ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 57

MEDICINA PSICOSOMÁTICA

XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

DEL SEXO: TÁCTICAS

¿QUÉ ES EL DOLOR?

LA QUEJA EN PSICOANÁLISIS

LA EDITORIAL GRUPO CERO
PRESENTA EN NOVIEMBRE CUATRO LIBROS DE POESÍA

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA 

EL OTRO TRANSPLANTE, EL OTRO RECHAZO

PRESENTACION DE LOS LIBROS
CARTA DE AGRADECIMIENTO

LO IMPOSIBLE DE ESCRIBIR

LEYENDO EL PROYECTO

PSICOANÁLISIS DE LA HISTERIA

¿SE PUEDE CAMBIAR LA PERSONALIDAD?

LA SEXUALIDAD INFANTIL

PSICOANÁLISIS PARA MÉDICOS

MEDICINA PSICOSOMÁTICA

SEMINARIO DE POSTGRADO - 3 CICLOS - 3 SÁBADOS AL MES, DE 10 A 13 H

Director: Miguel Oscar Menassa; Coordinadora: Amelia Díez Cuesta; 
Docentes: Alejandra Menassa de Lucia y Pilar Rojas Martínez

COMIENZO EL 23 DE NOVIEMBRE

- HISTORIA DE LA MEDICINA PSICOSOMÁTICA -
-Criterios de salud y enfermedad en Psicoanálisis -
El cuerpo, el goce y la angustia en el psicosomático -
-EL DOLOR - Sistema inmunitario y depresión - STRESS-
-ASMA BRONQUIAL - IMPOTENCIA - Infarto de miocardio-
-Diabetes - Anorexia y bulimia - Depresión y cáncer -
-ÚLCERA - FRIGIDEZ, EYACULACIÓN PRECOZ, ESTERILIDAD -
-Enfermedades de la piel - Drogodependencia -

Matrícula 120 Euros - 12 mensualidades de 150 Euros -

Además de las becas para médicos y psicólogos, que serán tramitadas a través de los respectivos Colegios Profesionales, disponemos de 15 becas del 50 % para alumnos de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
-Segundo Encuentro-
XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
«No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla». 

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO

¿QUÉ ES EL DOLOR?

En Psicoanálisis no hay norma sino normativa y eso quiere decir que no hay sueño, ni dolor, que signifique lo mismo para diferente sujeto, aun cuando sea en lo manifiesto el mismo sueño o el mismo dolor, porque en psicoanálisis existe una normativa y es que no hay interpretación si no es bajo transferencia, es decir en un acuerdo psicoanalítico, donde lo que generalmente pasa de manera inconsciente con las personas, pasa con el psicoanalista de manera consciente, y donde la regla fundamental para el que comienza un análisis y durante el tiempo de análisis será el trabajo de asociación libre, es decir hablar sin crítica y censura conscientes, aportando todas las ocurrencias que vayan surgiendo en el tiempo de la sesión.

Sólo así podremos desplegar la significación del dolor en cada sujeto.

También sabemos que hay una angustia propia de la constitución del sujeto que no se manifiesta como angustia sino que es estructural, lo que denominamos angustia de castración que te salva de todas las angustias, como hay una culpa estructural, constitutiva, propia del proceso de identificación que te salva del padecimiento de culpabilidad, como hay un dolor de existir que no duele y que te protege de lo doloroso de detener el propio crecimiento, nuestra propia circulación como seres humanos.

La angustia, la culpa y el dolor como señales de alarma, el dolor por ejemplo como señal del estado de una enfermedad, podemos decir que el dolor es la señal prototípica de la representación de nuestro cuerpo, a veces incluso como señal de que nuestro cuerpo está vivo.

Del dolor sabemos que interrumpe todos los ensueños idealistas y platónicos, así como las cuestiones amorosas. Por un dolor podemos olvidar las cotizaciones de la bolsa, los impuestos, la tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales del ser pierden súbitamente su atractivo, son anuladas. Y, si por ejemplo se tratara de un dolor de muelas, en el pequeño agujero, la muela habita.

El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de la tabla de multiplicar se halla enteramente cargado de dolor.

El hecho de que el que escucha voces no pueda reconocer esa voz no hace que la voz sea irreal, lo mismo pasa con el dolor, aunque no pueda reconocerlo, no por eso es menos real.

Ella sintió en el mismo lugar de su cuerpo el dolor que su hermano sintió cuando se le quebró la rodilla, y además en ella persistió a lo largo de un año. En otros casos no es tan fácil la conexión.

Entre la motivación y el fenómeno patológico no existe sino una relación simbólica, semejante a la que el sujeto sano constituye en los sueños cuando viene a unirse una neuralgia a un dolor anímico, o náuseas al efecto de una repugnancia moral, o bien la forma histérica de las hemianestesias, disminución del campo visual o convulsiones epileptiforme que más que desplazamientos son maneras de hablar: la parálisis parcial del rostro equivale a decir "fue una bofetada para mí", la ceguera equivale a decir "no lo puedo ni ver", las convulsiones equivalen a satisfacciones sexuales ignoradas por el sujeto.

El miedo, la angustia, la vergüenza o el dolor psíquico son afectos, satisfacciones que una vez conocidas por el sujeto tenderá a buscar sus coordenadas, aun a su pesar y a su penar.

Y no es una cuestión de afectos acumulados sino del momento de irrupción del goce, es decir de causa inicial, y del mismo modo que un antiguo dolor psíquico en estado de vigilia puede todavía provocar nuestras lágrimas, así decimos que el sujeto sufre de reminiscencias respecto al goce. Aun cuando el goce haya sido acompañado de displacer o de demasiado placer.

El dolor que surge cuando un sujeto asocia libremente es como una brújula que señala una cuestión que le implica. Así un dolor en la pierna quedó asociado a que "no lograba avanzar un sólo paso en sus propósitos". La posición histérica convierte en dolor físico lo que tenía que haber transcurrido como dolor psíquico, porque habla con el cuerpo imaginario, con lo que vulgarmente consideramos cuerpo, sin sus complejidades pulsionales. Una anatomía imaginaria y no una anatomía comandada por el sistema nervioso, endocrino y cromosómico. Además la histeria no crea el dolor somático sino que lo utiliza, esto quiere decir que antes ha sido una zona histerógena, una zona erotizada, una zona dolorida, en el caso del dolor de la pierna era un lugar donde se apoyaba la pierna del padre enfermo mientras le cambiaba el vendaje en el transcurso de una larga enfermedad. Hay una conexión entre el dolor físico y el afecto psíquico.

Aveces la conexión es hecha entre un dolor físico dentario que se conoció en la adolescencia y un afecto psíquico que se padece a los cuarenta, o bien un simple dolor de muelas actual se agudiza por un afecto psíquico actual, es decir que la neurosis no produce el dolor somático sino que lo utiliza, lo agudiza.

Un dolor de talón se agudiza cuando la paciente piensa que no va a entrar con buen pie en la nueva familia después del matrimonio, o no va a entrar con buen pie en el nuevo colegio, en el nuevo grupo de amigos, etc.

Una paciente que padecía de penetrantes dolores en la frente, entre ambos ojos, durante semanas, cuando asocia lo refiere a que su abuela le había mirado tan "penetrantemente" que sintió su mirada en el cerebro, cuando venía de ciertos escarceos amorosos con su novio (jugando a pene-entrar).

El "dolor de cabeza" como "no sé qué tengo en la cabeza". Las sensaciones en la garganta como "eso tengo que tragármelo".

En general si ante cualquier dolor el sujeto dice lo primero que se le ocurre podemos comprobar que hay conexión entre el dolor y la ocurrencia, pero sucede que el sujeto a veces decide que no lo dice porque "eso le desagrada y probablemente no tenga nada que ver con el dolor" o bien "esto no tiene importancia", sin embargo si continua acudiendo a sus sesiones tarde o temprano termina diciendo "aunque esto no tiene ninguna relación lo voy a decir ya que usted quiere que lo diga todo". Y es que antes necesitaba analizarse un poco para poder afrontar eso de lo que necesita hablar.

A veces el dolor de cabeza es su repugnancia a dejarse influir por ideas ajenas, o bien es su repugnancia a dejarse penetrar por líquidos extraños, en el caso de que ocurra ante una situación sexual.

La transformación de las sensaciones psíquicas en sensaciones físicas es propio de ciertos sujetos propensos a la posición histérica o propensos a la posición de angustia.

El dolor es el más imperativo de todos los procesos, pudiendo considerarse que la descarga de placer produce satisfacción y la descarga de displacer produce dolor, podemos decir que es uno de los márgenes del principio del placer-displacer.

Podríamos decir que el dolor es una señal de alarma que indica un goce intolerable, un displacer, del cual no puedo huir mediante la motilidad, es una detención de la motilidad, más que algo del orden de la sensibilidad.

De hecho hay personas muy sensibles con gran capacidad de dolor y personas muy insensibles que no toleran no poder resolver las cosas con acciones, en tanto el dolor petrifica, impide la acción, podríamos decir que es el impedimento de la acción lo que produce la acción.

La voz y la palabra son dos niveles diferentes, la voz es del lenguaje y la palabra es de la función de la palabra, la voz es canto y la palabra ficción, y el dolor se descarga por la voz, es por medio de la descarga de sonidos, no importa con qué palabras, el grito es lo más semejante al dolor. Duele no poder hablar, la detención motora, la detención de la pulsión, y no el no poder decir esto o aquello, porque cuando algo me duele no tengo voz, no puedo decir: me duele. Cuando no hay movimiento el dolor es máximo, porque cuando uno se mueve ya hay alguna noticia de uno mismo, da cuenta de alguna imagen de sí.

Cada vez que se suscita el displacer surge una tendencia a inhibir el curso del pensamiento, lo que lleva a la situación de dolor, por eso que tolerar el displacer hace la vida menos dolorosa.

A veces sorprende tanto la presencia de dolor cuando no se lo espera como su ausencia cuando se espera.

Lo que es evidente es que cualquiera sea la causa del dolor, aunque se trate de la imaginación, los dolores mismos no por ello son menos reales y menos violentos.

Otro carácter es que así como los dolores pueden ser exacerbados por dirigir la atención hacia ellos, también desaparecen cuando se la quitamos, lo sabemos cuando queremos calmar el dolor a un niño, lo vemos con las heridas de los guerreros en el combate, del mártir en la exaltación de los sentimientos religiosos que en espera de la recompensa celestial se torna insensible a los tormentos, por eso que la voluntad de sanar o de morir puede que no carezcan de importancia para el desenlace de algunas enfermedades, aun las graves.

En las epidemias los más expuestos son los que temen contraer la infección, sabemos que el estado de expectación puede provocar o curar afecciones corporales.

El dolor es mayor cuanto más silencioso es el quejido. Existe la anécdota de la mujer que va a parir y mientras esperan el doctor propone al marido una partida de cartas. En la habitación contigua la mujer grita clamando el grado de su sufrimiento, y mientras el marido se levanta alarmado, el doctor señala que hay que esperar.

Y es cuando se oyen unos gritos ininteligibles ¡Ay, aaaay! que el doctor tira las cartas y dice ¡Es el momento!

Las manifestaciones aparentemente nimias tienen más valor que las grandes manifestaciones.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
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ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

Soy lo que vuela
encadenadme y seré lo encadenado que vuela
matadme y seré lo encadenado, muerto, que

www.aulapablomenassa.com

COMIENCE A
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HOY EL LIBRO QUE
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LO IMPOSIBLE DE ESCRIBIR

Algunas consideraciones sobre la transmisión en psicoanálisis nos llevan a hablar del efecto de verdad que posee la interpretación, donde el analista, también sorprendido por la misma, da cuenta de un saber inconsciente al cual le presta su decir. Es un saber donde las palabras se han combinado sabiamente para producirlo más allá de cualquier autor ya que es condición de la estructura que no haya sujeto que logre comandar el saber inconsciente. Para que haya acto tiene que haber en el enunciado un término que el paciente no sepa lo que quiere decir, un lapsus frente al cual no sabe quien es. Es aquí donde el inconsciente se pone en acto, se actualiza, o se pone en acto el saber de las cadenas significantes reprimidas.

Una de las preocupaciones de J. Lacan, fue tratar de puntualizar la transmisión, para lo cual tuvo que separarse del sentido en tanto la transmisión no es simplemente la comunicación de la experiencia, siempre sometida a las deformaciones que impone el imaginario, sino que se trata de una escritura que presente la congruencia, diríamos lógica entre el campo que se trasmite y la manera en que esta transmisión se realiza.

 


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El saber hacer que todo analista adquiere en su práctica es insuficiente, ya que este es imposible de trasmisión. Si este saber hacer pretende ser el contenido absoluto de la trasmisión, el fin de análisis apuntaría sin más a la identificación con el psicoanalista, con el que sabe hacer, y esto sería aumentar aún más lo imaginario. Lo imaginario en psicoanálisis no se trasmite sino que por el contrario es el sentido el que debe reducirse para posibilitar la trasmisión.

Esta es la capacidad que tiene un discurso para presentar su estructura en términos indeformables por el sentido. Tienen que ser hitos indeformables del discurso y están constituidos por letras sin sentido que se han dado en llamar matemas del discurso analítico. Son letras que disponen los lugares del acto analítico y presentan de un modo intelegible su estructura, ya que la experiencia desde el punto de vista de la trasmisión sería muda. La práctica por sí misma no despeja la estructura del fenómeno, y a la vez la experiencia sin la estructura de su discurso, no podrá ser interrogada en su aspecto más radical.

El discurso analítico trasmite de qué manera, en un acto regido por la palabra, donde uno le habla al otro, irrumpe la verdad de su sufrimiento. Verdad que tiene cifra de lapsus o sueño y que el acto enfrentará con el saber inconsciente que está sedimentado en la lengua.

"Mi prometida nunca falta a la cita porque cuando falta ya no es mi prometida", es sólo una manera de introducirnos en el tema, ya que si no acude a la cita "no es". En cambio el psicoanálisis es justamente un discurso que se caracteriza por confrontar las cadenas significantes, lo simbólico, a un real que no acude a la cita. Se ha aislado un real que ningún símbolo puede reducir, ni inscribir. Este real es la relación sexual. El símbolo no puede escribir la relación sexual, siempre es deficitario. El deseo en psicoanálisis no proviene de lo real del sexo, sino por el contrario, el deseo es la estructura que el significante le impone a lo real del sexo. Es la insistencia mortificante de las cadenas significantes frente a un real imposible de escribir. en lo real está el goce de lo viviente y en el significante está el deseo. El sujeto es producido por la combinatoria significante, es más, está sostenido por el significante, y esto es porque la vida, ese goce Otro del ser viviente, que está más allá del deseo, le resulta insoportable. Síntomas y fantasmas son los modos del goce con los que el sujeto se protege del goce de la vida. Sólo el significante le da lugar al goce, da el contorno del goce para el sujeto, pero este goce es ya goce fálico, goce que depende del significante, no goce de la vida. Es el significante el que separa el goce fálico del goce de la vida.

Si lo real es imposible, no por ello deja de existir. El sujeto del psicoanálisis, no se reduce a los símbolos puros, habita entre los símbolos pero es aspirado por lo real, es representado por el significante pero es compulsado por la pulsión. No tiene otra salida que estar sujetado a un significante que no lo termina nunca de proteger del sufrimiento de lo real. El significante no inscribe la relación sexual, pero tampoco la extingue.

Esta imposibilidad de escribir la relación sexual, es lo que ha dado lugar a una escritura de matemas no numéricos. Entonces la escritura para el discurso analítico no es lo que revela un sentido oculto, sino lo que ciñe un agujero. La escritura es el contorno de un agujero y sirve a la transmisión si hace de límite a ese agujero, es decir, si constituye el contorno de una imposibilidad. Por ejemplo, donde no se puede escribir la relación sexual, y no se puede escribir ya que a nivel del inconsciente hay un sólo significante para los dos sexos, el falo, significante único que testimonia el error lógico de la lengua, allí el psicoanálisis presenta un matema, una escritura del fantasma.

Donde no puede escribir la relación entre un hombre y una mujer, "xRy", escribe S barrado por el significante y "a" causa de deseo, fragmento que produce el significante en el cuerpo del Otro.

Es decir que si bien no se escribe la relación sexual, sí en cambio se escribe su contingencia. El matema entonces no sólo determina el lugar de la imposibilidad, de lo que no se puede escribir, sino que a la vez, él constituye un producto de esta imposibilidad.

Norma Menassa. Psicoanalista
Buenos Aires: 4322 6400

¿SE PUEDE CAMBIAR DE PERSONALIDAD?

Para dar una noción de lo que es el psicoanálisis, podemos decir que es una ciencia que posee un sistema teórico a través del cual da cuenta del modo de apropiación y transformación de lo que es su objeto de conocimiento: el inconsciente. La manera en la cual podríamos definir lo inconsciente vendría a ser como un lugar donde el sujeto sin saber sabe de ello, lugar desde donde mira sin saber desde donde no sabe.

Cuando decimos hombre o mujer, hablamos de sujetos y desde el psicoanálisis, hablamos de un sujeto, sujeto a sus determinaciones, determinaciones ideológicas, sociales y familiares que lo han formado, que son inconscientes y desde las cuales se sostiene como sujeto del lenguaje. Este sujeto, denominado sujeto psíquico, tiene emociones, conductas en su vida cotidiana, ama, sufre, tiene ideales, tiene ilusiones, este -como dice el Dr. Menassa- es nuestro sujeto.

Sujeto que a partir de Freud, transcurre sujetado al pensamiento inconsciente, no sujeto a la conciencia ni a las percepciones ni a la razón, sino sujeto a lo que habla en él, sin él saberlo.

Los denominados efectos psíquicos que el sujeto padece, se desarrollan en el campo de su vida cotidiana. Y si los sentidos, una vez que algo percibimos, pasa a ser huella o recuerdo cuya evocación es ilusoria, definimos que todo aquello que puede ser percibido, sentido o pensado en su aparato perceptivo consciente, es ilusorio.

Tal es así, que él no ama a quien dice amar, él no odia a quien dice odiar y él no se inhibe frente a lo que se cree inhibir.

A partir de la teoría del Inconsciente, las cosas vienen a ser otra cosa de lo que son y esto, cuesta comprenderlo cuando se trata de nuestra propia vida.

Son ciertas manifestaciones de los celos, la envidia, el temor lo que hace que un sujeto no comprenda el por qué de sus celos, envidias o temores. Sabe de ellos, lo siente pero desconoce su origen aun creyéndolo saber ya que siempre acontece una segunda vez y una tercera y una cuarta y así podría ser una sucesión infinita, siempre de una misma manifestación.

El niño, cuando nace, nace precoz para poder vivir solo. No posee una coordinación motora suficiente de su sistema nervioso central ni una regulación de su temperatura, de manera que si algo o alguien no hace por el niño, lo que él necesita para vivir, fallecería.

Denominamos a este algo o alguien función madre.

Hemos de esperar que la dependencia del niño con esa función, sea como mínimo grande, de manera que dicha función toma la característica de totalidad, ya que para el niño, es absolutamente todo lo que necesita para no morir. Y si lo comparamos en su crecimiento con otros animales, el ser humano siempre adolece de ser tardío en su desarrollo. Ya que en comparación con los terneros o los chimpancés, tiene que permanecer muchos más años al lado de la función materna si es que quiere sobrevivir. Para algunos sujetos, esta necesidad de permanencia junto a la madre, es toda la vida.

El psicoanálisis, se ocupa de este momento fundante para el hombre, que es el pasaje que todo humano tiene que atravesar: el pasaje entre la naturaleza y la cultura, el recorrido de la animalidad a la humanidad.

El inconsciente se funda en este pasaje, pasaje que tiene que realizar para transformarse en niño humano.

Debemos pensar que la relación íntima que el niño tiene con la madre, generará en él una deuda simbólica imposible de saldar, ya que la vida ni con otra vida se puede pagar, es decir, se debe tolerar que la vida nos es dada y algunos sujetos sufren trastornos porque piensan que la deben pagar. Esta relación tan íntima deja huellas tan imborrables, que le acompañarán hasta su muerte, lleva el nombre de deseo inconsciente. Aquella madre mítica todo lo pudo, se anticipaba a la necesidad y calmaba cualquier necesidad. Por lo tanto, dicha experiencia única, queda como huella, queda como deseo inconsciente ya que es imposible de satisfacer, lo cual no elimina su fantasía o deseo de ser satisfecho nuevamente. Podemos decir, que ese deseo, será la causa o el motor que hará que el sujeto siempre sea deseante, en el sentido de un deseo como tal insatisfecho por su imposibilidad de satisfacción y a la vez deseo de ser algún día satisfecho.

Nos podemos imaginar que el niño frente a la madre, o tiene dimensión de su propio cuerpo, ya que su proyección, como si de un espejo se tratara, es la imagen del cuerpo de la madre, por lo tanto, sólo hay unicidad. Solamente, la presencia de otro, hará que el niño llegue a darse cuenta, con la aparición de otra persona, que ya no son uno, sino dos y que la madre, a parte de él, también tiene otros. Es con la aparición de un tercero, que tiene que ver con el padre o con cualquier otra cosa que despista la atención de la madre del niño lo que hará dar cuenta de la dimensión del número tres, tal que para ser dos, tenemos que ser tres. Lo podemos entender como que el niño, no discrimina su cuerpo del cuerpo de la madre hasta que no aparece otro cuerpo. Como nos dice el Doctor Menassa, este otro cuerpo le exige al niño una partición, una separación y para que la relación íntima de unión con la madre siga existiendo, deberá permanecer inconsciente. A este momento de disociación, de partición del yo, se la denomina fase del espejo según Lacan o el Edipo si hablamos de Freud. El Edipo, no es la relación que el niño tiene con la madre o con el padre, ni con la estructura familiar, sinoque es este pasaje dramático, de separación, el cual todo sujeto debe atravesar para pasar de cachorro animal a niño humano.

Miguel Martínez. Médico Psicoanalista
Getafe: 91 682 18 95

EXPOSICIONES
CIERRE:
"MENASSA 2002"
16 DE NOVIEMBRE DE 2002

INAUGURACIÓN:
"POR BULERÍAS"
3 DE DICIEMBRE DE 2002

1ª muestra de los integrantes del Taller de Pintura 
Grupo Cero

C/Duque de Osuna, 4
28015 Madrid
Teléfono: 91 758 19 40

TABLÓN DE ANUNCIOS S
EN EL NÚMERO DE DICIEMBRE
APARECERÁN LOS ALUMNOS Y
PROFESORES DE LA PRIMERA
Y SEGUNDA CONVOCATORIA DE
LOS SEMINARIOS
GRATUITOS DE LA ESCUELA
DE PSICOANÁLISIS
GRUPO CERO

 


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XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO. PSICOANÁLISIS Y MEDICINA - Segundo encuentro-

LA QUEJA EN PSICOANÁLISIS

El término "queja" nos presenta una rica etimología. En principio viene del latín, del verbo "queror" que significa deplorar, lamentar, demandar; quien se queja es porque está descontento, porque reclama algo y también porque de alguna manera quiere conseguir o indagar algo. De ahí la partícula interrogativa "quare", adverbio, que significa ¿por qué? Del mimo origen pero a través del mozárabe es la palabra "quedhar" que también significa lamentarse. Y en otra acepción del término, queja es querella.

Fenomenológicamente la queja es una demostración o exteriorización de algo que "duele". Es una explicación espontánea para reclamar atención.

Podríamos decir que nos quejamos casi todos. En los bares hombres y mujeres se quejan de la familia, de los entrenadores de fútbol, de sus empleados, de los impuestos, de las pérdidas. En la enseñanza por la falta de disciplina, las exigencias de los profesores, la falta de motivación. En los médicos por la aglomeración de pacientes, la restricción de presupuestos. Y así en todas direcciones.

Y si hablamos del arte, la poesía, la música. Precisamente, en un género de música como es el "Cante Jondo", el cante flamenco más clásico, que se caracteriza por su fuerza expresiva de sentimientos, encontramos el "quejío" que no es sólo un instrumeto de expresión gutural, sino un estilo casi característico. Con el quejío, abriendo y cerrando la canción, el poeta popular anota en sus coplas temas que son siempre quejas de abandono, dolor, de soledad.

Encontré también leyendo a Baudelaire unos versos oportunos:

"... Mucha flor con pesar exhala
como un secreto su grato aroma
en las profundas soledades."

Plantearse desde el psicoanálisis qué es la queja, qué función desempeña o más aún qué forma toma en cada una de las estructuras clínicas, es comenzar poniendo de relieve que cuando un sujeto habla, más allá de lo que conscientemente tiene intención de decir, lo importante es a quién se dirige. En el caso de un paciente en análisis está dirigido al analista, es decir acontece siempre en el orden que determina la transferencia. Entonces la queja, a la que voy a intentar referirme en estas páginas, deja de ser la vida del paciente y pasa a ser su queja, en transferencia.

Freud nos advierte que el tratamiento analítico ocupa al analista en la dirección de la cura y no en dirigir la vida del paciente. Es por eso que critica todo procedimiento basado en promesas de mejoría diciendo que la neurosis no necesita palabras de consuelo ya que este método se presenta como ineficaz. Y nos señala que cuando en sesión el paciente se queja de haber tenido un accidente lo primero que hace en lugar de compadecerle es preguntarle ¿por qué has hecho eso?

El rasgo más destacado de esta pregunta es el de llevar al paciente, en esa forma particular interrogativa, a una implicación en la frase que pronuncia. en eso consiste, precisamente, el psicoanálisis.

No exactamente en que uno quede liberado de los síntomas, sino en que uno sepa en qué está enredado, implicado. O, dicho de otra manera, es una forma de reconocer que eso que he enunciado me concierne.

El lenguaje en su formalización impone otra cosa que la simple homofonía del decir ya que lo que se dice, aunque sea dicho desde el lugar del yo, está determinado por la posición inconsciente.

Esta dimensión que inaugura el psicoanálisis nos plantea que la función de la palabra consiste en ser la única forma de "acción" que se plantea como verdad. La acción humana por excelencia está fundada en la existencia del mundo simbólico, es decir está fundada en leyes. Es acción gobernada, determinada por el lenguaje, él nos pre-existe y pone en juego la palabra.

Toda acción en la sesión está incluida en el contexto de la palabra.

La queja es una acción. Un guiño, que no es para el yo sino para que el sujeto esté advertido de su deseo.

Toda acción tiene una relación con la opacidad de lo reprimido, es más no hay acción que trascienda definitivamente los efectos de lo reprimido. Quizá si en último término hay alguna, como máximo es aquella en que el sujeto se disuelve, desaparece. Es una acción de la cual no hay nada decidible. Y es el horizonte de esta acción el que da su estructura al fantasma.

Ante la queja nos tenemos que preguntar por el deseo que sostiene esa queja. Investigar cual es el fantasma, porque la estructura del fantasma es la posición del sujeto dividido, producido por el objeto que causa su deseo como estructura.

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Podríamo animarnos a pensar que en cada estructura clínica la queja toma una forma diferente. Hay en este sentido un aporte muy interesante trabajado por Freud en el caso Dora.

Durante las sesiones del tratamiento Dora se quejó duramente de su padre, argumentando que era poco sincero, que no pensaba más que en su propia satisfacción y que poseía el don de representarse las cosas tal y como le convenían.

Las quejas y reproches que Dora hace hacia su padre se superponen, en toda su extensión, a las quejas que ella se hace contra sí misma. Dora tenía razón al afirmar que el padre no quería enterarse de la conducta del señor K para con ella, con el objeto de no verse perturbado en sus relaciones amorosas. Pero Dora obraba exactamente igual. Ella misma era la que había protegido la relación de su padre con la señora K. Es decir, si Dora se queja repetidamente de su padre, de esa situación en que se encuentra, eso también forma parte de la situación, ya que su queja está determinada desde una posición inconsciente.

"Una serie de quejas contra otros nos hace pensar en la existencia de quejas sobre el propio sujeto. Estas quejas parecen muy razonables por lo que el psicoanalista reconstruye en las palabras de la paciente un mecanismo algo automático".

Esta proyección de la queja sobre otra persona sin modificación alguna del contenido y, por tanto sin base ninguna real es también muy frecuente en la paranoia. El sujeto paranoico se queja de que todos sus pensamientos son descubiertos por los demás y observados y espiados todos sus actos; escucha siempre voces misteriosas que le hablan en tercera persona.

En la queja del sujeto paranoico hay también una verdad.

Se trata de una instancia psíquica encargada de velar por la satisfacción narcisista procedente del ideal del yo que vigila de continuo el Yo actual y lo compara con el Ideal. En todos nosotros existe tal poder que observa y critica todas nuestras intenciones. El delirio de ser observado representa a este poder de forma regresiva, descubriendo con ello su génesis y el motivo por el que el sujeto se rebela contra él.

El psicoanálisis va a romper con la idea de que las cosas son como las ve, intuye o siente el paciente. La realidad viene después de la interpretación, donde la queja "reino de la certidumbre", punto fijo para que nada cambie, deja de ser queja de algo o de alguien que propondría en todos los casos un camino lineal, para deslizarse en otra mirada y alcanzar la riqueza de un camino de palabras.

Lo que importa entonces no es el sentido de la queja, su contenido, la larga argumentación que ella siempre nos propone, sino que en la queja hay una verdad que el sujeto censura.

Recordemos que la misión de la censura es engañar por medio del mentir.

Una instancia, la censura, que escinde el mundo simbólico en dos, una parte accesible y una parte inaccesible, prohibida. ¿Contra qué se ejerce la censura? Contra deseos que despiertan horror por su egoísmo sin límites, ni escrúpulos.

Podemos leer cómo actúa la censura en el caso que Freud nos presenta, en La interpretación de los sueños, de una paciente histérica que fue a examinar a su casa:

Nos dice:

"Se trataba de una muchacha de aspecto inteligente y decidido. Su toilette me llamó mucho la atención, pues contra todas las costumbres femeninas, llevaba colgada una media y desabrochados los botones de la blusa. Se quejaba de dolores en una pierna y sin que yo le hiciera indicación alguna, se quitó la media y me mostró la pantorrilla. Su queja principal y en la que insistía todo el tiempo era que sentía como si tuviera dentro del vientre algo que se moviera de aquí para allá, sensación que le producía profundas emociones. Sus palabras no eran en efecto nada equívocas. Lo extraño es que la madre de la muchacha no sospechase su sentido, a pesar de que debía de haberse hallado repetidamente en la situación que con ellas describía su hija. Esta no tiene idea del alcance de sus palabras, pues si las tuviera no las pronunciaría".

Se ha conseguido cegar de tal manera la censura que una fantasía que permanece generalmente en lo preconsciente ha sido acogida en la conciencia bajo el disfraz de una queja y como absolutamente inocente.

No tenemos necesidad de descubrir todo el setido que hay en la queja, basta con apreciar que está cargada de significación, es más, encontramos representada en ella cómo se relaciona la histérica con su deseo inconsciente. La histérica tiene necesidad de que su lugar esté indicado en alguna parte. Ella indica el lugar -más allá de la apariencia, de la máscara- de algo que se le presenta al deseo sin, por supuesto, permitirle el acceso.

La queja encubre lo que impide.

En el melancólico es tal vez donde he encontrado el mayor acercamiento al tema que estoy trabajando.

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XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO. PSICOANÁLISIS Y MEDICINA - Segundo encuentro-

Freud para esclarecer la esencia de la melancolía se va a servir del modelo del duelo.

En todo duelo está en juego la pérdida de objeto.

Tanto en el duelo como en la melancolía se pone en juego el proceso de identificación. La identificación narcisista propia de la melancolía muestra que la elección de objeto ha sido sustituida por una identificación con el objeto.

Si consideramos que el duelo como normal es lo que acompaña la pérdida de lo muy amado, en la melancolía la pérdida es pérdida para el yo y el conflicto con lo "perdido" produce una disociación entre la instancia crítica y el yo modificado por lo perdido y su identificación.

Comprobamos entonces que, muchas veces, la libido se aferra al objeto y no se resigna a desprenderse de él. De esta manera vemos surgir una ambivalencia: la relación con la persona amada no puede ser abandonada a pesar del conflicto con ella.

Así los lamentos y autorreproches del melancólico que se particularizan anímicamente por una desazón dolorosa son auténticas quejas y no tienen necesidad de ocultarse porque, en realidad, se adaptan más a aquello que considera perdido que a él mismo.

Es muy interesante que etimológicamente -como decíamos al comienzo- queja sea querella, porque parecería ser un reforzamiento de esta línea de lectura donde en el combate amoroso que libra el melancólico en su queja, se querella contra.

A esto se agrega que la carga erótica del melancólico no sólo experimenta el destino de retroceder hasta la identificación, sino que también se detiene ante sus tendencias de haber deseado la pérdida del objeto amado e incluso ser culpable de ella. Su finalidad es hacer de la culpa el único sentimiento esencial y relevante.

Cómo relacionar, entonces, la queja -como acción- con la culpa.

Acercándonos a la cuestión de la culpa desde la perspectiva de la Ética del Psicoanálisis tenemos que decir que la ética consiste en un juicio sobre nuestra acción haciendo la salvedad de que sólo tiene alcance en la medida que la acción también entrañe un juicio incluso implícito.

Que el psicoanálisis pueda dimensionar lo que hago sin entrometerse en lo que hago, permite que la ética del psicoanálisis aporte algo que se plantea como medida de nuestra acción. Si en lugar de reducir nuestra experiencia a un denominador común, intentamos articularla en su estructura propia, estaremos en condiciones de producir una revisión de la ética que planetee la relación de la acción con el deseo que la habita.

La pregunta que surge no es fácil de sostener. Incluso, dice Lacan, nunca fue formulada en otra parte con tanta pureza y que sólo puede serlo en el contexto analítico.

¿Ha actuado usted en conformidad con el deseo que lo habita?

A esta mirada sobre el deseo se opone la ética tradicional, la del servicio de los bienes. Pero la ética del psicoanálisis no es una especulación que recaiga sobre la disposición de lo que se llama el servicio de los bienes. Y así llega a oponerse una respuesta paradójica a aquella pregunta:

Propongo que de la única cosa de que se puede ser culpable al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo.

Aquello de lo que el sujeto se siente culpable es siempre, en su raíz, de haber cedido en su deseo.

Que haya cedido por un buen motivo o con su mejor intención no aligera el problema.

Hacer las cosas por el bien, no impide que en la práctica tengamos que preguntarnos ¿el bien de quién? Hacer las cosas en nombre del bien, y aún más del bien del otro no nos pone al abrigo de la culpa.

CEDER EN SU DESEO se acompaña siempre en el destino del sujeto, de alguna traición.

O el sujeto traiciona su vía, se traiciona a sí mismo y él lo aprecia de ese modo. O, más sencillamente, tolera que alguien con quien se consagró más o menos a algo haya traicionado su expectativa, no haya hecho respecto a él lo que entrañaba el pacto.

Algo se juega alrededor de la traición cuando se la tolera, cuando impulsado por la idea del bien se cede hasta el punto de reducir las propias pretensiones.

Aquí se encuentra la estructura CEDER EN SU DESEO. Cosa que no es difícil si perseguimos nuestro bien en los dictados de nuestra moral que es todo menos racional y que presenta una economía tal que cuanto más sacrificios se le hacen, tanto más exigente deviene.

El deseo es lo que sostiene el tema inconsciente, la articulación que nos arraiga en un destino particular, el cual exige con insistencia que la deuda sea pagada y vuelve, retorna, nos remite siempre al mismo surco, el surco de lo que es propiamente, nuestro asunto.

Lidia Andino. Psicoanalista
Arganda del Rey: 91 871 52 19

EL OTRO TRASPLANTE,
EL OTRO RECHAZO

...y entiende que los cuerpos y sus nombres
fraternizan y se odian en las úlceras.
GERMÁN PARDO GARCÍA

Una vez leído este epígrafe, que no es tan grave, porque lo verdaderamente grave es que está escrito, pensé que podría ahorrarles el resto. Si en un verso pueden caber mil páginas, las páginas de esta ponencia deben entrar con holgura en el primero de los tres puntos suspensivos que inician el epígrafe.

No obstante, el psicoanálisis me indica que no les ahorre el resto, no tanto por el ahorro como por el resto. Resto con el que tarde o temprano toparemos en estas páginas si hablamos de transplantes y rechazos.

Restos mortales, mal decimos, para referirnos a los restos vivos de un mortal, algo que se hurta a lo vivo y a lo muerto, en la frontera de lo inconcebible, escapando de la simbolización. En todo caso uno de estos restos, si se vacía y limpia en el receptor, la presencia faltante del órgano enfermo, perdido, puede llevar al paciente, si no a la curación, sí a un muy notable mejoramiento no sólo de su salud y de su vida, como de las condiciones de producción de salud y vida para él en su socialidad.

Para eso es necesario que el receptor se produzca como mortal y abandone las fantasías de que el órgano que le va a ser implantado significa el reintegro de su órgano original.

Muchas veces, por no poder volver a tener lo que nunca se tuvo o lo que se perdió, se rechaza la posibilidad de tener lo que está al alcance y así recuperar, no el órgano perdido, sino la función, que no envejece.

A mediados de 1982 llegó a la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero una solicitud de ALCER (Madrid), una asociación que lucha contra la enfermedad renal, en la que pedían la puesta en marcha, en la propia sede de esa institución, de un Gabinete Psicoanalítico que, financiado por la Asociación mediante subvenciones oficiales, brindara atención psíquica gratuita a sus asociados.

La Escuela envió a realizar y supervisó la intervención de cuatro psicoanalistas que durante más de dos años realizaron tratamientos individuales, grupales, entrevistas familiares y, a pedido de la Sala de diálisis peritoneal del Servicio de Nefrología de la "Ciudad Sanitaria La Paz", atendían en un despacho de esa sala a los pacientes renales que habían elegido esa forma de diálisis, que contaba con pocos pero fieles adeptos frente a fuertes detractores. Esta forma de diálisis permite al paciente una mayor autonomía al no depender de una máquina en la Sala de diálisis del hospital, y alcanza mayores cotas de reintegro al mundo del trabajo y a la vida social en general, a cambio de sostener una eficaz disciplina personal que reduzca al mínimo las, de otra manera, frecuentes infecciones. A pesar de lo sencillo del aprendizaje de la técnica y el mantenimiento, hay pacientes que no se hacen con su manejo, se incrementa el número y la gravedad de las infecciones y rechaza de esta manera una posibilidad.

Pasan, entonces, a integrarse en un programa de hemodiálisis, acudiendo al hospital varias veces por semana, varias horas. Aquí la disciplina del paciente está en su concurrencia al centro hospitalario según calendarios y horarios previstos. Un día al llegar le comunican que "su" máquina está descompuesta y que se tiene que dializar con otro riñón artificial y las reacciones pueden ir desde un disgusto leve, hasta el rotundo rechazo del paciente a hacérselo con otra máquina, poniendo de esta manera en grave peligro su vida.

Podemos pensar que al ser impelido a dializarse en otra máquina, descubre que "su" riñón (en el que se dializaba siempre) no es suyo y esto es lo que rechaza conocer en el rechazo al "otro" riñón.

El enfermo de insuficiencia renal crónica entra del brazo de su enfermedad en una suerte de temporalidad lineal: algo ocurrió en el pasado (la irrupción de la enfermedad) que es causa de sus padecimientos presentes, todas sus palabras e historias tienden a demostrar esa afirmación, sus múltiples desgracias son a causa de la enfermedad, el relato de las dificultades en mantener el ritmo laboral, lo que ya no puede hacer, las vicisitudes hospitalarias y medicamentosas, algo que ya no puede comer, la comprobación de cuánta razón tenía el nefrólogo cuando advirtió en las primeras entrevistas que estas enfermedades vienen acompañadas de un descenso de la libido; todo esto impide preguntarse por la sobredeterminación en

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la producción de la enfermedad: qué aparato corporal habría sido elegido, cómo entra en escena la enfermedad, el momento de su aparición, etc.

Cualquiera de estos pacientes renales con independencia del método de diálisis elegido, puede estar en la lista de espera de un programa de trasplantes. Recuerdo vernos ante el campo abierto por una pregunta: ¿cómo se puede aceptar un órgano de otro, si tantas veces nos resulta imposible recibir una palabra, un órgano de la vida, del otro?

Puede que, a veces, "no quiero nada del Otro", se haga "no quiero nada del otro", cuando, en realidad, se trata de arrancar del paciente toda la muerte que en el lugar de su órgano perdido trabaja para otro, para que pueda aceptar el órgano de un muerto, que no siendo ya de otro, no siendo ajeno al Otro, trabaje para sí.

Una ecuación especular compleja, un hombre, una mujer, que deben arrancar del espejo un órgano vital para su salud, condenados a aceptar al otro, precisamente al meter mano en su cadáver.

Pero el órgano no se lo da el donante muerto ni el donante vivo, ni sus familias, ni el piloto del helicóptero que transportó el órgano con las urgencias del caso. El órgano se lo da un determinado proyecto de salud y los miles que sean de años de la cirugía en las manos de ese cirujano. Es decir, que el sujeto, más que receptor del órgano implantado, será activo firmante de la deuda simbólica que implica el transplante y sólo aceptará por la vía de aumentar esa deuda, apropiándose de la función del órgano implantado.

Esa distinción entre la función y el órgano sería bueno que se permitieran los psicoanalistas producirla en todo aquél que está a la espera de ser llamado -por sorpresa- para anunciarle que en unas pocas horas recibirá, por transplante, un huésped.

Puede haber razones inmunológicas, religiosas, morales, para rechazar un órgano, pero la ética del deseo no se reconoce rechazando que un sujeto pueda ser provisto de una función vital que se hubiera visto reducida o desaparecida en el curso de la enfermedad.

Una cosa es que un cuerpo pulsional se haga con una función apropiándose de un resto, vaciado de ser el resto de la operación de castración y otra, tan necesaria aunque muy distinta, son las maniobras tecnológicas de implantación de un órgano en un organismo. No es que la ética del psicoanálisis sea vitalista, sino que se escribe en lo que cantaba Paul Eluard como "el duro deseo de durar" y que Lacan nos traduce como "el duro deseo de desear".

Como ya afirmábamos en el libro de Medicina Psicosomática, ocasionalmente pueden desencadenarse, a partir del trasplante, procesos que van desde la crisis de angustia a la despersonalización, según las vicisitudes y la forma de constitución del sujeto, es decir, dependiendo de la posición del sujeto con relación a la Ley del deseo. Las crisis de angustia sobrevendrán cuando ese resto de la operación de castración, ese objeto con relación al cual el sujeto estará toda la vida y que tiene la característica de ser irremediablemente faltante, inapresable en su caída, y que nadie podrá poseer porque su presencia es sólo tiempo de hacer funcionar la máquina deseante, que sólo deseará lo inalcanzable, lo que marcará el buscar de toda una vida, en un recorrido sin premio final, sin trofeo. Lo que determinará la crisis de angustia será la fantasía de presentificación en el cuerpo de ese objeto, ahora transformado en órgano concreto, no inasible, del otro pequeño, el semejante y no de un Otro simbólico.

En este sentido, hay que diferenciar el "hecho" de la posesión, del "derecho" a la misma. Quiere decir que la posesión fáctica de una cosa, no es todavía apropiarse de esa cosa. Sólo puedo reconocer algo como propio por la relación mediadora de la ley, es decir, que aceptar el órgano se hará en el sujeto desde su legalidad inconsciente, desde su realidad psíquica deseante y pulsional.

Es el reconocimiento de la Ley de castración, el reconocimiento del Otro como deseante, lo que permite al sujeto la apropiación de la cosa. Pero para que ello ocurra, es necesario que previamente el sujeto haya renunciado a la posesión de hecho, o sea, a una relación de consustancialidad, una relación directa y natural. Es la palabra del Otro la que otorga la posibilidad de una apropiación simbólicamente sancionada. Es una renuncia a lo perdido, a lo que nunca se tuvo, lo que puede dar acceso -como reclama el conocido fisiólogo Dr. Guyton- a bloquear la respuesta inmunológica del receptor para con el órgano ajeno, sin destruir al mismo tiempo la inmunidad específica del receptor para las enfermedades infecciosas o lo que es equivalente, hacer también psíquica la llamada "personalidad inmunitaria".

Por estas razones no podemos hablar de causas de rechazo sin referirnos a la posición del sujeto, ni mucho menos hacer una lista de ellas, pero sí podemos reseñar algunos signos poco alentadores para el éxito de un trasplante, como cuando es vivido como "revancha contra una injusticia", con tintes triunfalistas y vindicativos o como "derrota de la mala suerte".

Cuanto más negado sea el orden psíquico, tanto más idealizada será la situación que el trasplante le permite esperar. Cuando se da esta circunstancia podemos pensar que lo que se rechazaría sería la insoportable diferencia entre lo idealizado y la realidad que no muestra la realización del milagro esperado.

Podemos asegurar que, aunque de una manera más o menos fuerte, todo sujeto en lista de espera estará atravesado por la frase: "jamás toleraría tener en mi cuerpo un órgano de otro" lo que constituye un punto de partida del trabajo analítico. Hay otros casos donde el sujeto parece estar dispuesto a recibir el trasplante sólo para agradar, para corresponder o para apaciguar a otro, como lo delata este trozo del discurso de una paciente: "mi madre es una persona disconforme con todo, se hace la víctima, se queja de todo, y más que nada de mi enfermedad que para ella es su cruz. Nunca lo pudo aceptar. Espero algún día poder trasplantarme para conformarla aunque sea una sola vez".

También, como decíamos, puede ser que el paciente caiga en la cuenta, luego del trasplante, que no alcanza con que le hayan implantado un órgano ajeno que trabaje para él, sino que para que esto ocurra debe apropiárselo y se niegue a hacer de este íntimo extranjero, asunto suyo. Es frecuente que el paciente haga un juicio de atribución: "existe la madre fálica", una atribución idealizante del órgano a recibir, heredera de la que hubo realizado respecto de su estado anterior a la irrupción de la enfermedad. Resta, aún, el trabajo de producir un juicio de existencia: "no existe la madre fálica", nada es todo, nada es definitivo.

Recuerdo un caso de reincidencia, dos veces había rechazado, pero no el órgano sino la profunda decepción de que el órgano implantado le haya traído una mejoría que es nada comparado con la fantasía de la inmortalidad que el órgano debía portar. Es decir, la fantasía de que con el transplante iba a pasar de carente a completo.

El propio gabinete era un trasplante de psíquico necesitado y solicitado por la institución que luego sería rechazado -hay que decirlo-con nuestra colaboración cuando creímos que la entrada en análisis del Vicepresidente de ALCER nos autorizaba -henchidos de entusiasmo y contra las indicaciones de la Supervisión- a forzar que todos los integrantes de la Comisión Directiva debían hacerlo.

Creímos que nuestro destino de psicoanalistas se decidía en ALCER y no en lo indecible de la Escuela. Entonces vinieron unos recortes en las subvenciones que obligaban a una reducción presupuestaria, etc, etc.

Hasta podríamos colocarnos en un país de ficción donde sus máximas autoridades reconocieran públicamente la necesidad de recibir y absorber corrientes inmigratorias y desconocieran públicamente la incoercible necesidad de todo ser humano, también los inmigrantes, también los psicoanalistas, de hacerse legal. España para los ecuatorianos y el Psicoanálisis para nosotros no es el país donde nacimos. Somos esa maravilla humana de ser por algo inhumano como el lenguaje, máquina universal en la que jugamos de torpes y dependientes trasplantes, autogestionarios, finitos.

Y una vez en ese país, repito, de ficción, preguntarnos cómo se puede aceptar un trasplante que se necesita ahí donde la práctica económica política oficial de ese país, repito, real, impone rechazar lo que se necesita.

Quiere decir que no alcanza con necesitar un trasplante, además hay que desear. Necesitar un órgano que tiene presencia de faltante en un organismo, nade es sin desear la función material e incorpórea que el órgano permite. La necesidad es un dato; el deseo, una producción.

Emilio A. González . Psicoanalista
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LEYENDO EL PROYECTO

En el otoño de 1895 Freud escribe, después de un encuentro con Fliess, un manuscrito que se publicó en 1950. Médico y neurólogo, el doctor vienés intentaba representar el aparato psíquico en términos neurofisiológicos. La ciencia no tiene un punto final y el investigador es trabajado por la teoría, de modo que años después escribe: "la investigación científica ha demostrado irrebatiblemente que la actividad psíquica está vinculada a la función del cerebro más que a la de ningún otro órgano. La comprobación de la desigual importancia que tienen las distintas partes del cerebro y de sus relaciones particulares con determinadas partes del cuerpo y con determinadas actividades psíquicas nos lleva un paso más adelante, aunque no podríamos decir si este paso es grande". Y continua el autor "Pero todos los intentos realizados para deducir de estos hechos una localización de los procesos psíquicos, es decir, TODOS LOS INTENTOS DE CONCEBIR LAS IDEAS COMO ALMACENADAS EN LAS CÉLULAS NERVIOSAS Y LAS EXCITACIONES COMO SIGUIENDO EL CURSO DE LAS FIBRAS NERVIOSAS, HAN FRACASADO POR COMPLETO".

Freud trabaja en 1895, conceptos que en 1906 son descriptos morfológicamente por Ramón y Cajal con el microscopio, aislando mediante técnicas de tinción las neuronas y sus relaciones sinápticas.

Dos científicos contemporáneos trabajando partículas materiales concretas, uno Ramón y Cajal, aislando la célula nerviosa, otro Freud, trabajando la estructura del aparato psíquico.

El Proyecto de una Psicología para Neurólogos, título con el que fue publicado este manuscrito, consta de cuatro partes, una de ellas perdida y las tres restantes con el nombre de Esquema General.

Introducción, Psicopatología y la última, Intento de representar los procesos normales.

Al igual que antes de publicar los Historiales Clínicos de la Histeria, había trabajado el estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, aquí en el Proyecto, aparecen las primeras nociones sobre el dolor, lo cuantitativo y lo cualitativo, las perturbaciones del pensamiento por el afecto, dos procesos que no son el uno sin el otro, partiendo siempre de tesis, que no son para rebatir o aceptar, sino que suponen lugares desde donde empezar a trabajar, porque de eso se trata, empezar, dejarse llevar, a través de la escritura, el estudio, el marco teórico, de donde se desprenderá lo nuevo, como nunca sido.

En La interpretación de los sueños, se produce por primera vez el concepto de inconsciente, ya que de eso se trata, de una producción.

Si La interpretación de los sueños, no hubiese sido escrita, el Proyecto supondría la psicología más avanzada de la época, el desarrollo teórico mejor articulado. Freud abandona una línea de trabajo, un campo de investigación sobre el que estudió más de diez años, recordemos que sus primeros escritos datan de 1888, para sin dejar de estudiar, escribir y producir una ruptura, un descentramiento con lo pensado hasta la fecha, desvela una ceguera para la humanidad, donde "ella", la conciencia nunca más será la reina, sino que "él", el inconsciente, ocupa, no el lugar de ella, sino que produce un nuevo lugar, el centro del psiquismo, que no es ningún centro, sino un concepto central, fundamental; sobredeterminado y generando también, la compleja función de la conciencia. La conciencia de la que habla el psicoanálisis, no es la de la psicología.

El Proyecto como parte de lo que llamamos momento precientífico, constituye, por estar escrita La interpretación y ahí podemos dar cuenta del genial trabajo del autor, que desarrolló posteriormente en cuarenta años de investigación, digo escritura, porque no hay otra manera de dar cuenta de las ciencias.

"Más allá del principio del placer", "El Yo y el Ello", "La escisión del yo en el proceso de defensa" son artículos posteriores que configuran los límites de un campo científico, que se empieza a delinear en el Proyecto. Así por ejemplo Freud comienza hablando de dos tesis básicas, lo que será posteriormente una metapsicología articulada en lo tópico, lo dinámico y lo económico. Habla de tres tipos diferentes de neuronas (con letras griegas) lo que serán las instancias psíquicas (inconsciente, preconsciente y conciencia). Habla de barreras de contacto, facilitación, resistencias, permeabililidad e impermeabilidad, lo que serán mecanismos, operaciones, descritas en La interpretación.

Para dar cuenta de las estructuras clínicas freudianas, aquí se configura como situaciones hiperintensas a la Histeria y las Obsesiones. Lacan señala tres momentos en el pensamiento freudiano, anudados de manera borromeica: El Proyecto, La interpretación de los sueños, la teoría del Narcisismo y Más allá del Principio del Placer.

Hay que aprender a pensar en contra del cerebro.

Es ley fundamental de toda sana crítica aplicar a una obra los mismos principios que ella da a su construcción.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
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LA SEXUALIDAD INFANTIL

He asistido recientemente a un curso de Medicina, concretamente de Neuroendocrinología, en el que se hablaba de las hormonas sexuales y su relación con la pubertad. Después de una de las charlas, se inició un interesante monólogo (digo monólogo por lo evidente que era que unos oradores no escuchaban en absoluto a los otros, aunque quizá esto no sea más que un paradigma de lo que es la "comunicación humana"). La discusión se cernía sobre la cuestión, característica del desarrollo genital del humano, de que después de un periodo de diferenciación gonadal (de los órganos sexuales) intrauterino, existe una total detención de este desarrollo durante la infancia y una nueva reiniciación en la pubertad. Frente a esta teoría de la detención total del desarrollo, se esgrimen otras que defienden que no existe tal discontinuidad, que puede ser un proceso más rápido o más lento, pero no se detiene hasta la pubertad.

Sin embargo cuando se le pregunta a la Medicina el porqué de este, vamos a llamarlo período de latencia, en la diferenciación genital, no puede más que levantar ambos hombros al unísono para admitir su total ignorancia al respecto.

La respuesta ha de llegar quizá de la mano de otra disciplina.

Cuando Freud escribe tres ensayos, plantea ya esta cualidad de la diferenciación sexual humana de estar atravesada por un periodo de latencia. Sabemos que para Freud no es posible la reducción de la sexualidad a la genitalidad, pero también sabemos que la genitalidad es parte de la sexualidad. Pues bien, Freud nos va a decir en este texto, que la sexualidad humana es un proceso en dos etapas, separadas por un periodo de latencia, una primera etapa, que es la de la sexualidad infantil y una segunda etapa, la de la pubertad. Y Freud sabe magistralmente hacer depender este periodo de latencia de cuestiones puramente psíquicas. Recuerden que el joven amante debió renunciar tempranamente a su primer objeto de amor, su madre, y que en relación con esta renuncia aconteció la operación de la represión, la división del sujeto en consciente e inconsciente.

Es decir, que es para no abandonar su relación con la madre, que el infantil sujeto se escinde, de manera que pueda continuar esta relación, en su inconsciente. Para Freud, nada hay de azaroso en el inconsciente, tampoco el olvido, el olvido es un resultado de la represión. Efecto de esta represión es probablemente la negación defendida a capa y espada de la existencia de una sexualidad infantil ¿Cómo va el adulto a ser capaz de recordar algo que ha caído bajo el efecto de la represión? de recordarlo conscientemente, se entiende, puesto que sabemos que lo recuerda (la represión es una memoria que no olvida), pero lo desconoce totalmente. Esta es quizá una de las razones por las cuales fue tan mal acogido en su momento Tres ensayos para una teoría sexual, de aquello de lo que hablaba Freud nadie tenía conocimiento, pero todos tenían un saber, todos sospechaban la verdad que encerraba esta aseveración de que los niños tienen sexualidad, y de ahí lo visceral del rechazo de esta teoría. Pero además, el periodo de latencia se explicaba, porque una vez instaurada la represión, había olvido de toda esa actividad sexual infantil, y una censura sobre todo lo sexual, un desinterés por todo lo sexual. Posteriormente en la pubertad, volvía a eclosionar toda esta actividad. Luego, podemos concluir que la teoría médica que dice que hay una detención, señala una verdad.

No obstante, no podemos decir que en este periodo de latencia se detenga por completo la investigación sexual infantil, puesto que la represión nunca es perfecta (o su perfección radica en no serlo). La censura recae sobre las prácticas onanistas (más allá de que estas consistan en chuparse el dedo, jugar con los propios excrementos o acariciarse los genitales), y sobre la investigacón sexual del niño, pero nunca logra hacerla desaparecer. Por tanto, también es correcta la segunda teoría, que afirma que hay una continuidad, si queremos indicar con esto que la curiosidad sexual no se agota ni en el periodo de latencia.

No debe haber muchas funciones orgánicas que sean tan psíquicas como las que competen a lo genital. O quizá, lo genital sea el paradigma de que lo psíquico produce lo orgánico. Ella tiene un examen importante, y se le retrasa 30 días la menstruación, a él no le gustó como ella le quemó las tostadas por la mañana, y por la noche no tiene erección. Durante este periodo de latencia, se puede observar que la secreción del estimulador hipotalámico de las hormonas sexuales (GnRH), es prácticamente nula. Según en qué campo estemos, esa disminución del estimulador de la secreción de hormonas sexuales, y por tanto, la disminución de las mismas, será la causa de la detención del desarrollo sexual (y esto no lo afirma ni la medicina, que aún se pregunta cuál es la causa última de esta disminución en la síntesis de factores estimuladores de las hormonas sexuales), o haremos depender esta disminución de la secreción hipotalámica de las vicisitudes de la pulsión, de los caminos de la libido, como nos muestra el psicoanálisis.

Alejandra Menassa de Lucia. Médico-Psicoanalista
Madrid: 91 758 19 40

 

DEL DESEO: TÁCTICAS

En el siglo XIX la sexualidad es investigada hasta en el más ínfimo detalle de sus existencias; acorralada en las conductas, perseguida en los sueños; se la sospecha en las menores locuras, se la rastrea hasta los primeros años de la infancia; pasa a ser la cifra de la individualidad, a la vez que permite analizarla, torna posible amaestrarla.

Se convierte en tema de operaciones políticas, intervenciones económicas, campañas ideológicas de moralización o de responsabilidad: se la hace valer como índice de fuerza de una sociedad, revelando así su energía política, su vigor biológico. De uno a otro polo de esta tecnología del sexo, se escalona una serie de tácticas diversas, que en proporciones variadas, combinan el objetivo de las disciplinas del cuerpo y el de la regulación de las poblaciones. La sexualización del niño se llevó a cabo con forma de una campaña por la salud de la raza (la sexualidad precoz, desde el 18 a finales del 19, fue presentada como una amenaza epidémica). La histerización de las mujeres, que exigió una medicalización minuciosa de su cuerpo y su sexo, se llevó a cabo en nombre de la responsabilidad, respecto de la salud de sus hijos, de la solidez de la institución familiar. En cuanto al control de los nacimientos y la psiquiatrización de las perversiones, actuó la relación inversa: la intervención era de naturaleza reguladora, debía apoyarse en la exigencia de disciplinas y adiestramientos individuales. De una manera general, en la unión del "cuerpo" y la "población", el sexo se convirtió en blanco central para un poder organizado alrededor de la administración de la vida y no de la amenaza de muerte.

Un elemento importante, en los mecanismos del poder, en sus manifestaciones y rituales, durante mucho tiempo fue la sangre que constituía uno de los valores esenciales; su precio provenía a la vez de su valor instrumental (poder derramar la sangre), de su funcionamiento en el orden de los signos (poseer determinada sangre, ser de la misma sangre, aceptar arriesgar la sangre), y también de su precariedad (fácil de difundir, sujeta a agotarse, rápidamente suceptible de corromperse). El poder habla a través de la sangre; ésta es una realidad con función simbólica. Las sociedades modernas en cambio, se mueven como sociedades de sexualidad: los mecanismos del poder se dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que la hace proliferar, a lo que refuerza la especie, su vigor, su capacidad de dominar o su aptitud para ser utilizada. El poder habla de la sexualidad y a la sexualidad; no es marca o símbolo, es objeto y blanco. Lo que determina su importancia es su insistencia, su presencia insidiosa y el hecho de que en todas partes sea a la vez encendida y temida. El poder la dibuja, suscita y utiliza como el sentido proliferante, que siempre hay que mantener bajo control, es decir, es un efecto con valor de sentido. No se trata tampoco, del alma de dos civilizaciones o el principio organizador, de dos formas culturales; sino que la sexualidad, lejos de haber sido reprimida en la sociedad contemporánea es, en cambio, permanentemente suscitada. Los nuevos procedimientos de poder, elaborados durante la edad clásica y puestos en acción en el XIX, hicieron pasar a nuestras sociedades, digamos,  de una "simbólica de la sangre", a una "analítica de la sexualidad".

Como se puede ver, si hay algo que esté del lado de la ley, de la muerte, de la transgresión, de lo simbólico y de la soberanía, ese algo es la sangre; la sexualidad está del lado de la norma, del saber, de la vida, del sentido, de las disciplinas y las regulaciones. Sin embargo, los primeros sueños de perfeccionamiento de la especie, llevan todo el problema de la sangre a una gestión del sexo, muy coercitiva; mientras la "nueva" idea de "raza" tiende a borrar las particularidades aristocráticas de la sangre, para no retener sino los efectos controlables del sexo. La analítica de la sexualidad y la simbólica de la sangre, bien pueden depender en principio de dos regímenes de poder muy distintos, aunque no se sucedieron, sin encabalgamientos, interacciones y ecos. De diferentes maneras, la preocupación por la sangre y la ley, obsesionó durante casi dos siglos la gestión de la sexualidad. Dos de esas interferencias son notables, una por su importancia histórica, la otra por los problemas teóricos que plantea. Desde la segunda mitad del XIX, sucedió que la temática de la sangre, fue llamada a vivificar y sostener, con toda una densidad histórica, el tipo de poder político que se ejerce a través de los dispositivos de sexualidad. En el extremo opuesto se puede seguir (también a finales del XIX) el esfuerzo teórico para reinscribir la temática de la sexualidad, en el sistema de la ley, del orden simbólico y de la soberanía. Es mérito del psicoanálisis haber interpretado lo que podía haber de irremediablemente proliferante, en esos mecanismos de poder que pretendían controlar y administrar lo cotidiano de la sexualidad. De allí el esfuerzo freudiano, para poner la ley como principio de la sexualidad, es decir, para convocar en torno al deseo, el antiguo orden del poder.

Jaime Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84

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PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS

"PSICOANÁLISIS DE LA HISTERIA" y
"PSICOANÁLISIS PARA MÉDICOS"

de Carlos Fernández del Ganso

PSICOANÁLISIS DE LA HISTERIA
Autor:
Carlos Fernández del Ganso
Segundo Premio de Psicoanálisis
Pablo Menassa de Lucia
96 PÁGS.
5,40 EUROS; 9 $

 

Se trata entonces de realizar una presentación posible de este libro Psicoanálisis de la Histeria, del Dr. Carlos Fernández ¿Qué será presentar un libro? ¿Tendrá algo que ver con incitar a su lectura?

El acto de esta presentación me produce una alegría tríplice: - Primero porque hoy es la presentación de este libro: Psicoanálisis de la histeria y de Psicoanálisis para médicos, otro libro del mismo autor, esto nos da la dimensión histórica del hecho.

Es la primera vez en la historia de la medicina en Madrid, que un médico madrileño presenta dos libros de psicoanálisis en el mismo día. Y esto es para el médico que hay en mí una alegría.

- Después, porque este libro es una puesta en acto más de que en esta Escuela se forman psicoanalistas. Esto nos da la dimensión política del hecho. Responde a una política institucional. La escritura de un libro de psicoanálisis, para la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero es el ejercicio de mostrar cómo ha sido uno transmitido, cómo los conceptos se han encarnado en él. La escritura es el producto de haber realizado una lectura. Sólo si ha habido transformación del sujeto, eso da cuenta de que ha habido una lectura.

Y estar en el proyecto Grupo Cero, es nuevamente, motivo de alegría.

- La dimensión social nos la trae el hecho de la publicación, no hay escritura sin publicación y sin difusión de lo publicado. Por eso la Escuela tiene su Editorial de autor, porque la publicación es inherente al proceso de formación.

Este es un libro premiado por la Asociación Pablo Menassa de Lucia en su tercera convocatoria, asociación sin fines de lucro, cuyos objetivos son difundir el psicoanálisis y la cultura en todas sus manifestaciones, es uno de los libros con los que se inaugura el premio en su modalidad de psicoanálisis. Y esto, es, por fin, como lectora, el tercer motivo de ésta, mi alegría de hoy.

El libro comienza con el capítulo: La histeria, un lugar significante en la historia del psicoanálisis. Freud tuvo la inteligencia de dejar intactos los historiales, de no retocarlos a la luz de los nuevos avances de la ciencia psicoanalítica. Esto nos permite ver todo el proceso del alumbramiento de una nueva disciplina. Cómo se produce el salto desde la hipnosis a la asociación libre en transferencia, cómo se va accediendo a un pensamiento diferente del de la teoría del trauma, a un método diferenciable del método catártico, que es el método de la interpretación construcción, el método psicoanalítico.

La histeria no es eso que les pasaba en el siglo XIX a las histéricas de Freud, la histeria es una manera particular de relacionarse con el deseo, y por tanto no puede dejar de ser actual. Hoy día, muchas de las enfermedades de la piel, muchos fracasos laborales, algunas de las impotencias, la frigidez, tan común, responden a estructuras histéricas.

El autor va a escribir en torno al caso Dora, al de la bella carnicera y al del maquinista de tren, dos casos de Freud y un caso de Lacan, haciendo un recorrido por diversos textos de estos autores sobre la histeria. Pero nos los trae para hablar de los casos. El caso Dora está escrito por Freud después de los primeros historiales de la histeria y después de La interpretación de los sueños. Recordemos que con La interpretación de los sueños Freud consigue generalizar un descubrimiento que había hecho con sus histéricas: En La interpretación de los sueños nos dice: Esto sucede en la histeria; la disociación, la represión, es un proceso fundante del aparato psíquico.

Soñar, soñamos todos, el sueño es un producto del funcionamiento inconsciente, como lo es el síntoma.

Por ello, en los restantes capítulos podemos ver qué es lo que nos enseña la histeria de la constitución del sujeto psíquico. Cuando nos introduce el segundo capítulo: La identificación y el deseo, nos habla de que la identificación histérica es una identificación al deseo, pero la identificación al deseo es un tiempo de la identificación constitutiva del sujeto. Eso es lo que decimos con la frase de que el deseo es el deseo del Otro, que se desean deseos. Con La his

teria y el padre, el tercer capítulo del libro, el autor nos introduce al capítulo que va a desplegar posteriormente sobre la pregunta histérica, ¿qué es una mujer? Y nos dice: Preguntarse es algo muy diferente a serlo. Y esto me hace recordar mi pregunta del inicio ¿qué es presentar un libro? Y me muestra que ya estoy en la tercera página: "catorce versos dicen que es soneto, ronda rondando van los tres delante". La pregunta histérica es una pregunta sobre la procreación. El caso del maquinista del tren, que desde que había sufrido una caída presentaba un dolor costal, en el que tras múltiples exámenes no se encontró nada orgánico que lo explicara, Lacan lo trabaja en torno al fantasma de embarazo. Él está preocupado por todo lo que concierne a la procreación: Se pregunta si puede haber en sus excrementos trozos de fruta capaces de crecer si se plantan... quiere dedicarse a la cría de gallinas...

La histeria y el cuerpo es el capítulo que cierra el libro, nos habla de una anatomía imaginaria, que no está en ningún texto de Medicina, sino que más bien se apoya en la concepción popular de los órganos. Es la anatomía de la histérica, pero también nos dice que el cuerpo, más allá del ser biológico, es un cuerpo de palabras.

Para terminar, volver al primer capítulo, después de haber leído todo el libro: la histeria un lugar significante en la historia del psicoanálisis, y podríamos añadir, en la historia del significante mujer, la labor de Freud separa la palabra histérica de la palabra mujer, antes de Freud, todas las mujeres eran histéricas. Y también separa la palabra histérica de la simulación, del fingimiento de un padecimiento.

La histeria es una enfermedad, no un capricho, y por tanto, tiene un tratamiento posible, como nos indica el título del libro y como después el autor despliega en el mismo: Y este tratamiento es el psicoanálisis. Es una ventaja ser una mujer después de la teoría freudiana.

Alejandra Menassa de Lucia.
Médico-Psicoanalista
Madrid: 91 758 19 40

PSICOANÁLISIS PARA MÉDICOS
Autor:
Carlos Fernández
del Ganso
112 PÁGS.
5,40 EUROS; 9 $

 

 

Psicoanálisis para médicos es un libro escrito por un psicoanalista y médico, Carlos Fernández del Ganso, publicado por la Editorial Grupo Cero dentro de la colección Extensión Universitaria.

Articulado en tres capítulos: Lo Real, Lo Simbólico y Lo Imaginario se nos presenta con una aproximación a los criterios de salud y enfermedad. "La salud no es lo opuesto a la enfermedad", nos dice el autor, que tras realizar un recorrido por los diferentes conceptos que de salud se manejan, plantea que sin la aceptación del concepto de inconsciente, sin la existencia del sujeto psíquico, no es posible salirse de la frase anterior. Porque la salud es una construcción.

No se trata de la armonía de cuerpo y mente, armonía perfecta y completo bienestar sabemos que no existe, no hay objeto que colme el deseo.

Y para acercarnos al tema realiza un recorrido a través de los textos psicoanalíticos, para hablarnos de la estructura y funcionamiento del aparato psíquico: El Proyecto de una psicología para neurólogos, La interpretación de los sueños, Más allá del principio del placer, El yo y el ello, son textos que aarecen imbricados a lo largo del libro.

Citando a Freud leemos: "Hemos oído expresar más de una vez la opinión de que una ciencia debe hallarse edificada sobre conceptos fundamentales, claros y precisamente definidos. En realidad, ninguna ciencia, ni aún la más exacta, comienza por tales definiciones.

El verdadero principio de la actividad científica consiste más bien en la descripción de fenómenos, que luego son agrupados, ordenados y relacionados entre sí.

Nos muestra el libro cómo la estructura es el lenguaje y el sujeto es tiempo sacándonos de la dialéctica del espacio que nos atrapa en un cuerpo biológico no pulsional.

El complejo de Edipo, el fetichismo, la construcción del fantasma, los recuerdos encubridores, son títulos de capítulos del libro donde va desarrollando y articulando conceptos básicos para todo profesional de la salud, porque no se trata de hablar de la perversión sino de nuevo de estructura y funcionamiento. Leyendo el texto de Freud Se pega a un niño trabaja cómo una frase puede comandar inconscientemente la vida del sujeto, pero como muestra el título del capítulo "La construcción del fantasma" sólo en análisis sabremos de ella porque es una construcción, no preexiste.

Señala el autor que en las consideraciones médicas del cuerpo no se habla del campo del deseo, motor del aparato, que el cuerpo para el sujeto no es algo ya dado sino que es una construcción, desde la imagen en el espejo, imagen constituyente. Pero es más, nos dice "el hombre sabe que es cuerpo y esto lo diferencia del animal, se puede sentir dentro de él, le puede pesar, el animal esto lo desconoce."

Muestra cómo el Psicoanálisis, al incluir al sujeto psíquico, puede dar cuenta de por qué los pacientes abandonan un tratamiento farmacológico, conociendo lo perjudicial que esto es para la evolución de su dolencia, la implicación constante de lo psíquico en múltiples afecciones psicosomáticas, las diversas evoluciones de la enfermedad.

No se trata de magia, el trabajo es concepto central en la teoría psicoanalítica, leemos en el libro. Trabajo de teorización, trabajo del inconsciente, trabajo de interpretación porque sin la interpretación no hay producción del deseo, "metonímico y errante". Y el deseo no es ni el apetito de satisfacción ni la demanda de amor.

Para terminar tomo la última frase del libro. "La historia del sujeto es una historia de deseos y el substrato donde se inscribe puede ser el cuerpo, a modo de cicatrices, o la escritura como base material de las ciencias en un candidato a la muerte".

Felicito al doctor Carlos Fernández del Ganso por este libro que consigue escribir de lo complejo teniendo en cuenta a todo lector.

Pilar Rojas. Médico-Psicoanalista
Madrid: 91 758 19 40

CARTA DE AGRADECIMIENTO

Quiero agradecer la presencia de todos ustedes: señor director, profesores, poetas, psicoanalistas, amigos, familiares, alumnos, pacientes, porque se demuestra una vez más que el psicoanálisis es un hecho exquisitamente comunitario, nunca ajeno a lo humano.

Agradezco a la Institución que convoca la presentación de mis dos últimos libros de psicoanálisis, la Editorial Grupo Cero, porque siempre cuida con esmero cualquier tipo de publicación, de lo que todos nos beneficiamos. En especial agradecer a la Gerente, doña Carmen Salamanca, su labor, que ha encumbrado a nivel internacional a la Editorial como una de las más prestigiosas, en sus colecciones de poesía, narrativa y psicoanálisis.

Y agradezco a mis compañeros del seminario Sigmund Freud, del seminario Jacques Lacan, del Master en Clínica Psicoanalítica, del seminario Fundamentos del Pensamiento, del seminario Coordinadores de Grupo y por sobretodo a los compañeros de la Escuela de Poesía, porque con sus conversaciones y tolerancia, colaboraron en mi crecimiento.

Agradezco a los profesores de la Institución, en especial a la doctora Amelia Díez Cuesta y al doctor Juan Carlos De Brasi, porque con su deseo, hicieron posible que de esa tarea imposible que es educar, surgiera en mí un lector.

Y aradezco a todo el personal de secretaría, porque si bien un empleado, podría realizar su tarea de manera formal, en la Escuela, el psicoanálisis de todos los integrantes, permite que el trabajo siempre esté tocado por la poesía y atravesado por el deseo.

Agradezco a la encargada de prensa, la psicoanalista Paola Duchên, porque no es fácil reunir en un acto como éste a más de cien personas, distribuir carteles e invitaciones del acto, recibir telegramas y e-mail de diferentes Instituciones, entre ellas el Colegio de Médicos de Madrid y aparecer en la convocatoria de cuatro diarios nacionales.

Agradezco la presentación de las doctoras Alejandra Menassa y Pilar Rojas, médicos especialistas y psicoanalistas de la Escuela, porque son un ejemplo de que hay que huir del confort intelectual, muestra de ello es el seminario de Medicina Psicosomática, que se abre en la Escuela en fechas próximas.

Agradezco a la Asociación Pablo Menassa de Lucia y a su presidenta la doctora Olga de Lucia Vicente, al otorgar al libro "Psicoanálisis de la Histeria" el segundo premio de psicoanálisis de la Asociación en su tercera convocatoria.

Y agradezco al Director de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, don Miguel Oscar Menassa, porque sin él nada de todo esto hubiera sido posible. Por su presencia firme en todo crecimiento, en cada candidato. Una maestría que permitió que en mí, se construyera un discípulo.

Gracias a todos.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13


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