ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA N.º 23

POESÍA Y PSICOANÁLISIS  LA HISTERIA: PRIMERA PARTE NOS DIVERTIMOS A PESAR DEL ESTADO
NOVELA ROSA LA AGRESIVIDAD PSICOANÁLISIS PARA TODOS
PEGAN A UN NIÑO IV DIFERENCIAS ENTRE NEUROSIS Y PSICOSIS CHARLA COLOQUIO CON MIGUEL OSCAR MENASSA 
SUEÑOS DE CURACIÓN LOS VALORES HUMANOS NO EXISTEN PARA EL ANIMAL DE NUESTROS ANTECEDENTES
MEJOR HABLAR LIBRES SON LAS PALABRAS FREUD
EL PODER CURATIVO DE LAS PALABRAS HISTORIAS DE UN AMOR EN EL EXILIO LACAN
LA SATISFACIÓN NARCISISTA PSICOANÁLISIS Y MEDICINA HEIDEGGER
RECOMENDAMOS ENFERMEDADES AUTOINMUNES MENASSA

POESÍA Y PSICOANÁLISIS
1985, Buenos Aires, 1999

Poesía y Psicoanálisis, una renovada perplejidad ante lo irracional. Una vara de mimbre quebrada por un viento que no fue. Un parece que te encuentro, pero nada.

El primer resultado, por lo menos para Heidegger, fue que el reino de acción de la poesía es el lenguaje. Por lo tanto, la esencia de la poesía debe ser concebida por la esencia del lenguaje. Pero en segundo lugar, nos dice Heidegger, se puso en claro que la poesía, el nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, no es un decir caprichoso, sino aquél por el que se hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano. Por lo tanto la poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía misma hace posible el lenguaje. La poesía es el lenguaje primitivo de un pueblo histórico. Al contrario, entonces, es preciso entender la esencia del lenguaje por la esencia de la poesía.

El fundamento de la existencia humana es el diálogo con el propio acontecer del lenguaje (el inconsciente está estructurado como un lenguaje), pero el lenguaje primordial es la poesía como instauración del ser. Algo que sólo será luego, determina cómo tuvo que ser antes.

¡Cuántas veces! me pregunté a mí mismo si era posible el mundo.

¡Cuántas veces! me respondí sonriendo.

¡Cuántas veces! me respondí gritando: mundo altivo y grotesco, te podremos.

En principio, nos aconsejamos tomar distancia de los recuerdos infantiles; conocer el amor, hablar, leer algunos libros, escribir algún verso. Y eso fue todo.

Después, el tiempo nos llevó de la mano, escribiendo, por el camino de la muerte. A los sobrevivientes, más allá de modos y modales, nos otorgó un sexo, una palabra. Somos esas caricias provenientes de las noches más negras. Un incalculable amor en medio del desastre.

Aprendimos rápidamente que sin mencionar a Dios es absolutamente imposible saber de quién es el tiempo. ¿A quién pertenecen las horas?, los recuerdos de las horas pasadas, la ilusión de las horas por venir. ¿A quién las horas del amor?, los vericuetos del tiempo del amor. ¿A quién pertenecen?

Espero saber acogerme sin vergüenza a mi destino. Viví entre ellos, soy un grupo, varias personas, tengo las palabras de todas las clases sociales posibles en este tiempo. Fui todas las enfermedades. Toda la peste y toda la gloria posible. Soy el más indicado para decir, para empezar a juntar lo que las dictaduras, en su afán de reproducirse, han separado.

Pretendemos una página en blanco permanente. Ese ha de ser nuestro lecho de amor y, también, nuestro campo de guerra.

Y para que a nadie, en principio, se le ocurra pensar sobre lo que es, digo: El hombre es escritura. El resto, sin violencia, ganado taciturno esperando morir en alguna quietud.

Escribiendo, robándole esas horas a la vida, así hemos vivido nuestra vida.

Os invitamos a vivir con nosotros en una página entre palabras combinadas por muchos.

La poderosa muerte unida a los vocablos más sutiles.
El cruel espanto, el dolor más extremo, besados por la luz.
El verso más antiguo bordado en tus cabellos. Entre palabras, por túneles secretos, hacia lo no sabido. ¿Transmitir el psicoanálisis?
¿Amar definitivamente la poesía?
Sólo después sabré, sólo después sabremos
cuando lo irremediable pregunte por sí mismo
cuando la muerte venga anudada en un punto
cuando el baile sonoro de los días detenga su mirada,


vendrán de nuestra vida los saberes y, ahí, ya no seremos éstos, sino lo escrito. No vengo por nadie en especial, vengo por todos. Hablar y amar fue todo mi pasado. París mi prehistoria, donde Lacan y hablar estuvieron de moda. Muerto Lacan porque hablar no era suficiente, nadie podrá pasar, soy el que escribe, el que vertiginosamente se adelanta en las sombras.

Llegamos a decir que toda escritura es producto efecto de haber elaborado una lectura, como dos cosas separadas: se elaboraba una lectura y se producía un escrito. Aquí se nos vuelve a plantear que una vez transformado el tiempo en el cual observo los fenómenos, no puedo abandonar el método propuesto. Es decir, no es que leo, elaboro lectura y ahora tengo la escritura, sino que tengo la escritura y en lo que la escritura no me dice por decir, porque ahí donde me dice algo, me oculta una otra cosa, reconstruyo en ese silencio los supuestos, las ausencias y las preguntas.

Se conversa generalmente acerca de la “imposibilidad”, de la dificultad de que el propio sujeto que elaboraba la ciencia o que trabajaba y producía la ciencia, o el ensayo, o la novela, difícilmente podía, también, hablar con exactitud del proceso de producción de esa ciencia o del proceso de producción de la obra de arte. En el caso de la ciencia, la epistemología, en el caso de las artes, su poética.

En el momento donde la ciencia, en los avatares de su inscripción social se dogmatiza, es en el imaginario universal de la poesía donde, si de casualidad la poesía toca ese campo, lo iluminará más allá del dogma de que se trate.

Lectura como producción también quiere decir que llevemos las cosas hasta sus últimos extremos, es decir, los extremos posibles. Se dice que la mujer está fuera de la dialéctica del falo y de la dialéctica del valor.

Si esto es así, sería ella Otra del Otro inconsciente y del otro de las relaciones sociales, como habíamos dicho de la escritura.

Habíamos dicho que el hombre navegaba sujeto a leyes que, por otro lado, eran inviolables, en tanto, la violación de estas leyes terminaba con el sistema sobredeterminante y que estas leyes eran la ley instituida por el falo y la ley instituida por el valor. Que únicamente no le pasaba esto cuando era capaz de producir la escritura.

Tanto esto es así que ya estamos todos de acuerdo (todos son algunas escuelas de psicoanálisis y otras escuelas que no son tanto de psicoanálisis) que la escritura adviene en posición femenina, pero nunca nadie quiso saber cuáles eran las consecuencias de esta frase.

Así, cuando se libera la poesía de las leyes que ella infringe por ser modelos ideológicos, ella es un instrumento de conocimiento, ella es una manera diferente de leer los fenómenos que acontecen en el mundo, en el universo. ¿Esto no querrá decir que si se libera a la mujer de lo que ella infringe por ser, es decir, los modelos ideológicos, la dialéctica fálica, ella también sería una nueva concepción del universo, incluyendo en el universo la realidad y lo real?

Entre esta conferencia y la otra, hemos fundado la Primera Internacional de Poesía y Psicoanálisis.

En el poder de fundar, hemos sabido que lo exiliado queda, también, exiliado del hombre. Lo exiliado, por lo tanto, no se puede besar.

Así, nena, que vos me besaste a mí.
Besaste una carne creyendo que besabas un fantasma.
Tu vida, me imagino, habrá quedado comprometida en movimientos, más allá de tus pequeños deseos sexuales
                                                                     [infantiles.

Besaste en una carne la historia de otros cuerpos.
Creyendo que besabas un fantasma, besaste la telaraña de
                                                                       [un poema.

En tu delirio, tocaste la cuerda de algún canto.
El horror, el verdadero horror, permanecer escondida en mis
                                                                            [versos.

Ser caliente metáfora de metáforas,


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una parábola que más que indicar un camino lo subvierta.
Y soy americano y soy de América. Mi voz es una voz americana.
Mis lujurias, mis locas ambiciones de volar, son americanas.
El tiempo no es el ser,
pero el ser no puede ser fuera del tiempo.
Y tiempo es una lengua, una escritura.

Un vuelo de decir sería que así como sin asociación libre no hay posibilidad de interpretación, sin escritura no hay posibilidad de transmisión.

La transmisión del psicoanálisis es un acto inherente a la propia producción del inconsciente.

Terminaré diciendo que todos los caminos que llevan a ROMA, llevan a Roma. Sobre todo cuando el que me mira caminar de mí está en Roma. Sin deseo del psicoanalista no hay psicoanálisis, es tan verdadero como decir: sin psicoanalista, no hay inconsciente. Si alguien no nos convence que estará en Roma esperándonos, aunque no lo esté, no llegaremos nunca a Roma.

Develar a nadie lo que será de nadie.

Un existente de lo que no hay, un imposible pone las piezas en movimiento. Un saber que no será sino bajo la regla de no saberlo. Un poder que sólo sostendré si rechazo utilizarlo.

Un deseo de ser de la carencia la cintura del alba. Rozar, rozar, sin tocar nunca y sin detenerse frente a cada fracaso, porque es de eso de lo que se hablará en el diálogo de transmisión, EL FRACASO DEL SER EN SERLO. Ya que todo intento será determinado desde la errancia del deseo. Desear deseos, objetos nunca sidos.

Un ojo que no ve sino los restos que le permite su mirada. Un palabra que mira del Otro pasa en mi interior. Lo esencial de mí, y eso es lo que no sé, pasa fuera de mí.

Las piezas que se ponen en juego disparadas por la carencia, son reales, imaginarias y simbólicas, y los discursos posibles hasta este momento de nuestra formación son cuatro: LA MUERTE (el punto, la interpretación). LO SEXUAL (el nada, el desencuentro), LA NO (la insatisfacción, el nuevo decir). EL ESTADO (la universidad, el capitalismo). Dios (la palabra divina, el amo Absoluto).

Un sujeto supuesto del saber esgrime como bandera su deseo. Un sujeto que supone ese deseo que lo sostiene en su suposición, como saber.

Un saber paradójico que sólo se produce en acto y que al querer determinarlo como ocurrido se desvanece como tal. ¿La repetición, la transferencia, la pulsión, no son acaso muescas de este fracaso: el inconsciente? El ojo no desea sino su propia mirada que lo constituye mirándolo desde el Otro.

Estoy aquí, dice el candidato, porque quiero ser psicoanalista. Y esto inmediatamente, a menos que uno sea indiferente a las cuestiones sociales en desarrollo, plantea una pregunta que, de no contestarla, el candidato 

(por el simple hecho de haberlo pronunciado) se quedaría sin camino.

¿Quién está cuando estoy?, y ¿dónde estoy cuando estoy aquí? Y si esto fuera poco para mantenerme callado, la frase: quiero ser psicoanalista, puede ser simplemente, no una inversión, pero sí un deslizamiento; quiero psicoanalizarme, ya que usted lo desea.

En esa especularidad: Quiero ser como usted, entero, es su propia imagen lo que se le anticipa como disfraz de la única verdad posible en el diálogo de transmisión. A usted le pasa lo mismo que a mí. Otro nos reúne bajo la faz de no saber. Carencia anterior y futura a todo ser, aun al de la imagen. Así que difícilmente el Falo pueda ser imagen de nada y menos del pene. El Falo concepto positivo de lo imposible de la Apertura al campo del Otro, Uno de la carencia, que permite pensar que, justamente, ese otro que no está en el sistema, sino como nunca sido, sea causa.

Quiero decir simplemente que si en la primera entrevista quiere serlo, más adelante querrá tenerlo y luego querrá matarme. Al llegar a Roma no sólo no me encontrará, sino que percibirá sólo de sesgo, porque más allá, aún, sólo se puede gozar o morir, que nadie nunca ha estado en ROMA. Concluido el psicoanálisis, si es que alguna vez concluye, nadie estará en condición de asegurar que se trate de Roma. Y la conclusión no deja de ser bonita: ROMA NO EXISTE, aunque más allá, aún, tal vez, la encontraría.

En cuerpo, en el goce del Otro, en lo Uno del Amor, en la Muerte. Y nadie conseguirá nada. Ya que el Inconsciente Freudiano y, por qué no decirlo, el Inconsciente Lacaniano, aunque sea otro, es Saber no Sabido o Poesía, y aquí, la cuestión. Todo lo otro, aun los matemas o los mate-a-mamá, son los intentos desesperados del símbolo de obturar la carencia, única puerta posible para el deseo. Su causa.

El fin del psicoanálisis es su no fin, y vamos a ver cómo aceptan esto los fanáticos de la carencia. Ser carente, pero tener algún final, aunque más no sea simbólico; una fórmula que reemplace con su imaginería el conocimiento inconsciente que se sostiene sólo si alguien queda en condiciones de poder interpretar el pensamiento. No hay nada que nadie le diga a nadie, sino hay lo que las palabras se dicen entre sí.

Poesía y Psicoanálisis tienen que ver con esa irregularidad que se produce en el ser de la palabra. Creyendo que dice las palabras, nada sabe que es dicho para el otro, por lo que sus palabras pronunciadas se dicen entre ellas.

No es la simple alienación en el Otro en tanto que habla, no son precisamente las palabras del otro, sino lo que las palabras del otro se dicen entre ellas de mí.

Tanto poeta como psicoanalista tienen como función dejar de ser para que en esa fisura de ser nazca lo Otro. No es una hiancia que recuerde algún misterioso vacío, sino que es apertura al campo del Otro. Y esto no se cierra ni se desvanece. Sólo la muerte o el rechazo de la pulsión como tal, anulando las funciones que lo nombran, es decir, cerrando la boca.

Miguel Oscar Menassa. Psicoanalista
Madrid: 91 542 33 49
Buenos Aires: 328 06 14


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PEGAN 
A UN NIÑO IV

Durante milenios el hombre ha sido educado para la mentira, ésta se convirtió para él, en su segunda naturaleza. 

Por naturaleza cada cual desea infligir dolores y padecer dolores, es Eros que lo obliga a ello. 

El dolor forma parte del supremo momento de placer y todo lo que parece hablar en contra de esta frase está fundado en el temor, en el sentimiento de culpa, que anida en todo ser humano. 

Por consiguiente, no es verdad que el dolor sea un obstáculo para el placer, pero en cambio es cierto que es una condición ineludible. 

Freud distingue dentro del dominio general del displacer el fenómeno muy singular del dolor y que es este último el que está ligado a la esencia del masoquismo, desbordan hacia el dominio de la excitación sexual y original un estado de placer que lleva al sujeto a aceptar de buen grado el displacer del dolor. 

Los dos primeros tiempos de la fantasía, a diferencia del tercero, deben ser descubiertos en el curso del trabajo analítico. El tiempo I puede ser rememorado en el curso del análisis; el tiempo II, en cambio, debe ser reconstruido. Esta segunda fase es la más importante y la más decisiva, pero en cierto sentido se puede decir que no ha tenido nunca existencia real. No es jamás recordada ni ha tenido acceso a la conciencia, es una construcción del análisis, pero no por ello deja de constituir una necesidad. 

En el primer tiempo corresponde a una o varias escenas reales en cuyo transcurso el niño ha visto realmente a su padre maltratar a un hermanito/a. Podemos vacilar en denominar fantasía a este primer estado de lo que será más tarde la fantasía de flagelación. 

Quizá en este sentido se trata más bien de recuerdos, recuerdos de espectáculos análogos presenciados por el sujeto y de recuerdos de deseos surgidos en diversas ocasiones. 

El segundo estadio es por el contrario una pura fantasía, es el primer tiempo de la fantasía propiamente dicha, lo que Freud pone de relieve designando con el nombre de fantasía originaria: “Mi padre me pega.” 

El primer tiempo es presexual, es también conscientemente rememorado, descubierto gracias al esfuerzo de investigación realizado en común por Freud y su paciente. 

A decir verdad, podemos dudar incluso de que haya sido realmente reprimido. Por el contrario, el segundo estadio se encuentra profundamente enterrado en el inconsciente y es casi siempre inaccesible. 

La fantasía inconsciente “Mi padre me pega” es masoquista en el sentido propio: expresa en forma regresiva la fantasía de un placer sexual obtenido por mediación del padre. Vemos entonces que el pasaje al segundo estadio aparece en un solo movimiento, la fantasía, el inconsciente y la sexualidad bajo la forma de la excitación masoquista. 

El objeto sobre el que recae la represión se trata en lo esencial, de la segunda fase. En este caso, la fantasía de ser pegado por el padre y no la escena real en que el padre habría pegado a otro niño. 

Sin embargo, es evidente que la represión de la fantasía puede arrastrar al inconsciente el recuerdo mismo, recuerdo que, con posterioridad, adquiere su significación sexual: “Mi padre pega a otro niño –mi padre me ama (sexualmente).” 

Así como el objeto que es preciso reencontrar no es el objeto perdido, sino su metonimia, así la escena que se busca reencontrar no es la del recuerdo sino la de la fantasía sexual que de él deriva. 

La fantasía consciente “Pegan a un niño” no puede ser denominada ni sádica ni masoquista en el sentido de la perversión, ya que ésta supone siempre la fijación del ego en uno de los puntos o polos del montaje fantástico. ¿Cuál es la esencia de la fantasía masoquista? Ser tratado en el límite como una mercadería, como una cosa que se vende, ser anulado hasta el fondo de toda posibilidad votiva de apresarse como autónomo. 

El análisis de Se pega a un niño permite aclarar esta especie de elección crucial que debe operarse entre la demanda y el deseo. 

La injuria narcisista es el primer tiempo de la fantasía, el destronamiento total: el sujeto odiado es ofrecido como víctima al capricho paterno que apunta en él a un más allá de toda demanda. 

El segundo tiempo reconstruido y no encontrado por el analista es el masoquismo primordial, momento en que el sujeto va a buscar su realización en la dialéctica significante. 

Lucía Cristina Serrano. Psicoanalista 
Buenos Aires: 371 80 13

 

SUEÑOS DE CURACIÓN

En unas páginas sobre la “praxis” analítica en 1923, Freud comienza un escrito, quizás irónicamente con respecto a algunas preguntas y confusiones en los lectores, que además trabajará en el artículo, aconsejando tener en cuenta esas reflexiones, que hubieran tenido cabida en la Interpretación de los sueños. Comienza señalando que al interpretar un sueño en un análisis, se puede optar entre varios procedimientos.

Se podía proceder, por ejemplo “cronológicamente”, esto es, dejando que el soñante manifieste sus asociaciones a los elementos oníricos, en el mismo orden con el cual éstos aparecen en la narración del sueño. O bien: iniciar la labor con un determinado “elemento” del sueño, tomado de cualquier parte, como ser, el que más llame la atención o el que más claramente o intensamente se presente o también se puede partir de un parlamento contenido en el sueño que puede llevar a frases del día. Otra posibilidad mencionada es comenzar por prescindir completamente del contenido manifiesto, preguntando al soñante qué experiencias del día anterior asocia al sueño narrado. 

Éstos eran procedimientos de los primeros años y finalmente, dice el artículo y esto es curioso, si se trata de alguien familiarizado con el trabajo analítico, esto es en análisis, lo aconsejable es “renunciar a todo precepto” y no dirigir la pregunta. Sin embargo, matiza el artículo, no se puede afirmar que una u otra de estas técnicas sea preferible ni que suministre invariablemente los mejores resultados. 

En un primer momento del trabajo de interpretación, es como si uno tuviera ante sí un capítulo de un autor extranjero; por ejemplo Tito Livio. Primero se pretenderá saber qué nos cuenta Livio en este capítulo, y sólo más tarde se planteará la cuestión de si lo leído es una crónica histórica, una leyenda o una disquisición, esto es importante a tener en cuenta, en la intención de evitar valoraciones excesivas o desmesurado respeto ante el misterio. Se olvida con demasiada facilidad que un sueño no es por lo general sino un pensamiento, como cualquier otro, posibilitado por la disminución de la censura y por el reforzamiento inconsciente, deformado por el trabajo onírico y que la interpretación en realidad, produce. Recuerdo un ejemplo que introduce Freud en esas páginas, acerca de los sueños denominados de “curación”. Cuando un paciente ha tenido uno de esos sueños, en el cual parece evadir las restricciones de la neurosis, superando por ejemplo, una fobia o abandonando un vínculo afectivo o hablando con su analista, con su maestro, con soltura de las cuestiones del sexo y los dineros, nos podríamos inclinar a aceptar que ha realizado un considerable progreso, que está dispuesto a asumir una nueva situación vital, que comienza a contar con su salud y así sucesivamente. Bien mirados, estos sueños de curación suelen tener el valor de sueños de “comodidad”, correspondiendo al deseo de sanar, por fin, para evitar un nuevo período de la labor cuya inminencia se hace sentir. Los sueños de curación acontecen frecuentemente, cuando se está por pasar a una nueva oscilación transferencial, por lo general, desagradable. 

Se comporta el soñante entonces, análogamente a muchos neuróticos que se declaran curados, intentando evadirse de sus historias. También los neuróticos de guerra, que renuncian a sus síntomas cuando las terapias militares logran convertir la enfermedad en algo aún más desagradable que el servicio en el frente, se adaptan a las mismas condiciones económicas y tanto en este caso como en el anterior la curación revela al poco tiempo su carácter transitorio. Con respecto a una pregunta acerca de si se puede influir sobre los sueños en un análisis, Freud es claro y contundente cuando dice: jamás se puede influir sobre el propio trabajo de formación onírica, es decir, sobre la elaboración de los sueños propiamente dicha. En análisis no es posible por supuesto escapar de situaciones equívocas, pero son elementos mismos del trabajo, por lo que si no se interpreta, se construye y se comunica, jamás se rasga la economía de lo reprimido. Además, no se puede encontrar recuerdos o sensaciones como tales de lo reprimido, si surge es sólo fragmentariamente y por ello impide o retarda el establecimiento de cualquier convicción. No buscamos la reproducción de ninguna vivencia real olvidada, sino que se construirá la expresión de “fantasías inconscientes”, de las que “jamás” se ha de esperar una sensación de recuerdo, pero sí, posiblemente un sentimiento de “convicción subjetiva”. Lo sabía pero no lo sabía. Jamás lo hubiera pensado así. Esto me sugiere, que más allá de la memoria, está la paradoja de la pulsión de muerte, que a pesar de la apariencia de su nombre, aparece en la obra de Freud, desde un principio dotado de una doble función: comprender en la repetición la fuerza de lo diferente y al mismo tiempo, dar cuenta de la repetición del modo más positivo, es decir, como producción. 

Jaime Icho Kozak. 
Psicoanalista Madrid: 91 447 02 84 


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MEJOR 
HABLAR

De eso que no se puede decir, mejor hablar. 

Me estoy refiriendo a la regla fundamental del psicoanálisis.

Lo que el analizante dice que le pasa de ninguna manera se puede confundir en la escucha analítica con lo que le pasa. Lo que lee la escucha analítica es lo que no está dicho y debe leerlo a través de la regla que impone un decir. 

Decir que dará la condición consciente, pues si no hay la dimensión consciente de la participación del analizante en el discurso no habrá emergencia de lo real inconsciente. 

El requisito es hablar. Para que se produzca lo real, se debe producir en un efecto de habla. 

En el descubrimiento freudiano y en la lectura de Lacan, la escucha es la escucha poética. 

“En la escucha el imaginario universal. En la interpretación el imaginario restringido de la ciencia” podemos leer en Freud y Lacan hablados. 

Y para aclarar algo se puede decir que tanto un fallido como un poema sitúa una apertura, exige una escucha de un verosímil que no es del orden de la significación, sino del orden de la metáfora y la metonimia, efectos en el habla de los procesos inconscientes. 

Hay algo indescifrable. El goce en el cuerpo del otro es indescifrable. En su anclaje en el deseo inconsciente, que sea indescifrable no implica que sea no reconocible, ya que existe esa potencia deseante, ese Discurso del Otro suspendido en la constitución y en la sexuación de cada sujeto. Es decir que para la escucha analítica, no hay desciframiento. 

Hay puntuación, escansión significante, interpretación. Y no hay sentido oculto previo que deberá “emerger” en el descifrado. 

Hay nueva producción, metáforica y metonímica. 

El poema no se puede reducir a un discurso de la racionalidad. En la dimensión del Inconsciente el saber tiene eficacia y puntuación. 

En la situación analítica no hay búsqueda lograda. Lo real irrumpe y de allí se puede buscar, no se puede encontrar. Puede producirse en la irrupción... 

Así como los matemáticos opinan que detrás de los signos con los que operan, ignoran de qué se trata... 

En la demanda de amor, en la demanda del Otro, produce el deseo su búsqueda imposible. 

María Chévez.
Psicoanalista Madrid: 91 541 75 13

 

EL PODER CURATIVO 
DE LAS PALABRAS 

“Las palabras son para mí, cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades incorporadas.” 
Fernando Pessoa 

A comienzos del siglo, el gran internista berlinés Ernst von Leyden decía a sus discípulos: “El primer acto del tratamiento es el acto de dar la mano al enfermo”, expresión que en alemán tiene una significación redoblada, porque la palabra “Behandlung” (tratamiento) procede del sustantivo Hand, que significa “mano”. 

En el inicio, está la transferencia. 

Los horizontes esenciales del acto médico son dos: uno pretensivo y permanente, la curación o alivio del paciente; otro, esporádico e impuesto, la muerte del paciente. 

Tratar a un enfermo es cuidarle médicamente. 

¿Quiere decir esto que el médico cura a su paciente? 

Más bien el médico lo trata, aplicando en él los remedios correspondientes a su enfermedad, y el paciente se cura cuando recobra la salud, cuando se sana. 

Habría una tendencia autorreparadora propia del organismo humano, que es falible y siempre limitada a su condición insoslayable de mortal, tendencia a la cual se acopla la intervención médica para orientarla y potenciarla hacia la curación. 

Recordando la frase de von Leyden, la situación terapéutica se inicia tan pronto como el enfermo entra en contacto con el médico. 

La constelación está formada por varios elementos, de los cuales los principales son: 

el propio médico, en cuanto agente terapéutico, que más allá de los recursos técnicos es, en sí mismo muchas veces, el medicamento curativo: “Su sola presencia cura", reza un antiguo adagio.

LA SATISFACCIÓN 
NARCISISTA

Entendemos por idealismo la actitud del que actúa según ideales. Una manera de definir los ideales sería que sirven de norma para la acción y dirigen o encaminan la razón. Para el psicoanálisis, en la medida en que tiene un modo de entender el ser, hay un modo de poner en relación al yo con sus ideales. 

Freud nos habla del narcisismo como ese estado en el cual la libido está en el yo, quedando retraída de la realidad. Se trata entonces de un estado en el cual la satisfacción libidinal está puesta en el yo. El yo convertido en su propio ideal se satisface. Y ese estado de idealización no implica la sublimación, en el sentido de que la producción de un ideal lo que hace, fundamentalmente, es elevar las exigencias del yo y favorecer más que nada la represión, mientras que la sublimación representa un medio de cumplir tales exigencias sin recurrir a la represión. La diferencia entre idealización y sublimación y sus consecuencias en la neurosis, Freud la comenta de manera sencilla cuando nos advierte de que es más difícil convencer a un idealista de la inadecuada localización de su libido que a un hombre sencillo y mesurado en sus aspiraciones. 

Para el psicoanálisis, la idealización es una tendencia del sujeto psíquico, que falsea el juicio. Idealizar es en primer lugar imaginarizar y en segundo lugar, es un proceso que siempre tiene efecto, en relación a un objeto: engrandeciéndolo y elevándolo psíquicamente, sin transformar su naturaleza. En el enamoramiento por ejemplo, el objeto amado queda sustraído a la crítica, siendo estimadas todas sus cualidades en el más alto valor, en relación a cuando no era amado. Así como en los sueños de angustia, o de aparente sufrimiento, Freud se pregunta por la realización de deseos, así, en El problema económico del masoquismo (l924) queda planteada la cuestión acerca de la satisfacción narcisista en el masoquismo y el sadismo. Desde la clínica, el masoquismo no es sino un sadismo contra el propio yo. Hay una satisfacción masoquista en el goce de la agresión a su propia persona. La noción de ambivalencia en el par antitético, por ejemplo de amor y odio, queda en un odioamoramiento. 

Cuando en Psicología de las masas y análisis del yo (1920) Freud plantea la cuestión de la agresividad que siempre hay en las relaciones afectivas duraderas, o cuando dos grupos se unen (ejemplo, rivalidad entre familias, entre pueblos, entre equipos etc.) explica que aparecen sentimientos de repulsa y aversión ante lo desconocido y que esto ocurre como expresión de un narcisismo que tiende a afirmarse. El narcisismo se conduce como si lo diferente que nos plantea el otro, o lo desconocido, implicase una crítica de las particularidades individuales y fuera una invitación a cambiarlas. 

Hay satisfacción narcisista, por tanto, más allá del tono y el sentido de los sentimientos. La instancia que censura los sentimientos y los deseos inconscientes, siempre actúa a favor de que el deseo inconsciente se exprese, pulse. Aunque nos sintamos tristes o alegres, sufrientes o placientes, igual habrá satisfacción libidinal en el yo. Dicho de otra manera, no hay diferencia entre el engrandecimiento de la fascinación del yo, enriquecido con las cualidades del objeto y la servidumbre que lo empobrecería. Desde lo pulsional no hay engrandecimiento o empobrecimiento, sencillamente el objeto ocupa el lugar del ideal del yo. 

Cuando nos referimos a un ideal, como algo que está más allá de la forma del yo, es función de la idea: diferente al yo función de la imagen. Hablamos entonces de un ideal más allá de ese yo erigido, idealizado como ideal. Aparece el otro y aparece la civilización. 

En El porvenir de una ilusión (1927), Freud plantea la satisfacción narcisista, como extraída del ideal cultural. La satisfacción que el ideal procura a los partícipes de una civilización es de naturaleza narcisista y reposa en el orgullo del rendimiento obtenido. Resultados distintos desarrollan ideales distintos. Entonces, no es que los ideales determinen los rendimientos de la civilización, sino que los ideales van forjándose como consecuencia de los rendimientos obtenidos. Pensar que actuamos desde los ideales obedece a una concepción idealizada de los mismos. Pensar que el producto del trabajo, de la creación hace a los ideales, incluye la sublimación. 

No se produce el ideal del yo y luego se produce la vida, sino que es parte de la vida la producción del ideal del yo. 

Si siempre hay satisfacción narcisista, la cuestión que se plantea es por qué en unas personas produce malestar y sufrimiento y en otras El bienestar. Por qué hay acciones que producen, crean socialmente y otras no. 

Tanto el egoísmo como el altruismo producen satisfacción narcisista. Sabemos que el egoísmo es necesario, porque no hay manera de atender al otro si antes no nos tratamos a nosotros mismos. Y también habrá altruismo, en donde si nos borramos en aras del otro como ideal, nos perdemos y el otro termina por ser nadie. 

Cristina Barandiarán.
Psicoanalista Madrid: 91 542 80 49


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LA HISTERIA: 
PRIMERA PARTE

LIBRO DE CABECERA-ESCRITO 
EN EL CUERPO

 “Un síntoma significa la realización de una fantasía de contenido sexual, aunque los otros significados no perte-nezcan a ese contenido, un síntoma tiene por lo menos una significación sexual.” S. Freud 

Hace algunos meses, el cineasta Peter Greenaway declaró: “Hay dos asuntos predominantes en el mundo: sexo y muerte, y mis filmes hablan sobre eso.”

Su última película, que en castellano se llamó Escrito en el cuerpo, mostraba una escena en la que, un hombre oriental, escribía con sumo esmero, la espalda de su joven hija, quien iba portando sobre su piel una escritura delicada, dada a leer. En la traducción al portugués se la llamó, singularmente Libro de cabecera, lo que me hizo pensar en el cuerpo como el libro más leído, o quien guía el resto de las lecturas... Rápidamente asocié con las lecturas que el psicoanálisis propone sobre el cuerpo de la histérica, cuerpo que tiene impresa una escritura diferente, marcada por un sufrimiento: escritura anatómicamente diferente a la que sustenta la lógica médica.

En 1914 Freud, en su Historia del Movimiento Psicoanalítico, recuerda que, si bien le había generado muchos problemas su tesis sobre la etiología sexual de las neurosis, esa idea, de la cual se lo responsabilizaba, había sido trasmitida por tres personas, cuya opinión era muy respetada. Se trataba de Breuer, Charcot y el ginecólogo de la Universidad, Rudolf Chrobak, el más eminente médico de Viena. “Los tres me han trasmitido un saber que, en todo rigor, ellos mismos no poseían.” Frases como: “secretos de alcoba”, “angustia de virgo intacta”, “...pero en tales casos siempre es la cosa genital, siempre... siempre... siempre” estuvieron en el pensamiento de Freud, dormidas durante muchos años, hasta que un día despertaron a un conocimiento original.

Dora, Anna O., Isabel de R., Miss Lucy, Catalina, son algunos de los nombres de algunas de las mujeres que gritaban alrededor de Freud, sabiéndose dueñas de un enigma, un secreto, un misterio a revelar.

En los primeros casos clínicos Freud dice que llama su atención que las pacientes se quejaban de fuertes dolores en el cuerpo, pero a pesar de relatarle esas dolencias que llegaban a limitarlas, a dificultarlas toda su vida, él consideraba que se trataba de una histeria, aunque decía no tener los elementos necesarios para este diagnóstico. Sin embargo, eran las quejas, el deseo de ser escuchadas, esos síntomas casi construidos por puño y letra de cada histérica, que lo condujeron a otros cuestionamientos. Las pacientes detallaban en demasía los dolores, mostrando la manera en que éstos habían atrapado por completo su atención; pero no tanto en relación al dolor mismo, sino a la cantidad de pensamientos que estaban asociados a esos dolores.

Freud no descarta, en Isabel, la existencia de fibras musculares endurecidas en la zona de los muslos, que a su vez estaban hipersensibilizadas, sino que llega a decir que es allí donde se apoya la neurosis, siendo esta situación lo que lo hace extraordinariamente doloroso.

También abre una interesante puerta para pensar, cuando dice que, cuando Dora estaba afónica escribía con mayor fluidez. La afonía aparecía en los momentos de ausencia del Sr. K, en los cuales recibía postales de él y ella le escribía, por esto Freud llega a pensar que la afonía aparecía cuando él estaba lejos, y ella renunciaba a hablar. El hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con él, en cambio la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar con el ausente.

Freud se preguntaba: ¿son síntomas de la histeria de origen psíquico o somático? y ¿cuál es su combinación? El síntoma es primero vivido como algo ajeno, y por ello, mal recibido. Al principio lo tiene todo en contra, y por eso, en apariencia, se desvanece rápidamente, con el paso del tiempo. En el inicio no tiene ningún fin útil dentro de la economía psíquica, pero luego llega a obtenerlo en forma secundaria; una corriente psíquica cualquiera se sirve del síntoma y alcanza una función secundaria y se establece en su vida. Aparecen las resistencias ante el que quiera sanar al enfermo, ya que sus motivos para curarse no resultan tan cabales.

Dijimos que la histérica tiene una escritura anatómica de la cual ella sabe más que nadie, y al mismo tiempo no puede saber. Cree que su cuerpo está construido como un complejo jeroglífico que alguien debe descifrar, revelar. Así busca desesperadamente, darlo a leer a quien se muestre deseoso de entregarse a esa lectura especialísima. Lucien Israel dice que “La histérica fuerza al médico a hacer algo que él no quiere hacer: lo viola constantemente. La histérica obliga al médico a una nueva lectura del cuerpo, y veremos que esta lectura llegará a apoyarse sobre los signos escritos en el cuerpo.”

La histérica habla un idioma que el médico desconoce, él trata de descifrar los signos corporales esperables, y ella le dice que no, le dice que el cuerpo es inconsciente y sexual.

El análisis de la histérica es la restitución a la palabra de algo que se expresaba por el cuerpo. Un cuerpo como caja de resonancia de un saber no sabido, vivido como secreto, como enigma, como dolor.

Marcela Villavella.
Psicoanalista Buenos Aires: 795 54 02

LA AGRESIVIDAD

Existe una tendencia agresiva que consiste en cada caso en una organización original de las formas del yo y del objeto, y se constituye por un estancamiento de uno de esos momentos, semejante en extrañeza a la figura de los actores cuando deja de correr la película.

La agresividad que se manifiesta en un niño no es sólo un juego para detectar el cuerpo sino que anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado en ese momento en el plano de la motricidad voluntaria. 

La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que determina la estructura formal del yo. 

Esta relación erótica en que el ser humano se fija en una imagen que lo aliena a sí mismo, es donde toma su origen esa organización pasional a la que llamamos yo. 

Esta tensión conflictual interna al sujeto determina el naci-miento de su deseo por el objeto del deseo del otro, y aquí nace la tríada del prójimo, del yo y del objeto. El yo aparece marcado por esta agresividad y también cada metamorfosis o transmutación acontecida en el sujeto, en tanto se volverá a poner en tela de juicio su delimitación, hecha de la conjunción de la historia del sujeto y su ser sujeto del deseo. El yo nunca es reductible a su identidad vivida. “No hablaba todavía y ya contemplaba todo pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche.” La agresi-vidad no acontece entre dos sino que acontece cuando cada uno se constituye como un otro, como semejante a un otro. Es cuando veo a otro mamar que interpreto que hube de ser niño y mamar como él, es decir el otro me permite verme como otro. Nadie es causa de sí mismo, nos forma-mos desde el otro, y además todo esto sólo ocurre si habita-mos el lenguaje, esto quiere decir que esto ocurre en el lugar del Otro. Que el otro y el Otro sean dos lugares diferentes hace a la producción de la salud. La Discordia es anterior a la armonía. La energía que el yo pone al servicio del principio de realidad proviene de la “pasión narcisista”. Lo mismo que la opresión insensata del superyó permane-ce en la raíz de los imperativos inmotivados de la conciencia moral, la furiosa pasión, que imprime en la realidad su imagen es el fundamento oscuro de las mediaciones racio-nales de la voluntad. La noción de agresividad como tensión correlativa de la estructura narcisista en el devenir del sujeto permite comprender toda clase de accidentes y atipias de este devenir. Sin embargo su enlace con la función del complejo de Edipo produce un retoque identificatorio del sujeto, siendo una identificación secundaria de la imago del progenitor del mismo sexo. Esta identificación con el rival no se concibe sino a condición de que esté preparado por una identifica-ción primaria que estructura al sujeto como rivalizando con-sigo mismo. La función pacificante del ideal del yo, su normatividad cultural, ligada desde los albores de la historia a la imago del padre. Así la identificación edípica es aquella por la cual el suje-to transciende la agresividad constitutiva de la primera indi-viduación subjetiva. “Soy semejante a aquel a quien, al fundarlo como hombre, doy fundamento para reconocerme como tal”, fórmulas que sólo por referencia a la verdad del “Yo es otro” se pueden comprender. Confundir el yo con el sujeto, y promulgarlo como enseñanza es una anomalía, en tanto el yo representa el centro de todas las resistencias a la cura de los síntomas. No hay armonía para el ser hablante que es el ser humano. No hay posibilidad de reintegrar al yo en un bien universal, ni posibilidad de un sujeto sin doble alteridad. En todo paso del ser humano volvemos a encontrar ese momento narcisista del sujeto, en un antes en el que debe asumir una frustración libidinal y un después en el que tras-ciende en una sublimación normativa. A la agresividad en nuestra civilización se la confunde en la moral media con la virtud de la fuerza. Podríamos decir que es un hecho de agresión, el hecho de que de la teoria de Darwin en lugar de tomar el principio de que los que se pueden reproducir juntos son de la misma especie, haciendo así a hombres y mujeres, caucasianos, negroides y mongoloides, de la misma especie, se haya tomado para fundamentar el derecho a ser agresivos y el hecho de la competencia destructiva, la conquista del espacio por el animal como una explicación válida de los desarrollos de la vida. Apoyándose en Darwin se han producido las predaciones de la sociedad y la euforia económica que ha llevado a la devastación social por los devorantes más fuertes, sin saber que ellos mismos iban a caer en la rueda que habían ayudado a producir. La barbarie del siglo darwiniano, el afán de la sociología por la recopilación científica de las formas culturales que destruimos en el mundo, la promoción del yo en nuestra existencia conduce, conforme a la concepción utilitarista del hombre que la secunda, a realizar cada vez más al hombre como individuo, es decir en un aislamiento cada vez más emparentado con el abandono original. Algo que conduce a sujetos cada vez más neutros a una agresividad cuyo patetismo es indeseable. La sentencia que condena al hombre a la más tremenda soledad fomentada con el afán de poder solo, en la ilusión de la autoayuda, fuente de una agresividad que más y más explota en una violencia de consecuencias irreparables. No son las películas violentas la fuente de la violencia, ni la pasión por los ordenadores o cualquier otra cuestión seme-jante a éstas, sino que cuando se instala la yocracia, cuando se privilegia el yo frente al sujeto, lo que crece es la pasión narcisista y su correlativa agresividad, esa agresividad que todavía no ha sido civilizada por la ley del lenguaje. Fomentemos el trabajo frente a la voluntad, fomentemos la repetición del acto (ya sea el estudio, el arte, el amor) frente a la voluntad, y entraremos en la producción de salud en lugar de la producción de enfermedad. 

Amelia Díez Cuesta.
 Psicoanalista Madrid: 91 402 61 93


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DIFERENCIAS ENTRE 
NEUROSIS Y PSICOSIS

Todos, de alguna manera sabemos, a grandes rasgos, las
diferencias entre estas dos estructuras clínicas tan importantes: neurosis y psicosis. Sin embargo, Freud, en el texto Neurosis y psicosis de 1923, tiene la preocupación de indagar sobre esos puntos que habían quedado sin aclarar ya en el artículo El Yo y el Ello del mismo año, como por ejemplo el origen y la función del Super-yo en estas estructuras.

En este texto Freud describe al yo como sumamente
dependiente, por ser el intermediario entre el mundo exterior y el Ello, su mundo psíquico. Tiende, por eso, a servir a éstos que son sus amos. Por esta vía llega a una fórmula sencilla que contiene la diferencia más importante entre neurosis y psicosis:

“La neurosis sería el resultado de un conflicto entre el Yo
y su Ello. La psicosis, de un conflicto entre el Yo y el
mundo exterior.” Y existen una serie de descubrimientos
que parecen confirmar esta fórmula.

Las neurosis se generan porque el Yo se niega a llevar adelante una acción en el mundo exterior que represente las
tendencias instintivas del Ello. El Yo se defiende a través
del mecanismo de la represión. A su vez, lo reprimido se
niega a ser reprimido y busca, por otros caminos que el Yo,
una satisfacción sustitutiva, el síntoma. Éste aparece al Yo
como un intruso y altera completamente su unidad, su integridad.

No deja de luchar, sino que ahora debe seguir luchando
pero con el síntoma, ya dentro del cuadro neurótico. Al
recurrir el Yo a la represión, está en realidad obedeciendo a los mandatos del Super-yo, ya que habíamos dicho que era dependiente de todos sus amos. El Super-yo a su vez no es más que una representación de determinadas influencias del mundo exterior.

Las exigencias del Super-yo tienen para el Yo más fuerza
que las exigencias del mismo Ello. ¿Por qué? Porque el
Super-yo es el que lleva al Yo a reprimir en contra del Ello y no sólo eso, sino que luego de reprimir, afirma aún más la represión mediante una contracarga. Así, el Yo ha entrado en conflicto con el Ello sirviendo al Super-yo y a la realidad.

En la psicosis la percepción del mundo exterior cesa por
completo o es totalmente ineficaz.

Por lo general, el mundo exterior domina al Yo por dos
caminos:

1. Mediante las percepciones actuales.

2. Mediante las huellas mnémicas de percepciones anteriores.

En la psicosis queda excluida la entrada de nuevas percepciones. El Yo busca un nuevo mundo exterior e interior. Surgen dos hechos. Este nuevo mundo es construido de acuerdo al Ello y la causa de esta disociación del mundo exterior es impuesta por la realidad, que es intolerable.

Las esquizofrenias terminan en un embotamiento afectivo,
es decir, pérdida del interés hacia el mundo exterior. En
cuanto al delirio podemos decir que surge en un intento de
continuar la relación del Yo con el mundo exterior. La etiología común a la explosión de un neurosis o una psicosis es siempre el incumplimiento de uno de aquellos deseos infantiles jamás dominados. Este incumplimiento tiene siempre un origen exterior, aunque en el caso individual parezca partir del Super-yo. Lo patológico depende de que el Yo permanezca fiel, en este conflicto, a su dependencia del mundo exterior e intente amordazar al Ello o que se deje dominar por el Ello y arrancarse así de la realidad. Como si el Yo, con tal de no dañar su unidad, su aparente completud, con un síntoma neurótico, optara por arrancarse él todo de la realidad. En este punto nos encontramos con una complicación, la existencia del Super-yo. Éste reúne en sí influencias del Ello y otras del mundo exterior, constituyendo un ideal hacia el que tienden todas las aspiraciones del Yo: conciliar todas sus dependencias.

Por eso, en todas las formas de enfermedad psíquica
habría de tenerse en cuenta la conducta del Super-yo. Ha de haber también afecciones que deriven de un conflicto entre el Yo y el Super-yo, la melancolía, por ejemplo.

En el intento de averiguar en qué circunstancias y por qué
medios consigue el yo escapar, sin enfermar, a tales conflictos, Freud indica dos factores antes de terminar el artículo:

1. El desenlace de estas situaciones dependerá de circunstancias económicas, es decir, cantidades de energía.

2. El Yo podrá evitar un desenlace perjudicial, deformándose, tolerando daños de su unidad o disociándose.

Karina Pueyo. Psicoanalista
Buenos Aires: 328 06 14

LOS VALORES HUMANOS 
NO EXISTEN 
PARA EL ANIMAL

Los valores son humanos, no existen para el animal. Esto
nos hace pensar que cuando el humano se olvida del valor
entra en el campo de la animalidad, deducción totalmente
lógica que de tan general no nos permite pensar en algo más
allá del valor o de la falta de valor, y pensar a la ausencia
como valor. Desde el chiste o el síntoma freudiano, se habló
de un efecto, se leía este efecto en la conciencia, que se llevaba a cabo por una compleja articulación significante, en
las operaciones del proceso primario, la condensación y el
desplazamiento, como resultado de un anudamiento significante del deseo. Fenómeno audible, manifestación sensible, pero que no agotaría el interrogante porque a nivel del campo de la neurosis, quedaría lo que hay que reconstruir, todo lo referente a la interpretación de cómo quedó el sujeto posicionado frente a la ley de castración y al complejo de Edipo. Una singularidad para cada uno, jugada en una lógica donde rige la no contradicción, y esto tanto para la posición de un hombre frente a la castración, como frente a la elección de objeto.

Inseparables de la posición entonces la castración y la
elección de objeto donde en el hombre la posibilidad afirmativa está jugada discursivamente, dice que sí, acepta la
castración, asume la castración, esa condición no es contradictoria, asume la castración y asume al mismo tiempo con la elección de objeto, su posición con respecto al goce fálico. Entonces sin contradicción dice que es un hombre, que es un varón nacido de sexo masculino, pero define su posición en la elección de objeto que es cuando se muestra activamente del lado de la ley. Es en esta actividad que toma del lado de la Ley cuando asume su posición masculina, es
decir, cuando es un hombre masculino. Pero dijimos que
rige la no contradicción, lo paradojal no se hace esperar, por lo tanto es de esperar que también no asuma la castración,
no ser sólo activo de la ley sino someter a ley a los mecanismos de la represión, que siempre será sobre el Nombre del Padre. Esta represión le da un posicionamiento en la estructura clínica diferente, ya que la represión no lo pone activamente sino pasivamente del lado de la ley dando la posición femenina. Entonces tenemos una posición del
hombre no masculino sino femenino, o histérica.

La versión discursiva diría que todo humano está sometido
a la ley del falo, el hombre en su posición masculina dice sí
a la castración, y ese sí implica que no dice no. Aquí es que
se abre la vía de la modalidad de lo posible, y lo posible tiene
una cantidad de elaboraciones y de referencias con la escritura en el sentido de que es posible que éste sí sea escrito.

Con respecto a la posición femenina, ésta va a tomar otra
modalidad, la de lo contingente, que este sí implique el no,
lo que quiere decir que no toda está regida por la ley del
falo, o sea que entre lo imposible del sí, no es posible que
tenga que decir que sí a la castración para asumir la femineidad. La condición esencial de la femineidad es la que
está localizada a nivel del materma de la madre.

Ya todo había acontecido en el campo de la palabra y del
lenguaje, hay un lugar vacío de objeto donde emerge el
deseo, lugar que va a ser ocupado por el resultado de un cálculo, el resultado operatorio de poner al sujeto barrado en
intersección y reunión con el ser del Gran Otro, que es el
lenguaje, lo que precede a la entrada de la vida y a la entra-da
en el mundo de la cultura de todo hombre y mujer, lo que
está sincrónicamente puesto. Después vendrá todo un desarrollo diacrónico del sujeto del lenguaje, pero en esa anterioridad están esas estructuras constituidas sincrónicamente que necesitarán que haya un sujetado a ellas para poder existir. Un tiempo de la retroacción que separa al psicoanálisis del estructuralismo, de una estructura prácticamente sin sujeto, cuando en realidad hay una función del sujeto dando cuerpo a la estructura.

Las leyes de la herencia pasan a ser subvertidas de la
misma manera, no hay herencia biológica, sino sexuación
constituida en el campo del psicoanálisis, es decir, en el
campo de la palabra y del lenguaje. Toma en este campo la
ley del padre como fundamental para sostener la castración,
sosteniendo la posición y el lugar de la función fálica, el
falicismo de la ley, que es el pasaje del falo de la madre a
una ausencia imposible de llenar. Metamorfosis del falo de
la madre, falo negativo, lugar del sostén del deseo, sosteniendo el deseo del hijo y constituyendo su partenaire, su hombre, un falo simbólico, un padre deseado por una mujer, y es aquí donde se produce la mutación, la metamorfosis que opera en esta negatividad del falo en la madre, y que opera en la relación con los hijos, ya que ésta está jugada desde el deseo de la madre por su hombre.

Esta negatividad del falo de la madre va a dar lugar a que
la castración adquiera esta condición esencial de tener función significante diferencial, función con significante verbal
que sostiene el deseo en un juego donde coinciden la
causación y la objetación, pone como objeto un lugar vacío
donde los hombres se colocan para mutar y permutar todos
los significantes.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 328 06 14


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La “muerte de la historia” no es un invento posmoderno,
sino más bien una mala lectura de Hegel por parte de los
posmodernos. Hegel decia: “Debe morir la historia para que haya filosofía.”

La Erinnerung era un concepto central de esta línea de
pensamiento, la rememoración que es progresiva interiorización, sin que aquí interiorización tenga nada que ver con ningún interior. En este sentido, la rememoración habla de la muerte de la historia.

Es en un abuso, en un desvío producido a partir del concepto de Erinnerung, donde se comienza a hablar de lo psíquico como lo interno. En Hegel también se da la culminación del sujeto absoluto, del sujeto sin división, sin
Spaltung.

En estos conceptos y algunos de sus desvíos quedó
entrampado el freudo marxismo de los años sesenta y setenta y ahí cobró nueva vigencia la falsa dialéctica individuo-sociedad, o bien la idea de que Freud se había ocupado del individuo, mientras que Marx lo había hecho de la sociedad. Y no es así en ninguno de los dos casos.

Ya Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo nos
advierte que no debemos oponer Psicología Individual y
Psicología Colectiva, es decir, que Freud, “que ya está superado”, es más moderno que los posmodernos, cosa que podemos pensar únicamente si no planteamos el devenir del pensamiento en términos de una ordenada evolución en un tiempo cronológico.

Y si comprendemos en sus justos términos el dualismo
freudiano, es decir, como dimensión descriptiva, como
modo de actualización indisolublemente ligado a los actos
del inconsciente y sus formaciones, a los devenires del trabajo deseante (del sueño, de la interpretación, del duelo,
etc.), a las transformaciones incesantes (de las pulsiones).
De modo que el dualismo atribuido a Freud por muchos de
sus seguidores, que sí mantienen un dualismo de principio,
constitutivo (interno/externo, objeto bueno/objeto malo,
sujeto individual/sujeto social) es lo que ha contribuido a
estancar el psicoanálisis, a banalizarlo y a obstaculizar
seriamente sus modos de institucionalización, sus conexiones políticas, sus flujos estéticos, sus asunciones éticas.

Uno no puede pensarse fuera del Otro. Ni el individuo
puede transformar una sociedad ni una sociedad puede
transformar al individuo, sino que una lengua puede transformar otra lengua, descentrándonos de esta manera de la cuestión subjetivo-objetivo, interior-exterior. Dostoievsky, Kafka, Cervantes, han generado una lengua en la lengua. De Freud y Marx se puede decir otro tanto.

Quizá podríamos decir que lo único es lo más social, o
que la voz propia es la más polifónica, o que el estilo participa de lo único y es a la vez lo más social, por la vía de una agenciación de las voces de la comunidad y la resonancia polifónica de esas voces, donde el lenguaje no es instrumento de representación de la realidad, ni medio de expresión del pensamiento y así excede la comunicación y se coloca más allá de la intersubjetividad.

En este contexto, equivocación y engaño pertenecen al
orden de la conciencia, lo son en relación a una pretendida
transparencia. El error, en cambio, no lo es respecto a una
proposición y permite abrir de una manera inédita la noción
de proceso. El error hace que el método de investigación se haga solidario del método de exposición. La escritura tiene que ver con ambos métodos, es un “entre”. El error permite que el método de investigación asegure el devenir impidiendo que el método de exposición se cierre sobre sí
mismo.

Cuando Marx dice “Basta de interpretar el mundo, es
hora de transformarlo”, dice “basta” a la interpretación
analógica, de la inmediatez, de la evidencia, de la contemplación. En La interpretación de los sueños la interpretación no es una técnica, no es un instrumento técnico, es un trabajo sobre lo aparente, sobre lo manifiesto, a la búsqueda, no de la verdad ni de la realidad, sino de la mirada, de la función del deseo inconsciente.

Que sea un trabajo y no una técnica nos lleva a concebir
la pretensión de aplicar los conceptos como una forma de
alienación. Los conceptos no se aplican, se trabajan. La
aplicación es una modalidad instrumental del trabajo, no la
esencia del trabajo.

Si el porvenir estuviera en el futuro, se podría llegar a él,
pero el porvenir es sistemático, no es del sujeto. La idea de trabajo hace que el porvenir sea actual, hace que podamos concebir utopías como motor y no como punto de llegada. Teniendo en cuenta que el acto no sabe de perdón ni de culpa, sólo sabe de su consecuencia. Se trata de quitar la culpa de la causalidad para que el sujeto, producido por el acto, se haga responsable de sus actos. Responsable es saber a priori que un acto es él y su consecuencia, por eso la responsabilidad nos devuelve el devenir, la inocencia del devenir.

Negar el acto en su consecuencia es negar toda transformación, porque la consecuencia –que no se confunde con los resultados– es el testimonio viviente de que el acto es transformación. Si hay causa, hay culpa; en cambio, si hay responsabilidad, hay sujeto. A la libertad como orden ilusorio de la conciencia, oponemos una ética consecutiva: la transformación, que no es libre, es acto, consecuencia, responsabilidad, nuevo acto. Libres son las palabras, no las personas.

Emilio González Martínez. Psicoanalista
Madrid: 91 301 18 4

CHARLAS
COLOQUIO
CON MIGUEL
OSCAR
MENASSA

PTS. 700; 7 US.

El objetivo del lanzamiento de este nuevo título de la colección “Psicoanálisis para Todos”, de Editorial Grupo Cero, es dar a conocer la importancia que tuvieron estas charlas coloquio al tratar dos temas fundamentales en el campo psicoanalítico: transmisión y transferencia. La transferencia, un concepto olvidado y que es el fundamento de la teoría psicoanalítica. Formar en psicoanálisis es transmitir y transmitir en psicoanálisis sólo es posible en el marco de la transferencia analítica.

No habrá escuela. Habrá estilo y un estilo no transmite nada, sólo se desarrolla. Para todo aquel que participe de su desarrollo se abre una posibilidad de estilo. Esa apertura es lo que se transmite.

Formarse como psicoanalista es una tarea que muy bien hace a la humanidad, pero debe saberse que es una tarea para toda la vida y donde toda la vida, cada vez se pone toda ella en juego.

Al principio el candidato tendrá que combatir y será siempre vencido. Su aprendizaje tiene que haber sido aprender a caer. Luego, un día habrá una interpretación que lo transforma todo.

Ningún sentimiento puede posibilitar o alterar la transmisión en psicoanálisis. Sólo es posible si existe un sujeto, es decir, alguien capaz de demostrar la verdad de la ciencia psicoanalítica. La interpretación, si es psicoanalítica, es siempre deseo.

Como transmitir no es educar, en estas charlas coloquio en manos de Miguel Oscar Menassa queda claro que no es su objetivo la enseñanza acerca de la transmisión y la transferencia, sino que se transmite el psicoanálisis en este mismo acto, y todo lo que se dirá va a tener que ver con la relación que se establece en transferencia analítica y ésa será la enseñanza.

El psicoanálisis es un hecho exquisitamente comunitario, es decir, el psicoanalista tiene que estar, para que haya psicoanálisis, en una cadena de transmisión. Una formación de psicoanalistas sin diván, como proponen otras escuelas, es filosofía. Ni Freud ni Lacan pudieron imaginarse la cuestión sin el psicoanálisis del psicoanalista. Lacan, más que descubrir, ve cómo puede transmitir el descubrimiento freudiano. Por eso Lacan abre un espacio infinito en el campo de la transmisión.

Todo se jugará en transferencia, pero algo no. La teoría que dice que la transmisión sólo es posible en el campo de la transferencia, es el único concepto que está fuera de la transferencia. Este fenómeno produce tanto al paciente como al psicoanalista.

Por eso decimos que la transferencia no es algo que le pase al paciente, sino que es un concepto teórico. Es común incurrir en el error de creer que la transferencia se puede interpretar, es decir, mostrarle al paciente lo que supuestamente le pasa con el psicoanalista. Este hecho, en lugar de producir una interpretación, produce una racionalización. La interpretación será en transferencia y para eso el psicoanalista debe estar relacionado con su psicoanálisis y con la teoría psicoanalítica, y no con el
paciente. Y esa será la relación analítica.

Miguel Oscar Menassa

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PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

ENFERMEDADES AUTOINMUNES: LUPUS ERITEMATOSO SISTÉMICO O LA NO TOLERANCIA DEL SEMEJANTE

Cuando un agente infeccioso microbiano (virus, bacterias,
hongos o parásitos) penetra en el organismo humano, puede producir alteraciones patológicas, y si se multiplican sin control alguno producen eventualmente la muerte de su
«huésped». En la mayoría de los casos, las infecciones tienen una duración limitada y producen pocas lesiones permanentes gracias al sistema inmunitario que combate a los agentes microbianos.

Desde un punto de vista funcional, el sistema inmunitario
se divide en: innato o inespecífico y adquirido o específico.
La mayoría de los gérmenes no pueden atravesar la defensa que supone la inmunidad innata (la piel resulta ser la primera barrera del organismo), si estas primeras defensas quedasen superadas se activa el sistema adquirido elaborándose una respuesta «específica» contra el organismo invasor que normalmente lo erradica. Además éste guarda «memoria» del agente infeccioso (el sarampión sólo se puede padecer una vez). Estos sistemas están formados por una serie de células y moléculas distribuidas por todo el organismo. Tanto el sistema innato como el adquirido trabajan conjuntamente y hay que saber que el sistema inmunitario no es el único que protege al organismo contra las agresiones, por ejemplo, también el sistema de coagulación participa. La especificidad (cada anticuerpo reconoce un sólo tipo de antígeno) y la memoria (recuerda de por vida al antígeno) son dos de las propiedades del sistema inmunitario adquirido que posibilitaron entre otras cosas la creación de vacunas.

Hasta aquí vemos al sistema inmune como un mecanismo
intachable de defensa, basado en un principio de reconocimiento propio/no propio. Pero existen ocasiones en que es «en sí mismo» causa de enfermedad; así, algún antígeno inocuo, como el polen, puede producir una reacción inmunitaria desproporcionada de hipersensibilidad (reacciones alérgicas); en otras ocasiones, las que hoy nos ocupan, fracasa la «tolerancia» a los antígenos propios y puede producirse una enfermedad autoinmune como lo es el Lupus Eritematoso Sistémico. Recordemos que cualquier sustancia tiene capacidad de ser antigénica, así como decimos en Psicoanálisis, cualquier palabra puede ser Significante. Y un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante. El sistema inmune ha desarrollado unos mecanismos de tolerancia tales que le hacen no responder a sus propios antígenos y esto se da gracias a que los linfocitos reconocen un único antígeno borrando, anulando, reprimiendo, aquellas células que reaccionan frente a lo propio, respetando el resto del repertorio celular. En el sujeto psíquico lo imaginario es lo privado en última instancia y no hay dos imaginarios iguales; esto nos permite ser diferentes, si previamente somos semejantes. Si el sistema inmune no funcionase adecuadamente podría ser atacada la mielina del
cerebro o las proteínas del cristalino ocular (sustancias que
potencialmente son antigénicas), por el propio cuerpo a través de anticuerpos que funcionalmente están destinados a proteger el organismo uniéndose a los antígenos y eliminándolos del mismo. El sistema inmune puede pensarse como el sustrato de representación de la vida psíquica del sujeto.

El Lupus Eritematoso Sistémico descrito por primera vez
por Biett en 1833, es una afección frecuente que presenta
una prevalencia de 30 a 40 casos por cada 100.000 habitantes y que cursa en sus diferentes formas con una florida sintomatología: fiebre, lesiones cutáneas diversas, artritis y afectaciones de riñón, pulmón, miocardio... Es más frecuente en las mujeres (7/1) y en edades entre los 20 y los 40 años. A pesar de su frecuencia y gravedad, ya que puede llevar a la muerte, no se conoce la etiología, pero las evidencias clínicas y experimentales sugieren que las hormonas sexuales (entre otros factores) juegan un importante papel; así, antes de la menarquía y después de la menopausia la frecuencia del Lupus es mucho menor, la enfermedad mejora con la ovariectomía y empeora con el embarazo y en los días premenstruales.

Etimológicamente, Lupus procede del latín y significa
lobo, por la índole corrosiva de la enfermedad.
Considerando clave el diagnóstico y tratamiento para una
mejor evolución de esta afección, quiero rescatar después
de este recorrido la importancia que tiene y el papel que
juega el psiquismo de estos pacientes, con una gran frecuencia de disfunciones sexuales previas y una forclusión
de ciertos límites en las relaciones familiares, así como ocurre en el sistema inmunitario que ataca lo propio al no reconocerlo como tal. Si bien todas las enfermedades deben ser tratadas de forma singular, ya que no hay dos pacientes iguales, en el caso del Lupus esto aparece muy marcado. Además, el tratamiento farmacológico con corticoides afecta el físico y el estado emocional del paciente, así como sus relaciones sociales y de pareja. Ningún tratamiento será adecuado si no se tiene en cuenta el psiquismo del paciente. La colaboración entre psicoanalistas y médicos posibilita un mejor pronóstico en el Lupus, como muestran los datos de nuestro Departamento de Medicina Psicosomática, que se encuentra a disposición de todo profesional que lo
desee.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

 

Ningún Estado pretende la felicidad de sus ciudadanos.
Nos asalta desde las emisoras en las noches de sueño
inconciliable, desde los grandes carteles en las autopistas
cuando nos dirigimos hacia nuestros trabajos, en la sobremesa invade nuestro salón de la mano de la caja boba, y el colmo de los colmos, en nuestra correspondencia le hace compañía al recibo de la luz. Es imposible no verla, se trata de la campaña del Estado, supuestamente contra la droga: Viajamos sin drogas, nos enrollamos sin drogas... Cuando aquello contra lo que presumiblemente se está en desacuerdo aparece seis veces en un anuncio: droga, droga, droga, la sospecha de que se está publicitando su uso nos invade, aun sin darnos cuenta.

Por otro lado está el problema de dar por supuesto que con
las drogas se viaja, se sueña, se divierte, se enrolla o se lo
monta uno; viajamos sin drogas, nos enrollamos sin drogas,
como si con las drogas se pudiera conseguir todo eso.
Nuevamente nos encontramos con que se depositan en la
droga ciertas cualidades, que por supuesto no tiene y que
fomentan su consumo.

El drogadicto es un sujeto que no sólo no se divierte lo
más mínimo, sino que sufre de una manera desgarradora, ha
caído en las redes tendidas para todos.

Ningún Estado pretende la felicidad del hombre, comenzaba
diciendo nuestro artículo, y me temo que sin trabajo se anega toda posibilidad de arribar a algún pedazo de felicidad;
si lo que nos quieren vender es que con la droga se ahorra
uno el trabajo necesario para viajar, enrollarse, soñar, yo
elijo trabajar.

Alejandra Menassa de Lucia. Médico
Madrid: 91 542 33 49

DIARIO EL PAÍS, 
27 de Enero de 1999

EL DIABLO 
EN EL DIVÁN

El Vaticano recomienda a sus sacerdotes que consulten con psicoanalistas en su nuevo manual de exorcismo.


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

LECCIÓN XXXV EL PROBLEMA DE 
LA CONCEPCIÓN DEL UNIVERSO
(Weltanschauung)

1932

Para terminar, me permitiréis que sintetice en pocas palabras lo que me proponía deciros sobre la relación del psicoanálisis con el problema de la concepción del Universo. El psicoanálisis es, a mi juicio, incapaz de crear una concepción del Universo a ella peculiar. No lo necesita; es un trozo de ciencia y puede agregarse a la concepción científica
del Universo. Pero ésta apenas merece nombre tan pomposo, pues no lo concibe todo, está demasiado inacabada y no aspira a concreción ni a la formación de sistemas. El pensamiento científico es aún demasiado
joven entre los hombres y no ha podido dominar todavía muchos de los grandes problemas. Una concepción del Universo fundada en la ciencia tiene, fuera de la acentuación
del mundo exterior real, rasgos esencialmente negativos, como el sometimiento a la verdad y la repulsa de las ilusiones. Aquellos de nuestros semejantes a quienes
no satisfaga este estado de cosas y demanden algo más para su satisfacción momentánea, pueden procurárselo donde lo encuentren. No se lo tomaremos a mal, pero tampoco podemos ayudarlos a ello, ni pensar, en su obsequio, de otro modo.

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INTRODUCCIÓN A LA CUESTIÓN DE LAS PSICOSIS

1955

La novedad de lo que Freud introdujo cuando abordó la paranoia es aún más deslumbrante que en cualquier otro lado: quizá porque es más localizada, y porque contrasta
más con los discursos contemporáneos sobre la psicosis. Vemos proceder aquí de entrada a Freud con una audacia que tiene el carácter de un comienzo absoluto.
Sin duda la Traumdeutung es también una creación. Por más que se diga que otros ya se habían interesado por el sentido del sueño, dicho interés no tenía absolutamente nada
que ver con el trabajo de pionero que se lleva a cabo ante nuestros ojos. Este no culmina únicamente en la fórmula de que el sueño dice algo, porque lo único que le interesa a
Freud es la elaboración a través de la cual lo dice: lo dice del mismo modo en que se habla. Esto nunca se había visto. Se había podido percibir que el sueño tenía un sentido, que podía leerse algo en él, pero jamás que el sueño habla.

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LOGOS

(Heráclito, fragmento 5.º)

1954

Sin embargo, una vez, en los comienzos del pensar occidental, la esencia del lenguaje destelló a la luz del ser. Una vez, cuando Heráclito pensó el como palabra directriz para, en esta palabra, pensar el ser del ente. Pero el rayo se apagó repentinamente. Nadie cogió la luz que él lanzó ni la
cercanía de aquello que él iluminó. Sólo veremos este rayo si nos emplazamos en la tempestad del ser. Pero hoy en día todo habla en favor de que el único esfuerzo del hombre es ahuyentar esta tempestad. Se hace todo lo posible para disparar contra las nubes con el fin de tener calma ante la tempestad. Pero esta calma no es ninguna calma. Es sólo una anestesia: una anestesia contra el miedo al pensar.
Porque el pensar, ciertamente, es algo muy especial. La palabra de los pensadores no conoce autores en el sentido de los escritores. La palabra del pensar es pobre en imágenes y no tiene atractivo. La palabra del pensar descansa en una actitud que le quita embriaguez y brillo a lo que dice. Sin embargo, el pensar cambia el mundo. Lo cambia llevándolo a la profundidad de pozo, cada vez más oscura, de un enigma, una profundidad que cuanto más oscura es, más alta claridad promete. El enigma, desde hace mucho tiempo, se nos ha dicho en la palabra “ser”. Es por esto por lo que “ser” sigue siendo sólo la palabra provisional. Veamos la manera de que nuestro pensar no se limite a correr a ciegas detrás de ella. Consideremos primero que “ser” significa inicialmente “estar presente”:
morar y durar saliendo hacia adelante, al estado de desocultamiento.

 

 EDITORIAL REVISTA
“GRUPO CERO” N.º 1

1974

Si la cultura dice que no a nuestros actos vitales, si la contracultura nos acusa, estamos frente a un fenómeno especial: En las paredes sí, pero con buena letra. Entre la sabiduría y la ciencia hemos elegido la sabiduría, único territorio donde se agolpan, tanto los problemas como las soluciones del vivir. Entre la certidumbre de otras ciencias y la incertidumbre de la ciencia psicoanalítica siempre amenazada, hemos elegido la incertidumbre de saber: El
hombre vive desgarrado en su ser; pero nunca sabremos ni las dimensiones ni la geografía donde anida dicho desgarro. Por eso, preferimos que nuestra palabra esté más cerca de la sangre que de las palabras. Palabras que son siempre las mismas. Que se abran como un sol dentro de la cabeza de
los hombres, depende del coraje que tengamos para unirlas unas a otras, despiadada-mente, sin pudor. Es entonces cuando aparece el nuevo sentido. Lo poético. Tendremos que saltar mil veces hacia el vacío, hasta darnos cuenta que en el vacío no nos espera nadie. Es hora, podemos comenzar a hablar. La inmoralidad de mis contemporáneos se diferencia de la moral de mis padres, en que la inmoralidad es una moral más moderna, pero otra vez lo que se pierde es el hombre.
 

 

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UN AMOR 
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NO VE LA ROSA

Es una novela de 
Miguel Oscar Menassa

CAPÍTULO IV

Mientras el Profesor conducía con cierta seriedad el automóvil, Rosi, para salir del silencio, le preguntó:

—¿Y usted, Profesor, qué edad tiene? A ver, no me diga
nada, déjeme adivinar. Josefina puede tener unos cuarenta
años, usted..., usted puede tener cincuenta años. ¿Acerté?

—Sí, más o menos —contestó el Profesor—, el próximo
mes de noviembre voy a cumplir sesenta y cinco años.

—En verdad no se le notan por ningún lado —dijo, divertida,
Rosi, dándole una palmada en la pierna del acelerador.

—Sí, en algunos lugares se me nota —agregó, circunspecto, el Profesor.

—¿Adónde me lleva? —preguntó Rosi con inquietud.

—A su casa, ¿o usted preferiría ir a otro lugar? —y frente
al silencio de Rosi, el Profesor preguntó a su vez—. Y
usted, ¿qué edad tiene?

—Me avergüenzo —dijo Rosi—, tengo apenas treinta
años y me siento bastante más vieja que usted. En lugar de
arrastradle a usted tras mis perfumes, me dejo arrastrar por
sus amables rechazos. ¿Me daría un beso si se lo pido?

—Un beso, sí —dijo el Profesor—, pero después del
beso, ¿qué me va a pedir?

—Cuidado con el semáforo, que se puso rojo.

—Sí, ya lo ví, y luego del beso, ¿qué me va a pedir?

—Venga, Profesor, lléveme a su casa. No se lo contaré ni
siquiera a Josefina.

—¿Y por qué —dijo sorprendido el Profesor— habría de
importarme a mí que usted le cuente o no a Josefina?

—Bueno —titubeó Rosi—, como Josefina es mi psicoanalista y al mismo tiempo, creo..., es su paciente, yo pensé...

—Sí —interrumpió el Profesor—, Josefina es su psicoanalista, pero no, como usted cree, su novia y, por otra parte, y no en el mismo momento, es mi paciente, pero no, como usted cree, mi marido. Así que por ahora, con tanta confusión mejor la llevo a su casa. ¿Qué le parece?

Rosi no contestó y ahora el Profesor la llevó directamente
hasta la puerta de la casa.

Al llegar, Rosi Provert ni se bajaba del coche ni hablaba,
el Profesor bajó del coche, dio toda la vuelta y abrió la
puerta de Rosi, la tomó de una mano y la ayudó a bajar del
coche. Y ése fue el momento que más cerca habían estado
en toda la noche.

A menos de 20 centímetros de distancia, frente a frente,
escuchando la respiración del otro, el temblor genital.
Rosi cerró los ojos y el Profesor besó de manera imperceptible sus labios, y ella sintió que todo se desgarraba en su ser. Tal vez fuera eso el amor, pensó para sus adentros, ¡qué locura!

—Nos vemos otro día y seguimos conversando —le dijo
el Profesor, mientras ella abría el portal de su casa.
El Profesor estaba contento. Mientras manejaba, entonaba
una melodía en italiano, La lingua d’amore, y, de vez en
cuando, soltaba el volante para golpear una mano contra la
otra y decir:

—¡Pero qué bien la vida que viene, pero qué bien!

Para Rosi Provert las cosas no eran tan sencillas, ni tan
claras. Ella nunca había sentido esa inquietud en el bajo
vientre.

Cuando él rozó sus labios, en la calle, casi se desmaya por
las emociones encontradas que sintió en su pecho, en su
cabeza, en sus piernas.

Se dejó caer en un sillón de la sala, pero sólo un instante,
en seguida entró en el baño. Limpió cuidadosamente la
bañera. Tiró, luego, espuma de baño y dejó correr el agua.

Antes de salir del baño miró su cara en el espejo. Se vio
bella como nunca, soltó su pelo, salió del baño (todo lo
hacía a un ritmo palpitante), puso Vivaldi en la minicadena
que le había regalado su madre, y se descalzó.

Corrió descalza por el pasillo, se quitó la falda, se miró el
culo en el espejo del pasillo y sintió que tenía un culito
pequeño y delicado.

Distraída y ya desnuda, tratando de bailar la
Consagración de la Primavera, volvió a la realidad con el
ruido del agua saliendo de la bañera.

Corriendo hacia el baño para cerrar el agua se notó bellamente agitada y se imaginó estar corriendo de manera salvaje, en plena selva, una presa de amor.

Se zambulló en la bañera como si fuera en las orillas de
un río espectacular de la selva amazónica.

Sintió reflejarse en el verde de la espuma sus propios ojos
verdes y se dejó invadir por millones de peces de colores
que, como sedas de Oriente, se posaban en su cuerpo, y
algunos con ojos del Profesor y, aún, otros con los ojos de Evaristo y otros más, aún, con los ojos de Josefina, intentaban penetrarla.

Ella escapando de esos peces, por momentos, voraces de
amor, y jugando con la verde espuma, descubrió sus pezones y le impresionó muchísimo, al tocárselos, que fueran tan sensibles, que produjeran tanto goce, y siguió un poco más, y apretó un poco, y mientras Vivaldi, esta vez, mataba a los gritos a todos los personajes, ella tuvo su orgasmo.

El primero y, así, de manera tan sencilla, se había establecido en ella la diferencia entre la vida y la muerte.

Mañana, en el hospital, comprendería, mucho mejor, a los
locos.

Cuando el Profesor llegó a su casa, Clotilde estaba despierta, esperándolo.

—¿Qué dice mi vieja Clotilde, aún despierta? —preguntó
alegremente el profesor.

—Vieja será tu madre —dijo Clotilde, también riéndose—
el día de hoy fue un día de duro trabajo, pero aquí estoy,
jovenzuelo, esperándolo con las piernas abiertas.

El Profesor, lleno de deseo, se tiró literalmente, encima de
Clotilde, una mujer de su misma edad, y el Profesor parecía
otro hombre ahora.

Le metió, rápidamente, una mano entre las piernas, y a los
primeros suspiros de Clotilde le chupaba con frenesí las
tetas, y ella suspiraba cada vez más fuerte, y él le mordía el
cuello con intención de morder, y luego se reían y parecían
muy jóvenes.

Se separaban y conversaban un poco del trabajo de ella,
del recital de Evaristo y, otra vez, se besaban y ella le pasaba la lengua por el culo, y él se retorcía y la cogía de los
pelos y le apretaba la boca contra los cojones, que parecía
que ella se los iría a tragar, y luego se separaban y hablaban
del crédito que ella quería conseguir para hacer un viaje de
dos meses al Caribe, y él le comentaba con entusiasmo
algunos pasajes de la cena.

Ahora estaban como extasiados. Se miraban francamente
a los ojos.

Parecía que se iban a correr, así, mirándose, pero ella,
todavía, aún, saltó encima de él y comenzó a moverse a
ritmo de galope lento, y el Profesor, cogido a sus tetas,
mucho conseguía cuando por fin podía gritar:

—¡Diosa! ¡Diosa!

Después, todavía, aún, ella le leyó algunos poemas escritos

en los descansos de su trabajo, y antes de dormirse, el
Profesor comentó con una sonrisa:

—Hoy casi me viola una mujer de treinta años.

—¿Y por qué no te dejaste? —preguntó, seductora,
Clotilde.

Y el Profesor, todavía riendo, le contestó:

—Porque no era una mujer joven, sino que era una niña,
muy pequeña, queriendo jugar con el abuelo. Por eso no me
dejé.

CAPÍTULO V

Nos encontrábamos altamente vigilados, todos por todos,
era como vigilar lo que nos vigilaba, y así nos sentíamos
seguros de que nadie sería capaz de descubrir alguna verdad
más allá de nosotros mismos. Éramos, sin saberlo, o casi
sabiéndolo, el país de los simios, toda posibilidad de descubrimiento estaba relacionada con demostrar que los hombres eran inferiores a los monos. Y al hombre que intentaba ser superior lo transformábamos inmediatamente en un mono como nosotros, pero de una clase inferior.

—Hay cosas que resultan impresionantes aunque no lo
sean. Una se puede acostar con un hombre sin amarlo, sin
tener ganas de irse a vivir con él. Yo te amo y, también, te
deseo, pero hay cosas más fuertes que el amor y el deseo.
Hay cosas que nada tienen que ver con una aunque le pasen
a una. De golpe se rompe uno de los diques que te contienen
y todo se va a la mierda, ¿viste?

Yo no sabía para nada cómo era el mundo, yo creía que tú
no deseabas a nadie más que a mí, y no había otro mundo
que tus ojos, y de golpe fue duro darme cuenta que no sólo
tú podías desear a otras personas, sino que también yo. No
era algo que te pasaba a ti y por unos días, sino que era algo
que nos pasaba a todos y en todo momento, bueno, eso me
volvió loca y quise alcanzar de ese límite toda su dimensión,
y me acosté con Gustavo, pero no lo amo, yo te amo a
ti y contigo es con quien quiero vivir.

Silvia hablaba con convicción, los dos hombres la escuchaban con atención, aunque de manera diferente. Cuando Walter y Silvia volvían de la reunión en lo de Josefina se encontraron en la puerta de su casa con Gustavo llamando al portero eléctrico del piso donde Walter y Silvia vivían desde hacía sólo unos meses, y lo invitaron a subir a tomar un café, a tener una conversación. Durante el viaje ellos habían intentado hablar del asunto, en realidad estaban más preparados ellos dos para el encuentro que Gustavo que, en realidad, había llegado a la casa de Silvia y Walter a esa hora de la madrugada buscando amigos, algún porro que
fumar antes del sueño y además había escrito algunos poemas que ambicionaba leérselos a alguien, qué mejor que
una pareja de amigos que suelen acostarse tarde. Así que lo
de Silvia le pareció una exageración, y antes que Walter
pudiera decir algo, Gustavo dejó caer como una piedra
cayendo en la paz inquieta de un lago al atardecer:

—Bueno, fue sólo un polvo, no es para tanto. Yo tampoco
estoy enamorado.

Y ahí Walter no aguantó más.

—Claro —dijo—, el idiota que está enamorado soy yo.
Un polvo, un polvo, ya sé, la libertad, el deseo, las modernas
concepciones, pero es mi mujer. Yo nunca hasta ahora
tuve necesidad de engañarla.

—Pero, macho, si ella no te engañó, estaba desesperada y
me usó como consolador, no veo de qué te preocupas, el
preocupado debería ser yo, que fui usado por tu mujer porque
la pareja de tórtolos descubre el deseo sexual.
A pesar que esta vez Gustavo había intervenido para tranquilizar los ánimos, Silvia saltó, nerviosa, a punto de llorar:

—Yo no te usé, tú habrás gozado algo, ¿no?

—Un momento, un momento —dijo Walter—, no irán a
contarme ahora cómo es que lo hicieron. Preferiría no saber
los detalles. Me alcanza con saber que fue por diversión,
por nada. De cualquier manera, me pregunto: ¿por qué si
fue por diversión, por nada, yo me he tenido que enterar?

—Es que no fue ni por nada, ni por diversión, yo estaba
desesperada, y además Gustavo es amigo nuestro hace
muchos años, y yo le quiero.

—Pero no era que a él no le querías, ni le deseabas —la
interrumpió Walter.

—No, no —protestó Silvia—, la diferencia es que de ti
estoy enamorada. Si te vas, si me abandonas, me muero.
Eso no me pasaría si desaparece Gustavo, pero le quiero, le
deseo, es un hombre hermoso, de tu tipo, y además tú también le quieres.

—Sí —dijo cortante Walter—, yo le quiero a Gustavo, y
quiero a mil personas más, pero no me los ando follando
cuando me siento desesperado, que además, para decir
alguna verdad, vivo desesperado, pero hasta hoy no me
había dado cuenta que la desesperación se podía calmar
haciendo el amor con desconocidos...

Gustavo le interrumpió para decirle:

—Yo no soy exactamente un desconocido, y creo que lo
que me pasó con Silvia, debo reconocer que tiene más que
ver contigo que con Silvia.

—Lo único que falta —dijo Silvia—, que transformen
toda mi desesperación en un mensaje a través de mi cuerpo
entre homosexuales, no lo puedo creer, pero qué quieren
hacer de mí. No les alcanza con que les diga que no me
siento libre, que me humilla necesitar esta conversación. Yo
muchas veces tuve fantasías de hacer el amor con ustedes
dos, y siempre rechazaba la idea por creerla muy del orden
de mis propios problemas, pero no estaba tan alejada de la
realidad, ya que mutilada, loca, desesperada, me fui a acostar con el hombre que más veces nombra mi pareja, y no sólo eso del único hombre que mi marido me contó en ciertas oportunidades detalles de la vida sexual.
Evidentemente, me he quedado una vez más sin saber cuál
era mi deseo.

Gustavo se levantó y dijo:

—Mejor me voy, mañana nos encontraremos y les leo
unos poemas que escribí hoy a la tarde.

Walter le dijo si le parecía bien irse ahora, y Gustavo dijo
que sí, que prefería dejar ahí, claro estaba si a ellos les parecía bien. Fue Silvia la que dijo:

—Está bien, está bien, Gustavo, no sé por qué ahora tengo
ganas de pedirle perdón a alguien, mañana nos vemos y nos
lees esos poemas.

Cuando Gustavo se fue, Silvia y Walter se quedaron como
petrificados; Silvia encendió un cigarrillo y Walter comenzó
a quitarse la ropa. Cuando estuvo totalmente desnudo se
paró delante de Silvia, derecho como un soldado escondiendo su vientre, sacando pecho y con su mirada mirando el porvenir, lo alto, por encima de la cabeza de Silvia. Silvia, al verlo así, tan desprotegido, tan decidido a continuar la relación, que no se le ocurrió hacer otra cosa que pedirle perdón.

—Perdón, Walter, no sabía lo que hacía.

—Pensándolo mejor, no tengo nada que perdonarte, así
que te agradezco la conversación y la pálida que le echamos
encima a Gustavo, se la merece, él también se echó su
polvo. En otras novelas la gente se mata por estas cosas.
Mientras Walter buscaba las próximas palabras para
intentar el discurso de su vida sobre las relaciones sexuales
en las parejas jóvenes, Silvia se había arrodillado junto a él
y acariciaba y besaba con suavidad las piernas de Walter.

—¡Que me haces cosquillas —dijo Walter riéndose—, no
te interesa lo que piensa un hombre que ha sido engañado
por su mujer!

Silvia dejó de besarle las nalgas para decirle que ya
Gustavo se lo había dicho, que no había sido un engaño, así
que podía hacer el favor de no empezar de nuevo con eso.
Y siguió besando las nalgas de Walter, y también le pegaba
unos pequeños mordiscos, todo como jugando, sin intención
de provocar. Walter se rindió y se arrodilló junto a ella,
y besándola le dijo:

—Yo no tengo nada que perdonarte, pero por las dudas tú
tienes razón, y de algo tienes que ser perdonada para seguir,
te perdono.

Y luego se abrazaron y se quedaron dormidos, ahí, en el
salón, donde habían tenido la conversación con Gustavo.


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