ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA N.º 24

EL SEXO DEL AMOR METÁFORA Y METONIMIA
EL HUMOR LA VIOLENCIA EN EL FÚTBOL
EL CAPÍTULO CENSURADO NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE
PEGAN A UN NIÑO -V- ¿POR QUÉ EL SÍNTOMA ES INALIENABLE?
LA HISTERIA: SEGUNDA PARTE PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
EDUCACIÓN Y PSICOANÁLISIS. Una Re-forma a debate LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL O LOS SONIDOS VASCULARES DEL DESEO
EL DISCURSO DEL OTRO Y LOS OTROS  PSICOANÁLISIS PARA MÉDICOS
EL DOLOR NO ES ENFERMEDAD PSICOANÁLISIS PARA TODOS
VIDA AMOROSA CHARLAS COLOQUIO CON MIGUEL MENASSA
LOS LAPSUS  NO VE LA ROSA

EL SEXO DEL AMOR
Una novela de Miguel Oscar Menassa

¿Una novela de amor? ¿Una novela de sexo y drogas? ¿Una
novela del deseo con pulsión? ¿Una novela sobre la sexualidad femenina? ¿Una novela escrita por un psicoanalista? ¿Una novela que rompe moldes? ¿Un libro de texto? ¿Una teoría acerca de la escritura, la mujer, el sexo, el deseo, los celos, el dinero? Es ésto y algo más y algo menos...

Una novela que produce fantasías sexuales y donde podemos leer que la no tolerancia de las fantasías sexuales, no sólo te impide leer una novela donde están los aportes del psicoanálisis al pensamiento contemporáneo, sino que puede impedir soñar y por tanto dormir, amar y por tanto trabajar, además de quedar condenado al principio del placer y por tanto a la enfermedad. El neurótico es aquél que quiere saber lo imposible, lo que se sabe cuando no comporta conocimiento, porque está encarnado en el sujeto formando parte de su ser sujeto del saber inconsciente.

El sexo siempre es un malentendido como el lenguaje, en
tanto uno no puede sino mediodecirse y el otro no puede decirlo todo, ambos son estructurales para el sujeto, en tanto el sujeto no es sin uno y otro, no siendo ni uno ni otro, es decir siendo otro que el sexo y el lenguaje.

Una novela donde un personaje lleva el nombre del autor
mostrando que aunque la verdad no puede ser dicha, no por eso hay que dejar de intentarlo, mostrando que en el intento de ocultarse y desocultarse el sujeto siempre está presente como desaparecido, como dividido. El lenguaje es una red de significantes que cubre lo real, es decir que hace la realidad, no hay otra realidad que la realidad del lenguaje, la realidad de la construcción del sujeto.

Una novela que entre escenas sexuales hace pasar pensamientos, nuevos para cada uno, acerca del amor, el sexo, la mujer, el hombre, el goce, la palabra, en definitiva una nueva manera de pensar el pensamiento y por tanto la realidad del ser humano. Una novela que parece todo carne en directo y se resuelve haciendo que todo sea letra. Parecían hechos de carne y resultaron hechos de letra, como cada uno de nosotros.

Una novela que si la lees te hace ser otro, porque nuestro
único ser es ser del lenguaje, y esta es una novela-lenguaje. Una novela escrita por sus personajes hechos de frases-fórmula.

Lo que une hasta la destrucción el amor, lo interrumpe el
deseo hacia la construcción. El sexo del amor, el deseo del
amor, la construcción de la deconstrucción del amor produce el nacimiento de un nuevo amor.

Una novela hecha por lo indecible, porque ante lo imposible
de ser dicho siempre hay una respuesta, lo que denominamos fantasma, quiero decir que esta novela es una manera de nombrar lo innombrable, de hablar de lo imposible, de lo enigmático, de lo misterioso, sin que deje de ser imposible, sin terminar con el enigma de la sexualidad humana, omnipresente en cada acto humano, porque la sexualidad ha pasado por los desfiladeros del significante para ser humana.

Hay textos de placer donde todo puede ser dicho, donde todo es cogitable, definible, sin interrupción, donde al lector nada le toca, ni le turba, pero hay textos que violentan la posición de comodidad intelectual, que abren a dimensiones de lo humano, que interrumpen la continuidad de una monotonía imparable.

El deseo siempre gana aunque el sujeto pierda, sufra, triunfe
o se encuentre en un impasse, en un callejón sin salida. El sexo del amor o el deseo del amor, una novela que muestra los movimientos de cada personaje determinados por el deseo.

El deseo no es del orden de las inclinaciones o del apetito o impulso, sino que es algo del orden de la estructura de la pulsión, ese saber que no comporta conocimiento por parte del sujeto y que rige cada uno de sus actos, ya sea hacer el amor, estudiar, trabajar, hablar, silenciar.

Una novela que habla de un sujeto que habita en el lenguaje, que está hecho de lenguaje, y por ello deseante.

Una novela hecha de frases-fórmula, donde la fórmula el
deseo del hombre es el deseo del Otro se despliega y repliega entre personajes que se construyen con frases que transforman su manera de desear y por tanto su manera de pensar.

La trama es el desarrollo mismo.

«Los años no pasan, el que pasa soy yo», «El hombre sufre por no poder un poco más, la mujer por no poder un poco menos», «Amar un deseo de una mujer no es transformarse en una mujer», «Todos los hombres tienen el problema de mirar o no todo el tiempo a una mujer», «Un hombre es igual a otro hombre a partir del primer polvo y el primer salario», «Se escribe en soledad de los otros, más con el mundo», «Si lo escribo hoy, lo viviré mañana», «Atentamos contra todo aquello que nos envejezca», «Abrir una puerta a la verdad, pero pequeña», «Ningún hombre tolera el goce de una mujer».

El escritor es un resto en la operación de escribir, es forcluido de la obra, sin embargo en esta novela paradójicamente, en tanto no deja de no suceder el intento,

 cada personaje muestra un punto de coincidencia con el autor, llegando uno de ellos a portar el propio nombre propio del autor.

Menassa sabe que en cada producción, sea sueño, síntoma, chiste, lapsus, olvido, repetición, poema, novela, se despliegan las identificaciones al significante del sujeto, en este caso del escritor. Es por eso que se muestra, y como no hay todo, no lo hace del todo, podríamos decir que es otra manera de ocultar que es imposible, una manera de mostrarse que oculta que hay algo que sin ocultarse nunca dejará de permanecer oculto.

Una novela ni realista ni ultrarealista ni fantástica ni de ficción, una novela que interpreta que toda novela es autobiográfica en algún rasgo, en algún punto de coincidencia, aunque sea una novela histórica, puesto que según quién cuente la historia así es la historia. Lo real, la pulsión, la forma de gozar (ya sea reprimida, reactiva, consigo mismo, sublimada), dirige nuestra manera de acercarnos, de jugarnos, ya sea como amantes, como escritores, como amigos, como socios, como familiares.

Cuando Menassa dice «Yo» siempre habla un grupo y cuando dice «Nosotros» siempre es un significante el que habla.

Menassa un escritor que sabe entregarse a los sobresaltos de la memoria, un experto en llegar al impasse y por lo tanto inventor de nuevos comienzos.

Cada novela, como cada sujeto, está determinada desde el futuro, desde su punto final, desde su finitud, así como va a ser el final así es el comienzo, sólo el después abre el camino al antes, y esta novela es una novela que sus verdaderos protagonistas son el psicoanálisis o el amor y la poesía o la escritura.

Marx trabajó para una teoría del sujeto social, Freud y Lacan para una teoría del sujeto del amor y Menassa para una teoría del sujeto del arte.

La mujer y el amor son lo que se dijeron de ellos y Menassa produce una mujer que no existía, y esto es una producción de ese lugar que pertenece a la estructura de Menassa, ese lugar hecho por el significante de la madre fálica, la mujer que no existe. Se sublima cuando la cosa adquiere la dignidad de la Cosa, y sin que la Cosa cese de no existir, sin que lo imposible deje de ser imposible. Por eso Menassa habla de psicoanalizar, desear, amar, escribir, poetizar, actos siempre imposibles, y sin embargo contingentes, es decir que cada vez que se hacen cesan de no existir y son pura temporalidad. Una novela-tiempo-del-sujeto. La escritura como tiempo del sujeto.

Una novela donde Menassa teje un paso más en el despliegue de un estilo que se va haciendo texto a texto, libro a libro, donde nos da las claves de las relaciones humanas porque cree que el ser humano todavía no ha utilizado todo lo que está a su alcance para crecer entre otros y para otros, de una manera más civilizada en lugar de una manera enferma donde la cara del goce es siempre de sufrimiento.

Propuestas para el nuevo milenio, por eso que además de gozar de las escenas de esta novela no pasemos por alto que esas escenas no dejan de ser encubridoras de una manera de pensar, así que siga el consejo del escritor: renuncie a ser usted mismo para ser del lenguaje y lea, hable, escriba, ame. Porque no es yo quien escribe sino que toda una lengua decide quien escribe, sólo entregándose la poesía se entrega, sólo formando parte de su discurso.
Y ningún discurso permite estar en él para protestar, se
está para participar, para colaborar, se sepa o no se sepa. Lo que se opone es siempre intelectualismo. Cuando protesto o denuncio algo, es cuando lo refuerzo, lo normativizo, lo perfecciono. Por eso la escritura menassiana participa del discurso analítico, pertenece a él y colabora en su construcción y permanencia.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91 402 61 93

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EL HUMOR

"Si uno comienza por permitirse un asesinato, pronto no
le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la
inobservancia del día del señor, y se acaba por faltar a la
buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.”
Thomas de Quincey.

Massotta señalaba que lo más serio que tiene el hombre es
que está estructurado como un chiste.

Y es en la vía del humor donde podremos pensar al sujeto
experimentando su división constitutiva y su condición
sexuada y mortal, con un verdadero placer, sin sufrimiento
alguno, en un perfecto equilibrio, ni del lado de lo siniestro
ni del lado del síntoma.

Freud, diferencia el humor del chiste y de lo cómico y va
perfilando la idea de que el humor es un tránsito por algo de
lo imposible de decir y que comporta además «una discreta
ganancia de placer».

Pero la experiencia del humor, tiene su marca como don,
no es de todos, le es al sujeto un privilegio, produce admiración, grandiosidad y exaltación señala Freud, el yo no es afectado, al contrario encuentra placer en lo propiamente
penoso de su existencia.

El humor tiene una dignidad propia que lo emparenta con
la sublimación, que no alcanza el chiste, que juega a lo
sumo sexualidad contenida y agresión.

En el humor está en juego el límite de lo mortal del sujeto,
por eso lo esencial del humor es su autoreferencia, solamente
en ese juego con la muerte, el humor adviene como un don.

“Ser bisexual duplica las oportunidades de conseguir una
cita el sábado por la noche.” Woody Allen.

Su imagen sería como una risa velada por un aire triste.
No es un invento inglés pero de alguna manera fueron
ellos los que más insistieron en llevarlo a su condición de
propio.

El alma inglesa alterna entre la taciturnidad, máscara de
amor y la sonrisa, máscara de la amargura, entre el optimismo triste y el pesimismo alegre.

El humor es aquello que hace ambiguo todo lo que toca.

Su pertenencia al campo específico del psicoanálisis
deviene de formar parte ineludible de la experiencia clínica,
en tanto que es la vía menos penosa de experimentar el sujeto su división constitutiva, y esto es en todas las etapas del análisis.

El humor está en el orden del afecto más que de la emoción,
afecto en el sentido verdaderamente freudiano del orden metapsicológico.

Algo del goce queda acreditado a «la ganancia de placer o
el ahorro de sufrimiento» pero que nunca deja de tener
estructura de discurso. Es la particular manera que tiene el
sujeto de escapar de la crueldad de su superyo, siempre
insistente ante cualquier situación que lo pone en falta y
sustituirlo como función ordenadora del padre.

¿Quién es el sujeto del humor en la sesión? El analizante
siempre atado a la tediosa descripción de su fantasma, o el
analista que trata seriamente de sostenerse en el lugar donde
la palabra resuena en un escenario siempre un tanto ridículo.

“Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer. Siempre
y cuando no la quiera.” O. Wilde.

El chiste comparte con el humor su posibilidad en el lenguaje, esa descarga social sin la cual el hombre no sería tal, esa fuerza libidinal que derivando en el significante, va encontrando en la risa una suerte de acodadura con lo real
imposible.

En lo cómico, su percepción requiere de dos personas, uno
que observa y otro que es observado, su desenvolvimiento
está puesto en imágenes, no es necesaria la palabra.

La ironía está más próxima al chiste y su esencia consiste
en expresar lo contrario de lo que deseamos comunicar a
nuestro interlocutor, y en hacérselo sentir, corriendo siempre
el riesgo de no ser comprendida pero permitiendo eludir
fácilmente las dificultades de la expresión directa.

Un viejo aforismo psicoanalítico lo reduce así: El placer
del chiste se origina en una economía del gasto de la inhibición, el placer de lo cómico en una economía del gasto de pensamiento y el placer del humor en una economía del
gasto de la emoción, y los tres nos permiten sumergirnos
por un instante en el paraíso perdido de nuestra infancia.

“La mujer se casa con el hombre esperando que cambie,
y éste no cambia. El hombre se casa con la mujer esperando
que no cambie, y ésta cambia.” O. Wilde.

Es interesante cómo el habla cotidiana pone colores al
chiste «verde» y al «humor negro» donde el sexo, lo siniestro y la muerte dan trasfondo a lo que se está jugando detrás de la mirada del buen humor.

Si el fin del análisis tiene que pensarse por el lado de la
sublimación, el buen humor no debe estar ausente en esa
situación.

Un sujeto que sale de su análisis sin resolver su relación
apaciguadora con la castración de su ser, es decir con su
malhumor a cuesta, es en el mejor de los casos alguien no
poseedor de lo llamado sentido del humor.

En el buen humor no se está en querella con el Otro, de
alguna manera el sujeto se las ingenia con su inconsistencia
en ser.

“La risa no es en absoluto un mal comienzo para una
amistad. Y desde luego es su mejor fin.” O. Wilde.

El mal humor Lacan lo define como un toque de lo real,
un cuerpo que no encuentra alojamiento en el lenguaje, al
menos no de su agrado.

¿Cómo trabaja el buen o el mal humor en la tarea psicoanalítica?

Del lado del analista abriendo la escucha al trabajo del
chiste, que es precisamente como lo descubre Freud, el trabajo del inconsciente, se vuelve a encontrar con los conceptos de condensación y, desplazamiento propios del proceso primario.

La fortuna de un chiste está siempre condicionada al oído
del otro, y esta es la dimensión desafiante en que se juega el sujeto que abre la dimensión del humor.

El chiste establece el paradigma de dónde debe situarse la
escucha analítica.

“Caperucita embarazada, viene caminando por el bosque
y se encuentra con el leñador que le dice: Caperucita, que
sorpresa creí que te había comido el lobo.

Y ella le responde: no, fue un error de imprenta.

No podemos tampoco olvidar las raíces infantiles que
comparten los sueños y el chiste, por lo que nuestras fantasías nocturnas como la creación de un chiste y el placer de escucharlo, no obedece a un orden lógico sino a la asociación de ideas más superficiales.

El chiste, lo cómico y el humor, aparecen anudados por el
escenario donde un instante maravilloso que conecta al
sujeto y su goce en una relación con el significante que
como sabemos es del orden de lo imposible pero que solamente allí es donde se consuma esa articulación.

Pero es en la especificidad del humor, de su dignidad marcada más por la esperanza que por la ilusión, por donde el sujeto puede enfrentar el «malestar» y en una sonrisa recuperar la alegría infantil que como decía Freud, una edad, en la que ignorábamos lo cómico, no teníamos ingenio, ni necesidad del humor para sentirnos felices de nuestra vida.

Roberto Molero. Psicoanalista
Buenos Aires: 805 59 49

EL CAPÍTULO 
CENSURADO

Los acontecimientos se engendran en una historización
primaria, quiero decir, la historia comienza en el futuro, en
lo que no ha sido, en el escenario donde se la representará
una vez escrita, esto es como decir, la amnesia de la represión es una de las formas más vivas de la memoria. Lo que muestra el análisis al sujeto, eso que va a reconocer como sus procesos inconscientes, es su historia; para escribir una historia de deseos, es necesario desear, es decir, hablar, escribir, amar.

El trabajo de interpretación, va a procesar la historización
actual de los hechos que determinaron en su existencia,
cierto número de vuelcos históricos y si han tenido ese
papel ha sido en cuanto reconocidos en cierto sentido o censurados en algún orden.

El inconsciente, será ese capítulo de mi historia que está
señalado por un blanco u ocupado por un embuste, una
argucia, una excusa con o sin justificar: el capítulo censurado.

La verdad es un resultado de un trabajo, un instante, debe
por tanto construirse, suele en otra parte estar escrita.

Esto es: en los monumentos, el cuerpo, es decir, el núcleo
histérico de la neurosis donde el síntoma muestra la estructura de un lenguaje y se descifra como una inscripción que, una vez recogida, desaparece. En los documentos de archivo también y son los recuerdos de infancia, impenetrables ellos cuando no se determinan sus articulaciones. En la evolución semántica, el vocabulario y las acepciones que me
son particulares, como al estilo de mi vida y lo que se podría llamar mi carácter, mis características. En la tradición también y aún en las leyendas que bajo una forma heroificada vehiculizan mi historia.

En los rastros, finalmente que conservan inevitablemente
las distorsiones necesarias, para la conexión del capítulo
adulterado con los capítulos que lo enmarcan.

Los capítulos soñados y las páginas abandonadas, el
recuerdo de lo que será.

De estas formas, se puede entonces interpretar que toda
fijación, en un pretendido estadio «instintual», es ante todo
estigma histórico: página de vergüenza que se olvida o se
anula o página de gloria que obliga y lo olvidado se recuerda
en acto y la anulación se opone a lo que se dice en otra
parte, como la obligación perpetua en el símbolo, el espejismo preciso en que el sujeto se ha visto atrapado.

Los estadios libidinales, desde sus primeros momentos se
hallan organizados en subjetividad. En el niño que registra
en victoria y derrota la gesta de la educación de sus esfínteres, gozando en ello de la sexualización imaginaria de sus orificios cloacales, haciendo agresión de sus expulsiones
excrementicias, seducción de sus retenciones y símbolos de
sus relajamientos. El estadio anal no es menos histórico,
cuando es vivido que cuando es vuelto a poner en escena,
en estructura de una frase, es decir de un acertijo o mejor
dicho un jeroglífico, una escritura de la que el sueño del
niño representaría la ideografía elemental, en el sentido de
elementos, y que en el adulto se reproduce en el empleo
fonético y simbólico a la vez de los términos significantes,
donde Freud enseña a leer, las intenciones ostentatorias o
demostrativas, disimuladoras o persuasivas, retorcedoras o
seductoras, con que el sujeto modula su discurso.

Freud destaca para nuestra atención, tiempos donde los
relatos se agotan; donde la neurosis por los caminos de la
represión acentúa lagunas narrativas, enigmas temporales
en la construcción, conexiones y vacilaciones en la presentación del orden de relaciones, de las palabras entre sí.

Recuerda en sus observaciones, atender las márgenes, los
envoltorios, las intenciones y los colores, hace notar la presencia a veces de la repugnancia a comunicar intimidades,
al pudor o la discreción, en relación por ejemplo a determinados temas o a terceros. No faltan nunca amnesias verdaderas, lagunas mnémicas, en las que se fundan no sólo
recuerdos antiguos, sino también muy recientes. Ni tampoco
faltan, falsos recuerdos formados secundariamente para
cegar tales lagunas.

El orden de relaciones y sucesiones temporales de los
acontecimientos, es en general, el elemento más vulnerable
del acervo de la memoria y el que antes sucumbe a la represión.

Se pueden encontrar recuerdos, que se nos presentan, tocados por la represión, se muestran plagados de dudas que
luego, son reemplazadas por un olvido o un falso recuerdo.
Esta condición de la memoria en lo relativo a la enferme-dad,
digamos, es el correlato necesario de los síntomas, por
lo que se puede decir, que la amnesia de la represión es una
forma viva de la memoria.

Jaime Icho Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84

 

PEGAN A UN NIÑO -V-

El sujeto se encuentra entre el que pega y aquel a quien
se pega, si hay algo a lo que él puede ser idéntico no es
sino al instrumento del castigo. Bajo este significante, revelado aquí totalmente en su naturaleza de significante, puede abolirse en tanto se apresa en su ser esencial: su deseo.

A partir de la fantasía de «Se pega a un niño», Freud pone
de manifiesto el juego del significante en la economía del
yo.

El significante impone una división, un desgarro entre
cuerpo y goce que nunca será salvado, ese desgarro es el
fundamento para la herida narcisista, herida que no se agota
en los espejismos del yo especular, de la imagen.

El yo incluye en su centro, ese trozo de real que es el objeto
«a», real que resiste a la interpretación significante.

Entre otros interrogantes respecto a ese real, se plantea
tomando en cuenta el lugar de la ética en el psicoanálisis, si
es posible y diría aún más, si es admisible plantearse modificar ese núcleo.

En el seminario de la lógica del fantasma, Lacan dice que
la primera forma de Dasein, de ser, es el objeto «a».

Es interesante introducir en la reflexión psicoanalítica
sobre el yo, el problema de lo real y su articulación con el
fantasma, plantearnos el cómo se vinculan fantasma y yo,
cómo el axioma fantasmático puede también regular las
posiciones del yo.

Ese yo que a menudo se absorbe en el ensueño diurno nos
abre una serie de interrogantes sobre la práctica en su articulación con el goce.

«Se pega», el sujeto está allí como espectador, el personaje que pega es todopoderoso (maestro, rey, tirano) y se sitúa más allá del padre, lo esencial es el avatar de la fantasía.

En el primer tiempo de la fantasía, el otro no es amado y
esto es lo que provoca placer al sujeto.

En el segundo tiempo la fantasía cambia el sentido, lo que
ha servido para negar el amor sirve para significarlo.

Se introduce un mensaje: el rival es un niño golpeado, una
nada, por otro lado, un significante que conviene aislar, el
instrumento, el látigo.

Notemos que el mensaje bajo la forma: «mi padre me
pega», no llega nunca al sujeto, llega bajo la forma: el rival
no existe, lo que quiere decir: tú, tú eres amado.

El sujeto va a la deriva de significantes, el fantasma es lo
que lo fija a los significantes. El fantasma respondería a una
ficción simbólica que establece una relación con el complemento imaginario, ocultando la ausencia. El fantasma no se reduce a lo imaginario, lo que cautiva y fascina es siempre lo que tapa un vacío, la falta en el Otro, 


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 ahí la imagen emerge, triunfa, donde el significante no nos asiste.

El sujeto aparece representado por el significante, representación que no es a nivel de la consciencia, de lo perceptible, sino que es una representación de una presencia que se hace ausencia y es ese el sujeto del inconsciente.

El inconsciente sabe de la relación del sujeto con «a» y es
de eso que habla en el sueño y que sabe en el síntoma.

El fantasma es como una máquina para transformar el
goce en placer.

Como una máquina para desviar al goce, pues por su propio movimiento, el goce no se dirige hacia el placer sino
hacia el displacer.

El juego del fort-da, es un emblema de cómo el fantasma
funciona como maquinación para obtener placer.

Dice Freud que si los adultos no juegan como cuando eran
niños es porque el fantasma sustituye en ellos a la actividad
lúdica infantil.

En este sentido el fantasma tiene como decíamos al
comienzo una función semejante a la del juego y que es, a
partir de una situación tanto de goce como de angustia, la de producir placer.

Un significante nunca es el único ni es absoluto.

Distinguiremos entre el efecto del significante que es el
sujeto y la producción del significante «a», que es el objeto.

Mientras que el efecto se mueve y desplaza con el significante, dando lugar a esa dimensión tan divertida de las formaciones del inconsciente, el objeto determina la inercia
del análisis y su dimensión no tan divertida. La inercia del
paciente en análisis es matriz de la repetición.

El fantasma fundamental, es ese tipo de frase que en su
lógica se llama axioma (verdad o principio tan evidente que
no necesita demostración).

En el pensamiento de Lacan es un axioma que lo Real es
lo imposible.

Decir que el fantasma es un real en la experiencia analítica
es como decir también que es un residuo que no puede
modificarse.

Lo imposible, es lo imposible de cambiar, por esta razón
para Lacan el fin de análisis, es el logro de la modificación
de la relación del sujeto con lo real del fantasma.

En el desarrollo de la cura, el fantasma se reduce cada vez
más a un instante esencial, al punto del instante. No tiene
pues una dimensión temporal.

El fantasma no tiene el mismo tipo de tiempo retroactivo
característico del síntoma. El síntoma aparece a los ojos del
mismo sujeto como una opacidad subjetiva, como un enigma. El paciente no sabe qué hacer con esa irrupción y por eso demanda interpretación.

El sujeto del significante, como tal, no tiene lugar.

Se mueve con el significante y puede aparecer aquí o allá
siendo su ubicación siempre equívoca.

En el fantasma en cambio hay un lugar para el sujeto, un
lugar fijo, peculiar, escondido que puede parecer ridículo.

El fantasma tiene una significación de verdad.

En el Poeta y la fantasía, Freud supone que el fantasma
determina al síntoma. Nos dice que según su experiencia
analítica, dado un síntoma, uno puede encontrar el fantasma
que lo determina. De esta manera considera a este último
como «el nombre propio de lo reprimido».

Si tomamos al fantasma como causa del síntoma y se lo
concibe como una derivación de los sueños diurnos, el
resultado es que sus imágenes, parecen el contenido mismo
del inconsciente.

Freud dice que se requieren dos cosas para hacer un fantasma: un goce, un placer proveniente de una zona erógena primero y segundo lo que llama una representación del deseo. En cierto modo, ambas cosas pueden encontrarse en la fórmula del fantasma.

Lucía Cristina Serrano. Psicoanalista
Buenos Aires: 371 80 13

LA HISTERIA: 
SEGUNDA PARTE

LIBRO DE CABECERA-ESCRITO 
EN EL CUERPO

El primer caso clínico de histeria presentado por Freud,
en los Estudios sobre la Histeria, Emmy, se niega a comer
y a beber debido a sus dolores gástricos; cuando se la obliga
a alimentarse, se niega a la hipnosis; esto enoja a Freud,
que dice: «Renunciando a la hipnosis, le anuncié que le
daba 24 horas para reflexionar y convencerse de que sus
dolores de estómago no provenían sino de su miedo.

Transcurrido dicho plazo, le preguntaría si continuaba
opinando que un vaso de agua mineral y una comida
moderada podían estropearle el estómago, y si me contestaba afirmativamente, daría por terminada mi misión
facultativa». Freud la amenaza, o renuncia al síntoma o
renuncia al tratamiento. A partir de ese momento, la
paciente se hace dócil, y se establece entre ambos una
nueva relación. La histérica acepta en apariencia, «simula»
una cierta docilidad. Dice: «Creo que los dolores son
consecuencia de mi miedo, pero sólo porque Vd. me lo
asegura así». Como si dijese, mi miedo es verdad, en la
manera que Vd. dice de mí.

La paciente comienza a comer y a beber, pero ahora le pregunta, cuánto debe beber o comer. Cuánto deberá hablar
para saber. Cuánto deberá hablar, para que el psicoanalista
sepa lo que la paciente quiere.

Emmy es la paciente que le dice muy malhumorada a
Freud, «...No debe estar preguntándome de dónde procede
esto o aquello, déjeme hablar lo que desee». Freud accede
y el imperativo: «déjeme hablar», se transforma en una
posibilidad. Dolor de estómago, chasquido, tics, insensibilidad
en la pierna derecha, y miedo, mucho miedo.

Desde el origen de la asociación libre, y la interpretación
de los sueños, las histéricas tienden su cuerpo de saber y
desconocimiento sobre un diván.

«Un amplio hall, muchos invitados, a los que recibimos.
Entre ellos, Irma, a la que me acerco, en seguida, para contestar sin pérdida de tiempo a su carta y reprocharle no
haber aceptado aún la solución. Le digo:“Si todavía tienes
dolores, es exclusivamente por tu culpa”. Ella me responde:
“¡Si supieras qué dolores siento ahora en la garganta,
el vientre y el estómago! ¡Siento una opresión!...” Asustado
la contemplo atentamente. Está pálida y abotagada. Pienso
que quizá me haya pasado inadvertido algo orgánico.»

Con este pasaje del sueño de la inyección aplicada a Irma,
Freud comienza la Interpretación de los sueños, y a la vez
muestra con absoluta lucidez, lo que sucede entre él y ella,
la histérica. Las quejas de Irma, parecen hablar de un dolor
indecible y el reproche, «si supieras qué dolores siento...
pero no lo sabes».

Un conjunto de órganos: garganta, vientre y estómago, se
transforman en la serie de palabras para que su queja se desparrame por el cuerpo, diciéndole a él que ella, tiene un
saber, que para él pasó inadvertido. Freud se pregunta ¿me
habré equivocado?, ¿se me habrá pasado por alto, algo orgánico? ¿La solución será el psicoanálisis?

«La conduzco a la ventana y me dispongo a reconocerle
la garganta. Al principio se resiste un poco, como acostumbran a hacerlo, en estos casos, las mujeres que llevan dentadura postiza. Pienso que no la necesita. Por fin, abre bien la boca...»

En esta glosa del sueño, Freud asocia a Irma con cantidad
de mujeres: la niñera que no se dejaba revisar por llevar la dentadura postiza, la amiga de Irma, su propia mujer Martha; una constelación de mujeres condensadas en Irma, como un rompecabezas que Freud intenta armar. Así el cuerpo de la histérica parece ser un puzzle desarmado, un cuerpo compuesto por cantidad de nudos sintomáticos
que el psicoanálisis intenta construir. Leer el cuerpo
del síntoma, en lugar de atender a los síntomas del
cuerpo.

Irma, la mujer con la garganta inflamada por el dolor, la
queja, y el rechazo, logra, «por fin», abrir bien la boca.

Su indiferencia, el maquillaje cubriendo los agujeros de la
piel, el llanto y la risa como medios, la muestran como una
carente. La histérica sufre de «sexualidad», una enfermedad
incurable que hace de su vida un sufrimiento constante. Ella
busca ser medicada y hasta operada, de algo en el cuerpo
que la aqueja.

Marcela Villavella. Psicoanalista
Buenos Aires: 795 54 02


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EDUCACIÓN
Y PSICOANÁLISIS:
Una Re-forma a debate

La historia de las reformas de cualquier sistema educativo,
también el español, es muy amplia. No ha dejado de intentar cambios más o menos profundos, en la propia organización, o en la concepción del aprendizaje o en los principios que deben regir la función social de la educación. Actualmente, en España, ya estamos inmersos todos, en el nivel educativo de enseñanzas medias, en la generalización de la LOGSE (Ley de ordenamiento general del sistema educativo). Y como exigencia de ese intento de reforma del sistema, se llega a un punto de dilema que puede convertirse en la contradicción que ni se supera ni se acepta: no hay cambio en la enseñanza si no hay cambio en el aprendizaje y no hay cambio ni en la enseñanza ni en el aprendizaje si no hay cambio en el sujeto que aprende y enseña que es un sujeto psíquico.

Hay algo definitivo que tiene que ocurrir en todo proceso
de aprendizaje: o cambio mi manera de aprender, es decir,
los pensamientos, los sentimientos, las actitudes, ante lo
que aprendo o me dedico a acomodar el aprendizaje, la teoría, a mi manera de pensar, de enseñar, de vivir. Esto está pasando del lado del profesor y del lado del alumno. Y esta cuestión es planteable hasta para aquellos que confían que es la tecnología, o serán los medios audiovisuales, la técnica en definitiva, quien puede paliar la necesidad de Re-formar que se exige hoy en día al sujeto.

No es un debate ni a favor ni en contra del último intento
de Reforma que es la LOGSE, se trata de algo diferente que se está obviando: hay una manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje, de entender el pensamiento, la memoria, las relaciones sociales, etc. que tiene en cuenta el descubrimiento freudiano que cumple ahora cien años y es que el inconsciente existe y que el sujeto que enseña y aprende, ante todo es un sujeto hablante y que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Son muchas las cuestiones que pueden llevar a la educación en sus niveles medios a reventarse. Desde las situaciones de violencia incontrolable en las aulas o los pasillos de los institutos, pasando por la imposibilidad de atender la diversidad tal como está planteada, hasta la impotencia del profesorado que sin cambiar su función de profesor siente burocratizarse en su trabajo. Todas son cuestiones que se discuten en los múltiples foros de formación del profesorado, a nivel teórico o a través de experiencias vividas. No se trata de añadir una más. La propuesta que desde el psicoanálisis podemos pensar para la educación exige la presencia del psicoanalista, exige que la teoría del inconsciente comience a tenerse en cuenta, practicándose.

Dicho de una manera muy sencilla, algo que es de lo más
complejo en realizar, sería que el psicoanálisis propone una
manera de cambiar diferente. El profesor necesita que sus
alumnos cambien porque no quieren... lo que sea. El
Ministerio de Educación y Cultura necesita que los profesores cambien para que pueda haber Reforma. Pero ¿cómo hacer cambiar al otro? Son preguntas que para que dejen de ser palabras vacías y manidas o que se conviertan en terminología nueva en nuestros odres viejos, y para que el cambio personal no sea un camino de torturas y castigos porque la letra no sólo con sangre entra, habrá que tener en cuenta esa idea tan fundamental que nos recuerda que nuestras vidas, aunque los sentidos nos digan lo contrario, no está comandada por la conciencia y el esfuerzo voluntario. Y por ahora, todos los intentos de Re-formar el sistema educativo lo niegan.

Cristina Barandiarán. Psicoanalista
Madrid: 91 308 68 36

 

ACTIVIDADES
ABRIL-MAYO
EN BUENOS AIRES
DEL POETA 

MIGUEL OSCAR MENASSA

LUNES 26/04: CONFERENCIA INAUGURAL
«IMPORTANCIA DE UNA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA».
Lugar: ENCORE
Rodríguez Peña, 286, 4.º Piso, 20,00 h. Arancel: $20.

MARTES 27/04:
PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DE POESÍA, AFORISMOS, FRESCORES «LAS 2001 NOCHES».
Lugar: CELTA BAR,
Sarmiento, 1702 -subsuelo- esq. Rodríguez Peña, 23,00 h.

VIERNES 07/05: CHARLA COLOQUIO
«DESEO DEL PSICOANALISTA».
Lugar: ESCUELA DE PSICOANÁLISIS 
GRUPO CERO,

Maipú 459, 1. er piso, 20,00 h. Arancel: $20.

LUNES 10/05: CHARLA-COLOQUIO
«VERDAD EN PSICOANÁLISIS».
Lugar: ENCORE
Rodríguez Peña, 286, 4.º Piso, 20,00 h. Arancel: $20.

MARTES 11/05: PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE POESÍA DE PABLO MENASSA DE LUCIA «POETA ASESINADO».
Lugar: CELTA BAR,
Sarmiento, 1702 -subsuelo- esq. Rodríguez Peña, 23,00 h.

EL DISCURSO DEL OTRO
Y LOS OTROS

En su referencia metódica al Edipo, Freud nos llama la
atención sobre la alteridad, la existencia de un otro semejante
que es fundante y que Freud descubrió en su articulación
simbólica con el inconsciente.

Pero también los estados de ánimo están ahí para darnos
una referencia permanente de Otro sitio, no como simples
estados de ánimo sino como efectos permanentes de las
organizaciones colectivas sin las cuales no parece que la
vida humana puede mantenerse mucho tiempo. Otro sitio
como lugar presente para todos y cerrado a cada uno donde
Freud descubrió que sin que se piense y sin que ninguno
pueda pensar mejor que otro, Ello piensa.

Y aunque sus leyes no son del todo las mismas que las de
nuestro pensamiento cotidiano, está perfectamente articulado.

Lo que tiene lugar en el Otro está articulado como un discurso (el Inconsciente es el discurso del Otro), que Freud
intentó definir por las formaciones que nos llegan de él, sueños, lapsus, chiste, síntoma. El sujeto se interesa del discurso en que es parte interesada ya que en su torsión participan su existencia inefable, estúpida, sus objetos, su yo y el otro como lugar donde puede serle planteada su existencia.

La cuestión de su existencia recubre, sostiene, invade, desgarra al sujeto.

Las tensiones, los suspensos, los fantasmas con que el analista tropieza en su labor nos lo demuestran y además es por los elementos del discurso singular donde esa cuestión con el otro se articula, ya que se ordenan en las figuras de cada discurso. Lo que tiene de fijeza el síntoma es lo que lo hace legible y permite el desciframiento.

Para el sujeto la cuestión es su existencia, como pregunta
articulada referente a su sexo y a su contingencia en el ser:
es hombre o es mujer, por una parte, por la otra podría no
ser y entre ambas partes se conjuga su misterio, que se anudan a su vez a los símbolos de la procreación y de la muerte.

En el Inconsciente estas cuestiones se presentan como un
cuestionamiento, o sea que allí está articulado en elementos
que debemos entender como significantes.

Estos significantes captados en el punto más verosímil y
menos verosímil.

En el primer caso, porque sólo allí puede aparecer su función
de significantes e inducir en el significado la significación,
imponiéndole una estructura.

En el segundo porque la cadena significante subsiste a una
alteridad respecto del sujeto tan radical como los jeroglíficos
que aún no han sido descifrados.

En cuanto a su lugar de existencia en tanto sujeto (no en
cuanto al mundo), a partir de ese cuestionamiento va a extenderse su relación extra mundana con los objetos y con el orden en el mundo.

El sujeto entra al juego de los significantes que no es inerte
ya que en cada partida se presenta toda la historia de la
ascendencia que los otros significantes implican en la contemporaneidad del sujeto.

Es toda la estructura del Lenguaje lo que la experiencia
psicoanalítica descubre en el Inconsciente. Y debemos suponer que el lenguaje pre-existe a la entrada que hace en él
cada sujeto en determinado momento de su desarrollo.

La comunidad como estructura de ese discurso, toma dimensión en la tradición que instaura ese discurso, la cual es fundada por las estructuras elementales de la cultura, que
regulan la ordenación de los intercambios que no son concebibles fuera de las permutaciones que el lenguaje autoriza, por lo cual es el lenguaje el que diferencia a la sociedad humana de las que no lo son.

La posición del significante y del significado como dos
órdenes primordiales, distintos y separados por una barra
resistente a la significación hará posible estudiar los lazos
propios del significante y de la amplitud de su función en la
génesis del significado.

El algoritmo es pura función. La estructura que revela el
algoritmo es que el significante sea articulado. Pues sus unidades, se quiebre donde se quiebre, están sometidas a la
doble condición de reducirse a elementos diferentes, últimos
y de componerlos según las leyes de un orden cerrado.

Con esta propiedad de componerse según las leyes de un
orden cerrado se afirma el término de cadena significante,
anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho
de anillos.

El significante por naturaleza se anticipa siempre al sentido,
desplegando ante el mismo su dimensión. Se puede ver a nivel de la frase cuando se la interrumpe antes del término
significativo; la noción de un deslizamiento incesante del significado bajo el significante se impone.

Lo que descubre esta estructura de la cadena significante
es la posibilidad de utilizar una lengua para decir otra cosa
que lo que ella dice, o sea indicar el lugar de este sujeto en
su búsqueda de lo verdadero.

El significante, la letra, demuestra que produce todos los
efectos de verdad en el hombre sin que el espíritu intervenga.

Es la revelación que nos proporciona Freud en su descubrimiento, el Inconsciente.

María Chévez. Psicoanalista
Madrid: 91 541 75 13


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EL DOLOR NO ES ENFERMEDAD

Dice Freud en Pulsiones y sus destinos: «Hemos oído
expresar la opinión de que una ciencia debe hallarse edificada
sobre conceptos fundamentales y precisamente definidos».
Luego agregará que en realidad, ninguna ciencia, ni aún la más exacta, comienza por tales definiciones sino que, más bien consiste en la descripción de fenómenos que luego son agrupados y ordenados.

Mas, el progreso del conocimiento no tolera la inalterabilidad
de las definiciones. También los conceptos fundamentales
fijados en definiciones se modifican permanentemente.

Las ciencias siempre tuvieron su objeto pero nunca un
sujeto de la ciencia. El único sujeto era el que investigaba,
el que miraba por el microscopio. Es el psicoanálisis el que
produce un sujeto de la ciencia, un sujeto que formará parte
de la experiencia. Este hallazgo produce una verdadera
apertura en el mundo del pensamiento. Es decir, entre las
certidumbres de otras ciencias elegimos la incertidumbre
del psicoanálisis. La incertidumbre de no saber.

Al respecto Menassa nos dice: El hombre vive desgarrado
en su ser, algo así como una vertiente lumínica con varios
focos apagados.

En La ciencia y la verdad, Lacan nos dice que no se trata
de preguntarse si el psicoanálisis es o no una ciencia, sino
que debemos pensar el asunto del psicoanálisis como generador de un nuevo concepto de verdad. Ya no como conocimiento del objeto sino como producción del sujeto del
Inconsciente.

Entonces, podríamos decir, que la verdad cae como algo
revelado y mostrado, la verdad como adecuación. Freud nos
enseña que la verdad de que se trata no es adecuación ni es
revelación sino que es el producto efecto de un proceso de
trabajo.

Esto no sólo es una nueva concepción de verdad sino que
es una nueva concepción de la vida del hombre.

Para ejemplificar la cuestión: Bajo las ciencias médicas, el
paciente es un sujeto de la medicina, por lo tanto todos sus
dolores están justificados. Si ese mismo paciente se encuentra con un psicoanalista que le proponga ser sujeto del
inconsciente, ese dolor que lo acosa ya no está justificado
orgánicamente. Es decir, el psicoanálisis crea un sujeto del
inconsciente, algo que lo produce más allá de su voluntad.
Por eso decimos que el psicoanálisis produce un nuevo
sujeto y tendrá, para trabajar, la rigurosidad de la palabra.

El cuerpo no pesa porque está comandado por la palabra. Un cuerpo libre de la palabra no sólo pesa, al punto de no poder siquiera cargarlo, sino que enferma, duele.

Una de las primeras histéricas a las que Freud empieza a
escuchar, la señorita Isabel de R., padecía de dolores en las
piernas y dolores al caminar. Estos dolores eran de naturaleza indeterminada e indicaban una zona bastante extensa y mal delimitada orgánicamente: cara anterior del muslo derecho. Esta parte del cuerpo tenía mayor sensibilidad en la piel y músculos.

No podía diagnosticarse afección orgánica alguna.

Cuando los dolores habían acaparado la atención de la paciente, Freud colocaba su atención en los pensamientos
que podían estar enlazados a los dolores.

Además, cuando se estimulaba la zona dolorosa más que
dolor la paciente expresaba placer, sentía una especie de
cosquilleo, como si fuera una zona erógena.

Freud empieza, y así se aparta definitivamente de las ciencias médicas, a preguntarse por los pensamientos que se
ocultaban detrás de los dolores y encuentra los más tristes
temores, los más ávidos deseos. Es decir, existía una sensación somática como símbolo de la psíquica. La paciente se niega a ser hipnotizada y, entonces Freud le dirige la palabra: Dígame sin restricción todo aquello que surja ante sí.

Así el fracaso de su primer amor le dolía, un deseo sexual
por un lado, y por otro, su padre enfermo. La zona dolorosa
era el lugar sobre el cual descansaba su padre todas las
mañanas sus hinchadas piernas, mientras ella le cambiaba
los vendajes.

Mientras hablaba no había dolor, sus recuerdos le dolían:
estar frente a su hermana muerta y desear a su hombre pronunciando en voz baja: ahora ya está libre.

Una pasión puesta para tropezar, doliéndose, con el límite
de una imposible relación sexual. El dolor no es la enfermedad, es el resultado de la enfermedad que transcurre inconscientemente. Por lo tanto los criterios de salud y enfermedad, con la presencia del concepto de inconsciente, se hacen lábiles.

Ser sujeto del inconsciente es el acto que inaugura lo nuevo, es transformar el pensamiento, el concepto de una verdad que me determina como sujeto deseante. El psicoanalista como lugar llevará al paciente a pronunciar la palabra, siempre escurridiza, que aflora en los labios de todo sujeto. Mirar a la cara lo que lo recorta.

«La puerta que yo pretendo abrir no soy yo que la abre,
sino que es ella misma que late. Se abre y se cierra permanentemente, y que uno, poeta o psicoanalista, entra en ella cuantas veces se produzca el latido y sin embargo, el saber tampoco se halla y de hallarlo, dejaría de serlo.» (Miguel O. Menassa).

Karina Pueyo. Psicoanalista
Buenos Aires: 328 06 14

VIDA 
AMOROSA

Que la vida es triste si no la vivimos con una ilusión, es
algo que se le recuerda día a día al sapo cancionero. Al
menos una que relance el juego amoroso indispensable para
surcar una realidad.

Podríamos decir que en ese empeño están incluso aquellos
que se muestran hoscos al amor o desencantados de las
pasiones sexuales más o menos duraderas. Aunque también
es cierto que algunos y algunas de tanto llorar su sin rumbo
en el amor, van creando a su paso desencanto en aquellos
otros dispuestos a amarlos. Es un teje y maneje tal que a
veces la vida parece consistir sólo en eso.

Lo que suele ocurrir es que lo que a uno en su sano juicio
le dura el tiempo de una sustitución, a los de juicio trastocado
puede convertírseles en el organizador de su realidad.

Las frases fantasmáticas no se mueven de: ahora lo amo,
ahora no lo amo, él me ama, él ya no me ama... El sujeto se
encuentra atrapado en ese vivir sin atrapar nada.

El sapo del comienzo vivía embrujado de amor por la luna
porque era poeta. Angélica vivía embrujada por su amor al
amor porque era neurótica. Comparten la necesidad de una
ilusión. No obstante, Angélica no gasta nada en producir su
amor porque embaucada como está, tiene asegurado su festín mientras que el sapito debe escribir su poema para seguir enamorado.

Pedro se ha echado una amante con la que creyó tocar el
cielo y en un mes me pide que sea un cirujano que lo opere
de ella y después le haga una rehabilitación psíquica y moral
porque él está pillado hasta la nariz. Va dejando la coca pero
a la amante la tiene torturada. La neurosis obsesiva hace de
la vida amorosa una compilación de rituales, cortes, aislamientos, para volver a empezar a buscar una ilusión.

Entre el amor y la duda, ¿qué hay? Una certeza y también
una indecisión a hacerse cargo del deseo, de la vida. Entre
amar al amor y amar a un hombre la distancia no es filosófica
sino histérica. Sin embargo mañana recomienza la historia
sin final de un amor que quiere capturar la vida, aunque
no se pueda. Podríamos intentar que Angélica y Pedro
coincidan en la sala de espera y después tal vez vayan a bailar salsa. El le hablará de un mundo organizado, con relaciones estables y confianza en la persona amada. Ella puede sentir un instante que está frente al amor, su enamorado y se enamorará. Bailará radiante moviendo sus caderas y él al verla tan guapa y mirada por otros, la deseará.

Al mes y medio ella estará desencantada porque él no está con ella por amor sino por deseo... y él ensayará el corte una y otra vez, buscará el aislamiento, por ejemplo pidiendo cambio de hora para no coincidir con ella... En las fabulaciones del amor no falta la moraleja y es por eso que los psicoanalistas debemos intentar hacer un aporte distinto a la vida amorosa puesto que no estamos preparados para ensayar pócimas o decálogos del amor. Más que poner remedios a la vida amorosa debemos interpretar la morosidad con que Pedro o Angélica viven su vida para que puedan, si así lo desearen, ilusionar una vida amorosa.

Bibiana Degli Esposti. Psicoanalista
Madrid: 91 547 51 31

 

LOS LAPSUS

Los llamados «lapsus» son frecuentes y conocidos, ya que
se dan en todas las personas. Como el soñar, es común a
todos, sanos y enfermos. Tienen que ser considerados como un producto de nuestro psiquismo. Pero fuera del psicoanálisis no son apreciados y nos parecen a simple vista poco o nada importantes.

Estos fenómenos, a los que el psicoanálisis da el nombre
de «actos fallidos», se producen cuando, al querer decir una palabra, decimos otra, al escribir y al leer, cuando oímos una palabra distinta de la pronunciada. Los olvidos temporales de objetos, de nombres o lugares: «lo tengo en la punta de la lengua» y cuando se producen los reconocemos en el acto. Los olvidos de propósitos, que luego recordamos y que por tanto, sólo hemos olvidado durante determinado tiempo, ciertos accidentes que provocamos sin darnos cuenta. Todos estos actos, poseen un íntimo parentesco y, en su mayoría, son de escasa relevancia y corta duración. Su aparente falta de importancia hace que no despierten nuestra atención.

Freud nos advierte de un modo de trabajo, de investigación. «No podemos confundir en las críticas que se nos suscitan la importancia de los problemas con la apariencia exterior de los signos que se manifiestan.» No tenemos derecho a despreciar los pequeños signos que, tomándolos en consideración, pueden servirnos de guía para realizar importantes descubrimientos. Aquello que había pasado inadvertido y que el psicoanálisis añade es, precisamente, lo esencial de la cuestión investigada.

Si el «acto fallido» no lo sometemos a la mirada psicoanalítica, lo seguiremos confundiendo con pequeños accidentes casuales. Freud nos recuerda: «afirmar que existen sucesos tan insignificantes que se encuentran fuera del encadenamiento de la fenomenología universal y que lo
mismo hubieran podido no producirse, trastornaría toda la
concepción científica del mundo».
Es lo que hacemos cuando recurrimos a explicaciones como: que son pequeñas desviaciones de la función anímica o inexactitudes del mecanismo psíquico o que se está fatigado o sobreexcitado, o absorbido por cuestiones diferentes a las que nos proponemos. No en todos los casos ocurre así, muchos actos resultan particularmente acertados cuando no son objeto de una atención especial y el error se produce, en cambio, cuando nos interesan de una manera particular.

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA:
50.000 Ejemplares en MADRID  50.000 Ejemplares en BUENOS AIRES


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 Cuando alguien comete un lapsus, cae en un error que no
puede explicarse fácilmente por la teoría psicofisiológica ni
tampoco por la de la atención.

Cuando se produce el acto fallido, dentro de las múltiples
posibilidades que tenía para realizarse, lo hace de un modo
determinado. Hay que pensar nos dice, Freud, que habrá
razones decisivas que nos impongan tal o cual elección.
Ocurre como en el olvido de intenciones o propósitos, que
puede atribuirse, de una manera general, a la acción de una
corriente contraria, opuesta a la realización de los mismos.

Cuando alguien se disculpa de no haber acudido a la cita
prevista, diciendo que se le ha olvidado, no dudaremos ni
un instante en creer que ese encuentro no le interesaba
mucho. Pensaremos sin ninguna duda en su falta de interés.
Vemos, pues, cómo se admite generalmente que la función
fallida tiene un sentido.

«El lapsus, en sí mismo e independientemente de las circunstancias en que se produce, presenta un sentido propio. El sentido de un proceso psíquico es la intención a que dicho proceso sirve y su posición dentro de una serie psíquica. La equivocación tiene que ser considerada como un acto psíquico completo con su fin propio. La intención o
sentido de la equivocación se muestra con evidente claridad, cuando expresa todo lo contrario de lo que se proponía.»

El presidente de la Cámara de Diputados, cuando para
abrir una sesión dice: «Señores Diputados, se levanta la
sesión», es evidente que quiere abrir la sesión, pero también es evidente que le agradaría levantarla. Otro ejemplo es el lapsus cometido por un ministro en una entrevista Televisiva, al comunicar el número de empleos que se preveían para el siguiente año, se equivocó y dijo «desempleo». Evidentemente, el ministro quería anunciar una buena noticia, pero quizá no estaba convencido de los datos que iba a ofrecer a la población. Son actos fallidos para un sistema y aciertos para otro.

Tenemos la ilusión de la existencia de una libertad psíquica
y nos cuesta renunciar a ella.

Pilar Iglesias Nicolás. Psicoanalista
Madrid: 91 559 29 05

 

METÁFORA Y
METONIMIA

¿Qué es una metáfora? No podemos contentarnos con
decir que es una comparación abreviada. Esta definición no
sería aceptada por ningún poeta. El estilo poético se dice
que comienza con la metáfora y allí donde no hay metáfora,
tampoco hay poesía.

La metáfora supone que una significación es el dato que
domina y desvía el uso del significante de tal manera que
todo tipo de conexión preestablecida —lexical— queda
desanudada. Si el uso de la lengua es susceptible de significación, es a partir del momento en que la significación
arranca el significante de sus conexiones lexicales.

Esta es la ambigüedad del significante y del significado.
Sin la estructura significante, sin la distancia mantenida
entre el sujeto y sus atributos, no podría haber metáfora;
porque hay una sintaxis, el sujeto es mantenido separado,
diferente de sus atributos. La articulación, lo discursivo no
es simplemente la significación con lo que conlleva de
atracción y de repulsión, sino alineamiento del significante.
Esta fase de simbolismo que se expresa en la metáfora,
supone la similitud, la cual se manifiesta únicamente por la
posición. La dimensión de similitud es lo más cautivante
del uso significativo del lenguaje que domina hasta tal
punto la aprehensión del juego del simbolismo que enmascara la existencia de la dimensión sintáctica.

A partir de aquí, la distribución de determinados trastornos
denominados afasias deben revisarse a la luz de la oposición entre las relaciones de similitud o de sustitución, o de elección y también de selección o de competencia, en fin, de todo lo que es del orden del sinónimo por una parte y las relaciones de contigüidad, de alineación, de articulación significante, de coordinación sintáctica por otra.

En la afasia de Wernicke, el afásico encadena una serie de
frases de carácter gramatical extraordinariamente desarrollado: «Sí, comprendo. Ayer, cuando estaba allá arriba, ya dijo y quería, le dije, no es eso, la hora, no es exactamente, no ese...».

En este ejemplo, el sujeto muestra un completo dominio
de todo lo que es articulación, organización, subordinación
y estructuración de la frase, pero queda siempre al margen
de lo que quiere decir. No se puede dudar de que lo que
quiere decir está presente pero no alcanza a dar una encarnación verbal de aquello a lo que la frase apunta. Desarrolla en torno a ella, toda una franja de verbalización sintáctica, cuya complejidad y nivel de organización indican que no hay una pérdida de atención del lenguaje, pero si se le pide una definición, un equivalente sin siquiera rozar la metáfora, el sujeto está perdido.

Aunque no se trate de hacer comparaciones entre el trastorno afásico y el delirio en los psicóticos, cuando estos
últimos escuchan frases interrumpidas es, sin duda alguna,
un fenómeno que se manifiesta a nivel de las relaciones de
contigüidad. Las relaciones de contigüidad dominan como
consecuencia de la ausencia o de una deficiencia de la función de equivalencia significativa mediante la similitud.

No podría ponerse mejor en evidencia la dominancia de la
contigüidad en el fenómeno alucinatorio que señalando el
efecto de palabra interrumpida, tal y como es dada, como
libidinalizada. Al sujeto se le impone la parte gramatical de
la frase, la que sólo existe por su carácter significante y por
su articulación, que se transforma en un fenómeno impuesto
en el mundo exterior.

El afásico al que nos referíamos antes, no puede ir al grano
y ese discurso, en apariencia vacío, no deja de provocar
cierta risa embarazosa en quien lo escucha. Tenemos ahí
una persona que parlotea de una forma extremadamente
articulada pero que no puede llegar al núcleo de lo que
tiene que comunicar.

El desequilibrio del fenómeno de contigüidad que en la
alucinación pasa a primer plano y a cuyo alrededor se organiza el delirio, no deja de serle análogo.

En el análisis, no podemos desconocer el papel mediador primordial del significante y colocar el significado en primer
plano. Si desconocemos que el elemento guía es en realidad
el significante, desequilibramos la comprensión original de los fenómenos neuróticos.

Del lado de la metáfora, está el aspecto concerniente a la
identificación y al simbolismo, aunque no podemos descuidar
el de la articulación y la contigüidad con lo que en él se
esboza de inicial y estructuralmente en la noción de causalidad.

La forma retórica que se opone a la metáfora se llama
metonimia y designa la sustitución de algo que se trata de
nombrar. Estamos a nivel del nombre. Se nombra una cosa
mediante otra que es su continente o una parte de ella. En la
asociación verbal, responder con un equivalente sinonímico,
nos llevaría avanzando poco a poco hasta la metáfora:
casa... vivienda... choza... chabola. Pero hay también otro
registro. Decir, un techo, ya no es lo mismo. Estamos en la
metonimia.

La oposición de la metáfora y la metonimia es fundamental,
ya que lo que Freud colocó en un primer plano en los
mecanismos de la neurosis, al igual que en el sueño, no es
la identificación, ni la dimensión metafórica. Todo lo contrario.
Lo que Freud llama condensación, se llama en retó-rica,
metáfora, y lo que llama desplazamiento, es la metonimia.

La estructuración, la existencia lexical del conjunto del
aparato significante es el instrumento con el que se expresa
el significado desaparecido. Al atraer la atención sobre el
significante, no hacemos más que volver al punto de partida
del descubrimiento freudiano.

Concepción Osorio. Psicoanalista
Madrid: 91 559 31 70

LA VIOLENCIA
EN EL FÚTBOL

Hace pocos días fuimos impactados por las imágenes
pasadas por TV después de un encuentro «amistoso» de fútbol en donde un grupo de barras bravas armados con palos
ingresó al estadio, agredió brutalmente a simpatizantes del
equipo contrario que estaban disfrutando del espectáculo
deportivo.

¿Qué hace que un grupo agreda tan violentamente a personas que están desprotegidas?

La agresividad está presente en cada uno de nosotros. Es
una tendencia que sirve para poner al sujeto en contacto con
el mundo exterior. Al comienzo de la vida todo lo que es
sentido como no yo es descargado al exterior, es decir, que
lo ajeno, lo extraño es expulsado de sí.

En cualquier masa o grupo hay lazos afectivos que la
cohesionan.

En toda masa se observa: falta de independencia, identidad
de la reacción con los demás, descenso a la categoría de
unidad integrante de la multitud como una totalidad en
donde hay una disminución de la actividad intelectual, la
afectividad exenta de freno y de tendencia a transgredir
todo límite (Le Bon).

Es decir, ante un episodio como el que mencionamos anteriormente y, que suele ser frecuente en los encuentros 
de fútbol, se produce una regresión de la actividad psíquica 
a etapas muy primitivas de la infancia y de la humanidad.

¿Cómo podemos entender este fenómeno que tiene perpleja
a la población y, supuestamente, también a los dirigentes?

El Psicoanálisis nos permite otra lectura que arroje alguna
luz.

Escuchamos permanentemente a los comentaristas tratando
de entender el sentido de estas conductas que resultan
incomprensibles.

Desde la lógica que estamos acostumbrados a utilizar
efectivamente no tiene sentido, pero va más allá de nuestro
razonamiento; obedece a otra legalidad: la del inconsciente.

Cualquier masa desea ser sometida por un poder ilimitado.

Vemos siempre presente la figura de un líder amado y temido; se lo coloca en el lugar del Ideal.

Hay identificación entre los miembros de la masa (entre
los pares), se espera de ellos fidelidad, reciprocidad y auxilio.

La teoría psicoanalítica habla de la ambivalencia afectiva,
es decir, que el ser humano ama y odia a las mismas personas.

En todas las relaciones afectivas de cierta duración (padre-hijos, hermanos, novios, matrimonios, etc.), hay sentimientos de hostilidad que son reprimidos. En las relaciones comerciales, por ejemplo, se ve claramente que los socios suelen tener permanentes conflictos o, los empleados hablar a espaldas de sus jefes. Este tipo de situaciones están sostenidas por la ambivalencia.

Después de celebrarse un matrimonio que une a dos familias
comienza una especie de guerra silenciosa, cada una de
las mismas se cree mejor que la otra. O la rivalidad existentes entre países limítrofes que a veces son nuestros hermanos y, otras los «bolitas». O dentro del mismo país las
hostilidades entre porteños y provincianos.

Pero volviendo a la violencia en el fútbol dentro de esta
línea de análisis, los integrantes del equipo contrario son
sentidos como enemigos para los cuales no hay tolerancia
alguna.

Cada vez que sentimos rechazo hacia personas extrañas se
evidencia los efectos del narcisismo que cree que cualquier
diferencia con el otro implica una crítica para sí; es por esto
que no es tolerada.

Sin embargo la intolerancia desaparece entre los miembros
de la masa, es decir, se toleran restricciones del narcisismo.
Freud nos dice que esto obedece a los enlaces libidinosos
que sostienen las relaciones con el otro.

Al enemigo se lo «mata» y al par se le da el amor que se
reclama para sí en esta doble corriente (con respecto al líder
y a los pares).

Sería conveniente que los responsables de estos encuentros
tuvieran presente que «exterminando» al del equipo contrario no se anularían las diferencias ya que éstas son sexuales. Hay algo en estas personas que no termina de operar:
la castración.

Si muchos de estos comportamientos no fueron avalados
por los caudillos responsables de los equipos, serían otros
los resultados.

No se puede vivir en una sociedad sin leyes, no se puede
vivir en el reino de la impunidad. Este es el pasaje que dió
la humanidad hacia la civilización.

Angela Cascini. Psicoanalista
Buenos Aires: 47 35 01 01


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NO ES ORO TODO
LO QUE RELUCE

Si Freud escribiera refranes, diría: «no es oro todo lo que
reluce», o «la realidad toma el color del cristal con que se
mira».

El sentido del sueño, del síntoma, del lapsus, no lo hallamos
en el relato manifiesto, en los hechos observables. De
nuestros sentidos no podemos fiarnos porque nos engañan.

El engaño y el error van a operar como imán en Freud, allí
él va a buscar algo del orden de una causalidad que, en el
decir de Lacan: «sólo hay causa en lo que cojea», es decir,
que en el tropiezo está lo verdadero. El error no es la equivocación como comúnmente la concebimos, sino que señala algo del orden de lo no conocido para el sujeto, aquello
que lo sorprende en el pleno sentido de lo nuevo. La novedad
como producción está ligada al concepto de inconsciente
producido por Freud.

No hay inconsciente previo a la interpretación psicoanalítica,
no preexiste ni se lo halla en ningún lugar.

El inconsciente freudiano nada tiene que ver con las formas
de inconsciente que lo precedieron; no es la noción platónica
de verdad olvidada que debe salir a la luz, así como tampoco es lo que se le opone a la conciencia, como muchas
teorías psicológicas postulan.

El inconsciente que Freud conceptualiza por primera vez
en el año 1900, en su libro «La interpretación de los sueños»,
es un nuevo concepto que provoca una ruptura en el
modelo ideológico imperante donde la conciencia dominaba
la vida anímica.

Cuando Freud abandona la teoría del trauma, a raíz del
descubrimiento: «mis histéricas me engañan», le da un giro
a la teoría porque introduce el deseo inconsciente, y la consecuente partición del aparato anímico en consciente/
inconsciente. Es una carta dirigida a Fliess, le dice:
«...Bajo la influencia de la teoría traumática de la histeria
tendía a juzgar como reales y de pertinencia etiológica los
informes de pacientes que hacían remontar sus síntomas a
vivencias sexuales pasivas de sus primeros años infantiles.
Cuando esta etiología se descartó por su propia inverosimilitud, el resultado fue un período de desconcierto total. El análisis nos había llevado por un camino correcto hasta esos traumas sexuales infantiles y hete aquí que no eran verdaderos. Era perder el apoyo de la realidad... Perseveré porque cuando las expectativas no se cumplen es preciso revisarlas. Si los histéricos reconducen sus síntomas a traumas inventados, he ahí precisamente, el nuevo hecho, a
saber, que ellos fantasean esas escenas, y la realidad psíquica pide ser apreciada junto con la realidad práctica...»
(septiembre 1897).

Freud, en la «Interpretación de los Sueños», nos dice: los
sueños tienen sentido, y este sentido se lo da la interpretación psicoanalítica. Del relato que hace el paciente, el psicoanalista sólo escucha, en esa escucha particular, aquello que pertenece al campo del inconsciente, aquello que lo denuncia, digamos, no la historia narrada de lo que le aconteció al paciente, no el sueño que relata, sino aquello que las palabras no dicen, en su decir, y que el sujeto desconoce.

Más allá de la verdad o la mentira, de lo que se trata en
psicoanálisis es del discurso, en tanto el inconsciente está
estructurado como lenguaje.

El síntoma resulta tan incomprensible para el paciente
como sus sueños, es por ello que lo da a leer. El gran descubrimiento freudiano es que el síntoma habla, pero no
habla para todos, sino que habla para quien sabe escucharlo.
No le habla al paciente, al paciente lo hace sufrir, le habla
al psicoanalista.

Al ser humano le resulta imposible decir exactamente
cómo ocurrieron los hechos, aquello que pasó se pierde en
el relato, porque no es lo que pasó verdaderamente, sino lo
que ahora digo de aquello que pasó.

Para el psicoanálisis, los hechos sólo existen después de
ser interpretados.

Un tratamiento progresa en tanto se puedan discriminar
absolutamente estas dos realidades de las que hablaba Freud
ya en 1897: la realidad material de la realidad psíquica.

El psicoanálisis autoriza a trabajar únicamente, con la realidad psíquica; por ello decimos que al psicoanalista le compete dirigir la cura, y no la vida del paciente. Eso es algo
que le compete exclusivamente al paciente, manifestar en lo
social los efectos de transformación que en él produjo el
psicoanálisis, única manera de saber si hubo interpretación
psicoanalítica.

«Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra Azar, rige estas cosas.
Al errar por las lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro...
Cuál de los dos escribe este poema?»

J. L. Borges

Alejandra Madormo. Psicoanalista
Buenos Aires: 15 41 70 42 43

PREMIO PABLO 
MENASSA DE LUCIA

1.ª CONVOCATORIA
Modalidades: a) Poesía y b) Psicoanálisis

c/ Princesa, 17, 3.º Izda. 28008 MADRID - Tel. 91 542 33 49


EL PAÍS, miércoles 3 de marzo de 1999
FUTURO

“TODO INDICA QUE EL APRENDIZAJE
SOCIAL MODIFICA LAS CONEXIONES
NEURONALES Y EL PSICOANÁLISIS,
NO TE DIGO”

¿POR QUÉ EL SÍNTOMA
ES INALIENABLE?

Hay un carácter relativamente permanente del síntoma, es
decir que el síntoma no cesa. El síntoma tiene que ver con
lo Real. Si bien fue considerado como efecto inconsciente o
como condensación de significantes con determinación
simbólica, hay algo que no cesa, que es inalienable. Si en un
primer momento el síntoma puede quedar como levantado
en la sublimación, tenemos que considerar que la sublimación tiene mucho de proceso, de imaginario, de los ideales. Si bien vuelve a situar en otro lugar lo real de la Cosa, y lo real de la Cosa es el correlato del goce, el síntoma vuelve a aparecer, en otro lugar, sí, pero se repite.

Con respecto al goce tenemos que diferenciar el Goce
Fálico como correlato de un objeto de la realidad y el Goce
del Gran Otro como correlato de la Cosa. El goce de la Cosa
tiene una autonomía con respecto al goce de la palabra que
se sostiene del Goce Fálico, y no incide sobre éste, no lo
destruye, más bien marchan juntos.

En los efectos inconscientes hay una irrupción de lo Real,
en el poder de la palabra irrumpe lo Real desde el Gran
Otro, esto está jugado en la dimensión de La Cosa. Allí es
donde aparece el síntoma, pero el síntoma que aparece
como se dijo desde un comienzo como la voz de las neurosis, tendría que ser leído como fenómeno secundario, después de haber establecido la pertinencia observable y escuchable del fenómeno sintomal. Es decir en la repetición.

Se trata de una interrupción y de una repetición, los efectos
inconscientes suspenden la continuidad imaginaria de lo
dicho como relato consciente. Y si bien esto es una experiencia observable, nos queda por determinar lo que no es del orden de lo observable, ese otro movimiento que indica
la situación del objeto. Una posición del objeto que es del
orden de lo imposible, que instala una lógica paradojal.

Esto es observable en la clínica y en relación con la
Psicosis se hace evidente que allí no se trata sino de un
acontecimiento límite que no es del orden de la experiencia,
sino que es del orden del acontecimiento, ya que es del
orden de los efectos de agujero. La pregunta es si en la psicosis podemos quedarnos afuera de la teoría sintomal.
Desde los comienzos de su obra, de la época de su relación
con Fliess, ya hablaba Freud y es más, clasificaba a las psicosis, dentro de las neuropsicosis de defensa. ¿Puede quedar algo fuera de la teoría sintomal? ¿O se trata también de una sombra sintomal? Tomemos por ejemplo la teoría,
cuando Freud elaboraba la teoría lo que hacía era dar nombre
a las cosas, y así iba dando luz a lo real en el lenguaje,
construyendo así una estructura, hacía uso de la función de
nominación. Podemos decir que la teoría entonces no es
sintomal, y esto pasa siempre y cuando ella misma sea
estructura, esto quiere decir que haya implicación del sujeto
en lo real y en el lenguaje, es decir cuando es escritura.

Aquí se trata del goce de la palabra, de la nominación. Dar
nombres en psicoanálisis tiene que ver con la Función
Paterna, con el Nombre del Padre, y el Nombre del Padre se
va a instalar en un lugar nulo, cero, donde no se trata de la
marca significante, sino que la marca marca una carencia,
una ausencia.

Entonces, si el síntoma no es simplemente el fenómeno
prototípico de la neurosis, aunque también lo es, y la neurosis
no es sólo una represión del Inconsciente, sino también
una represión del Nombre del Padre, entonces el deseo
está jugado, y lo real está jugado. Lo Real tiene función de
nominación, habitualmente se nombra lo real y se lo destituye
de esta función, y esto porque se dice que está fuera del
sentido, fuera del lenguaje. Real como eso que nombramos
y que al mismo tiempo se desvanece como nombre, pero
que hay una manera en que no se desvanece y es articularlo
en la clínica, cuando es Ley de Castración, la Ley de
Castración no es síntoma, allí hay Uno.

Entonces, el síntoma más allá de la neurosis, pero también
en la neurosis, y aquí es cuando la teoría da una segunda
teorización e incorpora el mecanismo de repetición. La
repetición es la operación fundamental de la estructuración
de los posicionamientos clínicos, y clínico es el posicionamiento de un hablante como sujeto dividido y su situación con respecto a la castración le es dada por la interpretación, es decir que se divide en la interpretación.

La ley es determinante, y determinante quiere decir que
pone las condiciones causales que van a dar el lugar de la
Verdad en la realidad. Lo real no es lo real de la cosa, en lo
real está la interpolación de la Verdad. La Verdad es Ley de
Castración. El deseo y la Ley de Castración hacen el acto, y
ahí está el síntoma, o sea la puesta en acto del Inconsciente.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 322 64 00

 

NOVEDADES
EDITORIAL 
GRUPO CERO

FREUD Y LACAN
—Hablados— 1
(2.ª EDICIÓN)

AUTOR:
Miguel Oscar Menassa
PTS. 2.000; 16 US.

 

Un libro que nos permite introducirnos en uno de los
pensamientos más importantes del siglo XX.

Freud porque es el nombre de la obra que nos permite
pensar la dimensión inconsciente como lo que nunca puede
faltar en un acto psíquico, en tanto sabemos que hay actos
en los cuales no participa la conciencia, es decir, que acontecen ajenos al sujeto. Sin embargo, el inconsciente incide sobre todo acto humano.

Lacan porque perteneciendo a la historia del psicoanálisis
renueva la lectura de la obra freudiana volviendo al original:
los monumentos que son los textos de Freud. Autor
que nos permite pensar la transmisión del psicoanálisis.
Y «hablados» porque este libro es la puesta en acto de la transmisión del psicoanálisis.

Más de 450 páginas nos permiten navegar por lo más
complejo de forma sencilla.


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PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

LA HIPERTENSIÓN
ARTERIAL O LOS SONIDOS
VASCULARES DEL DESEO

La hipertensión arterial es quizás el problema de salud
pública más importante en los países desarrollados, ya que
es una enfermedad frecuente, asintomática en ocasiones y
fácil de diagnosticar, presentando complicaciones que pueden
llevar a la muerte si no se trata adecuadamente. Así
comienza el tratado de Medicina Interna del Dr. Harrison el
capítulo dedicado a la Vasculopatía Hipertensiva. Continúa
el texto diciéndonos, la mayoría de los casos (90%-95%), la
causa de la Hipertensión se desconoce, recibiendo el nombre
de Hipertensión Arterial Idiopática o Esencial. No cabe
duda que el problema fundamental para descubrir los mecanismos responsables de la hipertensión se puede atribuir a la gran variedad de sistemas involucrados en la regulación de la presión arterial (adrenérgico, periférico, renal, hormonal y vascular) y a lo complejo que resultan las relaciones entre estos sistemas. Al igual que una Neumonía se debe avarios agentes infecciosos, aunque el cuadro clínico que se observa puede ser igual en todos los casos, del mismo modo la hipertensión esencial se debe probablemente a distintas causas.

Y como el 5-10% restantes de hipertensiones sus motivos
se encuentran de forma específica en alteraciones renales,
endocrinas, cardíacas o neurogénicas, el imaginario médico
así conformado en el estudio académico de esta disciplina,
tiende a buscar en los órganos del cuerpo la o las causas del
síndrome.

Recordemos que el mismo texto, de obligada lectura para
todo estudiante de Medicina, nos dice en otros lugares que
el corazón es un lugar de resonancia en el cuerpo.

En el tratamiento de la dolencia existen múltiples fármacos
y dietas alimenticias. Podemos decir hasta aquí que todo esto corresponde a la mirada formal de este cuadro clínico,
pero echamos en falta una mirada sobre esta dolencia que tenga en cuenta el deseo, ya que el paciente es un ser
sufriente que por algún motivo necesitó o se abocó su vida
a una crisis hipertensiva, además no todos los enfermos
evolucionan igual a pesar de atenderlos a todos bajo los
mismos criterios diagnósticos.

La vida pulsional, el sujeto psíquico, el Deseo Inconsciente
son términos que desconoce la Medicina, que no se estudian en la Facultad, que se encuentran fuera de los límites de aquellos conceptos de los cuales el imaginario médico tolera pensar. Pero éstos no son argumentos para invalidar otras maneras de pensar, por ejemplo lo que el Psicoanálisis como instrumento de conocimiento y posibilidad terapéutica nos propone. En mi práctica médica tuve la ocasión (y debe pasarles a todos los médicos), de atender a muchos pacientes aquejados de unas cifras tensionales elevadas
y acompañados de un cortejo sintomático o no, pero en todos los casos tuve la oportunidad de escuchar (prestando atención al decir del paciente) que lo que le preocupaba al paciente era siempre otra situación y que lo que le llevaba a la consulta no era únicamente la cefalea o los mareos o los nervios, sino que esa era una manera de llegar, una tarjeta de presentación socialmente aceptada, pero siempre estaban los fantasmas personales, la angustia mal elaborada, una sexualidad no satisfactoria, unos conflictos familiares, un stress laboral, etc. Y también tuve la oportunidad de no sólo atender sino que también traté a los pacientes teniendo en cuenta el deseo inconsciente, escuchando los sonidos vasculares de su ser deseante, de su cuerpo pulsional
relacionado con el lenguaje, inmerso en el intercambio con otros humanos, atravesados por las diferentes formas de gozar. Y no sólo mejoraba la sintomatología y disminuían
las cifras tensionales, aparecía además un sujeto que no necesita la angustia para hablar, para psicoanalizarse.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

PSICOANÁLISIS
PARA MÉDICOS

He asistido recientemente a un congreso sobre Psicoanálisis, que se daba en llamar La Interpretación Psicoanalítica en una Escuela de Psicoanálisis, y como quiera que habitan en mí, en continua disputa, un médico biologicista y un proyecto de psicoanalista que a todo suceder biológico intenta buscarle una vertiente inconsciente, me siento en la obligación de transmitir a la población médica la siguiente conclusión fundamental: Señores, el psicoanálisis cura. Esta reunión de psicoanalistas ha convencido al médico que hay en mí de la presente afirmación. Y ustedes se preguntarán ¿Para qué le puede servir a un médico el psicoanálisis? Si no tiene uno en cuenta los mecanismos inconscientes que están en juego en el enfermar, no puede ayudar nunca al paciente en ese sentido, un ejemplo claro es cómo el sentimiento inconsciente de culpabilidad, que para decirlo de manera sencilla, se genera cuando el bebé, ser indefenso que no tiene otra manera de sobrevivir que su dependencia materna, termina por amar a la madre y siente deseos de eliminar al padre como competidor de su amor por ella, esto que nos pasa a todos, a una persona en análisis puede parecerle la única manera posible de entrar en el mundo, de acceder al lenguaje, puesto que el desvío de la mirada de la madre, la decepción necesaria que sufre el niño por la imposibilidad de que su amor sea correspondido de la manera en que él lo pretende, es la única manera en que el niño, desengañado, desvía la mirada de la madre para mirar al mundo. El haber abrigado contra el padre ese deseo de que muriera, para quedarse para siempre en los brazos de la madre, es lo que está en la génesis del sentimiento inconsciente de culpabilidad, este sentimiento puede hacer que el sujeto reciba la enfermedad como un castigo merecido, y por tanto, el médico se encontrará con una fuerte resistencia a la hora de conseguir la curación del paciente, puesto que este prefiere estar enfermo a sentirse culpable, estos son esos sujetos que tan habitualmente nos encontramos en la práctica de la medicina, en los que no nos explicamos cómo conociendo la gravedad de la enfermedad, su estado de ánimo es totalmente incongruente, nos parece que hasta están contentos, muchos de ellos, no se curarán nunca si no es con una intervención psicoanalítica.

Alejandra Menassa de Lucia. Médico
Madrid: 91 542 33 49

 

EL PAÍS, 
jueves 18 de marzo de 1999


Un estudio oficial
de EEUU apoya
el uso médico
de la marihuana


El uso médico de la marihuana es uno de los tratamientos
más eficaces en los enfermos terminales, afirma un estudio encargado por la Oficina gubernamental de Control de Drogas de EEUU, y realizado por el prestigioso Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias de ese país. Según el informe, la marihuana no es particularmente adictiva, no actúa como droga de entrada hacia las llamadas «drogas duras», y tampoco está comprobado que su consumo pueda aumentar si es legalizada.

En casi todos los puntos de discusión, los científicos
independientes que tomaron parte en el estudio encontraron un consenso «sustancial». «Para algunas personas, los beneficios potenciales superan con mucho a sus riesgos», afirman. Esas personas son los enfermos avanzados de sida, de cáncer y nervios comunes


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Es una novela
de Miguel Oscar
Menassa

CAPÍTULO VI

Cuando se fue Evaristo, Josefina sintió que se había acabado la noche, la fiesta, la vida. Y aunque él le había invitado a su casa mañana, hoy todo había perdido su sentido. Les dijo a los pocos invitados que todavía quedaban en su casa que se podrían ir cuando quisieran, que ella se iría a descansar a su dormitorio.

Mientras se desnudaba, para meterse en la cama, llegó a
pensar:

A lo mejor Evaristo volvería como ella había vuelto aquella
noche en su casa.

Descartó en seguida la idea, pensando que sería difícil
que, en la calle, lo asustaran walkirias asesinas para que él
volviera corriendo a sus brazos.

Así que dejaré por ahora el asunto, se dijo. Sin embargo,
pienso que me resulta muy difícil sostener el deseo por un
hombre sin hacer el amor con él.

Yo, en la carta, le dije que era la primera vez que lo hacía
así de esta manera. Él debe haber supuesto que esa manera
sin uso anterior en una mujer de más de cuarenta años no
podía tratarse de mi cuerpo, de mi sexo.

Josefina no había tenido nunca demasiados problemas con ese asunto de los hombres. Había tenido sus primeras
relaciones sexuales a los diecinueve años. Luego se había
casado, había tenido dos hijos que ya estaban en la universidad.
Había tenido amantes, en fin, una vida sexual, si se quiere, intensa.

No era, exactamente, follar lo que más le interesaba en
ese momento de su vida. Pero Evaristo, algo de ese hombre,
le provocaba cosas que ni los embarazos de sus hijos le provocaron.

Algo de la creación me daría ese cuerpo en su contacto,
pero, también, era una locura pensar así.

Josefina se había separado de su marido hacía algo más de
diez años, y se había casado, en segundas nupcias, con un
proyecto social. La Escuela de Psicoanálisis que dirigía el
Profesor, su psicoanalista.

Su carrera era brillante, sólo le faltaba el toque mágico de
la escritura, que no era que no lo tuviera. Ella pensaba en una inhibición en ese circuito de su alma, y no en una mutilación,
y Evaristo era, no porque lo fuera, exactamente, sino que ella lo veía así, el eslabón perdido de sus inhibiciones.

Él prometió, antes de irse, contestarme la carta. Por otra
parte, pienso que lo único que yo le he pedido seriamente es que me conteste esa carta, que me diera la posibilidad de ese diálogo por escrito, y sólo habían pasado unas horas y
yo ya me lo quería follar.

Me parece, se dijo Josefina, que tengo que aclarar mis
ideas. ¿Cómo es que a los cuarenta años no sepa si quiero
ser escritora o prostituta?

Hay algo que no entiendo, y eso me pone fuera de mí.

En eso que no entiendo, en eso que no entrego a la circulación, se detiene la vida en mí. Por eso amo a ese hombre, porque me parece que no necesita para vivir tantas tonterías para sobrevivir.

Josefina dormitaba y, de golpe, se sobresaltaba por algunas
imágenes donde ella, con un ímpetu desconocido, se quedaba un mes escribiendo y conseguía, por fin, entrar por
los senderos del poema, y eso la hacía más feliz que tener
éxito como profesional, que ya lo tenía y nada, en ella, calmaba o colmaba ese bien quehacer.

En los sueños donde ella triunfaba como escritora siempre
estaba Evaristo al lado de ella. Esto mismo ya le había pasado con el psicoanálisis, cuando se veía triunfar en su
carrera médica, siempre veía a su lado al Profesor.

No cabía ninguna duda, después de su marido y de su psicoanalista, era evidente que Josefina sentía haber conocido, por fin, el tercer hombre de su vida.

Sintió cómo se iban los que aún quedaban en su casa. Sintió cómo apagaban algunas luces. Escuchó las puertas
de la casa al cerrarse. El ruido de las puertas de los automóviles y, luego, el ruido del motor y, alejándose, el ruido
de los neumáticos sobre el camino de piedras.

Se quedó más tranquila, se incorporó en la cama, buscó en
la mesilla de noche algún libro y tropezó con el cuaderno
en el cual, todas las noches, trataba de escribir lo que había
pasado durante el día, sin conseguirlo.

PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS

CHARLAS
COLOQUIO
CON MIGUEL
OSCAR
MENASSA

PTS. 700; 7 US.

El objetivo del lanzamiento de este nuevo título de la colección “Psicoanálisis para Todos”, de Editorial Grupo Cero, es dar a conocer la importancia que tuvieron estas charlas coloquio al tratar dos temas fundamentales en el campo psicoanalítico: transmisión y transferencia. La transferencia, un concepto olvidado y que es el fundamento de la teoría psicoanalítica. Formar en psicoanálisis es transmitir y transmitir en psicoanálisis sólo es posible en el marco de la transferencia analítica.

No habrá escuela. Habrá estilo y un estilo no transmite nada, sólo se desarrolla. Para todo aquel que participe de su desarrollo se abre una posibilidad de estilo. Esa apertura es lo que se transmite.

Formarse como psicoanalista es una tarea que muy bien hace a la humanidad, pero debe saberse que es una tarea para toda la vida y donde toda la vida, cada vez se pone toda ella en juego.

Al principio el candidato tendrá que combatir y será siempre vencido. Su aprendizaje tiene que haber sido aprender a caer. Luego, un día habrá una interpretación que lo transforma todo.

Ningún sentimiento puede posibilitar o alterar la transmisión en psicoanálisis. Sólo es posible si existe un sujeto, es decir, alguien capaz de demostrar la verdad de la ciencia psicoanalítica. La interpretación, si es psicoanalítica, es siempre deseo.

Como transmitir no es educar, en estas charlas coloquio en manos de Miguel Oscar Menassa queda claro que no es su objetivo la enseñanza acerca de la transmisión y la transferencia, sino que se transmite el psicoanálisis en este mismo acto, y todo lo que se dirá va a tener que ver con la relación que se establece en transferencia analítica y ésa será la enseñanza.

El psicoanálisis es un hecho exquisitamente comunitario, es decir, el psicoanalista tiene que estar, para que haya psicoanálisis, en una cadena de transmisión. Una formación de psicoanalistas sin diván, como proponen otras escuelas, es filosofía. Ni Freud ni Lacan pudieron imaginarse la cuestión sin el psicoanálisis del psicoanalista. Lacan, más que descubrir, ve cómo puede transmitir el descubrimiento freudiano. Por eso Lacan abre un espacio infinito en el campo de la transmisión.

Todo se jugará en transferencia, pero algo no. La teoría que dice que la transmisión sólo es posible en el campo de la transferencia, es el único concepto que está fuera de la transferencia. Este fenómeno produce tanto al paciente como al psicoanalista.

Por eso decimos que la transferencia no es algo que le pase al paciente, sino que es un concepto teórico. Es común incurrir en el error de creer que la transferencia se puede interpretar, es decir, mostrarle al paciente lo que supuestamente le pasa con el psicoanalista. Este hecho, en lugar de producir una interpretación, produce una racionalización. La interpretación será en transferencia y para eso el psicoanalista debe estar relacionado con su psicoanálisis y con la teoría psicoanalítica, y no con el
paciente. Y esa será la relación analítica.

Miguel Oscar Menassa

• Psicoanálisis
• Supervisiones
• Psicoanálisis grupal
• Seminario Sigmund Freud
• Talleres de Poesía

Escuela de Psicoanálisis
Grupo Cero

MADRID: 
91 542 33 49

BUENOS AIRES: 
328 06 14 - 07 10


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Se entusiasmó de tener un cuaderno entre sus manos.
Pensó que podía intentar escribir. Inmediatamente pensó
que mejor lo dejaba hasta que Evaristo le contestara su
carta, mejor se dormía y así se tranquilizó.

Cuando Josefina estaba, aunque sin mucha convicción,
tratando de dormirse, escuchó que alguien, claramente en
el salón de su casa, hacía sonar al piano lo que ella, entre
dormida, creyó escuchar magnífico sonido.

Se colocó una camisa en los hombros y fue a ver quién se
había quedado en la casa y por qué estaba tocando el piano.

Su corazón latió apresuradamente pensando que a lo
mejor Evaristo le había hecho esa broma.

Pero sólo fue un instante, Evaristo no tocaba el piano.

Ricardo, con entusiasmo, le daba a las teclas literalmente
una paliza, tocaba como si fuera la última vez que lo haría.
Cuando entró Josefina al salón además de tocar, con voz de
barítono, cantó Una furtiva lágrima.

Josefina sonrió para ella y se dijo:

Bueno, no está mal que sea Ricardo con quien tenga que
hacer el amor, para ir pura, sin deseos, mañana a verlo a
Evaristo.

Ricardo no dejaba de tocar y cantaba ahora la Traviata con
mucho sentimiento.

Ella se acercó al piano y se sentó encima del teclado, en el
movimiento perdió la camisa y Ricardo no tuvo más reme-dio
que ver esos pechos suyos, tan serenos, tan redondos,
tan bien puestos en una mujer de su edad, y dejó de cantar
para coger la camisa de Josefina del piso y colocársela de
nuevo sobre los hombros.

Apretó suavemente sus manos en los dos hombros de
Josefina y ella se dejó hacer, pero parecía menos decidida
ahora a hacer el amor con Ricardo que cuando había entra-do
en el salón.

El salón le traía recuerdos de la noche.

Ricardo percibió algo inconsciente en ella, y le dijo:

—Entre los indios solíamos dormir juntos no para follar,
sino simplemente para hacernos compañía. Y no es que yo
sea exactamente un indio, pero si tú quieres, podemos dormir
juntos.

La manera de proponérselo excitó a Josefina, que nunca
terminaba de saber qué era lo que la excitaba de los hombres, del otro estaba loca por su escritura, el Profesor la volvía loca con sus palabras, y ahora éste la excitaba no tanto
por la propuesta de dormir juntos, sino por la retórica de la
propuesta.

De cualquier manera, ese no era momento para reflexionar
lo que le pasaba con los hombres justo ahora que le estaba
pasando, y prefirió dar ese paso atrás que él le pedía y,
entonces, le dijo:

—Ven, vayamos al dormitorio, que estaremos más cómodos.

Ricardo se sentó sobre sus piernas al lado de la cama, ella
se tumbó, literalmente, en la cama, dio suspiros, tres o cuatro, y dijo en voz alta, no tanto para Ricardo, sino para Evaristo:

—Así es la vida, aunque nadie la quiera vivir, así es la
vida.

Ricardo, desde el suelo, con voz parsimoniosa, agradable,
le dijo:

—Qué rara que es la vida ¿viste? Yo debo haber sido el
único de los hombres de esta noche que no estaba en tu lista
para dormir contigo, ¿viste? La vida es así.

Bueno, pensó Josefina para sus adentros, Ricardo no es
ningún gilipollas, así que Evaristo y el Profesor hoy se pueden
ir a la mierda y, contestándole a Ricardo:

—No vayas a creer que no he pensado en ti, pero también
llegué a pensar que no sé si te interesaría hacer el amor con
una mujer mayor que tú.

—Yo —devolvió Ricardo— había pensado que a toda una
señora como tú no le gustaría dormir con un indio y encima
hacer cosas de indios, en lugar de hacer el amor, acompañarse.

—Bueno —dijo Josefina riéndose—, en verdad no estamos
hechos el uno para el otro.

—Menos mal —agregó Ricardo mientras se quitaba los
zapatos y se tiraba él también en la cama.

CAPÍTULO VII

Yo soy aquel caballo marino que te amaba. Soy el brusco
sonido de los Alpes envuelto en esta caja de bombones que
he comprado para ti, mi pequeña gorda enamorada, mi bestia
enroscada en sí misma. Para ti esta caja de bombones
comprada con el dinero de mi trabajo y cuidada con amor
contra mi pecho durante todo el trayecto desde la bombonería
hasta tus brazos. Oh luz, hecha terquedad, mi gorda
querida. Vaca de humanidad tendida sobre el horizonte del amor. Carne picada de una comida fácil y nutritiva. Algo
natural para tus besos, bombones con una pequeña vaquita
dibujada tocándose las tetas. Verás, amada, el tierno porvenir
de la leche haciéndose añicos en tus fauces devoradoras
y, por qué no decirlo, si te quiero es precisamente, pequeña
vaca gorda y casi muerta, si te quiero es por tu silencio. Por
ese campo sin extensiones que se abre al movimiento de tu
mandíbula, toda una llanura espléndida frente a mí, abierta
con tus dientes, amada vaca, y tu silencio marcando el porvenir de mis próximos pasos.

Me he quedado sin aliento subiendo la escalera, estoy
viejo, además 40 cigarrillos y tres polvos por día, así no hay
quien aguante. Pero los bombones los compré con la intención de vértelos comer. Eran cálidos mis sentimientos hacia ti cuando compraba los bombones. La chica de la tienda llegó a decirme:

—¿Bombones para su enamorada? ¿Se los envuelvo?

—Sí —le dije yo al verla tan solícita—, envuélvamelos
uno por uno, así son varias las sorpresas que le doy.

—¡Uno por uno! —dijo con admiración la empleada—.
¿Pero usted está enamorado o está loco?

—Bueno, está bien —le dije yo—, me los llevo sueltos en
el bolsillo, y así usted no se molesta para nada.

—Pero no es eso —contestó rápidamente la empleada—,
sino que me parece que usted es una persona trastornada.
Y rápidamente, sin darme tiempo a contestar, hizo un solo
paquete con todos los bombones y me dijo:

—¿Así es como los quería?

Yo, sacando de mi bolsillo izquierdo del pantalón, con la
maestría que me caracterizaba, las 1.800 pelas que costaban
los cuatro bombones que, al final, no eran tantos, y
cogiendo la caja de bombones, le dije tranquilamente:

—No, así no los quería.

Ella forcejeó para devolverme las 1.800 pesetas, pero yo
le dije que nada.

—Que no fuera como yo quería no significaba que no me
fuera a llevar los bombones, vinieran como vinieran.
Porque nada en la vida, y a mí me parecía, siendo ella
comerciante, tendría que saberlo: las cosas nunca vienen
como uno las quisiera.

Ella guardó en la caja las 1.800 pesetas y yo le dije gracias.

—¿Viste, gorda, cómo ha progresado tu cerdito?
Hace un año atrás me hubiera casado con la señorita de la
bombonería, hoy día me alcanzó con darle una lección a
esa zorra.

Yo quería mis bombones para que mi vaca no perdiera la
serenidad, que estuvieran envueltos, por separado o todos
juntos, fue idea de ella.

Bueno, primero quiso hacer el bien y luego se arrepintió,
como todas las mujeres. ¿No es verdad, mi pequeño pedazo
de carne con ojos?

No me hable, por favor, no me diga nada, quisiera volver
por mí mismo a encontrar un cauce para mis palabras.

No me diga nada, no comprometa su virtud, su inteligencia
con mi locura. No quisiera perturbar su clara manera de
pensar con tanta carne. Así que cómase los bombones y
calle.

Dígame, ¿cómo vamos a emprender el regreso si todavía
no hemos llegado?

Siempre hemos titubeado frente al vientre de la muerte.
Vamos, venga conmigo, doctorcita, y abramos el vientre de
la muerte.

No me toque, vaca asquerosa, no me maldiga, soy una
psiquis abandonada por el cuerpo.

Digo, digo, pero no siento nada de lo que digo, por eso mi
vaca, mi perfecto silencio, hoy he venido a descuartizarte. A liberarte definitivamente de tu carne.

Cuerpo mudo del amor, hoy soy esa música. Vamos, vaca,
dígamelo de una vez, dígame que su cerdito es el amor.

Usted preferiría que yo viniera por alguna enfermedad, y
así tendría algo de qué hablar, pero mi enfermedad es el
conjunto del lenguaje. En mí, piedra y corazón pueden
tener el mismo contenido, y si bien no pago por su silencio,
todavía no estoy en condiciones de escuchar sus palabras.

De pronunciar alguna, entraría en mí como a veces el aire
en su inquietante sonido hacia ninguna parte.

Hablar es algo difícil para quien no termina de darse
cuenta qué es lo que debería dejar dicho para que algo de
su vida se entendiera, tal vez haciendo el porvenir sangran-te
de la dicha de otoño, es cuando deberíamos salirnos sin
mapas de las limpias cabezas de la tarde, donde el hombre
vuelve a ciertas dimensiones del placer y la muerte que no
han sido alcanzadas ni bien sonaran los clarines de la tierra
que, en verdad, nunca fueron capaces de morir por nada
que no fuera ellos mismos.

En el alba descubierta por las noches, verdaderamente
abiertas a las extensiones de los lagos marítimos y la vergüenza de no ser sino especies extinguidas, abiertas a la
soledad de los misterios de la eternidad ahí donde los
avioncitos nunca pudieron llegar.

Así, así, hubiera querido encontrarte en los aluviones del
pasado, así, sentado sobre la hierba, contemplando serenamente el pasado del hombre y no sabiendo otra vez más a qué atenerte.

No dejaremos otra vez que toda la sangre se seque, antes
del sol, antes de la noche, antes que el tiempo borre toda
huella saldremos a la calle a mostrar nuestro amor, y ya
nadie podrá decir que somos seres sin corazón.

¿No te habrás comido todos los bombones?

¿Me habrás dejado alguno para mí, para cuando a mí me
toque escucharte?

Y así tú hablarías hasta más no poder, y yo, por fin, podría
comerme tranquilamente mis bombones, que para algo he
tenido que comprar con mi dinero y que he cuidado contra
mi pecho en todo el trayecto que va desde la bombonería
hasta aquí.

—Sí, ¿a usted, qué le pasa, Gustavo? —dijo a media voz
Josefina.

—¿A mí? Pero ¿qué me pregunta? A mí me va bien —respondió Gustavo.

Soy un poeta, pero ignorado, un amante fracasado y el
único paciente suyo desconocido.

—Pero a usted, ¿cómo le va? —insistió Josefina.

—A mí, bien, Silvia le contó a su marido que nos acostamos.

—Continuamos la próxima —dijo Josefina, esta vez con
voz firme.


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