ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 38

MENASSA CUMPLIÓ 60 AÑOS 
Y EL GRUPO LO CELEBRÓ

CONFERENCIAS INAUGURALES

AMAR DE LA DEPENDENCIA ES CIVILIZACIÓN

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA

FALLO DE LOS PREMIOS DE PABLO DE MENASSA DE LUCIA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

ESCUELA DE PSICOANÁLISIS GRUPO CERO

EL CUERPO FEMENINO RESPONDE

Seminario Sigmund Freud

PRONÓSTICOS DE LAS ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS CON TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO

Seminario Jacques Lacan

EL POETA CONDENADO

Seminario de Grupos

EL ALÉRGICO Y LA RELACIÓN CON LA MADRE

DE NUESTROS ANTECEDENTES

X CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

Marx

Etiopatogenia de la hipertensión arterial

Freud

A propósito de Psicoanálisis y Medicina

Menassa

Menassa cumplió 60 años
y el GRUPO CERO lo celebró

  

 

 

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
X CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
"No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla".

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PSICOANÁLISIS

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FUTURO CERCANO

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EXTENSIÓN UNIVERSITARIA La repetición apunta a la temporalidad historizante de la transferencia,
lo mismo que la pulsión de muerte expresa el límite de
la función histórica del sujeto. Ese límite es la muerte, no como vencimiento eventual de la vida del individuo, ni como certidumbre empírica del sujeto, sino como Heidegger nos dice con estas palabras: «como posibilidad absolutamente propia, incondicional, irrebasable, segura y como tal indeterminada del sujeto».

Este límite está en cada instante presente, representa el pasado bajo su forma real, pero no el pasado físico cuya existencia está abolida, ni el pasado épico tal como lo ha perfeccionado la memoria, ni el pasado histórico en el que encontramos una garantía de nuestro porvenir, sino el pasado que se manifiesta invertido en la repetición.

Podemos decir que la transferencia nos da el lugar y la pulsión de muerte la puntuación.

El momento en que el deseo se humaniza es también el momento en que el niño nace al lenguaje.

El inconsciente está estructurado como lenguaje quiere decir
que sólo un sujeto hablante puede hacerse sujeto del inconsciente.

Los impulsos humanos son de naturaleza elemental, iguales en todos los humanos y tendentes a la satisfacción de ciertas necesidades primordiales, es decir, necesidades estructurales a la condición humana de sujetos hablantes.

Estos impulsos instintivos o impulsiones no son en sí ni buenos ni malos. Entre estos impulsos están los impulsos egoístas y los crueles.

Estos impulsos recorren un largo camino hasta hacerse eficientes, son inhibidos, transformados en lo contrario, vueltos contra la propia persona, dándose formaciones reactivas como si el egoísmo se hubiera hecho compasión y la crueldad altruismo.

Sólo después de estos destinos de la pulsión podemos hablar de naturaleza humana, sólo después y con preciso cuidado se puede hablar en términos de bueno o malo. También tendremos en cuenta que el ser humano raramente es completamente malo o bueno; por lo general, es bueno en unas circunstancias y malo en otras, o bueno en unas condiciones exteriores y decididamente malo en otras.

El psicoanálisis ha observado que la preexistencia infantil de intensos impulsos malos es precisamente la condición de un clarísimo viraje del adulto hacia el bien. Los mayores egoístas infantiles pueden llegar a ser los ciudadanos más altruistas y abnegados, en cambio, la mayor parte de los hombres compasivos, filántropos y protectores de animales fueron en su infancia pequeños sádicos y torturadores de cualquier animalito que se ponía a su alcance.
La muerte propia es inimaginable, y cuantas veces lo intentemos no dejaremos de constatar que sólo somos en ello meros espectadores.

Es por eso que podemos decir que nadie cree en su propia
muerte, es decir que en lo inconsciente todos estamos convencidos de nuestra inmortalidad.

En cuanto a la muerte de los otros no dejamos de transformarla en algo azaroso, rebajando a la muerte de una categoría de necesidad estructural a la de simple azar. Para ello, acentuamos la motivación causal de la muerte: el accidente, la enfermedad, la infección, la ancianeidad, los maltratos, las ausencias, etc..., incluso ante el muerto adoptamos una actitud singular, como de admiración a alguien que ha llevado a cabo algo muy difícil, llegamos a decir respecto a un suicida que no sabemos si ha sido un acto valiente o cobarde, pues un muerto queda eximido de toda crítica, y le perdonamos eventualmente todas sus culpas. La consideración al muerto es tal que llega a ponerse por encima de la consideración de los vivos.

La tendencia a excluir la muerte de la cuenta de la vida trae consigo otras muchas renuncias y exclusiones.

Lo perecedero, lo efímero, instala la función de lo bello.

Existen personajes de ficción que nos permiten gozar de este hecho, ellos saben morir e incluso matar a otros, mientras nosotros sabemos que detrás de la obra hay otra vida, morimos en nuestra identificación con el protagonista y estamos dispuestos a morir otra vez, igualmente indemnes, con otro protagonista.

La vida sólo es interesante en presencia de la muerte, por eso las guerras convocan a la muerte y la vida recibe su pleno sentido, se hace interesante, se instala la función de lo bello.

En la historia de la Humanidad domina la muerte violenta, la
idea de culpa primaria, y de pecado original, y para dar cuenta de lo inenarrable se produjo el mito del asesinato del padre primordial de la horda primitiva, cuya imagen mnémica fue transfigurada en divinidad.

Ante el cadáver de la persona amada el ser humano inventó los espíritus, nuestra primera producción teórica. El recuerdo perdurable de los muertos fue la base de la suposición de otras existencias y dio al hombre la idea de una supervivencia después de la aparente muerte.

Negar la muerte es una actitud convencional y cultural.

Ante el cadáver de la persona amada nacieron no sólo la teoría


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del alma, la creencia en la inmortalidad y una poderosa raíz del sentimiento de culpabilidad, sino también los primeros sentimientos éticos. Ante la muerte de la persona amada nace el primer mandamiento: «No matarás.» Una prohibición tan terminante sólo puede alzarse contra un impulso igualmente poderoso. Lo que ningún alma humana desea no hace falta prohibirlo.

«No matarás», indica que descendemos de una larguísima serie de generaciones de asesinos, y que las aspiraciones éticas son adquisiciones de la historia humana.

Nuestro inconsciente no cree en su propia muerte, se conduce como si fuera inmortal.

El miedo a la muerte que nos domina más frecuentemente de lo que advertimos, es algo secundario, procedente casi siempre del sentimiento de culpabilidad.

Por otro lado, aceptamos la muerte de un extraño o un enemigo tan sin escrúpulos como el hombre primordial. «Nuestro inconsciente no lleva al asesinato, se limita a pensarlo y desearlo.» Nuestro inconsciente asesina, en efecto, incluso por pequeñeces. No conoce para toda clase de delitos, más pena que la de muerte, y esto porque todo daño inferido a nuestro omnipotente y despótico yo es, en el fondo, un crimen lèsemajesté.

Sabido es que en broma se puede decir todo, incluso la verdad.

Un marido dice a su mujer: «Cuando uno de nosotros muera, yo me iré a vivir a París.»

Los seres queridos son parte íntima de nuestro propio yo, y también son extraños o incluso enemigos, y de esta ambivalencia no nacen ya, como en tiempos remotos, el animismo y la ética, sino la neurosis, que también nos permite asomarnos al psiquismo humano.

Y guerras habrá mientras haya humanos porque existe el narcisismo de las pequeñas diferencias. Cuando su majestad el yo reina, lo diferente le ofende, le impulsa a la violencia.

Acabar con la actitud cultural y convencional ante la muerte
sería el camino de acabar con las guerras, se trata de hacerse mortales porque sólo los mortales son pacíficos, si no es así, ocurre que cada asociación incluso las pacifistas terminan haciendo algún tipo de guerra, incluida la guerra armada.

Dejar retornar nuestra actitud inconsciente ante la muerte nos haría más civilizados, porque tener en cuenta la verdad de la muerte nos hace de nuevo más soportable la vida. Soportar la vida es y será siempre, el deber primero de todos los vivientes.

Si quieres conservar la paz, prepárate para la guerra. Y si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte.

La muerte es una puntuación y el camino más largo hacia la
muerte.

Sabemos que dependemos del amor de los otros, hasta el extremo que el niño que fuimos renunció a sus impulsos instintivos egoístas y crueles para conservar el amor que le protegía de la muerte.

Si no hay nadie que me mire con buenos ojos no hay autoestima, y no como dicen casi todos los consejeros seudo psicológicos que si no te amas a ti nadie te puede amar.

Amar la dependencia, amar la dependencia que tenemos de los otros, al contrario de lo que se cree, protege contra la falta de autoestima, de los trastornos del deseo, el hastío, el enclaustramiento, la rebeldía, el pánico, porque fuera de las organizaciones colectivas no parece que la vida humana pueda mantenerse mucho tiempo. Sin los otros, esos futuros cadáveres, nadie sería mortal, porque la existencia del otro me hace mortal, me hace perecedero, temporal, bello.

Por eso, a última hora, cerca de la muerte, en estado de guerra, y cuando se es mortal, la vida es más bella.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91 402 61 93

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Una pasividad se instala desde un principio, indicando el encadenamiento del sujeto al lenguaje donde las palabras pasan a ser un instrumento de goce que va mucho más allá del género masculino- femenino al que pone en cuestión. No hay identidad sexual, ya que no hay idéntico, sino sólo lo que se construye como hombre o mujer, en tanto es de manera fantasmática que se accede al campo del goce y allí no existe la representación. En las estructuras neuróticas es donde se muestra, ya que tanto la histeria como la neurosis obsesiva están regidas por fantasmas idénticos. Son sólo dos vías las que se van a poner en juego, una vía pasiva que consiste en hacerse objeto del deseo, y una vía activa que se mueve siempre en busca del Otro inconsciente. Se asoció la vía pasiva con lo femenino y la vía activa con lo masculino, pero en realidad el deseo sexual está articulado con el significante y el significante no reconoce la diferencia anatómica en ningún otro símbolo que no sea el falo. Son dos polos que van a oscilar entre una identificación con ser el falo y otra identificación donde se tratará de tenerlo.

Lo femenino, esa vía pasiva que se corresponde con una identificación del ser en el objeto del deseo, ha sido considerado a veces como lo innombrable, término que evoca el horror a la castración, aunque también lo femenino lo podemos referir a un lugar topológico, como cuando decimos «La Mujer» es indecible porque ocupa el lugar de lo que en la palabra, resiste a la palabra. Ocupa ese lugar vacío que las palabras solamente desplazan y no alcanzan.

A veces, todo el cuerpo de la mujer hace un mito de la causa de ese deseo inaccesible y se transforma en un objeto, es decir que mantiene a cualquier precio el sueño de un goce más allá del signo de la separación, primera brecha que es el falo mismo. La mujer encarna esta ensoñación, ésta se disemina en todas sus relaciones y allí una apuesta a lo imposible instala el fantasma femenino, ser el objeto del deseo.

No habrá encuentro, el hombre y la mujer regularán su goce
sobre el símbolo fálico por senderos que divergen. Vemos desfilar las parejas en «Etiología de las neurosis» y la histérica se junta con el obsesivo y tal acoplamiento hace gozar, pero sólo en el conflicto, porque la finalidad no es la relación entre ellos, sino la relación que ellos tienen con el falo.

El cuerpo femenino tiene que responder por el objeto del fantasma que es incestuoso. Tiene que consistir en un objeto, cuando sabemos que es porque está la prohibición acompañándolo y constituyéndolo, que el fantasma no se realiza.

El fracaso es lo que rige y por esa causa se inicia un movimiento donde cada una de sus figuras se encadena a otra, según el movimiento que dirige el fracaso. El fantasma totalmente pasivo, exige un cambio de decorados incesante que le impiden establecerse, así cuando un escenario llega a su término, otro tiene que ser establecido inmediatamente. A la fantasmagoría del asesinato del padre sucederá, por ejemplo, el goce de la madre, a los dramas de los celos por la inclusión del tercero, sucederán los síntomas orgánicos que serán el encuentro con la madre. Esto es como una puesta en escena activa de la pasividad. Así habrá una referencia sistemática al complejo de Edipo, donde una escena pondrá en el escenario la relación con la madre, otra escena mostrará el asesinato del padre y como mediador y articulador, estará el brillo del falo imaginario en el cual copularán estas dos escenas. Tanto el fantasma fundamental de la histérica (escena de seducción), como el del obsesivo (escena primordial), como el de la fobia (angustia de castración), pueden ser referidos a éstos puntos de la estructura.

La puesta en escena del fantasma significa que el goce está interdicto, y lo está por culpa de un padre. Por lo tanto para realizar el incesto será necesario imaginar a ese padre y matarlo. Harán falta tantos padres imaginarios como sea necesario para justificar primero una impotencia en el gozar y luego para poner en escena el asesinato del padre. Este asesinato que autoriza el incesto y es su equivalente, se disemina por todas las relaciones sociales, a veces
hasta puede reducirse a ese enfrentamiento continuo con el otro donde un hombre muestra que está deshecho simbólicamente. Una forma de oposición y de contradicción sistemática en una conversación, por ejemplo, darán cuenta de ese fracaso.

Matar al padre no es un sueño gratuito, tiene sus consecuencias porque lo que tiene como objetivo es ocupar su lugar. Pero este lugar es el lugar de un muerto. De esta manera es que cuando el fantasma parece realizarse, y para esto no hace falta más que una separación o una pérdida, aunque también lo encontramos en cualquier juego de seducción, que es nada más que una presentación
disfrazada y hasta sofisticada del asesinato, pasa que acontece una identificación al muerto, y esto es fuente de angustia. A veces aparece una angustia violenta y a veces enmascarada de un letargo fatal, acompañando la idea de alcanzar al padre en un más allá. La fuerza de esta insistencia puede movilizar el acto suicida y el incesto se realiza.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 4 322 6400


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En Medicina el término psicosomático corresponde a todo aquel proceso psíquico que tiene una influencia en el cuerpo.
Imprecisión que hace que casi 2 siglos después de que este concepto apareciera, la enfermedad psicosomática no tenga una definición completa y universalmente aceptada. Porque si nos atenemos a lo dicho podríamos estar hablando del cortejo vegetativo del síndrome de angustia, de la parálisis histérica, de la cefalea tensional. En términos precisos la enfermedad psicosomática sería aquella donde existe lesión de órgano con participación del sistema nervioso autónomo o neurovegetativo. No obstante es frecuente incluir entre las enfermedades psicosomáticas procesos sin lesión orgánica o participación del sistema nervioso autónomo, como eneuresis, impotencia, dermatitis, entre otros.

La medicina científica, aunque reconoce en su práctica clínica la importancia de los procesos emocionales en la aparición y desarrollo de la enfermedad, descartó la investigación en este campo por considerar que dichos factores son variables imposibles de estudiar metodológicamente. Lo psicosomático quedó relegado
hasta tal punto que, en muchas ocasiones, el término psicosomático no aparece en los textos de uso habitual.

La medicina es una ciencia de casualidad que estudia al sujeto biológico: se parte de una causa y se llega a un efecto. La causa es siempre concreta, aunque puede ser múltiple y variada: un germen, un neurotransmisor, niveles de colesterol. El efecto es algo que se puede cuantificar: cambios en la función de un órgano, cambio anatómicos. Si partimos de esto, un sujeto ante las mismas circunstancias respondería de la misma manera, 2 y 2 serían 4. A un varón de 50 años, hipertenso y con el colesterol alto, nada ni nadie le libraría de un infarto de miocardio. Pero sabemos que no es así, 2 y 2 no son 4, en esa discordancia está el sujeto psíquico porque
no existe un sujeto exclusivamente biológico. La medicina psicosomática nació como un intento de dar cuenta del sujeto psíquico en la enfermedad, pero en una ciencia de casualidad que no le considera, intento fallido que nos remite a su ausencia en los textos médicos. El pronóstico (conocimiento previo) es el juicio que forma el médico respecto a los cambios que puedan sobrevenir durante el curso de una enfermedad, es decir, cual va a ser su evolución. Es algo, por tanto, que va ligado al diagnóstico previo y a la respuesta
al tratamiento. Una suerte de arte adivinatoria, algo que desde el pasado va a determinar el futuro.

Pero el pronóstico se nos presenta como algo ambiguo e invariable.

Ambiguo porque sabemos que la evolución de la enfermedad es variada, puede manifestarse con síntomas leves o producir la muerte, pero desconocemos que va a acontecer en ese sujeto. Paradoja que en una medicina científica, basada en la evidencia, utiliza términos imprecisos pero que determinan la vida del enfermo: crónico, para toda la vida; leve, no tiene importancia, no se queje; grave, cuidado se puede morir.

E invariable porque aunque la evolución de la enfermedad es
variada, para el enfermo es una, aquella que viene del diagnóstico, y le fija en el tiempo. Aquí el pronóstico tiene existencia real e individual, es sustantivo como indica el propio uso de la palabra en medicina. Es pronóstico, no pronosticar, no existe posibilidad de variación. Tiempo real donde las cosas comienzan por un principio y tienen un desarrollo que las lleva a su fin.

Ante la pregunta ¿qué me va a pasar, doctor?, pregunta que no se puede responder, el médico se ve en la obligación de contestar, encerrando al sujeto en una categoría. Con matices, la enfermedad psicosomática, desde la medicina, es una enfermedad crónica, para toda la vida, donde el único tratamiento es el sintomático, tratando de devolver al enfermo la salud perdida.

Si hasta ahora hemos tratado el tema desde el punto de vista de la medicina, centrando los términos psicosomáticos y pronóstico veamos ahora lo que el psicoanálisis puede aportar. En psicoanálisis el diagnóstico es el tratamiento, es decir, no necesito rotular para tratar. Qué estructura clínica tiene, sólo lo sabré después, por recurrencia. Y esto es así porque el elemento técnico es la interpretación psicoanalítica,
interpretación que es el deseo inconsciente y, con la producción del deseo inconsciente, construyo una historia de deseos y ahí podemos saber decir una ciencia que de cuenta del deseo inconsciente.

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 El tiempo que maneja el psicoanálisis es otro, es el futuro anterior, donde no es el pasado el que determina el presente sino que desde el presente puedo leer que cosas del pasado fueron las que me llevaron hasta la situación actual, pudiendo transformarlas o modificarlas, es decir construyo el pasado y un futuro, construyo lo nuevo. No se trata de arreglar el pasado del sujeto sino de transformar aquellas cosas del pasado que van a hacer que su futuro sea otro, que cambien la vida del sujeto.

El psicosomático utiliza holofrases, frases cerradas sobre sí mismas, que le definen: soy ulceroso, soy asmático. Detrás de esa frase no hay historias. Él es la enfermedad. No tiene los límites del lenguaje sino los de su cuerpo, un cuerpo no pulsional. Como no puede expresar una ambivalencia afectiva, la expresa en el cuerpo. En psicoanálisis la sobredeterminación permitiría lo simbólico, abrir la frase, que el “soy ulceroso” que me define se pueda unir a otras frases y en esa articulación, incluyendo al semejante, incluyendo
lo psíquico, no necesite ser ulceroso.

Ala pregunta: ¿qué me va a pasar? no hay que contestar, hay que dejarla abierta para que el enfermo asocie libremente, es decir, también para el médico cambiar la escucha.

Pilar Rojas. Médico psicoanalista
Madrid: 91 542 33 49

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La alergia es una disfunción del sistema inmunológico, que
fabrica anticuerpos contra elementos que no amenazan verdaderamente la integridad del organismo.

Una alfombra de pelo, el polen de las flores en primavera, un
lapiz labial, las bellotas, las frutillas, el chocolate, el viento norte, pueden representar enemigos temibles para un alérgico.

Solemos escuchar entre sus quejas habituales: «Es que los cambios me matan…», aludiendo desde lo manifiesto a las modificaciones del clima, a la llegada de las estaciones.

Pero en verdad, al alérgico «lo mata» lo nuevo, lo ajeno, lo diferente.

Los síntomas pueden afectar distintos aparatos o sistemas, pero prefieren en general el aparato respiratorio o la piel para manifestarse.

Estas manifestaciones pueden ser ocasionales, como respuesta a situaciones extremas, o constantes, como una forma de relación con el mundo.

El psicoanálisis sostiene que en la alergia, el mundo exterior y el cuerpo tienen una relación tan estrecha, que todo lo que sucede en el cuerpo. No hay distancia entre cerca y lejos, entre uno mismo y el prójimo o lo próximo.

Los fenómenos alérgicos se encuadran dentro de la psicosomática, y entonces, para comprender sus mecanismos debemos remitirnos al clima de la primera relación madre-hijo.

Antes de la experiencia del espejo, la madre le da al niño la ilusión de tener el mismo rostro que ve: el rostro de ella. Alrededor del 8º mes de vida, el niño se ve enfrentado al rostro de un extraño, surgiendo entonces la angustia característica de este período, que se instala a partir de la captación de esta diferencia.

Una falla en este pasaje hará siempre que la experiencia del rostro sea siempre la del rostro original. En las relaciones con el mundo también habrá siempre una tendencia a anular las diferencias.

Esta es la apuesta del alérgico: estará protegido de las crisis
mientras se mantenga lo idéntico. Cuando el otro revela su alteridad, su diferencia, se precipita la crisis, por ejemplo con los cambios climáticos.

En cuanto a sus límites, hay una impresión de no reconocerse en el espejo, pero no se acompaña de angustia porque al mismo tiempo está perdido en el otro.

Es posible hacer un diagnóstico correcto de alergia fundamentándose únicamente en la relación con el objeto.

En la histeria, el objeto es mantenido a distancia mediante el
mecanismo esencial de la evitación. El obsesivo neutraliza su
relación con el objeto utilizando rituales.

El alérgico, en cambio, existe en función de algo: lo característico es su tentativa permanente de acercarse al objeto.

Su deseo primordial es aproximarse de tal manera al objeto
hasta confundirse con él.

La captación del objeto es inmediata y total, se trata de una
manifestación de las más arcaicas, una identificación profunda y sin límites entre sujeto y objeto, una confusión sin matices.

El sujeto habita en el objeto y es habitado por éste. Se identifica con cada objeto que se le presenta y no puede desprenderse de él salvo identificándose con un nuevo objeto.

A través de todas estas relaciones, lo que el alérgico busca es la fusión con su madre.

El ejemplo patognomónico es el del sujeto asmático, en cuya historia clínica se establece en la mayoría de los casos una intensa relación con la madre, accesos de cólera e irritabilidad infantiles y un intenso temor a perder su amor.

El ataque de asma es un equivalente de la angustia, una reacción ante la pérdida, un grito de auxilio dirigido a la madre, con el fin de conseguir la protección de quien en adelante habitará su árbol bronquial.

Para el asmático, la madre es el aire.

Nacer es separarse de la madre y morir, pero nacer también es vivir, ya que no nacer también es la muerte.

No nacer es continuar unido a la madre, ésta será la elección del asmático.

Esta elección puede modificarse bajo tratamiento psicoanalítico.

Inés Barrio. Médico psicoanalista
Madrid: 4 795 5402

Inicio este trabajo sobre la etiopatogenia de la HTA atendiendo algunas generalidades médicas y añadiendo aportaciones que genera el psicoanálisis. Estos dos campos podrían converger hacia una nueva práctica de salud, haciendo que la medicina no sólo intuya o sospeche, sino que pueda aprenhender lo psíquico. Ya Hipócrates recomendaba observar la naturaleza de cada país, las
costumbres del paciente, su forma de hablar, el origen y contenido de los sueños e incluso su silencio.

Pero antes de hablar de esta patología nos debemos preguntar sobre los criterios de salud y enfermedad; esto es, qué concepto tenemos y cómo podemos influir sobre un paciente que ha enfermado.

La medicina ha variado a lo largo de la historia su imagen del proceso patológico. Primero propuso un origen divino y se utilizaron métodos mágicos y adivinatorios para aplacar los poderes sobrenaturales o simplemente se usaban los recursos que la experiencia demostraba más eficaces. Muy influenciado por el entorno cultural el arte médico fue aceptando causas puramente naturales y al igual que la materia se componía de cuatro elementos, el cuerpo
era la consecuencia de cuatro humores que gozaban de equilibrio en el estado de salud. Así, toda terapéutica intentaba devolver ese equilibrio ideal. La noción de equilibrio sobre energías o fluidos reaparecerá en distintas civilizaciones. Más tarde, la supremacía de la razón y la importancia de observar introducen un nuevo método científico. Su principal condición es que las hipótesis elaboradas pueden verificarse experimentalmente. Además, la capacidad de los sentidos aumenta al aplicarles instrumentos como el microscopio.

Entramos ya en la medicina actual. Ahora se reconocen unas causas que a través de unos mecanismos alteran funciones en el cuerpo. Esto se relaciona con cambios morfológicos y todo se traduce en una serie de síntomas o signos que percibe el paciente o el explorador. También debemos reconocer el cuadro bajo un diagnóstico e intentar un pronóstico. La vía final es instaurar un tratamiento que de forma ideal ataje las causas o por lo menos alivie los síntomas.

Aquí ya empiezan los problemas en el caso de la HTA. En un altísimo porcentaje su causa es desconocida, llamándose HTA idiopática, primaria o esencial. El motivo de este desconocimiento se atribuye al gran número de mecanismos que influyen sobre la TA y a sus mutuas relaciones, de modo que al variar uno lo hacen los demás. Mecanismos renales, neurógenos, hormonales o locales de la propia pared del vaso, son ejemplos. Se plantea que sobre una predisposición genética actúan causas ambientales. Para que se desarrolle la enfermedad sería necesario que se sumen elementos
genéticos y ambientales desfavorables. Pero cada uno
tiene muchas variables y también se relacionan entre ellos. Por ejemplo una parte de nuestro código genético sólo se leerá y tendrá efectos si se cumplen determinadas condiciones que en realidad son ajenas a la genética. Este panorama tan complejo impide un tratamiento sobre la causa, aunque con los fármacos podamos controlar las cifras. Es importante conocer que hablamos de HTA cuando la presión sistólica es mayor de 140 mm de Hg y/o la presión diastólica es mayor de 90. En la HTA sin causa conocida al principio se produce un aumento del gasto cardiaco (volumen de sangre que expulsa el ventrículo en la unidad de tiempo frecuencia) y como consecuencia de esto termina elevándose el tono de
los vasos, lo que llamamos resistencias periféricas. Los valores anteriores son convencionales y se basan en la estadística. Por encima de ellos el riesgo de que haya complicaciones sería muy significativo. Así se trata de una enfermedad frecuente, potencialmente mortal, que apenas da síntomas y por lo tanto puede pasar desapercibida. Siguiendo este camino llegamos a las conocidas campañas de prevención y a la cronificación de la enfermedad, si bien evitando algunas de sus consecuencias. Mientras la medicina
nos habla de la diversidad biológica y de conjugar los conocimientos. ¿Qué nos puede aportar el psicoanálisis?. Se trata de una disciplina que nació curando aunque nos avise que la cura es un 

 

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X CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
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beneficio extraordinario. El psicoanálisis plantea más la salud que la enfermedad. Su objeto de conocimiento, el inconsciente y su método de interpretación-construcción son también novedosos para el conocimiento humano. Freud nos propone un nivel distinto de hacer ciencia. La observación con nuestros sentidos, incluso utilizando instrumentos, será siempre incompleta. Más allá de los fenómenos que se nos presentan queda una realidad que en sí misma no podemos conocer ni representar. Para acercarnos a ella utilizamos interpretaciones a modo de representaciones auxiliares,
que con la experiencia vamos afinando. De esta forma se llegan a entender las complejas relaciones, dependencias y leyes que explican los fenómenos. Así la ciencia psicoanalítica es un trabajo de construcción. En su proceso de conocimiento transforma, funda un nuevo nivel de objetividad, edifica otra realidad. Los datos inmediatos y evidentes que se presentan a los sentidos son secuencias
incompletas. La ciencia debe cuestionarlos y abstraer sus mecanismos. Aparece una ruptura, pues ya no se trata sólo de fermentar lo que observamos. Bachelard nos dice que lo real no es jamás lo que podría creerse, sino siempre lo que debiera haberse pensado.

Si aplicamos este modo de trabajar al concepto de salud y enfermedad tenemos ya importantes diferencias. La medicina busca la restitución del estado previo a la enfermedad. El psicoanálisis la construcción de un nuevo estado de salud. La medicina se ocupa de los fenómenos; el síntoma, el padecimiento. El psicoanálisis los incluye como productos de un sistema que llama Aparato psíquico. Freud plantea este aparato anímico como un instrumento compuesto.

Describe unas instancias o provincias psíquicas. Recurre a un mito para decir que al principio todo es ello, un caldero de pulsiones donde cada una busca ciegamente su satisfacción. La parte del ello que está en contacto con la realidad se modifica en el sentido de que algunas de las satisfacciones podrían resultar nocivas al individuo. Esta parte del ello modificado, es el yo, que va a mediar entre el mundo pulsional y la realidad, prohibiendo algunas satisfacciones y desviando o posponiendo otras. A diferencia de su antecesor, el yo tiene una tendencia a la unidad, a la coherencia y es el receptor de los estímulos internos y externos. Freud se da cuenta de que una parte del yo puede oponerse al resto, observarlo y criticarlo, pudiendo incluso imponerle castigos. Intuitivamente
la damos el nombre de moral y al buscar su origen pensamos en el niño que aún no tiene freno para sus pulsiones y han de
ser los padres quienes le guíen. Más tarde introyecta estas figuras parentales, constituyéndose así una instancia diferenciada que llamamos superyo y que conserva el carácter riguroso y prohibitivo de los padres hacia el niño, aunque también su ideal. Aquellos padres míticos, al igual que en la leyenda de Edipo, fueron nuestros primeros objetos sexuales y cuando es necesario su abandono, los conservamos, nos identificamos con ellos, para no perderlos llegamos a transformarlos en una parte del yo. Así el superyo continuará
en la vida adulta el papel que tuvieron los padres frente al
niño pequeño y desamparado.

Pero con la descripción tópica, de lugares, no es suficiente. El psicoanálisis había partido de la existencia de procesos inconscientes, no sólo en el plano descriptivo, sino realmente incapaces de conciencia. Para hallar el sentido psíquico de los sueños, los síntomas o los actos fallidos, fenómenos en apariencia incomprensibles o pintorescos, hay que inferir procesos inconscientes, una forma muy distinta del pensar que extraña a nuestra lógica. Junto a la descripción tópica de antes incluimos la dinámica y tratamos de estudiar las leyes de ese sistema inconsciente. Al hacerlo así enseguida nos llama la atención que las cargas de energía, lo que serán los afectos, estén libremente móviles. O sea, cualquier afecto puede unirse, atribuirse a cualquier idea; no hay correspondencia entre ambos, y esto explica el fenómeno de transferencia, capital en psicoanálisis y que la medicina desconoce. Precisamente porque el afecto se desplaza desde la representación reprimida a la permitida, sobre el médico recaerán afectos que puede considerar excesivos o injustos. Así se explican muchos malentendidos en muchas consultas. Si en lugar de la moral del médico estuviese la interpretación psicoanalítica, se tomaría la transferencia como una herramienta terapéutica que devuelve a la palabra algo de su antiguo carácter mágico. A cambio el médico tendría que conocer y soportar la sexualidad del paciente y la propia.

Todavía podemos añadir a la visión del aparato anímico el punto de vista económico y averiguar qué caminos sigue la distribución de la energía y cómo se deriva, algo que nos ayudará a pensar una etiopatogenia para la HTA sin causa. Freud se lo representa de  siguiente modo. La misión del psiquismo es mantener lo más bajo posible el montante de energía, busca eliminar toda tensión. Decimos entonces que nuestros procesos son gobernados por el principio del placer, pues la disminución de la tensión es sentida como placer y su acumulación genera displacer, pues la disminución de la tensión es sentida como placer y su acumulación genera displacer.  El principio del placer será en parte sustituido por el principio de la realidad, el cual busca los modos más convenientes para hallar la satisfacción de forma segura y mantenida aunque a veces deba aplazarla. El placer ya no será inmediato pero a cambio habremos ganado en seguridad.

He hecho todo este recorrido para poder introducir algunas preguntas. Pero ante todo el aparato psíquico tópico, dinámico y económico son como tres perspectivas que se relacionan y se matizan entre ellas.

Hablaba de la HTA, enfermedad que la medicina no podía reducir a sus causas y tratarlas. ¿Qué podemos decir desde el psicoanálisis? ¿Cómo influye el aparato anímico y sus procesos sobre el cuerpo? ¿No será la unión cuerpo-alma un tema ya muy especulado y demasiado equívoco? En este aspecto encontramos un concepto, la pulsión de enorme importancia. Las pulsiones nos dice Freud, son seres míticos, magnos en su indeterminación. No podemos prescindir de ellas ni un solo momento en nuestra labor, y con ello ni un solo instante estamos seguros de verlas claramente. Las pulsiones nacen en el cuerpo y llegan a lo psíquico. Están a medio camino entre ambos, son cantidades de energía orgánica que adquieren una representación psíquica, primero en el ello de forma inconsciente y luego, al unirse a las palabras, haciéndose consciente. Así es como el aparato anímico logra derivar su energía, digamos que poniendo palabras a las pulsiones nacidas de soma.
Haciendo un repaso, partíamos de un cuerpo mágico incluido en un mundo divino, después pasamos a un cuerpo formado por células y sometido a leyes biológicas. Ahora realizamos un salto y llegamos a un cuerpo pulsional, organizado desde el lenguaje. Entonces en el hipertenso, en el psicosomático, la descarga de la energía psíquica no se produce a través de la palabra, sino por medio de reacciones de su sistema vegetativo. No está en el mundo del intercambio, más bien realiza un monólogo en sus órganos. Hipertensión de la sexualidad podríamos decir, porque la energía de la pulsión que se acumula y acaba dañando los órganos, es la libido de la sexualidad humana.

Sexualidad que va más allá de los genitales o la procreación. El psicoanálisis le puede proporcionar al hipertenso la función de la palabra; pero no cualquier palabra sino la interpretación psicoanalítica en transferencia; integrar su padecimiento en un nuevo orden. En el hipertenso podemos estudiar la detención de su función sexual, su incapacidad para alcanzar la fase genital, o lo que es lo mismo, logra esta fase pero de forma muy mermada. Hay un conocimiento de las diferencias sexuales pero no un saber. Es decir, por no poder simbolizar la castración, la carencia, esta acontece en su cuerpo.

Mucho quedaría todavía por hablar. Hemos visto que el método de los antiguos chamanes, su creencia en el hechizo, tiene cierta relación con el poder de la palabra en transferencia. Hemos interpretado que en el inconsciente las cargas de energía no están unidas a las representaciones sino libremente móviles, de modo que la contradicción, la negación, las leyes de la lógica o el tiempo del reloj no se pueden aplicar. Por eso el consejo del médico nada
puede transformar llegando sólo al nivel de la sugestión y el alivio. Hemos intentado acercarnos a la complejidad del aparato anímico, que es de por si incognoscible. Gracias a la pulsión podemos ver cómo el cuerpo plantea magnitudes de trabajo al psiquismo, y que el lenguaje crea caminos para que la energía sea derivada. Los destinos de las pulsiones, lo modos de renunciar a ellas, reprimiéndolas, sublimándolas, desviándolas de su fin o trasformándolas en su contrario es un capítulo fundamental que abre para la patología, la cultura, la pedagogía, el arte o las ciencias abre nuevos campos. El hombre se civiliza renunciando a sus pulsiones, su sexualidad es poder hablar.

Explicaciones en apariencia tan primitivas, como creer que la enfermedad se debe a un castigo divino, encuentran ahora una verdad psicológica. No olvidemos que Freud diferenció junto a las pulsiones de vida, sexuales la pulsión de muerte. Ambas suelen integrarse y dan lugar a la plasticidad de la vida humana (ejemplo: el matiz agresivo de toda relación amorosa). La pulsión de muerte puntua al Eros, es lo que hace que dos enamorados se separen hasta el día siguiente o que alguien se independice de su familia. Pero si la pulsión de muerte se independiza puede convertirse en destrucción sobre el propio sujeto o contra el exterior. El psicoanálisis
ha encontrado un sentimiento inconsciente de culpabilidad,
que se complace en la enfermedad y es dirigido por el superyo. Así detrás del temido Dios primitivo estaría esta instancia moral, de la que nada sabe nuestra concienccia pero que puede provocar evoluciones catastróficas de una enfermedad o simplemente una vida desgraciada. Los puntos de encuentro entre la medicina y el psicoanálisis y sus distintas perspectivas, prometen un trabajo inacabable.

Freud nos anima en este sentido. Recordemos sus palabras. «La biología debe proseguir su camino, los psicoanalistas el nuestro. Ya nos encontraremos.»

Sergio Aparicio Erroz. Médico
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X CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

A PROPÓSITO DE
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
QUÉ SIGNIFICA
DOGMÁTICO E
IMPENSABLE EN FREUD

Este trabajo, como otros anteriores, parte de la conjetura sobre lo que podría ser una intervención de orientación psicoanalítica, o sea: abrir el silencio que guarda la palabra empeñada. En una de las tramas conceptuales freudianas, ese silencio habla a través de vocablos y frases como «dogmático», «dogmáticamente», «certeza inconmovible», «impensable», «sin dudar», «sin pestañear», y derivaciones familiares e imprevistas.

TRADUCCIÓN

El ensayo que nos ocupa, y nos pre-ocupa, es «¿Pueden los legos ejercer el análisis? (Psicoanálisis y Medicina). Diálogo con un juez imparcial».

La extensión y modalidad del título marca la importancia, el
momento histórico-conceptual, el tono diagnóstico y el carácter de pronóstico que posee la intervención discursiva y extradiscursiva de Freud.

¿Por qué traducimos, «lego» y no «profano»? En primer lugar por un motivo trivial, literal, ya que el nombre del volumen dice «Laienanalyse», análisis lego. En segunda instancia porque la voz «profano» queda asociada involuntariamente a una serie de caracteres y actos reprobables, «profanador» (de tumbas), «profanación» (de templos), etc. El mismo Freud al explicarle a ese «juez imparcial» el descubrimiento psicoanálitico de la sexualidad
infantil, destaca que «hombres agudos», en tono subido, la tildaron de «profanación de la niñez». Del sentimiento al ultraje sin pasar por el argumento, parece ser la connotación inmediata de lo profano. De ahí la necesaria distancia con este término.

LO DOGMÁTICO

El texto está compuesto y dispuesto como una conversación. Hay en él una manifiesta disposición al diálogo. Es el único escrito de Freud con esas características. El intercambio dialógico y el interlocutor simulado navegan por un río tranquilo, de mansas corrientes, alteradas, una que otra vez por pequeños remolinos y rizos de olas insinuadas. Sin embargo nada es como se muestra. La «psicología
abisal» (Tiefenpsychologie) que edificó el psicoanálisis no
permite que la unidad coloquial anule las diferencias constitutivas. Eso evita que el diálogo se convierta en una «apología». Nada que defender, nadie a quien convencer. Sólo una exposición, donde un pensamiento se expone, aún a los propios riesgos de sus certezas. ¿Será éste el primer atributo de lo «dogmático»? ¿Podemos ignorar de que con él ya estamos en el reino de las atribuciones, de una argumentación opuesta que no escapa de lo que atribuye al otro discurso?

Las certidumbres lanzadas no esperan respuestas para ser revisadas. Son «tocadas», antes de cualquier observación, por el propio texto. Así se vuelve activo, pues va trabajando su materia en todos los planos (conceptual, argumental, indicativo, alusivo, etc) a medida que la va desplegando para su consideración. Lo que parece, el parecer, es lo que desaparece. Se abandona la pasividad de la reproducción, surgiendo la energía de la síntesis y el mapeo conceptual.
Las tonalidades del enervamiento en la conversación son
las «coloraciones» de las pulsiones, se tensan por sus conductos. Por otro lado el mismo relato va modificando sus estrategias. Simula defensas figurativas, ataques profesionales, cuidados territoriales, enfados amistosos, antipatías regionales o necesidad de
ofrecer un dictamen coyuntural a la manera de una pregunta variable, ¿pueden?, ¿es posible? O mejor: ¿no será una brutal injusticia con el psicoanálisis que los legos no puedan ejercerlo? Lo «dogmático» ahora hace bisagra con una postura ética, denunciando con todas las letras una anomalía. El sistema legal bordea su disolución, cuando intenta aplicar ilegamente una ley que ignora el alcance de su obsesión prohibitiva. Anunciémosle, entonces, que inconcientemente morirá por aquello que desea matar. Será un suicidio del derecho, torcido por su propio designio. Con esto quiero sugerir algo respecto al texto freudiano. Siempre debemos situarnos a la altura de su discurso, nunca bajo la conjetura de sus «motivos». De modo que apunta a la «ficción jurídica», y, en la dirección de nuestro interés, al discurso médico, la singularidad de su transmisión, las formas de su juramentación, los principios de su poder, el abroquelamiento de sus convicciones y las pautas de su formación, emblemáticamente asumidas por el diplomado.

Por eso el trabajo de Freud no satisface una urgencia (él mismo no cree que el cierre de la causa contra T. Reik haya sido un «triunfo» de su libro), sino que la «urgencia» es puesta en perspectiva desde lo urgente para el campo analítico.

 Así lo expuesto «dogmáticamente» responde, es la responsabilidad ante una pregunta no formulada de manera explícita: ¿qué es el psicoanálisis? «Dogmático equivale, entonces, a volcar de forma anticipada y oportuna una problemática, rehén de su constante malentendido.
Se presenta como si «fuera un edificio doctrinal acabado». Pero enseguida comienza a resquebrajarse, «no puedo garantizarle que su actual forma de expresión será la definitiva». En el sendero de «Pulsiones y destinos de pulsión» desmiente el carácter sacro que
a menudo se le achacó, «Usted sabe que la ciencia no es ninguna revelación». Y, más tarde, se precipita en uno de sus rasgos constitutivos, «carece, …, de los caracteres de precisión, inmutabilidad e infalibilidad tan ansiados por el pensamiento humano». Agreguemos: cuando pretende avanzar ilusoriamente mediante un encadenamiento de lumínicas definiciones, incapaces, por definición, de dar sus condiciones de emergencia. De modo similar a la operación de «degradación» del color en la pintura y del «tono menor» en la música, la de Freud «ahueca» las certezas del dogma,
para testimoniar lo cierto de un viaje de invención («La hemos
desarrollado muy poco a poco, luchando largo tiempo para conseguir cada pieza»), anotando día a día en el diario de bitácora. Lo cual indica justamente la imposibilidad de ser dogmático, aunque resta, para quien la ejerza, la posibilidad de ser necio.

Toda argumentación razonable –antagónica de una «razonadora»–, por más tajante que sea, casi siempre tajea un dogma por el lado menos previsible.

Los interrogantes y las respuestas, los pedidos de aclaración y el sesgo explicativo, las réplicas cortantes y la ironía contestataria, los cuestionamientos incisivos y el alegato consecuente, no responden a afán retórico de persuadir. Tampoco al de una dialéctica erística, ese arte de discutir, según Schopenhauer, «y de discutir de tal manera que uno tenga siempre la razón, o sea, per fas et nefas (con derecho o sin él)». El final del opúsculo confirma estas breves presunciones. ¿Pero entonces de qué se trata? De algo radicalmente distinto, de la resonancia expositiva de una construcción conceptual y un pensamiento afirmativo, a los que se retorna una y otra vez desde diferentes encrucijadas, transitadas cuidadosamente por el psicoanálisis.

Las señales que vengo dando nos ligan con un leitmotiv de la travesía freudiana. Es aquello que, ayer, la «psicología de las facultades», la «fisiología de los sentidos», etc, y hoy las «neurociencias», no pudieron concientizar ni mentalizar en sus esquemas y clasificaciones abarcadoras, es decir, lo «impensable» mismo. Ese es el sentido más fuerte del artilugio dogmático –como me gustaría llamarlo– freudiano. Ello nos impulsará, breve e indefectiblemente, hacia otros textos que reverberan en éste. Son huellas indelebles que acuden desde «Más Allá del Principio del Placer» y «El Yo y el Ello». Entre guerras, 1920 y 1923, serán amparos de la
batalla librada en 1926.

LO IMPENSABLE

La «psicología abisal» opera, y lo hace sin cirugía, a través de palabras que hunden su filo en lo real y en los monumentos corporales. «Impensable» (Unbedenklich) es una de esas palabras. Más Allá la estampa para señalar el camino curvo del psicoanálisis. Dice ahí, «en la teoría admitimos sin dudar, sin pestañear, sin pensar (subr. mío) que el curso de los procesos psíquicos se regula automáticamente por el principio del placer». ¿Pero qué es lo «impensable»? Si dejamos de lado la banalidad de tomarlo bajo una impresión primeriza como «no se puede pensar de otra manera» (S. Fish) o «él nunca podía entender las posiciones intermedias» (E. Jones) y otras confortables personalizaciones que apuntan a destacar rasgos idiosmerásicos en lugar de los conceptuales, veremosque el término rehusa cualquier prohibición en beneficio de una creación indeclinable.

Es «impensable», «imposible», aceptar un desvío del desvío que ya había efectuado el psicoanálisis. El por qué es claro (aunque al interlocutor le suene «ríspido», «inentendible», «misterioso», y demás). Se produciría un retorno indeseable a los territorios de la conciencia, a las síntesis yoicas, a las claves significativas, a las modalidades descriptivas y sensibles de los síntomas, a las evidencias palpables, a los registros de la mirada, en fin, a todo aquello que las disciplinas médicas, la psicología «escolar» y sus derivaciones, etc, habían realizado con gran idoneidad, no exenta de irrefrenables acentos dogmáticos. Ahora si, como un implante de su propio modo de transmisión, a diferencia del «tinte dogmático» que colorea la argumentación de Freud, es decir, una posición que evita cuidadosa y respetuosamente abusar de las «luces de la razón», cediendo el psicoanálisis como otro capítulo del «iluminismo» o de la «historia del entendimiento». Por eso es «impensable» querer entender el inconciente sin el trabajo que lo produce y la «puesta a prueba» –aspecto docimásico de lo dogmático– que lo constituye. «Impensable» y «dogmáticamente» se funden, así, en un tiempo de insistencia, de perseveración, no de la exclusión que atraviesa las obstinaciones corrientes.


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«El Yo y el Ello», supuesto durante todo este relato «lego», da cuenta de lo «impensable» en el nido mismo del aparato psíquico y su conformación. El «yo» del que habla el psicoanálisis se teje desde la superficie de haces perceptualesconcientes a un «omphalos» que escapa de toda representación. Entre esa «corteza» y ese «núcleo» hay una completa disimetría. Los planos de una y otro son inconmensurables, no pueden medirse ni compararse entre sí, aunque estén fuertemente conectados. Si una transcurre a
la luz del día, el otro permanece en la oscuridad. Estos rasgos son fundantes. Ahí lo dogmático funciona como un guarda de aduana, garantizando que los tránsitos no sean legítimos o sean portadores de contrabandos identitarios. Es decir del malentendido que puebla las traducciones fáciles que van de las síntesis e intencionalidades conscientes hasta lo asintético e irrepresentable inconciente, haciéndolo «objeto de significación». La «traducción» (de los sueños, p.ej.) a la que tanto apela Freud es «anasémica», tomando el concepto de N. Abraham y M. Torok, asemántica, no traduce el significado de un sueño o un síntoma, sino que lo trabaja a través de una interpretación demorada, sin urgencia por saber qué significa tal o cual elemento.

Lo dogmático, y la preservación de lo impensable es, entonces, ese constante retorno a la diferencia donde el psicoanálisis se ha constituido como ciencia singular del inconsciente. Y, en la que se anudan simultáneamente convergencias y divergencias, construcciones y métodos, procedimientos y reglas, formas de transmisión e institucionalización que deberán ser congruentes con lo que fundan.

EL GIRO, LA INTERVENCIÓN Y UN DESTINO
PECULIAR

Llegados a este punto el ensayo freudiano hace dar un giro radical, tanto a su pregunta vertebral como al tono discursivo. La primera redefine la noción de lego, por lo cual éste surge como resultado de la formación médica, automáticamente autorizado por su titulación para ejercer el análisis. El interrogante sigue siendo simétrico, pero invertido: ¿pueden los médicos practicar el análisis, sólo porque, legal y equivocadamente, se lo califique, como una rama de la medicina? ¿Su preparación los dipone, los pone a disposición del análisis o los in-dispone de manera concluyente?

También cambia el tono discursivo, y notamos que toda la
«demostración» impulsada en el texto, era, en verdad, un acto de desatribución. Una compleja intervención sobre los discursos constituidos (médicos, legales, institucionales) sus hegemonías, la violencia de sus atribuciones e intromisiones, así como sobre las instituciones psicoanalíticas, sus mitologías nacionales, nocionales y estamentarias. Y se trata aún de una intervención más inquietante que las anteriores, mediante la cual un «lego» podría rotularse inequívocamente: la falta de formación y producción en el campo analítico. Creo que ésta es la más «feroz» de las prescripciones, ya que se transforma en un mandato, sin obligación manifiesta, de la implicación efectiva, inexcusable del candidato. E «inexcusable» no es un término severo, intolerante, sino lo que atañe a una apuesta y un trabajo destinal. En relación a esto, el «destino» del vínculo entre psicoanálisis y medicina, se vuelven relevantes las perspectivas de Freud –el «dogmático»– y de Jones –el «mediador»–, sobre el asunto. Afirma Jones, «según toda probabilidad, empero, esta cuestión no la vamos a resolver nosotros, sino el destino». Contesta Freud, subrayando, «El destino decidirá sin duda, cual ha de ser en última instancia la relación entre psicoanálisis y medicina, pero esto no significa que nosotros no tengamos que influir sobre el destino, que no debamos darle forma por nuestros propios esfuerzos».

El primero, no sin cierto cinismo resignado, abundante en las
Asociaciones Psicoanalíticas, acepta un destino trágico. El otro, con cierta ironía cansada, remarca el único destino posible para el psicoanálisis: durar a través de una transformación incesante, dejándose «destinar» por el descubrimiento analítico, por un «hecho exquisitamente colectivo» de modo eminentemente singular.

Juan Carlos De Brasi. Psicoanalista.
Madrid: 91 547 56 64

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CONFERENCIAS
INAUGURALES

Varios Autores
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APERTURA DEL SEMINARIO SIGMUND FREUD

(TEMPORADA 1999–2000)

El psicoanálisis como tal no es un pensamiento —en el sentido reflexivo, del entendimiento— si yo considero que alguno de ustedes ha pasado por el instituto, por la universidad. El psicoanálisis es un contrapensamiento. Sin meternos en un camino harto complejo, que es el de la cientificidad o no del psicoanálisis, de lo que podemos hablar es de la apertura o de la producción de un campo donde se articulan, alrededor del concepto inconsciente, otros conceptos que permiten una lectura productiva, es decir, una
lectura transformadora de los procesos llamados psíquicos. Este campo en su producción, en su forma de producirse, muestra que no puede ser leído por una epistemología científica que pretenda leer los fenómenos de una manera positivista, de una manera racional, de una manera empírica, de una manera denominada científica. Insisto sobre la idea, es un contrapensamiento, es decir, el tiempo del reloj es un tiempo uniforme. El productor de la manera de pensar el tiempo del reloj fue Aristóteles y el tiempo del reloj condena, primero, a una medida y después, a una dirección, es decir, hay cosas que han pasado, hay cosas que están pasando y hay cosas que van a pasar. Un pequeño paréntesis para decir que los psicoanalistas o el grupo de psicoanalistas que utilizó el tiempo, vamos a llamar aristotélico, para medir los fenómenos psíquicos, terminó diciendo que la infancia del sujeto producía la enfermedad actual.

El pasado es móvil, se modifica, bueno pero eso precisamente, habla en favor de que es el presente el que determina el pasado, que es el futuro el que está produciendo nuestro presente. Que yo tampoco lo entiendo. Yo digo: me gustaría entender algo del tiempo, pero yo sé que las cosas no se entienden. Ese no entender el tiempo, eso es el tiempo en psicoanálisis, es la inauguración de un tiempo donde el sujeto es el único que no sabe lo que sabe. Es la inauguración hasta de un campo ideológico nuevo, no solamente de un campo científico. Los otros campos ideológicos que conocemos, que también se producen por conceptuaciones teóricas, aunque la gente crea lo contrario, en ninguno de ellos existe un saber del sujeto que el propio sujeto sea el único que lo desconoce. Yo diría que la enfermedad llamada mental, por llamarla de alguna manera (le pido perdón a los profesores), tiene que ver con la distancia del sujeto a esa condición de ser sujeto. Si acepto que lo que me conduce es un saber, pero que yo no sé, se evitarían o por lo menos mejorarían, en el sentido de la salud, varias enfermedades. Aceptar que hay un saber que gobierna en mí, que desconozco en mí, ¿por qué me puede curar aceptar eso? Bueno, porque aceptar eso es aceptar que pertenezco a una especie mortal, es decir, que he nacido de hombre y mujer, de macho y hembra, que he nacido de dos seres semejantes pero diferentes. Eso precisamente, que sea necesaria esa unión deforme entre un hombre y una mujer para producir la especie, eso es lo que me determina como especie mortal. Si fuéramos inmortales, a ningún hombre se
le ocurría hacer el amor con ninguna mujer y a ninguna mujer se le ocurriría hacer el amor con un hombre y, además, no sabemos siquiera si existirían los hombres y las mujeres. Que existan hombres y mujeres es un problema de la especie, que cada uno tendrá que poder sobrellevar como mejor pueda. Cuando digo esto, estoy diciendo que el amor, que es aquello que reúne a las bestias para procrearse, es un sentimiento, exacto, pero de la especie, no del sujeto psíquico. El sujeto psíquico, en caso de tener sexos, tiene
varios (en caso de tener) y tolera servir al proceso de la «inmortalidad», de la especie, por eso ama y por eso se reúne en familias. Les estoy mostrando de una manera sencilla y vulgar, a mi entender, por qué podemos decir que el psicoanálisis es un contrapensamiento: porque pone en cuestión el modo de pensar de aquello que nos educa, de aquello que nos gobierna y de aquello que nos enferma. Es un contrapensamiento porque pone en entredicho algo de la medicina, toda la psicología y el modo de pensar de los
filósofos. No es que yo les vaya a demostrar todo esto hoy, algo tendrán que estudiar, pero estudiando correctamente, lentamente, empezamos a descubrir que hay un porcentaje elevado de las enfermedades biológicas a las cuales no se puede llegar con ninguna medicina, con ninguna cirugía y que la mayoría de las veces no se sabe cómo se producen. El psicoanálisis viene a revolucionar esa parte de la medicina porque dice que esas enfermedades de origen desconocido, de etiopatogenia desconocida y que no curan con ningún medicamento, son producidas por los procesos inconscientes y que sólo pueden curar con el desarrollo de estos procesos inconscientes, es decir, con una terapia psicoanalítica.

(..)


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ESTE ESPACIO PERTENECE A LA

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

 

Soy lo que vuela
encadenadme y seré lo encadenado que vuela
matadme y seré lo encadenado, muerto, que vuela

LA ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA
TAMBIÉN TIENE SU COLUMNA

En el mes de Septiembre la Asociación organizó dos fines
de semana más en el HOMENAJE A SIGMUND FREUD,
por los CIEN AÑOS DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS
SUEÑOS. Un total de ocho intensos sábados y domingos y
más de 500 inscriptos a las Jornadas, dan cuenta del éxito que tuvo esta convocatoria.

Hace 20 años la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero pro-clamaba: «Madrid debe leer a Freud» y esta vez los numerosos asistentes se apropiaron de una frase que señala la importancia de un pensamiento contemporáneo en nuestras vidas.

Actualmente La Asociación se encuentra inmersa en la lectura de los originales recibidos para el II PREMIO DE
POESÍA Y II PREMIO DE PSICOANÁLISIS PABLO
MENASSA DE LUCIA. Alrededor de 200 libros recibimos
para esta convocatoria y el jurado desde el mes de agosto,
comenzó a deliberar, en una ardua tarea.

Les recordamos que las obras galardonadas recibirán como
premio 150.000 pesetas y la publicación de 1.000 ejemplares
en España y 1.000 ejemplares en Argentina. El fallo del jurado será hecho público el 3 de noviembre de 2000. Deseamos suerte a todos los que se animaron a participar, lo que ya de por sí, es un premio.

Esperamos en este segundo certamen obtener el beneplácito, por parte de la crítica especializada, que ya tuvimos el años pasado, en el que recordemos fue premiado el poeta Leopoldo de Luis por su obra: Generación del 98.

Queremos señalar en estas líneas que el Vicepresidente de
La Asociación, el Dr. Miguel Oscar Menassa, cumplió 60
años el pasado 19 de Septiembre y el Grupo Cero organizó
una fiesta, donde cien personas se dieron cita alrededor de una frase «MENASSA 60 AÑOS». Hubo música, rifas, poesía, baile, tarta sorpresa con la portada del último libro publicado por Menassa: «POETA CONDENADO». Todos los asistentes degustaron un buen caldo del país entre manjar y manjar. Una fiesta a la altura del homenajeado a la que acudieron familiares, amigos, discípulos, poetas y artistas invitados como Antonia San Juan y Luis Miguel Seguí, que interpretaron escenas de sus últimas obras teatrales.

Un espectáculo de alegría desbordante donde Menassa nos
leyó cuatro poemas de una altura inconmensurable.
Rescatamos algunos fragmentos del poema CUMPLIR 60
AÑOS:

...Meseta digo para decir extensión.
Mi vida, mediterránea luz sonora,
mar desolado pero abierto al mar,
soledad devorada por una libertad.

Eso es decir, amigos, eso es amar.

A los sesenta años se festejan
las cosas dejadas, no vividas,
ese beso mortal que nunca dimos,
la caricia que nunca me alcanzó...

El poeta Leopoldo de Luis, presente en la fiesta leyó un
poema dedicado a Menassa y después María Chévez,
Alejandra Menassa, Antonio Menassa, Carmen Salamanca,
Claire Deloupy y los Artistas del Vértigo quisieron estar presentes con sus versos en la fiesta.

Antonia San Juan y Luis Miguel Seguí, comunicaron su
próximo enlace matrimonial y le pidieron a Menassa que
fuera el padrino de boda.

Todos los asistentes, incluidos camareros, aplaudieron
constantemente a los artistas y poetas.

El GRUPO CERO, también, sabe organizar fiestas.

La junta directiva del Aula de Poesía y Psicoanálisis ha
decidido participar en la difusión de la temporada 2000-2001
de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. Ya que uno de sus objetivos prioritarios es difundir la cultura en todas sus manifestaciones,
hemos considerado de capital importancia, para informar al mayor número de personas posibles realizar una campaña de prensa masiva, coincidiendo con los cien años de la publicación de La Interpretación de los Sueños y ser éste, el capítulo principal del primer año del Seminario SIGMUND FREUD de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero.

Ya nos encontramos trabajando para las actividades de los
próximos meses.

Seguiremos informando y no lo olviden: el 3 de Noviembre
se hará público el fallo del segundo premio de Poesía y
Psicoanálisis Pablo Menassa de Lucia.


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ESCUELA DE PSICOANÁLISIS  GRUPO CERO  
Temporada 2000/2001 
ABIERTA LA  MATRÍCULA

Información e inscripciones: 91 542 33 49; www.grupocero.org

SEMINARIO 
SIGMUND FREUD

Programa del primer año:

A. APROXIMACIÓN A UNA TEORÍA DE LA LECTURA

• Concepto de ruptura.
• Concepto de trabajo.
• Múltiple determinación y sobredeterminación.
• Tiempo real y tiempo histórico.
• La lectura, base material de las ciencias.
• Lectura como producción.

B. LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS

• Método de interpretación onírica.
• El sueño es una realización de deseos.
• La deformación onírica.
• Material y fuentes de los sueños.
• El trabajo del sueño.
• El olvido de los sueños.
• La regresión.
• La realización de deseos.
• Interrupción del reposo por el sueño. La función del sueño.     El
sueño de angustia.
• El proceso primario y el secundario. La represión.
• Lo inconsciente y la conciencia. La realidad.

Modalidad Semanal:

LUNES DE 19 A 22 H.
Profesores:
Emilio González, Jaime Kozak

MIÉRCOLES DE 19 A 22 H.
Profesores:
Alejandra Menassa, Pilar Rojas
Precios: 20.000 pts., 120,20 € de matrícula y 25.000 pts., 150,25 € mensuales, 12 meses.
Fecha de comienzo: Octubre 2000.

Modalidad Mensual:

SÁBADO DE 10 A 17 H.

Profesor: Carlos Fernández
Precios: 20.000 pts., 120,20 € de matrícula y 25.000 pts., 150,25 € mensuales, 12 meses.
Fecha: Sábado 6 de Noviembre.

 

SEMINARIO HEGEL, MARX,
HEIDEGGER

FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO

CUESTIONES PREMILIMINARES
AL SEMINARIO GENERAL

• La problemática
• La trama de pertenencia
• La preteridad de los conceptos
• Spaltung y desapropiación
• La cuestión de la tradición
• Arrancando desde lo no pensado
• Hegel, Marx, Heidegger


Coordinador: Miguel Oscar Menassa.
Profesor: Juan Carlos De Brasi.
Horario: Martes a las 21,30 h.
Precios: 20.000 pts., 120,20 € de matrícula y 25.000 pts., 150,25 € mensuales, 12 meses.
Fecha de comienzo: Septiembre 2000.

 

SEMINARIO JACQUES LACAN

Programa del primer año:

1) Jaques Lacan

a) Situación histórica. Comentario general de su obra.
b) Vuelta a Freud.
c) Propuesta de lectura.

2) El estadio del espejo como formador de la función del yo (je), tal como se revela en la experiencia analítica.

a) Un lactante frente al espejo: control y júbilo.
b) El estadio del espejo como identificación.
c) El Yo como función y como símbolo.
d) Las formaciones del Yo: Superyó, Yo ideal, Ideal del Yo.

3) Cuerpo, yo y sujeto

a) De la psicología a la metapsicología.
b) Esquema de los dos espejos y narcisismo.
c) Dialéctica intersubjetiva. Esquema L.
d) La estructura del sujeto: real, simbólico e imaginario.
e) Esquema R. La realidad y lo real.
f) Producción del sujeto.
g) Ideal del Yo. Nombre del Padre. Edipo.

4) Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente Freudiano.

a) Sujeto de la ciencia. Verdad y saber. sujeto del inconsciente.
b) Sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación. Cadena
significante y pulsión. Grafos 1 y 2.

5) La carta robada

a) Cuento de Edgar Allan Poe.
b) Propuesta de lectura del cuento: repetición de escenas,
recorrido de un significante y causación de sujetos.
c) Repetición e insistencia de la cadena significante.
d) El orden simbólico.
e) Ley y efectos determinantes para el sujeto: forclusión,
represión y denegación.
f) Del texto a la letra.

Profesoras: Bibiana Degli Esposti, Paola Duchên, Lidia Andino, Concepción Osorio.

Horario: Jueves a las 20,30 h.

Precios: 20.000 pts., 120,20 € de matrícula y 25.000 pts., 150,25 € mensuales, 12 meses.

Fecha de comienzo: Octubre 2000.

LIBROS PUBLICADOS POR LOS TALLERES DE POESÍA EN LOS ÚLTIMOS SEIS AÑOS

DES-NUDOS
Amelia Díez Cuesta

ARTIFICIOS
Jaime Icho Kozak

TALLERES DE POESÍA I
Varios autores

PRIMERA INQUIETUD
Alejandra Menassa de Lucia

ENTRE PALABRAS
Carmen Salamanca Gallego

CONTANDO PIEDRAS
Carlos Fernández del Ganso

CUANDO ESTÁ POR LLOVER
Norma Menassa

BELLA DE SIESTA
Marcela Villavella

DE TANTOS VUELOS
Inés Barrio

MANUAL DE VUELO
Luis Schnitmann

HUELLAS DEL AMOR
Karina Pueyo

DE LA MANO DEL AMOR
María Chévez

LETRAS DE FUEGO
Cruz González Cardeñosa

POESÍA CALLEJERA
Stella Cino Núñez

TIERRA DE AMANTES
Claire Deloupy Marchand

SURCOS
Ruy Henríquez

ATRAVESANDO SOMBRAS
Carlos Fernández del Ganso

SI ME VIERAS...
Jaime Icho Kozak

A MARES
Varios Autores

PARA SEGUIR VIAJANDO
Olga de Lucia

NOCHES DE PIEL
Carmen Salamanca Gallego

AL OÍDO DEL VIENTO
Alejandra Menassa de Lucia

LA POESÍA Y YO
Miguel Oscar Menassa

EVA BUENOSAYRES
Varios Autores

ARMAS DE MUJER
Varios Autores


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ESCUELA DE PSICOANÁLISIS 
GRUPO CERO 
 
Temporada 2000/2001 

ABIERTA LA  MATRÍCULA

Información e inscripciones: 91 542 33 49; www.grupocero.org

SEMINARIO DE GRUPOS

Programa del primer año:

I. INTRODUCCIÓN A LA PROBLEMÁTICA GRUPAL

• Los grupos, su importancia actual.
• Grupo e institución. Una ligazón crucial.
• Una fase que interroga hoy a las producciones grupales: ¿qué
es la democracia? Primera formulación tentativa.

II. TRAMAS HISTORIALES DE LA GRUPABILIDAD

• Bocetos etimológicos y metafóricos.
• En los albores: el psicoanálisis.
• Puntuaciones acerca de las principales escuelas.
• Escuela Inglesa. Crítica y puesta en perspectiva. 
  Variantes americanas.
• Escuela Francesa. Limitaciones y aperturas.
• Escuela Argentina. Acotaciones y evaluaciones actuales.

III. RELEVAMIENTO DE ALGUNOS DISPOSITIVOS
GRUPALES. FUNCIONES Y LÍMITES

IV. LA INTERVENCIÓN GRUPAL PSICOANALÍTICA.
 LAS SOCIEDADES POSINDUSTRIALES.

V. DESARROLLO DE LA FRASE INTERROGATIVA
¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA? COMPOSICIONES TRANSFORMACIONES RADICALES DE LA GRUPALIDAD.

VI. ESBOZO DE NUEVOS CONCEPTOS PARA ABOR-DAR
LO GRUPAL. DEMORAS HISTÓRICAS, NECESIDADES
FORMATIVAS Y REQUERIMIENTOS
ACTUALES.

Coordinador: Miguel Oscar Menassa.

Profesor: Juan Carlos De Brasi.

Horario: Martes a las 21,30 h.

Precios: 20.000 pts., 120,20 € de matrícula y 25.000 pts., 150,25 € mensuales, 12 meses.

Fecha de comienzo: Septiembre 2000.

 

TALLERES DE LA

ESCUELA DE POESÍA

GRUPO CERO

SÁBADOS DE 19 A 21 H.

DOMINGOS DE 11 A 13 H.

EN MADRID

El que no pueda viajar todas las semanas a
Madrid, que viaje tres veces por año y si no
puede eso y no está conectado a Internet, no
sé qué consejo darle.

Coordinador: MIGUEL OSCAR MENASSA

PRÓLOGO A LA CONTRIBUCIÓN A LA
CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

1859

La primera tarea que emprendí con el objeto de resolver las
dudas que me asediaban fue una revisión crítica de la filosofía del derecho de Hegel, un trabajo cuya introducción apereció en los Deutsch-Französiche editados en París en 1844. Mi investigación desembocó en el resultado de que tanto las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían conprenderse por sí mismas ni a partir de lo que ha dado en llamarse el desarrollo general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida, cuya totalidad agrupa Hegel, según el procedimiento de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de «sociedad civil», pero que era menester buscar la anatomía
de la sociedad civil en la economía política. Comencé en
París la investigación de esta última, prosiguiéndola en Bruselas, hacia donde había emigrado como conscuencia de una orden de expulsión del señor Guizot. El resultado general que obtuve y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor de mis estudios, puede formularse brevemente de la siguiente manera. En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estudio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio (Uberbaw) jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina (bedingen) el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia. En un estadio determinado de su desarrollo,
las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de producción existentes o —lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo— con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del fundamento económico, todo ese edificio descomunal
se trastoca con mayor o menor rapidez. Al considerar esta
clase de trastocamientos, siempre es menester distinguir entre el trastocamiento material de las condiciones económicas de producción, fielmente comprobables desde el punto de vista de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen. Así como no se juzga a un individuo de acuerdo con lo que éste cree
ser, tampoco es posible juzgar una época semejante de revolución a partir de su propia conciencia, sino que, por el contrario, se debe explicar esta conciencia a partir de las contradicciones de la vida material, a partir del conflicto existente entre fuerzas sociales productivas y relaciones de producción. Una formación social jamás parece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas
para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás
ocupan su lugar relaciones, de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad. De ahí que la humanidad siempre se plantee sólo tareas que puede resolver, pues considerándolo más profundamente siempre hallaremos que la propia tarea sólo surge cuando las condiciones materiales para su resolución ya existen o, cuando menos, se hallan en proceso de devenir. 

 

Seguir cayendo sin llegar nunca a ningún fondo es propiedad pura de la cosa. Lo que muere es el hombre, 
sus amores.


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

EL MALESTAR EN LA
CULTURA

1929

En condiciones normales nada nos parece tan seguro y establecido como la sensación de nuestra mismidad, de nuestro propio yo. Este yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Sólo la investigación psicoanalítica —que, por otra parte, aún tiene mucho que decirnos sobre la relación entre el yo y el ello— nos ha enseñado que esa apariencia es engañosa; que, por el contrario, el yo se continúa hacia dentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconsciente que denomínamos ello y a la cual viene a servir como de fachada. Pero, por lo menos hacia el exterior, el yo parece mantener sus límites claros y precisos. Sólo los pierde en un estado que, si bien extraordinario, no puede ser tachado de patológico: en la culminación del enamoramiento amenaza esfumarse al límite entre el yo y el objeto. Contra todos los testimonios de sus sentidos, el enamorado afirma que yo y tú son uno, y está dispuesto a comportarse como si realmente fuese así. Desde luego, lo que puede ser anulado
transitoriamente por una función fisiológica, también podrá ser
trastornado por procesos patológicos. La patología nos presenta gran número de estados en los que se torna incierta la demarcación del yo frente al mundo exterior, o donde los límites llegan a ser confundidos: casos en que partes del propio cuerpo, hasta componentes del propio psiquismo, percepciones, pensamientos, sentimientos, aparecen como si fueran extraños y no pertenecieran al yo; otros, en los cuales se atribuye al mundo exterior lo que a todas luces procede del yo y debería ser reconocido por éste. De modo que también el sentimiento yoico está sujeto a trastornos, y los límites del yo con el mundo exterior no son inmutables.

Prosiguiendo nuestra reflexión hemos de decirnos que este sentido yoico del adulto no puede haber sido el mismo desde el principio, sino que debe haber sufrido una evolución imposible de demostrar, naturalmente, pero susceptible de ser reconstruida con cierto grado de probabilidad. El lactante aún no discierne su yo de un mundo exterior, como fuente de las sensaciones que le llegan. Gradualmente lo aprende por influencia de diversos estímulos. Sin duda, ha de causarle la más profunda impresión el hecho de que algunas de las fuentes de excitación —que más tarde reconocerá como los órganos de su cuerpo— sean susceptibles de provocarle sensaciones en cualquier momento, mientras que otras se le sustraen temporalmente —entre éstas, la que más anhela: el seno materno—, logrando sólo atraérselas al expresar su urgencia en el llanto. Con ello comienza por oponérsele al yo un «objeto», en forma de algo que se encuentra «afuera» y para cuya aparición es menester una acción particular. Un segundo estímulo para que el yo se desprenda de la masa sensorial, esto es, para la aceptación de un «afuera», de un mundo exterior, lo dan las frecuentes, múltiples e inevitables sensaciones de dolor y displacer que el aún omnipotente
principio del placer induce a abolir y a evitar. Surge así la
tendencia de disociar del yo cuanto pueda convertirse en fuente de displacer, a expulsarlo de sí, a formar un yo puramente hedónico, un yo placiente, enfrentado con un no-yo, con un «afuera» ajeno y amenazante. Los límites de este primitivo yo placiente no pueden escapar a reajustes ulteriores impuestos por la experiencia. Gran
parte de lo que no se quisiera abandonar por su carácter placentero no pertenece, sin embargo, al yo, sino a los objetos; recíprocamente, muchos sufrimientos de los que uno pretende desembarazarse resultan ser inseparables del yo, de procedencia interna. Con todo, el hombre aprender a dominar un procedimiento que, mediante la orientación intencionada de los sentidos y la actividad muscular adecuada, le permite discernir lo interior (perteneciente al yo) de lo exterior (originado por el mundo), dando así el primer paso hacia la entronización del principio de realidad, principio que
habrá de dominar toda la evolución ulterior. Naturalmente, esa
capacidad adquirida de discernimiento sirve al propósito práctico de eludir las sensaciones displacenteras percibidas o amenazantes. La circunstancia de que el yo, al defenderse contra ciertos estímulos displacientes emanados de su interior, aplique los mismos métodos que le sirven contra el displacer de origen externo, habrá de convertirse en origen de importantes trastornos patológicos.

www.extensionuniversitaria.com

No hay pasos importantes en la vida para quienes no son capaces (por el desorden) de saber quién es la palabra.

VIGENCIA DE
SIGMUND FREUD

1996

Hoy intentaré hablar de aquello que, si bien algunos creen conocer, se presenta como un nuevo continente y un nuevo continente como todos sabemos debe continuar aún su formación y, por lo tanto, no puede dar cuenta de sí mismo.

Un continente que antes de pensar en su autonomía tuvo que padecer, para poder ser aceptado en la comunidad de nuevos continentes, de todos los imperialismos imperantes.

Desde la medicina hasta la poesía. Pasando por la estupidez y la magia en algunos países, como el nuestro, lo militar luchó contra cualquier crecimiento de este nuevo continente.

Estamos hablando del psicoanálisis, aparentemente una cosa tan individual, tan de diván y, sin embargo, poderosos sistemas sociales se oponen a su socialización.

¿No es acaso la propia familia del loco la que retira al paciente del tratamiento?

¿No son acaso las instituciones psicoanalíticas, internacionales o no (léase lacanismos en general), que interrumpen el psicoanálisis de sus miembros porque alguna política de moda no lo permite?

Y si nos preguntamos ahora quién le teme al psicoanálisis, podríamos responder: en general, todos temen.

Más difícil nos ha de resultar responder a la pregunta de por qué se le teme al psicoanálisis.

Y aquí, debemos saberlo, el miedo tocará toda reflexión.

El investigador queda implicado en la operación mucho más de lo que se suponía. Ya que no habrá psicoanálisis sin el deseo del psicoanalista.

El investigador deberá saber ahora que toda su producción no llevará como se dice la marca de su personalidad sino la de su deseo inconsciente a quien, por otro lado, nada le importa, ni el destino de la producción y ni siquiera su belleza o su completud.

Pero recién hemos hablado del deseo inconsciente que no es el psicoanálisis.

El deseo inconsciente es el vector que en el tiempo producido por la teoría psicoanalítica (que es una compleja articulación que se produce en su praxis), roza asintóticamente su realización y su muerte. Sin conseguir nunca ni realizar ni morir, ya que realización y muerte son sinónimos cuando se trata de poner fin al mecanismo
que sostiene en vida lo psíquico verdaderamente real, el
inconsciente.

Una presencia que por su persistencia termina siendo invisible para nosotros mismos, es decir, actúa en nosotros como una ausencia. Y por otro lado una ausencia que de tan ausente se hace presencia nítida y así, en la mayoría de los casos, como realidad objetiva actúa sobre nosotros.

Hasta aquí, temo al psicoanálisis, entonces, porque el primer requisito (que me requiere sin imponérmelo) para ser ciudadano de semejante mundo es aceptar la incertidumbre como un estado natural dentro del territorio y en lugar de huir o matar, como nos venía enseñando la familia y, por qué no decirlo, también el Estado, habrá que ponerse a conversar.

Y conversar no es cualquier cosa, sino que es en la precisión de un diálogo donde se conversa. Y la precisión de un diálogo no es otra cosa que la determinación del concepto de transferencia sobre la praxis psicoanalítica.

Que sea de una manera y de ninguna otra:

Él hablará a nadie y menos que menos al analista.

El Otro hablará para nadie, menos que menos para el analizado.

Diálogo que ofrece como única garantía que alguien hablará, él, el Otro, pero nunca nadie sabrá quién habla ni a quién habla.

Si ahora soy capaz de aceptar esta incertidumbre en lugar de los riesgos que me ofrece la carretera, el paracaidismo, o las cantinas donde uno puede beber hasta morirse, entonces estamos en condiciones de comenzar.

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 65.000 Ejemplares en MADRID

60.000 Ejemplares en BUENOS AIRES


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