos caóticos observables en los grupos, en las instituciones o en lo social histórico es la imagen del horror que producen en sí mismas las dimensiones causales lineales cuando tratan con la complejidad de estos procesos. Como dice Bertrand Rusell: La ley de la causalidad es una reliquia de tiempos pasados que al igual que la monarquía sobrevive por la errónea suposición de que no hace daño.

Emilio González Martínez. Psicoanalista
Madrid: 91301 18 44

EN BUENOS AIRES

SEMINARIO
SIGMUND FREUD

Temporada 1999
ABIERTA LA MATRÍCULA
Tel: 328 06 14/07 10


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PEGAN A UN NIÑO III

En este texto Freud le da mucha importancia a lo que se ve y lo que no se ve y las huellas que dejaría ese ver y ese no ver en el sujeto psíquico. El contenido de la fantasía de flagelación en la primera fase, satisface los celos del niño y depende directamente de su vida erótica, pero es apoyada con gran energía por sus intereses egoístas.

La idea de que el padre pega a aquel niño odiado, aparecerá como muy agradable y surgirá como independiente de haber presenciado o no haber presenciado aquel suceso. Porque esta idea significaría: "el padre no quiere a ese otro niño, sólo me quiere a mí".

Al interpretar Freud la primera fase de la fantasía, explica muy simplemente el origen de la conexión significante entre odiar y pegar. A través de las permutaciones de las diferentes fases, el verbo pegar permanece en su lugar sin cambio alguno.

Parece posible que pueda generalizarse y que así suceda con toda fantasía, en su punto nodal habría un verbo, como significante de un movimiento corporal placiente o displaciente.
El verdadero masoquismo dice Freud: ofrece la mejilla a toda posibilidad de recibir un golpe.
La fantasía de la época erótica incestuosa decía: "el (el padre) me quiere sólo a mí y no al otro niño puesto que le pega".

La fantasía de la segunda fase, en la cual el propio sujeto es maltratado por el padre, nos dice Freud, que llega a ser una expresión directa de la conciencia de culpabilidad, a la cual el propio sujeto es maltratado por el padre, nos dice Freud, que llega a ser una expresión directa de la conciencia de culpabilidad, a la cual sucumbe entonces el amor al padre. Se ha hecho pues masoquista, la conciencia de culpabilidad es siempre el factor que transforma el sadismo en masoquismo, mas no es el único elemento eficiente, comparte el dominio con las tendencias eróticas.

La idea "el padre me ama" (sentido genital) se transforma en "el padre me pega" (yo soy pegado por el padre).

Este "ser pegado", muestra la confluencia de la conciencia de culpabilidad con el erotismo.
En la tercera fase el niño aparece como espectador, conservándose en ella el padre, representado por la persona de un maestro.

En esta fase el padre pega al otro niño y no quiere a nadie más que a mí. Sólo la forma de esta fantasía es sádica, la satisfacción que de ella se desprende, es masoquista.

En este trabajo, podemos seguir el destino de una pulsión a través de la dialéctica que encadena los avatares sucesivos de la representación, o de la fantasía, a la cual la pulsión está ligada.

La pulsión procede del interior. Se trata de la satisfacción, no de la acción. Mientras el estímulo es contínuo, la pulsión es discontínua, el estímulo debe ser suprimido, la pulsión satisfecha y para esto debe ser transformada.

La pulsión es representante que no representa nada, es UN SIGNO.

Freud dice que lo que sostiene la relación entre la gente es la satisfacción, pero como el objeto nunca satisface, la gente se enamora.
La vida psíquica solo conoce la pulsión por sus representantes.

El objeto es cualquier cosa que sirva como medio para un fin que es la satisfacción.
Dice Freud: "Toda elección de objeto es un retorno al pasado".

El amor al objeto, es un rodeo para la satisfacción narcisista.

El placer está en la mirada, no en el objeto, yo no veo que veo mientras miro, no es el ojo, no hay placer de órgano, el placer, dice Freud, está en la relación del genital al ojo.

Aquél que alternativamente peca y se plantea luego, por el remordimiento, elevadas exigencias morales, se expone al reproche de facilitarse demasiado las cosas. Ha eludido el mandato esencial de la moralidad -la renuncia- pues hay un interés práctico de la humanidad, alrededor de las modalidades de renuncia que impone a los hombres.

Hay un momento donde el niño llega a comprender que la tentativa de suprimir al padre, como a un rival, sería castigada por aquél con la castración. 

Así por una preservación narcisista, de su cuerpo, ya que siente que será desposeído de su órgano sexual, abandona el deseo de poseer a la madre y suprimir al padre.

En cuanto tal deseo permanece conservado en lo inconsciente, constituye la base del sentimiento de culpabilidad.

Lucía Cristina Serrano. Psicoanalista
Buenos Aires: 37180 13

 

HABLAR PARA NO DECIR NADA

En la sociedad actual se observa un aumento de las enfermedades de origen "nervioso", hecho que, generalmente, se justifica por las exigencias que impone el llamado progreso.
La vorágine del mundo moderno, la masificación, el consumismo exacerbado, la velocidad con que todo se transforma a nuestro alrededor, parecerían suficientes motivos para provocar una "epidemia" de enfermedades nerviosas.

En 1908, Freud publica un artículo llamado "La moral sexual ,cultural y la nerviosidad moderna", donde nos advierte de la ingenuidad de tales argumentos, pues resultan insuficientes para explicar las peculiaridades de las perturbaciones nerviosas y desatienden, precisamente, el factor etiológico más importante.

La nociva influencia de la cultura sobre la salud del sujeto viene determinada por una fuerte coerción de su vida sexual por la moral sexual cultural imperante. Esta prohibe todo comercio sexual fuera del matrimonio, pero las diferencias naturales entre los sexos han impuesto una mayor tolerancia para las transgresiones sexuales del hombre, creándose así en favor de éste una doble moral.

Doble hasta el punto de convertirse en ley: hasta hace poco tiempo, para demostrar la infidelidad de un marido había que encontrarle en la cama con otra mujer y contar con testigos; en cambio, la esposa podía ser denunciada por abandono de hogar si llegaba a casa después de las 12 de la noche.

En nuestros días han cambiado las apariencias, pero el sustrato ideológico de la doble moral sexual, permanece inalterable. Ella será educada en la prohibición de mantener relaciones fuera del matrimonio (y por supuesto, antes de éste). Prohibición que se extiende a la elaboración intelectual de los problemas sexuales, y la curiosidad que éstos despiertan es considerada viciosa.

La prohibición de pensar se extiende más allá del terreno sexual, coartando su actividad intelectual hasta el punto de renunciar a todo conocimiento. Debemos preguntarnos si la famosa "inferioridad femenina no se debe a la coerción mental necesaria para la coerción sexual exigida.

Sabemos, por otro lado, que el pensamiento no existe sino en relación al lenguaje. En silencio, el sujeto no sabe nada de sus pensamientos, es decir, sus amores, sus deseos, sus dudas. Lo que queda prohibido, entonces, a las mujeres, es decir, mostrar su sexualidad.

Ella también está sometida a la causa de su esclavitud y hará todo lo posible para mantener el estado de cosas. Así que, para disimular, para que no se note, parloteará todo el rato, no dejará de pronunciar palabras que nada tienen que ver con su auténtico drama. Hablará para no decir nada.

Ante la frigidez, la infidelidad o la locura, el psicoanálisis ofrece otra alternativa a las mujeres: escapar de la férrea determinación que la doble moral sexual le impone, hablar de lo prohibido.

Carmen Salamanca Gallego. Coordinadora de talleres de escritura
Madrid: 91542 33 49

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LO HEREDADO DE LOS RECUERDOS

De las tres clases de influencias etiológicas: condiciones, causas concurrentes y causas específicas, en la patogenia de las neurosis, la herencia representa el papel de una condición, presente en todos los casos graves y que necesitará siempre de la existencia de las causas específicas, en la producción de la enfermedad.

Las causas concurrentes son accesorias de las neurosis y en ese sentido no entran en la etiología de las neurosis. En algunos casos, sí podrían reemplazar a la etiología específica en cuanto a la cantidad, pero nunca la sustituirán. Sería el caso de un estado de salud aparente, que no es en realidad sino un estado de predisposición neurótico. Las causas específicas son tan indispensables como las condiciones (herencia) pero no aparecen más que en la etiología de la afección, de la cual son específicas.

¿Cuáles son las causas específicas de las neurosis? Ya en 1896, Freud, en el texto "La herencia y la etiología de las neurosis", nos afirma que las neurosis tienen por causa inmediata una perturbación particular de la economía nerviosa y que estas modificaciones patológicas funcionales reconocen como origen común la vida sexual del individuo. Lo sexual, en su amplitud de lo pulsional, como categoría causal en la producción de síntomas neuróticos.

Se trata, nos dice Freud, de un recuerdo inconsciente. Una huella psíquica inconsciente, que perdura. Recuerdo, que además va a actuar como si fuese un suceso presente y que su fuerza patógena radica en despertar esa huella psíquica inconsciente de lo infantil de la sexualidad, reprimido por el adulto, a partir de la pubertad.

El abandono de la teoría del trauma, lleva a Freud a sustituir la importancia del hecho traumático por el de actividad sexual infantil o la memoria de los hechos realmente acaecidos, por los "falsos recuerdos infantiles" o las fantasías mnémicas en relación a la sexualidad infantil. De la misma manera los síntomas histéricos dejan de ser derivaciones directas de los recuerdos reprimidos de experiencias sexuales infantiles. Se interponen entonces las fantasías que, por un lado, aparecen construidas sobre la base con los materiales de los recuerdos infantiles y se convierten, por otro, en síntomas. Para Freud entonces, lo constitucional y hereditario se convierte en una disposición neuropática o disposición a la enfermedad.

Lo expulsado por intolerable por el yo se desarrollaba como algo inconsciente, disociado de la conciencia retornando a ella a través del síntoma y sus efectos. La enfermedad como fracaso de la defensa que posteriormente se planteará en términos de la represión. Lo sexual, como reprimido y la enfermedad como un conflicto entre la líbido y la represión sexual y los síntomas como su transacción.

La noción de disposición a la enfermedad es utilizada en el orden de lo normal, del funcionamiento psíquico, cuando Freud nos habla de disposición sexual constitucional del niño para decimos que podemos considerarla como "polimórficamente perversa" En la definición de que la neurosis es el "negativo" de la perversión, queda señalado que porque existe esa disposición infantil, en la que la erogeneidad en zonas del cuerpo se relaciona con determinadas maneras de satisfacción o goce sexual, y que en el adulto aparece en forma de síntoma. Es lo sexual reprimido, extendiendo la función sexual como lo circunscrito a esa disposición infantil. Los síntomas, dice Freud, representando la actividad sexual de los enfermos.

Pero hablar de la etiología de las neurosis también lleva a relacionar los mecanismos en juego, a favor de la salud, a favor de la sexualidad, a favor de la represión como lo necesario para la constitución del sujeto.

Los sujetos, las fantasías y los recuerdos encubridores son una acabada "racionalización" de un motivo inconsciente, equiparable a la esmerada elaboración secundaria de un sueño.

Para el psicoanálisis los recuerdos son siempre encubridores. Recordamos lo insignificante, hasta el detalle, de escenas de hace mucho tiempo y olvidamos lo importante. Pero en lo olvidado está todo aquello que hace digno de recordar al recuerdo. Lo que no aparece en el recuerdo ha sido "omitido" en lugar de "olvidado". Lo importante aparece como indiferente como muestra de que en la producción del recuerdo se juegan las dos fuerzas psíquicas, produciéndose un efecto de transacción, es decir, de desplazamiento del afecto, y quedando la representación no tolerable reprimida. En esa transacción se produce el recuerdo y el recuerdo para el psicoanálisis es siempre el efecto de un desplazamiento asociativo, es decir, es la producción, en presente, en la que lo tonto, el detalle, nos remitiría a lo inconsciente reprimido. Los recuerdos encubridores, dice Freud, son relaciones simbólicas que representan fantasías inconscientes. Lo recordado por tanto, no obedece a su contenido. El recuerdo pone en relación lo rechazado importante con otro contenido cualquiera. Y en su desplazamiento, el afecto elige al recuerdo por encubridor más que por recuerdo. Así como el pensamiento inconsciente se continúa en la representación consciente, las fantasías inconscientes eligen sus recuerdos encubridores. Recuerdos que adquieren valor por representar otros pensamientos.

Cristina Barandiarán. Psicoanalista
Madrid: 91 542 80 49

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ACTAS
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A ESA HAY QUE...

Algo que Freud demuestra al comenzar el siglo XX, es que en la histeria no hay espectáculo, no hay tanto que ver, ni que dar a ver; algo en lo que las histéricas no dejan de sobresalir.

Se trata de la constitución de un sujeto, más allá de que se presenten para comenzar, síntomas que en definitiva, deben ser descifrados, porque están estructurados como un lenguaje y en consecuencia, se trata, de escucharlos. Debía escuchárselas, porque sus síntomas parecían construídos como un mensaje cuyo portador ignoraba tanto la autoría como el destinatario.

Dejando de verlo para empezar a escucharlo, considerando el relato del síntoma como un producto efecto de un trabajo inconsciente, Freud cierra un voyeurismo de cuatro mil años e inaugura una aproximación rigurosa a la constitución del sujeto hablante. Hombre y mujer, la líbido es su referencia definitivamente común: hablan aunque no se entiendan.

El modo de tratar la histeria, es también un indicador de una cultura y una época. Terapias como un compresor ovárico o un estímulo de la autoestima, una modificación de conducta o un cambio de tendencias, ahora me los follo a todos pero no puedo amar a ninguno, no me como una rosca y no le doy de comer a nadie. De cualquier manera insiste, retoma. Es lo que no tiene sitio, es inclasificable, quiero decir, se discute su existencia, se la cataloga y descataloga de los manuales y las legislaciones internacionales, se las demoniza o se las hace arder en la hoguera de la Inquisisión. Tal exilio bien puede leerse como los efectos de una violencia perpetrada en lo más íntimo. Allí donde se constituyen las subjetividades, desde allí nos habla a cada uno, el imposible de la relación sexual.

El síntoma histérico parece ejemplar y como tal se presenta, con respecto a la insistencia de un saber no sabido, la de un procesamiento de subjetividad afirmado y mantenido a pesar de los posibles desmentidos de la realidad.

Incluso pueden verse actualmente ejemplos de cómo usuarios y especialistas de la presunción de sanidad, inmersos en el camino que se han trazado, no pueden más que desconocer e incluso a veces olvidar, que los síntomas tienen valor de metáfora y no solamente representan el escándalo que viene a perturbar sus procedimientos. Remitiéndolos como signos de locura, afirman que sólo toleran la amnesia, el exilio de una subjetividad cuyas expresiones por ello no pueden ser vividas más que como locuras, aunque fueran las suyas propias.

¿Los muros del manicomio o de la institución que corresponda son tan sólidos que desafían el recuerdo? ¿O tan frágiles que es necesario evitar explorar sus cimientos?

Y si alguien quiere restituirle algo a la histérica, me temo que hará una mueca como de desagrado, puesto que restituir es restablecer o poner una cosa en su estado anterior o volver una cosa a quien la tenía antes o volver al lugar de que habría salido: es decir, a la economía libidinal que produce la supuesta enfermedad.

También de la histérica se habla en tabernas, bares o restaurantes y así el lenguaje coloquial recoge diagnósticos seculares: Está mal follada o no se echó un polvo en su vida; este es un mensaje que se transmite desde hace siglos, inmutable, a los miembros masculinos de algunas sociedades, respondiendo éstos con una preocupación conmovedora.

Responden a ella entendidos y profanos con perseverancia y presunción, confiados en el poder curativo del fetiche en el que se autorizan. Y aunque a veces consigan un cierto orden con esas terapéuticas dejan sin tocar la cuestión de la histeria, esa interrogación que se abre precisamente en el prejuicio: "a ésa hay que..." pero no concluye con él y además como puede observarse, la frase está suspendida en sus puntos. Así se la puede oír y leer y sin embargo, el maquillaje se desliza, desdibuja rostros: violenta la postura y se rasga en la agitación. El resorte de la realidad cruje y presenta un rostro sin máscara, un cuerpo sin forma, una voz sin lengua.

Jaime Icho Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84

PREMIO PABLO 
MENASSA DE LUCIA

1.ª CONVOCATORIA
Modalidades: 
a) Poesía  
b) Psicoanálisis

Primer premio: 150.000 pts. en cada 
modalidad y la publicación del libro:

-1.000 ejemplares en Madrid

-1.000 ejemplares en Buenos Aires

Entrega de originales 
hasta el 31 de Julio de 1999

Entrega de premios: 
3 de Noviembre de 1999
Para más información, llamar al teléfono

91 542 33 49


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LO DADO Y LO QUE NO SE PUEDE TOMAR

Tanto el fantasma como el síntoma son vías de acceso a lo real, el síntoma resulta no sólo una articulación significante y entonces es significante para otro significante, sino que también es marca de carencia para otra carencia. Es apertura y cierre de cadena, es representatividad del sujeto significante y por lo tanto, un significante representa al sujeto para otro significante. Los significantes que abren y cierran el espacio vacío de la emergencia del significante y del posicionamiento del objeto a, son dos que han sido nombrados uno de apertura SI y uno de cierre S2.

Los efectos se escuchan, se interpretan y estarían los significantes y estaría la cadena, y estaría la escucha analítica lo que engañosamente nos podría llevar a decir que el Inconsciente existe, cuando en realidad no existe y esto es paradojas, porque existe sólo si es estructura de discurso. Lo que pasa es que está dado en la existencia, existe quiere decir que hay que captarlo en la emergencia.

Cuando rompe el fantasma, cuando lo saca de la quietud que lo caracteriza, cuando lo mueve, es cuando atraviesa la posición sintomático, cuando es fallido, allí ex-siste, ex-sistir es surgir en la exterioridad. Toda la estructura del Inconsciente, de las operaciones del Inconsciente están jugadas en la exterioridad, ya que ex-sistencia es el descubrir de lo que se puede diferenciar, de lo que se puede destacar, de lo que se puede extraer. No quiere decir que no está, sino que se manifiesta y es real.

Entonces el Inconsciente ex-siste sólo si es estructura de discurso, pero el discurso no está en el relato, ya lo dijo Freud, sino que el discurso está en la apertura y cierre del Inconsciente Lo que allí irrumpe es discurso, o sea articulación de significantes.

En la cadena discursiva decíamos que hay apertura por un Significante que lo representa para otro significante que es de cierre, pero lo fundamental es lo que pasa en el medio, que es una determinación marcada en una letra que refiere a la alteridad y que se marca como un lugar vacío. Allí hay dos operaciones, una de reunión y otra de separación, estas dos operaciones son las que componen el famoso losange y entonces en la fórmula tenemos: (sujeto barrado, losange, a). Unión y separación, lo que nos lleva a pensar que el fantasma está escrito verticalmente, y esto quiere decir que la escritura significante no es una escritura lineal. Verticalmente porque en la articulación de la cortadura del Inconsciente, en la apertura y cierre es que este significante representa al sujeto como significante para otro significante, la vertical que sube y baja es la que hace un discurso.

Hay algo que es dado, la emergencia es dada, irrumpe el deseo, irrumpió el fallido, cuando la escucha del analista lo capta, allí lo constituye en esa dimensión de ex-sistencia, al interpretarlo, pero primero lo tuvo que articular en la diferencia de texto, como fallido.

Las dos operaciones fundamentales del proceso primario son la condensación y el desplazamiento, y que también refieren a dos movimientos, uno de reunión y otro de separación, cuando se manifiestan lo hacen en el discurso como otro texto. El inconsciente se manifiesta en la estructura de discurso, el deseo se estructura en el seno del lenguaje siempre, porque el lenguaje precede a la palabra del sujeto singular, son precedentes culturales históricos, que el sujeto tiene que recorrer y los tiene que incorporar, entonces cuando emerge el efecto inconsciente sincrónicamente, del lado del analista y del lado del analizante está la puesta en acto, puesta en acto del Inconsciente que no es sin escucha, que juntos arman una cadena lógica que va de un tiempo al otro que se llama tiempo lógico.

El lenguaje es la clave de estructura, la estructura fundamental es el lenguaje, y esto no es un sistema real, es un sistema simbólico donde el Gran Otro, es el Gran Otro del otro sexo, y aquí también aparece algo de lo dado.

Un desdoblamiento de lo simbólico en su relación con el sentido, en la conjunción con lo imaginario abriendo vía a lo real Inconsciente y otra dimensión de lo simbólico con lo real donde la imposibilidad de tener al Otro sexo abre todo el campo de la sexualidad donde lo dado, la anterioridad que me es dada, un cuerpo sexuado, aquella antigua diferencia sexual anatómica, marca un destino sexual y hace que la sexualidad, esa relación con los otros esté marcada por lo imposible de tenerlos y que pone a la existencia, es decir al ser, en entredichos, una existencia jugada en la emergencia, un ser que no es sino nombrado, no en la verdad, y aún, después del cuerpo.

En lo real y allí el goce, donde en el cuerpo del Otro no se puede encontrar ningún garante que haga que exista el gozar del Otro. Que no es en relación con el cuerpo, aunque estén en relación, sino que es en relación con ese imposible de tomar, marca de carencia.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 322 64 00

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MEDICINA 
PSICOSOMÁTICA

Varios autores
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ROMEO AMÓ ANTES DE AMAR II

"Había un hombre muy rico, que poseía rebaños de ovejas y de ganado, y había una pobre muchachita, que poseía sólo un corderito que comía en su mano y bebía en su taza. Tú eres ese rico, rico de todos los tesoros de la tierra; y yo la pobre jovencita rica sólo de mi amor. Tú me lo quitaste, gozaste de él; y cuando te dio la gana sacrificaste ese poco que yo poseía rebaños de ovejas y de ganado, y había una pobre muchachita, que no poseía más que su amor."

Lo que leemos en S. Kierkegaard no es más que una dramática muy común en los enamorados de todos los tiempos. El amor es esa manifestación irrepetible de una lejanía y por eso es inagotable la letra que intenta apresarlo. El amor entre la vida y la muerte es el romance por excelencia, entonces, ¿por qué durar es mejor que arder?

Cuando amo soy a la vez feliz e infeliz. Triunfar o fracasar en el amor siempre tiene un sentido pasajero. Una carta de amor que no envío, soy único testigo de mi locura, lo que el amor desnuda en mí.

Cuando el enamorado encuentra al otro, hay deslumbramiento hasta que ocurre algo donde el otro empieza a ser portador de una marca extraña. Es decir, cobra la figura portadora del otro, como embalsamada, percibo de repente un punto de corrupción (Dostoievsky).

Un gesto, una palabra. ,in objeto, algo surge de una región que jamás imaginé y que vincula bruscamente al ser amado con un mundo simple. Surge, entonces, una pregunta ¿será vulgar el otro, a quien yo idealizaba tanto?

Por un gesto apenas descubro en él otra raza, un contrarritmo, una letra que falta en la bella frase del ser amado. El ruido de un desgarrón en la envoltura lisa de la imagen.

Cae la fascinación, hunde el dolor.

Lo veo al otro en la simpleza de un mundo social.

Es por el lenguaje que todo se altera. En una palabra escucho zumbar otro mundo, el mundo del otro. Veo desplegarse ante mí toda una escena "por el ojo de la cerradura del lenguaje" (Proust). Una blasfemia asciende bruscamente a los labios del sujeto y viene a romper la bendición del enamorado. Como si estuviera poseído por un demonio que habla por su boca de donde salen, como en los cuentos de hadas, no ya flores, sino sapos.

La palabra altera, permanentemente los ritmos que creíamos establecidos para siempre. Si me animo a abismarme en ella, podré construir un mundo diferente.

El otro, mantenido largo tiempo en el capullo de mi propio discurso, da a entender, por una palabra que se le escapa, los lenguajes a los que puede recurrir y que otros, que no soy yo, le prestan.

Por lo tanto, el otro se me aparece sometido a un deseo, ese hombre rico, muy rico, poseedor de rebaños y ganados y ovejas. Aparece el temor, en el enamorado, a perder al otro. Ahí es donde alguien tendría que decirle que la pérdida ya se ha producido desde el origen mismo del amor.

En la pobre muchachita, que poseía sólo un amor y que luego se lo quitan, lo que rompe la armonía, no es un deseo acabado, nombrado, dirigido, en tal caso estaría simplemente celosa. Es un deseo naciente, un impulso de deseo que detecto en el otro, sin que él mismo sea consciente de ello.

Lo veo agitarse, multiplicarse en dirección de un tercero en suspenso (que parece ser lo más terrible), un extraño. Sorprendo, por decirlo así, al otro en "flagrante delito de inflación de sí mismo" (Flaubert).

"Vi la esperma brotar de sus ojos" (Sade).

Así se ama el amor, no el objeto. Es mi deseo lo que desea y si debo llorar alguna pérdida no es otra que la pérdida del amor.

"No te llamo mío, porque entiendo que tú nunca lo has sido y si un día me ilusioné con este pensamiento, ahora he sido cruelmente castigada. A pesar de todo te llamo mío, mi seductor, mi embaucador, mi enemigo, mi asesino, te llamo mío y me digo tuya."

Karina Pueyo. Psicoanalista
Buenos Aires: 328 06 14

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7 CONFERENCIAS
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LOS CELOS

Los celos, punto de entrada, tensión, tendencia, que inaugura que soy otro. Inaugura el sentimiento de otredad en mí y es punto de nacimiento a otra cosa, dimensión del deseo.

Si el objeto percibido afuera posee su propia unidad, ésta coloca al hombre que la ve en estado de tensión, porque se percibe a sí mismo como deseo, y como deseo insatisfecho. Inversamente, cuando aprehende su unidad, es por el contrario el mundo lo que para él se descompone, pierde su sentido, presentándose bajo un aspecto alienado y discordante.

Esta descomposición imaginaria no son, sino los componentes normales de la percepción. La percepción es una relación total con un cuadro dado, donde el ser humano se reconoce siempre en alguna parte, y a veces incluso en varios puntos.

El objeto siempre está más o menos estructurado como la imagen del cuerpo del sujeto.

En toda percepción y cada vez, siempre reaparece por algún lado el reflejo del sujeto, su imagen especular. Dicha imagen está disimulada, a veces por completo. Sin embargo, en el sueño, en el síntoma, en el chiste, en el lapsus, en el olvido, en el recuerdo encubridor, etc... se revela con 1 facilidad en todo instante, tanto más si se alcanza un punto de angustia, ahí donde el cuerpo humano sólo es tiempo, pura temporalidad, puesto que ahí es donde el sujeto choca con la experiencia de su desgarramiento, de su aislamiento respecto al mundo.

El psicoanálisis nos dice que respecto al mundo estamos solos y que para que el mundo se relacione con uno hay que poner las condiciones de posibilidad. El Otro no existe, sino al decirlo.

Schreber inicia uno de sus capítulos, de Memorias de un paranoico, muy humorísticamente: Dicen que soy un paranoico (según la clasificación de Kraepelin, según Freud parafrénico, nombre que propone para la demencia precoz, la esquizofrenia de Bleuler) y dicen que los paranoicos son personas que refieren todo a sí mismos. Si es así, se equivocan, no soy yo quien relaciona todo conmigo, es él quien relaciona todo conmigo, ese que habla sin parar en mi interior. Él es quien tiene el mal hábito, a propósito de todo lo que experimento, de hacerme notar de inmediato que tiene que ver conmigo.

Es el Otro, el lenguaje, el que relaciona todo conmigo, es el Otro el que le atribuye sentimientos que él no tiene, es quien le dice que está involucrado con lo que está diciendo o haciendo.

Y no es que uno se escucha hablar, cuando se trata de la alucinación verbal, sino que se sitúa a nivel de la estructura del lenguaje. Está tan fascinado en el propio fenómeno del lenguaje que no registra el discurso vehiculizado. Ve la frase, pero es una frase muerta.

Los seres humanos habitamos en el lenguaje y hablamos desde el lenguaje, y esto es el inconsciente, por eso decimos que hablamos cuando habla el inconsciente, puesto que el lenguaje es inconsciente en su estructura. No es que el inconsciente determina el lenguaje o el lenguaje determina el inconsciente, sino que el inconsciente es y está estructurado como lenguaje, podemos decir que no hay otro inconsciente que el de los sujetos hablantes y sólo son hablantes los sujetos del inconsciente.

En lingüística existen el significante y el significado. El significante debe tomarse en el sentido del material del lenguaje. En lo que no hay que caer es en creer que los objetos, las cosas, son el significado. El significado es la significación. Y una significación remite siempre a otra significación. El sistema del lenguaje jamás culmina en un índice directamente dirigido hacia un punto de la realidad, la realidad toda está cubierta por el conjunto de la red del lenguaje.

Para el ser humano el encuentro con el mundo siempre fue fallido. Encuentro fallido, callejón sin salida que caracteriza a todas las relaciones y en especial a las relaciones libidinales del sujeto, es decir las relaciones amorosas, las relaciones donde se juega como deseante. Aunque podríamos decir que para el ser humano no hay relación que no sea libidinal, ya sea familiar, laboral, amistosa, enemistosa, puesto que para él nada es indiferente, y cuando la indiferencia se presenta como afecto dominante en sus relaciones algo no va bien, algo trabaja en ese sentido. No hay nada gratuito, no hay nada porque sí, cuando se llega a determinada situación o afectación, se ha realizado un trabajo, un gasto psíquico.

El sujeto no puede desear sin disolverse él mismo. En el plano libidinal, el objeto nunca es aprehendido, sino a través de la reja de la relación consigo mismo. Toda relación imaginaria se produce en una especie de tú o yo entre el sujeto y el objeto. Si eres tú, no soy yo. Si soy yo, eres tú el que no eres.

Aquí es donde interviene lo simbólico. En el plano imaginario los objetos están en relaciones evanescentes. Y en la medida que reconoce su unidad en un objeto, se siente en relación a éste un desasosiego.

La vida pulsional del ser humano se caracteriza por el desasosiego, la fragmentación, la discordancia fundamental. Aquí interviene la relación simbólica que permite que los objetos entren en una dimensión temporal y no sólo en la dimensión espacial e instantánea que les confiere el estar en una relación narcisista. La palabra responde no a la distinción espacial del objeto, sino a su dimensión temporal.

Sin pacto no hay mundo alguno, ni siquiera perceptivo, que pueda sostenerse más de un instante.

Sujeto, objeto y prójimo se constituyen en una sincronía donde cada sujeto entra en el mundo deseando el objeto del deseo de otro, es decir donde gracias a la tendencia celosa se inaugura un comienzo para cada quien.

El antes toma lugar desde el después, por eso que este antes, ese "el deseo del sujeto es el deseo del otro" toma su lugar desde "el deseo del sujeto es el deseo del Otro".

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91 402 61 93

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

OFTALMOLOGÍA:
OJOS QUE NO VEN
CORAZÓN INCONSCIENTE

Mirada y visión son cuestiones diferentes, confundirlas concede estatuto de creencia al ¡mal de ojo!, a ¡si no lo veo no lo creo!

La óptica (esa parte de la física) estudia las propiedades de la luz y las relaciones con el fenómeno de la visión, la óptica fisiológica estudia el conjunto de conocimientos que permite describir el funcionamiento del ojo, en tanto en cuanto interviene en el fenómeno de la visión y la visión incluye el proceso de formación de las imágenes en la retina, la transmisión de las mismas al cerebro y así mismo "la interpretación" de esas imágenes; se encarga por tanto de una lectura, de una interpretación personal de las imágenes objetivas retinianas. La misma Oftalmología plantea cine para discutir la problemática de la visión hay que poseer conocimientos de "lo psicológico", por ejemplo la fisiología óptica demuestra que en la retina se forma una imagen invertida del objeto observado y experimentos fisiológicos prueban que no existe ningún "proceso real" posterior de enderezamiento, sin embargo, mediante un proceso psicológico, al interpretar esa imagen, la invertimos de nuevo v todo ocurre como si la imagen retiniana fuese una imagen directa. Este recorrido rescata ténninos como objetivo, psicológico, imagen, interpretación, visión que deben adquirir un nuevo modo de ser pensados y el pensamiento siempre está fuera del sujeto. El Psicoanálisis nos propone que asumir es transformarse, cuando algo nuevo surge crea su pro- i pio pasado, pero no se trata de los orígenes sino de las emergencias y del deseo nunca se puede saber, así que "si no lo veo no lo creo" es una forma de no aceptar las diferencias, los descubrimientos, lo novedoso, es una manera de creer que se ve con los ojos pero los ciegos nos muestran que "nunca me miras desde donde yo te veo". Se trata de engañar al ojo, del triunfo de la mirada sobre el ojo. Más allá de la apariencia no están las cosas en sí, está la mirada. Existe una esquizia entre la mirada y la visión lo que nos permite agregar la pulsión escópica a la lista de los destinos de la pulsión. En la relación con las cosas, tal como la constituye la vía de la visión y la ordena en las figuras de las imágenes, algo se desliza, pasa, se transmite, de peldaño en peldaño, para ser siempre en algún grado eludido. A eso llamamos mirada.

La presbicia como vista cansada del mirar sin ver durante décadas, la nube opaca de la catarata por ausencia de amor, la negación de la miopía de ser mortales, el nerviosismo del glaucoma, las fuertes impresiones del exoftalmos, las irritaciones de las conjuntivitis y el intento baldío del verse ver de la ceguera pueden ser pensados desde otro lugar en el que el cuerpo, el organismo, sean estudiadas con un instrumento de conocimiento revolucionario y tan vigente como lo es el Psicoanálisis. El Concepto de Inconsciente aporta nuevas posibilidades terapéuticas y debemos saber que el órgano no crea la función como se pensaba antaño sino que es la función la crea el órgano. La percepción es inconsciente. Si se rectifica la forma de gozar se modifica la forma de desear, si se cambia la mirada sobre el otro semejante, el otro cambia y esto solo es posible en un campo concreto, a través de la interpretación psicoanalítico. Interpretación que decimos es el inconsciente. La producción de la interpretación conlleva un trabajo a producir, ya que las relaciones no existen, se establecen; separar mirada y ojo, voz y boca, separar pulsión y órgano, ya que es la función de la mirada como pulsional la que crea la vista.

La pulsión habita el ojo pero no es el ojo. La mirada es el objeto de la pulsión escópica, por lo tanto se puede transformar la mirada, no la vista. Se trataría por tanto de estudiar los procesos que la óptica geométrico aporta y formarse como oftalmólogos en un campo específico como es el globo ocular, ese "pequeño planeta" tan importante pero también de reconocer los avances que el Psicoanálisis aporta a la ciencia en algunas especialidades médicas, en algunas prácticas sanitarias donde el paciente plantea cuestiones que sobrepasan el campo del imaginario médico, el campo del fondo de ojo, fondo de ojo que dicho sea de paso es superficial tanto como la piel es profunda, ya que debemos considerar el cuerpo en otro régimen de afección donde se encuentra atravesado por el deseo.

La mirada es el campo del amor, nunca ve lo que dice ver, ya que ella misma es objeto del deseo. Los órganos de la percepción son siempre engañosos, muestran lo que no demuestran.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

NOVEDADES
EDITORIAL GRUPO CERO

FREUD Y LACAN -Hablados-1
(2º Edición)

AUTOR: MIGUEL OSCAR MENASSA

Un libro que nos permite introducirnos en uno de los pensamientos más importantes del siglo XX.

Freud porque es el nombre de la obra que nos permite pensar la dimensión inconsciente como lo que nunca puede faltar en un acto psíquico, en tanto sabemos que hay actos en los cuales no participa la conciencia, es decir, que acontecen ajenos al sujeto. Sin embargo, el inconsciente incide sobre todo acto humano.

Lacan porque perteneciendo a la historia del psicoanálisis renueva la lectura de la obra freudiana volviendo al original: los monumentos que son los textos de Freud. Autor que nos permite pensar la transmisión del psicoanálisis.

Y «hablados» porque este libro es la puesta en acto de la transmisión del psicoanálisis.

Más de 450 páginas nos permiten navegar por lo más complejo de forma sencilla.


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LA POTENCIA 
DEL VIAGRA

El impotente entró apresuradamente en la sala. Le esperaba el urólogo con una inyección de prostaglandinas en la mano. Venía con la facies ruborosa del que ha sido sorprendido en un acto que le avergüenza, se bajó los pantalones y una sonrisita burlona se escapó de los labios del médico, no sé si aludía al tamaño, algo escaso, o a la consistencia, más bien fláccida. Cuando se quiso dar cuenta le habían inyectado el contenido de la jeringuilla en la vena dorsal del pene. Bueno, váyase a dar una vueltecita y luego vuelve a enseñárnosla, dijo reteniendo la risita que hacía tremendos esfuerzos por escaparse de entre sus labios, cerró con violencia la puerta a la vez que estallaba en una carcajada, y se giró hacia nosotras, cuatro estudiantes de medicina, que lo mirábamos atónitas sin poder entender cómo podían dejar un problema tan serio como la impotencia en manos de un chiquilín que no era capaz de contenerse. María pensaba que el tal urólogo era un homosexual reprimido y que la risa era vergüenza por tocar a otro hombre delante de nosotras, Cristina pensaba que si las cuestiones del sexo le producían reacciones tan infantiles, ese tipo era un estrecho que no se había echado un polvo en su vida, y Ana, que a su vez se mordía los labios para no romper a reír, sentía que un tío que se mofaba de la impotencia de los demás no podía ser un impotente y eso la excitaba visiblemente, hasta el punto de provocar su risa. Yo me abstengo de juzgar a nadie por el momento.

En la antesala de la consulta, se oía el siguiente cántico popular, muy extendido entre los impotentes: "Por las mañanitas, cuando me levanto, tengo la pirula más dura que un canto, luego voy al baño, echo una meada, y la pirulilla se me queda en nada". Sabio cántico que alude a la variabilidad de la impotencia coeundi (o disyunción eréctil) de origen psicógeno.

Todo esto quiere ser una introducción para empezar a hablar de un nuevo fármaco que ha causado sensación, se trata de la viagra, o sindenafil. El estudio más importante sobre el fármaco, publicado en mayo del 98 en una prestigiosa revista de medicina: New England Journal of Medicine, comienza diciendo: la impotencia afecta a más de treinta millones de varones en Estados Unidos, he aquí la importancia del problema. De los sujetos incluidos en el estudio, el 70% padecían impotencia orgánica (secundaria a arterosclerosis, diabetes ... ), el 11% psicógena y el 18% mixta, luego estaremos de acuerdo en que si el 70% de los sujetos a estudio padecen una impotencia orgánica, lo que pruebe el mismo, será aplicable más razonablemente a las impotencias orgánicas. Sindenafil restaura la respuesta eréctil ante el estímulo sexual sin causar erecciones en ausencia de este estímulo. Digamos que el deseo sexual desencadena una serie de respuestas orgánicas que terminan en la erección, el fármaco actuaría en esa cadena de respuesta, pero no es capaz de desencadenarlas.

Celebro que los pacientes con impotencia orgánica se puedan beneficiar de este fármaco tan eficaz (en el grupo tratado con sindenafil el 69% de los intentos de penetración fueron existosos, con dosis máxima hasta el 85%, frente al 22% en el grupo placebo). No obstante creo que se mantiene el problema de las impotencias psicógenas. Las relaciones sexuales no son más que una de las múltiples expresiones de la vida del sujeto, una alteración de las mismas apunta a una manera patológica de relacionarse con el mundo en general. Un impotente en sus relaciones sexuales será probablemente impotente para determinadas actividades, por ejemplo escribir, hablar en público, etc. La impotencia sexual es sólo un síntoma más, y al tratarlo no podemos olvidar que nos estamos limitando a hacer un tratamiento sintomático, cuando el psicoanálisis nos ofrece un tratamiento etiológico.

Alejandra Menassa. Médico
Madrid: 91 542 33 49

PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS

«Posición del Inconsciente», segundo título de la colección Psicoanálisis para todos, de la Editorial Grupo Cero, viene a ratificar aquello que nos caracteriza: hacemos sujetos de la lectura mediante la repetición del acto de leer, que no es otra cosa que un trabajo abierto y constante.

También es segundo el encuentro mensual del Seminario Jacques Lacan de los Sábados, de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero Madrid, donde cada vez se instituye un comienzo.

y como el Psicoanálisis no es una Psicología, Posición del Inconsciente, rescata la posición del inconsciente de la experiencia freudiana desligándolo de las definiciones que funcionaron antes de Freud, en tiempos de Freud y después de Freud, fundamentalmente aquellas que llevaron al mayor número de desvíos, las que confundían inconsciente con preconsciente, y las que nombraban lo pulsional como instintual. Porque sabemos que el instinto es un conocimiento que no comporta saber y la pulsión es un saber que no comporta conocimiento.

El Psicoanálisis es la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto, donde las dos operaciones lógicas de causación del sujeto: alienación y separación, permiten que el sujeto sólo consiga la libertad de la alienación a los significantes, cuando se produce como sujeto del deseo inconsciente. Donde «el inconsciente es el discurso del Otro» cuando «el deseo del sujeto es el deseo del Otro».

La transmisión del psicoanálisis tendrá que ver con la alienación a los significantes del psicoanálisis y con la separación que produce al sujeto del psicoanálisis. Por eso la importancia de marcar la diferencia entre la alienación a los significantes y la alienación a una persona.

Poesía y Psicoanálisis es un nuevo campo dentro del campo del Psicoanálisis y es un nuevo campo dentro del campo de la Poesía, donde el que repite lo hecho jamás lo consigue, puesto que la alienación no se realiza sin la separación.

Sabemos que no hay sujeto más allá del lenguaje, como no hay psicoanalista más allá del psicoanálisis.

Concebir el sujeto como efecto del lenguaje, escuchar la palabra más allá del sujeto es concebir que el psicoanalista forma parte del concepto de inconsciente, puesto que constituye aquello a lo que éste se dirige. Eso se muestra en este texto.

Una vez más, ponemos al alcance de quienes deseen hacer el trabajo necesario para alcanzarlo, una nueva producción, una nueva lectura.

MIGUEL OSCAR MENASSA

  • Psicoanálisis
  • Supervisiones
  • Psicoanálisis grupal
  • Seminario Sigmund Freud
  • Talleres de poesía

Escuela de Psicoanálisis
GRUPO CERO

MADRID: 
91 542 33 49
BUENOS AIRES: 
328 06 14 - 0710


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

MARX

EL CARÁCTER FETICHISTA
DE LA MERCANCÍA 
Y SU SECRETO

1867

Y la economía moderna, que sonríe con elegante menosprecio al sistema monetario, ¿no resulta tangible su fetichismo en cuanto trata del capital? ¿Cuánto tiempo hace que desapareció la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo proviene de la tierra y no de la sociedad?

Mas no nos anticipemos y conformémonos por ahora con un ejemplo acerca de la propia forma de mercancía. Si las mercancías pudieran hablar dirían: nuestro valor de uso tal vez interese a los hombres. Pero a nosotras, en cuanto objetos, nos tiene sin cuidado. Lo que nos interesa objetivamente es nuestro valor. Nuestra propia circulación como cosas-mercancías así lo demuestra Sólo nos referimos unas a otras como valores de cambio. Escuchad cómo habla el economista por el alma de la mercancía:

"El valor" (valor de cambio) "es una propiedad de las cosas, la riqueza" (valor de uso) "del hombre. En este sentido, valor implica necesariamente intercambio, no riqueza"..

"Riqueza" (valor de uso) "es el atributo del hombre, valor el atributo de las mercancías. Un hombre o una comunidad son una perla o un diamante son valiosos... Una perla o diamante son valiosos en cuanto perla o diamante".

Hasta ahora ningún químico ha descubierto el valor de cambio en la perla o el diamante. Los descubridores económicos de esta sustancia, quienes se vanaglorian de especial profundidad crítica, encuentran, sin embargo, que el valor de uso de las cosas es independiente de sus propiedades objetivas, y que su valor les corresponde, en cambio, como cosas. Lo que se confirma aquí es la extraña circunstancia de que el valor de uso de las cosas se realiza para el hombre sin el intercambio, o sea, en la relación directa entre cosa y hombre, y que, al contrario, su valor sólo se realiza en el intercambio, es decir, en un proceso social.

FREUD

LA MORAL SEXUAL CULTURAL
Y LA NERVIOSIDAD MODERNA

1908

La conducta sexual de una persona constituye el "prototipo" de todas sus demás reacciones. A aquellos hombres que conquistan enérgicamente su objeto sexual les suponemos análoga energía en la persecución de otros fines. En cambio, aquellos que por atender a toda clase de consideraciones renuncian a la satisfacción de sus poderosos instintos sexuales serán, en los demás casos, más conciliadores y resignados que activos. En las mujeres puede comprobarse fácilmente un caso especial de este principio de la condición prototípica de la vida sexual con respecto al ejercicio de las demás funciones. La educación les prohíbe toda elaboración intelectual de los problemas sexuales, los cuales les inspiran siempre máxima curiosidad, y las atemoriza con la afirmación de que tal curiosidad es poco femenina y denota una disposición viciosa. Esta intimidación coarta su actividad intelectual y rebasa en su ánimo el valor de todo conocimiento, pues la prohibición de pensar se extiende más allá de la esfera sexual, en parte a consecuencia de relaciones inevitables y en parte automáticamente, proceso análogo al que provocan los dogmas en el pensamiento del hombre religioso o las ideas dinásticas en el de los monárquicos incondicionales.

No creo que la antítesis biológica entre trabajo intelectual y actividad sexual explique la "debilidad mental fisiológica" de la mujer, como pretende Moebius en su discutida obra. En cambio, opino que la indudable inferioridad intelectual de tantas mujeres ha de atribuirse a la coerción mental necesaria para la coerción sexual.

La conducta sexual de una persona constituye el "prototipo" de todas sus demás reacciones


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

LACAN

DISCURSO DE O.R.T.F.

1966

El inconsciente no es pulsación oscura del pretendido instinto, ni corazón del Ser, sólo su hábitat.

El lenguaje no sólo es un medio tan real como el llamado mundo exterior. Pero hay que estar tan cretinizados como lo estamos por las imaginaciones con que se han constituido hasta ahora la teoría del conocimiento y los métodos supuestamente concretos de educación, para eludir el hecho masivo (pero justamente sólo se convierten en hecho una vez que se sostienen en una condición científica) de que el hombre crece tan inmerso en un baño de lenguaje como inmerso en el medio llamado natural.

Este baño de lenguaje lo determina incluso antes de haber nacido, por intermedio del deseo en que sus padres lo acogen como un objeto, quiéranlo o no, privilegiado. Cosa que la más mínima vigilancia clínica permite atisbar en sus consecuencias aún incalculables, pero presentes en todos los seres, y que ignoran los manoseos del sacerdote y del médico en lo tocante al control de la natalidad.

El deseo no es la "pasión inútil" con que se formula la impotencia de pensarlo en los teóricos de la intención existencialista.

El deseo es, propiamente, la pasión del significante, es decir, el efecto del significante en el animal al que signa, y en el cual la práctica del lenguaje hace surgir un sujeto —un sujeto no simplemente descentrado, sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se repite, es decir, a sostenerse dividido.

De allí la fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde el hombre se desprende como resto.

EL DESEO DEL HOMBRE ES
 EL DESEO DEL OTRO

MENASSA

EDITORIAL REVISTA
"GRUPO CERO" N.º 0

1974

1. ¿El psicoanálisis tarde o temprano recurre a la poesía?
Para la poesía no fue necesario.

2. ¿El psicoanálisis en su práctica supone un contrato con la cultura?
La poesía siempre es un acto contracultural, se acerca a la naturaleza, tiene que ver con el hombre.

3. ¿Al psicoanalista se le exige dedicación?
Al poeta se le exige dedicación y talento.

4. ¿Palabras que tarde o temprano reconstruirán una imagen primitiva?
Palabras que tarde o temprano construirán una nueva imagen.

5. ¿Experiencia en donde a nadie se le rompe definitivamente el corazón? Si todo está destruido cuando se comienza, no caben dudas, la posibilidad es poética.

6. ¿Entre la psicosis y la poesía existe un abismo?
Para la poesía el mito es su entretenimiento y no su destino.

7. ¿El psicoanálisis permite optar?
La poesía no da alternativas.

8. ¿Un buen psicoanalista tarde o temprano gana el dinero suficiente como para pervertir su bondad?
Los buenos poetas no existen; la condición esencial para el ejercicio poético es la crueldad.

9. ¿Al psicoanalista se le pide siempre lo mismo, represión?
Cuando la poesía estalla en mí, lo reconozco, soy un placer infinito.

10. ¿El psicoanalista tiene salvación?
La poesía sabe de su esclavitud. La salvación no tiene sentido.


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Es una Novela de Miguel Oscar Menassa

CAPITULO III (Continuación)

Ya todos habían entrado en la casa y yo seguía dando vueltas por el jardín, fumando y pateando el césped. De golpe, por decir, sentí sobre mí una mirada, alguien, alguna persona seguía, al menos con su mirada, mis pasos.

Di media vuelta y comencé a caminar hacia la presencia mirando el césped, y cuando sentí que estaba al alcance de un salto, saqué con rigor mi mano derecha hacia adelante en forma de Colt 38 y disparé tres veces a matar:

—¡Pim, pam, pum! Y todavía tuve tiempo, antes que el hombre que me había seguido con la mirada me tomara entre sus brazos, de gritar dos veces: ¡muerte al espía, muerte al espía!

El hombre me abrazó con alegría, y no puedo dejar de decirlo con cariño, al menos su intención era amistosa.

—Profesor —dijo mientras me abrazaba—, Profesor, ¿qué hace usted aquí? No me lo imaginaba.

—¿Piensa que es mucho lujo para mí? —No sea sarcástico, Profesor, yo pienso que todo esto es poco para usted. Y a mí, ¿no me pregunta a mí qué hago aquí?

—Bueno —le dije—, si tú quieres, te pregunto: ¿qué hace aquí, tan cerca de Madrid, un hombre de mundo como tú?

—Usted siempre hablando al corazón de las personas. Después que dejé su cátedra en la Universidad, estuve catorce años trabajando con los indios en América del Sur, pero luego me vine a enterar que todos los indios habían viajado para Madrid, y, entonces, por eso estoy, aquí, en Madrid, estudiando cómo viven los indios.

Reí francamente a la ocurrencia de Ricardo Güiraldes, que no era otro el que me había perseguido con la mirada con tanta insistencia que me obligó a matarlo sin compasión. Su humos era algo verdaderamente fino. Cuando llegó a mi consulta, hacía 20 años, tenía sólo 17. Me consultó por nada, por alegría, por querer saber lo que pasaba en la mente, en el corazón de los hombres. Se tumbó en el diván y me dijo:

—¿Qué vale esto?

Y yo le contesté:

—Algo diferente a lo que usted cree.

—Tengo sólo diecisiete años, contestó él, puedo equivocarme. Pero me pregunto qué es lo que usted cree que yo pienso que vale esto como para decirme que se trata de algo diferente de lo que pienso, ¿eh?

—Le escucho, Güiraldes, le escucho.

—Soy un joven modelo, ¿me cree?

—Por qué no habría de creerle si todavía no le conozco.

—Usted siempre contesta de costado, al lado de las cosas, debe ser, me imagino, para que yo vaya pensando lo que se me ocurra. No es malo su método. En verdad, no me imaginaba que fuera así psicoanalizarse. En principio es hablar con una pared que desvía en algo lo que decimos.

Convinimos con Ricardo vemos cuatro veces por semana, unos minutos cada vez, ya que él hizo durante la primera entrevista dos comentarios que me animaron a intentar una relación intensa, pero no muy prolongada. Uno de los comentarios se refería a no tener ningún problema con el dinero, y el otro comentario se refería a sus deseos de viajar a América del Sur a vivir con los indios, a conocerlos, a estudiarlos. Él hizo como que comprendía mis argumentos y contratamos por un año, y luego de una evaluación decidiríamos los siguientes pasos.

La conversación con Ricardo duró seis años, pero a mi entender había sido uno de los tratamientos más exitosos. Ricardo no se transformó en psicoanalista, estudió antropología y medicina simultáneamente, e hizo crecer de forma considerable la fortuna, herencia de su padre, proveniente de la explotación de minas en Asturias. Ricardo, sacándome de mis nostalgias, me cogió del brazo y me dijo:

—Eh, Profesor, entremos a tomar una copa. Josefina paga.

—¿Y qué es Josefina para ti?

—Una mujer inteligente —me contestó Ricardo—; una vez vino a escuchar una conferencia que yo mismo daba sobre el tratamiento psicoanalítico de la tuberculosis en las tribus indígenas del Sur, y como es una mujer culta quiso hablar conmigo y comenzamos una relación, yo vengo a sus fiestas, ella me cuenta cosas de su escuela. Una noche me habló de que se psicoanalizaba con usted, Profesor, yo no le dije nada de nuestra relación, preferí escuchar lo que ella hablaba de usted, yo hacía tanto tiempo que no lo veía, que prefería escucharla, a ella. No está enamorada, está impresionada que exista una inteligencia más importante que la suya propia. Usted es un genio, Profesor, a mí al principio me pasaba lo mismo con usted. Después, antes de irme, algo me di cuenta sobre que la inteligencia no la tenía nadie, era algo que ocurría cuando la gente se relacionaba. Pero ella habla con firmeza de usted, con furia. Ahí viene, le sorprende que nos conociéramos. Eso, que no tenía controlado, la inquietará.

Josefina avanzó con paso decidido hacia nosotros.

—Me alegra que dos personas, tan importantes para mí, se conozcan por su cuenta. Hoy será una noche inolvidable. Ricardo, usted, Profesor, y Evaristo, hoy algo entenderé, estoy contenta. Hoy la poesía ha hecho algo que no hubiera podido hacer el dinero.

Josefina se colgó de los dos y mientras jugaba a que la llevábamos saltando como alguna vez en su infancia le habría pasado, ella todavía, en voz alta:

—¿Y ustedes dos de cuándo se conocen?

—Hace veinte años que nos conocemos y catorce que no nos vemos —Contestó rápidamente Ricardo.

Josefina, cortante, saltándose de nuestros brazos:

—¿Y por qué no me dijiste nada cuando yo conté que me psicoanalizaba con él?

—Bueno dijo Ricardo—, tú ni me dijiste el nombre, cómo habría de saber yo que era la misma persona; además, al Profesor antes nadie lo llamaba Profesor, era imposible saber que se trataba de la misma persona...

—Bueno —intervine yo—, no se trata de la misma persona. Un hombre nunca es la misma persona cuando se trata de otro hombre o de una mujer. Ni aunque sea un psicoanalista, bueno exagerando, ni aun siendo Dios se puede ser una sola persona delante de un hombre que de una mujer.

La conversación nos debía resultar interesante, ya que sin damos cuenta, hablando y caminando, y dándonos muestras de afecto mientras caminábamos y hablábamos, nos llevamos por delante a Rosi Provert y a Evaristo, que conversaban en voz muy baja, después nos contaron, sobre la ventaja que tenía la marihuana sobre el opio y el alcohol. Cuando chocamos, Evaristo rió con ganas y dijo en voz exageradamente alta:

—La burguesía en pleno acaba de chocar con aquello que le hará desaparecer, un poeta y una médico psiquiatra. ¡Están perdidos!

Nos disculpamos y nos sentamos junto con otras personas alrededor de una mesa de madera antigua. Mientras nos sentábamos alrededor de la mesa sentí que era importante saber quiénes eran y en qué posición quedábamos sentados en ese círculo humano que se estaba formando. Quiénes serían los afortunados o desgraciados participantes de esa conversación que ninguno podía imaginar que ocurriría.

A mi derecha se sentaron Rosi Provert, Evaristo, Josefina, Carlos y Leonor, justo enfrente mío un hombre, de mi misma edad, desconocido, y a mi izquierda, Ricardo, Silvia, Walter, una silla vacía y,

 luego, al lado del desconocido, Emilse.

El desconocido tenía un cierto desaliño elegante y me llamó la atención que su mirada no mirara lo que se ve, sino otra cosa, no sé. Si Evaristo me inquietaba, este hombre desconocido me atraía. Tal vez sea otro escritor, ya me enteraré. Y esa frase sencilla me tranquilizó, como para poder darme cuenta que Ricardo insistía en que me bebiera la copa de vino que él mismo me había servido. Me bebí el vaso de un trago. Al levantar la mirada para beberme el fondo, vi los ojos del desconocido diciéndome: "A tu edad el alcohol es una cosa mala".

Encendí un cigarrillo para tranquilizarme y vi con desesperación que si no hacía algo para salir de mis cavilaciones, Rosi Provert y Josefina, volcadas directamente sobre Evaristo, le pedían que volviera a recitar alguno de sus poemas del recital. Y como yo no estaba en condiciones de escuchar nuevamente esa voz, y como las mujeres se desmayaban al escucharlo, intenté con una pregunta generar una conversación de la cual, pensaba yo, no podría salir tan mal parado como frente a los versos, y entonces pregunté: —¿Es posible que un psicoanalista escriba versos?

Evaristo, desprendiéndose literalmente de las dos mujeres, me contestó, antes de que hubiera silencio entre mi pregunta y su comentario:

—Yo muchas veces me pregunté si un poeta podría trabajar de psicoanalista, y terminó, cada uno pregunta por lo que no sabe o no se imagina pudiendo del todo.

Su interpretación me tocó, mi problema era el verso, el suyo la interpretación, ese hombre era más inteligente que muchos psicoanalistas, cada vez que hablaba me lo hacía pensar.

—Todos los psiquiatras nos sentimos poetas cuando entendemos lo que un loco nos quiere decir —comentó Rosi Provert, con coquetería.

—Es una cuestión del deseo, terció Josefina con fuerza (por lo menos a ella le pasaba así), cuando el deseo está en comerse el coco, psicoanálisis, locura, cuando el deseo es la libertad, entonces aparece el verso, lo inasible se concreta en una combinación exitosa.

El desconocido, mirando con algún desprecio a Josefina y sonriendo apenas, dijo:

—Se pueden tener dos deseos, ¿no?

El silencio que yo hubiera querido producir con mi pregunta, lo produjo el desconocido con su intervención. Esta noche me iría a salir todo mal. Pensé en cien maneras de continuar la conversación y todas me parecían estúpidas, hasta que nuevamente el desconocido pudo romper el silencio que él mismo había generado.

—Preguntarse si un psicoanalista puede escribir versos es como preguntarse si una mujer puede o no puede abrir las piernas; bueno, la respuesta es muy fácil, a veces puede y a veces no puede.

Se restregó las manos, como si hubiera llegado a alguna conclusión, y se levantó de la mesa, y antes de perderse entre la gente que había en la casa, besó con afabilidad a Leonor y Emilse y saludó con un golpe de cabeza a Evaristo.

No pude contenerme y pregunté: —Y ese, ¿quién es?

Y Leonor y Emilse, a dúo por un lado, contestaron: —¡Nuestro psicoanalista!

Y en el mismo momento, Evaristo también contestó: —Es un gran poeta argentino.

—¡Ah, poeta y psicoanalista...

—Sí —confirmó Evaristo—, es el Master, el no va más del Grupo Lamda.

—Será el no va más del Grupo Lamda, pero aquí se comportó de una manera tan enigmática, habló como si estuviera más allá de nosotros.

Walter, intentando que no se escuchara del todo lo que había dicho Silvia, agregó en seguida: —Es una personalidad, escribió como 20 libros. —Yo quería conocerlo, me hubiera gustado que se quedara conversando más tiempo.

—Será toda la personalidad que tú quieras —se defendió Silvia—, pero el Profesor también es una personalidad y, sin embargo, no va por ahí haciendo sentir inferior a todo el mundo.

Como yo era el Profesor tuve que terciar en la conversación, y aunque no quería estar en desacuerdo con Silvia, igual le pregunté:

—¿Por qué se había sentido inferior frente a ese hombre? Ricardo, moviendo la cabeza de un lado para otro, y tratando de servirme una copa de vino, dijo, como al aire: —Usted, Profesor, siempre hablando al corazón de las cosas. Es simple, Profesor, lo que usted pregunta, si Silvia me deja contestar por ella...

Emilse y Leonor se levantaron y saludaron con amabilidad, considerando que a la mañana siguiente muy temprano tenían que ir a trabajar.

—Sí, sí —dijo alegremente Silvia—, conteste, conteste.

—Bueno, es muy fácil, lo que no puedo abarcar con mi mirada es invisible, pero no superior. Lo que no puedo abarcar con mi imaginación es imposible, pero no superior; lo que no puedo medir con mi conocimiento es desconocido, pero no superior.

—¡Eh, macho, pareces un jefe indio hablando! —murmuró alguien.

—He aprendido mucho de los jefes indios —insistió Ricardo—. Lo que no puedo medir con mi cuerpo será psíquico o social, pero no superior.

—¿Y entonces —preguntó muy entusiasmada Josefina—, cuál es la respuesta?

—La respuesta de lo que nos humilla la tiene cada uno —dijo Rosi Provert mirándome a los ojos.

Entonces yo le pregunté, mientras dejaba caer mi mano sobre su brazo:

—¿Tú ya tienes tu respuesta?

—Sí —contestó ella con desparpajo—. Tú me haces sentir inferior.

—Entonces —dijo Walter—, lo que nos produce deseos nos hace sentir inferior.

Rosi puso su mano sobre mi mano y yo apreté su brazo con intención, y dije:

—Soy viejo para hacer el amor contigo, pero cuando concluyas tu terapéutico con Josefina, puedes, si todavía quieres tener algo conmigo, psicoanaliarte. Y tú, Evaristo, ¿qué haces que no dices nada?

—Me veo escribiendo mis versos sin escribir, y eso me entretiene.

Mientras decía esto, Evaristo comenzó a liar un porro, el Profesor invitó a llevar en su coche a Rosi y los dos se despidieron. Quedaban en la mesa Walter, Silvia y Carlos, conversando muy animadamente de eso de tener dos o tres mil deseos, Josefina, que había ido a por café, y Evaristo liando su cigarro.

Cuando regresó Josefina con el café, Evaristo se disponía a contar una historia de amor.

Hubo una vez un viejo profesor de Historia del Arte que se enamoró de una joven estudiante, y como ese amor lo avergonzaba, en lugar de hacer el amor con ella y rehacer su vida amorosa, la tuvo a la pobre señorita sin casarse con nadie y estudiando veinticinco años Historia del Arte. Ella llegó a ser muy famosa como historiadora y él murió antes de tiempo de un infarto por hostilidad contenida y represión sexual.

Los otros se quedaron como esperando que Evaristo siguiera la historia, pero Evaristo apagó la colilla de su cigarro, y mientras se levantaba de la silla le dijo a Josefina que se pasara mañana por su casa, que él esta noche contestaría la carta que ella había dejado en su máquina.


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