ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 32

MONÓLOGO  

Monólogo entre la vaca y el moribundo (VIII)

 Monólogo entre la vaca y el moribundo (I)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (IX)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (II)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (X)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (III)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (XI)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (IV)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (XII)

ESCUELA DE PSICOANÁLISIS GRUPO CERO

X CONGRESO INTERNACIONAL . GRUPO CERO

Monólogo entre la vaca y el moribundo (V)

MIGUEL OSCAR MENASSA. Libros

Monólogo entre la vaca y el moribundo (VI)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (XIII)

Monólogo entre la vaca y el moribundo (VII)

Recital de Poesía "LA POESÍA Y YO"

PRIMER NÚMERO ESPECIAL: 
POESÍA Y PSICOANÁLISIS

MONÓLOGO
entre la vaca y el moribundo

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(I)

He leído nuevamente La Poesía y Yo y he decidido publicarlo.

He decidido, quiere decir, que me he encontrado en la lectura con una poesía que no pensaba estuviera ya escrita. Éste no es como ninguno de mis libros anteriores y sin embargo me vuelve a pasar lo mismo, esta vez tampoco sé si conseguiré convencer algún contemporáneo del valor de mis versos. Un libro que está compuesto de una manera nada ortodoxa para mi manera de componer mis libros anteriores.

Poemas escritos hace 30 años, con poemas escritos ayer, para decirlo de alguna manera. En momentos muy diferentes de mi vida el poeta urdía siempre la misma trama, atado al mandato de producir este libro no prestó demasiada atención a las vicisitudes de mi vida que, por momentos resultaban contrarias a la poesía y no sólo a eso, sino también, a que se reunieran en un solo libro los poemas que iba escribiendo el poeta en tan diferentes estados de mi ánimo.

Hoy frente a mí mismo el poeta ha producido el milagro, al componer con todas esas páginas un solo libro que se llama La Poesía y Yo.

Otra de las diferencias es como si todo el libro se hubiese escrito el mismo día. Como si todo no fuese otra cosa que un instante, como si los aparentes fragmentos no fuesen sino trozos de una misma fotografía. Un hombre en los finales del siglo XX.

Un hombre alucinado, luchando (y perdiendo su propia vida en esa lucha) entre ser la pureza siempre divina del hombre primitivo (amante de una naturaleza abierta donde todo el aire era para él, y su único amo era Dios) o ser el desperdicio de una sociedad en crecimiento que es lo que proponen para él, los sistemas actuales de convivencia.

No puedo sin embargo dejar de escribir que un hombre alucinado es un hombre que ve algo que no está exactamente pasando para todos, quiero decir un hombre alucinado, cuando lo dejan, es capaz de anticipar el futuro.

La ideología para vivir fue sostenida durante todo este tiempo por una sola frase:

Lo mejor para el amor, es hacerlo entre varias personas. Muhuhuhuhuhuhuhuhuhu dijo la vaca como si lo supiera.

El marco teórico con el cual yo pretendía influir al poeta durante la escritura de estos poemas, y en parte creo haberlo conseguido, estaba dado por la teoría del valor y la teoría del inconsciente, algunos conceptos de la lingüística estructural y leves nociones de ese instrumento para ayudar a imaginar que es la topología.

El poeta oponía durante todo el tiempo que duró la escritura del libro, a estas imprecisiones científicas (como él las llamaba) la vida, que en todos los casos no cabía en esa relatividad, mi propia vida que en la relación con su escritura se fue transformando hasta tal punto que llegué a creer por momentos que era yo mismo el que escribía los versos.

La vida que el poeta oponía rabiosamente a las ciencias, eran palabras, y no vanas palabras al viento juguetes de las olas, sino una vida tan material como las ciencias, porque la vida era para el poeta sus palabras escritas.

La lucha no fue a muerte, primero porque yo no soy un amante de la muerte y segundo porque el poeta traía esta 
vez intenciones
de conversar. Para él no sé cómo habrá sido, para mí fue una conversación descomunal, sin saber, sino solamente ahora, que ciertos dolores musculares, ciertos síntomas de impotencia que antes nunca había padecido, desórdenes incalculables para mi personalidad tanto en mi economía libidinal como en mi economía política,  

eran productos de instantes insoportables para mi moral durante el tiempo de la conversación. 

Muchas veces abandonaba al poeta a su propia suerte, y él, quedaba arrinconado y llegué a esconderle la máquina de escribir, y dejarlo varios días sin comer, o bien cuando me imploraba que volviéramos a escribir, lo mandaba a hacer el amor con las mujeres. Cuando yo volvía por esa sensación de grandeza que él siempre me ofrecía en los encuentros, sus primeras palabras eran siempre contra mí, me mostraba claramente en un poema la mezquindad de mi mediocridad, me llamaba dos o tres veces cobarde, y después continuábamos la conversación.

A veces en los momentos que mejor nos llevábamos intentábamos hacer el amor con una mujer. Y siempre nos salía mal.

Después de los primeros momentos donde la mujer permanecía anonadada frente a nuestra belleza inicial, comenzábamos a hacer con ella cosas diferentes imposibles de ser soportadas, como en nuestro caso, por la misma persona. Yo hacía promesas. Él insistía que la única promesa posible, era no prometer. Yo la miraba a los ojos, él prefería escuchar su voz. Ella terminaba volviéndose loca y caía enamorada en brazos de alguno de los dos según las circunstancias y según la mujer, y se quedaba a veces sin mirada, a veces sin voz. Quiero decir, nunca pudimos hacer el amor juntos con la misma mujer.

Sé que esta noche sus versos me tienen encandilado, sin embargo no termino de comprender cómo fue posible. Haber dicho esas cosas del amor, haber escrito esas palabras acerca de la muerte, proponer en definitiva una nueva manera de mirar la vida de los hombres. A veces temo ser castigado. Él no teme a nada, sólo que yo le quite el soporte de toda su grandeza, mi cuerpo tembloroso.

Él no sabe, porque todo lo hace sin saber, que mi cuerpo ya no me pertenece, o por lo menos está perdido entre sus letras. En estos momentos cuando yo acabo de confesarle lo que no pensaba confesarle, él (podríamos decir) me obliga a un nuevo y definitivo compromiso. Prestar mi nombre propio como autor de su libro, ya que los poetas no tienen nombre propio, y en estas circunstancias yo fui su amigo.

Cuando comprendo la propuesta siento halago que me corresponda, a mí mismo, ser el autor de este libro, y al mismo tiempo la duda que se me otorgue tan fácilmente cosa tan grande, por la simpleza de haber vivido dentro de la misma piel, durante un tiempo junto con un poeta.

Pregunto rápidamente ¿con qué, si nada tengo, voy a pagar
semejante regalo?

No obtengo ninguna respuesta.

El libro ha quedado compuesto sobre mi escritorio.

Vuelvo a preguntar desesperadamente y el infinito silencio que me rodea pone en cuestión en mi propio nombre, mi propia vida.

La poesía queda a salvo. Él, ha partido.

Muhuhuhuhu dijo la vaca, como queriendo decir: alguien tiene que firmar. A alguien con nombre y apellido le tienen que dar el Premio Nobel.

APERTURA DEL 
2000  
EN BUENOS AIRES

Sigmund Freud, Jacques Lacan
Clínica Psicoanalítica

información


Índice - Página Principal


EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(II)

Creo que mi vida es la vida de un personaje literario y no me
puedo apartar mucho de eso, cuando escribo.

Tal vez haya vivido equivocado los primeros 50 años de mi vida, tal vez, para poder vivir la vida que me fue tocando, tuve necesidad de creerla literaria, para hacerla posible de ser vivida.

Tal vez una verdad pueda cambiarse por otra verdad sin que se venga abajo ningún mundo. El amor puede transformarse en confort y el premio Nobel puede estar esperándonos, a la vuelta de cualquier esquina.

El problema, planteado a mi manera, sería el siguiente. Dentro de 21 años, matemáticamente me darán el premio Nobel de Poesía, pero yo lo quiero antes de cumplir los 60 años, es decir, 11 años antes y, me imagino, que para que ese desfasaje temporal ocurra, algo tendré que hacer de otra manera.

Se me ocurre, de pronto, la mejor idea para hacerlo posible:

Escribiré una novela acerca de un hombre como yo, de los 50 a los 60 años y la novela termina cuando me entregan el premio Nobel.

Algo como el Ulises, pero con buen final, ya que han vuelto los boleros y para el próximo siglo, exactamente dentro de 10 años, se anuncia la llegada del amor a la tierra.

El hombre vivió en las grandes capitales del mundo, Buenos Aires, Madrid, Milán, París, pero ahora, vive en Arganda del Rey, pequeño pueblo comunista, a 29 kilómetros de Madrid y con capacidad actual para 25.000 habitantes.

Cuando miro por la ventana de mi habitación, donde escribo, hago el amor y sueño, veo entre el blanco de las otras casas y el azul del cielo, la bandera argentina y un vecino en el fondo de su casa tiene un caballo, que también veo por la ventana, como en la casa de mi abuela María.

La ventaja de vivir en Arganda es que tengo jardín. Pero ya vendrán tiempos mejores, y un poeta podrá tener su plantación personal de cacahuetes o alcachofas marinas o violentas tormentas del jazmín o dulces y tercos melocotones abiertos a la esperanza o, tal vez, esa manzana verde de la doble caída.

Pecado y ciencia tocan el corazón de la manzana y nosotros las seguimos usando como fruta para después de las comidas.

Tengo tensión, tengo apetitos, hambres de milenios y, ahora, querrán conformarme con algún pedazo de queso, excrecencias de alguna vaca pastora, o la misma vaca muerta a palos y descuartizada encima de la mesa, recordando viejos rituales, donde los hombres se comían unos a los otros, y eso era el amor.

Clavo sin piedad mi cuchillo contra el corazón de la vaca y la vaca muge, se desgarra de pasión frente al asesino. Yo, con precisión quirúrgica, separo grasa y nervios y le doy a mi amada un bocado de los ovarios calcinados de la vaca.

Somos libres, me dice ella, mientras se entretiene en el ruido de sus dientes tratando de doblegar las partes quemadas del universo.

Después más ligera, haciendo de todo espejismo, una mentira, me dice con soltura.

En mí, vive una vaca magistral, que muge y asesina todo el tiempo.

A veces, parece dolorida, pero nada le importa, sabe que ha nacido para ser asesinada a palos y, entonces, caga por todos lados y las flores enloquecidas se comen lo esencial de la mierda y crecen aceleradamente hacia el futuro.

Mutilada dentro de una pequeña caja de amor acompañada de un poema o bien sobre el mármol frío y desolado de una tumba, recordando que algo vive aunque el hombre muera.

Me estoy divirtiendo como hacía décadas no me pasaba, pero me doy cuenta, que esto no me ha de servir mucho para el Nobel.

Una gran experiencia, un gran amor y me desgrano en pequeños versos cotidianos.

Ella trata de explicarme que ya fuimos dominados, hace algunos siglos, que hoy día se trata de otra cosa, que ya nadie pelea o quiere o desea la libertad. Que la gente normal hace costosas colas para denunciarse a sí misma.

Mientras se dejaba caer en la cama finalizó, sin esperanzas: lo peor, es que el Estado que nos controla es a su vez controlado por estados más poderosos...

Dejé caer sus palabras en el aire, porque ella misma las había dejado caer de esa manera y me detuve en claros pensamientos de aguas comestibles. Me imaginé vendiendo mi vida a una gran empresa inglesa y absolutamente convencido le dije sin rencor.

La palabra por la palabra es tan inocente como el cuerpo por el cuerpo.

Algo consigo, pero no me doy cuenta de haber conseguido nada, por no haber conseguido de repente lo deseado. No me dejo llevar por ese vacío del alma, comienzo todo nuevamente. Vuelvo sobre huellas dejadas de lado. Invierto, parte del capital del mundo, en mis versos. Arranco del amor, estas palabras sanas, bellas y nadie me podrá decir que no he vivido.

Me tocó el corazón de la serpiente y me siento vivito y coleando, hago ejercicios de respiración, como suponiendo que el viaje será largo y doy por abierta la competencia. Habrá fiestas y ancianas mujeres discutirán sobre mis orígenes: nació del ruido, dirá la más anciana y es por eso que puede escuchar los sonidos más lejanos de una voz.

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(III)

Llevado por la impresionante secuela de la nada leo los periódicos con distancia y sobriedad. Argentina se hunde junto con toda América Latina, ayer estuve mirando la tele y conté cuatrocientas  muertes violentas en algunas películas y dos o tres espacios de noticias.

Hoy me vanaglorio de haber escrito en toda mi vida algunos versos y, eso, hoy me conforma. Mañana, tal vez, con la excitación de un día pleno de trabajo, vuelva a pensar en el Nobel.

Ella me leyó unas páginas donde Foulkner pensaba que su obra permanecería inédita y que en todo caso nadie la leería. Que sus libros se vendieran fue su única preocupación durante más de 15 años. Después tuvo otras preocupaciones, pero ya, sus libros, se vendían.

Cuando era joven, muy joven, 16, 17 años, caminaba, mis cabellos al viento, por los rosedales de Palermo, en mi ciudad natal y me entretenía pensando en lo que sería cuando fuera grande.

 A los 17 años era un pequeño atleta y lo que más me placía era verme aviador. Aviones de lujo, trajes de etiqueta, grandes titulares en los periódicos de aquellos actos sencillos de mi aprendizaje, que eran  vividos por el resto de los ciudadanos como grandes proezas.

Poeta, eso me gustaba bastante, yo me lo imaginaba todo en Grecia y todo a mi favor. En esas fantasías siempre había miles de esclavos y mujeres que hacían posible con su trabajo y con su amor, la bella poesía que brotaba pura de toda determinación, sencilla, de mis labios.

Por ser poeta en dos oportunidades arriesgué mi vida.

Una vez fue en los bajos fondos de París, otra vez, en un viejo palacio medieval encajado en el corazón de la selva amazónica.

En París demostré que la carne no existe y en la selva demostré que el corazón de la manzana, hace siglos, que está podrido.

Fui condenado a morir desnudo en medio de la ciudad, en medio, exacto, de la selva.

En la selva amazónica me salvó, directamente, el clima veraniego de la selva y en París, me salvó una mujer. Y no diré su nombre, porque su nombre es el aliento mismo de alguno de mis versos.

Después de esos dos incidentes, salvados con magistral pericia según los críticos, amaba ser viajante de comercio, embajador taciturno en grandes soledades y ahí, solía ver grandes cantidades de sangre y de dinero, mezclándose mansamente en las aguas claras del amor.

No había para mí, reposo mi sosiego. Vendedor ambulante, era expulsado de templos y pequeños pueblos, las mujeres amaban con desesperación mis desgracias.

Pensaba eso y era jinete de caballos invencibles o el amante perfecto de la mujer más bella o el inteligente navío que cruzaba sereno las costas del saber.

Vendedor de fruta al por mayor en grandes mercados internacionales, estuve más cerca de ser contrabandista que científico y, sin embargo, aquí me tenéis, blandiendo la espada de nuevos pensamientos, siendo el ejemplo vivo de lo que sería la intervención del psicoanálisis en el pensamiento contemporáneo.

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(IV)

No me puedo poner alegre porque me envidian, y no me puedo poner triste porque me abandonan. Estoy según las matemáticas en una situación de borde.

Cuando, en realidad, muchos son los motivos de mi alegría y, a la vez, muchos son los motivos de mi tristeza y, sin embargo, quiero mantener mi negocio en pie y para eso es necesario que no me alegre demasiado y, por otro lado, la tristeza queda bien para mis clientes.

El madroño del balcón principal ya ha alcanzado el nivel de la ventana. España crece en mi corazón hasta alcanzarme.

Las flores comunitarias se muestran sin vergüenza.

Tengo que quedarme tranquilo, las cosas se irán haciendo a medida que las pueda pensar de manera correcta, material.

Yo tengo que descansar, la realidad me tiene que tomar siempre descansado.

Para engañarlos definitivamente dentro de diez años a todos, ahora tengo que poder durante cinco no engañar a ninguno. Todo el mundo tendrá en principio su verdad, después aprenderá a mentir, sabiendo que va a morir, vivir como si eso no fuera a ocurrir nunca y esa es la única gracia de la vida.

Vivirla como si fuera para siempre.

Sin grandes órdenes no se pueden construir grandes puentes. Y yo quiero llegar hasta los espacios infinitos. Así que antes de comenzar el puente algo tendré que ordenar.

El desorden es tan contrarrevolucionario como el alcohol y a mí no me pasará lo que le pasó a D.C. que no pudo con sus propias palabras. Yo soy un grupo y en un grupo a nadie se le puede ocurrir querer poder con sus palabras.

Lo que ya hice es increíble, maravilloso.

Una vida nueva que comience de esta manera, es una gran vida, estoy contento, muy contento.

Ahora podré como Balzac contar lo que me hicieron para que yo también fuera uno de ellos.

Las once de la mañana y el del gas todavía no ha venido, la gente trabaja así, no sé porqué yo, a veces, me preocupo tanto.

Yo tengo que escribir, hablar con la gente, con toda la gente y cobrar a fin de mes, mi salario, y eso será mi vida por ahora.

Como mínimo hasta el 2001. Después de haber atravesado esa barrera, me detendré nuevamente a pensar en próximas décadas.

Los nuevos horarios tienen que respetar al cliente, pero también, tienen que respetarme a mí.

Cada lugar tendrá su flor, a su tiempo.

Mis clientes actuales son el cierre de la fundación, tendrán siempre la manía de ser los mejores, por lo menos los primeros, tengo que tratarlos teniendo en cuenta, precisamente eso.

Cada uno tendrá que ser jefe de algo, de algo tendrá que tener maestría. Ésa es la educación que se merecen, y para eso algún deseo tendrán que demostrar tener.

Por otra parte pienso que 30 psicoanalistas sindicados de esa manera, son invencibles, pase lo que pase con el mundo y en el mundo.

Estar en mi sitio hará más fácil la pequeña renuncia antes del triunfo de las ideas más puras, esas que tan cerca de la poesía viven que a veces cuesta algún trabajo diferenciarlas.

Si me quedara tranquilo sin tensiones, aquí escribiendo, pensando que cada cual está haciendo lo que corresponde, eso puede hacerme un bien incalculable. Si entiendo quién me toca ser, esta vez, también haré alguna pequeña fortuna. Trabajar hasta los 75 y luego un año de descanso. Mi pequeño hijo Manuel, tendría 35 años, bueno ahí me tomo mi primer año de vida sin trabajar y según los resultados, preparo los próximos 25 años y en el 2040, publico por fin una buena antología de mis versos.

Lo siento, lo siento, el deseo está presente.
De algo me estoy dando cuenta, eso es evidente.
Los amores se tendrán en otro tiempo, siempre imposible.

Cada uno y todos y yo mismo deben ser engañados.

Me gustaría esta vez, intentar un cierto orden, dar cabida a cierta preocupación por el orden en el dinero y en los escritos. El resto se irá haciendo casi solo.

Estoy entre rejas y yo mismo me he puesto.

Me condeno a vivir y trabajar encerrado en la casa del poeta desde el 1 de julio de 1991 hasta el 31 de julio de 1996 y luego, revisaremos la condena. El solo afán de salir libre puede acarrear otra condena de cinco años más. El buen cumplimiento de la condena no acorta la pena, a lo más no la prolonga.

En cinco años, tendría que aprender a vivir encerrado en una idea y luego vendrán mis grandes obras.

Después vendrán momentos decisivos para mi escritura. No espero, ni deseo ningún gran viaje, a menos que tenga que ir personalmente a cobrar el Premio Nobel.


Índice - Página Principal


ESCUELA DE

PSICOANÁLISIS

GRUPO CERO

BUENOS AIRES

FORMACIÓN DE PSICOANALISTAS DE
LA ESCUELA

• Grupo de supervisiones
Arancel: $100.

• Grupo de Poesía
Arancel: $50.

• Seminario Jacques Lacan
Por el Grupo Cero
Arancel: $100.

SEMINARIOS ANUALES

•  Seminario Sigmund Freud I: 
«La Interpretación de los sueños»
Arancel: $100.
Comienza: 6 de abril.

• Seminario Sigmund Freud II: 
«La Segunda Tópica»
Arancel: $100.
Comienza: 21 de marzo.

• Seminario Jacques Lacan: 
«Relación de Objeto»
Arancel: $100
Comienza:
21 de marzo.

CURSOS BREVES

• «Introducción al Psicoanálisis»
marzo y noviembre
4 encuentros.

• «Medicina Psicosomática»
mayo y junio
6 encuentros.

• «La Neurosis–La Histeria»
Septiembre
4 encuentros.

TALLERES DE POESÍA

• Sábados: 13.30 horas.
Arancel: $30.
Martes 17.30 horas.
Arancel: $40.

•Jueves 17.30 horas
Arancel: $40.


INFORMACIÓN:

43 28 06 14/07 10

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(V)

¡QUE NADIE TEMA! ¡SEGUIRE TRABAJANDO¡ ¡HURRA!

Es como si hubiera dado un gran paso al estilo de los grandes acontecimientos invisibles. Esos hechos que van perdiendo la gracia de los histórico con el correr de los siglos.

No es que algo haya aprendido en consecuencia.

¡Cuántas veces supe volar!, y nunca pude hacerlo. Hubo ocasiones que la vida puso alas a mi alcance y tampoco pude decidirme.

Hasta hoy nunca hubo dinero o mujer que pudiera conquistarme del todo. Siempre me resultó, sin saber por qué, más honesto,  vivir de mi trabajo.

Ahora a unos días de cumplir 500 años toco la gaita y me entretengo mirando la lejanía que ya no fue, esos pasos que no pudieron ni siquiera soñarse y, algunas veces, por las tardes, otras por las mañanas y menos veces por la noche, hago el amor, como cuando tenía 20 años y es de eso, de lo que me gustaría hablar.

Mujer, gusto del tiempo cayendo pesadamente sobre mi cuerpo, gusto del amor, entonando cánticos de muerte.

El problema fue que en la operación no he muerto, sino que me di un golpe muy fuerte. Quedé atontado y cualquiera sabe lo que quiere decir eso. Atontado, tonto, incapaz de reconocer lo bueno de lo malo, lo entero de lo partido. Un tonto, alguien con el corazón todo para él. Así quedé después de la operación.

Entiendo a medias las cartas de los amigos. Entiendo a medias los besos de las mujeres amadas. Lo que más me preocupa es ¿cómo voy a poder vivir doscientos años con la mitad del entendimiento?

Por eso me alegra no haber muerto, por eso me alegra haberme quedado sin ilusiones. Por eso, me digo, de algo habremos de vivir cuando seamos viejos, así, que es mejor, me digo, tener un poco de paciencia y salgo corriendo hacia el próximo sentido.

Yo, por mi parte, nunca me quedé esperando nada. Todo lo daba por hecho o por perdido desde el comienzo.

Y si bien reconozco, en España, ser un ciudadano de segunda categoría, que ya es bastante, estoy escribiendo en un ordenador que cuesta exactamente, la vida y la comida de seis meses de una familia numerosa en cualquier país del Este.

Entiendo haber pagado todo, por el exilio, pero todavía me duele, pero en realidad algo he aprendido. Uno, no vende lo que quiere sino, sencillamente, lo que puede, lo que le dejan vender.

Recuerdo cuando algunos prefirieron la muerte u otra tortura semejante a tener que soportar a los españoles. Es por eso que me vanaglorio de haberlos soportado hasta transformarme en uno de ellos.

Ya nadie, si no fuera por mi nariz aguileña, pudiera imaginar que soy un sirio-libanés, nacido en Buenos Aires.

¡A comer! ¡A comer!, gritán los más pequeños.

Después de comer la vida tiene otro color. Enfrascado en mis vicios pasados dejo que el porvenir sea esta lata de cerveza que nunca terminaré de beber. Medio borracho por las horas del día, atontado, aún, por el golpe, hago cuentas. En ese sentido siempre quise ser una golondrina y me quedé sin verano.

Pero estoy contento, ahora en España, estamos en el 92 y se necesita para que los festejos sean verdaderos, alguien que haya sobrevivido al desprecio. Por eso pienso ponerme de moda. En ese momento lo venderé todo: hasta los calzoncillos que tenía puestos el día que hice el amor por primera vez en España.

Mientras tanto, no espero, me levanto todos los días a las 7 de la mañana y me voy a trabajar. Toda gente buena. Locos. Mutilados.

Toda gente honrada, pero a veces pienso que ya me convendría alguna dama adinerada que diga: Basta, usted es el poeta y entonces, yo, tendido entre sus nalgas diría toda la verdad.

Después del golpe, la imaginación, también, quedó como atontada ¿viste?

Hoy me siento cero al as. Nadie a favor y nadie en contra.
Un objeto que se agota en la utilidad que presta.
Algo que mientras se va concibiendo se va gastando.

Y entonces tengo el primer pensamiento de mi nueva vida:

Un solo pedazo de carne para tantos perros hambrientos, no sé si alcanzará...

De cualquier manera espero con tranquilidad el Premio Nobel.

GRUPO CERO

ZARAGOZA
Tel. 608 09 10 60
C/ Maestro Estremiana, 14 – Ppal. 2
Previa petición de hora


Índice - Página Principal


MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(VI)

18 de abril de 1992. Europa

En este momento se cumplen 24 horas de mi salida del hospital donde estuve 55 días.

Ayer casi me intoxico con comida, comí por tres días, hoy ya estoy mejor, fui dos veces al baño y me tiré algunos pedos, pensando que todavía estoy en el período de convalecencia y que nadie podría reprocharme por eso. Eructé a mansalva y no tuve en ningún momento ganas de fumar.

Ahora en el ordenador, por primera vez en tanto tiempo, no sé bien hacia donde dirigir mis manos. Hubo hospital y vi la muerte de frente como no me imaginaba animarme a verla sin morir.

Llegué al hospital de urgencias con la excusa de un neumotorax espontáneo, pero en realidad tres días después moriría mi madre y tanta tristeza no hubiera sido posible soportarla fuera del hospital.

No tuve tiempo de llorarla, el médico (a mi entender un genio) dos horas después de la muerte de mamá, me comunicó que me tenía que operar de los dos pulmones. Fueron tan fuertes sus palabras para mi narcisismo, que ellas vencieron en mi interior a mi madre muerta.

De cualquier manera la lucha entre el médico y mi mamá muerta duraría varias semanas. Yo a partir del primer momento me sentía totalmente entregado al médico, pero dentro de mí mi madre muerta tenía un poder de mil demonios, así que fui teniendo todas las complicaciones que se pueden tener en estos casos. El médico se daba cuenta 
y no se daba cuenta, él me veía bajo de moral y por
eso la cura era lenta, mas yo estaba muerto abrazado a mi madre muerta, hasta que una mañana, hace de eso exactamente 
16 días,
mirando por la ventana de la habitación del hospital sentí una alegría por poder mirar. Vi los pechos de mi mujer pegados a la ventana y trescientas piernas gordas y flacas, todas muy bien torneadas y detrás de los pechos de mi mujer aparecía su sonrisa de los grandes polvos de nuestra juventud y yo al mismo tiempo que me daba cuenta que era una alucinación lo que veía, al mismo tiempo, me acordaba de Violeta Parra, escribiendo gracias a la vida y suicidándose tres horas después de haber dado gracias y sentí que lo 
mejor era resucitar aunque la gloria se la llevara toda el médico
y  mi madre quedara abandonada en algún triste pedazo de  tierra en Buenos Aires, ciudad a la que nunca volvería y así, poco a poco, el aire que estaba de más me 
fue abandonando y dentro mío
sentía que se cerraban todas las heridas, también aquellas de mi juventud donde la muerte siempre era algo que le ocurría a los demás.

El médico había triunfado, yo se lo noté en su cara y a la mañana siguiente me lo dijo sin titubeos. Estoy contento, la médica está contenta, la enfermera está contenta, con su recuperación, todos esperamos que usted, también, se ponga contento.

En principio sonreí pero no contesté nada. Y cuando el médico y sus acompañantes me dieron las espaldas sentí que respiraba mucho mejor y que mi madre, no había lugar a dudas, había muerto.

Ahora, tendría que cambiar de vida totalmente y toda la medicina moderna me lo pedía así y yo estaba muy contento que, por fin y por orden médica, podría vivir como un escritor y esperar tranquilamente que cualquier día de estos me dieran el Premio Nobel.

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(VII)

Sarcástico y feliz me acerco peligrosamente al premio Nobel y me entero por un amigo de la infancia que los Nobel son los dueños de una gran fábrica de armas capaz de capacitar para la guerra a varios países a la vez.

Si fuera verdad, me digo, la información de mi amigo, me divierte la idea de que el dinero para premiar los mejores versos de fin de siglo, provenga de la plusvalía obtenida por la venta de armas.

Me pone nervioso a la vez que me divierte, que alguno de los países morirá y otro obtendrá la plusvalía, es decir me pone nervioso no saber a que país iré a pertenecer el día que me otorguen el premio.

Dejando de lado estas elucubraciones sobre la vida y la muerte que nunca llevan a ningún lado y que, por otro lado me recuerdan el hospital, las calles de mi barrio donde la gente se mataba para no caer en las redes de la tortura, o bien aquella rubia inolvidable que me miraba morir y nunca lo permitió del todo. Cantaba un tango, escondía su respiración para que no la viera llorar y me terminaba besando los ojos a los gritos porque en definitiva yo tenía que escribir sin fin el final.

Después vinieron las apacibles tardes donde las bocas se abrían desesperadas pidiendo un trozo de libertad y las más bellas mujeres entre la libertad que salía de las bocas abiertas desesperadamente y las olas gigantescas de un mar que nunca acabaría de existir verdaderamente. Y las más bellas digo, las más atrozmente bellas se quedaban como detenidas en las olas y caían sin cesar entre la libertad y alguna lágrima alguna gota de sudor eran el elemento humano incuestionable, todo el resto era sueño, belleza corrompida por los suspiros inconscientes.

Oh, vaca ennoblecida por mi canto, no te pido perdón pero me cuelgo de tus ubres y sintiéndome el campeón del universo chupo sin más tus tetas hasta hartarme y te dejo seca, tirada sobre la hierba fresca, maldiciendo nuestro amor, mientras tanto yo mismo, satisfecho y esperanzado en que volveremos a encontrarnos espero con tranquilidad mi premio.


Índice - Página Principal


MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(VIII)

En principio a mí, me gustaba hacer el amor y estaba rodeado de personas que amaban mi pensamiento y les gustaba hacer el amor.

Luego fui un fumador empedernido y estuve rodeado de personas que amaban mi pensamiento y estaban atrapados por alguna droga o alguna pequeña perversión.

Hoy día que hago el amor cuando corresponde y ya no
fumo
nada de nada, sólo soporto a mi alrededor a personas que amen mi pensamiento y que tengan como vicio, absurdo, mi poesía.

La vaca me miró de soslayo y me preguntó con la boca llena de comida, ¿y eso quiere decir que tengo que cambiar de gustos para seguir a tu lado? Y yo que ya tenía su pregunta estudiada le dije que no era necesario cambiar que también podría separarse de mí.

La vaca se quedó en silencio, mascullando, era la primera vez que yo le había dado la posibilidad de separarla de mí, bostezó, porque le daba angustia esa posibilidad, y sin más quiso tener ella también un cuerno, para clavármelo. Yo no le dije nada más, me limpié la sangre imaginaria que ella veía sobre mi pecho herido por la cornada y en voz baja me prometí descuartizarla y comérmela al ajillo en la primera oportunidad.

Lo de comérmela al ajillo era para que ella y el mundo supieran de una vez por todas que España vivía en mi corazón.

Luego le di la espalda, con la seguridad que ella no estaba para ningún cambio y atravesé la calle, como Cesare Pavese cuando escapó de casa, pero yo no era un suicida y me sentía maravillado, esta vez, que mis pensamientos fueran mi conexión con el mundo.

Cuando la vaca volviera porque ya nada es posible en libertad, algún amor haría con ella, algún poema, alguna flor.

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(IX)

Estamos en los finales de un siglo terrible... comencé a balbucear mientras nos despertábamos. Ella me contestó con cierta dulzura mientras se miraba a sí misma: el hambre no corrompe, la desgracia no tiene desperdicio, la devaluación del dinero sólo es una mala noticia para quien lo tiene, el tiempo, concluyó, sólo es importante para quien está al borde de la muerte.

Soy un poeta le dije saltando de la cama y cogiéndola por el cuello, tu vida es una vida privilegiada, y en tanto le decía esto último le di un pequeño empujón arrimando su cuerpo contra la pared y cuando ella entreabrió sus labios, solté su cuello, me tumbé en la cama resoplando y le dije: el amor es triste como las vacas.

Ella no toleraba que para amarme a mí tuviera, también, que amar mis versos, sería por eso, me imagino, que tomando mi último libro de poemas se lo metió entre las piernas y sonriendo como una hiena plena de valor, me dijo susurrando y alargando las palabras hasta casi el dolor: tu poesía me la paso por el coño y se quedó con la boca torcida por el esfuerzo que le había costado decirme esas palabras y se arrodilló lentamente al borde de la cama y tiró con rabia el libro que tenía entre las piernas, con algo de lujuria y mala suerte, ya que el libro fue a dar contra la lámpara de pie que habíamos comprado en Holanda y la rompió.

Hubo un estrépito y luego se hizo la oscuridad, o tal vez las dos cosas ocurrieron al mismo tiempo, yo entrecerré los ojos y tuve la fantasía que alguien podría haber disparado sobre nosotros y entonces pregunté con voz temblorosa: amor mío estás muerta y ella otra vez riendo a carcajadas me dijo: algún día te darán el Premio Nobel, no me caben dudas, pero tu amor es triste como las vacas.

ESCUELA DE
PSICOANÁLISIS
GRUPO CERO

Departamento 
de Clínica
en Madrid

Tel. 91 541 47 60
De 10 a 13 horas
y de 16 a 19 horas


Índice - Página Principal


MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(X)

Ayer me llamaron de Suecia para darme el premio Nobel y les contesté que se lo metieran en el culo.

Me llamaron del diario El País para hacerme un reportaje sobre la envidia de los periodistas por los poetas y les dije que se lo hicieran a su madre.

Antes que me llamaran los de la televisión envié una carta donde los mandaba a la mierda.

Después me llamó una novia de cuando teníamos veinte años y me preguntó cómo me sentía.

Yo le contesté, preguntando a mi vez, ¿cómo me siento o cómo me va? Ella cortó inmediatamente y yo me quedé pensando en la vaca.

Salí a la calle y compré 120 rosales rojos para mi pequeño balcón y nos sentamos con la vaca, uno al lado del otro a conversar tranquilamente.

—¿Qué tal vaca?, le dije para comenzar con algo y la vaca me contestó de manera sencilla.

—Muhuhuhu.

Me emocionó su sencillez y pensé para mis adentros: La vaca, pobre, muge de tristeza.

Ella entornó sus ojos, cruzó sus piernas para atrás y señaló con  la dirección de sus tetas al aire, la fotografía del Presidente del  Gobierno.

De golpe sus piernas se doblaron de una manera extravagante y una rosa roja se le clavó en su corazón. La vaca dijo:

—Muhuhuu...

A mí me volvió a emocionar la sencillez de la vaca y pensé para mis adentros: Esta vez, la vaca, muge de dolor.

Ella entre mugidos engañosos, porque a partir de ahora ya nadie podía distinguir si la vaca mugía de tristeza o de dolor, intentaba con sus torpes manos arrancarse la rosa que se le había clavado en  su corazón y, a la vez, quiero decir al mismo tiempo trataba de comerse la foto del Presidente del Gobierno.

Me abalancé sobre la vaca y al intentar quitarle la rosa, una vez más, le arranqué el corazón y, así, los dos más tranquilos nos comimos a medias la foto del Presidente.

Cuando terminamos de comer yo dije:

—Muhuhu...

Y la vaca pensó para sus adentros que el mundo había comenzado a cambiar.

Yo dije nuevamente:

—Muhuhuhu; Muhuhu...

Y la vaca dijo para sus adentros:

—Pobre hombre muge de tristeza y de dolor. Está cansado de esperar el Premio Nobel, cansado que nadie quiera entrevistarlo,  

cansado de que lo llame siempre la novia de cuando tenían veinte años para decirle que aún lo ama, pero que vivir con él es imposible. Pobre hombre. Poeta de multitudes morirá en soledad.

MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(XI)

Áreas de sortilegios bañadas por el inconfundible mar de mis brillantes sueños.

Esas épocas donde el mar era mi propia vida y todo lo que moría estaba fuera de mí.

La vaca y yo éramos felices de todo y nunca hablábamos de nada. Apenas nos mirábamos y el universo entero vivía en nuestros ojos.

Después comenzaron a disparar sobre nosotros y la vaca intentaba protegerme con sus mugidos y, yo mismo, aprendí a pegar pequeños gritos de horror.

Cambiábamos de país, de tarde en tarde, y siempre nos encontrábamos con algún hijo de puta que disparaba contra nosotros.

Atraídos por mis pequeños gritos de horror y los mugidos de la vaca, otras vacas, otros depredadores de palabras se acercaron a nosotros y entre todos fundamos el círculo de bellas artes.

Compramos miles de kilos de pintura y millones de palabras al viento y embadurnamos con esa mezcla, entre perversa y angelical, toda la ciudad y, por fin, nos sentamos, tranquilamente, a contemplar nuestra obra de arte.

El hijo de puta de turno ya no sabía contra quien debía o tenía que disparar, los pájaros caían con su canto entre nuestras flores y la vaca y yo en la cúspide máxima de la inocencia alcanzábamos la palabra.

—Muuuuu..., decía la vaca y yo me ponía a bailar de alegría porque me daba cuenta que la vaca en su mugidos había conseguido vencer el mundo de las cosas.

—Muuuuu... Muuuuu... decía la vaca y yo me deshacía en estertores de alegría porque la vaca había conquistado, por fin, su propio corazón.

Mientras yo me retorcía de alegría y la vaca mugía, sin parar, al compás de los pájaros, los asesinos legalizaban su situación declarando la guerra a diestra y a siniestra.

—Muuuuuuuuuuuuu... Muuuuuuuuuuuuu... Muuuuuuuuuuuuu...

mugía la vaca con desesperación, pidiendo como sólo ella sabía hacerlo que volviéramos con urgencia a nuestra vida anterior, donde sin palabras éramos capaces de alcanzar toda la belleza con sólo mirarnos.

Y, ahí, fue cuando enternecido yo también dije mis cosas:

—Muuuuuuuuu... Muuuuuuuuu...

Y la vaca haciendo como que caía en un paso de baile inigualable y, sin nada que envidiarle al Oráculo de Delfos, dijo en voz alta:

El Premio Nobel te lo darán sin necesidad de hablar.


Índice - Página Principal


MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(XII)

Con las cuatro patas para arriba, haciendo el ridículo y con voz suave y entrecortada a la vez, la vaca, me preguntó tiernamente.

¿Ya no me deseas?

En principio pensé que la vaca se había vuelto loca, después pensé que toda mi vida había sido un error y al querer contestarle dije:

Como antes no.

Hoy estuve leyendo el diario el pis, dijo la vaca con cierta indiferencia y me encontré con una frase proverbial: EL DINERO, EL PODER, EL TALENTO Y EL ASPECTO FÍSICO, son por este orden las cualidades que hacen más sexi a un hombre.

¿Y a una vaca, qué? Le pregunté con un mugido, claro, valiente, sin intenciones de molestarla.

Ella, sin par, abierta a las profundidades de su propia alma dijo con solvencia en el decir:

—Sin el dinero suficiente para tener el poder necesario, sin poder como para sostener como bella la deformidad de mi carne en toda su plenitud y en el centro de mi pecho, como una joya perdida de los mares, estas ubres desesperadas sin destino como todo talento.

Esta vez la vaca me enterneció y agonizando recordé, que cuando la tomaba por sorpresa, la empujaba hasta apretarla contra la pared y le decía: me dejaría morir entre tus muslos.

Doy a la vida el super efecto acústico, muhmuhmummuh, el ruido de mis huesos partiéndose. Esquirlas, pedazos de vértebras, empapadas de sangre y nervios, se clavan en tu carne de vaca, como las posibles señales del amor. Pompas de jabón para tu cuello ensangrentado. Muerte. Muerte. Pálida luna, ojos de vaca mansa destrozados por la radiación.

Te educaré vaca perdida, arrancaré de tu vientre animal una sonrisa y te pondré a jugar con los niños.

Muhumuhuhuhuhuhuhu, dijo la vaca al borde de la comprensión y yo sentía que me decía.

La muerte y los escollos marinos serán el pasado, la vieja infancia, la familia.

Y yo tuve ganas de responderle, tardes de espeso sudor, y de la opaca nieve abriéndose al paso de tu calor.

Ardiente marejada sin retorno, el perfil de tu boca en plena tempestad.

Un corazón partido en mil pedazos al viento, tu boca creciendo desesperadamente entre los musgos, esas tardes de verano, le dije, donde un Dios se rinde...

Muuhuhuhuhuhuhu, la vaca no me dejó terminar la frase, ella había comprendido casi todo, y me lo decía de la manera más sencilla, como ella solía hacerlo, cuando sentía piedad de mí.

Había días donde nadie podía detenerme, esos días cuando caminaba por la vida como conociendo el final. Nadie, que yo  recuerde dijo la vaca, soportó semejante locura.

Después yo fui cambiando y comenzó a interrogarse por las cosas.

Se preguntó una y mil veces porqué no amaba a nadie y nadie respondió. Su voz sonaba espléndida en esa soledad.

Después de besar esa carne, soñar es como morir, y la vaca caía hecha pedazos por el pelotón de fusilamiento.

Sus mugidos, ahora, no eran de muerte, sino de comprensión.

El Premio Nobel, quién sabe, mas no hago ningún esfuerzo porque escapar era imposible y mientras tanto, tejo una red de versos incalculables.

 

MIÉRCOLES, 23 DE FEBRERO DE 2000

19.00 h. Entrega de documentación y acreditaciones

20.00 h. Conferencia inaugural
Miguel Oscar Menassa

22.00 h. Cóctel de bienvenida para los congresistas

JUEVES, 24 DE FEBRERO DE 2000

10.00 h. La reducción del gasto sanitario, en las afecciones
psicosomáticas, con tratamiento psicoanalítico
Carlos Fernández del Ganso. (Madrid)

10.30 h. La alergia y la repetición de los síntomas
Pilar Iglesias Nicolás. (Madrid)

11.00 h. Tratamiento psicoanalítico de las demencias
seniles. Fernando Ámez Miña. (Madrid)

11.30 h. Descanso

12.00 h. Aspectos psíquicos en el dolor
Concepción Osorio. (Madrid)

12.30 h. Endocrinopatías y su relación con el psiquismo
Miguel Martínez Fondón. (Madrid)

13.00 h. Manifestaciones somáticas de la angustia
Paola Duchên Reynaga. (Madrid)

13.30 h. A propósito de psicoanálisis y medicina: qué significa dogmático e impensable en Freud
Juan Carlos De Brasi. (Madrid)

17.00 h. Mecanismo etiopatogénico de la hipertensión
arterial
. Sergio Aparicio Erroz. (Madrid)

17.30 h. La identificación en la anorexia
Cristina Barandiarán Piedra. (Madrid)

18.00 h. El tabú de la enfermedad
María Chévez. (Madrid)

18.30 h. Descanso

19.00 h. Cáncer: Una idea mortal
Jaime Icho Kozak. (Madrid)

19.30 h. Castración y cáncer
Inés Barrio. (Buenos Aires)

20.00 h. Mesa Redonda: Psicoanálisis y Medicina
Norma Menassa, Bibiana Degli Esposti,
Carlos Fernández del Ganso e Inés Barrio

PRESIDENTE

MIGUEL OSCAR MENASSA

COMITÉ ORGANIZADOR:

CARLOS FERNÁNDEZ DEL GANSO
MIGUEL MARTÍNEZ FONDÓN
CONCEPCIÓN OSORIO
FERNANDO ÁMEZ MIÑA

COMITÉ DE PRENSA:
PAOLA DUCHÊN
PILAR IGLESIAS

COMITÉ CIENTÍFICO:
AMELIA DÍEZ CUESTA
BIBIANA DEGLI ESPOST
CRISTINA BARANDIARÁN

ACTIVIDADES
GRATUITAS

CONFERENCIA INAUGURAL

23 DE FEBRERO A LAS 20 HORAS

MESA REDONDA

«PSICOANÁLISIS Y MEDICINA»
24 DE FEBRERO A LAS 20 HORAS

PRESENTACIÓN DEL LIBRO

DE MIGUEL OSCAR MENASSA
«LA POESÍA Y YO»
25 DE FEBRERO A LAS 21,30 HORAS


Índice - Página Principal


VIERNES, 25 DE FEBRERO DE 2000

10.00 h. La anorexia detrás del espejo
María Jesús García Polo. (Madrid)

10.30 h. La identificación en la anorexia
Bettina Alfieri. (Buenos Aires)

11.00 h. Trastornos psicosomáticos en la adolescencia
Montserrat Rovira. (Ibiza)

11.30 h. Descanso

12.00 h. El dolor y su relación con lo erótico
Eleonora D’Alvia. (Buenos Aires)

12.30 h. El dolor y su relación con lo erótico
Karina Pueyo. (Buenos Aires)

13.00 h. El lenguaje del hipocondríaco
Marcela Villavella. (Buenos Aires)

17.00 h. La enuresis, una manifestación de la sexualidad
Ana María Barletta. (Ibiza)

17.30 h. Enfermedades autoinmunes: etiopatogenia y tratamiento . Pilar Rojas. (Madrid)

18.00 h. Intervención psicoanalítica sobre la madre en
las enfermedades infantiles
Stella Cino Núñez. (Madrid)

18.30 h. Descanso

19.00 h. Insomnio, un tratamiento más allá de los hipnóticos
Norma Menassa. (Buenos Aires)

19.30 h. Cefaleas, jaquecas: diagnóstico y tratamiento
psicoanalítico. Roberto Molero. (Buenos Aires)

21.30 h. Recital de Poesía Presentación del libro: "LA POESÍA Y YO", de Miguel Oscar Menassa

Declarado de Interés Sanitario por el Ministerio de Sanidad y Consumo

Del 23 al 26 de Febrero de 2000 en el
Círculo de Bellas Artes

C/ Marqués de Casariera, 2 Madrid

SÁBADO, 26 DE FEBRERO DE 2000

10.00 h. Enfermar sin nervios
José García Peñalver. (Palma de Mallorca)

10.30 h. Diagnóstico y tratamiento de las obsesiones en
el embarazo
. José María Blasco. (Barcelona)

11.00 h. El amor y los avances terapéuticos en la insuficiencia cardíaca . Joaquín Luzón. (Ibiza)

11.30 h. Descanso

12.00 h. La hipocondría, un miedo a vivir. Mónica de Luccio. (Buenos Aires)

12.30 h. Psicoanálisis de los trastornos ginecológicos
Lidia Andino. (Madrid)

13.00 h. ¿Elección de enfermedad psicosomática?
Emilio A. González. (Madrid)

17.00 h. Tratamiento psicoanalítico del colon irritable
Mónica Gorenberg. (Zaragoza)

17.30 h. La angustia y la enfermedad psicosomática
Lucía Serrano. (Buenos Aires)

18.00 h. Psicoanálisis de los trastornos inmunológicos
Alejandra Menassa de Lucia. (Madrid)

18.30 h. Descanso

19.00 h. La hipocondría, un miedo a vivir
Bibiana Degli Esposti. (Madrid)

19.30 h. La angustia y la enfermedad psicosomática
Amelia Díez Cuesta. (Madrid)

21.30 h. Cena de clausura

Información e Inscripciones:
C/ Princesa, 17 - 3º Izqda.
28008 MADRID
Tel.: 91 542 33 49
Fax: 91 548 33 01

Precio de inscripción:
Asistentes: 10.000 ptas.

Organiza:
Escuela de Psicoanálisis
Grupo Cero

Patrocina:
Editorial Grupo Cero


Índice - Página Principal


MIGUEL OSCAR MENASSA
Libros de Psicoanálisis

P.V.P. 800 pts.
8 US
96 páginas

P.V.P. 1.200 pts.
12 US
192 páginas


P.V.P. 800 pts.
8 US
96 páginas


P.V.P. 500 pts.
5 US
64 páginas


P.V.P. 1.000 pts.
10 US
352 páginas


P.V.P. 900 pts.
9 US
128 páginas

P.V.P. 900 pts.
9 US
128 páginas

P.V.P. 900 pts.
9 US
96 páginas


P.V.P. 500 pts.
5 US
64 páginas


P.V.P. 1.000pts.
10 US
398 páginas

P.V.P. 1.500 pts.
15 US
464 páginas

P.V.P. 1.200 pts.
12 US
212 páginas

P.V.P. 1.000 pts.
10 US
386 páginas


P.V.P. 500 pts.
5 US
64 páginas


EN
IMPRENTA


Índice - Página Principal


MONÓLOGO ENTRE
LA VACA Y EL MORIBUNDO

(XIII)

Los recuerdos más tibios siempre llegaban en sus labios.
 Se veían nítidamente en sus palabras el color de los árboles, la ternurade su niñera siempre limpia, el ruido de sus pequeños pies
corriendo por el camino de piedras que llevaba desde la casa a la cueva donde dormía el inmenso tesoro de su familia.

Mis padres, me dijo una mañana calurosa, influidos por Sartre, me dieron la llave de la cueva cuando cumplí siete años. Cuando mi padre me entregó la llave me dijo: Esta llave, hijo mío, es la llave del tesoro de la familia y, también, es la llave de tu razón.

Úsala con cuidado.

Después de las palabras de mi padre, hubo un silencio profundo interrumpido a instantes por las tosecitas nerviosas de mi madre.

Aprovechando el anonadamiento general que habían producido las palabras de mi padre, me metí la llave en el bolsillo.

Fue mi madre la que rompió el silencio preguntándome directamente a mí si no iríamos ya mismo a conocer la cueva.

Metí la mano en el bolsillo donde tenía la llave pensando que me la iban a quitar y dije nervioso: No, ahora no, prefiero ir a festejar mi cumpleaños.

Mi padre sonrió como si le hubiese agradado la respuesta que le di a mi madre, su mujer, y entramos todos siguiendo a mi padre que indicaba el camino al comedor para sentarnos a la gran mesa triangular donde cenábamos en las fiestas.

Antes de sentarnos cada uno en sus lugares habituales (papá en la cabecera, a su costado derecho mamá, a su costado izquierdo la hermana menor de mi madre [que como en el caso de Freud, era de ella de quien mi padre estaba enamorado] después el resto, hijos, servidumbre, abuelos, se sentaban al azar según iban llegando ocupando así los lugares restantes) papá me cogió de un brazo y me dijo: Hoy, tú aquí, en la cabecera de la mesa. A partir de hoy tú ocuparás mi lugar y dirigiéndose al resto, a partir de hoy mi hijo Romualdo es vuestro amo. Menos mamá que tosía nerviosamente el resto asintió con movimientos de cabeza y todavía, antes de cumplir las indicaciones de mi padre de sentarme a la cabecera de la mesa, me aseguré que la llave estuviera en su lugar.

Mi padre que se dió cuenta del movimiento me dijo: Si tienes miedo de perderla puedes atártela al cuello, así no la perderás y estando atada a tu cuello nadie podrá robártela. ¿Por qué? pregunté rápidamente, mientras me ataba la llave al cuello con un cordel hecho con los cabellos de una prostituta francesa que mi padre compró y mandó pelar para la ocasión.

Ya lo sabrás dijo mi padre como única respuesta. Y yo que ya  había sentido algo raro las veces que quise comprobar que la llave estaba todavía en mi bolsillo, le pregunté en tono de broma ¿qué, la llave tiene poderes?

Mi padre volvió a sorprenderme con su respuesta: la llave no, y levantando alegremente su copa de vino, pero tu corazón sí, tiene poderes.

Concluido ese pequeño diálogo con mi padre, ya estábamos todos sentados, me di cuenta que mi madre y su hermana, Conchi Serena, quedaban sentadas muy cerca mío. Comencé a jugar nerviosamente con los cubiertos y no podía de los nervios llevarme bocado a la boca. ¿Te pasa algo? preguntó mi padre y yo, al borde del llanto, al borde de ponerme a llorar de nervios, balbuceé que sentía... que mamá y su hermana (mi tía Conchi Serena) quedaban de esa manera, con el cambio de nuestros lugares, muy cerca mío y muy lejos de él.

¿Y acaso tu prefieres otra cosa?, dijo mi madre entre un montón de tosecitas nerviosas.

Sí mamá, yo prefiero... Antes de seguir di una mirada rápida y fulgurante a toda la mesa, estaba claro que había levantado una expectativa muy grande en todos los comensales. En el «yo prefiero» hasta mi padre pensó que yo podía haber decidido su desaparición, mi madre lloraba sin consuelo y Conchi Serena arrodillada a mis pies me suplicaba que dejara las cosas como estaban.

Sintiendo por primera vez ser el amo retomé la frase y concluí: sí, yo prefiero que ustedes madre y su virginal hermana vayan a jugar con las otras niñas y a mi lado, uno a cada costado de mí, cuidando mis espaldas y también, mi frente, a partir de hoy mismo y hasta que yo me sepa cuidar solo, me acompañarán, Juan, el karateca ciego y la señorita Cienfuegos (llamada así, porque era capaz de disparar de espaldas cualquier arma y dar en el blanco hasta de 200 metros).

Mi padre esta vez no levantó con alegría su copa de vino, sus dos mujeres se habían desmayado en posiciones ridículas sobre la mesa y el resto del personal gritaba ¡VIVA ROMUALDO! ¡VIVA ROMUALDO! Era la primera vez que los vivas del personal eran

 

¡OJO!
LA VACA

ESTÁ EN IMPRENTA
RESERVE YA SU
EJEMPLAR

SÓLO EDITAREMOS
50.000
EJEMPLARES
E
DITORIAL GRUPO CERO
Tel.: 91 542 33 49

para mí y no para mi padre, y ahí, me emocioné por primera vez.

Después, concluida la cena, decidí guiado por al karateca ciego y la señorita Cienfuegos siempre de espaldas, mi primera visita a la cueva del tesoro.

¿Puedo continuar, doctor, me queda algún tiempo?

Tiempo le queda pero usted mismo ha interrumpido las asociaciones, mejor continuamos la próxima.

Se levantó jovialmente del diván (era como un niño) y antes de apretarme la mano calurosamente para despedirse, me dijo: hoy usted no ha hablado una sola palabra pagaré doscientos dólares y todavía antes de irse, gracias doctor, nos vemos mañana.

Romualdo, era sin dudas, si cabe decirlo así, mi mejor paciente.

Siempre elegante, nunca me daba ningún sentimiento encontrármelo en reuniones, en fiestas, por la calle, y además me pagaba según el silencio que yo podía sostener mientras él hablaba.

Estaban los días como hoy que me pagaba doscientos dólares (una exageración) y había otros días que conversábamos los dos amablemente y me pagaba 20 dólares (a mi entender, otra exageración).

Pero Romualdo, me gustaba. Padecer, en realidad, no padecía de nada, sus enemigos en el intento de restarle prestigio y reconociendo su salud, decían, cuando se contaba alguna hazaña de Romualdo: sí, qué gracia, no tiene ninguna enfermedad, no tiene ninguna enfermedad, pero psicoanalizarse siete veces por semana con el doctor Menassa, ¿no es acaso una grave enfermedad? Cuando se cumplieron diez años de nuestro primer encuentro (cuando me consultó su padre anciano a punto de morirse porque Romualdo no podía salir de la cueva del tesoro, porque le daba una angustia mortal todo lo que no fuera estar dentro de la cueva) yo mismo se lo dije: Mire Romualdo, espero que usted no lo tome a mal, pero ya no es tan necesario que siga viniendo a verme a la consulta. Él, en principio no dijo nada, se quedó callado, tocó dos o tres veces la llave de la cueva del tesoro de su familia, que todavía a pesar de los años colgaba sobre su cuello y me dijo, muy lentamente como si esta vez por primera vez en diez años Romualdo midiera sus palabras. He notado que usted dijo que yo no lo tomara a mal, y recalcó el «No» de una manera maliciosa y también me dijo que no es tan necesario, aumentó esta vez su malicia cuando recalcaba el segundo no de mi frase, cuando usted pueda decirme (imitándome): «Mire Romualdo se acabó», ese día me voy y doy por concluido mi tratamiento psicoanalítico, pero no hoy donde usted en realidad me dijo: «Mire Romualdo espero que usted tome a mal que yo quiere suspender su tratamiento en mi consulta, cuando es tan necesario para usted que siga viniendo a mi consulta a psicoanalizarse». Cuando yo le dije continuamos la próxima, él se levantó jovialmente, me estrechó la mano calurosamente, pero me pagó sólo 20 dólares y me dijo: hasta mañana, gracias doctor, gracias.

X CONGRESO INTERNACIONAL
GRUPO CERO

Psicoanálisis y Medicina
Conferencia Inaugural
23 de febrero de 2000
a las 20,00 horas

ENTRADA LIBRE
Círculo de Bellas Artes
C/ Marqués de Casa Riera, 2

MESA REDONDA

PSICOANÁLISIS  Y MEDICINA
24 de febrero de 2000
a las 20,00 horas

ENTRADA LIBRE
Círculo de Bellas Artes
C/ Marqués de Casa Riera, 2

EN EL MARCO DEL

Congreso Internacional

 Grupo Cero

—Psicoanálisis y Medicina—

RECITAL DE POESÍA

PRESENTACIÓN DEL LIBRO

« LA

POESÍA

Y YO »

de

Miguel Oscar Menassa
25 de febrero de 2000
a las 21,30 horas

ENTRADA LIBRE
Círculo de Bellas Artes – Madrid
C/ Marqués de Casa Riera, 2

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 60.000 Ejemplares en MADRID
60.000 Ejemplares en BUENOS AIRES


Índice - Página Principal