Poesía y Psicoanálisis, una renovada perplejidad ante lo irracional. Una vara de mimbre quebrada por un viento que no fue. Un parece que te encuentro, pero nada. El primer resultado, por lo menos para Heidegger, fue que el reino de acción de la poesía es el lenguaje. Por lo tanto, la esencia de la poesía debe ser concebida por la esencia del lenguaje. Pero en segundo lugar, nos dice Heidegger, se puso en claro que la poesía, el nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, no es un decir caprichoso, sino aquél por el que se hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano. Por lo tanto la poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía misma hace posible el lenguaje. La poesía es el lenguaje primitivo de un pueblo histórico. Al contrario, entonces, es preciso entender la esencia del lenguaje por la esencia de la poesía. El fundamento de la existencia humana es el diálogo con el propio acontecer del lenguaje (el inconsciente está estructurado como un lenguaje), pero el lenguaje primordial es la poesía como instauración del ser. Algo que sólo será luego, determina cómo tuvo que ser antes. ¡Cuántas veces! me pregunté a mí mismo si era posible el mundo. ¡Cuántas veces! me respondí sonriendo. ¡Cuántas veces! me respondí gritando: mundo altivo y grotesco, te podremos. En principio, nos aconsejamos tomar distancia de los recuerdos infantiles; conocer el amor, hablar, leer algunos libros, escribir algún verso. Y eso fue todo. Después, el tiempo nos llevó de la mano, escribiendo, por el camino de la muerte. A los sobrevivientes, más allá de modos y modales, nos otorgó un sexo, una palabra. Somos esas caricias provenientes de las noches más negras. Un incalculable amor en medio del desastre. Aprendimos rápidamente que sin mencionar a Dios es absolutamente imposible saber de quién es el tiempo. ¿A quién pertenecen las horas?, los recuerdos de las horas pasadas, la ilusión de las horas por venir. ¿A quién las horas del amor?, los vericuetos del tiempo del amor. ¿A quién pertenecen? Espero saber acogerme sin vergüenza a mi destino. Viví entre ellos, soy un grupo, varias personas, tengo las palabras de todas las clases sociales posibles en este tiempo. Fui todas las enfermedades. Toda la peste y toda la gloria posible. Soy el más indicado para decir, para empezar a juntar lo que las dictaduras, en su afán de reproducirse, han separado. Pretendemos una página en blanco permanente. Ese ha de ser nuestro lecho de amor y, también, nuestro campo de guerra. Y para que a nadie, en principio, se le ocurra pensar sobre lo que es, digo: El hombre es escritura. El resto, sin violencia, ganado taciturno esperando morir en alguna quietud. Escribiendo, robándole esas horas a la vida, así hemos vivido nuestra vida. Os invitamos a vivir con nosotros en una página entre palabras combinadas por muchos. La
poderosa muerte unida a los vocablos más sutiles. |
Llegamos a decir que toda escritura es producto efecto de haber elaborado una lectura, como dos cosas separadas: se elaboraba una lectura y se producía un escrito. Aquí se nos vuelve a plantear que una vez transformado el tiempo en el cual observo los fenómenos, no puedo abandonar el método propuesto. Es decir, no es que leo, elaboro lectura y ahora tengo la escritura, sino que tengo la escritura y en lo que la escritura no me dice por decir, porque ahí donde me dice algo, me oculta una otra cosa, reconstruyo en ese silencio los supuestos, las ausencias y las preguntas. Se conversa generalmente acerca de la “imposibilidad”, de la dificultad de que el propio sujeto que elaboraba la ciencia o que trabajaba y producía la ciencia, o el ensayo, o la novela, difícilmente podía, también, hablar con exactitud del proceso de producción de esa ciencia o del proceso de producción de la obra de arte. En el caso de la ciencia, la epistemología, en el caso de las artes, su poética. En el momento donde la ciencia, en los avatares de su inscripción social se dogmatiza, es en el imaginario universal de la poesía donde, si de casualidad la poesía toca ese campo, lo iluminará más allá del dogma de que se trate. Lectura como producción también quiere decir que llevemos las cosas hasta sus últimos extremos, es decir, los extremos posibles. Se dice que la mujer está fuera de la dialéctica del falo y de la dialéctica del valor. Si esto es así, sería ella Otra del Otro inconsciente y del otro de las relaciones sociales, como habíamos dicho de la escritura. Habíamos dicho que el hombre navegaba sujeto a leyes que, por otro lado, eran inviolables, en tanto, la violación de estas leyes terminaba con el sistema sobredeterminante y que estas leyes eran la ley instituida por el falo y la ley instituida por el valor. Que únicamente no le pasaba esto cuando era capaz de producir la escritura. Tanto esto es así que ya estamos todos de acuerdo (todos son algunas escuelas de psicoanálisis y otras escuelas que no son tanto de psicoanálisis) que la escritura adviene en posición femenina, pero nunca nadie quiso saber cuáles eran las consecuencias de esta frase. Así, cuando se libera la poesía de las leyes que ella infringe por ser modelos ideológicos, ella es un instrumento de conocimiento, ella es una manera diferente de leer los fenómenos que acontecen en el mundo, en el universo. ¿Esto no querrá decir que si se libera a la mujer de lo que ella infringe por ser, es decir, los modelos ideológicos, la dialéctica fálica, ella también sería una nueva concepción del universo, incluyendo en el universo la realidad y lo real? Entre esta conferencia y la otra, hemos fundado la Primera Internacional de Poesía y Psicoanálisis. En el poder de fundar, hemos sabido que lo exiliado queda, también, exiliado del hombre. Lo exiliado, por lo tanto, no se puede besar. Así,
nena, que vos me besaste a mí. Besaste
en una carne la historia de otros cuerpos. En
tu delirio, tocaste la cuerda de algún canto. Ser caliente metáfora de metáforas, |
Un vuelo de decir sería que así como sin asociación libre no hay posibilidad de interpretación, sin escritura no hay posibilidad de transmisión. La transmisión del psicoanálisis es un acto inherente a la propia producción del inconsciente. Terminaré diciendo que todos los caminos que llevan a ROMA, llevan a Roma. Sobre todo cuando el que me mira caminar de mí está en Roma. Sin deseo del psicoanalista no hay psicoanálisis, es tan verdadero como decir: sin psicoanalista, no hay inconsciente. Si alguien no nos convence que estará en Roma esperándonos, aunque no lo esté, no llegaremos nunca a Roma. Develar a nadie lo que será de nadie. Un existente de lo que no hay, un imposible pone las piezas en movimiento. Un saber que no será sino bajo la regla de no saberlo. Un poder que sólo sostendré si rechazo utilizarlo. Un deseo de ser de la carencia la cintura del alba. Rozar, rozar, sin tocar nunca y sin detenerse frente a cada fracaso, porque es de eso de lo que se hablará en el diálogo de transmisión, EL FRACASO DEL SER EN SERLO. Ya que todo intento será determinado desde la errancia del deseo. Desear deseos, objetos nunca sidos. Un ojo que no ve sino los restos que le permite su mirada. Un palabra que mira del Otro pasa en mi interior. Lo esencial de mí, y eso es lo que no sé, pasa fuera de mí. Las
piezas que se ponen en juego disparadas por la carencia, son reales,
imaginarias y simbólicas, y los discursos posibles hasta este momento de
nuestra formación son cuatro: LA MUERTE (el punto, la interpretación).
LO SEXUAL (el nada, el desencuentro), Un sujeto supuesto del saber esgrime como bandera su deseo. Un sujeto que supone ese deseo que lo sostiene en su suposición, como saber. Un saber paradójico que sólo se produce en acto y que al querer determinarlo como ocurrido se desvanece como tal. ¿La repetición, la transferencia, la pulsión, no son acaso muescas de este fracaso: el inconsciente? El ojo no desea sino su propia mirada que lo constituye mirándolo desde el Otro. Estoy aquí, dice el candidato, porque quiero ser psicoanalista. Y esto inmediatamente, a menos que uno sea indiferente a las cuestiones sociales en desarrollo, plantea una pregunta que, de no contestarla, el candidato |
(por el simple hecho de haberlo pronunciado) se quedaría sin camino. ¿Quién está cuando estoy?, y ¿dónde estoy cuando estoy aquí? Y si esto fuera poco para mantenerme callado, la frase: quiero ser psicoanalista, puede ser simplemente, no una inversión, pero sí un deslizamiento; quiero psicoanalizarme, ya que usted lo desea. En esa especularidad: Quiero ser como usted, entero, es su propia imagen lo que se le anticipa como disfraz de la única verdad posible en el diálogo de transmisión. A usted le pasa lo mismo que a mí. Otro nos reúne bajo la faz de no saber. Carencia anterior y futura a todo ser, aun al de la imagen. Así que difícilmente el Falo pueda ser imagen de nada y menos del pene. El Falo concepto positivo de lo imposible de la Apertura al campo del Otro, Uno de la carencia, que permite pensar que, justamente, ese otro que no está en el sistema, sino como nunca sido, sea causa. Quiero decir simplemente que si en la primera entrevista quiere serlo, más adelante querrá tenerlo y luego querrá matarme. Al llegar a Roma no sólo no me encontrará, sino que percibirá sólo de sesgo, porque más allá, aún, sólo se puede gozar o morir, que nadie nunca ha estado en ROMA. Concluido el psicoanálisis, si es que alguna vez concluye, nadie estará en condición de asegurar que se trate de Roma. Y la conclusión no deja de ser bonita: ROMA NO EXISTE, aunque más allá, aún, tal vez, la encontraría. En cuerpo, en el goce del Otro, en lo Uno del Amor, en la Muerte. Y nadie conseguirá nada. Ya que el Inconsciente Freudiano y, por qué no decirlo, el Inconsciente Lacaniano, aunque sea otro, es Saber no Sabido o Poesía, y aquí, la cuestión. Todo lo otro, aun los matemas o los mate-a-mamá, son los intentos desesperados del símbolo de obturar la carencia, única puerta posible para el deseo. Su causa. El fin del psicoanálisis es su no fin, y vamos a ver cómo aceptan esto los fanáticos de la carencia. Ser carente, pero tener algún final, aunque más no sea simbólico; una fórmula que reemplace con su imaginería el conocimiento inconsciente que se sostiene sólo si alguien queda en condiciones de poder interpretar el pensamiento. No hay nada que nadie le diga a nadie, sino hay lo que las palabras se dicen entre sí. Poesía y Psicoanálisis tienen que ver con esa irregularidad que se produce en el ser de la palabra. Creyendo que dice las palabras, nada sabe que es dicho para el otro, por lo que sus palabras pronunciadas se dicen entre ellas. No es la simple alienación en el Otro en tanto que habla, no son precisamente las palabras del otro, sino lo que las palabras del otro se dicen entre ellas de mí. Tanto poeta como psicoanalista tienen como función dejar de ser para que en esa fisura de ser nazca lo Otro. No es una hiancia que recuerde algún misterioso vacío, sino que es apertura al campo del Otro. Y esto no se cierra ni se desvanece. Sólo la muerte o el rechazo de la pulsión como tal, anulando las funciones que lo nombran, es decir, cerrando la boca. Miguel
Oscar Menassa. Psicoanalista |
Durante milenios el hombre ha sido educado para la mentira, ésta se convirtió para él, en su segunda naturaleza. Por naturaleza cada cual desea infligir dolores y padecer dolores, es Eros que lo obliga a ello. El dolor forma parte del supremo momento de placer y todo lo que parece hablar en contra de esta frase está fundado en el temor, en el sentimiento de culpa, que anida en todo ser humano. Por consiguiente, no es verdad que el dolor sea un obstáculo para el placer, pero en cambio es cierto que es una condición ineludible. Freud distingue dentro del dominio general del displacer el fenómeno muy singular del dolor y que es este último el que está ligado a la esencia del masoquismo, desbordan hacia el dominio de la excitación sexual y original un estado de placer que lleva al sujeto a aceptar de buen grado el displacer del dolor. Los dos primeros tiempos de la fantasía, a diferencia del tercero, deben ser descubiertos en el curso del trabajo analítico. El tiempo I puede ser rememorado en el curso del análisis; el tiempo II, en cambio, debe ser reconstruido. Esta segunda fase es la más importante y la más decisiva, pero en cierto sentido se puede decir que no ha tenido nunca existencia real. No es jamás recordada ni ha tenido acceso a la conciencia, es una construcción del análisis, pero no por ello deja de constituir una necesidad. En el primer tiempo corresponde a una o varias escenas reales en cuyo transcurso el niño ha visto realmente a su padre maltratar a un hermanito/a. Podemos vacilar en denominar fantasía a este primer estado de lo que será más tarde la fantasía de flagelación. Quizá en este sentido se trata más bien de recuerdos, recuerdos de espectáculos análogos presenciados por el sujeto y de recuerdos de deseos surgidos en diversas ocasiones. El segundo estadio es por el contrario una pura fantasía, es el primer tiempo de la fantasía propiamente dicha, lo que Freud pone de relieve designando con el nombre de fantasía originaria: “Mi padre me pega.” El primer tiempo es presexual, es también conscientemente rememorado, descubierto gracias al esfuerzo de investigación realizado en común por Freud y su paciente. A decir verdad, podemos dudar incluso de que haya sido realmente reprimido. Por el contrario, el segundo estadio se encuentra profundamente enterrado en el inconsciente y es casi siempre inaccesible. La fantasía inconsciente “Mi padre me pega” es masoquista en el sentido propio: expresa en forma regresiva la fantasía de un placer sexual obtenido por mediación del padre. Vemos entonces que el pasaje al segundo estadio aparece en un solo movimiento, la fantasía, el inconsciente y la sexualidad bajo la forma de la excitación masoquista. El objeto sobre el que recae la represión se trata en lo esencial, de la segunda fase. En este caso, la fantasía de ser pegado por el padre y no la escena real en que el padre habría pegado a otro niño. Sin embargo, es evidente que la represión de la fantasía puede arrastrar al inconsciente el recuerdo mismo, recuerdo que, con posterioridad, adquiere su significación sexual: “Mi padre pega a otro niño –mi padre me ama (sexualmente).” Así como el objeto que es preciso reencontrar no es el objeto perdido, sino su metonimia, así la escena que se busca reencontrar no es la del recuerdo sino la de la fantasía sexual que de él deriva. La fantasía consciente “Pegan a un niño” no puede ser denominada ni sádica ni masoquista en el sentido de la perversión, ya que ésta supone siempre la fijación del ego en uno de los puntos o polos del montaje fantástico. ¿Cuál es la esencia de la fantasía masoquista? Ser tratado en el límite como una mercadería, como una cosa que se vende, ser anulado hasta el fondo de toda posibilidad votiva de apresarse como autónomo. El análisis de Se pega a un niño permite aclarar esta especie de elección crucial que debe operarse entre la demanda y el deseo. La injuria narcisista es el primer tiempo de la fantasía, el destronamiento total: el sujeto odiado es ofrecido como víctima al capricho paterno que apunta en él a un más allá de toda demanda. |
El segundo tiempo reconstruido y no encontrado por el analista es el masoquismo primordial, momento en que el sujeto va a buscar su realización en la dialéctica significante. Lucía Cristina Serrano.
Psicoanalista
En unas páginas sobre la “praxis” analítica en 1923, Freud comienza un escrito, quizás irónicamente con respecto a algunas preguntas y confusiones en los lectores, que además trabajará en el artículo, aconsejando tener en cuenta esas reflexiones, que hubieran tenido cabida en la Interpretación de los sueños. Comienza señalando que al interpretar un sueño en un análisis, se puede optar entre varios procedimientos. Se podía proceder, por ejemplo “cronológicamente”, esto es, dejando que el soñante manifieste sus asociaciones a los elementos oníricos, en el mismo orden con el cual éstos aparecen en la narración del sueño. O bien: iniciar la labor con un determinado “elemento” del sueño, tomado de cualquier parte, como ser, el que más llame la atención o el que más claramente o intensamente se presente o también se puede partir de un parlamento contenido en el sueño que puede llevar a frases del día. Otra posibilidad mencionada es comenzar por prescindir completamente del contenido manifiesto, preguntando al soñante qué experiencias del día anterior asocia al sueño narrado. Éstos eran procedimientos de los primeros años y finalmente, dice el artículo y esto es curioso, si se trata de alguien familiarizado con el trabajo analítico, esto es en análisis, lo aconsejable es “renunciar a todo precepto” y no dirigir la pregunta. Sin embargo, matiza el artículo, no se puede afirmar que una u otra de estas técnicas sea preferible ni que suministre invariablemente los mejores resultados. En un primer momento del trabajo de interpretación, es como si uno tuviera ante sí un capítulo de un autor extranjero; por ejemplo Tito Livio. Primero se pretenderá saber qué nos cuenta Livio en este capítulo, y sólo más tarde se planteará la cuestión de si lo leído es una crónica histórica, una leyenda o una disquisición, esto es importante a tener en cuenta, en la intención de evitar valoraciones excesivas o desmesurado respeto ante el misterio. Se olvida con demasiada facilidad que un sueño no es por lo general sino un pensamiento, como cualquier otro, posibilitado por la disminución de la censura y por el reforzamiento inconsciente, deformado por el trabajo onírico y que la interpretación en realidad, produce. Recuerdo un ejemplo que introduce Freud en esas páginas, acerca de los sueños denominados de “curación”. Cuando un paciente ha tenido uno de esos sueños, en el cual parece evadir las restricciones de la neurosis, superando por ejemplo, una fobia o abandonando un vínculo afectivo o hablando con su analista, con su maestro, con soltura de las cuestiones del sexo y los dineros, nos podríamos inclinar a aceptar que ha realizado un considerable progreso, que está dispuesto a asumir una nueva situación vital, que comienza a contar con su salud y así sucesivamente. Bien mirados, estos sueños de curación suelen tener el valor de sueños de “comodidad”, correspondiendo al deseo de sanar, por fin, para evitar un nuevo período de la labor cuya inminencia se hace sentir. Los sueños de curación acontecen frecuentemente, cuando se está por pasar a una nueva oscilación transferencial, por lo general, desagradable. Se comporta el soñante entonces, análogamente a muchos neuróticos que se declaran curados, intentando evadirse de sus historias. También los neuróticos de guerra, que renuncian a sus síntomas cuando las terapias militares logran convertir la enfermedad en algo aún más desagradable que el servicio en el frente, se adaptan a las mismas condiciones económicas y tanto en este caso como en el anterior la curación revela al poco tiempo su carácter transitorio. Con respecto a una pregunta acerca de si se puede influir sobre los sueños en un análisis, Freud es claro y contundente cuando dice: jamás se puede influir sobre el propio trabajo de formación onírica, es decir, sobre la elaboración de los sueños propiamente dicha. En análisis no es posible por supuesto escapar de situaciones equívocas, pero son elementos mismos del trabajo, por lo que si no se interpreta, se construye y se comunica, jamás se rasga la economía de lo reprimido. Además, no se puede encontrar recuerdos o sensaciones como tales de lo reprimido, si surge es sólo fragmentariamente y por ello impide o retarda el establecimiento de cualquier convicción. No buscamos la reproducción de ninguna vivencia real olvidada, sino que se construirá la expresión de “fantasías inconscientes”, de las que “jamás” se ha de esperar una sensación de recuerdo, pero sí, posiblemente un sentimiento de “convicción subjetiva”. Lo sabía pero no lo sabía. Jamás lo hubiera pensado así. Esto me sugiere, que más allá de la memoria, está la paradoja de la pulsión de muerte, que a pesar de la apariencia de su nombre, aparece en la obra de Freud, desde un principio dotado de una doble función: comprender en la repetición la fuerza de lo diferente y al mismo tiempo, dar cuenta de la repetición del modo más positivo, es decir, como producción. Jaime
Icho Kozak. |
De eso que no se puede decir, mejor hablar. Me estoy refiriendo a la regla fundamental del psicoanálisis. Lo que el analizante dice que le pasa de ninguna manera se puede confundir en la escucha analítica con lo que le pasa. Lo que lee la escucha analítica es lo que no está dicho y debe leerlo a través de la regla que impone un decir. Decir que dará la condición consciente, pues si no hay la dimensión consciente de la participación del analizante en el discurso no habrá emergencia de lo real inconsciente. El requisito es hablar. Para que se produzca lo real, se debe producir en un efecto de habla. En el descubrimiento freudiano y en la lectura de Lacan, la escucha es la escucha poética. “En la escucha el imaginario universal. En la interpretación el imaginario restringido de la ciencia” podemos leer en Freud y Lacan hablados. Y para aclarar algo se puede decir que tanto un fallido como un poema sitúa una apertura, exige una escucha de un verosímil que no es del orden de la significación, sino del orden de la metáfora y la metonimia, efectos en el habla de los procesos inconscientes. Hay algo indescifrable. El goce en el cuerpo del otro es indescifrable. En su anclaje en el deseo inconsciente, que sea indescifrable no implica que sea no reconocible, ya que existe esa potencia deseante, ese Discurso del Otro suspendido en la constitución y en la sexuación de cada sujeto. Es decir que para la escucha analítica, no hay desciframiento. Hay puntuación, escansión significante, interpretación. Y no hay sentido oculto previo que deberá “emerger” en el descifrado. Hay nueva producción, metáforica y metonímica. El poema no se puede reducir a un discurso de la racionalidad. En la dimensión del Inconsciente el saber tiene eficacia y puntuación. En la situación analítica no hay búsqueda lograda. Lo real irrumpe y de allí se puede buscar, no se puede encontrar. Puede producirse en la irrupción... Así como los matemáticos opinan que detrás de los signos con los que operan, ignoran de qué se trata... En la demanda de amor, en la demanda del Otro, produce el deseo su búsqueda imposible. María
Chévez.
“Las
palabras son para mí, cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades
incorporadas.” A comienzos del siglo, el gran internista berlinés Ernst von Leyden decía a sus discípulos: “El primer acto del tratamiento es el acto de dar la mano al enfermo”, expresión que en alemán tiene una significación redoblada, porque la palabra “Behandlung” (tratamiento) procede del sustantivo Hand, que significa “mano”. En el inicio, está la transferencia. Los horizontes esenciales del acto médico son dos: uno pretensivo y permanente, la curación o alivio del paciente; otro, esporádico e impuesto, la muerte del paciente. Tratar a un enfermo es cuidarle médicamente. ¿Quiere decir esto que el médico cura a su paciente? Más bien el médico lo trata, aplicando en él los remedios correspondientes a su enfermedad, y el paciente se cura cuando recobra la salud, cuando se sana. Habría una tendencia autorreparadora propia del organismo humano, que es falible y siempre limitada a su condición insoslayable de mortal, tendencia a la cual se acopla la intervención médica para orientarla y potenciarla hacia la curación. Recordando la frase de von Leyden, la situación terapéutica se inicia tan pronto como el enfermo entra en contacto con el médico. La constelación está formada por varios elementos, de los cuales los principales son: |
el propio médico, en cuanto agente terapéutico, que
más allá de los recursos técnicos es, en sí mismo muchas veces, el
medicamento curativo: “Su sola presencia cura", reza un antiguo
adagio.
Entendemos por idealismo la actitud del que actúa según ideales. Una manera de definir los ideales sería que sirven de norma para la acción y dirigen o encaminan la razón. Para el psicoanálisis, en la medida en que tiene un modo de entender el ser, hay un modo de poner en relación al yo con sus ideales. Freud nos habla del narcisismo como ese estado en el cual la libido está en el yo, quedando retraída de la realidad. Se trata entonces de un estado en el cual la satisfacción libidinal está puesta en el yo. El yo convertido en su propio ideal se satisface. Y ese estado de idealización no implica la sublimación, en el sentido de que la producción de un ideal lo que hace, fundamentalmente, es elevar las exigencias del yo y favorecer más que nada la represión, mientras que la sublimación representa un medio de cumplir tales exigencias sin recurrir a la represión. La diferencia entre idealización y sublimación y sus consecuencias en la neurosis, Freud la comenta de manera sencilla cuando nos advierte de que es más difícil convencer a un idealista de la inadecuada localización de su libido que a un hombre sencillo y mesurado en sus aspiraciones. Para el psicoanálisis, la idealización es una tendencia del sujeto psíquico, que falsea el juicio. Idealizar es en primer lugar imaginarizar y en segundo lugar, es un proceso que siempre tiene efecto, en relación a un objeto: engrandeciéndolo y elevándolo psíquicamente, sin transformar su naturaleza. En el enamoramiento por ejemplo, el objeto amado queda sustraído a la crítica, siendo estimadas todas sus cualidades en el más alto valor, en relación a cuando no era amado. Así como en los sueños de angustia, o de aparente sufrimiento, Freud se pregunta por la realización de deseos, así, en El problema económico del masoquismo (l924) queda planteada la cuestión acerca de la satisfacción narcisista en el masoquismo y el sadismo. Desde la clínica, el masoquismo no es sino un sadismo contra el propio yo. Hay una satisfacción masoquista en el goce de la agresión a su propia persona. La noción de ambivalencia en el par antitético, por ejemplo de amor y odio, queda en un odioamoramiento. Cuando en Psicología de las masas y análisis del yo (1920) Freud plantea la cuestión de la agresividad que siempre hay en las relaciones afectivas duraderas, o cuando dos grupos se unen (ejemplo, rivalidad entre familias, entre pueblos, entre equipos etc.) explica que aparecen sentimientos de repulsa y aversión ante lo desconocido y que esto ocurre como expresión de un narcisismo que tiende a afirmarse. El narcisismo se conduce como si lo diferente que nos plantea el otro, o lo desconocido, implicase una crítica de las particularidades individuales y fuera una invitación a cambiarlas. Hay satisfacción narcisista, por tanto, más allá del tono y el sentido de los sentimientos. La instancia que censura los sentimientos y los deseos inconscientes, siempre actúa a favor de que el deseo inconsciente se exprese, pulse. Aunque nos sintamos tristes o alegres, sufrientes o placientes, igual habrá satisfacción libidinal en el yo. Dicho de otra manera, no hay diferencia entre el engrandecimiento de la fascinación del yo, enriquecido con las cualidades del objeto y la servidumbre que lo empobrecería. Desde lo pulsional no hay engrandecimiento o empobrecimiento, sencillamente el objeto ocupa el lugar del ideal del yo. Cuando nos referimos a un ideal, como algo que está más allá de la forma del yo, es función de la idea: diferente al yo función de la imagen. Hablamos entonces de un ideal más allá de ese yo erigido, idealizado como ideal. Aparece el otro y aparece la civilización. En El porvenir de una ilusión (1927), Freud plantea la satisfacción narcisista, como extraída del ideal cultural. La satisfacción que el ideal procura a los partícipes de una civilización es de naturaleza narcisista y reposa en el orgullo del rendimiento obtenido. Resultados distintos desarrollan ideales distintos. Entonces, no es que los ideales determinen los rendimientos de la civilización, sino que los ideales van forjándose como consecuencia de los rendimientos obtenidos. Pensar que actuamos desde los ideales obedece a una concepción idealizada de los mismos. Pensar que el producto del trabajo, de la creación hace a los ideales, incluye la sublimación. No se produce el ideal del yo y luego se produce la vida, sino que es parte de la vida la producción del ideal del yo. Si siempre hay satisfacción narcisista, la cuestión que se plantea es por qué en unas personas produce malestar y sufrimiento y en otras El bienestar. Por qué hay acciones que producen, crean socialmente y otras no. Tanto el egoísmo como el altruismo producen satisfacción narcisista. Sabemos que el egoísmo es necesario, porque no hay manera de atender al otro si antes no nos tratamos a nosotros mismos. Y también habrá altruismo, en donde si nos borramos en aras del otro como ideal, nos perdemos y el otro termina por ser nadie. Cristina
Barandiarán. |
LIBRO
DE CABECERA-ESCRITO “Un síntoma significa la realización de una fantasía de contenido sexual, aunque los otros significados no perte-nezcan a ese contenido, un síntoma tiene por lo menos una significación sexual.” S. Freud Hace algunos meses, el cineasta Peter Greenaway declaró: “Hay dos asuntos predominantes en el mundo: sexo y muerte, y mis filmes hablan sobre eso.” Su última película, que en castellano se llamó Escrito en el cuerpo, mostraba una escena en la que, un hombre oriental, escribía con sumo esmero, la espalda de su joven hija, quien iba portando sobre su piel una escritura delicada, dada a leer. En la traducción al portugués se la llamó, singularmente Libro de cabecera, lo que me hizo pensar en el cuerpo como el libro más leído, o quien guía el resto de las lecturas... Rápidamente asocié con las lecturas que el psicoanálisis propone sobre el cuerpo de la histérica, cuerpo que tiene impresa una escritura diferente, marcada por un sufrimiento: escritura anatómicamente diferente a la que sustenta la lógica médica. En 1914 Freud, en su Historia del Movimiento Psicoanalítico, recuerda que, si bien le había generado muchos problemas su tesis sobre la etiología sexual de las neurosis, esa idea, de la cual se lo responsabilizaba, había sido trasmitida por tres personas, cuya opinión era muy respetada. Se trataba de Breuer, Charcot y el ginecólogo de la Universidad, Rudolf Chrobak, el más eminente médico de Viena. “Los tres me han trasmitido un saber que, en todo rigor, ellos mismos no poseían.” Frases como: “secretos de alcoba”, “angustia de virgo intacta”, “...pero en tales casos siempre es la cosa genital, siempre... siempre... siempre” estuvieron en el pensamiento de Freud, dormidas durante muchos años, hasta que un día despertaron a un conocimiento original. Dora, Anna O., Isabel de R., Miss Lucy, Catalina, son algunos de los nombres de algunas de las mujeres que gritaban alrededor de Freud, sabiéndose dueñas de un enigma, un secreto, un misterio a revelar. En los primeros casos clínicos Freud dice que llama su atención que las pacientes se quejaban de fuertes dolores en el cuerpo, pero a pesar de relatarle esas dolencias que llegaban a limitarlas, a dificultarlas toda su vida, él consideraba que se trataba de una histeria, aunque decía no tener los elementos necesarios para este diagnóstico. Sin embargo, eran las quejas, el deseo de ser escuchadas, esos síntomas casi construidos por puño y letra de cada histérica, que lo condujeron a otros cuestionamientos. Las pacientes detallaban en demasía los dolores, mostrando la manera en que éstos habían atrapado por completo su atención; pero no tanto en relación al dolor mismo, sino a la cantidad de pensamientos que estaban asociados a esos dolores. Freud no descarta, en Isabel, la existencia de fibras musculares endurecidas en la zona de los muslos, que a su vez estaban hipersensibilizadas, sino que llega a decir que es allí donde se apoya la neurosis, siendo esta situación lo que lo hace extraordinariamente doloroso. También abre una interesante puerta para pensar, cuando dice que, cuando Dora estaba afónica escribía con mayor fluidez. La afonía aparecía en los momentos de ausencia del Sr. K, en los cuales recibía postales de él y ella le escribía, por esto Freud llega a pensar que la afonía aparecía cuando él estaba lejos, y ella renunciaba a hablar. El hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con él, en cambio la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar con el ausente. Freud se preguntaba: ¿son síntomas de la histeria de origen psíquico o somático? y ¿cuál es su combinación? El síntoma es primero vivido como algo ajeno, y por ello, mal recibido. Al principio lo tiene todo en contra, y por eso, en apariencia, se desvanece rápidamente, con el paso del tiempo. En el inicio no tiene ningún fin útil dentro de la economía psíquica, pero luego llega a obtenerlo en forma secundaria; una corriente psíquica cualquiera se sirve del síntoma y alcanza una función secundaria y se establece en su vida. Aparecen las resistencias ante el que quiera sanar al enfermo, ya que sus motivos para curarse no resultan tan cabales. Dijimos que la histérica tiene una escritura anatómica de la cual ella sabe más que nadie, y al mismo tiempo no puede saber. Cree que su cuerpo está construido como un complejo jeroglífico que alguien debe descifrar, revelar. Así busca desesperadamente, darlo a leer a quien se muestre deseoso de entregarse a esa lectura especialísima. Lucien Israel dice que “La histérica fuerza al médico a hacer algo que él no quiere hacer: lo viola constantemente. La histérica obliga al médico a una nueva lectura del cuerpo, y veremos que esta lectura llegará a apoyarse sobre los signos escritos en el cuerpo.” La histérica habla un idioma que el médico desconoce, él trata de descifrar los signos corporales esperables, y ella le dice que no, le dice que el cuerpo es inconsciente y sexual. El análisis de la histérica es la restitución a la palabra de algo que se expresaba por el cuerpo. Un cuerpo como caja de resonancia de un saber no sabido, vivido como secreto, como enigma, como dolor. Marcela
Villavella. |
Existe una tendencia agresiva que consiste en cada caso en una organización original de las formas del yo y del objeto, y se constituye por un estancamiento de uno de esos momentos, semejante en extrañeza a la figura de los actores cuando deja de correr la película. La agresividad que se manifiesta en un niño no es sólo un juego para detectar el cuerpo sino que anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado en ese momento en el plano de la motricidad voluntaria. La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que determina la estructura formal del yo. Esta relación erótica en que el ser humano se fija en una imagen que lo aliena a sí mismo, es donde toma su origen esa organización pasional a la que llamamos yo. Esta tensión conflictual interna al sujeto determina el naci-miento de su deseo por el objeto del deseo del otro, y aquí nace la tríada del prójimo, del yo y del objeto. El yo aparece marcado por esta agresividad y también cada metamorfosis o transmutación acontecida en el sujeto, en tanto se volverá a poner en tela de juicio su delimitación, hecha de la conjunción de la historia del sujeto y su ser sujeto del deseo. El yo nunca es reductible a su identidad vivida. “No hablaba todavía y ya contemplaba todo pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche.” La agresi-vidad no acontece entre dos sino que acontece cuando cada uno se constituye como un otro, como semejante a un otro. Es cuando veo a otro mamar que interpreto que hube de ser niño y mamar como él, es decir el otro me permite verme como otro. Nadie es causa de sí mismo, nos forma-mos desde el otro, y además todo esto sólo ocurre si habita-mos el lenguaje, esto quiere decir que esto ocurre en el lugar del Otro. Que el otro y el Otro sean dos lugares diferentes hace a la producción de la salud. La Discordia es anterior a la armonía. La energía que el yo pone al servicio del principio de realidad proviene de la “pasión narcisista”. Lo mismo que la opresión insensata del superyó permane-ce en la raíz de los imperativos inmotivados de la conciencia moral, la furiosa pasión, que imprime en la realidad su imagen es el fundamento oscuro de las mediaciones racio-nales de la voluntad. La noción de agresividad como tensión correlativa de la estructura narcisista en el devenir del sujeto permite comprender toda clase de accidentes y atipias de este devenir. Sin embargo su enlace con la función del complejo de Edipo produce un retoque identificatorio del sujeto, siendo una identificación secundaria de la imago del progenitor del mismo sexo. Esta identificación con el rival no se concibe sino a condición de que esté preparado por una identifica-ción primaria que estructura al sujeto como rivalizando con-sigo mismo. La función pacificante del ideal del yo, su normatividad cultural, ligada desde los albores de la historia a la imago del padre. Así la identificación edípica es aquella por la cual el suje-to transciende la agresividad constitutiva de la primera indi-viduación subjetiva. “Soy semejante a aquel a quien, al fundarlo como hombre, doy fundamento para reconocerme como tal”, fórmulas que sólo por referencia a la verdad del “Yo es otro” se pueden comprender. Confundir el yo con el sujeto, y promulgarlo como enseñanza es una anomalía, en tanto el yo representa el centro de todas las resistencias a la cura de los síntomas. No hay armonía para el ser hablante que es el ser humano. No hay posibilidad de reintegrar al yo en un bien universal, ni posibilidad de un sujeto sin doble alteridad. En todo paso del ser humano volvemos a encontrar ese momento narcisista del sujeto, en un antes en el que debe asumir una frustración libidinal y un después en el que tras-ciende en una sublimación normativa. A la agresividad en nuestra civilización se la confunde en la moral media con la virtud de la fuerza. Podríamos decir que es un hecho de agresión, el hecho de que de la teoria de Darwin en lugar de tomar el principio de que los que se pueden reproducir juntos son de la misma especie, haciendo así a hombres y mujeres, caucasianos, negroides y mongoloides, de la misma especie, se haya tomado para fundamentar el derecho a ser agresivos y el hecho de la competencia destructiva, la conquista del espacio por el animal como una explicación válida de los desarrollos de la vida. Apoyándose en Darwin se han producido las predaciones de la sociedad y la euforia económica que ha llevado a la devastación social por los devorantes más fuertes, sin saber que ellos mismos iban a caer en la rueda que habían ayudado a producir. La barbarie del siglo darwiniano, el afán de la sociología por la recopilación científica de las formas culturales que destruimos en el mundo, la promoción del yo en nuestra existencia conduce, conforme a la concepción utilitarista del hombre que la secunda, a realizar cada vez más al hombre como individuo, es decir en un aislamiento cada vez más emparentado con el abandono original. Algo que conduce a sujetos cada vez más neutros a una agresividad cuyo patetismo es indeseable. La sentencia que condena al hombre a la más tremenda soledad fomentada con el afán de poder solo, en la ilusión de la autoayuda, fuente de una agresividad que más y más explota en una violencia de consecuencias irreparables. No son las películas violentas la fuente de la violencia, ni la pasión por los ordenadores o cualquier otra cuestión seme-jante a éstas, sino que cuando se instala la yocracia, cuando se privilegia el yo frente al sujeto, lo que crece es la pasión narcisista y su correlativa agresividad, esa agresividad que todavía no ha sido civilizada por la ley del lenguaje. Fomentemos el trabajo frente a la voluntad, fomentemos la repetición del acto (ya sea el estudio, el arte, el amor) frente a la voluntad, y entraremos en la producción de salud en lugar de la producción de enfermedad. Amelia Díez Cuesta. |
Todos,
de alguna manera sabemos, a grandes rasgos, las En
este texto Freud describe al yo como sumamente “La
neurosis sería el resultado de un conflicto entre el Yo Las
neurosis se generan porque el Yo se niega a llevar adelante una acción en
el mundo exterior que represente las No
deja de luchar, sino que ahora debe seguir luchando Las
exigencias del Super-yo tienen para el Yo más fuerza En
la psicosis la percepción del mundo exterior cesa por Por
lo general, el mundo exterior domina al Yo por dos 1. Mediante las percepciones actuales. 2. Mediante las huellas mnémicas de percepciones anteriores. En la psicosis queda excluida la entrada de nuevas percepciones. El Yo busca un nuevo mundo exterior e interior. Surgen dos hechos. Este nuevo mundo es construido de acuerdo al Ello y la causa de esta disociación del mundo exterior es impuesta por la realidad, que es intolerable. Las
esquizofrenias terminan en un embotamiento afectivo, Por
eso, en todas las formas de enfermedad psíquica En
el intento de averiguar en qué circunstancias y por qué 1. El desenlace de estas situaciones dependerá de circunstancias económicas, es decir, cantidades de energía. 2. El Yo podrá evitar un desenlace perjudicial, deformándose, tolerando daños de su unidad o disociándose. Karina
Pueyo. Psicoanalista |
Los
valores son humanos, no existen para el animal. Esto Inseparables
de la posición entonces la castración y la La
versión discursiva diría que todo humano está sometido Con
respecto a la posición femenina, ésta va a tomar otra Ya
todo había acontecido en el campo de la palabra y del Las
leyes de la herencia pasan a ser subvertidas de la Esta
negatividad del falo de la madre va a dar lugar a que Norma
Menassa. Psicoanalista |
La
“muerte de la historia” no es un invento posmoderno, La
Erinnerung era un concepto central de esta línea de Es
en un abuso, en un desvío producido a partir del concepto de Erinnerung,
donde se comienza a hablar de lo psíquico como lo interno. En Hegel
también se da la culminación del sujeto absoluto, del sujeto sin
división, sin En
estos conceptos y algunos de sus desvíos quedó Ya
Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo nos Y
si comprendemos en sus justos términos el dualismo Uno
no puede pensarse fuera del Otro. Ni el individuo Quizá
podríamos decir que lo único es lo más social, o En
este contexto, equivocación y engaño pertenecen al Cuando
Marx dice “Basta de interpretar el mundo, es Que
sea un trabajo y no una técnica nos lleva a concebir Si
el porvenir estuviera en el futuro, se podría llegar a él, Negar el acto en su consecuencia es negar toda transformación, porque la consecuencia –que no se confunde con los resultados– es el testimonio viviente de que el acto es transformación. Si hay causa, hay culpa; en cambio, si hay responsabilidad, hay sujeto. A la libertad como orden ilusorio de la conciencia, oponemos una ética consecutiva: la transformación, que no es libre, es acto, consecuencia, responsabilidad, nuevo acto. Libres son las palabras, no las personas. Emilio
González Martínez. Psicoanalista |
|
Cuando
un agente infeccioso microbiano (virus, bacterias, Desde
un punto de vista funcional, el sistema inmunitario Hasta
aquí vemos al sistema inmune como un mecanismo El
Lupus Eritematoso Sistémico descrito por primera vez |
Etimológicamente,
Lupus procede del latín y significa Carlos
Fernández del Ganso. Psicoanalista
Ningún
Estado pretende la felicidad de sus ciudadanos. Por
otro lado está el problema de dar por supuesto que con El
drogadicto es un sujeto que no sólo no se divierte lo Ningún
Estado pretende la felicidad del hombre, comenzaba Alejandra
Menassa de Lucia. Médico
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LECCIÓN
XXXV EL PROBLEMA DE 1932 Para
terminar, me permitiréis que sintetice en pocas palabras lo que me
proponía deciros sobre la relación del psicoanálisis con el problema
de la concepción del Universo. El psicoanálisis es, a mi juicio,
incapaz de crear una concepción del Universo a ella peculiar. No lo
necesita; es un trozo de ciencia y puede agregarse a la concepción
científica
INTRODUCCIÓN A LA CUESTIÓN DE LAS PSICOSIS 1955 La
novedad de lo que Freud introdujo cuando abordó la paranoia es aún
más deslumbrante que en cualquier otro lado: quizá porque es más
localizada, y porque contrasta
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LOGOS (Heráclito, fragmento 5.º) 1954 Sin
embargo, una vez, en los comienzos del pensar occidental, la esencia del
lenguaje destelló a la luz del ser. Una vez, cuando Heráclito pensó
el como palabra directriz para, en esta palabra, pensar el ser del ente.
Pero el rayo se apagó repentinamente. Nadie cogió la luz que él
lanzó ni la
EDITORIAL
REVISTA 1974 Si
la cultura dice que no a nuestros actos vitales, si la contracultura nos
acusa, estamos frente a un fenómeno especial: En las paredes sí, pero
con buena letra. Entre la sabiduría y la ciencia hemos elegido la
sabiduría, único territorio donde se agolpan, tanto los problemas como
las soluciones del vivir. Entre la certidumbre de otras ciencias y la
incertidumbre de la ciencia psicoanalítica siempre amenazada, hemos
elegido la incertidumbre de saber: El
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CAPÍTULO IV Mientras el Profesor conducía con cierta seriedad el automóvil, Rosi, para salir del silencio, le preguntó: —¿Y
usted, Profesor, qué edad tiene? A ver, no me diga —Sí,
más o menos —contestó el Profesor—, el próximo —En
verdad no se le notan por ningún lado —dijo, divertida, —Sí, en algunos lugares se me nota —agregó, circunspecto, el Profesor. —¿Adónde me lleva? —preguntó Rosi con inquietud. —A
su casa, ¿o usted preferiría ir a otro lugar? —y frente —Me
avergüenzo —dijo Rosi—, tengo apenas treinta —Un
beso, sí —dijo el Profesor—, pero después del —Cuidado con el semáforo, que se puso rojo. —Sí, ya lo ví, y luego del beso, ¿qué me va a pedir? —Venga,
Profesor, lléveme a su casa. No se lo contaré ni —¿Y
por qué —dijo sorprendido el Profesor— habría de —Bueno —titubeó Rosi—, como Josefina es mi psicoanalista y al mismo tiempo, creo..., es su paciente, yo pensé... —Sí —interrumpió el Profesor—, Josefina es su psicoanalista, pero no, como usted cree, su novia y, por otra parte, y no en el mismo momento, es mi paciente, pero no, como usted cree, mi marido. Así que por ahora, con tanta confusión mejor la llevo a su casa. ¿Qué le parece? Rosi
no contestó y ahora el Profesor la llevó directamente Al
llegar, Rosi Provert ni se bajaba del coche ni hablaba, A
menos de 20 centímetros de distancia, frente a frente, —Nos
vemos otro día y seguimos conversando —le dijo —¡Pero qué bien la vida que viene, pero qué bien! Para
Rosi Provert las cosas no eran tan sencillas, ni tan Cuando
él rozó sus labios, en la calle, casi se desmaya por Se
dejó caer en un sillón de la sala, pero sólo un instante, Antes
de salir del baño miró su cara en el espejo. Se vio Corrió
descalza por el pasillo, se quitó la falda, se miró el Distraída
y ya desnuda, tratando de bailar la Corriendo hacia el baño para cerrar el agua se notó bellamente agitada y se imaginó estar corriendo de manera salvaje, en plena selva, una presa de amor. Se
zambulló en la bañera como si fuera en las orillas de Sintió
reflejarse en el verde de la espuma sus propios ojos Ella
escapando de esos peces, por momentos, voraces de El primero y, así, de manera tan sencilla, se había establecido en ella la diferencia entre la vida y la muerte. Mañana,
en el hospital, comprendería, mucho mejor, a los Cuando el Profesor llegó a su casa, Clotilde estaba despierta, esperándolo. —¿Qué
dice mi vieja Clotilde, aún despierta? —preguntó —Vieja
será tu madre —dijo Clotilde, también riéndose— El
Profesor, lleno de deseo, se tiró literalmente, encima de Le
metió, rápidamente, una mano entre las piernas, y a los Se
separaban y conversaban un poco del trabajo de ella, Ahora
estaban como extasiados. Se miraban francamente Parecía
que se iban a correr, así, mirándose, pero ella, —¡Diosa! ¡Diosa! Después,
todavía, aún, ella le leyó algunos poemas escritos |
en los descansos de su trabajo, y antes de dormirse, el —Hoy casi me viola una mujer de treinta años. —¿Y
por qué no te dejaste? —preguntó, seductora, Y el Profesor, todavía riendo, le contestó: —Porque
no era una mujer joven, sino que era una niña, CAPÍTULO V Nos
encontrábamos altamente vigilados, todos por todos, —Hay
cosas que resultan impresionantes aunque no lo Yo
no sabía para nada cómo era el mundo, yo creía que tú Silvia
hablaba con convicción, los dos hombres la escuchaban con atención,
aunque de manera diferente. Cuando Walter y Silvia volvían de la
reunión en lo de Josefina se encontraron en la puerta de su casa con
Gustavo llamando al portero eléctrico del piso donde Walter y Silvia
vivían desde hacía sólo unos meses, y lo invitaron a subir a tomar un
café, a tener una conversación. Durante el viaje ellos habían
intentado hablar del asunto, en realidad estaban más preparados ellos
dos para el encuentro que Gustavo que, en realidad, había llegado a la
casa de Silvia y Walter a esa hora de la madrugada buscando amigos,
algún porro que —Bueno,
fue sólo un polvo, no es para tanto. Yo tampoco Y ahí Walter no aguantó más. —Claro
—dijo—, el idiota que está enamorado soy yo. —Pero,
macho, si ella no te engañó, estaba desesperada y —Yo no te usé, tú habrás gozado algo, ¿no? —Un
momento, un momento —dijo Walter—, no irán a —Es
que no fue ni por nada, ni por diversión, yo estaba —Pero
no era que a él no le querías, ni le deseabas —la —No,
no —protestó Silvia—, la diferencia es que de ti —Sí
—dijo cortante Walter—, yo le quiero a Gustavo, y Gustavo le interrumpió para decirle: —Yo
no soy exactamente un desconocido, y creo que lo —Lo
único que falta —dijo Silvia—, que transformen Gustavo se levantó y dijo: —Mejor
me voy, mañana nos encontraremos y les leo Walter
le dijo si le parecía bien irse ahora, y Gustavo dijo —Está
bien, está bien, Gustavo, no sé por qué ahora tengo Cuando
Gustavo se fue, Silvia y Walter se quedaron como —Perdón, Walter, no sabía lo que hacía. —Pensándolo
mejor, no tengo nada que perdonarte, así —¡Que
me haces cosquillas —dijo Walter riéndose—, no Silvia
dejó de besarle las nalgas para decirle que ya —Yo
no tengo nada que perdonarte, pero por las dudas tú Y
luego se abrazaron y se quedaron dormidos, ahí, en el |
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