ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 59

EL CHAPAPOTE HA LLEGADO AL AMOR

HISTORIA DE LA MEDICINA PSICOSOMÁTICA

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA

EL DOLOR, EL HUMOR Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD

XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

NUESTROS LIBROS

EL PLACER, EL PLACER Y EL SUFRIMIENTO

EL DESEO EN LAS ENFERMEDADES

LA IDENTIFICACIÓN EN PSICOANÁLISIS

¿SE PUDE CAMBIAR LA PERSONALIDAD ? (II)

LA ANGUSTIA EN LOS FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS

CLÍNICA DENTAL GRUPO CERO

DEL SEXO: SILENCIOS

EL DELIRIO SE ESCUCHA COMO EL SUEÑO

POR BULERÍAS

EL CHAPAPOTE HA LLEGADO AL AMOR

Ella llegó una tarde desesperada y a los gritos:
¿Viste, mi amor, lo que pasó en Galicia con el mar?
Una gran bola negra de mierda y de dolor,
en alta mar, mira amenazante hacia la tierra,
mientras silenciosa mata los peces en el mar,
envenena las rocas y los musgos marinos
para que nadie nunca más, ni siquiera los peces,
pueda hacer el amor en el profundo mar.
Y tú ¿qué piensas? me preguntó antes de desmayarse
porque el alquitrán se le pegaba a la garganta
y, al mismo tiempo, le impedía respirar y cantar.

Estoy convulsionado, amada, y no digo roto
porque no corresponde a un hombre de mi edad.
Es cierto, mi pequeña, la marea negra
ha pegoteado y manchado
todos mis pensamientos,
desde la pequeña almeja enamorada
hasta el marisco varonil y encendido,
avergonzado de su belleza ennegrecida,
se esconde sucio
tras las rocas sucias
en un sucio mar.

Hoy mismo, dijo ella con fuerza,
dejaré de jugar y de comprar regalos
y enviaré ese dinero a Galicia
para que puedan limpiar dos o tres
mejillones o comprarse un buzón
y enviarse una carta
de un pescador gallego
pidiendo piedad:
Señores gobernantes, no queremos vuestro dinero,
queremos los medios adecuados para curar el mar.
Porque es necesario, Señor Presidente, para nosotros,
que haya mar, marineros, pescadores taciturnos.
Con vuestro dinero podríamos comprar algo de pan
y hasta festejar con algún alcohol la noche buena,
pero sin mar, ciudadanos del mundo, deben saberlo,
sin mar, sin pescadores, Galicia morirá y no de hambre,
morirá intoxicada de tristeza por la falta de mar.

Yo, querida, no puedo dejar de jugar
ni ninguna otra cosa, no puedo
dejar de vivir, de amar, de ilusionarme,
no puedo dejar ni mi trabajo ni mi dignidad,
debo llevar conmigo, en mi vida diaria,
todos mis vicios, que sólo son jugar,
y todos mis amores, mis cantos
y, si la hubiera, algo de libertad.

Y he de vagar por donde el mundo vaga
y, cuando el mundo todo se detenga,
yo escribiré, en un verso, ese silencio
y pediré a la rosa que florezca
en la estación precisa, con el color exacto
y amar humano amor y, también, las sombras,
los silencios a los que no llega ninguna humanidad.

Y, también como humano,
quiero poder amar el sexo,
cuando el sexo no tiene
de humano casi nada,
sino la fiera misma,
con su orgasmo,
siempre estrepitoso y a tiempo
y la vaca esperando detenida
hasta el nuevo ser.
Amar, le dije para cerrar,
con voluntad desesperada
del hombre su animal,
su fiera encadenada.

Así me gusta oírte hablar,
dijo ella entretenida en el espejo,
tal cual un macho de la especie,
nada de palabritas ni arrumacos,
ahí, tieso, siempre para adelante.
Tienes que tener más cuidado, le dije,
que estoy hablando de otra cosa.
Sí, hablando de otra cosa, sin embargo,
la vaca esperando detenida ¿no soy yo, acaso?
y ¿quién más encadenada que yo misma,
tu fiera, pero mansa, atada a tus caprichos?

El verso se complica, amada mía,
le dije, con ternura extasiada,
ten paciencia que, un día,
te resucitaré, haré de ti una mujer distinta,
un hombre bien plantado, diferente.

Ella comenzó a reír, mientras decía:
Cada nuevo filón de oro,
y me miraba y se reía,
está encarnado en un nuevo trabajo.
Una nueva ley, antes desconocida,
regula, ahora, el oro, la obra producida.

A mí, también, me gustaría, le dije,
vivir pegado a un árbol en plena selva virgen,
pegado por mi boca, chupando todo el día
la savia universal, la vida plena
y así descansaría y, al anochecer,
escupiría estrellas y cagaría
diamantes encendidos y mi semen
sería el misterioso ungüento blanco
que luchará sin tregua,
contra la asesina que en el mar acecha.
Marea negra es su nombre vulgar,
en el Gobierno la llaman
"pequeño error de apenas un milímetro"
que costará casi todo el poder
y, en algunas oficinas de correos,
sin explicar motivos, la llaman
"el mensaje trabado"
y chapapote quiere decir,
todo el mundo lo sabe,

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
-Segundo Encuentro-
XI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
«No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla».

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO


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que el Gobierno no pudo con el mar.

¡Abrid los ojos, ciudadanos! Ahora,
que distraídos están los gobernantes
y recordad el chapapote
y la lujuria del dinero negro,
la negritud, espléndida, de las armas negras
y el chapapote del racismo, también,
contra los ciudadanos negros.

Hasta el Señor, Gran Dios,
tuvo su chapapote
cuando, muy bondadoso, exactamente justo
y exageradamente hermoso, tuvo que matar.
Y no está mal que se librara de morir matando
pero sus fieles quedamos condenados a vivir
con el Gran Dios que vive y su mitad que ha muerto.
El chapapote del Gran Dios que vive y muere,
siempre sin remedio, cada día, en nosotros.

No te creía tan creyente en Dios,
me dijo ella, vacilándome,
te hacía, sencillamente, un pagano,
un hombre de mucho mundo, sin Dios.
Me dio la espalda y, girando la cabeza, me dijo:
Vaya a saber en qué estarás pensando
cuando, en el verso, escribes la palabra Dios.

No quise discutir y me quedé cavilando
mas, de golpe, como saliéndome del alma,
"tal vez en mí mismo", le dije sonrojándome
y ella al hablar tensó la cítara
hasta el rasguido del silencio:
No me parece mal que, de tanto en tanto,
la vida te condene a que te creas Dios
porque, para mí, querido, lo eres todo el tiempo,
hasta cuando la bruma de un humo sombrío,
inexistente y dramático, me deja sin ti,
yéndote a galope tendido en el poema.

Le dije gracias, por decirle algo,
y me tiré por la ventana del piso 23
y nunca más pude llegar a tierra.

El chapapote pegajoso e inmundo
sobre la arena y el salitre,
sobre las piedras y el amor,
asqueroso, inextirpable,
tal cual cáncer maligno,
no me dejó llegar.

Ahí, me di cuenta del desastre
y ya no había tiempo para nada:
En un país rodeado por el mar,
habíamos elegido un Gobierno
que nada conocía del mar.

Miguel Oscar Menassa

EL DOLOR, EL HUMOR Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD

Se dice que los celos buscan con celo lo que dolor produce.

Nos reímos cuando en la misma situación habríamos reaccionado de la misma manera. Nos reímos cuando alguien está haciendo algo muy importante y un dolor o una necesidad excrementicia relega lo importante, y no por considerarle inferior respecto a nosotros sino respecto a su posición anterior, sabiendo que el que ríe haría exactamente lo mismo. Es la ausencia del dolor propio lo que nos permite encontrar placer en esa comparación entre el antes y el después.

El placer cómico no refiere a un placer recordado sino debido a una comparación, así nos reímos de Charlot cuando pisa todos los charcos y deja uno sin pisar. No se trata de una comparación entre el prójimo y yo, sino una comparación dentro del prójimo, o bien una comparación dentro del yo.

Freud distingue entre el chiste, lo cómico y el humor, marcando su diferencia nos dice: el chiste es el ahorro del gasto psíquico de una represión, se hace un chiste en lugar de que un pensamiento sea reprimido, mientras que lo cómico es el ahorro del gasto psíquico de una representación, en tanto la imagen se va a pasear sola, es decir alguien en nuestro lugar hace una representación con la cual nos reímos de nosotros mismos. En cuanto al humor, como por humanos somos muy sentimentales, es el ahorro del gasto psíquico de un sentimiento.

El humor es el ahorro de un gasto de afecto, que puede ser un dolor. Humor en lugar de dolor. ¿Qué día es hoy? Pregunta un condenado a muerte cuando va conducido a la horca. Lunes, le responden.

¡Vaya, bonita manera de comenzar la semana!

El humor comprende tantas especies como sentimientos emotivos que son ahorrados: compasión, disgusto, dolor, enternecimiento... etc.

Así los dibujantes han llevado hasta un punto insospechado el arte de extraer humor de lo horrible, cruel o repugnante.

Aquel que halla placer en producir dolor también está capacitado para gozar del dolor. El pudor, la repugnancia, el espanto y el dolor son límites, márgenes, bordes en los cuales también hay satisfacción.


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Si en el placer de contemplación la zona erógena es la mirada, en el placer del dolor la zona erógena es la voz que eriza la piel.

También las sensaciones sumamente dolorosas poseen efecto erógeno. Así como una bofetada puede ser considerada una caricia a alta velocidad, también el dolor puede ser considerado una excitación de alta intensidad.

Cuando pensamos en el dolor que nos causaría la muerte de una persona nos inspira un intenso cariño, por eso que el intenso cariño siempre es sospechoso de estar causado por un pensamiento de muerte.

A veces tolerar el dolor que nos causa una verdad evita que nos dolamos continuamente por reprimir esa verdad.

El dolor por la muerte de un ser querido va acompañado por la alegría de no ser el muerto, y conlleva la hostilidad hacia los muertos que tiene carácter de legítima defensa. Determinados tabúes se explican por temor a la tentación y la indefensión ante el muerto, siendo los sentimientos de doble carácter los que se manifiestan bajo la forma de dolor y satisfacción. Los sentimientos hostiles hacia los seres queridos cuando mueren toma carácter de dolor y se transforma en miedo a ser castigado por el demonio del finado, algo que con el tiempo se va disipando tanto el dolor como el miedo al castigo, y transformándose así nuestros muertos de demonios en venerados antepasados.

Todos sabemos que alguien aquejado de un dolor deja de interesarse por el mundo exterior, en cuanto no tiene que ver con su dolencia, incluso retira de sus objetos amorosos su interés libidinoso, cesando así de amar mientras sufre. O si se trata de lesiones deportivas, cesando de interesarse en jugar mientras sufre.

La vulgaridad de este hecho también tiene una explicación en términos de la teoría de la libido. Diremos que el enfermo retrotrae su libido al propio yo concentrándose en la curación, "concentrándose está su alma, dice el poeta con dolor de muelas, en el estrecho hoyo de su molar". La libido y el interés del yo, no se diferencian. Esta desaparicion de todo interés amoroso ante el dolor físico no nos llama la atención porque es algo que ocurre a cada uno, por eso también ha sido fuente de comicidad. El sueño también es otro estado donde se retrotraen todas las cargas de la libido hacia un único interés: el reposo, el deseo de domir.

En ambas situaciones, dormir y dolor, aparecen modificaciones de la distribución de la libido consecutivas a una modificación del yo.

Es conocido que perturbaciones tan graves de la distribución de la libido como la de una depresión melancólica son interrumpidas temporalmente por una enfermedad orgánica intercurrente, y que hasta una "demencia precoz" puede experimentar en tales casos una pasajera mejoría.

Cuando la hipocondría se manifiesta, como la enfermedad orgánica, en sensaciones somáticas dolorosas, coincide también en cuanto a la distribución de la libido, en tanto retrotrae su interés del mundo exterior y lo concentra en el órgano que le preocupa.

Con la histeria hemos aprendido que ciertas partes del cuerpo se  pueden comportar como zonas erógenas, y por eso denominamos zonas histerógenas, lo mismo podemos decir de los órganos de las preocupaciones del hipocondríaco. Algo que diferencia a los órganos implicados en las enfermedades denominadas psicosomáticas, las inervadas por el sistema neurovegetativo, que podríamos decir que son órganos desexualizados, órganos que dejan de estar libidinizados o que en el tiempo del fanstasma del cuerpo fragmentado fueron fragmentos que no ocuparon su lugar en la estructuración del fantasma, quedando fuera de la distribución de la libido.

Cuando se goza con el dolor, no es con el dolor mismo que se goza sino con la excitación sexual concomitante.

La naturaleza económica del dolor físico es análoga a la del dolor psíquico, por eso el dolor del melancólico es como el dolor de una herida en su yo, lo mismo que el dolor de la muerte de un ser querido, en tanto nos amamos en el ser querido. Los seres queridos, desde la libido, forman parte de nosotros mismos, y cuando muere cada uno de nuestros seres amados es como si muriera un trozo de nuestro propio y amado yo.

Aunque también conlleva una alegría por perder algo que le era extraño y ajeno al yo, por eso la ley de la ambivalencia dominó, domina y dominará las relaciones humanas.

El ser humano no puede alejar de sí la muerte puesto que la experimenta en el dolor por sus muertos.

Sin embargo también ocurre que no puede reconocer su muerte ya que no puede imaginar su propia muerte, por eso que desde el principio de los tiempos de la Humanidad lo primero que los seres humanos inventamos fueron "los espíritus", que por el sentimiento de culpabilidad por la satisfacción que se mezclaba con el duelo eran de carácter demoníaco, a los cuales había que temer. Entre los seres humanos persiste la idea de que el muerto desea nuestra muerte, que nos llama a su lado.

Sabemos que el placer va en relación a la disminución de excitación del aparato psíquico, mientras que el dolor va en paralelo al aumento de excitación. Por eso que una de las misiones del aparato psíquico es desviar el dolor con la misma urgencia que se impone la adquisición de placer, y para ello sabe que tiene que renunciar a la satisfacción inmediata, soportar determinados dolores y renunciar, en general, a ciertas fuentes de placer, de esa manera no se deja dominar por el principio de placer y pasa a dejarse regir por el principio de realidad cuya consecución también es el placer. El paso del principio del placer al principio de realidad incluye el goce mortal, el goce infinito, pues sabemos que el goce infinito es muy doloroso.

Lo que en épocas tempranas fue satisfacción después de la represión se transforma en repugnancia. El niño que amaba tomar leche materna después toma aversión a la leche.

Hay quien se siente identificado, por ejemplo a su madre, a través del dolor de cabeza, o a través de un dolor que esa persona padecía.

Lo mismo que las tensiones provocadas por la necesidad, puede también permanecer inconsciente el dolor.

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El dolor puede ser también una forma de adquirir conocimiento acerca de nuestros órganos cuando padecemos una dolorosa enfermedad, que suele ser el prototipo de aquella en la que llegamos a la representación de nuestro propio cuerpo.

El dolor y el displacer pueden dejar de ser una señal de alarma y constituir un fin, con lo cual paralizan el principio del placer que es el guardián de la vida.

Una neurosis, contra todos los principios terapéuticos, puede desaparecer cuando el sujeto contrae un matrimonio desgraciado, pierde su fortuna o contrae una grave enfermedad orgánica, cuando un padecimiento queda sustituido por otro, pues de lo que se trataba era tan sólo de poder conservar cierta cuota de dolor.

Una "necesidad de castigo" está en juego, una necesidad satisfecha por el castigo y el dolor. Hay veces que el sentimiento de culpabilidad toma otras formas: sentimiento de inferioridad, enfermedad o castigo, que estructuralmente son equivalentes.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
Madrid: 91 402 61 93

EL PLACER, EL GOCE
Y EL SUFRIMIENTO

La felicidad es una argucia del sistema capitalista, el goce es una posibilidad del trabajo humano y en el sufrimiento siempre está implicado el sujeto.

Escribió el poeta cubano José Martí "La felicidad sólo puede encontrarse en el camino del trabajo".

Desear, deseamos todos lo mismo, nos diferenciamos en las distintas maneras de renuncia, de postergación para conseguir lo deseado.

En el sujeto psíquico hay una ley, un principio, el Principio de Placer, que le impone al sujeto, la tendencia a conseguir lo que fantasea del orden de la necesidad, sin realizar trabajo alguno, es una tendencia a lo inanimado, a un estado de tensión cero, a evitar cualquier displacer o cualquier aplazamiento que la vida, la realidad le imponga. Si sólo existiera ese principio, el sujeto alucinaría comer y esperaría, sin mediar actividad humana alguna, que se realizara lo solicitado. Afortunadamente el aparato psíquico, le impone al sujeto, para su funcionamiento el Principio de Realidad, esa instancia, ese sistema que le señala los límites, esa ley humana que trabaja con el deseo y la pulsión.

QUIEN TIENE LÍMITES, EXISTE

De modo que la tendencia exclusivamente al placer inmediato, es una alucinación, una fantasía, que no produce efectos sociales. El sujeto psíquico lo es si a su vez es sujeto social, es decir sólo los productos de la realidad, dan cuenta del sujeto, dicen que ahí hay un humano.

Sigmund Freud, escribió que un sujeto sano es aquel capaz de amar y trabajar.

Entonces una cuestión es la felicidad, como argucia del sistema capitalista, el placer sin la temporalidad necesaria del proceso de trabajo y otra muy distinta es el goce, producto del deseo, del trabajo con deseo y pulsión. El hombre es tiempo.

"Lo instintual" es del orden de lo animal, de lo primario, esa tendencia a un estado de Nirvana, esa ilusión de haber conseguido, haber llegado, de ya poseer, lo que ignora y niega lo mortal del sujeto. Sin embargo "lo pulsional" incluye no sólo al principio de placer, sino también el principio de realidad, de modo que como el deseo no tiene objeto, como le sirve cualquier objeto, le permite al sujeto seguir deseando, seguir buscando, seguir viviendo.

EL DESEO DE VIVIR PRODUCE LA VIDA

Del mismo modo, podemos decir que sin deseo, acontece la muerte, cuando el sujeto deja de desear (motor de la vida) enferma y si se mantiene en esa actitud puede morir, explicación para algunas dolencias como la Depresión, de la que algunos se curan y otros vuelven a recaer periódicamente.

Cuando se suspende el deseo, viene la muerte lo que no quiere decir que si se desea viene la felicidad, lo que adviene, si se produce es el goce. Goce que hace que todo sea distinto, que lo que parecía negro, sea gris y lo que parecía monotemático tenga color.

En cuanto al sufrimiento, al dolor del sujeto, como siempre está incluido en lo que le pasa, decimos que sufrir es siempre responsabilidad del sujeto, por estar implicado en todo aquello que le ocurre.

Es frecuente observar en las consultas que el paciente se decepciona cuando lo que consigue, aunque importante, no coincide con lo que deseaba supuestamente, lo que le produce una decepción, a veces melancólica. La decepción es el desencuentro con esa tendencia a la completud del sujeto, a la inmortalidad, a la media naranja que no existe.

El concepto "Pulsión de Muerte" es revolucionario, en el sentido que hace social, grupal, el descubrimiento del concepto "Inconsciente". La articulación compleja de conceptos en cualquier ciencia da cuenta de los límites de la misma, es decir de su campo de operaciones, del lugar donde lo que se dice y está escrito es eficaz, es tal cual.

La negación de este concepto o su desconocimiento por los trabajadores y usuarios de cualquier disciplina, impone al sujeto una suerte de decepción, de sordidez, de amargura permanente. Las utopías son utopías, pero necesarias. Lo imposible es imprescindible, para que acontezca lo necesario, lo posible y lo contingente.

Articulación y anudamiento de conceptos que no son lo uno sin lo otro. Así como no hay vida para un bebé si no hay quien desee que ese cachorro humano viva.

Hay una angustia necesaria, estructural como hay un miedo que hay que tener para no estar amedrentado por los miedos. Hay un dolor necesario como límite del cuerpo y una incertidumbre que debemos aprender a elaborar para crecer. También existe la posibilidad de un goce humano y social que se consigue sólo a través de la interpretación psicoanalítica.

El Método permite apropiarnos de la realidad. Realidad que de por sí no existe para el sujeto. Si no se construye no existen para ese sujeto más que los modelos ideológicos del estado y la familia.

El mundo siempre es más grande que la familia y además ésta, siempre se encuentra en aquél.

Carlos Fernández del Ganso. Psicoanalista
Madrid: 91 883 02 13

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¿SE PUEDE CAMBIAR
LA PERSONALIDAD? (II)

El complejo de Edipo, guarda una relación directa en el desarrollo de la personalidad.

El niño, nace dentro de una estructura familiar, donde ya existe una ideología con respecto al modo de amar, de trabajar, de desear, es decir, el cachorro humano nace dentro de lo que será la familia -su primera estructura social-. En un futuro, desde este lugar accederá al mundo exterior, donde pondrá en funcionamiento todo lo que le fue transmitido dentro de su núcleo familiar.

Hablamos de transmisión más que de modelos de aprendizaje.

Porque se aprende lo que se le transmite. No hay aprensión de la realidad si antes no hubo un modelo que diera cuenta de algún modo de apropiación de la realidad. Y esto es lo que al niño se le transmite. El modo en que sus padres abrocharon una realidad, será de la que el niño, ya mayor, dará cuenta. Su modo de amar guardará relación con el modo en que se amaba en la familia. La relación que tendrá en un futuro con el dinero hablará de la estructura económica familiar que habitó. Incluso su sexualidad dará cuenta de la sexualidad que desarrollaban sus padres.

Y en todo esto, el modo de resolución del Edipo, es fundamental.

Desmitificando el Edipo, diremos que no es tan perturbador como se oye decir. El Edipo, es estructural, necesario para poder asentar las bases de la personalidad. Es el modo de renuncia, a lo que el Edipo dicta, lo que establece un modo u otro de personalidad.

En el drama de Sófocles, Edipo, incauto por no saber y abandonado a su destino, en una reyerta mata a su padre y es coronado como rey, desposándose con su madre. Todo una ceguera de la cual uno sabe. Sólo al final del drama, él también sabrá.

El drama de Edipo, es el drama que sufre todo humano. Una madre deseada y un padre que marca su nombre con una Ley, la ley de prohibición del incesto. Aquella ley que te obliga a la renuncia de un goce único, primordial y primitivo, y que por ley será fundador del inconsciente, aparato deseante constituyente de la realidad psíquica. Es así que sin Ley, no hay norma que regule. Sin Ley todo estaría permitido. Sin Ley el ser humano sucumbiría.

El fundamento de la Ley del Nombre del Padre, es constituyente del aparato psíquico en el sentido que obliga al niño a establecer un pacto con el mismo -un modo de renuncia- para poder acceder a la categoría de humano. No hay anulación de la Ley porque la Ley llega a trascender hasta lo biológico ya que establece un orden incluso en la naturaleza. El niño-hombre para llegar a ser un sujeto psíquico deberá establecer alguna relación con la ley de prohibición del incesto: podrá forcluirla, negarla o transgredirla pero lo que nunca podrá hacer es anularla.

Por lo tanto, será el modo de pactar con la Ley, el modo de renunciar al deseo incestuoso lo que producirá en él, un sujeto psíquico u otro. Será el modo en que el niño renuncia a la categoría de deseo incestuoso -pacto con la Ley del Nombre del Padre- lo que constituirá en él una personalidad neurótica, psicótica o perversa.

Estas variantes de la personalidad, lo que hacen es sostener un modo de relación con esta Ley fundamental y a la vez fundamento de toda Ley. Estar en relación a la Ley, es estar en relación al deseo y según el modo en que el sujeto se relaciona con su deseo, generará una realidad u otra. Tendrá una vida u otra. Sus alegrías, sus padecimientos, su manera de amar, de trabajar, de desear, están determinados por el orden de estructuración de la Ley, determinada desde el complejo de Edipo. Si el individuo padece de más -sufre de más- es porque la renuncia se le hizo dolorosa. Y es por no renunciar a su deseo, por lo que el sujeto puede llegar a ser víctima de un deseo por él no sabido, pero que a la vez, lo determina.

Entonces hablar de cambiar la personalidad, hace referencia a un cambio en el modo de relacionarse con el deseo inconsciente.

Hemos dicho que si un sujeto sufre o tiene una vida muy limitada es porque está cercado por una Ley, que le juzga, que le somete a la reproducción del drama Edípico. Esos límites tan estrechos de su vida pueden llegar a ser los lazos que le ahoguen por no saber responder a la demanda que su deseo determina en él.

Si un individuo modifica la relación con su deseo inconsciente, si es capaz de desarrollar otro modo de renuncia a un deseo que es indestructible y que le va a acompañar -por estructural- hasta el final de sus días, podrá desarrollar otra variante de la personalidad donde el goce autoerótico del masoquismo queda relegado a otro goce menos punitivo.

Miguel Martínez. Médico Psicoanalista
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DEL SEXO: SILENCIOS

Alcanza con leer, la prensa, las revistas de información general, ir al cine, leer los libros sobre el tema, ver la T.V., es decir, la información dirigida al público, para leer allí, una sociedad, afirmando que su futuro y fortuna, están ligados, no sólo al número y virtud de sus ciudadanos, a las reglas de sus matrimonios y organización de las familias, sino también a la manera en que cada cual hace uso de su sexo. Se pasa entonces, de la desolación ritual del desenfreno de los ricos, los famosos, los célibes y los libertinos, a un discurso en el cual la conducta sexual de la población, es objeto de análisis y a la vez, blanco de intervención; se va de las tesis masivamente poblacionistas de la época mercantil, a tentativas de regulación mejor calculadas, que oscilarán según los objetivos y las urgencias, hacia una dirección antinatalista o natalista. Através de la economía política de la población, se forma una red de observaciones sobre el sexo; surgen los análisis de conductas sexuales, sus determinaciones, efectos y riesgos, marcando límites entre lo biológico y lo económico.

Hay campañas, exhortaciones morales, religiosas, medidas fiscales, incentivos al celibato o la reproducción, que convierten el comportamiento sexual de las parejas, en una conducta económica y política, concertada entre el Estado y el individuo. El sexo, ha llegado a ser el pozo de una apuesta, un pozo público, invadido por una trama de discursos, saberes, análisis y conminaciones. En estas circunstancias, se puede observar en los servicios de salud que, por ejemplo, una mujer evita mirar el pene y sucede, que la pareja consulta al Urólogo. Sin embargo, no se trata de un puro y simple llamado al silencio, sino más bien, de un nuevo régimen de discursos.

No es que se diga menos, al contrario, se dice de otro modo, a partir de otro punto de vista y para obtener otros efectos. El propio mutismo, las cosas que se rehusa decir o se prohibe nombrar, la discrección que se requiere, no son el límite del discurso, sino elementos que funcionan junto a las cosas dichas, con ellas y vinculadas a ellas; estrategias de conjunto, donde entre lo que se dice y lo que se calla, hay diferentes maneras de callar. Diferentes posiciones, donde se distribuyen los que pueden y los que no pueden hablar; qué discurso está autorizado o cuál forma de discrección, es requerida para unos y otros. No un silencio sino silencios varios, que son parte integrante, de estrategias que sostienen y atraviesan los discursos. Un ejemplo, lo podemos encontrar en la sexualidad de los niños; sometida "en otro tiempo" a un ocultamiento; y en ese sentido, mirando las reglas de convivencia con ellos y entre ellos.

En los Colegios "internos" del último siglo, se puede tener la impresión, de que casi no se hablaba del sexo; pero los dispositivos arquitectónicos, los reglamentos de disciplina y la organización interior indican lo contrario. Los constructores pensaron el tema de manera explícita. Los organizadores, los titulares de autoridad, están en estado de alerta perpetua, reavivada sin descanso por las disposiciones, las precauciones y el juego de castigos y responsabilidades.

El espacio de clase, la forma de las mesas, la distribución de los patios de recreo o de dormitorios; los reglamentos previstos para el momento de ir a dormir y durante el sueño, todo eso remite a un modo directo, a la sexualidad de los niños. Lo que se puede llamar el discurso interno de la institución -el que se dice a sí misma y circula entre quienes la hacen funcionar- está en gran parte articulado sobre la comprobación de que esa sexualidad existe, precoz, activa y permanentemente. El sexo de los jovenes, ha llegado a convertirse en un problema público. Los médicos se dirigen a los directores de establecimientos y profesores; los psicólogos dan su opinión a familiares; los pedagogos forjan proyectos y los someten a la aprobación de las autoridades. En el "primer mundo", se imparte educación sexual en las piscinas públicas a jóvenes azorados, por respuestas a preguntas que aún no se han formulado, se les regala preservativos y se transmite el espectáculo por T.V. junto a la información meteorológica, para saber cómo están los tiempos. Maestros y profesores redactan libros de ilustración, prevenciones, esquemas, reformas educativas precisas. También sería inexacto, decir que la institución pedagógica, impuso masivamente el silencio al sexo de los jóvenes. Por el contrario, se multiplicaron las formas del discurso, se han establecido puntos de implantación diferentes, cifrando los contenidos y calificando a los locutores. Hablar del sexo de los jóvenes, hacer hablar a profesionales y padres, hacer hablar a los propios interesados y ceñirlos en una trama de discursos, que tan pronto se dirigen a ellos como hablan de ellos; tan pronto les imponen conocimientos, como forman a partir de ellos, un saber que no pueden asir: eso permite vincular el poder de los modelos ideológicos, con una multiplicación de los discursos.

Jaime Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84

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HISTORIA DE LA
MEDICINA PSICOSOMÁTICA

Numerosas figuras notables de la historia de la Medicina señalan la importancia de factores psíquicos en el desarrollo de la enfermedad, así por ejemplo Trousseau (1801-1867) insiste en el origen nervioso del hipotiroidismo. Él era asmático y analizó sobre sí mismo el papel que jugaba el alergeno, que llegó a identificar (polvo de avena), en el desarrollo de sus crisis de asma, planteando que el polvo de avena no era suficiente para causarle una crisis de asma, escribe: "Ha hecho falta que esta causa me haya sorprendido en condiciones particulares. Bajo la influencia de la emo-ción moral... mi sistema nervioso estaba excitado".

Heinroth, internista y psiquiatra, introduce los términos "psicosomática" (1818) y "somatopsíquica" (1828). El primero expresaba su "convicción" de la influencia de las pasiones sexuales sobre la tuberculosis, la epilepsia y el cáncer, mientras que el segundo se refería a las enfermedades en las que el factor corporal modificaba el estado psíquico.

La idea de que los procesos psíquicos intervienen en el desarrollo de la enfermedad es tan antigua como la propia Medicina, son numerosas las opiniones u observaciones clínicas que lo señalan, pero para hablar de una Medicina psicosomática tendríamos que considerar que es necesaria la existencia de una teoría que la sustente.

Por eso que decir que la Medicina siempre ha sido una Medicina psicosomática sería un error.

Para situar la Medicina psicosomática tendríamos que considerar por una parte que tiene que existir un teoría que dé cuenta del funcionamiento del aparato psíquico, y por otra parte, que hasta que la Medicina no alcanza un estatuto científico, es decir un conocimiento del funcionamiento de los procesos orgánicos, no fue posible su desarrollo. Por tanto, no es azarosa la aparición de una nueva disciplina teórica ni de una nueva teoría en la historia de las ciencias.

Si tenemos en cuenta estas dos premisas, tendríamos que situar el comienzo de una medicina psicosomática a finales del siglo XIX – principios del XX. A lo largo del siglo XIX la medicina comienza su desarrollo científico, se desarrolla la psicología y la psiquiatría y en 1900 aparece La interpretación de los sueños, el texto que funda el campo psicoanalítico. Desde aquí podremos leer los antecedentes o la prehistoria de la medicina psicosomática.

Los estudios de la histeria serían un hito en el desarrollo de la medicina psicosomática, tanto los trabajos de Charcot como los de Freud, ahí se empieza a trabajar teóricamente la relación psíquicosomático.

Charcot demuestra que los síntomas histéricos pueden aparecer bajo sugestión hipnótica, aunque mantiene la idea de la existencia de una lesión anatómica, si bien funcional, como etiología de la histeria.

Freud en un trabajo publicado en 1893 Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas demuestra que es imposible que exista una lesión anatómica en la histeria, ni siquiera funcional, porque las características de las parálisis histéricas no se corresponden con la distribución anatómica de los nervios, son claramente distintas a las parálisis motrices orgánicas y siguen una distribución en la que entra en juego la concepción vulgar o popular de los órganos y del cuerpo en general. La lesión de la parálisis histérica sería, pues, una alteración, por ejemplo, de la concepción o idea de brazo. Al poner en relación el síntoma histérico con el deseo inconsciente, el síntoma físico con el proceso psíquico, Freud nos permite pensar la participación de estos últimos en el desarrollo de la enfermedad, ya sea psíquica o física.

En general los textos de psicosomática cuando se refieren a la historia de la Medicina psicosomática marcan un antes y un después de la aparición del psicoanálisis. O bien señalan a Freud como el punto de partida de la "moderna medicina psicosomática" o consideran diversas etapas: previa al psicoanálisis, aparición del psicoanálisis y evolución posterior. No obstante, consideran que fueron los discípulos de Freud los que trabajaron el campo de la psicosomática, con respecto a la orientación psicoanalítica.

Señalan en general que en la obra de Freud no aparece el término psicosomático y que Freud no se ocupó de la enfermedad orgánica.

Sin embargo, desde sus primeros textos, como son los estudios sobre la Histeria, son numerosos los artículos donde Freud trabaja la enfermedad orgánica.

La apertura de un Seminario sobre Medicina Psicosomática, es el intento de producir ese espacio que nos permita, no sólo a la comunidad médica, sino también a la psicoanalítica, pensar esta cuestión de lo psicosomático, desde la teoría freudiana.

Pilar Rojas. Médico-Psicoanalista
Profesora del curso de postgrado
 "Medicina Psicosomática"
Madrid: 696 194 259

 

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EL DESEO
EN LAS ENFERMEDADES

La distinción entre el alma y el cuerpo fue uno de los grandes pasos en la evolución del pensamiento humano. Que el hombre fuera capaz de pensar un sujeto de conocimiento más allá de sus sentidos y de su percepción inmediata, abrió el camino para que el pensamiento científico se hiciera posible. El Cogito es la primera formulación de esta instancia pensante enteramente distinta del cuerpo.

Desde el momento en que se concibe la ciencia en su acepción moderna, en el siglo XVII, la presencia de lo real no es necesaria para formular teorías que lo expliquen. Se trata de un momento de ruptura que permite al hombre alcanzar un estado de maduración en el que es posible hablar el lenguaje de la ciencia, alcanzar la edad de la razón.

Desde entonces se ha producido un largo debate entre quienes defienden la distinción tajante del hombre en un alma y un cuerpo, y quienes se resisten a ella. Este dualismo cartesiano suscita muchas cuestiones en el campo de la medicina, de la filosofía y de la psicología.

Cuestiones que podrían enunciarse del siguiente modo: ¿De qué manera el alma, res cogintans, imprime en el cuerpo, res extensa, sus ideas, sus pasiones, sus deseos?

Sabemos por Freud, que el médico es un testigo excepcional de ciertas enfermedades en las que no parece existir una causa orgánica y cuyos síntomas se desplazan de forma continua, presentando un cuadro clínico con una amplia variedad de manifestaciones sintomáticas.

Se trata de enfermedades recurrentes, enfermedades indeterminadas, enfermedades para las que no hay, aparentemente, tratamiento médico posible y que, sin embargo, presentan en mayor o menor grado una afección orgánica.

En este campo de investigación la medicina estudia la evidente relación entre lo anímico y lo corporal, bajo la premisa de que lo anímico está determinado por lo somático. Para el investigador médico, las condiciones psíquicas del sujeto dependen del buen desarrollo de su cerebro y, a la inversa, cualquier alteración en su funcionamiento mental se explica por una perturbación orgánica.

La medicina clasifica algunas de estas enfermedades como enfermedades nerviosas. No obstante, el estudio del cerebro y del sistema nervioso de los enfermos fallecidos no ha dado hasta ahora ningún resultado aclaratorio: "ciertos rasgos, añade Freud, del cuadro clínico aún excluyen totalmente la posibilidad de que en el futuro, disponiendo de medios de exploración más sutiles, se llegue a demostrar tales aliteraciones, susceptibles de explicar los aspectos clínicos de la enfermedad."

Como el inspector de La carta robada de Poe, la medicina busca, disecciona, traza una retícula cada vez más microscópica que le permita observar lo que sencillamente, y desde el principio, no es del orden de la visión, esto es, no pertenece a la percepción ni a los sentidos.

El estudio psicoanalítico de los sujetos aquejados por este tipo de enfermedades revela que "los signos clínicos tienen por único origen una afluencia alterada de su vida psíquica sobre su organismo, o sea que la causa directa del trastorno ha de buscarse en el psiquismo".

El psicoanálisis, explica Freud, es el tratamiento psíquico "desde el alma, un tratamiento -de los trastornos anímicos tanto como corporales- con medios que actúan directa e inmediatamente sobre lo anímico del ser humano". El psicoanálisis, sin embargo, no forma parte de las ciencias del espíritu, o ciencias del hombre, a las que la medicina relegó en algún momento el estudio de lo anímico.

El término alma [psique] para el psicoanálisis no tiene sentido sin el concepto de inconsciente. Dicho de otra manera, lo anímico cobra un nuevo sentido desde que Freud enunciara la teoría psicoanalítica.

La división fundamental que interesa al psicoanálisis es aquella que introduce el concepto de inconsciente: el sujeto no es más el sujeto cartesiano, todo razón y conciencia, sino un sujeto esencialmente dividido en dos instancias. Una instancia, la consciencia, que no puede dar cuenta del inconsciente. Otra instancia, el inconsciente, que en adelante sobredetermina todo lo humano, incluso la propia conciencia del sujeto.

El estudio de las enfermedades llamadas mentales, de lo psíquicamente patológico, permite comprender el funcionamiento normal del aparato psíquico. Uno de los principales hallazgos a los que

conduce este estudio es que los mismos mecanismos psíquicos que

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funcionan en el proceso de la enfermedad, funcionan también en la producción de la salud.

Decir que estas enfermedades son de origen anímico, es afirmar que tienen una determinación inconsciente. Ahora bien, el inconsciente del que se ocupa el psicoanálisis, al que se denomina su objeto de conocimiento, es el deseo sexual, infantil y reprimido. Esto significa que los síntomas de estas enfermedades son del orden del deseo, que son producciones de un deseo de carácter sexual, infantil y esencialmente reprimido, y que, como el sueño, son la realización de ese deseo.

Se trata de producciones inconscientes sometidas a procesos primarios que en lugar de buscar la realización del deseo mediante la transformación de la realidad, busca un camino más inmediato, pero mucho menos eficaz. El enunciado deseo sexual, infantil y reprimido nombra el carácter incestuoso de ese deseo que el sujeto sólo puede satisfacer de una manera alucinatoria.

Por otra parte, la realización de ese deseo, que se presenta como incoercible, no satisface más que a la instancia inconsciente del sujeto, mientras que para su conciencia es un motivo de displacer que se expresa como angustia. Este deseo tiene un carácter que por su realización el sujeto siente una amenaza. Se trata de la realización de un deseo incestuoso cuyo cumplimiento está prohibido por la ley de interdicción del incesto.

Esto ocurre así, porque después de la formulación de la amenaza de castración, el Yo del sujeto ha tenido que reprimir esa pulsión que desde el Ello se le presenta como del orden de la satisfacción.

"El yo, dice Freud, se defiende entonces de la misma por medio del mecanismo de la represión; pero lo reprimido se rebela contra este destino y se procura, por caminos sobre los cuales no ejerce el yo poder alguno, una satisfacción sustitutiva -el síntoma- que se impone al yo como una transacción; el yo encuentra alterada y amenazada su unidad por tal intrusión y continúa luchando contra el síntoma, como antes contra la tendencia instintiva reprimida, y de todo esto resulta el cuadro patológico de la neurosis."

La enfermedad es un símbolo de que si bien ha habido represión, ésta no ha sido del todo eficaz. Es una satisfacción sustitutiva de deseos, una transacción en la que el sujeto expresa al mismo tiempo la aceptación de la ley y su repudio.

Es sabido que el sujeto no renuncia a ningún placer del que antes ha gozado. Por ese motivo, si bien por una parte renuncia a la satisfacción del deseo prohibido, ante la amenaza de castración, por otra parte sigue dando satisfacción a ese deseo: "las dos partes en disputa reciben lo suyo: a la pulsión se le permite seguir con su satisfacción y a la realidad se le muestra el debido respeto". Esta estrategia provoca un desgarrón del yo cada vez más profundo.

Pero esto todavía no es la enfermedad, sino el mecanismo al que está sometido el funcionamiento psíquico de todo sujeto. Lo patológico consiste "en los procesos que aportan una compensación a la parte perjudicada del Ello; esto es, en la reacción contra la represión y en su fracaso".

Es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente. Que el inconsciente esté estructurado como lenguaje, es lo que permite la interpretación psicoanalítica de las enfermedades, en el orden de lo simbólico, como manifestaciones del deseo. El síntoma tiene para el sujeto un carácter significante; mantiene relaciones metonímicas con su deseo inconsciente.

"Las palabras son carne para el cuerpo y el alma enferma de palabras", dice Menassa. El psicoanálisis permite al sujeto usar la palabra, en lugar de hacer uso de su cuerpo, para mostrar sus relaciones con la ley de castración. Es en el lenguaje, en la palabra, donde el sujeto debe mostrar su posición ante la ley. La castración es en el lenguaje no en el cuerpo. Ponerlo en el cuerpo es no aceptar la mortalidad, la condición de ser hombre. Lo pongo en mi cuerpo para negar la verdadera operación de castración que debe producirse. Es el lenguaje lo que nos hace mortales, no el morir.

En el sujeto enfermo lo psíquico no se distingue de lo somático, la palabra está pegada a la cosa. El desplazamiento de los afectos se realiza sobre sus órganos y no sobre sus palabras. En la medida que se alcanza un mayor grado de simbolización la salud será el lugar en donde el sujeto en análisis muestre su sexualidad.

Ruy Henríquez
Integrante de la Escuela de Psicoanálisis y 
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Freud comienza el texto de Los dos principios del suceder psíquico diciendo que toda neurosis tiene la consecuencia de apartar al enfermo de la vida real, extrañándole de la realidad.

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El niño al nacer está sometido al principio del placer, no tiene cómo producir una acción que transforme la realidad, sólo puede alucinar una satisfacción de deseos.

La decepción ante la ausencia de la satisfacción esperada motivó el abandono de esta tentativa de satisfacción por medio de alucinaciones y para sustituirla tuvo que decidirse el aparato psíquico a representar las circunstancias reales del mundo exterior y tender a su modificación real. No se representaba ya lo agradable, sino lo real, aunque fuese desagradable.

Por lo tanto el principio de realidad no sería algo impuesto por la realidad sino algo impuesto por el desarrollo del psiquismo.

Con el principio de realidad surge el discernimiento, instancia propuesta para decidir si una representación determinada es verdadera o falsa, esto es, si se halla de acuerdo con la realidad y que lo decide por medio de las huellas mnémicas de la realidad. Con el discernimiento aparece la posibilidad de la acción.

La sustitución del principio del placer por el principio de realidad no significa una exclusión del principio del placer, sino tan sólo un afianzamiento del mismo. Se renuncia a un placer momentáneo, de consecuencias inseguras, pero tan sólo para alcanzar por el nuevo camino un placer ulterior y seguro.

El principio de realidad trabaja para el deseo, planeando en la realidad su realización.

Desear deseamos todos, el deseo es deseo del Otro, es decir, deseo de deseos. No hay deseo sin sujeto, ni sujeto sin lenguaje.

El aparato psíquico que plantea el psicoanálisis, es un aparato psíquico que desea. Su fundamento es el deseo.

Freud plantea la situación deseante como una situación mítica. En ese origen mítico del deseo Freud dice: "A partir del momento que coinciden en el sujeto la huella mnémica de la necesidad con la huella mnémica del objeto que sacia la necesidad, esa es la primera experiencia de placer del sujeto. Desde ese momento, cada vez que surja la necesidad, surgirá conjuntamente con la fuerza de la necesidad una fuerza que intentará reproducir la primera experiencia de satisfacción. Esa carga aliada a la necesidad es lo que se repite".

Pero en Más allá del principio del placer, Freud plantea un más allá, en el sentido que no es que se repite en el intento de alcanzar la primera experiencia de satisfacción sino que se repite en la búsqueda del no ser.

El sujeto psíquico tiene una doble carencia: antes de nacer no era y después de morir deja de ser. Por lo tanto, a partir de este texto el sujeto repite su propia muerte, es decir, repite el futuro.

El deseo no tiene objeto y así como no le interesa encontrarse con uno u otro objeto, tampoco le interesa realizarse sobre Eros o sobre Tánatos.

No es sólo unión o sólo destrucción, es en esa interrelación entre Eros y Tánatos que se va edificando el destino de nuestra vida.

Sólo después de la represión es no representable el inconsciente, como la misma muerte lo es para cada sujeto.

La muerte como apertura a lo humano y como apertura al goce.

Decimos que toda interrupción del placer, representa el goce.

Prométele gozar a un moribundo y no morirá, nos dice Menassa.

No hay otro motivo para vivir, todo lo que construye el hombre, es para gozar. Parece que eso es absolutamente imprescindible para el ser humano, para el sujeto psíquico, que lo es sólo después de concebirse como mortal.

El cuerpo vivo, es el de un ser que habita el lenguaje, en relación con una imagen del cuerpo específica, sus posibilidades de placer y de sufrimiento, están vinculadas con una historia particular, con sus fantasmas particulares, que son para él, cuerpo viviente, su verdad.

Puede pensarse entonces que todas las fuerzas que se pusieron en juego para provocar la enfermedad, son las mismas que actuarán en la curación de las afecciones corporales, de tal manera que el psicoanálisis plantea la determinación de la muerte por un mismo mecanismo; muere el sujeto biológico cuando el sujeto psíquico deja de desear. Es decir, que no es que el cuerpo humano obedece a las leyes biológicas, sino que es un cuerpo pulsional, significado en el intercambio humano e incluido en las leyes humanas.

Al deseo sólo le interesa expresarse, lo cual no quiere decir que sea posible de ser dicho, sino que el deseo se interpreta.

No hay acto humano que no esté tocado por lo inconsciente.

Si, como dijimos antes, el deseo está jugado en todos los actos de nuestra vida, éste deberá ser tenido en cuenta en el tratamiento de cualquier enfermedad.

Cruz González Cardeñosa
Integrante de la Escuela de Psicoanálisis y 
Poesía Grupo Cero
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LA ANGUSTIA EN LOS
FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS

Freud, en el texto Inhibición, síntoma y angustia, de 1925, establece la diferencia entre estos tres conceptos. Hay inhibición cuando disminuye la función en juego, y síntoma cuando se produce una modificación extraordinaria de la función, o una función nueva.

Define la angustia como un estado afectivo acompañado de sensaciones displacientes específicas, en el que se producen, por vías determinadas, actos de descarga que son percibidos por el sujeto angustiado.

La angustia aparece como reacción a una situación peligrosa, y se reproduce cuando se da de nuevo tal circunstancia.

En esta obra, Freud desarrolla la segunda teoría de la angustia, que difiere fundamentalmente de la desarrollada en los primeros años, y sienta así, una base sólida para la investigación de la angustia, tema que plantea diversos problemas en el curso de su estudio.

La relación entre el niño pequeño y su madre, en las ocasiones de alimentación y limpieza, nos proporciona un modelo para explicar la angustia de aquél, ante el peligro que supone la insatisfacción, por el crecimiento de la tensión de la necesidad. La intensidad de la estimulación provoca una perturbación económica, que se resuelve en una descarga. La reacción adecuada del lactante ante este estado amenazador, es la angustia. Después de haber percibido y experimentado cómo un objeto exterior, suprime ese peligro, se desplaza su contenido, desde el desequilibrio económico a lo que le libraría a tal situación, es decir, a la pérdida de objeto. El contenido del peligro es entonces la ausencia de la madre. El niño da la señal de angustia, anticipando el temor de la insatisfacción, hito importante en la evolución de la angustia, antes involuntaria y ahora intencionada. La angustia nace de su impotencia biológica y psíquica y de su dependencia de la función-madre para sobrevivir.

La función de la angustia es advertir de la inminencia de un peligro.

El miedo a la castración, en que desemboca el edipo de la fase fálica, es la angustia de separación, ahora del pene y antes de la madre. La mutilación del pene significa la separación de la madre y ser abandonado al peligro que trata de eludir: la tensión de la necesidad. Pero ahora la necesidad está más especializada, se trata de la libido genital. El sustitutivo del coito en los impotentes, es la fantasía de retorno al seno materno, pues están inhibidos por la amenaza de castración.

Con el progreso del desarrollo en el niño, aumenta el contenido de la situación peligrosa. El poder que adquiere el Superyo (instancia paterna introyectada) del que se teme la castración, hace más indeterminado tal peligro, convirtiéndose en temor social y a la propia conciencia moral. La cólera del Superyo, el castigo que puede infringir, y la pérdida de su amor o protección, son los peligros que el Yo reconoce, respondiendo con la señal de angustia.

Esto puede derivar en miedo a la muerte.

La primera teoría de la angustia, nos da una idea automática de la misma, por el proceso económico, mientras que en esta segunda investigación, aparece como una señal intencionada del Yo, encaminada a influir sobre la instancia placer-displacer.

El Yo es la única sede de la angustia. Sólo esta organización puede distinguir el peligro y sentir angustia. Aveces se preparan en el Ello, procesos que le procuran al Yo una explosión angustiosa.

Es el caso de las neurosis, donde el Yo intenta evitar la angustia, ligándola por medio de la formación de síntomas.

Toda formación de síntomas es emprendida con el solo y único fin de eludir la angustia.

Los síntomas son creados para evitar la situación peligrosa señalada por el desarrollo de la angustia. Y efectivamente, la formación de síntomas logra suprimir el peligro, que siempre es la castración, o algo derivado de ella.

Se adscribe a cada época del desarrollo una situación típica de peligro, que cuenta con una adecuada reacción angustiosa. Así, por ejemplo, el desamparo psíquico perteneciente al momento de inmadurez del Yo; el peligro de la pérdida de objeto, o pérdida de amor, en la dependencia de los primeros años infantiles; el peligro de la castración en la fase fálica, y el miedo al Superyo en la época de latencia.

La angustia de castración es el único motor de los procesos de defensa que conducen a la neurosis. La pérdida del objeto o de su amor, como condición de angustia, desempeña en la histeria un papel análogo al de la amenaza de castración en las fobias, y al del miedo al Superyo en la neurosis obsesiva.

Siempre es la angustia la que causa la represión, y no a la inversa, que es lo que se pensaba en un principio. La angustia no nace de la libido reprimida. No existe la transformación directa de la libido en angustia.

El Yo opera con energía desexualizada. Es la fuente de la angustia.

Freud en su trabajo "La angustia y la vida instintiva", perteneciente al bloque Nuevas lecciones introductorias al Psicoanálisis de 1932, ahonda en la relación entre angustia real y angustia neurótica, y profundiza en el problema que plantea el concepto de angustia.

 

Considera probable que la angustia constituya también un residuo filogenético de cierto acontecimiento importante, incorporado por herencia. La experiencia del nacimiento, dejó esa huella afectiva.

Aquí es adecuada la reacción ante una angustia tóxica.

La angustia real es la reacción a un peligro exterior. Se trata de la "disposición a la angustia", estado de atención sensorial y tensión motora extremas. Ahí pueden suceder dos cosas diferentes. Una sería que la respuesta se limitara a una señal, por la repetición de la antigua vivencia traumática, y a la reacción adecuada a la situación de peligro real. Otra cosa sería que la reacción se agotase en el desarrollo de una angustia paralizante e inadecuada a la situación.

Observa la angustia neurótica en tres circunstancias:

En la primera como angustia general expectante, libremente flotante, tendiendo a enlazarse oportunamente a cualquier posibilidad que surja. Esto sucede en la neurosis de angustia.

En la segunda, la angustia se fija a determinadas representaciones, como si constituyeran el peligro exterior, a decir de la desmesurada reacción angustiosa ante ellas. Es el caso de las fobias.

En la tercera, se trata de la angustia de la histeria o de la neurosis obsesiva, que acompaña a la formación de síntomas, de acceso angustioso o de estados más persistentes, pero sin mostrarse transparente el peligro exterior.

La angustia neurótica se transforma en angustia real, ante determinadas situaciones de peligro exterior. Lo temido en estas situaciones, es el daño que puede producir en la vida anímica.

En el prototipo de estado de angustia, del que parte Freud, el del nacimiento, existe peligro que no puede ser considerado un daño en sí mismo. Lo esencial en esta situación, como en otras igualmente peligrosas, es que provocan en la vida anímica del sujeto una gran excitación, sentida como displacer, que no puede dominar con la descarga. Es un momento traumático.

Así, lo temido, objeto de la angustia, es cada vez la aparición de un instante traumático que no puede ser tratado, según las normas del principio del placer. Principio que no nos asegura contra los daños objetivos, de lo que sí se ocupa el instinto de conservación, sino contra un daño específico de la economía psíquica.

Es la magnitud de excitación, la responsable de la naturaleza traumática de la situación angustiosa, donde se paraliza la función del principio del placer.

Las represiones primarias, más tempranas, nacen directamente de momentos traumáticos, cuando el Yo tropieza con una grande y rotunda exigencia de la libido, produciendo angustia, conforme al prototipo del nacimiento. Sólo en las represiones secundarias, la angustia es activada como señal de una situación de peligro anterior.

Por tanto, Freud, teoriza un doble origen de la angustia: en el instante traumático, por un lado, y como señal amenazante de la repetición de tal instante, en el segundo supuesto.

Cuando el Yo reconoce el peligro de castración, da la señal de angustia, e inhibe de acuerdo al principio del placer, el amenazador proceso de carga en el Ello.

Simultáneamente se configura el síntoma, como sucede con la fobia, cuando se trata de una neurosis fóbica.

La angustia neurótica es una reacción afectiva del Yo al peligro exterior de la castración. La única diferencia entre esta angustia y la angustia real, que el Yo exterioriza en ocasiones amenazantes, es que su contenido es inconsciente, y sólo disfrazado y deformado, llega a la conciencia. El neurótico combate el peligro exterior, con medidas contra peligros interiores. Además intensifica exageradamente las reacciones al peligro. El peligro exterior de la amenaza de castración resulta efectivo también, porque interiormente se albergan ciertos sentimientos e intenciones.

En cualquier afección orgánica, está jugada la angustia, porque es un elemento estructural que no puede faltar en la constitución del sujeto. En la producción del sujeto, la angustia media entre el goce y el deseo. Hace falta para que aparezca el objeto a, resto de la ope-ración.

La posición del sujeto frente a la continua repetición de la angustia, determinará la manera de liberarse de ella de forma neurótica, perversa, psicosomática o psicótica.

Para poder acercarnos a la constitución de la personalidad psicosomática, partiremos primero del estudio del comportamiento del niño en la fase del estadio del espejo.

El Sistema Nervioso Central del niño en ese momento todavía no ha madurado, su cuerpo aún no se puede coordinar, y se ve enfrentado a la imagen total del cuerpo del otro.

Presa del júbilo anticipatorio, desde su cuerpo, enviará la señal invistiendo de energía libidinal, el objeto, que no es otro que su propia imagen reflejada en el espejo.

Así, queda impactado por la anticipación psíquica, tomando conciencia de su propio cuerpo.

De este modo, el cuerpo del niño, encuentra su lugar en el mundo.

El enfermo psicosomático falla en el proceso de identificación primaria, es decir, con otro ser viviente.

Ante el espejo reaccionará de otro modo:

La libido narcisista surgida, revestirá el objeto, o sea, su imagen reflejada, como ajena a su propio cuerpo.

La imagen lo anticipa, como si la señal partiera de ella, y no de su propio cuerpo. No se identifica en el espejo.


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Al no reconocer que la señal viene de sí, de su escenario somático, se ve empujado a capturar afuera lo que él mismo refleja sin saberlo.

Los límites entre el adentro y el afuera, son imprecisos. No hay distancia entre él mismo y los otros.

Esta desposesión de sí mismo, no se acompaña de angustia, porque a la vez es pérdida de sí en el otro.

El proceso de identificación humano se constituye en dos movimientos, alienación y separación. Por la alienación queda unido al otro como semejante. En el segundo movimiento se separa como diferente.

En la personalidad de los psicosomáticos, se produce la alienación pero no la separación. Por tanto es incapaz para la relación con los otros, pues se constituye en la relación autoerótica.

Falla en su constitución como sujeto del deseo inconsciente. No adviene como sujeto dividido por el deseo, sino que el Yo entero se disocia para habitar una porción de su cuerpo, que, así, se hace más fuerte. Desde esa porción maneja la realidad. El Yo se instala en ese fragmento en vez de erradicarse en la experiencia de la identificación.

La pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático.

Es la inscripción psíquica de una fuente de excitación intrasomática en un continuo fluir. Concepto para elaborar una presencia del cuerpo.

El trabajo inconsciente se define en unidades pulsionales energéticas, cargas que se articulan entre sí, en su movimiento.

En el enfermo psicosomático está afectado su cuerpo pulsional.

Aparece como excluido del campo del deseo.

El trastorno psicosomático afecta a la estructura pulsional, no a la función. No se desenvuelve en el campo de lo imaginario, sino de lo real. Es un cuerpo lesionado irreversiblemente, en el sentido de que no median los significantes, no hay distancia entre lo recordado y lo obtenido, con lo que no se produce la diferencia. Ésta constituye el objeto a, causa del deseo. Es un sujeto no dividido, un Yo exiliado en su reino gozando autoeróticamente, a salvo del peligro de las diferencias sexuales.

Responde con descargas desde el sistema neurovegetativo, evitando así el conflicto psíquico, angustioso. La enfermedad es el producto del conflicto, entre la regresión de un trozo del soma a una función más primitiva, y el resto del cuerpo, que permanece en el nivel de funcionamiento correspondiente.

Carga el cuerpo con energía no ligada.

En el individuo con estructura psicosomática, no hubo distinción entre el Ideal del Yo y el Yo Ideal. No aprehendió el reflejo de su imagen en el espejo. La señal no surgió de su cuerpo, sino del espejo.

La palabra no viene del Otro, sino que nace en su cuerpo, un cuerpo fragmentado, despedazado, enfermo. Diferente al cuerpo de la histérica, que es un escenario simbólico en su totalidad, atravesado por el lenguaje. El Yo en la personalidad psicosomática, habita un trozo del cuerpo, y desde allí responde al peligro. Configura

un campo de batalla autoerótico. Así, puede hacer una úlcera digestiva para evitar la crisis angustiosa. Responde a las amenazas psíquicas como si fueran biológicas. El alérgico no tiene crisis mientras se mantenga un proceso identitario.

El acceso de asma es un equivalente de la angustia, de la que se libera el asmático, en el acto mismo del ataque.

La palabra angustia, traducida del latín, significa "estrechez".

Puede sugerir tanto la situación de angustia en el nacimiento como la respiración ahogada del asmático.

La apuesta del enfermo psicosomático en el tratamiento psicoanalítico, es introducirse en el lenguaje del deseo inconsciente, para que un Otro de él, le posibilite ordenar su propio cuerpo, en el movimiento de separación, adquiriendo la diferencia, y el estatuto del sujeto del lenguaje, dividido por el deseo. Dejar de ser inmortal, para que la angustia no le conduzca, por el camino más corto y directo, a la muerte.

Marisa Rodés Pueyo. Psicóloga
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EL DELIRIO SE ESCUCHA
COMO EL SUEÑO

Partiendo de que la verdadera enfermedad del hombre es hablar, Freud tomará al sueño contado como una materia prima del trabajo analítico, y tanto él mismo como J. Lacan afirmarán que al delirio hay que escucharlo de la misma manera que se escucha el discurso de cualquier paciente.

Con relación a las psicosis, las "locuras", el único abordaje conforme con el descubrimiento freudiano es escuchar en el registro mismo en el que el fenómeno aparece, es decir en el registro de la palabra, dónde se crea toda la riqueza de los fenómenos psicóticos, la alucinación verbal, las descomposiciones...

Soñar, soñamos todos, y trastornos del lenguaje, en mayor o menor medida, tenemos todos, porque la esquicia es fundante del aparato psíquico.

Hablar es ante todo hablar a otros, por eso toda perturbación de la relación con el otro repercute en la función del lenguaje.

El sujeto antes del nacimiento ya cae como un átomo del discurso universal. El sujeto está en el discurso, podemos decir que la estructura del inconsciente es lenguaje, al mismo tiempo, el sujeto participa del lenguaje inconscientemente.

Todo se desarrolla en el discurso, tanto en el sueño como en el delirio, donde aparecen en simultáneo, personajes verdaderos y ficticios.

En realidad, se trata siempre con objetos, con significantes.

En La interpretación de los sueños, el sueño con que trabaja el psicoanálisis es el sueño contado, el que se le cuenta al otro, el que demanda una escucha donde perderse y aparecer de otra manera, con otro ordenamiento. Siempre se parte de las manifestaciones del paciente, y se trabaja con los mecanismos de transformación, condensación y desplazamiento para interpretar y construir la posibilidad de un deseo. En el habla, en el sueño contado, en el delirio, hubo condensación, hubo desplazamiento, hubo un deseo.

Freud comienza diciendo que los sueños tienen sentido para llegar a decir que en realidad no tienen ningún sentido, porque ese sentido adviene luego de un trabajo de interpretación, construcción. Y al decir que el sueño es como una realización de deseos muestra una doble alteridad: con el otro semejante y con el Otro, dos realidades.

Una alteridad social y una alteridad psíquica.

El lenguaje comienza con la oposición: el día y la noche. A partir de esto existe el día como significante y todas las vicisitudes de un juego, de otras significaciones absolutamente diferentes e incalculables.

El significante está estructurado como tal para significar la falta, la ausencia de otro signo, para oponerse a él en un par. El significante representa al sujeto para otro significante, y por eso no podemos reconocer en ninguno de ellos una identidad en sí mismos, ese "ser para otro significante", representa una permanente alteridad.

Su función es abierta e irreductible a todo dominio, y por esto en su movimiento indica la falta, lo que permite todas las articulaciones retóricas de la cadena. El papel del significante en la metáfora es fundamental para mostrar esto, porque sin la estructuración significante ninguna transferencia de sentido sería posible. Los vínculos de oposición son esenciales a la función del lenguaje.

En Instancia de la letra en el inconsciente, Lacan dice que el significante por su naturaleza anticipa siempre el sentido desplegando de algún modo su dimensión, porque en la cadena del significante, el sentido insiste, aunque ninguno de los elementos de la cadena consiste en la significación de la que es capaz en ese momento.

El sujeto en análisis sólo habla de su síntoma. Lo que el paciente dice es la verdad de su síntoma. En el psicótico hay una ambigüedad de la significación del delirio, y en su contenido, que da elementos para la posibilidad de la interpretación.

El delirio se diferencia del discurso normal, por el uso de neologismos, y su palabra sólo remite a sí misma, es el alma de la situación, por eso es que el enfermo dice que esa palabra pesa, es irreductible como un estribillo que se reitera incansablemente.

Discurso neurótico y delirio, pueden a veces confundirse, porque no hay duda que, a pesar de las diferencias, hablan el mismo idioma, pero sucede que el psicótico no conoce el carácter ambiguo de las palabras que se le dirigen, siente que el lenguaje promovido de golpe pasa al primer plano de la escena, como un protagonista que habla por sí solo y en voz alta.

"Ser para otro significante" para la psicosis no funciona, porque hay otra alteridad en juego. Lo que está comprometido desde el principio es la representación del sujeto por el significante, consiste en una falta a nivel del significante, algo no procesado. Las alteraciones del lenguaje muestran un trastorno en el orden simbólico que articula el aparato psíquico. Una proliferación de significantes sin puntuación, neologismos, palabras impuestas, palabras testigo o testimonios de verdad, hacen ver que el psicótico se ubica en el lugar de la significación, como si él fuese la significación.


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Confunde la cosa con la palabra, o mejor dicho, usa a las palabras como cosas, en el sentido de que el objeto no puede ser sustituido, y por esto la actividad metafórica se ve impedida, por falta de sustitución de significantes. El Otro no está fuera del cuerpo de su madre, así como él no está afuera del cuerpo de su madre, para él existe lo único, lo completo. Menassa dice que en el tratamiento de la psicosis, debería trabajarse sobre el habla del sujeto para que el habla pueda separar la cosa de la palabra que la nombra, separar lo bueno de lo bello, o lo bello de lo divino.

En la psicosis está forcluido el nombre del padre, es decir, la Falta en el Otro. El nombre del padre es el índice para que exista un punto vacío, un lugar de inconsistencia de lo simbólico que es condición del deseo. Cuando esa metáfora no puede ser llevada a cabo, cuando el padre no puede ser nombrado, se da ese rechazo que impide la representación significante del sujeto, y es invadido por un goce infinito, como en el sueño de Schreber, de gozar ilimitadamente como una mujer.

Marcela Villavella. Psicoanalista
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LA IDENTIFICACIÓN
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No hay acto sexual, no hay relación sexual,
hay sexualidad, cosa muy diferente.

Este libro ha sido producido en el proceso de hacerse sujetos de la lectura, es decir con capacidad de transferencia y deseantes, porque sabemos que el deseo se produce, que es el goce de la repetición lo que nos hace deseantes.

Se trata de la lectura de La Identificación, 1961-1962, libro IX del Seminario que Lacan dicta ininterrumpidamente desde 1953 hasta 1981, año de su desaparición.

La identificación no es lo idéntico, por eso contra el Uno de la totalidad, Lacan plantea el 1 como trazo unario, constituido por la repetición.

Y al lenguaje se entra por el uno del trazo unario, es decir el significante como trazo unario, por eso que basta que se emita una sola palabra para poder decir que es un sujeto del lenguaje.

Lacan nos dice que su perra, Justine (en honor de Sade) tiene el habla pero no el lenguaje: en la medida en que habla, "no me tomó jamás por otro, no tiene la capacidad de transferencia y vive en la demanda".

Los palotes de la escuela primaria donde no hay uno que sea igual al otro, las marcas de Sade en la madera de la cama, hace pensar el trazo unario como pura diferencia.

El significante se define por su diferencia entre-otros.

No hay tautología, lo mismo, si se repite, hace surgir la diferencia significante. No es lo mismo la diferencia cualitativa que la diferencia significante. Lo mismo, si se repite, se hace significante, hace surgir un sujeto para otro significante.

Si estuviéramos escuchando una grabación y en la voz se produjera un fallido, inmediatamente dirigiríamos nuestra mirada hacia el aparato dudando si era un aparato o un sujeto. Un significante es signo de un sujeto. Hasta el amor está dirigido al significante, que representa a un sujeto para otro significante.

El significante nos crea y nosotros nos juntamos, hasta el amor no es sino el encuentro de dos saberes inconscientes.

En este seminario Lacan se decide por la topología para pensar la estructura del lenguaje, esa que no existe y que cualquier significante pone en acto.

El Psicoanálisis habla de la ausencia como una de las formas más fuertes de presencia, y sobre todo habla de la no existencia como una de las formas de la existencia, además de diferenciar ausencia, falta y no existencia, donde la falta está en relación a la castración simbólica en el sentido de la realización simbólica de la falta del falo imaginario. El falo será a partir de ese momento que inaugura la castración simbólica, el nada. El nada necesita para serlo el objeto "a" como la nada que causa el deseante. Diferenciando el nada y la nada, como constitutivas de la estructura del sujeto.


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El psicoanálisis como el lenguaje habitado por el sujeto hace que Lacan plantee el lenguaje como estructura topológica, donde lo indecible es estructural, fundamento del decir.

Y hay una distancia entre el decir y el dicho. El decir de Lacan es que sólo hay inconsciente del dicho, y eso es un decir.

No se puede decir de cualquier manera, ese es el problema de quien habita el lenguaje, es decir, de todos nosotros. Lo propio del dicho es el ser, pero lo propio del decir es el existir respecto a cualquier dicho que sea.

El saber no es del orden del ser sino del existir, y el existir es algo que está fuera de mí, cuando una idea es una idea siempre tiene que estar fuera de mí, nunca puede ser una idea mía. El conocimiento es totalidad, acumulación, mientras que el saber está soportado por significantes. No conocemos todos los números, pero sabemos reconocer un determinado signo como número, aún si se trata de un número negativo o un número complejo.

La identificación es una de las operaciones del lenguaje constitutivas del sujeto, llegando a operar en el sujeto como mecanismo psíquico.

 

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GRUPAL

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Juan Carlos De Brasi
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Este breve ensayo trata de situar un origen distinto, a los habituales, para la problemática de la grupalidad. Ya no se trata de raigambres etimológicas o núcleos indiferenciados tomados como puntos de partida. La socialidad está en el comienzo de la grupalidad, y ésta fuera de aquella ni siquiera puede ser pensada. Así, el mismo "origen" deja de ser algo puro, ya que está trabajado desde un presente efectivo y tendiendo a un futuro posible. Y es en tal posibilidad donde se juega lo por-venir de la misma grupalidad. La arqueología, en este caso, no es sino la metáfora -retrospectiva y prospectiva- de un indeclinable desafío.


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