ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 48

EL POETA Y LA FANTASÍA

LA FRUSTRACIÓN NO ES ESTAR ...

MUJER Y CREACIÓN

EL NEURÓTICO QUIERE SABER...

PABLO MENASSA DE LUCIA

LEYENDO LE SINTHOME

¿PSICOANÁLISIS O PSICQUIATRÍA?

X CONGRESO INTERNACIONAL

DE NUESTROS ANTECEDENTES

COMER Y PENSAR (I)

PSICOANÁLISIS DE LOS TRANSTORNOS INMUNOLÓGICOS

FREUD

ESPEJITO, ESPEJITO..

LA HIPOCONDRÍA UN MIEDO A VIVIR

PSICOANÁLISIS PARA TODOS

EL POETA Y LA FANTASÍA

Todo el mundo podría poetizar, porque poetizar, para Freud, no es más que jugar y no fantasear. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre jugar y fantasear? ¿Por qué el que juega es un jugador, alguien que se divierte, y el que fantasea alguien que sufre? En el juego es libre, es decir, no necesita ni mostrárselo a nadie ni ocultarlo a nadie. El neurótico reemplaza el juego por la fantasía. A mi entender en esta línea Freud expone la tesis (y tesis quiere decir que ustedes tienen que trabajar para encontrar la solución), de que el poeta es poeta porque no abandona el juego, no es que nos cuenta sus fantasías, sino que lo que nos cuenta es cómo juega con las palabras.

Lo fundamental entre el juego y la fantasía es que para fantasear no necesito la realidad, por lo tanto, cada vez que fantaseo soy un ser aislado que inventa una realidad nueva que no existe y que no tiene nada que ver con la realidad, por eso que voy a buscar a mi novia y creo que me va a dar un beso y me dice: "Si será desgraciado".

¿Por qué? Porque no hubo realidad sino fantasía. En cambio, el niño cuando juega siempre toma un elemento de la realidad para jugar. El poeta cuando juega siempre juega con la realidad, es decir, tanto el juego del niño como el juego del poeta son la transformación de una realidad conocida.

El neurótico es capaz de montarse en un palo de escoba y cuando uno le dice: ¿por qué no le das de comer?; el tipo va y le da de comer a la escoba. El niño puede montarse en un palo de escoba creyendo que es un caballo y cuando la mamá le dice: "por qué no le das de comer"; el chico le contesta: "mamá, es un palo de escoba".

El niño y el poeta transforman la realidad, pero jamás confunden la realidad con la fantasía, jamás confunden la realidad con el juego. Eso es lo que no puede el neurótico, que está permanentemente quitándole espacio a la realidad para poner en ella sus fantasías.

Esto no quiere decir que hacerte escritor te salve de las fantasías.

Freud dice que cuando alguien me cuenta sus fantasías, tengo asco o indiferencia, en cambio, cuando el poeta me cuenta sus fantasías yo tengo placer. Aquí está el por qué yo digo que el placer preliminar es la interpretación. Freud dice que el poeta le da poco al oyente, le da sólo el placer preliminar. El vedadero placer lo obtiene el sujeto porque el poeta con el placer preliminar lo libera.

Yo, en la interpretación, no le digo al sujeto cómo tiene que vivir, le digo qué es lo que no le deja vivir; entonces el sujeto comienza a vivir. ¿Ven que es el mismo efecto que la interpretación?

Es bellísimo cómo lo dice Freud: poco le da el poeta, nada más que el placer preliminar, pero el placer preliminar es el que le permite al sujeto gozar de sus fantasías. Es decir, que el verdadero placer que me produce la obra estética no viene de la obra estética, porque entonces seríamos prekantianos. El verdadero placer de la obra estética proviene del sujeto. Esto es lo que dice Freud en este maravilloso capítulo, cuando todavía no tenía delineada la teoría psicoanalítica, cuando estaba produciendo efectos de sentido, maravillosos efectos de sentido.

Para que no crean que yo tengo un libro que no tienen ustedes, les leo:

 

"El poeta mitiga el carácter egoísta del sueño diurno por medio de modificaciones y ocultaciones, metáfora, metonimia, y nos soborna con el placer puramente formal, o sea, estético".

Esto es otra maravilla, esto es decir que el estatuto del psicoanálisis o el estatuto del inconsciente no es ético, sino estético.

Cuando un psicoanalista joven le dice a un paciente que lo que más le gustaba era la teta de la mamá, eso es ético no estético. En realidad estético es como dice Bertolt Brecht cuando estaba con la mujer esa que podía ser la mamá de la cual no recuerda nada, ni siquiera su nombre, sino sólo la nube que pasó por encima de ellos cuando él estaba con la mamá: eso es estético y es también la relación con la madre. Es decir, el estatuto del inconsciente es estético.

Sólo por ese placer estético que me produce es por lo que me animo a gozar de mis producciones propias.

A tal placer, placer preliminar, interpretación, que nos es ofrecido para facilitar la génesis de un placer mayor procedente de fuentes psíquicas más hondas, no de la obra, no de la interpretación, algo que se produce nuevo en el sujeto, lo designamos con el nombre de prima de atracción o placer preliminar. A mi juicio todo el placer estético que el poeta nos procura entraña este carácter de placer preliminar. El verdadero goce de la obra poética procede de la descarga de tensiones dadas en nuestra alma.

Es maravilloso esto que dice porque no es que provenga de la interpretación del analista la curación del paciente. La interpretación del analista abre en el paciente la posibilidad de un nuevo camino que el paciente puede seguir o no seguir. Como pasa con el poema o con el cuadro, no todos sentimos el placer preliminar. A veces tanto miedo tenemos a lo que seríamos capaces de sentir que ni siquiera escuchamos la interpretación o ni siquiera el poeta nos produce el placer estético que abriría en nosotros la posibilidad de un mundo diferente.

Aquello que sostiene el sistema inconsciente es un hecho estético, no es un hecho ético. Por eso, que cuando tengamos que escribir sobre la ética en psicoanálisis, vamos a tener que decir que la ética es según el deseo. Esa es la única ética en psicoanálisis: actuar según el sujeto del deseo.

El deseo no puede tener ninguna ética, porque su estatuto es transformarse permanentemente, repetirse permanentemente diferente; y eso no puede ser una ética, eso es una estética.

MIGUEL OSCAR MENASSA

Seminario Sigmund Freud (21 de febrero de 1997)

FINALISTAS
PREMIO PABLO MENASSA DE LUCIA
3º CONVOCATORIA

POESÍA

-Me acosa una pasión...
Marion Star 2001

-Sueños de la Prisión
Denise Luk

-Patria de pájaros
Nocturno

-Desde el umbral
El fulgor

PSICOANÁLISIS

-Psicoanálisis y medicina

-Histeria-Historia de un amor.

 

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
X CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

«No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla». 

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO


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PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS

SEMINARIOS GRATUITOS

• SIGMUND FREUD

• JACQUES LACAN

• HEGEL – MARX – HEIDEGGER

Los seminarios serán impartidos por psicoanalistas de la Escuela

Tel: 91 542 33 49

PSICOANÁLISIS 
PARA TODOS

ATENCIÓN CLÍNICA

4 sesiones al mes: desde 8.000 ptas., 48 € 
4 grupos al mes: 5.000 ptas., 30 €

La atención clínica estará a cargo de psicoanalistas de la Escuela

Tel: 91 542 33 49

EL NEURÓTICO
QUIERE SABER...

Preguntarse en voz alta, es una manera de hablar. Un habla que presente la dimensión del diálogo, es decir, tenga en cuenta un interlocutor, como semejante y esté abierto a lo nuevo, a lo nunca dicho, porque antes de hablar no se puede saber ni pensar.

Preguntar qué quiere decir neurosis y cuál es para los Psicoanalistas la autoridad de la Neurosis, no se puede ligar a su pura y simple existencia.

Por ello Lacan plantea que el derecho y la autoridad que se desprende de lo que tenemos que aprender del neurótico, es la estructura que nos revela. Y esto que nos revela es que su deseo es el mismo que el nuestro. Lo que nos revela el neurótico, lo que se muestra poco a poco en nuestro estudio, lo que constituye la dignidad del neurótico es que él quiere saber.

De algún modo es él quien introduce el Psicoanálisis.

Y ¿qué quiere saber el neurótico? Quiere saber lo que hay de real en eso de lo que él es la pasión. Lo que hay de real en el efecto del significante, es decir, lo real es lo que deja marcas en la realidad (construcciones en la vida real), para lo cual es necesario que se produzca la interpretación psicoanalítica.

Recordemos que lo que se denomina deseo en el ser humano hay que articularlo en esa relación al significante y los efectos que allí se inscriben.

Lo que constituye como tal al neurótico es un significante y ninguna otra cosa. Él es en tanto que neurosis, un significante, es decir, representa a un sujeto oculto (su inconsciente) pero para otro significante.


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Trabajando el proceso por la sublimación, aparece una paradoja, cuestión inseparable de una contradicción, a saber: que el goce, el punto de mira del goce subsiste y es en cierto sentido realizado en toda actividad de sublimación.

No hay represión, no hay compromiso con el goce, hay paradoja, hay desvío, hay salto, hiancia ya que es por vías en apariencias contrarias al goce que el goce es obtenido. Lo mejor no es lo bueno o lo útil, esto plantea la ética del deseo.

El Neurótico se entrega a una curiosa "retransformación" de aquello cuyo efecto padece, es un inocente, pues quiere saber.

Y para saber toma la dirección más natural y es por ello, naturalmente por lo mismo que es embaucado. El neurótico no sabe que por sujeto, es que ha fomentado el advenimiento del significante, ya que el significante es el borrador principal de él, como sujeto. La sexualidad no deja marcas.

Sujeto que al borrar todos los trazos constituye el significante. Y el neurótico quiere borrar ese borramiento, quiere hacer que eso no haya ocurrido, porque entonces tendría que reconocerse como mortal.

Y sobre esto vuelve, sin conseguir abolir su efecto, al contrario cada uno de sus esfuerzos por borrarlo lo refuerza. Y es por hacer que ese advenimiento a la función del significante no se haya producido que se encuentra lo que hay de real en el origen.

Frente al cosmonauta de la erótica futura, hay que plantearse soluciones artesanales. La excepción no confirma la regla, la exige, ella constituye su verdadero principio.

Si alguna vez el sujeto llega a la identificación, a la afirmación de que es lo mismo pensar y ser, en ese momento se encontrará a sí mismo irremediablemente dividido entre su deseo y su ideal.

Hay un Uno irreductiblemente diferente (nunca somos iguales a sí mismos) y para que esta verdad simbólica sea real, es decir, se encuentre contada, fundada introduciéndose en el mundo, es necesario el rasgo unario.

Lo ideal es todo lo que hay de real en lo simbólico. El Uno es lo que otorga toda su realidad a lo ideal. En tiempos de Platón el Uno era el bien, lo bello, lo verdadero, el ser supremo.

Ese uno no es otra cosa que la realidad de un palote. La marcan del cazador que no sabía contar sobre una costilla.

Es a nivel de la privación de donde partimos, en tanto el sujeto es al inicio objetivamente esta privación en la cosa misma que él no sabe que es de la vuelta no contada de donde partimos para comprender lo que ocurre.

Y en el paso siguiente, en la frustración, es donde se introduce con el gran Otro la posibilidad para el sujeto de un nuevo paso esencial, el uno de la vuelta única, es decir, el uno que distingue cada repetición en su diferencia absoluta, que además no viene al sujeto ni cae del cielo sino que proviene de una experiencia constituida por el sujeto antes de que nazca, el universo del discurso.

La pureza es el mito del origen.

Carlos Fernández del Ganso. 
Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

¿PSICOANÁLISIS O PSIQUIATRÍA?

Se sigue observando en las consultas de la Seguridad Social que el médico descuida el aspecto psíquico de sus pacientes y es por eso y ocurre que generalmente, lo que el médico ve solamente es un cuerpo enfermo donde muchas veces no encuentra qué resolver.

Dichos médicos no prestan atención a las manifestaciones neuróticas de sus pacientes y "les callan la boca", dándoles Lexatín, Tranquimazin, o cualquier fármaco ansiolítico cuando no antidepresivos.

Este "descuido" les hace perder una valiosísima infor-mación de sus pacientes, que si les prestaran más atención (y no más tiempo), aprenderían el significado de muchos de sus síntomas corporales.

Numerosos pacientes preguntan a sus médicos sobre la causa de sus ataques de angustia o ansiedad que tan frecuentemente padecen o sobre las causas de su depresión. Ellos, les responden vagamente y de forma imprecisa, porque la mayoría de ellos tampoco saben explicar el origen de numerosos síntomas psíquicos.

Falta por lo tanto formación en la escucha de los médicos, les falta formación psicoanalítica y no estamos pidiendo ahora que todos los médicos sean psicoanalistas, no es eso, no quiero entrar en polémica si médicos o psicoanalistas pues no es de la discusión donde la verdad encuentra su luz.

Cuando digo falta de formación psicoanalítica, digo falta de atención en la escucha, es decir, que los síntomas psíquicos hablan pero el médico de cabecera no los oye porque de esa escucha está sordo o prefiere hacerse el sordo. Sobre todo cuando algo de lo que el paciente refiere, el médico le encuentra parecido a algún aspecto de su vida. Entonces, ahí, definitivamente, se cierra la escucha.

Por lo general, muchos pacientes acuden a la consulta del médico sólo para desahogarse, relatándoles en un cuarto de hora las miserias de su vida, pero sin el pensamiento de someterse a un tratamiento para encontrar un alivio a las mismas, quizás porque su médico no se lo ha indicado. Semejantes pacientes, acuden con fuertes estados de ansiedad y angustia que lo que hacen es lograr angustiar al médico, el cual, los despacha de su consulta diciéndoles que no tienen nada o recetándoles el nuevo ansiolítico de moda.

Muchos trastornos psicológicos quedan sin explicación para el propio médico que tampoco tiene interés en conocer la psiquis de sus pacientes, se limitan en todo caso a establecer un diagnóstico que a veces, por la propia precipitación llega a ser incorrecto.

La formación psicoanalítica de un médico, hace que éste le dé un sentido más amplio, al cortejo de síntomas que muchos pacientes muestran cuando acuden a nuestras consultas.

Muchos médicos y psiquiatras no aplican los métodos técnicos del psicoanálisis y no tienen en cuenta los trastornos en el ámbito de la sexualidad de sus pacientes; podríamos decir que nadie quiere saber nada de la sexualidad, ni de las manifestaciones de la misma, porque en todo ello hay un horror a saber, a que el médico pueda encontrar algún tipo de identificación en el paciente y eso le horroriza. Esta es una de las causas fundamentales por las que un médico no quiere saber nada de la vida de sus pacientes, ni entrar en el complejo mundo de las relaciones del paciente con la realidad que le rodea y los trastornos de los cuales se queja. A lo sumo o le medica o directamente lo deriva al psiquiatra, pero no quiere hacerse cargo de nada que no sea lo corporal propiamente dicho, aún cuando sospecha que sus síntomas corporales sean psíquicos, los va a negar, como si hubiera o sintiera un desprestigio por confirmar que en todo ese complejo de la enfermedad que el paciente a veces refiere, estuviera implicado lo psíquico, material tan etéreo y que no se puede palpar como la macidez hepática.

 Por lo tanto, niegan, anulan y en ese negar y anular, confirman su ignorancia para perjuicio del paciente. Porque va a ser el paciente, si está mal diagnosticado, el que continúa con el malestar y sufrimiento, no el médico, quien la mayoría de las veces, lo califica de pesado u obsesivo. Son esta clase de pacientes que todos hemos tenido alguna vez en la consulta y que repetitivamente nos visitan una y otra vez, con múltiples complejos de síntomas y que no sabíamos qué hacer con ellos. Los medicábamos o les mandábamos pruebas inútiles sólo para mantenerlos alejados un tiempo de las consultas.

No querer entender la propia sexualidad es un prejuicio todavía actual en numerosos especialistas del campo de la salud mental (psiquiatras, médicos y psicólogos).

Significa que sin un análisis de los propios procesos inconscientes, muy difícilmente se pueden llegar a comprender los procesos inconscientes de los pacientes. Y esto es una denuncia para todos aquellos que están en contacto con un material psíquico humano, pues se trata de la vida de personas que sufren en demás y ese sufrimiento es lo que les impide el abordaje de lo cotidiano, al margen de las enfermedades corporales que el propio psiquismo puede llegar a producir (infartos, enfermedades de la piel, úlceras y cáncer).

Psicoanálisis para médicos, psiquiatras y psicólogos para poder atender sin angustia y ansiedad a los deprimidos, ansiosos, obsesivos o cancerosos. Porque es el psiquiatra, el médico o el psicólogo quien se opone al psicoanálisis y no la psiquiatría, la medicina o la psicología. Se juzga y se condena sin previo conocimiento del funcionamiento de la ciencia psicoanalítica y al psicoanálisis porque investiga el funcionamiento de la vida psíquica.

Una psiquiatría, una medicina o una psicología verdaderamente científicas, han de poseer un profundo conocimiento de los misteriosos procesos inconscientes que se desarrollan dentro del psiquismo humano. Porque no hay peor sordo que el que no quiere oír ni peor ciego que el que no quiere ver.

Debe ser obligatoria la formación psicoanalítica para todos aquellos especialistas que se dediquen al campo de la salud mental para ser más certeros en el diagnóstico, evitar el sufrimiento del paciente y aminorar el gran gasto económico que suponen los pacientes con trastornos psíquicos.

Miguel Martínez Fondón. 
Psicoanalista
Getafe: 91 682 18 95

COMER Y PENSAR (I)

El cuerpo hace signo. Representa algo para alguien.

"Cuando como, cuando como algo que no me hace bien, o que simplemente engorda, me siento culpable. Culpable y fea, sucia.

Siento que no tengo voluntad, y mi autoestima está por los suelos".

Las personas hablan de la relación con la comida, con el cuerpo.

Siendo próximo, lo viven como extraño. Independiente. El cuerpo les hace cosas, y entonces se sienten con derecho a hacerle cosas: le inflingen castigos ("ahora, un mes sin cenar"), o negocian (una tostada por aquí, un trozo de pan por allí). A veces, obtienen recompensas: "¡me ha entrado el pantalón!".

A veces es como la galleta de Alicia: como un trozo y crezco, crezco... como otro trozo y me hago pequeño... Siempre es mágico.

No hay noción de proceso. El sujeto sufre los efectos, y poco más. Sin embargo, ¿cuántas relaciones hay, tan fuertes y duraderas?

Podemos cambiar de pareja. De lugar de residencia. Cambiar de país, de clima. En otras ocasiones de status económico o de costumbres.

Pero allí donde vayamos, jóvenes, viejos, solteros o casados, deberemos comer. Varias veces al día. En casa o en el bar. Lo que preparemos nosotros u otros. Para nosotros o para otros.

Nuestro cuerpo ya no es naturaleza, pero mantiene algunas servidumbres.

Es carne mortal, y no nos es dado, a menos que nos lo apropiemos.

Y cada vez que el sujeto impone su modo de apropiación, pone en juego un orden, su orden. Orden que no es de la naturaleza, porque cuando nos acercamos a ver cómo se come, vemos que se come con la boca, con los ojos y las palabras.

Había churros para desayunar. Pero no se los permitió. No sabe si pensó en ello durante el día. Pero a la noche se encontró frente a una tarta. Se dijo que comería un trozo. Pero cuando comenzó no pudo parar. "Era la tarta y los churros de la mañana. ¡Me comí los churros del desayuno!"

Otra vez la magia. ¿Es posible que ocurra lo que no ocurrió?

¿Puedo en verdad comer por la noche lo que no comí por la mañana? 

El segundo paso es que no ocurra lo que ocurrió: he comido tal o cual cosa, pero si no como luego... o lo vomito, es como si no hubiera pasado.

La realidad se distorsiona, porque la organiza un pensamiento mágico. A veces el sujeto se pregunta: ¿pero quiero verdaderamente comer por la noche los churros de la mañana? Y se contesta: seguramente, si los veo, no. Estarán asquerosos... para que sea posible, no debo verlos. Entonces, ¿qué como? Como frases, premios, castigos. Tiempo.

Cuando escuchamos a las personas tan preocupadas por estas cuestiones, nos sorprende cierto grado de infantilismo. A veces, ellas mismas confiesan cierta vergüenza, algún aburrimiento.

Cuando no, cierto miedo... Si son mujeres, no se les escapa cierta relación con algunos temas fundamentales: ¿qué puede ser esto, si la sensación que tengo es que la tripa me crece, me va a explotar...por algo malo que he hecho, secretamente, y por la noche? Y reconocemos asimismo ciertos mitos que sobreviven de las teorías sexuales infantiles... el acto sexual como comer, como tragar, por lo que puedo asimismo abortar vomitando. Y no quedará resto en mí, marca en mí, del intenso placer experimentado, salvo esta sensación... salvo estas ganas de volver a hacerlo.

Mónica Gorenberg. 
Psicoanalista
Zaragoza: 659 091 060

Poesía -Narrativa -Psicoanálisis

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MIGUEL OSCAR MENASSA

CON FOTOGRAFÍAS Y VÍDEOS

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ESPEJITO, ESPEJITO...

"Se arrojó al río la niña cuya madre no le dijo:
hija mía".
Adelia Prado

Espejito, espejito ¿Quién es la más bonita?, se pregunta la madrastra de Blanca Nieves, el espejo responde crudamente: "Blanca Nieves".

El paso del tiempo es implacable, la madrastra confrontada al espejo con su hija, con esa hija, la otra mujer, ella misma, esa que dejó de ser hace tiempo.

¿Cómo resuelve la madre sustituta del cuento? Pues fácil: la manda matar. Pero es traicionada, el hombre que va a matarla, la salva.

El leñador ocupando el lugar del padre la salva de su ferocidad y es empujada al mundo, en donde encontrará otros hombres, otros amores.

Sabemos que la agresividad es constitutiva, se juega en "tú o yo", es una intencionalidad porque de ella sólo nos llegan sus efectos.

La posición del envidioso y del envidiado da cuenta de ese primer desgarramiento que sufre el sujeto en donde siente su imagen frente al espejo como otro que lo divide, lo desgarra para siempre.

El otro es su imagen, es el conflicto del sujeto consigo mismo.

La envidia es pura mirada sin correspondencia, no es sólo querer lo que tiene el otro ya que esto implicaría una adquisición más tardía que adviene con los celos. El envidioso quiere destruir al otro, hacer que no exista.

"La pulsión es el montaje por el cual la sexualidad participa en la vida psíquica", nos dice Freud. Lacan nos dice que la envidia todavía no es pulsión, es más primordial.

El deseo es inconsciente. Cuando hablamos de la ley decimos que la Prohibición del Incesto es aquella que permite el pasaje de la naturaleza a la cultura; tiene una doble vertiente: hacia el hijo (no yacerás con tu madre) y hacia la madre (no reintegrarás tu producto).

¿Por qué la ley? La ley misma es un efecto de un deseo. ¿Para qué prohibir si no existiera el deseo de transgredirla?

En las anoréxicas hay un temor a ser devoradas o envenenadas.

Como una intuición de algo ya acontecido. La madre mata el deseo de la hija. Come nada, desea nada. La relación dual con la madre hace que esté atrapada, sin salida, alienada en ese Otro.

Ella, la joven, no tiene boca propia; su boca atiborrada no puede decir "esta boca es mía". La madre ocupa ese lugar, habla por ella, dice lo que le pasa a la hija. Relación vital-letal, cómplices amantes y asesinos.

La hija desea llegar a ser una mujer pero no está dispuesta a pagar por ello. No está dispuesta a dejar caer a la madre de ese lugar de totipotencia. No acepta la falta en el Otro, no acepta la castración materna. Ella encarna en lo real eso que puede faltarle a la madre.

La madre se queja de los padecimientos que sufre por la situación de esta hija que "no le come nada", pero no está dispuesta a dejarla ir ya que esa hija ocupa el lugar del falo, la completa y no quiere perderlo.

Aquí no hay padre ni leñador como en el cuento que la salve, que actúe de tercero y rompa esa célula narcisística que forman la madre y la hija donde las dos se envenenan con el mismo oxígeno.

Para que la hija llegue a ser una mujer será necesario que la madre facilite ese pasaje permitiendo la entrada del padre. Pero si la madre no lo permite ¿la hija está perdida para siempre? Sí, está perdida, alienada en esa telaraña pegajosa de la que no puede desprenderse.

Sólo el psicoanálisis le permitirá tener otro destino posible, otra vida.

La función paterna es la que salva al hijo de la devoración materna; Lacan llega a decir que el padre salva al hijo de la locura de la madre:

¿Dónde tirar las anclas? ¿Dónde hacerse de un padre para que "la bruja no me coma"?

La función del psicoanalista será la de actuar de tercero que separe, que puntúe, que introduzca la ley. El psicoanálisis permite construir un padre donde no lo hubo. Pensado así ¿será caro el psicoanálisis? o ¿será mucho más costosa la vida sin psicoanálisis repitiendo insistentemente aquello que nos esclaviza? En esta encrucijada, cada uno debe tomar su decisión.

Angela Cascini. Psicoanalista
Buenos Aires: 4328 0614

BUENOS AIRES
ESCUELA DE POESÍA GRUPO CERO
TALLER DE POESÍA
PARA JÓVENES

Coordina: Norma Menassa
ABIERTO TODO EL AÑO
Lunes 19:00 horas
Arancel: $ 20

Informes: Maipú, 459 - 1 er piso
Teléfonos: 4328-0614/0710 (De 10 a 19 hs.)
grupocero@sinectis.com.ar

LA FRUSTRACIÓN NO ES ESTRAS FRUSTRADO

Aunque habitualmente, ponemos a la frustración en el corazón de todas las faltas, el psicoanálisis plantea de entrada que no es la negación, en el puro y simple sentido de la palabra, de un objeto de satisfacción, entendiendo por tal, la satisfacción de una necesidad.

Si la cosa fuera tan simple como la consideración de que tenemos experiencias frustrantes y estas dejan huellas, el deseo que habría resultado frustrado no respondería a esta característica del deseo inconsciente de ser reprimido e indestructible.

De lo que ocurre en la perspectiva de la necesidad nos aporta un buen ejemplo la economía animal. La frustración de una necesidad acarrea modificaciones diversas, más o menos soportables por el organismo, pero no engendran el mantenimiento del deseo propiamente dicho. O el individuo sucumbe o el deseo se modifica o declina; es decir, no se impone ninguna coherencia entre la frustración y la permanencia del deseo.

Esta noción articulada por la teoría analítica, sólo es concebible en el origen, como la negación de un don, en la medida en que el don es símbolo de amor.

El don implica todo el ciclo del intercambio en el que se introduce primitivamente el sujeto y se da o no se da al llamar. El don surge de un más allá de la relación objetal con el carácter que lo constituye como propiamente simbólico.

En el esquema primitivo de la estructura simbólica del amor, el soporte de la primera relación amorosa es la madre como objeto de la llamada y por tanto, objeto tanto presente como ausente.

Una parte de sus dones son signos de amor y por otra, están los objetos de la necesidad que la madre presenta al niño bajo la forma de su pecho.

Entre ambos, hay un equilibrio y una compensación. Cada vez que hay frustración de amor, se compensa mediante la satisfacción de una necesidad. Si el niño llama, si se aferra al pecho que se convierte en lo más significativo de todo, es porque la madre le falta.

Mientras tiene el pecho en la boca y se satisface con él, el niño no puede ser separado de la madre y al mismo tiempo, esto le deja alimentado, descansado y satisfecho.

La satisfacción de la necesidad es aquí la compensación de la frustración del objeto de amor. El valor predominante que adquiere el objeto, en este caso el pecho o la tetina, se basa en que un objeto real adquiere su función como parte del objeto de amor -el objeto se convierte como objeto real en una parte del objeto simbólico.

Si esto es posible -que un objeto real que satisface una necesidad real pueda convertirse en elemento de un objeto simbólico- cualquier otro objeto capaz de satisfacer una necesidad real puede ocupar su lugar y en especial, ese objeto ya simbolizado pero perfectamente materializado, que es la palabra.

La estructura de la palabra implica en el Otro que el sujeto reciba su propio mensaje de forma invertida y aunque en este primer tiempo, aún no se ha alcanzado este nivel, la llamada no puede sostenerse ya aisladamente, como lo demuestra el juego infantil del Fort-Da.

La llamada ya exige enfrentarse con el opuesto: llamar lo localiza y es fundamental, fundadora en el orden simbólico en la medida en que lo reclamado puede ser rehusado.

El don se manifiesta al llamar. La llamada se hace oír cuando el objeto no está. Cuando el objeto está, se manifiesta esencialmente sólo como signo del don; es decir, como nada a título de objeto de satisfacción. Está ahí precisamente para ser rechazado en cuanto nada.

Este juego simbólico tiene un carácter fundamentalmente decepcionante.

Toda satisfacción implicada en la frustración lo está sobre el fondo del carácter fundamentalmente decepcionante del orden simbólico. Aquí la satisfacción no es más que un sucedáneo.

El niño aplasta lo que tiene de decepcionante el juego simbólico mediante la incautación oral del objeto real de satisfacción; en este caso, el pecho.

Lo que le adormece de esta satisfacción es precisamente su decepción, su frustración, el rechazo que puede haber experimentado.

Por el hecho de la sustitución de la satisfacción simbólica por la satisfacción de la necesidad, ésta sufre una transformación. Lo que adquiere carácter y valor simbólico no es el objeto real sino la actividad, el modo de aprehensión que deja al niño en posesión del objeto.

Así la oralidad se convierte en lo que es. Es portadora de una libido conservadora del cuerpo propio pero, como ha entrado en la dialéctica de la sustitución de la exigencia de amor por la satisfacción, es una actividad erotizada. Es libido de la conservación y libido sexual.

Concepción Osorio. Psicoanalista
Madrid: 91 559 31 70

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ESTE ESPACIO PERTENECE A LA

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

Soy lo que vuela
encadenadme y seré lo encadenado que vuela
matadme y seré lo encadenado, muerto, que

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LA ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA
TAMBIÉN TIENE SU COLUMNA

Durante el mes de septiembre la Asociación estuvo literalmente volcada en la lectura de los 135 libros recibidos en la tercera convocatoria de los Premios Pablo Menassa de Lucia tanto en la modalidad de Poesía como en la de Psicoanálisis.

Desde aquí, y recordando que el objetivo prioritario del Aula es la difusión de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones, queremos rescatar la alta calidad de los libros recibidos, no en todos los casos, pero sí hemos comprobado y así queremos dejar constancia del nivel de los trabajos presentados para el concurso, señal inequívoca del interés que despierta el premio.

La lectura y la escritura son columnas deseantes en la vida cotidiana de cualquier sujeto, máxime en momentos difíciles, como los que el mes de septiembre trajo al mundo. La poesía es un arma cargada de futuro.

Continuando con el homenaje a Jacques Lacan en el 2001, la Asociación y la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, impartió en septiembre "Clínica de la Histeria", conferencia a cargo del Doctor Carlos Fernández que durante la mañana del sábado 29 mostró la importancia de los historiales clínicos de la histeria, como un lugar significante en la historia del psicoanálisis.

La Asociación muestra la vigencia de la obra de Jacques Lacan a los 20 años de su desaparición. Una de las voces más importantes en el pensamiento contemporáneo en general y el psicoanálisis en particular, fundamental en toda formación psicoanalítica, filosófica, científica o artística.

En el mes de Octubre comenzarán los Seminarios centrales de la Escuela (temporada 2001-2002) que en esta ocasión también se pueden cursar de forma gratuita, gracias a la campaña que la Escuela realiza, tras los 20 años de su fundación en Madrid. Inscripción social del Psicoanálisis que con el epígrafe de PSICOANÁLISIS PARA TODOS permite estudiar la obra de autores tan importantes como Freud, Lacan, Hegel, Marx, Heidegger.

Estudiar psicoanálisis es también aprender a vivir, por ello la Asociación colabora en la difusión de esa nueva temporada de la Escuela.

En el mes de Noviembre se harán públicos los nombres de los ganadores en la tercera convocatoria del Premio Pablo Menassa de Lucia, os adelantamos los títulos de las obras finalistas. Felicitaciones anticipadas a los seleccionados y el resto a seguir trabajando.

LA EDITORIAL GRUPO CERO 
TE INVITA

A LA PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
  "IGUAL QUE GUANTES GRISES "

de Leopoldo de Luis,
Premio Nacional de Literatura 1979

JUEVES, 25 DE OCTUBRE 
A LAS 19 H.

c/Princesa, 17 - 3º izda.
28008 Madrid

Teléfono:
91 542 33 49

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GRUPO CERO.
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

PSICOANÁLISIS DE LOS 
TRANSTORNOS INMUNOLÓGICOS

La idea de trabajar este tema tiene varias fuentes. La primera reside en una serie de interrogaciones que se generan al inicio de mi formación médica y que se han ido contestando parcialmente a lo largo de los años. Si el sistema inmune, es aquel sistema organizado para la protección del organismo, entrenado para reconocer y no arremeter contra lo propio, y aquello no reconocido como propio, eliminarlo, ¿qué explicación tiene su repentina reacción contra el propio organismo? Esta pregunta se construye en torno a la palabra autoinmunidad, de la mano de misteriosas enfermedades como el lupus eritematoso sistémico, entre otras. Y ¿por qué a veces falla estrepitosamente en la consecución de su función de defensa? Segunda pregunta edificada alrededor de la palabra inmunodepresión, y con ella, de la epidemia más devastadora del siglo veinte, el SIDA. Surgirá aún una tercera pregunta en torno a la palabra inmunovigilancia y su rol en la etiología del cáncer, mostrado como la incapacidad del sistema inmune para reconocer a la célula tumoral y detener su desenfrenada multiplicación. Allá por 1981 aparece en el horizonte médico la nueva rama de la inmunología llamada psiconeuroinmunología, como campo multidisciplinario, donde se hacía un lugar a la influencia de lo psíquico sobre la inmunidad. De entre esta cadena de preguntas se perfila la idea de que estas patologías: enfermedades del colágeno, cáncer, SIDA, podían tener que ver con la melancolía, con la depresión, en el sentido de la autoagresión, que en su máximo grado, puede llevar al suicidio.

Las preguntas contestadas a medias, porque probablemente parte de sus respuestas no se hallaban en el camino de la medicina, fueron creciendo en matices y ramificándose, al ponerse en contacto en mí, la medicina con otra disciplina como el psicoanálisis, que viene a decirnos que nada pasa en el ser humano sin la participación de su psiquismo, es decir, que en todas las enfermedades que la medicina considera orgánicas, con una causa orgánica determinada, aislable, medible, hubo participación del sujeto en su producción, en su permanencia y en su curación. Otra fuente es la conferecia inaugural del congreso de psicoanálisis celebrado en Buenos Aires en 1998 bajo el título: Las patologías de fin de siglo, donde se viene a plantear, que lo que le pasa al sujeto actualmente es que no tolera a sus semejantes, al encontrarnos con otros seres humanos, no podemos otra cosa que desarrollar reacciones antígeno-anticuerpo, de la misma manera como reacciona nuestro sistema inmune ante un cuerpo extraño.

En cuanto a una introducción al funcionamiento del sistema inmune, llamamos huésped al humano que recibe el ataque externo, y antígeno a aquello capaz de ser reconocido como extraño y generar una respuesta de defensa. Esta respuesta se divide en dos categorías fundamentales: inmunitaria y no inmunitaria. La inmunitaria se caracteriza por ser una respuesta específica de antígeno, para ese antígeno concreto, y por tener memoria, es más rápida y eficaz la segunda vez. La defensa no inmunitaria, es un sistema no específico de antígeno y de respuesta rápida, y no tiene memoria.

A su vez, el sistema inmunitario tiene dos brazos ejecutores, la inmunidad humoral y la inmunidad celular. El principal efector de la inmunidad celular es el linfocito derivado del timo, o linfocito T (LT), mientras que el de la inmunidad humoral es el derivado de la médula ósea o linfocito B, tanto el T como el B se originan de la célula madre hematopoyética, en la médula ósea. Durante el proceso de maduración de la célula T, se constituye el receptor específico, que va a reconocer el antígeno, se denomina TCR o receptor de la célula T, durante este mismo proceso de maduración, se destruyen los llamados linfocitos T autorreactivos, es decir, se trabaja para la autotolerancia, son destruidos aquellos linfocitos cuyo TCR sería capaz de reconocer a células propias del organismo como no propias y desencadenar contra ellas una respuesta inmune (fenómeno que recibe el nombre de autoinmunidad, es un ataque contra los tejidos del propio huesped por su mismo sistema inmunitario). En el fenómeno de autotolerancia, también tiene gran importancia el sistema mayor de histocompatibilidad o HLA, sistema de genes que codifican una serie de proteinas 


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de superficie celular, que actúan como un sello de identidad, al reconocer estas proteínas en las células, el sistema inmune las reconoce como propias. Los linfocitos B, tienen receptores de membrana, al igual que los linfocitos T, estos receptores son las inmunoglobulinas, que además de su función de receptor de membrana el linfocito es capaz de secretarlas, es lo que conocemos con el nombre de anticuerpos, que se pueden ligar al antígeno (reacción antígeno-anticuerpo), sin estar ya en la superficie del linfocito B, sino en la circulación sanguínea.

En condiciones normales, la progresión ordenada de estos sistemas de defensa, a través de estas fases da lugar a una reacción inmunitaria e inflamatoria bien controlada que protege al huesped del antígeno nocivo. Sin embargo, una disfunción de cualquiera de estos sistemas de defensa, puede lesionar los tejidos del huesped, y provocar el desarrollo de una enfermedad clínica manifiesta.

Otro fenómeno a tener en cuenta es la muerte celular programada, o apoptosis. Existen numerosos estímulos capaces de activar a los receptores de superficie celular (TNF) o citoplasmáticos, que activan grupos de proteasas que rompen moléculas que conducen a la muerte celular. Ésta se caracteriza por la degradación de proteínas del citoesqueleto celular, y la escisión del ADN. La apoptosis es el mecanismo que retira las células T autorreactivas del tipo o de los órganos periféricos y elimina células malignas o células infectadas por virus.

Los organismos pluricelulares, son un modelo de cooperación celular, algunas células mueren para conservar al resto del organismo con vida. Hay genes que protegen la vida, impiden la muerte celular o prolongan la vida de células destinadas a morir, el gen bcl-2 media la respuesta a fármacos, puesto que impide la muerte de células dañadas por la quimioterapia, y contribuye a las neoplasias, impidiendo la muerte que en condiciones normales eliminaría a la célula dañada en lugar de favorecer el crecimiento celular aberrante. Puede que el fracaso para inducir la expresión de los productos génicos necesarios para la apoptosis juegue un papel en la fisiopatología del cáncer. Hay mutaciones que permiten al tumor escapar de los mecanismos de vigilancia inmunitarios, por ejemplo, algunos tumores regulan a la baja la expresión de antígenos HLA de clase I, con lo que se vuelven "invisibles" para las células T. Por tanto, puede contemplarse a las células cancerosas como células que han perdido el altruismo que suele caracterizar el comportamiento celular en los organismos pluricelulares, las células cancerosas actúan bajo la selección natural, impuesta por un ambiente hostil, irónicamente, cuanto más éxito tienen en lograr la independencia de influencias ambientales, más se asegura la destrucción de su anfitrión y finalmente, de sí mismas.

El trabajo se ha ido polarizando hacia el papel de la inmunovigilancia en el cáncer, pero hay un escollo que salvar antes de intentar una aproximación psicoanalítica, si bien la medicina ha aceptado, no sin ciertas reticencias, lo psíquico como etiología, como causa de los somático, eso sí, apartándolo y relegándolo a una serie de enfermedades bajo el rótulo o cerco de lo psicosomático, la cosa no acaba ahí, no se trata de lo psíquico como causa de lo orgánico, sino de que el cuerpo es un cuerpo de palabras, de que la separación entre psíquico y somático no pasa de ser un puro afán académico.

Así como no habría una psicología individual y una psicología social, separación también arbitraria, no tanto porque en cada uno de nosotros haya una horda asesina, sino porque somos sujetos divididos (consciente e inconsciente), y porque desde el principio está el otro semejante. La tendencia a dotar a la multitud de los atributos del individuo, nos recuerda la observación del sociólogo Trotter que ve en la tendencia a la formación de masas, una expresión biológica de la estructura policelular de los seres vivos. Por tanto la pregunta ¿podemos extrapolar lo descubierto sobre el funcionamiento del psiquismo al devenir celular, es contestada para mí afirmativamente, con la salvedad de que no se trata de una extrapolación, sino de que estamos llegando al mismo fenómeno, desde dos lugares, dos miradas diferentes.

En los sentimientos de repulsión y de aversión que surgen sin disfraz alguno contra personas extrañas, con las cuales nos hallamos en contacto, podemos ver la expresión de un narcisismo que tiende a autoafirmarse y se conduce como si la menor desviación de sus propiedades y particularidades individuales implicase una crítica de las mismas y una invitación a modificarlas, toda esta intolerancia desaparece, fugitiva o duraderamente en la masa, mientras que la formación colectiva se mantiene, los individuos toleran las particularidades de los otros, tal restricción del narcisismo no puede ser provocada más que por un sólo factor, por el enlace libidinoso a estas personas, los propios tratados de medicina afirman que en el cáncer hay una pérdida del altruismo celular, una regresión a un estadío donde impera el narcisismo, puesto que el narcisismo no encuentra otro límite que el amor a otros, el enlace sólo puede ser libidinoso.

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Es interesante que la identificación sea desde un principio ambivalente y pueda concretarse tanto en una exteriorización cariñosa como en el deseo de supresión, se comporta como una ramificación de la fase oral de la organización de la libido, durante la cual el sujeto se incorpora al objeto amado comiéndoselo, y al hacerlo así lo destruye. Esta ambivalencia es especialmente importante en la identificación melancólica, donde el sujeto se identifica con el objeto que lo ha abandonado, esto explica los amargos reproches que se dirije el deprimido hacia sí mismo (hay un ensañamiento del ideal del yo hacia el yo), como ahora ha incorporado el objeto perdido en su propio yo, es a éste a quién realmente van dirigidos, no sólo los reproches, sino la autoagresión, que puede incluso llegar al suicidio, como antes señalábamos, y que, por supuesto juega un papel en la voracidad del cáncer destructor.

Si una de las funciones del sistema inmune en el control del crecimiento tumoral es la inmunovigilancia, debemos pensar que hay una alteración en este mecanismo, de alguna manera, hay una inmunodepresión. El sistema inmune se halla tan deprimido como el sujeto, además este es un hecho ampliamente conocido en medicina, el paciente tumoral, aun antes del inicio de la quimioterapia, ya presenta una inmunodepresión, en ocasiones el diagnóstico de cáncer se lleva a cabo porque el paciente llega a consultar con una infección por microorganismos que sólo producen enfermedad en pacientes inmunodeprimidos, y esto alerta al médico sobre la posible existencia de una neoplasia como base de esta inmunodepresión.

Pero al igual que en el paciente psicosomático es necesario que pasen años entre la alteración psíquica y la aparición de lesión orgánica, por ejemplo, en la patología conocida como dispepsia no ulcerosa, existe un dolor similar al de los pacientes ulcerosos, pero no se comprueba mediante endoscopia la existencia de úlcera, un porcentaje de estos pacientes, pueden con el tiempo desarrollar una verdadera lesión ulcerosa, objetivable endoscópicamente.

Podemos pensar que tanto el paciente que desarrolla un tumor, como su sistema inmune, llevan años deprimidos antes de toda proliferación celular.

Ante un sistema inmune deprimido, tenemos además una célula que se las arregla para burlarlo, a este respecto, se ha demostrado que la célula tumoral, en sus múltiples mutaciones, puede dejar de expresar en su superficie moléculas de HLA, que son imprescindibles para que sea reconocida por el sistema inmune, en este momento, la célula se vuelve invisible para este sistema.

Podríamos ver en este hecho que la célula se salta una ley, y como sabemos que del reconocimiento de la célula tumoral por el sistema inmune le sigue su destrucción, la ley que se salta tiene que ver con la no aceptación de su ser mortal, casualmente, es lo mismo que le pasa al paciente melancólico, sabemos que la manía y la melancolía son dos caras de la misma moneda, se trata de si el yo se siente disminuido frente a su ideal o de si siente que lo ha vencido y se engrandece, una y otra circunstancia pueden abocar en el suicidio. En fase maníaca, el sujeto realiza actos que pueden acabar con su vida, todo porque cree ser inmortal. Por tanto, el tratamiento de la inmuno-depresión, puede tener un abordaje psicoanalítico, tratando al paciente deprimido, evitamos el desarrollo de neoplasias, pero además está ampliamente demostrado que los pacientes que ya padecen la enfermedad neoplásica, toleran mejor y con menos efectos secundarios las dosis de quimioterapia y alarga su supervivencia.

Un sujeto que no tolera las diferencias, tan aferrado a sí mismo, que su única preocupación es destruir al otro por ser diferente, aunque sepa que en ello está el gérmen de su propia destrucción, es el cáncer individual, pero también es el cáncer social del racismo.

Un sujeto que no asume su ser mortal, y aunque nos parezca paradójico, es por eso que muere antes de tiempo, de un cáncer inmortal.

Un sujeto deprimido, que por haber incorporado el objeto perdido en su propio yo, en su suicidio no hace más que consumar un asesinato, está enfermo de no poder sustituir ese objeto perdido.

Conclusión: para prevenir; los deprimidos, al diván y los inmunodeprimidos, también al diván, y para tratar cuando el tumor ya está instaurado, en los equipos multidisciplinarios que se ocupan de los pacientes neoplásicos, debe haber un psicoanalista. Siempre es mejor tumbarse que irse a la tumba.

Alejandra Menassa de Lucia. 
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LA HIPOCONDRÍA, 
UN MIEDO A VIVIR

Decía Freud a principios del siglo pasado que al igual que una nación derrotada que niega que otro ha ganado y hace un delirio de traición, o un alcohólico que antes que reconocer que la bebida lo ha vuelto impotente, hace un delirio de celos donde la culpable es, una vez más, ella, igualmente el hipocondriaco se resistirá largamente antes de encontrar la clave de sus sensaciones de grave enfermedad. No se concederá a sí mismo que proceden de su vida sexual, pero tendrá la mayor satisfacción en creer que sus padecimientos no son endógenos sino exógenos, o sea que lo están envenenando.

En todos estos casos la idea delirante es sustentada con la misma energía con que otra idea, intolerablemente penosa, es rechazada fuera del yo.

En este siglo que comienza sigue habiendo naciones sostenidas de un delirio de traición, alcohólicos más o menos anónimos, e hipocondríacos famosos gracias a las películas de Woody Allen.

En este Congreso hemos dedicado a estos últimos varias ponencias.

Si no son famosos, si que son viejos conocidos de médicos y psicoanalistas y es por eso que no podían faltar a este banquete. Si bien hay muchos pacientes aquejados de esta enfermedad que fue considerada como una distimia o pesar del alma, hay en cambio poca bibliografía ordenada. Debe ser entonces un momento de producción tal en el que debemos volcar a textos lo que se produce en las consultas.

Al término hipocondría le sigue pasando un poco como al término histeria, esto es, se lo usa para muchas cosas que pueden ser parecidas pero que no tienen la misma estructura. De hecho, la hipocondría puede encontrarse inmixta con todas las estructuras freudianas, siendo destacable su inmixión con las neurosis histérica y obsesiva, lo que nos lleva a la sexualidad infantil como resorte de la enfermedad que hace vivir con miedo, con retorno de síntomas, la sexualidad adulta.

Un miedo particular que suele adjetivarse de miedo a la enfermedad, según lo cual siempre podría caber el diagnóstico de patofobia.

Pero que siempre pueda caber le quita todo valor diferencial.

El miedo a la enfermedad puede extenderse hasta el miedo a la muerte, pero el título propone como mínimo una lectura freudiana, en el sentido de lo contrario como modo eficaz de burlar la censura.

El miedo a la muerte es el disfraz que hace pasar lo singular a lo universal. Al psicoanálisis le interesa la producción de estos sujetos en su singularidad. Un sujeto que no empieza nunca sus cosas, que no termina de apostar por sí mismo y lo justifica en su incapacidad para sentirse bien porque el mal disfrazado de muerte, lo acecha. En la repetición del cuadro a veces delirante del hipocondríaco, la clínica enseña que importa mucho el cuándo la cuestión se recrudece, y por este sesgo vamos luego a articularnos con la angustia que en la división del sujeto, media entre deseo y goce.

Lo que anda al acecho es cuestión de un goce más allá del principio del placer y el miedo señala al deseo en el que no se acaba de recostar. Un deseo que le hiciera límite a ese goce que lo tiene enfermo de esperar la enfermedad que lo cure, enfermedad que le quita polisemia a su vida. En esos días en que es todo entero un hipocondríaco, su monotema es primo hermano del estribillo del psicótico y del autodesprecio del melancólico. Una especie de significación que se esfuerza en remitir siempre a sí misma, en lugar de remitir a otras.

El deseo al que el temor nos encamina, descompaginaría las prolijas páginas de análisis y contraanálisis que estos pacientes juntan en carpetas ordenadas esperando un punto, una interpretación, algo que apunte no sólo a la polisemia de las palabras y los diagnósticos, sino también a la polisemia de la vida.

Su miedo a vivir los coloca en la posición de ser pacientes caros para el sistema público de salud y suelen ser azote de los seguros sanitarios privados. Con su temor a enfermar atemorizan a sus familiares para que paguen facturas médicas y, sobre todo, atemorizan a los médicos, quienes teniendo muchas veces claro el diagnóstico de hipocondría, acceden no obstante a pedir nuevos análisis por si se les escapa algo. Realmente ponen a los profesionales en una encrucijada difícil de resolver. Los análisis muestran que "no les pasa nada orgánico comprobable" y que por lo tanto, no

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son pacientes que deban recibir tratamiento médico. Tal vez la confusión sistemática de ese "no le pasa nada..." con "enfermedad imaginaria" vuelva imposible la salida del laberinto obsesivo de estas consultas.

En un caso de hipocondría sobrevenida tras un brote psicótico, podemos ver esta cuestión. Tras recorrer casi todas las especialidades médicas buscando ese algo que a todos escapa, lo atiende una médica homeópata, quien se atrevió a pronunciar el diagnóstico: tienes hipocondría. A la semana siguiente viene indignado a mi consulta diciendo: yo me estoy muriendo y ella dice que no me pasa nada. Al diagnóstico de ella él le opone nada. Vemos los prejuicios pasando de lado a lado de la mesa, interceptando sin parar la producción de una interpretación. Estamos ante un circuito que busca límite y que rebota cada vez que toca uno. A este caso como a otros tantos, les pasa eso: la hipocondría, una enfermedad real que no deja al sujeto producirse, andar, vivir sin miedo.

LA HIPOCONDRÍA COMO ANGUSTIA DE LA PSICOSIS

Con motivo del Congreso sobre Patologías de Fin de Siglo, trabajé la hipocondría en un caso en que se hallaba inmixta en una neurosis histérica. Allí veíamos una joven cuya ocupación hipocondríaca era utilizada como arma para mantener el deseo a raya, le permitía volver a armar la frase fantasmática que la ponía en posición de un sujeto de un deseo de un deseo insatisfecho. Ahora, para esta segunda parte de la exposición, elijo el hilo de la investigación que nos lleva a las afecciones narcisísticas, para pensar al sujeto hipocondríaco. Lo haremos en esta ocasión con el caso que empecé a comentar hace un momento.

La hipocondría nos brinda un modo de aproximación al narcisismo, a una alteración libidinal tal que siendo correlato de la erogeneidad, es sentida como displacentera por el sujeto. Estos serían los factores básicos de la hipocondría, susceptibles de ejercer sobre la distribución de la libido la misma influencia que la enfermedad de los órganos, lo que vuelve insignificante la diferencia entre enfermedad de un órgano y afección hipocondríaca, en tanto ambos son reales para el sujeto. Lo que es diferencial es qué se hace con la libido estancada, con esa reserva libidinal que no inviste objetos pero que permanece allí para intervernir eventualmente como instrumento en la relación del sujeto con el Otro.

En Introducción al narcisismo, Freud al plantearnos la hipocondría la pone a jugar en relación a la parafrenia. La hiponcondría se halla, con respecto a la parafrenia, en la misma relación que las otras neurosis actuales con la histeria y la neurosis obsesiva, dependiendo por tanto de la libido del Yo, como las otras de la libido objetal. La angustia hipocondríaca sería la contrapartida en la libido del Yo, de la angustia neurótica. Así como hablamos de un estancamiento de la libido objetal en las neurosis de transferencia, hablamos de un estancamiento de la libido del Yo.

¿Y por qué ese estancamiento ha de sentirse como displacentero? Pues porque propiamente no es de placer de lo que se trata, sino de goce. Recordemos lo que Freud dice del displacer: incremento de tensión, donde una cantidad del suceder psíquico se transforma en cualidad psíquica de displacer. El desarrollo del displacer no dependerá, sin embargo, de la magnitud absoluta de aquel proceso material sino más bien de cierta función específica de esa magnitud absoluta.

Cuando la elaboración interna fracasa, es cuando se hace patógeno el estancamiento de la libido del Yo y provoca el proceso de curación que se nos impone como enfermedad. En la parafrenia, dando lugar a una megalomanía. La diferencia entre las afecciones narcisísticas y las neurosis de transferencia reside en la circunstancia de que la libido libertada no permanece ligada a objetos en la fantasía sino que se retrae al Yo. La megalomanía corresponde al dominio psíquico de esta libido aumentada y es la contraparte a la introversión sobre las fantasías en las neurosis de transferencia.

Correlativamente al fracaso de esta función psíquica correspondería la hipocondría de la parafrenia, homóloga a la angustia de la neurosis de transferencia. Sabemos que esta angustia puede ser vencida por una prosecución de la elaboración psíquica.

El sujeto que estamos abordando en vez de convertirse en un parafrénico megalómano que se cree dueño del mundo y con un cuerpo prodigioso, dirige toda la atención sobre su cuerpo, algo que siendo tan propio se le escapa de control, se le impone y la angustia evoluciona hasta convertirse en una verdadera enfermedad.

Un joven que ante un éxito que no puede vivir como tal hace primero un brote psicótico y a su bajada, entra en una suerte de delirio hipocondríaco, donde su cuerpo puede doblarse y fragmentarse por lugares insospechados, siendo así su cuerpo una suerte de

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objeto imposible, que está ahí pero siente que no sirve para mucho.

Le gustan las mujeres pero él que es capaz de erogeneizar tobillos, corazón o vísceras, no es capaz de una erección que le permita entrar en otro cuerpo. Falla y utiliza su reserva libidinal como modo eventual en su relación al Otro. ¿Qué podemos pensar?

Podríamos pensar que está identificado con un porteño que explica su impotencia diciendo que ella no se merecía su maravilloso trocito, causa que vuelve inevitable su megalomanía. Pero no es el caso.

Podríamos pensar que es un histérico que primero la seduce en la cocina y luego la rechaza sin más en la cama. Pero tampoco, porque un histérico no se angustiaría al punto de ser un torpe desmembrado.

Ante la ley de castración que divide al sujeto, la angustia media entre deseo y goce. Este joven no puede recostarse del lado del deseo que haría de límite a su modo de gozar. Recostándose en un goce que haría falta que no haya, la angustia no es el momento de anterioridad lógica al deseo, siendo en cambio una suerte de inundación displacentera.

Llegó a mi consulta a la bajada de un delirio sobrevenido trás un éxito profesional buscado y sin embargo vivido como extraño, con la exterioridad con que un psicótico vive su relación al lenguaje, al deseo. Falla la elaboración interna y se hace patógeno el estancamiento de la libido, imponiendo la enfermedad como proceso de curación. Cuando llega a mi consulta quiere volverlo a intentar y en ese camino se fue estructurando su hipocondría, que lo sumía en una angustia desbordante llevándolo de médico en médico, buscando fuera la clave que no obstante, él tiene, pues su angustia no es señal de que los médicos lo envenenan sino señal de algo irreductible, de un goce cuasi autista más allá del principio del placer.

Bibiana Degli Esposti. Psicoanalista
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MUJER Y CREACIÓN

La mujer y la creación: ¿dos palabras articuladas o palabra partida?

Para abordar este tema, podemos remontarnos a la mujer emergiendo del no-ser, es decir del Génesis.

¿Qué tiempo del Génesis marca la mujer? El tiempo del

Después. Después del hombre, después de la creación, incluso después de la ley.

Adán, de acuerdo al texto bíblico, fue y conoció la ley antes de conocer a la mujer.

"No es bueno que el hombre esté solo", dice Dios Yahveh, y lleva a cabo así la famosa operación de la costilla, por medio de la cual hizo nacer a la mujer del hombre.

Ella es promovida para exhibir la carencia desde donde tomará vuelo el deseo del hombre, pero no está previsto que ella hable.

Ella más bien es hablada por el hombre.

Sin embargo, llegará el momento en que hablará, y será en el diálogo con la serpiente.

Es por la falta de inocencia de la mujer que el hombre es expulsado del Paraíso. Al hombre le tocará trabajar y a la mujer, parir con dolor.

Sólo entonces, ella puede ser nombrada: Yavvah, Eva, madre de todos los vivientes.

Desde el Génesis y a lo largo de los siglos, la mujer se convierte en sujeto de sus obras, como si su habla cayera sobre su hijo.

Ella estará autorizada para desear la maternidad, sólo esa forma de "creación".

Para entender la posición de la mujer en la "Kultur", debemos pensarla como síntoma, como síntoma del perjuicio que la moral civilizada causa al deseo individual.

En su ensayo de 1908 "La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna", Freud propone un principio explicativo global: el conflicto entre la pulsión sexual y la prohibición cultural fundada en la renuncia.

Pero la mujer va a ser tomada en cuenta recién en el estadío de la organización monogámica, cuando se legitima la reproducción.

Freud va a diagnosticar el fracaso de esta estructura, y a partir de la desilusión de la mujer, dará cuenta de un destino cultural miserable para ella.

Dice que "las mujeres, en calidad de sustratos propiamente dichos de los intereses sexuales de los hombres, no poseen sino en muy escasa medida el don de la sublimación, y para las cuales sólo durante la lactancia los hijos pueden constituir una sustitución suficiente del objeto sexual, llegan a contraer bajo las desilusiones aportadas por la vida conyugal, graves neurosis que perturban duraderamente su existencia".

Freud plantea la sublimación en la mujer como un "don", por lo tanto variable y vulnerable, y en general, deficitario; mientras que en el hombre alcanza la condición de ser una función necesaria.

Por otra parte, otorga a las mujeres la tarea de ser "portadoras de los intereses sexuales de la humanidad"; esa sería la causa de la aptitud más limitada para sublimar, ya que, al estar la mujer más comprometida en la función social en tanto procreadora, le cabe hacerse cargo del polo pulsional de la "Kultur".

En los umbrales del siglo XX, Freud presentaba a la mujer como la víctima del peor proceso de represión, el que alcanza el propio pensamiento.

Dirá que "la indudable inferioridad intelectual de tantas mujeres  ha de atribuirse a la coerción mental, necesaria para la coerción sexual".


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En los últimos peldaños de la teoría psicoanalítica, la femineidad ocupa el polo opuesto a la sublimación.

La mujer está ubicada del lado de Eros, que nunca hizo una buena pareja con "Kultur".

He ahí a la mujer, que siendo a la vez pilar y garante de la "Kultur", madre de los hombres y objeto de sus deseos, está excluida de sus beneficios.

Pero la posición freudiana con respecto a la mujer, no se reduce a esta constatación negativa, sino que incluye un aspecto concerniente al destino de la "Kultur" que es la mujer.

Dicho en otros términos, la mujer no es sólo un síntoma de la "Kultur", sino que en ella se juega cierto destino de la "Kultur" que ella permite nombrar.

De este modo, Freud alcanza una verdadera poética de la femineidad, al margen de todo lirismo.

El amor del Padre permite a los hombres agruparse y socializarse.

El amor de la mujer les permite converger en Eros, sustancialidad del deseo que mueve el motor de la "Kultur".

Inés Barrio. Médica Psicoanalista
Buenos Aires: 4795 5402

LEYENDO LE SINTHOME

El equívoco es la posibilidad del síntoma ya que es lo que lo puede liberar. Desde los primeros momentos del esquema de la realidad de Jacques Lacan, ya veíamos a lo imaginario volcarse sobre lo real haciéndose homogéneo a él. Teníamos de esta manera la primera marca de un S1 que establecía el binarismo en juego, eran el uno y el cero que se confrontaban para definir una existencia, entre el uno y el cero, pero para decir que ese uno existía en tanto que no es cero. Después ingresa el símbolo y el sujeto se divide por el discurso del padre y nos habla de la insistencia de ser un significante para otro significante, se instala así el S2. La verdad está encarnada en el S1 y por lo tanto no es más que medio dicha en tanto que hacen falta dos. El saber como saber inconsciente está encarnado en el S2 y tendremos un simbólico desdoblado, en relación a lo imaginario, dando el sentido, o sea un mundo simbólico como sede del lenguaje y un orden simbólico que ya incluye la diferencia de los sexos y que se anuda a lo real.

Entran en juego las tres dimensiones que son lo simbólico, lo imaginario y lo real, guardando entre sí una relación de anudamiento borromeano. Cada una de ellas tiene una propiedad, así la propiedad simbólica es la del agujero central que permite que los tres redondeles se anuden. La propiedad imaginaria nos dice que la cuerda consiste en algo que se nos presenta como la imagen de un cuerpo, y la propiedad real del tercer redondel es que existe a los otros dos. Tiene existencia fuera de lo imaginario y de lo simbólico.

Golpea a los otros dos, les marca un límite, los otros dos no pueden entrar y le resisten. Lo real sólo tiene existencia al encontrar la detención de lo simbólico y lo imaginario.

Pero a este nudo de tres hay que interrogarlo para que se trate de un sujeto, si no hay un interrogante sobre él sería el equivalente a la paranoia o de una fuerte personalidad, que de igual manera se sostienen solos, de ellos mismos y tienen una misma consistencia.

Hay un punto privilegiado constituido por el triple calce de las tres dimensiones. Es el punto central del nudo que se escribe (a) minúscula y que está constituido por la triple existencia de (a).

(a) en tanto real, ex-iste al sentido.
  (a) en tanto imaginario, ex-iste al goce fálico.
  (a) en tanto simbólico, ex-iste al goce del cuerpo.

La triple existencia de (a) lo constituye en triple límite: (a) es límite para cada uno de los puntos topológicos mencionados. En su triple existencia, el objeto a) es real. Lo que nos permite decir que lo real es tres.

Es real en tanto funciona como límite, resulta imposible de alcanzar en los tres puntos de goce. Por lo tanto lo real es imposible.

En el seminario sobre el síntoma, Lacan dijo: Yo inventé eso que se escribe como lo real. Naturalmente, no es suficiente escribirlo Real, porque ya muchos lo hicieron antes que yo. Este Real lo escribo bajo la forma de ese nudo borromeo que es una cadena. A uno de sus tres elementos mínimos lo llamo lo real. Estos tres elementos encadenados hacen metáfora, no es nada más que metáfora de la cadena. A esta metáfora se la llama cifra. El redondel designado Real, R, lo mismo que si fuera un trazo o un punto, está indicando un número, algo real, es por lo tanto, una cifra de este número, una metáfora del mismo. A ese redondel lo anudo con otros dos redondeles que, del mismo modo, son cifras: lo 

Simbólico y lo Imaginario. Queda así constituida la metáfora de la cadena borromea, la cual cifra a unos números a los cuales nombra R.S.I. Es real que RSI son las tres dimensiones del ser hablante y que encadenados son la cifra (metáfora) de los números del hablante.

El ser hablante, alojado en el nudo de las tres dimensiones del decir, localiza sus diferentes modos de gozar en esos tres puntos constituidos por el triple calce de las tres dimensiones. Habrá un goce, cuando la producción de sentido, entre imaginario y simbólico, a este goce también se lo llamó goce semántico, otro goce localizado en los órganos sexuales, o sea un goce de órgano que Lacan denomina goce fálico, entre real y simbólico, y un goce del cuerpo en el cual no interviene el falo, es un goce diseminado en todo el cuerpo de manera difusa y también llamado goce del Otro, entre imaginario y real.

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EL CORTOMETRAJE "VERSIÓN ORIGINAL"
PRODUCIDO POR
13 FILMS Y MIGUEL OSCAR MENASSA
PROTAGONIZADO POR
ANTONIA SAN JUAN Y LUIS MIGUEL SEGUÍ
Y DIRIGIDO POR
ANTONIA SAN JUAN
(GUIÓN: LUIS MIGUEL SEGUÍ)
HA OBTENIDO LOS SIGUIENTES PREMIOS:

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Internacional de Huesca, 29ª edición:

* Premio a la mejor actriz
* Premio al mejor actor

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"Torre virtual":

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Y HA SIDO NOMINADO PARA:

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Lincoln Center.

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Y QUEDA EL AÑO 2001

MUJERES ESCRITORAS

Obra original de
MIGUEL OSCAR MENASSA

Adaptada y dirigida por
ANTONIA SAN JUAN

ESTRENO 8 DE NOVIEMBRE

TEATRO ALFIL

En el próximo número les ofreceremos un amplio reportaje


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DE NUESTROS ANTECEDENTES

FREUD

ANÁLISIS PROFANO
(PSICOANÁLISIS Y MEDICINA)

1926

INTRODUCCIÓN

El título del presente trabajo reclama una previa aclaración. Con la palabra "profanos" designamos a los individuos ajenos a la profesión médica. La cuestión planteada es la de si puede serles permitido a médicos como a no médicos el ejercicio del análisis. Esta cuestión aparece dependiente de circunstancias temporales y locales.

Temporales, porque hasta el día nadie se ha preocupado de quiénes ejercían el psicoanálisis, indiferencia tanto más absoluta cuando que se derivaba del deseo unánime de que nadie la ejerciese, apoyando con diversas razones, pero fundado realmente en una misma repugnancia.

La pretensión de que sólo los médicos puedan analizar responde de este modo a una nueva actitud ante el análisis, que habrá de parecernos más benévola si evitamos ver en ella una mera ramificación encubierta de la primitiva hostilidad. Así, pues, se concede, ya que en determinadas circunstancias resulta indicado el tratamiento psicoanalítico, pero se pretende que sólo un médico puede encargarse de él.

Pero en nuestro caso es preciso tener en cuenta ciertas complicaciones que el legislador no pudo prever, pues en primer lugar se trata de enfermos de un género singularísimo, y en segundo resulta que ni los profanos lo son tanto como pudiera creerse ni los médicos son tampoco aquello que debiera esperarse que fueran y en lo que podrían fundar sus aspiraciones a la exclusividad. Si logramos demostrar estas afirmaciones, quedará justificada nuestra demanda de que la referida ley no se aplique al análisis sin alguna modificación.

I

Una tal modificación de las leyes vigentes dependerá de personas que no están obligadas a conocer las particularidades del tratamiento analítico. A nosotros corresponderá, pues, instruir sobre la materia a tales personas, a las que suponemos ajenas al análisis y totalmente imparciales. Lamentamos, desde luego, no poder hacerlas testigos de un tratamiento de este orden, pero la "situación analítica" no tolera la presencia de un tercero. Por otro lado, las distintas sesiones de un tratamiento alcanzan valores muy diferentes, y un tal espectador imperito, que llegará a presenciar una sesión cualquiera, no recibiría impresión alguna ajustada, correría el peligro de no comprender de lo que se trataba entre el analítico y el paciente o se aburriría. Habrá pues, de contentarse con nuestra información, que trataremos de concretar en forma que inspire máximo crédito.

Supongamos un enfermo aquejado de bruscos cambios de estado de ánimo, que no logra dominar, de una temerosa indecisión que paraliza sus energías, haciéndole imaginarse incapaz de realizar nada a derechas, o de una angustiosa sensación de embarazo ante personas extrañas. Siente, por ejemplo, aunque sin comprender la razón, que el ejercicio de su profesión se le hace cada vez más difícil, siéndole casi imposible tomar resoluciones o iniciativas de importancia. Un día, sin saber por qué, ha sufrido un penoso ataque de angustia, y desde entonces no puede sin gran esfuerzo ir solo por la calle o viajar en ferrocarril, habiendo llegado quizá a renunciar en absoluto a ello. O, cosa singular, sus ideas siguen caminos propios, sin dejarse guiar por su voluntad, persiguen problemas que le son absolutamente indiferentes, pero de los cuales le es imposible apartar su pensamiento, y le plantean tareas absurdas y ridículas, tales como la de contar las ventanas de las casas. En actos sencillísimos -cerrar la llave del gas o echar una carta al buzón- le asalta, momentos después, la duda de si realmente los ha realizado o no. Estos trastornos son ya harto enfadosos; pero cuando el estado del sujeto llega a ser intolerable es cuando de repente se encuentra con que no puede rechazar la idea de haber empujado a un niño bajo las ruedas de un carruaje, haber arrojado al agua a un desconocido o ser él el asesino que la policía busca como autor del crimen descubierto aquella mañana. Todo ello le parece insensato; sabe muy bien que jamás ha hecho daño a nadie, pero la sensación que le atormenta -el sentimiento de culpabilidad- no sería más intenso si realmente fuera él el asesino buscado.

Las perturbaciones de este orden revisten muy diversas formas y atacan a los más diferentes órganos. Supongamos que se trata ahora de una mujer. Es una excelente pianista, pero sus dedos se contraen al ir a tocar y le rehúsan sus servicios. Cuando piensa asistir a una reunión siente en el acto una necesidad natural, cuya satisfacción le sería imposible realizar en público. Ha renunciado, pues, a asistir a reuniones, bailes, teatros y conciertos. En las ocasiones más inoportunas se ve aquejada de violentas jaquecas y otras diversas sensaciones dolorosas. A veces, se le presentan vómitos incoercibles que le impiden tomar el menor alimento, situación que a la larga puede tener graves consecuencias. Por último, aparece incapacitada para

resistir cualquier contrariedad de las que nunca faltan en la vida, pues pierde en tales ocasiones el conocimiento y sufre muchas veces convulsiones musculares que recuerdan inquietantes estados patológicos.

En otros enfermos, la perturbación recae sobre un sector en el que la vida sentimental exige al soma determinadas funciones. Los sujetos masculinos se encuentran incapacitados para dar expresión física a los tiernos sentimientos que les inspira una determinada persona de sexo contrario, disponiendo, en cambio, de todas sus reacciones cuando se trata de personas menos queridas. O bien su sensualidad se enlaza exclusivamente a personas a las que desprecian y de quienes quisieran libertarse, o les impone condiciones cuyo cumplimiento les repugna. Los sujetos femeninos ven vedada la satisfacción de las exigencias de la vida sensual por sensaciones de angustia o repugnancia o por obstáculos desconocidos, o cuando ceden al amor no encuentran en él el placer que la Naturaleza ofrece como premio a tal docilidad.

Todas estas personas se reconocen enfermas y buscan aquellos médicos de quienes puede esperarse la supresión de tales trastornos nerviosos. Los médicos saben también las categorías en las que se incluyen estos padecimientos y los diagnósticos, según sus respectivos puntos de vista, con diversos nombres, neurastenia, psicastenia, fobias, neurosis obsesiva o histeria. Reconocen los órganos que manifiestan los síntomas: el corazón, el estómago, el intestino y los genitales, y los encuentran sanos. Aconsejan la interrupción de la vida habitual del paciente, curas de reposo, tónicos, etc., y sólo consiguen con ello, cuando más un alivio pasajero. Por último, oyen los enfermos que hay personas dedicadas especialmente al tratamiento de tales dolencias, y buscando una de ellas se someten al análisis.

Nuestro sujeto imparcial, al que suponemos presente, ha dado muestras de impaciencia, mientras desarrollábamos la relación que antecede, de los síntomas patológicos de los neuróticos. Mas ahora redobla su atención y se expresa en la siguiente forma: "Vamos a ver, por fin, qué es lo que el analista emprende con el paciente al que el médico no ha podido auxiliar.

Pues bien: el analista no hace más que entablar un diálogo con el paciente.

No usa instrumento, ni siquiera para reconocer ni recetar medicamento alguno, e incluso, si las circunstancias lo permiten, deja al paciente dentro de su círculo y medio familiares mientras dura el tratamiento, sin que ello sea, desde luego, condición precisa ni tampoco práctica en todos los casos. El analista recibe al paciente a una hora determinada, le deja hablar, le escucha, le habla a su vez y le deja escucharle.

La fisonomía de nuestro interlocutor imparcial toma aquí una expresión de curiosidad satisfecha a la que se mezcla algo de desprecio, como si pensara. "¿Nada más que eso? Palabras, palabras y palabras, como dice Hamlet", y recuerda seguramente la irónica tirada en que Mefistófeles habla de cuán fácilmente se arregla todo con palabras, versos, que jamás olvidará ya ningún alemán. Luego añade:

"Se trata, pues, de una especie de conjuro mágico. Ante las palabras del analítico desaparece el mal."

Sería efectivamente cosa de magia y tendría así plena razón nuestro interlocutor si el efecto fuese rápido. La magia tiene por condición la rapidez, o mejor dicho aún, la instantaneidad del efecto. Pero los tratamientos psicoanalíticos precisan meses y hasta años. Una magia tan lenta pierde todo carácter maravilloso. Por lo demás, no debemos desdeñar la palabra, poderoso instrumento, por medio del cual podemos comunicar nuestros sentimientos a los demás y adquirir influencias sobre ellos. Al principio fue, ciertamente, el acto; el verbo -la palabra- vino después, y ya fue, en cierto modo, un progreso cultural el que el acto se amortiguara, haciéndose palabra.

Pero la palabra fue primitivamente un conjuro, un acto mágico, y conserva aún mucho de su antigua fuerza.

(...)

APÉNDICE
(1927)

En efecto, destaqué la tesis de que no importaría si el analista posee o no un diploma médico, sino que lo fundamental es si ha adquirido la capacitación especial que requiere para el ejercicio del análisis. De aquí arrancó la discusión tan fervientemente llevada por mis colegas, acerca de cuál sería la formación más conveniente para el analista.

Mi propia opinión era entonces -y sigue siendo ahora- que en modo alguno es la prescrita por la Universidad para los futuros médicos. Lo que se conoce como formación médica me parece un acceso arduo y tortuoso a la profesión analítica, pues si bien ofrece al analista muchos elementos indispensables, lo carga también con muchas otras cosas que de nada podrán servirle y lo expone además a que su interés y su entera manera de pensar se aparten de la comprensión de los fenómenos psíquicos. Aún está por crearse el plan de enseñanza para el analista; sin duda habrá 


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de comprender temas de las ciencias del espíritu, de Psicología, Historia de la cultura y Sociología, así como de Anatomía, Biología, Biología Genética y, por supuesto, Poesía. Hay tanto que aprender en estos terrenos, que es justificable omitir de dicho programa cuanto no guarde una relación directa con la práctica del análisis y sólo contribuya indirectamente, como cualquier otro tipo de estudio, el adiestramiento del intelecto y de la capacidad de observación sensorial. Es fácil y cómodo aducir contra este proyecto la objeción de que no existen escuelas psicoanalíticas de tal especie, salvo en el terreno de los esquemas ideales. Por cierto que se trata de un ideal, pero de un ideal que puede y debe ser realizado.

Con todas sus insuficiencias juveniles, nuestros institutos de enseñanza representan ya el germen de semejante realización.

No habrá escapado a la atención de mis lectores el hecho que en lo precedente he aceptado como obvio algo que en nuestras discusiones aún ha sido violentamente disputado. En efecto, he dado por sentado que el psicoanálisis no es una rama especializada de la Medicina, y por mi parte no concibo que sea posible dejar de reconocerlo.

El psicoanálisis es una parte de la Psicología, ni siquiera de la Psicología médica en el viejo sentido del término, ni de la psicología de procesos mórbidos, sino simplemente de la Psicología a secas. No representa, por cierto, la totalidad de la psicología, sino su infraestructura, quizá aun todo su fundamento. La posibilidad de su aplicación con fines médicos no debe inducirnos en error, pues también la electricidad y la radiografía han hallado aplicaciones en Medicina, no obstante lo cual la ciencia a la que ambas pertenecen sigue siendo la Física. Ni siquiera los argumentos históricos pueden modificar algo en esta filiación. Toda la teoría de la electricidad tuvo su origen en la observación de un preparado neuromuscular, pero a nadie se le ocurriría hoy considerarla por ello como una parte de la Fisiología. En cuanto al psicoanálisis, se aduce que habría sido descubierto por un médico en el curso de sus esfuerzos por socorrer a sus pacientes; pero esto es a todas luces indiferente para abrir juicio al respecto. Por otra parte, tal argumento histórico es un arma de doble filo: siguiendo el curso de su evolución podríamos recordar la frialdad, aun la enconada animosidad con la cual la profesión médica trató desde un comienzo al análisis; de ello se desprendería que tampoco hoy tiene derecho alguno a asumir prerrogativas sobre el mismo. Aunque por mi parte no admito tal implicación, tengo todavía fuertes dudas acerca de si la actual solicitud con que los médicos cortejan al psicoanálisis se basa, desde el punto de vista de la teoría de la libido, en la primera o en la segunda de las subfases de Abrahan; es decir, si se trata de una toma de posesión con el propósito de la destrucción o de la preservación del objeto.

Aquí podría deducirse que el decidir si el psicoanálisis como ciencia es una subdivisión de la Medicina o de la Psicología sería una mera cuestión académica carente de todo interés práctico. El punto en cuestión sería otro: precisamente la aplicación del análisis al tratamiento de los enfermos; en la medida en que aspire a ser tal cosa, deberá resignarse a ser aceptado como una rama especializada de la Medicina, tal como lo es, por ejemplo, la radiología, sometiéndose asimismo a las reglas vigentes para todos los métodos terapéuticos.

Reconozco que es así, y lo admito; sólo quiero estar seguro de que la terapia no llegue a destruir la ciencia.

En el psicoanálisis reinó desde el principio una unión indisoluble entre curar e investigar; el conocimiento trajo consigo el éxito terapéutico; fue imposible tratar a un paciente sin aprender al mismo tiempo algo nuevo; ninguna nueva información pudo adquirirse sin experimentar simultáneamente sus resultados benéficos. Nuestro procedimiento analítico es el único en el cual permanece asegurada esta preciosa conjunción. Únicamente si practicamos nuestra guía espiritual analítica lograremos profundizar nuestra incipiente concepción de la mente humana. Esta perspectiva de un beneficio científico ha sido siempre el rasgo más noble y halagüeño de la labor analítica. ¿Será lícito sacrificarla en aras de consideraciones prácticas cualesquiera?

SEMINARIO
SIGMUND FREUD

IMPARTIDO POR:
MIGUEL OSCAR MENASSA

DIRECTOR DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUPO CERO
MIÉRCOLES A LAS 19 H

Matrícula: 20.000 ptas. [120,20 Euros, 200 $]
y 25.000 ptas. [150,25 Euros, 250 $]
al mes durante 12 meses

 INFORMACIÓN:
91 542 33 49 

PSICOANÁLISIS  
PARA TODOS

Temporada 2001-2002 

"20 años después de la Fundación de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero en Madrid, estamos capacitados para mostrar cómo fue nuestra formación como Psicoanalistas y Poetas hasta el día de hoy y estamos en condiciones, los próximos 20 años, de ofrecerle a la Comunidad lo que fuimos capaces de construir para nosotros.

Un psicoanálisis al alcance de cualquier economía durante un año y los seminarios centrales de la Escuela, la obra de Sigmund Freud y la obra de Jacques Lacan, serán impartidos gratuitamente, una vez por semana durante tres años, por los psicoanalistas de la Escuela". Tomado de la Conferencia Inaugural del XII Congreso Internacional Grupo Cero "20 años de la fundación de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero" a cargo de Miguel Oscar Menassa.

 

SEMINARIOS
GRATUITOS

FECHA DE COMIENZO: 
15 OCTUBRE

• SIGMUND FREUD
• JACQUES LACAN
• HEGEL – MARX – HEIDEGGER

GRATUITOS 
-PREVIA INSCRIPCIÓN

-Los seminarios serán impartidos por psicoanalistas de la Escuela

Madrid: c/Princesa, 17 - 3º izda. 
- Tel.:
91 542 33 49

 

ATENCIÓN CLÍNICA

Madrid:

4 sesiones al mes: desde 8.000 ptas., 48 €

4 grupos al mes: 5.000 ptas., 30 €

La atención clínica estará a cargo de psicoanalistas de la Escuela

c/Princesa, 17 - 3º izda. - Te l .: 91 542 33 49

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Buenos Aires:

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EL INDIO GRIS

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