ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 52

MONÓLOGO ENTRE LA VACA Y EL MORIBUNDO

CARLOS FERNÁNEZ EL CUERPO COMO REMORDIMIENTO

AMELIA DÍEZ CUESTA

MÓNICA GOREMBERG

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA 
DE LUCIA

MARÍA CHÉVEZ

XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

LOS LIBROS DE LA EDITORIAL

CARMEN SALAMANCA

DESEO Y DIAGNÓSTICO

NOVEDADES 2002- FERIA DEL LIBRO

SE PRESENTÓ EN LA SEDE DE LA EDITORIAL GRUPO CERO, 
C/ Duque Osuna 4-MADRID
MONÓLOGO ENTRE LA VACA Y EL MORIBUNDO
DE MIGUEL OSCAR MENASSA

En la medida que las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas; y en la medida en que son ciertas, no se refieren a la realidad, nos dice Einstein. Lo mismo nos pasa con el Monólogo entre la vaca y el moribundo, y con cada uno de los más de 30 libros de Menassa.

Esto que parece una aclaración es una concepción de la creación poética, que Menassa despliega y mantiene en cada uno de sus libros, porque Menassa es un pensador de la creación artística, desde hace más de 40 años.

Lacan sabía que "la obra de un escritor no cesa de negar que el poeta encuentra en su vida el material de su mensaje, pero justamente la operación que este mensaje constituye, reduce sus datos a un empleo de material".

Menassa mismo escribe: "La poesía no necesita ni muchos, ni pocos lectores, ella se conforma con una hoja en blanco. Y si esa hoja en blanco es la propia vida del poeta, mejor". Y también nos dice que "los hechos sólo existen después de ser interpretados", por eso que "sólo después sabremos... y ahí, ya no seremos éstos sino lo escrito", donde la vida era para el poeta las palabras escritas.

El monólogo ha largo tiempo que se despliega como recurso escritural, es podríamos decir una estructura escritural. Platón tuvo sus monólogos que nominó como Diálogos, siendo El Banquete el ejemplo ejemplar del despliegue de su dialéctica interrogante, en ese diálogo-monólogo donde Sócrates y Agatón primero y Sócrates y Alcibíades después, o también podríamos decir el saber y el amor primero y el saber y el deseo después, se abren en una dimensión inaugural e inaugurante, que hace que sea un texto inevitable para todo aquel que escriba sobre el amor y sobre el deseo.

Amelia Díez Cuesta presentando el libro.

Sade tuvo su monólogo entre el sacerdote y el moribundo.

El monólogo es para el psicoanálisis la forma primera de posicionarse en el lenguaje, siendo el monólogo desde que nacemos en el lenguaje hasta nuestra muerte la forma en que la estructura del lenguaje nos toma.

El monólogo entre la vaca y el moribundo abre la dimensión de la creación donde el creador y lo creado permanecen definitivamente unidos y separados.

En el primer monólogo, es la poesía la que decide, porque para Menassa, "si es posible el poema, es posible la vida" y así "Tenía que dar la vida antes de poseerla. / Al instante de poseerla dejarla volar". En el segundo es el psicoanálisis, porque no se trata de lo vivido, ni de lo contado, sino de lo interpretado. En 1975 Menassa escribe que ha descubierto que se necesita el amor para vivir, que cualquiera se entrega por amor, así que dejó de pedir amor y se dedicó a escribirlo, a producirlo. Y en el segundo monólogo escribe:

"Nada te di, nada me debes, sólo puedes amarme" y "Nada tomé, nada te debo, no puedo ni amarte".

En el tercer monólogo se encuentran la poesía y el poeta desplegándose una teoría sobre la creación, donde poesía y mujer, poeta y escritor, se unen y se separan, cada vez.

Y como nos dice en el cuarto monólogo "tal vez una verdad pueda cambiarse por otra verdad sin que se venga abajo ningún mundo". En el quinto demuestra que estamos hechos de letras y que no hay discurso sobre el origen sino origen del discurso. En el sexto escribe acerca de lo que es ser mortal: "sabiendo que voy a morir, vivir como si eso no fuera a ocurrir nunca y esa es la única gracia de la vida, vivir como si fuera para siempre" y también de lo que es ser grupal: "yo soy un grupo y en un grupo a nadie se le puede ocurrir poder con sus palabras", porque se trata de trabajar para ideas que después nos sostienen. Así en Psicoanálisis del líder, en 1979, ya había escrito: "Mis ideas, ya no necesitan, ni siquiera de mí" y "Necesito para conversar un hombre decapitado.

Un hombre, que tampoco se crea a sí mismo" porque para Menassa las ideas siempre están más allá del mí, siempre son de la escritura.

Respecto a que la escritura es un mandato social que se hace en contra del desaliento que imponen los sistemas imperantes y los contemporáneos nos dice "Ahora podré como Balzac contar lo que me hicieron para que yo también fuera uno de ellos" y muestra cómo nos invaden de preocupaciones de querer que los otros sean de otra manera, y lo hace hablando de la espera del funcionario del gas. 

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
-Segundo Encuentro-
XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
«No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla». 

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO


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Para pasar a darse cuenta que tiene que escribir, que está entre las rejas del deseo que él mismo se ha puesto, que si se encierra en una idea, en este caso escribir y publicar, el beneficio extraordinario serán los libros publicados. Y en el monólogo 26 dirá que escribir "aunque parezca una condena es un don" y respecto a lo grupal, cuyo cuerpo es la escritura, dirá: "soy una máquina que no se contiene a sí misma. Una especie de dolorosa y radiante intención de sobrevivir a pesar de todo" "Algún verso tocará los confines de la historia y eso es una energía". Y respecto a que la escritura es un mandato social nos dice que el poeta "canta sin razones", "Deja, esta noche, poeta, cantar a los sublevados sin razones". La poesía canta lo que pida ser cantado, lo que implique al poeta, y nos dice "Basta de guerra, perros, que necesito escribir con fuerza este poema" y "La poesía no necesita razones razonables para ser escrita, es como si pensáramos que se puede explicar la conducta asesina de los ingleses, (en la guerra de las Malvinas) por el mal comportamiento de la junta militar, o matar niños iraquíes para prevenir". Y denuncia, como todo escritor que "Con la guerra caen los libros, las instituciones, la revolución femenina, la libertad de escribir, la libertad de amar otra cosa que la antigua esclavitud, la libertad de amar otra cosa que el pasado, otra cosa que a mi madre", donde mi madre quiere decir: pensamientos anteriores, "no dejar que nazca lo que ha nacido". "La guerra no es un nuevo orden, es un viejo orden que nunca produjo cambios, progresos, sino retrocesos en la humanidad".

En el séptimo monólogo nos enseña sobre el saber y nos dice que no hay aprendido, que el saber sólo se puede hacer, por eso que se trata de hacerlo o no hacerlo: "Yo por mi parte nunca me quedé esperando nada. Todo lo daba por hecho o por perdido desde el comienzo".

37 monólogos, 27 impasses o pasos, 37 interpretaciones. Porque los hechos sólo existen después de ser interpretados, es decir, que ni lo vivido, ni lo contado, sino lo interpretado, porque siempre incluye el concepto de inconsciente, siempre pone en juego la ética de la interpretación, en tanto el deseo inconsciente es su interpretación, siempre con un tiempo que incluye la retroacción significante.

Comenzar por el punto final es comenzar por el momento de concluir el tiempo para comprender el instante de ver que psicoanálisis y poesía es psicoanálisis. Por eso el octavo monólogo nos habla de un narcisismo legislado por la ley del Nombre-del-Padre, lo que nomina, lo que separa la palabra de la cosa, lo que produce la castración materna, y en el noveno nos dice "porque en definitiva tenía que escribir sin fin el final" y para eso en el décimo se muestra que tenía que rodearse de personas que amaran esta manera de pensar, que el psicoanálisis propone y que amaran la poesía, es decir, la escritura.

Y, así, el libro termina con esta frase: "EL SIGLO XX HABÍA FRACASADO". Y muestra que había sido porque si no tenemos en cuenta cómo piensa el psicoanálisis, los ideales no dejan de ser dictatoriales. Distinguiendo la locura y la ideología que se opone a la producción de humanidad.

MADRID 
EDITORIAL
GRUPO CERO
EN LA
FERIA
DEL LIBRO
PARQUE DEL RETIRO
Caseta Nº 55
31 DE MAYO
AL 16 DE JUNIO 

Menassa es más humanitario que humanista, es decir, tiene en cuenta que para transformar la realidad es necesario un trabajo, y como se trata de transformar una manera de pensar el amor, el sexo, el dinero, será un trabajo psíquico. Y así escribe poniéndose él para portar una manera de pensar y dársela a quien se tome el trabajo de apropiársela: "Me termino de dar cuenta que no tengo que tocar nada, si algo quiero tocar me tengo que tocar yo mismo".

Y para modificar el yo sólo se hace cambiando la ideología del uso del dinero, y escribe "...ganar más dinero, para tener más dinero para poder repartir entre más personas que yo, Dios y mi mamá."

Mostrando que amar también es una nueva manera de pensar el dinero, pues para Menassa el dinero es un equivalente general, es decir que el dinero es lo que hace que un objeto sea equivalente como objeto, como nos dice la teoría del valor de Marx y, también, lo que hace que no le debe la vida a nadie, porque lo que no se paga con dinero se paga con la vida, y esto quiere decir, no que alguien se quede con tu vida, que nadie la quiere, sino que eres tú el que te quedas sin hacer tu vida, porque la vida sólo se puede hacer y después de hacerla sólo se puede interpretar. Y así en el monólogo 35 nos dirá que el sexo no cae, que sólo el dinero hará que de viejos la sexualidad sea equivalente a la sexualidad, que o se es mayor o se es viejo. Y en el 34 nos dirá que los jóvenes no son dueños de la juventud ni los viejos de la vejez, que ni los ricos son los dueños del dinero ni los pobres de la pobreza, que son significantes del lenguaje. Y escribe: "Rompí la esfera de lo inalcanzable, donde se guardaban los secretos de nuestra esclavitud."

En este último monólogo Menassa despliega los ideales del siglo XX, donde no se tuvo en cuenta la envidia, siempre destructiva cuando no se trata de la envidia fálica constitutiva del sujeto, ya sea hombre o mujer. Y los ideales decían: "Un niño hoy es una boca que debemos alimentar porque mañana esa boca será dos brazos que den de comer a diez bocas". Sin embargo "Me he visto dándole de comer a una boca que, para seguir siendo boca, iba cortando sus brazos a medida que le crecían, para no darle de comer a nadie, para sentirse frente a mí el único niño del mundo.

Y bocas feroces que se comían todo lo que había y después lo escupían, para poder tener hambre nuevamente y comerse toda la comida de los otros niños. En esa fantasía no era que no existían otros niños, sino que el personaje central de la película, a los niños que no eran él, los mataba de hambre.

Hubo bocas serenas que se cuidaban de todo. Tampoco llegaron muy lejos en ningún tipo de nueva ética. Cuando no comían, no permitían que comiera nadie y cuando comían se empecinaban en que tenía que comer todo el mundo.

Y hubo bocas y bocas y bocas sedientas y hambrientas y nunca llegamos a ser tantos brazos para alimentar tantas bocas.

Por eso, querida vaca, EL SIGLO XX HABÍA FRACASADO."

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Sabiendo que no se puede volver atrás y tampoco hacia delante, se tratará de otra cosa. Ya en 1975 había escrito: "Nada de dejar el pasado, nada de vivir el presente, empecemos de nuevo, juguemos juntos a otra cosa". Y en el monólogo XVIII escribe: "Para poder estar juntos, tenemos que ser dos, abiertos, separados, sin sentimientos, ágiles y sin remordimientos, sin culpa", porque "la vida, aunque te mates, siempre empieza la semana que viene. Y si bien para todos es matemáticamente imposible, para muchos es matematizable, al decirlo, posible".

Y siguiendo su manera de pensar, Menassa nos dice "Me complico, a veces, porque la vida, también es complicada".

En 1975 decía: Hablemos de verdad "hazme una violencia, dibújame en la cara el gesto de horror", porque sólo hay saber frente al horror. "Dime que hay muchos días con sol y muchos días sin sol".

Se trata de que no nos pase como a la Selección Española en los últimos Mundiales "un equipo donde los medios hacían de creadores y los creadores no estaban en el campo, los defensas de organizadores y los organizadores tristes, sin ideas". Se tratará, como dice en el monólogo XXX, de que todos demos un paso atrás para que se note la presencia del escritor, se tratará de que estudiemos los textos y leer es transformarse por lo leído, porque o se transforma el lector o se transforma lo leído.

Porque la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero, como toda Escuela es una manera de pensar la transmisión, y en esa manera está el que sea una Escuela dirigida por un psicoanalista, poeta y escritor, donde la escritura es la verdadera sexualidad tanto de la posición de analizante como de la posición del analista. Se trata de una vida "donde pueda hacer por mi escritura todo lo que el deseo de escribir impone, convenga o no convenga a los contemporáneos".

"Porque un hombre poderoso para serlo", se trate del poder que se trate, "ya ha tenido que desear". "Saber y no saber, al mismo tiempo, que nadie sino yo", es decir cada uno, "debo recorrer mi camino".

En el monólogo 30 nos dice que "nadie te da la libertad de escribir, ni uno mismo", porque sabemos que se trata de un deseo y un deseo ni se tiene ni no se tiene, se construye. Yesto es durante toda la vida, por eso en el monólogo 36 nos da la clave: es con psicoanálisis, pero que el psicoanálisis sea interminable, como la vida misma, es una decisión del analizante, porque la función del analista es analizar, pues "Una fórmula sin letras es lo que define mis funciones" "Leyes que nadie puede cumplir, eso es lo que se mueve en mis conceptos" "Mi deseo no es el de Lacan y ni siquiera el de Freud, así que nuestros inconscientes son diferentes". Así vemos al analizante decir una frase más para continuar su análisis, porque si no es así, si se trata de un hombre será un hombre dominado por la cosmética, casi una mujer antigua y si se trata de una mujer no dejará de amar a su padre, es decir "volará todo lo alto y todo lo lejos que pueda, pero sin escritura, y por lo tanto sin psicoanálisis, tarde o temprano aterrizará". Y así se muestra en el monólogo XXX y XXXII.

Este libro es para dejarse leer por el libro, como todo libro que sea leído, y muchas veces, porque sólo así nos atravesará dejando un surco que hará surgir en nosotros una diferencia, una escritura.

Menassa nos dice: "escribir, también, fue un encadenamiento.

No hubo verso ni soledad que no le debiera a alguien" y también que la vida siempre está por comenzar.

Como leemos, un escritor que cree en las transformaciones, un poeta que recurre al humor y no al sentimentalismo, es decir que ama sus propias transformaciones: la escritura.

AMELIA DÍEZ CUESTA

Una de las salas desde donde los asistentes pudieron ver el acto desde los televisores.

La presidenta de la Asociación Pablo Menassa de Lucia.

 

Asistimos a otra nueva propuesta poético-psicoanalítica en la extensa trayectoria escrita de Miguel Oscar Menassa.

Recorriendo los primeros monólogos entre la vaca y el moribundo, el texto nos muestra una variedad en los temas, que se van desarrollando como soliloquios de los dos términos del monólogo entre un hombre y su animal.

No desentrañamos en los comienzos si ese moribundo es el hombre, lo humano en general, o lo que del hombre morirá para dar vida a una escritura.

El moribundo muestra sus deseos, sus sueños y hasta la vigencia de delirios juveniles, como el Nobel.

La interlocución es con el tiempo de la historia, los grandes productores, los pensamientos eternos del hombre, sus miedos, sus vanaglorias, el pensamiento de la fugacidad de la vida. Hay un mundo después, el de la propia posteridad, su posibilidad, como una certeza que proviene del ejercicio de un mandato social.

Pensamiento propio de los grandes productores, pensamiento para la realización de grandes obras.

Lo otro, lo neurótico, es lo eterno, lo inmortal. Un tiempo inexistente, lo único que ocurre es el deterioro. No el tiempo suspendido de la creación, sino un tiempo de hojarasca y calendario, donde la muerte sólo acontece a los demás y no a mí mismo, yo grandilocuente y esencial.

Menassa nos muestra en su elocuencia con la vaca un tiempo casi tangible enmarcando su vida de creador, de poeta.

Desfilan ante la lectura, momentos de grandes proyectos y momentos nimios, cotidianos, de la especie.

Haber salido vivo de amenazas de muerte a su organismo lo hace reflexionar sobre el cuidado y el amor a su cuerpo, soporte vital.

La vaca silenciosa y complaciente comienza a humanizarse y a tomar protagonismo en los parágrafos XIII a XIX. Podemos leer ..."Mientras yo me retorcía de alegría y la vaca mugía, sin parar al compás de los pájaros, los asesinos legalizaban su situación declarando la guerra a diestra y siniestra.

Muuu, muuu, muuu, mugía la vaca con desesperación, pidiendo como sólo ella sabía hacerlo que volviéramos con urgencia a nuestra vida anterior, donde sin palabras éramos capaces de alcanzar la belleza con sólo mirarnos".

En el XV, encontramos "te educaré, vaca perdida, arrancaré de tu vientre animal una sonrisa y te pondré a jugar con los niños. Muuu, dijo la vaca al borde de la comprensión y yo sentí que me decía:

La muerte y los escollos marinos serán el pasado, la vieja infancia, la familia. En el XVI la vaca dice... "Soy tuya en esa nada de sentir, pero no tuya en un sentido mezquino, sino amplio y generoso, soy para ti, pequeño hombre torturado por el amor, la paradoja de ser vaca y alma en el mismo momento en que me besan."...el moribundo dice "... de a poco fui comprendiendo sus palabras y yo también me liberé mugiendo porque ella me había dicho: "para poder estar juntos tenemos que ser dos, abiertos, separados, sin sentimientos, ágiles y sin remordimientos, sin culpa".

Cuando la vaca en el parágrafo XXIII se postula como sujeto marcado por el significante, consigue su plena humanización y cierta ambigua característica femenina, da paso al pensamiento del fracaso de la mujer a pesar de sus progresos en el siglo XX.

La vaca, en su humanización le pide poesía y amor al moribundo que empieza también a transformar la condición hasta sus realizaciones como hombre, como psicoanalista, como poeta.

En la carta final a su querida vaca, la escritura del poeta atraviesa y encadena los actos de un siglo de fracasos, el siglo XX. La envidia como bocas que se comen a sí mismas que "cuando no comían, no permitían que comiera nadie y que cuando comían se empecinaban que tenía que comer todo el mundo".

Y sobre todo, la clave de la derrota, "nunca llegamos a ser tantos brazos para alimentar tantas bocas."

Aunque es preciso recordar que desde la intimidad de un parágrafo anterior, el XXIX, la vaca más allá de los recuerdos, toda significante y algo de corazón consuela al poeta... "hoy día una vaca puede volar tan alto como tus propios sueños, tú tranquilo.

Muuuuu. Mi amor, tú tranquilo, esta noche, hasta el amanecer seremos una sola piel y no habrá cálculo posible que pueda medir tanta belleza.".

La propuesta de los comienzos se ha consolidado, un mundo de pensamiento donde el inconsciente juega su lugar central, habitado por los nombres de tantos pensamientos, Breton, Artaud, Aragon, Balzac, Sartre.

Un universo de las palabras, soliloquio del principio, diálogo amoroso, que consigue al fin interlocución, la vaca pasa de rumiar y sentir al ejercicio de su voz a través del vehículo de la palabra, en energía y plenitud.

MARÍA CHÉVEZ

María Chévez leyendo la presentación del libro.


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Carmen Salamanca leyendo su presentación y el autor escuchando atentamente.

37 capítulos componen este libro de Miguel Oscar Menassa, en la colección Narrativa 2001.

Un libro sorprendente, comenzando por este título que nos hace intuir la destreza con que el autor enfrenta su diaria, y múltiple, relación con las palabras.

No es un monólogo en el sentido estricto, en tanto en la narración habla más de un personaje. Entonces ¿porqué esa palabra al comienzo del título? ¿Será una maniobra de seducción o de despiste?

¿Qué habrá querido decir?

Damos la vuelta al libro. Leemos el nombre del autor, Miguel Oscar Menassa, y debajo, como primera seña de identidad, poeta.

Entendemos, ahora, que no hay nada que entender, pues la poesía es un viaje a lo desconocido que sólo podremos realizar si le entregamos, previamente, la dirección de la nave.

Y esto, como bien sabe el moribundo, tiene sus consecuencias: "El poeta oponía durante todo el tiempo que duró la escritura del libro, a mis imprecisiones científicas (como él las llamaba) la vida, mi propia vida, que en la relación con su escritura se fue transformando hasta tal punto que llegué a creer por momentos que era yo mismo el que escribía los versos."

Una vez despojados de toda intención, estamos en condiciones de escuchar al hombre que nos habla desde las páginas de este libro.

Un hombre que, por humano, está dividido: vaca y moribundo al mismo tiempo. Vaca por imposición de la especie que, al necesitar de macho y hembra para reproducirse, nos condena a morir. Y moribundo, no precisamente porque vaya a morir, sino porque lo dice y, al decirlo, acepta la invitación de vivir.

Un ser cuya vida depende de palabras, que nunca expresan exactamente lo que quisiera decir y, a la vez, muestran más de lo que dicen. Y, para el poeta, el encadenamiento es todavía mayor: "La vida era para el escritor sus palabras escritas."

Precisamente por esta característica de las palabras, esa torsión permanente del sentido, el poeta es capaz de encontrar el retruécano vital que nos permite una salida frente a la determinación de la especie:

"Todo el mundo tendrá en principio su verdad, después aprenderá a mentir: sabiendo que va a morir, vivir como si eso no fuera a ocurrir nunca y esa es la única gracia de la vida."

Una vida que sólo se puede vivir, "nadie es capaz de pensar su vida". Quizá por eso, el moribundo nos pone enseguida en antecedentes:

"Querida vaca, yo también soy un enfermo curado por el psicoanálisis". Afortunadamente, pues será necesario un cierto grado de curación para sostener las intensas relaciones que, a lo largo del libro, mantendrá con el poeta y el psicoanalista.

"Desórdenes incalculables para mi personalidad, tanto en mi economía libidinal como en mi economía política, eran productos de instantes insoportables para mi moral durante el tiempo de la conversación."

Precisamente eso es este libro, una conversación entre los distintos lugares por los que transita la vida del escritor. Funciones que, para ser desarrolladas, exigen que el sujeto se aparte, quede en segundo plano. Si hay ejercicio de la función, podemos decir que, previamente, hubo un moribundo.

Hombre, poeta, psicoanalista... ¿De quién es el cuerpo? ¿Quién sostiene el deseo? ¿Quién paga la experiencia? Cuestiones vitales, cuyas respuestas irán armando el peculiar puzle de esta historia.

El hombre: "El no sabe, porque todo lo hace sin saber, que mi cuerpo ya no me pertenece o, por lo menos, está perdido entre sus letras."

El poeta: "Lo decidí una tarde, / las montañas no existen. / Y las cumbres, / tienen que ver en todos los casos con dios."

El psicoanalista: "Después de mí, ningún poeta morirá de pobreza."

Inmerso en semejante enjambre de deseos, el moribundo duda permanentemente, la vaca tiene corazón desde el principio. El moribundo escribe, reflexiona, habla intentando ver. La vaca parece que le escucha y, a su manera, contesta: muge como una mujer o como una compañera o como un soldado o como un filósofo grupal.

Ella sabe que, para modificar la realidad, hay que poder decir, aun cuando la desesperación tenga que ser vivida. "Los dioses merecen un escarmiento. (...) El niño vivirá en nuestras palabras y nosotros volveremos a construir otra montaña."

CARMEN SALAMANCA GALLEGO

En El oficio de morir, diario de un psicoanalista, publicado en 1983, escribe Menassa: "El escritor que tiene todo lo que ambiciona no puede ser poeta".

"El hombre va siendo eso que dice ser, y es verdad con el tiempo".

"El hombre va siendo eso que dice ser, y con el tiempo, es verdad".

En 1961, Miguel Oscar Menassa publicaba su primer libro, después vinieron cuarenta títulos publicados y en la contraportada de Monólogo entre la vaca y el moribundo dice: "Poeta, psicoanalista, Médico, Pintor, Editor, a la búsqueda del Nobel".

Cartas a mi mujer, un libro con fechas, día, hora, mes y año, hasta el lugar concreto donde se produjo la carta, porque el escritor se produce con trabajo, es un extranjero: a los hombres les habla de amor, a las mujeres las manda a trabajar. Para que el lector, pueda aquello que desea, cierra el libro con: "Una interpretación psicoanalítica debería sorprendernos a todos". "El Otro no es nadie".

El autor escribe, se pregunta por el siglo XX, ¿Cómo fue posible lo que fue posible? Y ésta, por fin, es una pregunta epistemológica.

Lo que sí, ya se sabe, por eso un poeta tiene que agradecer, es que con el Psicoanálisis, la Poesía haya modificado sus MANERAS, su modo de producirse, su concepto de humanidad.

La mujer, el hombre, antes del psicoanálisis, no sabían nada acerca de cómo se producían: La poesía, la ciencia, el amor.

Me alegra haber llegado al año 2000. Lo ambicionaba desde joven, por eso llegué. Una ambición secreta, poderosa, femenina.

Dos libros, como todo significante par, un libro de cierre y un libro de apertura, dos libros que representan al escritor para la escritura de la historia de los pueblos, por trabajar de forma ejemplar la puntuación, por escribir sencillo de lo impensable, de lo no dicho, ya que nos dice que el mundo es verdaderamente de quien lo piensa.

Hombre, mujer, las dos primeras décadas del 2000 dependerá, sencillamente, de trabajar o no trabajar.

El Psicoanálisis puede curarnos de nuestra clase social.

En una sociedad justa el trabajo es un don. Hacer dinero no sirve para nada. Lo importante para la humanidad es generar trabajo y para cuanta más gente mejor.

Dos libros para investigar la transferencia, el amor, el trabajo, la transmisión, el sujeto del inconsciente que el autor muestra psíquico y social en esta escritura.

En el Monólogo, Menassa escribe: "Me gustaría esta vez, intentar un cierto orden, dar cabida a cierta preocupación por el orden en el dinero y en los escritos. El resto se irá haciendo solo. Estoy entre rejas y yo mismo me he puesto. Me condeno a vivir y trabajar encerrado en la casa del poeta desde el uno de julio de 1991 hasta el 31 de julio de 1996 y luego revisaremos la condena. El solo afán de salir libre puede acarrear otra condena de cinco años más. El buen cumplimiento de la condena no acorta la pena, a lo más no la prolonga."

Cartas y Monólogos dos maneras de escribir, trabajar, gozar y pensar. Cartas y Monólogos dos géneros de una sola especie: Poeta y Psicoanalista, es decir Poeta y Psicoanalista.

No se trata de un escritor al que le interese o no le interese el Nobel. Se trata de un nombre propio Miguel Oscar Menassa, que le presta su nombre como autor de los libros al otro, ya que los poetas no tienen nombre propio.

Un nombre propio, a la búsqueda del Nobel, porque como escribe en el monólogo XXI:

"Yo me pregunto de dónde sacará tantas ideas para mantener en soledad un gran movimiento. Y él me responde, sin haberme escuchado, que no se trata de ningún movimiento, sino que se trata de una Escuela de Psicoanálisis.

Él se pone muy serio cuando dice esto último, pero yo me lo sigo imaginando en esa soledad y me pregunto sin entender ¿para qué? ¿por qué tanta soledad?

El doctor, mirándose las manos y luego mirándome a los ojos, me dijo:

- Primero, poeta, yo también soy escritor y si a un escritor le piden que ocupe la función de Director de una Escuela de Psicoanálisis, es sólo para que su estilo impregne los fenómenos de transmisión. Y para que el estilo que conllevo se ponga ahí, es absolutamente necesario que yo mismo cometa todos los errores y todos los hallazgos de la escenografía."

Cartas a mi mujer y Monólogo entre la vaca y el moribundo, dos libros, dos significantes del siglo XX, para el siglo XXI.

Felicidades Menassa y gracias por mostrarnos cómo se construye una obra.

CARLOS FERNÁNDEZ DEL GANSO

LA VACA SIEMPRE ESTUVO
UN POCO LOCA MONÓLOGO ENTRE LA VACA Y EL MORIBUNDO
Un libro de Miguel Oscar Menassa
¡EN LAS MEJORES LIBRERÍAS!


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"Basta de versitos, pibe" 
Dejémonos de tonterías. Desde el principio, desde el título mismo. La comunicación es imposible, así que el diálogo es un invento de la razón. Y, lo sabemos, el sueño de la razón produce monstruos.

"Basta de versitos, pibe".
No hay diálogo, sólo monólogo. Y a un monólogo, "se asiste". Y
si Ud. tolera asistir a este monólogo, verá cómo participa. Se producirá en Ud. un monólogo.

"Basta de versitos, pibe"
Que no hace falta ser inteligente. Ni saber antes de saber. Ni decir
bonito.

Que la vaca es femenino, y es inmortal. Y por tener, hasta tiene cuerpo. Claro que a veces su cuerpo son sus Tetas, y sus vísceras, y su corazón.

Y el moribundo es masculino, y por tener, tiene hasta sexo. Y una vez tuvo cuerpo, una vez. Tuvo pulmones, y abrazado a su madre, esta vez, casi se muere.

"Basta de versitos, pibe"
Que no se trata ni siquiera de hablar, porque "sin palabras éramos
capaces de alcanzar toda la belleza con sólo mirarnos". O sea: que no se trata de las palabras, ni de la belleza. Ni del tiempo, "que sólo es importante para quien está al borde de la muerte". Y no olvidemos.

Si somos todos moribundos, todos estamos al borde de la muerte, el tiempo es una constante. Como tal, ya no me ocupo de ella. Sólo cuentan los sesgos. Que "más allá de la vida, ningún goce. Más allá de la vida, la muerte".

Y tranquilo, pibe, que hasta un moribundo tiene porvenir. "Y si puede uno, pueden todos".

"Basta de versitos, pibe"
Que "el psicoanálisis, tarde o temprano, ha de recurrir a la poesía;
para la poesía no fue necesario." Y ahora que apareció el psicoanálisis podemos decir que el psicoanalista es "el que paga la experiencia". Así que sin dinero no hay ni siquiera experiencia, así que vete a saber en qué mundo vivimos. Pero el moribundo lo sabe. Si no sabe exactamente en qué mundo, por lo menos nos anuncia saber qué vida vivimos: "Una vida que sólo se puede vivir, porque nadie es capaz de pensarla. Por eso es que el devenir de cada uno es sorpresivo para cada uno... hasta que alguien no me lo diga, no puedo enterarme de qué se trataba mi vida, mis amores, mi sexualidad". O sea, que el monólogo no sólo es respecto del otro, del cuerpo del otro. También en yo, monologamos...

"Basta de versitos, pibe".
Que "para poder estar juntos, tenemos que ser dos, abiertos, separados,
sin sentimientos, ágiles y sin remordimientos, sin culpa".

Así que estamos en una Escuela de Psicoanálisis que tiene a este escritor como Director, es decir, que tenemos voluntad de estilo. Y si bien es Verdad que haber, hay muchos estilos, Director sólo hay uno, así que comandará su estilo.

"Nada te di, nada me debes, sólo puedes amarme.
   Nada tomé, nada te debo, no puedo ni amarte".

Basta de versitos, piba.

MÓNICA GORENBERG

Carlos Fernández y Mónica Gorenberg leyendo sus presentaciones.

Miguel Oscar Menassa firmando ejemplares.

GRUPO CERO
ZARAGOZA
Departamento de Clínica
Tel. 976 25 25 17
Previa petición de hora

XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO.
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
-Segundo Encuentro-

DESEO Y DIAGNÓSTICO

Tal vez una verdad pueda cambiarse por otra verdad
sin que se venga abajo ningún mundo.
Miguel O. Menassa

El título Deseo y Diagnóstico, tiene que ver con una pregunta acerca de si el deseo del médico es tenido en cuenta, o no, cuando se trata de llegar a un diagnóstico.

Voy a contarles dos historias que se juntaron en mi memoria cuando reflexionaba acerca de qué tema trabajar para este Congreso. Si las menciono es porque me acercaron al título de este trabajo.

En la primera historia, el enfermo acudió al médico después de varios y esporádicos episodios de tos que terminaban en una expectoración que presentaba indicios de sangre. El médico general al escuchar la palabra tos, asoció con pulmón y derivó inmediatamente al enfermo al neumólogo.

El neumólogo, al enterarse de que no era el primer episodio de esas características, se apresuró a indicar los análisis clínicos que creyó convenientes para confirmar el diagnóstico que no dijo en ese momento, pero que su actitud delataba con claridad.

Era un buen caso, un cáncer de mediano tamaño que sólo afectaba a un lóbulo pulmonar, en un paciente de más de cincuenta años que no presentaba ningún otro signo que afectara gravemente al resto del organismo.

Era una perita en dulce, una oportunidad de desplegar sus habilidades y conocimientos quirúrgicos en un cáncer de pulmón, relativamente sencillo de extirpar, ya que no había signos de infiltración local y, por tanto, las complicaciones eran, a priori, mínimas, pero que aún así requería de toda la escenografía de una gran intervención, nada menos que en la cavidad torácica.

Además, las probabilidades de que el enfermo curará definitivamente del cáncer eran muy altas, pues no había ningún signo de afectación del resto del organismo.

La casuística es cada vez más casuística en un mundo tan globalizado.

El médico hizo su trabajo, el Orden médico se imponía, neumólogo, no miró más allá de las fronteras que limitaban su campo visual, y el enfermo, curado completamente del cáncer pulmonar, como certificó al enfermo después de la operación, murió un año después a causa de un cáncer de páncreas origen probablemente de la metástasis pulmonar.

En la otra historia la protagonista es una mujer de sesenta años.

Un día comienza a notar dolores en una pierna. Hasta ese momento la paciente no había tenido ninguna enfermedad de importancia, más allá de unas molestas jaquecas que la venían atormentando desde "siempre".

En este caso el médico de cabecera derivó a la enferma al traumatólogo, que después de la exploración clínica y analítica diagnosticó una hernia discal en la columna lumbar y, por consiguiente, indicó la intervención quirúrgica.

Una vez abordada la zona a reparar, se observó que no había ninguna hernia que comprimiera la médula espinal a ese nivel, pero sí que se podía observar unas lesiones de los cuerpos vertebrales que parecían ser compatibles con un tumor óseo maligno. Pero, en cualquier caso, lo encontrado no justificaba plenamente los dolores de los que se quejaba la enferma.

La exploración diagnóstica que se realizó posteriormente concluyó que la enferma presentaba un carcinoma cerebral con múltiples metástasis en diferentes órganos.

Hasta aquí los relatos.

Ambas ilustran de alguna manera la incidencia que puede tener el deseo del médico, en tanto sexual reprimido, en el diagnóstico de las enfermedades y, por tanto, en el posterior tratamiento de las mismas.

Se trata de situaciones médicas nada extraordinarias. Muy probablemente muchos de ustedes conozcan de alguna, sino igual, sí muy similar.

Lo que tienen en común es que en las dos está en cuestión el diagnóstico, no tanto porque fueran desacertados, sino que sólo abarcaban un aspecto parcial del mismo. Esto tenía como consecuencia inmediata la instauración de tratamientos que no tuvieron el éxito deseado.

En algunos casos se pudo comprobar durante las intervenciones, en otros durante el período de convalecencia de las mismas, que los diagnósticos habían sido erróneos,  


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XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO.
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
-Segundo Encuentro-

no tanto porque no justificasen la intervención indicada, sino porque sólo se había tenido en cuenta un aspecto local de lo que afectaba realmente al enfermo.

Algo se había escapado a la mirada médica.

Me pareció pertinente para un Congreso de Psicoanálisis y Medicina, escribir acerca de ciertas reflexiones que surgieron en mi ánimo al hilo de estos sucesos, y en especial llamar la atención de la importancia del deseo del médico a la hora de emitir un diagnóstico.

Pensaba poner a prueba los métodos de diagnóstico y atacar la seguridad que embarga a los médicos en cuanto a sus métodos supuestamente científicos de diagnóstico. Es decir, de nuevo una violencia.

Entonces, ninguna violencia, si acaso la del discurso médico en su afán de dominio. Como dice el poeta: "ni huir ni arremeter contra nada. Aprender a conversar tranquilamente, eso enseña el amor."

El discurso médico impone sus leyes, primeramente al médico, que será el encargado de acoger ese deseo que es el de la medicina, el deseo de curar y que es en aras de ser sujeto de ese orden, tendrá que apartar su propio deseo.

También al enfermo se le impone el orden médico, que por extensión termina desprendiendo una moral, pues la medicina se vuelve moralizante al sustituir el orden del deseo por el suyo propio.

Como el orden del deseo es diferente del orden médico, y por consiguiente muchas veces viene a contradecirle, todo lo que atestigüe una vida "disoluta" del enfermo será generalmente mal recibido por el médico (Sé de psiquiatras que les parece abominable y moralmente intolerable que un enfermo visite a un psicoanalista).

Al constituir su objeto, la enfermedad, como sujeto de su discurso, la medicina borra la posición del enunciador del discurso, la del enfermo mismo enunciando su sufrimiento, y también la del médico al retomar ese enunciado en el discurso médico. Se trata ante todo de proteger la mirada médica. Para ver, el ojo no ha de ser visto.

Se impone, pues, la necesidad de hablar de la medicina como un discurso. Y de entrada para destacar lo siguiente: que subjetiva, desubjetivando. Despoja por igual al médico, llamado a acallar sus sentimientos porque lo exige el discurso médico, y al enfermo. Al mismo tiempo que el enfermo se borra ante la enfermedad en cuanto individuo, el médico se borra igualmente ante las exigencias de su saber.

Hablar de la medicina como de un discurso nos permite no depender demasiado estrechamente de la idea que ella misma se hace de su carácter científico. Porque la medicina invoca, y con toda razón, la ciencia, y porque ciencia se ha convertido en sinónimo de verdad, la medicina constituye un bastión que resiste tanto a los ataques más vigorosos como a las alabanzas más torpes.

En lo esencial, lo que funda a la medicina es su constitución como discurso. Bajo la cobertura de la objetividad de los resultados consignados y de los efectos del saber adquirido, la mira del autor del discurso médico, es decir, la mira de cada médico, sigue estando puesta en la existencia sobre el hombre de un discurso que cada individuo en particular no puede conocer. Este discurso constituye un orden de cosas en relación con lo cual cada uno habrá de situarse para aceptarlo o para rechazarlo.

Discurso sobre la enfermedad, sobre su etiología y su patogenia.

Para establecer ese discurso hay que privilegiar ciertos hechos y excluir lo que contradiga ese discurso.

La clínica médica termina allí donde empieza la pasión y el deseo.

Al sustituir el orden del deseo por el suyo, la medicina se vuelve moralizante.

Como el orden del deseo es diferente del orden médico, lo contradice, todo lo que atestigüe su presencia en el enfermo será mal recibido por el médico.

El deseo del médico se dibuja sobre el fondo de exclusión del deseo que instaura el discurso médico.

Hasta qué punto el neumólogo encuentra lo que quiere encontrar.

El médico debería reflexionar acerca de si sus ansias por granjearse un lugar destacado en la jerarquía médica, pueden, o no, influir en sus ganas de trabajar, sus ansias de curar, su deseo de cumplir mejor su tarea.

La medicina decreta la exclusión del deseo, el psicoanálisis lo interpreta.

Aquí quiero hacer mía una frase que distintos autores atribuyen a Platon: Decir que el médico se ha equivocado es sólo una manera de hablar, es como decir que se han equivocado el calculador o el gramático, en realidad, ninguno de ellos se equivocan,nunca se equivocan mientras merece el nombre que le damos.

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Esta incursión de Grecia en esta página me trae el recuerdo de otra historia, que seguramente conozcan. Se trata de una leyenda, sin embargo si se difundió ha de ser porque encubre alguna verdad, aunque no pueda probarse su carácter histórico.

Se dice que cuando el joven Hipócrates asumió sus funciones de médico en el templo de Asclepio de Cos, la primera en consultarle fue una muchacha de nombre Avlavia, cuya enfermedad se resistía a los cuidados de su padre, que era médico, y de todos aquellos a quienes había consultado. Después de examinarla, Hipócrates estimó que era un caso que superaba los recursos de su arte, y le aconsejó que fuera a consultar al oráculo de Delfos. La muchacha obedeció, y el oráculo le anunció que debería volver a su país, que se curaría, y que el joven médico que la había examinado la amaría y se casaría con ella. Y efectivamente, Hipócrates y Avlavia se casaron...

Al parecer, Hipócrates limitó a esa aventura con Avlavia las interferencias entre la vida profesional y la vida amorosa. En todo caso convirtió en regla deontológica la negativa por parte del médico de toda relación de ese tipo con los enfermos. La pasión está del lado del enfermo, el médico está del lado de la razón.

Leyendo a Platon, cabe imaginar otro tipo de relación médico enfermo. En el Carmides, Sócrates se hace médico para atender a Carmides que padece de dolores de cabeza por la mañana, al levantarse. Pero lo que le interesa a Sócrates no son los dolores de cabeza, sino la extraordinaria belleza de Carmides y, más aún, la sabiduría del joven, alabada por su tío Critias. Al ver llegar a Carmides, Sócrates queda perturbado: Ardía, yo no era dueño de mí mismo...

Sócrates prescribirá una hierba y un hechizo, pero para que se decida a revelar cuál es el hechizo, Carmides tiene que convencerle antes de su sabiduría. Se entabla entonces un juego de seducción recíproca donde se hacen presentes el deseo de Carmides de acceder a la sabiduría y el de Sócrates para discutir sobre ella. Ya no se trata entonces de dolores de cabeza, sino de amor a la sabiduría.

La pasión está también del lado de Sócrates. Tanto el uno como el otro están divididos, impulsados cada uno de ellos por un deseo.

Sócrates no toma el dolor de cabeza como un hecho, no se sitúa desde el comienzo en el vocabulario específicamente médico que lo designaría cefalea o jaqueca.

El deseo está por todas partes, todo el mundo lo reconoce. La medicina lo excluye, y quizá hasta cierto punto no está mal que así lo haga. Eso le ha permitido alcanzar el nivel del conocimiento que posee sobre las enfermedades del organismo. Los tratamientos son cada día mejores y más eficaces. Las técnicas quirúrgicas han permitido llegar hasta el último rincón celular causando el mínimo daño en los tejidos quirúrgicos. No es necesario que me extienda en la enumeración de los logros de la medicina, es una realidad que no tiene discusión.

Pero el descubrimiento del inconsciente en el siglo XX, esta novedad aportada por Freud, ha generado una nueva realidad. Es imposible escaparse a su sobredeterminación. La medicina para seguir avanzando no puede seguir haciendo como que no existe algo que ya ha sido producido.

En el mundo humano todo está tocado por el significante, también la biología. Lo natural en el hombre es que el hombre habla.

Vivimos en un mundo significante, donde el significado es radicalmente distinto del significante. Esos dos niveles de la palabra se deslizan permanentemente el uno sobre el otro, siendo el significante la fuente de toda significación. Como significado se presenta la continuidad de lo vivido.

Ese perpetuo deslizamiento del significado bajo el significante y del significante sobre el significado, hace posible que lo que es significante de algo puede convertirse en todo momento en significante de otra cosa.

Esto es lo que Freud aportó bajo el término de pulsión. Se trata, dice Lacan, de ese límite nunca alcanzado en absoluto. Algo que se encuentra virtualmente en el límite de la reflexión del hombre sobre su vida.

Las relaciones del hombre con el significante se encuentran vinculadas de forma muy precisa con esta posibilidad de supresión, de puesta en paréntesis de todo lo vivido. Se trata de la operación del lenguaje, de la entrada en el mundo del significante.

La posibilidad de que nada de lo que hay en el significado exista.

Fernando Ámez Miña. Médico-Psicoanalista
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EL CUERPO COMO REMORDIMIENTO

Preguntarse por el cuerpo y preguntarse por la culpa, lleva a decir algo del dolor, algo del cuerpo y algo de la culpa, que sólo irrumpe en presencia de otro cuerpo que el propio, y en el goce del cuerpo del otro.

Goce marcado por la culpa, culpa por la masturbación infantil pero que se presenta frente al acto sexual, allí comienza la culpa.

Cuerpo del sujeto que sólo se perfilará en la fragmentación de la imagen del cuerpo femenino que hace nacer como sujeto psíquico al fragmentado montón muscular y orgánico que lo inicia como cuerpo biológico.

(La alienación pone en relación el cuerpo con el goce). Aquello de lo que subjetivo mi cuerpo, de eso gozo, la alienación es ya otro goce, no aquel de Edipo, goce culpable, sino goce pulsional, mirada, voz donde está en juego el deseo y una frase rectora que nos recuerda; "El mismo síntoma en diferentes pacientes, equivalen a operaciones deseantes diferentes".

CUERPO Y ALIENACIÓN

En la operación de alienación se establece que no se trata de algo del uno en el otro y viceversa, se trata de otra cosa, algunos de nuestros escritores dicen "un nuevo ser", otra producción, una nueva realidad, transformación de la realidad como la interpretación, productora de una nueva realidad.

El cuerpo está hecho para ser marcado, por la irrupción del Uno, del rasgo unario en el cuerpo, (En el) campo del Otro.

Sujeto de la demanda es el sujeto que habla, sujeto del lenguaje, articulado en la palabra. Hemos dicho que el Otro es el cuerpo, y el cuerpo fragmentado de la madre en su origen subjetivo, (como origen de función).

La economía del goce se introduce por la subjetivación del cuerpo.

(El Otro es el conjunto de los cuerpos). La introducción del sujeto gira en la separación de los cuerpos y el goce; también, la introducción de ese objeto femenino, objeto de goce que es valor de goce y que separa al cuerpo del goce.

El goce lo referimos al cuerpo, de uno o de otro, el cuerpo es gozante.

El goce en sí es un cuerpo donde aún no está separado cuerpo y goce. Pero en el goce para el otro (min) ya está separado cuerpo de goce y ese es un paso que consideramos civilizador gozar más allá de mi cuerpo con mi cuerpo.

El goce no puede ser atribuido ni puesto en ningún sujeto, es algo donde marca sus límites el principio de placer, no hay goce más que del cuerpo; ese cuerpo que se constituye en los límites de los objetos a, de los restos de la operación.

Después del goce feroz, de la esfinge-madre fálica, su renuncia entraña un goce marcado por la culpabilidad aunque la culpa por la masturbación infantil no se presenta sino frente al acto sexual que es donde comienza la culpa.

El Deseo es el deseo del otro, siempre es deseo inconsciente, tiene articulación significante. Para que haya deseo debe haber demanda, que será construido en esa demanda.

El cuerpo es ese lugar del Otro donde se inscribe la marca en tanto significante, ahí donde se inscribe el rasgo unario.

Es la alienación la que pone en relación el cuerpo y el goce. La alienación ya es otro goce, no el goce culpable de Edipo sino goce pulsional, de la mirada, de la voz, donde el deseo entra a jugar.

Ese objeto femenino, ese objeto de goce que es valor de goce, separa cuerpo de goce. El goce en sí es el cuerpo, no está separado ese goce del cuerpo, pero el goce para el otro (min) está separado el cuerpo del goce y ese es un paso civilizador, poder gozar más allá de mi cuerpo. Separado el goce es goce de lo perdido, goce de borde.

El cuerpo es, como gozante que introduce la economía del goce, sin embargo, como articulación significante, es fantasma del cuerpo fragmentado. Es letra, otra dimensión para el cuerpo.


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Como el sujeto depende de la articulación significante hasta que no hay deseo no hay sujeto. En cambio, el goce no tiene sujeto, es acéfalo como la pulsión.

Como juntura entre sujeto y cuerpo, el objeto a, resto de la operación de castración. De no ser así, cuerpo y goce no se llevarán bien. Asistiremos a las enfermedades orgánicas, surjan de donde surjan, a las molestias estomacales, intestinales que mucha gente arrastra por su vida como si realmente el cuerpo fuera algo que existe sólo cuando anda mal.

Hay una separación constitutiva del cuerpo y del goce.

En el Otro, ese que se llama el cuerpo, algo de redobla, la alienación.

El Otro (may) redobla la alienación del cuerpo con la alienación del goce, en tanto ese goce habíamos dicho se civiliza con el habla o lengua, se civiliza con la alienación al hacerse perdido, imposible, de los agujeros, de borde.

El Nombre del padre, redobla al Otro, ha habido alienación del goce. Es la castración la que permite la alienación del goce. Goce o castración. El goce sometido a leyes, a los límites del campo de los objetos, que está fuera del cuerpo, que no están sometidos al principio del placer; esos objetos a que designamos pecho, excremento, mirada, voz. Ese goce lleno de culpabilidad se civiliza al alienar el goce.

CUERPO PSICOSOMÁTICO

Es en la identificación donde en el futuro enfermo psicosomático, ha acontecido que la energía libidinal, reviste el cuerpo como si fuera un objeto resolviendo la identificación de forma autoerótica, tomando el cuerpo como objeto ajeno.

Se presenta en estos enfermos una seria dificultad para transformar los hechos en psíquicos. Responden con descargas desde el sistema neurovegetativo, más que hablar descarga. Está muy lejos, en sus respuestas de articularlas en el habla.

No manifiesta sus preocupaciones, tiene fuertes dolores de cabeza, no se pone triste en los cambios de estación, contrae una alergia primaveral.

En nuestros tratamientos psicoanalíticos se ha podido saber que el enfermo psicosomático es el que teme perder aquel famoso amor que nunca hubo. No hay separación, cuerpo diferenciado.

Afectado en su campo pulsional (no hay tiempo de separación y por lo tanto tampoco de unión), este cuerpo no está en la economía del deseo.

La enfermedad psicosomática afecta la estructura pulsional. Lo que debiera ser resuelto psíquicamente se resuelve "traumáticamente".

Se trata de un cuerpo omnipotente y sin resquicios. No existen las diferencias ni Otro sexo. Afectada la estructura, llega a lo real, produciendo lesiones corporales. Dicen nuestros autores "lo psicosomático es la barrera, donde se consuma y no se consuma el incesto, cuerpo sin pulsión, sin palabras, sin órganos, en definitiva un cuerpo que no ha llegado a ser máquina".

Algo falta de su constitución como sujeto del inconsciente, pero no es el significante de la falta lo que falta como en el psicótico, sino que al establecer su sujeto en la relación con su cuerpo como objeto, lo ha hecho, sin otros semejantes. Es decir, con otro, pero sin Otro.

Sin el corte ni intervalo, sin discontinuidad, sin dividirse todo gira en la necesidad de un goce sin palabras, sin pérdida ni resto.

El lenguaje en la economía del deseo inconsciente ordenará ese cuerpo mudo y sin ley, mediante el proceso analítico.

Al tomar su propio cuerpo como objeto, intentará revestirlo como un objeto fuera de él y no como su imagen, no ilusiona con el que tiene enfrente a él su cuerpo completo.

Intenta en realidad capturarlo porque no lo puede investir y sólo captura su cuerpo incompleto y despedazado (como objeto real, no como fantasma).

La identificación se ha consolidado en alienación sin separación.

No hay diferencia entre imagen y recuerdo. No hay deseo, no hay falta.

En las afecciones psicosomáticas solemos encontrar un sujeto frágil amenazado con accidentes y recaídas, trastornos vasculares graves, úlceras hemorrágicas, enfermedades de la piel. 

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Aparecen como un psiquismo insuficiente, indiferenciado y sin diferenciación, incapaz de simbolizar sus crisis vitales, un organismo de descarga, a través de un sistema (el neurovegetativo) con el que regula sus relaciones con el exterior. No manifiesta sus enojos, es hipertenso, sin matices ni recorridos psíquicos, sólo descarga.

CUERPO DEL DOLOR

El dolor surge cuando un estímulo sobrepasa los medios de protección y pasa a funcionar como un impulso pulsional continuo contra los cuales son impotentes los actos musculares que sustraen al estímulo el lugar sobre el cual el mismo recae.

Cuando actos que son eficaces en toda otra ocasión para que el dolor pueda ser evitado mediante la fuga, fracasan es justamente lo que permite una primera diferenciación entre exterior e interior, que va a llevar a la constitución de un cuerpo propio.

La transición desde el dolor físico al dolor psíquico corresponde al paso desde la carga narcisista a la de objeto. Se podría decir que "se ama a lo que posee el mérito que le falta al yo para alcanzar el ideal". Pareciera tarea de la libido volver inocua la pulsión destructora.

Desviándola hacia los objetos del mundo exterior. Una parte es puesta al servicio de la función sexual (sadismo) otra parte permanece en el organismo y allí es ligado libidinalmente con ayuda del masoquismo erógeno, es decir, el placer en sentir dolor. El masoquismo erógeno acompaña a la libido en todas sus fases y toma sus revestimientos psíquicos (Org. Oral: angustia de ser devorado, sádico-anal deseo de ser golpeado; estadio falico la castración como desmentida y las fantasías de ser poseído propias de la femineidad).

En el contenido manifiesto de las fantasías masoquistas se expresa también un sentimiento de culpa. El sujeto ha infringido algo que debe espiarse como castigo, aquí el nexo es con la organización genital. Aquí también aparece el masoquismo moral al cual el padecer es lo que le importa y ya no es necesario como en el masoquismo erógeno que el padecer se lo inflija una persona amada, también puede ser algo o alguien que le es indiferente.

Si el dolor y el displacer se convierten en metas nuestro guardián anímico queda paralizado. El masoquismo queda oculto y se lo descubre por sus manifestaciones. El sentimiento inconsciente de culpa y su satisfacción es una resultante de fuerzas que se vuelven contra la curación y no quiere transformar su condición de enfermo.

El padecer de la enfermedad la vuelve valiosa para la tendencia masoquista a la cual le interesa retener cierto grado de padecimiento.

El sentimiento inconsciente de culpa podría representar por entrañar el castigo de un poder parental, una desfiguración de la relación pasiva sexual femenina con el padre, la moral se resexualiza y el Edipo es reanimado. El sujeto tiene un obrar que debe ser expiado con reproches o el "castigo del destino". "Tiene el valor psíquico de un componente erótico. Ni la destrucción personal puede producirse sin satisfacción libidinosa".

En la enfermedad orgánica hay redistribución libidinal. Mientras sufre deja de amar. Es notorio el egoísmo del enfermo. No hay padecimiento psíquico o de órgano en que no se inmiscuya la libido, en la cual no habla el goce del sujeto. Tal conducta narcisista limita la acción psicoanalítica.

En el dolor físico hay una elevada carga narcisista del lugar doloroso del cuerpo, carga que aumenta y va vaciando al yo. El inconsciente habla en el cuerpo y una de sus manifestaciones es el dolor. La transición desde el dolor físico al psíquico corresponde al paso de la carga narcisista a la carga de objeto. En una misma enfermedad reconocida como dolorosa hay pacientes que aceptan el dolor y acomodan su cotidianeidad a pesar de su gravedad del mal.

Otros, con la misma enfermedad son verdadesos inválidos, por lo que podemos pensar que es una cuestión que gira en torno a la posición psíquica del sujeto frente al dolor. Muchos esfuerzos esperan milagros para no entregarse a una terapia analgésica a pesar de que los síntomas dolorosos hayan desaparecido con la misma, condenándose, castigándose.

El enfermo persiste en sensaciones dolorosas, no admite fármacos por variados que se le indiquen, independientemente de la base orgánica del dolor.

El dolor a veces deja de ser síntoma para perpetuarse como enfermedad. Ya no se trata de dolores de cabeza o artríticos, sino que es lo que altera la vida y su cotidianeidad, las relaciones, la posibilidad de amar.

El dolor como otras manifestaciones de la vida del sujeto tienen su registro psíquico. El dolor es una gran afección.

Hay dolor y niveles de tolerancia al dolor y eso en relación a la posición psíquica del sujeto.

Desde el Proyecto, en 1895, ya Freud afirmaba "Todos los dispositivos de índole biológica, tienen un límite de pensamiento más allá del cual fracasan. Esta falla se traduce en trastornos que gozan lo patológico y que constituyen prototipos normales de las manifestaciones patológicas. El dolor es una manifestación de esa falla".

Queja que no se articula..., culpabilidad concienteinconciente en los remordimientos del que espera ser castigado por lo que sólo ocurrió para él.

Dolores como síntomas, culpa como síntomas "hablados" por la mudez de lo que no se articuló. Cuerpo del amor, cuerpo del dolor, del hacerse padecer que expía y amplía caminos sin salida entre imágenes vacías que el lamento contorneó.

"Diferentes operaciones deseantes pueden producir un mismo síntoma".

"El dolor es también una afección".

Una vez más entendemos lo anímico y lo somático como esa relación de reciprocidad de que habla Freud. La palabra como fundante del tratamiento psicoanalítico, que actúa directa e indirectamente sobre los trastornos somáticos, que no por ser dicha cura sino en el marco de la conceptualización teórica, en transferencia que ha permitido y continúa permitiendo la mejoría y detención de muchas enfermedades fatales de nuestro tiempo, donde se particulariza en sufrimiento un cuerpo del que no se sabe casi nada, pero al cual se arrastra.

Palabra restituida por la ciencia, en el marco de un decir, el de Freud, en pleno discurso analítico, en transmisión, en el marco de la Escuela.

María Chévez. Psicoanalista
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Soy lo que vuela
encadenadme y seré lo encadenado que vuela
matadme y seré lo encadenado, muerto, que

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TAMBIÉN TIENE SU COLUMNA

En enero de 2002, la Asociación tuvo la Junta General anual. El 2 de febrero se presentó el cortometraje "Lo que necesitas es... dolor" en el Círculo de Bellas Artes, primera incursión que realizó la Asociación en el mundo del cine. El corto dirigido por Miguel Martínez, arrancó grandes aplausos de la concurrencia. La presidenta de la Asociación doña Olga de Lucia Vicente dirigió unas palabras al público en una sala repleta.

El martes 19 de febrero se presentaron los libros premiados de la tercera convocatoria de la Asociación tanto en la modalidad de Poesía como en la de Psicoanálisis, un acto donde las diferentes salas de la Editorial Grupo Cero, presentaron un lleno absoluto y los asistentes pudieron asistir en directo a través de monitores al acto de presentación de los seis libros premiados, cuatro de poesía y dos de psicoanálisis, que junto con otras novedades de la Editorial estarán presentes un año más en la Feria del Libro del Retiro de Madrid, Caseta 55, del 31 de Mayo al 16 de Junio. Así mismo desde el 18 de abril pueden adquirir los libros, aquellos que se animen, en el stand número 2403 del pabellón verde de la Feria del Libro de Buenos Aires.

Los libros premiados en Poesía fueron, primer premio: "Me acosa una pasión" de Norma Menassa y "Sueños de la prisión" de Lucía Serrano. Segundo premio: "Patria de pájaros" de Pilar García Puerta y "Desde el umbral" de Andrés González Andino. En Psicoanálisis, el primer premio fue para "Psicoanálisis y medicina" de Inés Barrio, Alejandra Menassa de Lucia y Pilar Rojas Martínez y el segundo premio para "Psicoanálisis de la histeria" de Carlos Fernández del Ganso.

De esta tercera convocatoria de los premios de la Asociación, hemos recibido comentarios cercanos y lejanos, que nos animan a continuar en lo que esperamos sea otra excelente convocatoria. Les recordamos que el plazo de entrega de ejemplares concluye el 31 de julio de 2002. Las bases del concurso se publican periódicamente. Están también en Internet, www.aulapablomenassa.com.

El domingo 10 de marzo entregamos el tercer premio a la Mujer Trabajadora. Esta vez la laureada fue la poeta Carmen Salamanca Gallego, Gerente de la Editorial Grupo Cero.

Amelia Díez Cuesta, galardonada el año anterior entregó el premio, un óleo de Olga de Lucia Vicente, a Carmen. Nos visitó el poeta Leopoldo de Luis, del que tuvimos el placer de escuchar dos hermosos poemas, que se publicaron, junto con los discursos de Carmen y Amelia en el número anterior de Extensión Universitaria.

Queremos comunicarles a todos los socios de la Asociación, que las cuotas, según marcan los objetivos de la Asociación, se emplean totalmente para difundir la cultura en todas sus manifestaciones. Hasta la fecha las cuotas de los asociados ha sido la única fuente de ingreso de la Asociación y los actos realizados han sido numerosos e importantes, por lo que les animamos a pensar que las cantidades pautadas en un principio fueron una manera de empezar a conversar para que este proyecto diera sus primeros pasos. Usted puede ser socio desde seis euros al mes.

Pertenecer a la Asociación le da el derecho, por ejemplo, de poder acudir a conferencias, recitales, presentarse a los premios y, en general, formar parte de uno de los hechos culturales más importantes (estamos empecinados en que así sea) del siglo XXI.

La Asociación no tiene fines de lucro, de modo que poner dinero en el Aula de Poesía y Psicoanálisis, es una manera de enriquecernos, como escribió el poeta: "ser rica, también es una propuesta de la mente".

Estamos realizando un esfuerzo con nuestra página WEB, donde pueden visitar los estatutos, la historia, actividades, listado de socios, premios, fotografías, libros premiados y otras actividades realizadas.

Seguiremos informando de las actividades y estamos abiertos a cualquier sugerencia que deseen realizarnos.

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LOS LIBROS DE LA EDITORIAL

MONÓLOGO
ENTRE LA VACA
Y EL MORIBUNDO

Autor:
Miguel Oscar Menassa
112 PÁGS.
5,40 EUROS; 9 $

 

Fragmentos

X

En principio, a mí me gustaba hacer el amor y estaba rodeado de personas que amaban mi pensamiento y les gustaba hacer el amor.

Luego fui un fumador empedernido y estuve rodeado de personas que amaban mi pensamiento y estaban atrapados por alguna droga o alguna pequeña perversión.

Hoy día que hago el amor cuando corresponde y ya no fumo nada de nada, sólo soporto a mi alrededor a personas que amen mi pensamiento y que tengan como vicio, absurdo, mi poesía. La vaca me miró de soslayo y me preguntó con la boca llena de comida:

- ¿Y eso quiere decir que tengo que cambiar de gustos para seguir a tu lado?

Y yo, que tenía su pregunta estudiada, le dije que no era necesario cambiar, que también podría separarse de mí.

La vaca se quedó en silencio, mascullando, era la primera vez que yo le había dado la posibilidad de separarse de mí, bostezó, porque le daba angustia esa posibilidad, y sin más quiso tener ella también un cuerno, para clavármelo. Yo no le dije más nada, me limpié la sangre imaginaria que ella veía sobre mi pecho herido por la cornada y en voz baja me prometí descuartizarla y comérmela al ajillo en la primera oportunidad.

Lo de comérmela al ajillo era para que ella y el mundo supiera de una vez por todas que España vivía en mi corazón.

Luego le di la espalda, con la seguridad que ella no estaba para ningún cambio y atravesé la calle, como Cesare Pavese cuando escapó de casa, pero yo no era un suicida y me sentía maravillado, esta vez, que mis pensamientos fueran mi conexión con el mundo.

Cuando la vaca volviera porque ya nada es posible en libertad, algún amor haría con ella, algún poema, alguna flor.

XI

- Estamos en los finales de un siglo terrible, comencé a balbucear mientras nos despertábamos. Ella me contestó con cierta dulzura mientras se miraba a sí misma:

- El hambre no corrompe, la desgracia no tiene desperdicio, la devaluación del dinero sólo es una mala noticia para quien lo tiene, el tiempo, concluyó, sólo es importante para quien está al borde de la muerte.

- Soy un poeta, le dije saltando de la cama y cogiéndola por el cuello, tu vida es una vida privilegiada, y en tanto le decía esto último le di un pequeño empujón arrimando su cuerpo contra la pared y cuando ella entreabrió sus labios, solté su cuello, me tumbé en la cama resoplando y le dije:

- El amor es triste como las vacas.

Ella no toleraba que para amarme a mí tuviera, también, que amar mis versos, sería por eso, me imagino, que tomando mi último libro de poemas se lo metió entre las piernas y sonriendo como una hiena plena de valor, me dijo susurrando y alargando las palabras hasta casi el dolor:

- Tu poesía me la paso por el coño.

Y se quedó con la boca torcida por el esfuerzo que le había costado decirme esas palabras y se arrodilló lentamente al borde de la cama y tiró con rabia el libro que tenía entre las piernas, con algo de lujuria y mala suerte, ya que el libro fue a dar contra la lámpara de pie que habíamos comprado en Holanda y la rompió.

Hubo un estrépito y luego se hizo la oscuridad, o tal vez las dos cosas ocurrieron al mismo tiempo, yo entrecerré los ojos y tuve la fantasía que alguien podría haber disparado sobre nosotros y entonces pregunté con voz temblorosa:

- ¿Amor mío, estás muerta? y ella otra vez riendo a carcajadas me dijo:

-Algún día te darán el Premio Nobel, no me caben dudas, pero tu amor es triste como las vacas.

XVIII

- Tal vez ya no podamos volver atrás.

Dijo la vaca atronando el espacio con un mugido sordo. Era Espartaco que volvía a liberarse en ese mugido, eran los muros del alma que caían definitivamente, atravesados por la verdad. Un mugido como de pueblos cayendo en la cuenta de su miseria, su explotación. La vaca no mugió esta vez un mugido que se podría confundir livianamente con un lacónico comunicado de guerra, no. La vaca mugió como si la poesía hubiera encontrado su verdadero camino.

Escondiéndome entre las primeras flores de la primavera, extendido al sol como aquellos gloriosos años de mi juventud donde hacer el amor era hacer la guerra, y donde hacer la guerra era hacer la vida, porque sin amor y sin guerra, los tiranos hubieran terminado con todas las flores de primavera y ahora, ya no tendríamos dónde dejarnos caer, para hacer como que nos escondemos para esperar el sol. Y sin pensar dije una frase, aunque no pretendía contestar la frase de la vaca.

- Tal vez, ya ni siquiera podamos volver hacia adelante.

La vaca, claramente confundida, comenzó a bostezar y hablar en voz alta como si fuera el Presidente del Gobierno diciéndole a sus conciudadanos:

- No hemos perdido nada, el tiempo no ha pasado, yo soy el mismo.

Y galopaba abierta como un manantial, yegua enloquecida, en una transformación que nadie hubiera esperado en ella después de la fiesta de San Valentín, y se movía a toda velocidad y a toda velocidad abría la boca y se tragaba la rabia y el odio y la alegría y la esperanza y cuando ya no quedaban entre nosotros sentimientos me dijo con sencillez:

- Te amo... Soy tuya en esa nada de sentir, pero no tuya en un sentido mezquino, sino amplio y generoso, soy para ti, pequeño hombre torturado por el amor, la paradoja de ser alma y vaca en el mismo momento que me besas.

Me quedé varios días sin contestarle nada. Eso sí, la besaba permanentemente y le daba de comer, yo me montaba encima de ella y ella se montaba encima de mí y perdíamos las características de ser a cada instante y de a poco fui comprendiendo sus palabras y yo también me liberé mugiendo porque ella me había dicho:

- Para poder estar juntos, tenemos que ser dos, abiertos, separados, sin sentimientos, ágiles y sin remordimientos, sin culpa.

Ella, que se dio cuenta lo que yo estaba reflexionando, sonrió, delicada y pastoril, vaca:

-MHUMHUMHUMHUMHUMHUMHUMHU.

XXI

Todo ha cambiado, vaca, han aparecido situaciones que me llevan a pensar de nuevo todo lo pensado. Desde hace unas semanas comenzó a surgir la posibilidad de que el psicoanalista venga a trabajar a la casa del poeta.

Con lo cual, la casa del poeta sería compartida en un alto porcentaje con la casa del psicoanalista.

La vaca, preocupada, consultó a todos los jefes del Cero y a los viejos amigos, y a todos les pareció una idea sensacional.

Sin prestar atención a las dudas de la vaca, estoy radiante de alegría.

La huella comienza a ser trazada. La huella tiene que ver conmigo, es mi propio destino que hace la huella.

Han pasado apenas unos días y ya está todo cambiado, han aparecido las primeras flores y todo se transformó en la casa del psicoanalista, se consiguió el gas y la luz en apenas dos días y en la casa no habrá cama.

Desde que él ocupó la casa, todo progresa. Ya empiezan a aparecer verdaderos aliados del cambio, ayer mismo, sabiendo que a partir de ahora él será el dueño de la situación, me regalaron los accesorios del baño pequeño y un botiquín todo de espejos para el baño grande.

Que él fuera tan querido, me hizo pensar que como poeta soy un solitario, alguien que cree que se lo darán todo por sus ojos bonitos, por sus bonitos versos.

- Mhuhuhuhuhuhuhuhuhuhu, expresó la vaca con sentimiento.

Ayer vino el doctor Menassa y me dijo:

- Todo esto está sucio.

Y hoy, ya hay una muchacha limpiando el gran balcón, mientras escribo estas líneas. Me siento mirado por la mujer que barre sin pasión el balcón donde las flores han comenzado a mostrarse de manera valiente, es decir, primaveral.

Hoy no tengo frío, eso ha de dar sus frutos.

Lo que siento todo el tiempo, cómo se las arreglará con el dinero, si quiere hacerlo todo lujoso y para muchos años. Yo no sé de dónde este hombre saca el dinero, a veces, me lo imagino todo el día trabajando.

- Aquí estoy, dice el macho, vengo a poner el orden necesario para crecer, para que tus versos, miserable, alcancen todos los mares, todas las ciudades.

A mí, que soy el poeta, el miserable, me conmueve que alguien piense tan intensamente en mí.

Me halaga esa voluntad a favor de mis versos, pero de cualquier manera sigo pensando que puedo seguir escribiendo varios versos por día sin tanto lío de dinero y tanta represión de los halagos de la propia vida que, como sabemos, son muchos halagos, pero todos tienen que ver con el sexo.

Yo, de cualquier manera, acato los mandatos del jefe y el jefe es el psicoanalista, él es el que paga la experiencia. Así que si él dice que la próxima década dirige él, yo no tengo nada que decir, pero junto a la vaca recordamos frases:

"El psicoanálisis, tarde o temprano, ha de recurrir a la poesía; para la poesía no fue necesario."

De cualquier manera, no se trata de no escribir por diez años. El jefe es un razonador y no se le escaparía un detalle así.

Escribir, puedo escribir todo lo que quiera o pueda, el problema es que no tengo que tener ideas por diez años, durante este período que viene, él es el único que puede tener ideas.

La vaca me consuela diciéndome que él, también, será el único responsable de lo que pase estos diez años.

Yo me pregunto de dónde sacará tantas ideas para mantener en soledad un gran movimiento. Y él me responde, sin haberme escuchado, que no se trata de ningún movimiento, sino que se trata de una Escuela de Psicoanálisis.

Él se pone muy serio cuando dice esto último, pero yo me lo sigo imaginando en esa soledad y me pregunto sin entender ¿para qué? ¿por qué tanta soledad?

El doctor, mirándose las manos y luego mirándome a los ojos, me dijo:

- Primero, poeta, yo también soy escritor y si a un escritor le piden que ocupe la función de Director de una Escuela de

Psicoanálisis, es sólo para que su estilo impregne los fenómenos de transmisión. Y para que el estilo que conllevo se ponga ahí, es absolutamente necesario que yo mismo cometa todos los errores y todos los hallazgos de la escenografía.

El tipo algo había pensado del asunto, así que preferí callar, al fin y al cabo, la vez que me sentí más halagado como poeta fue cuando la poeta Concepción Silva Belinzón dijo de mí: "Menassa escribe con palabras, no con ideas". Así que no dije nada pero pensé que el jefe se equivocaba de comienzo con eso de las ideas, mas yo no era, precisamente, quien habría de oponerme a su mandato.

Pero no dije nada, él también era joven y tenía que ir haciendo su propia experiencia.

La vaca estaba en silencio profundo.

Yo me puse a escribir un poema.

Él sacó sus horarios de trabajo y me dijo:

- Completo poeta, hoy tengo el día completo, de la mañana a la noche produciendo bienes. La poesía es inefable -dejo caer, por las dudas yo hubiera pensado que era un boludo.

Al fin y al cabo, yo no sabía cómo decirlo, pero en verdad, me venía bien un jefe así. Alguien que creyera en algo, alguien que tuviera deseos de enseñarle algo a la humanidad o bien a una persona, a mí, por ejemplo; ese me gustaba como jefe y el doctor, como si me escuchara pensar, tenía la frase entre sus dientes:

- Después de mí, ningún poeta morirá de pobreza.

Y entonces yo me digo, por unos ideales tan grandes y magníficos, hasta podría dejar de escribir si fuera necesario.

Él repitió con entonación y fuerza:

- Después de mí, ningún poeta, usted tampoco, morirá de pobreza.

La vaca me abrazó con ternura contenida y yo me dejé estar y recordé grandes océanos donde todo era movimiento y el único deseo claro que tuve fue dejarme estar en los brazos de la vaca, mientras el doctor comenzaba su arduo día de trabajo.


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