ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 75

ENTREVISTA A JUAN CARLOS DE BRASI NOTAS MÍNIMAS PARA UNA ARQUEOLOGÍA GRUPAL
LA ENFERMEDAD PERIODONTAL II PSICOANÁLISIS PARA TODOS
CLÍNICA DENTAL GRUPO CERO SEMINARIOS GRATUITOS

Juan Carlos De Brasi
Psicoanalista
Madrid: 91 547 56 64

ENTREVISTA JUAN CARLOS DE BRASI
POR CARMEN SALAMANCA

–2ª parte–

C.S.: La primera revista que publicó la Editorial fue en el 74, Grupo Cero nº 0. ¿Tú estabas ahí ya en el grupo?

J.C.D.B.: No, no estaba.

C.S.: Y como espectador ¿cómo lo viste?

J.C.D.B.: Lo vi como todo lo demás, con buen augurio ya que era un aporte más a las publicaciones relevantes que había en Argentina. Existían revistas de muy buen nivel, literario-políticas y demás, pero eran pocas las publicaciones que circulaban marginalmente. Y lo consideraba como un grupo que no sólo quería quedar constituido como tal sino que socializaba su producción haciendo pública, a través de las publicaciones, lo que escribía, pensaba e impulsaba. Lo veía como un proceso muy interesante que entrañaba el preanuncio de todo el desarrollo posterior. Aparte de que Menassa ya sacaba sus libros. Me acuerdo que a uno de ellos le hice un prólogo, a Los otros tiempos y entonces aparecían, claro no con este armado editorial, textos de Menassa básicamente ya que los otros, tiempo después de apartarse han mostrado que no producían mucho sino más bien estaban
ahí atentos a cómo tomaban una ración de lo que se pensaba y se escribía. Y después la producción específica a nivel de cada uno, aunque ese cada uno, te vuelvo a decir, se concentraba en Menassa. Los demás terminaron escribiendo muy raramente o dejaron de escribir y al apartarse del grupo ya entraron en la inopia, en una pasividad alarmante, y más de uno en la obesidad, no de ideas, en la obesidad que señala un camino de vida gastronómico.

C.S.: ¿Por qué ese nombre? ¿Por qué Grupo Cero? ¿Qué quiere decir Grupo Cero?

J.C.D.B.: Las intenciones originales nunca existieron, nacieron perdidas. Grupo Cero tiene el peso de la palabra Grupo, con todas las connotaciones culturales y políticas que ya pesaban en esa época en la Argentina. No sólo porque evocaba situaciones iniciales de Pichon Rivière, separaciones institucionales, juegos políticos, político-culturales, era una palabra de espesor, como hoy en día, en realidad, el grupo la mantiene en su significante,
pero en general a nivel social está desvaída, perdida o la recuperaron los empresarios, pero la perdieron en los demás campos profesionales. Y después
Cero por todo lo que evoca cero, un salto en el inicio respecto a lo que se hacía, la idea de comenzar a marcar un camino, el mismo infinito del proyecto, todo lo que puede dar cero, porque no era ni lo uno, no entraba en ninguna serie, era lo que entraba a fundar una serie, la posibilidad de que una serie existiese, entonces Grupo y Cero son conceptos que darían para hablar, no ahora pero respecto a grupo y cero daría para el cero y el infinito, otro origen del pensamiento analítico en tanto articulación de Poesía y Psicoanálisis, todo esto que el Cero evoca o permitiría evocar.

C.S.: Cuando hablas con alguien que no ha escrito el nombre te preguntan ¿cero con letra o con número? Y yo te pregunto ¿Por qué con letra?

J.C.D.B.: En primer lugar, para no sumergirme en el problema matemático del 0, que ya desveló a Rey Pastor y a otros eminentes matemáticos. Enseguida porque el asunto de la letra no es otro que el de la escritura misma. Ahí están las preocupaciones actuales sobre el tema para certificarlo. La escritura en ese aspecto es el cero y no el cero graficado.

C.S.: Es una palabra, que es lo que se utiliza para la poesía, no es un grafismo, es a otro nivel y además es perfecto, cerrado.

J.C.D.B.: Grupo 0...

C.S.: Grupo o no grupo.

J.C.D.B.: Y el Grupo Cero además si se anunciara con ese grafismo del cero en el orden de los números produciría hasta una cacofonía, Grupo o Cero, Grupo 0 si lo escriben mal. Hasta esa distinción tiene que hacerse en función de que sea inteligible.

C.S.: A los dos años, en el 76, Menassa se viene para España. ¿Cómo queda allí el grupo? ¿Cómo es el asunto? ¿Qué pasó?

 

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J.C.D.B.: Nosotros remarcamos mucho la idea de función, pero también la función tiene un principio de funcionamiento, entonces una dirección, un liderazgo productivo, se entiende, es necesario. Yo creo que cuando Menassa parte, bueno, el grupo se parte. A la vez esa función de Menassa era una función de aglutinación, de rodeo, de muchas cosas que, al partir él de Argentina, hubo un proceso de dispersión. En aquellos años porque
volamos todos para diferentes lugares, o muchos para diferentes lugares (en mi caso para México) yo creo que se hundió, se deformó, se empezaron a apropiar y a generar historias que no tenían nada que ver con la verdadera constitución del grupo y su proceso, cosa típica de las diásporas; de diáspora y banalización porque ahora todo se esconde. Pero desde el 74 se inicia el asunto hasta que se instaló definitivamente el genocidio militar en el 76, del 76 al 84 se puede decir, esos ocho años hubo procesos muy, muy raros en la Argentina, no sólo el proceso militar sino la constitución de un país diferente a nivel socio-económico, una concepción del estado putrefacto, una sociedad civil en vías de desaparición, una demografía flotante, un conjunto poblacional
por aquí y por allá, pero no había sociedad civil ni una trama societaria. Así se gestó una banalización diaspórica, funcionó mucho el dinero, de ahí que muchos no hayan visto nada y perversamente generado versiones acerca de “qué bien se vivía en el exilio” fuera donde fuera el exilio, a Italia, a Suecia, a España o a México donde “qué bien se vivía”. Sin embargo fue una época de reclusión monetaria con bastante dinero en la mano, que constituyó el crecimiento faraónico de toda la deuda externa; con mucho dinero y con la mirada volcada hacia un costado. En ese aspecto, entonces, había muy pocas condiciones como para que durara algún núcleo representando al Grupo Cero ahí, me parece que se dispersaron, se trivializaron y jugaron a cualquier cosa, y en ese “cualquier” de la cosa muchos empezaron, lo digo como metáfora, a repudiar sus orígenes. No era sólo el genocidio militar el que empañaba, el que hacía desaparecer, el que impregnaba y ensuciaba todo, eran también pequeñas anécdotas acerca de éste, el otro, aquél, con la total anulación del otro mientras reinaba el “Otro” monetario. Y fue un país que se degradó brutalmente a partir del 76, y en esa degradación los que duraban del Grupo Cero me parece que se depreciaron bastante, no podían dejar de estar tocados por todo eso.

C.S.: ¿Y el psicoanálisis cómo quedó en Argentina en esa época?

J.C.D.B.: Pienso que el psicoanálisis entró en las sendas escabrosas de su existencia y en un compás de cierta disolución. Por lo menos los juegos o ejercicios de los lacanianos en la época de la dictadura fueron bochornosos,
directamente fue una guerra más contra el psicoanálisis,
diciendo que se lo practicaba, o diciendo que se
lo sostenía.

C.S.: Las desviaciones...

J.C.D.B.: Eran, te diría, más que desviaciones eran como maquinarias de aniquilación del psicoanálisis, en el sentido de que cualquiera para cualquier lado, lo que se les ocurría, vale decir, lo que quedó totalmente herido y disuelto fue la formación, no había ninguna formación, eran todas ocurrencias respecto a lo que se les ocurría. Lo cual indicaba la inexistencia existente del
psicoanálisis. Además de los sistemas de complicidad en que entró toda esa gente.

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C.S.: ¿Qué quiere decir complicidad?

J.C.D.B.: La complicidad es un plegamiento a lo dado de modo expreso o por omisión. En ese campo se dió una complicidad por omisión, por no ver, por no oír, no veían, no escuchaban nada pero sí entraron en fárrago financiero y disolutorio que es lo que yo llamo “percepticidio”. Entonces entraron estrictamente en lo que estaba planeado desde otras geografías, que era aniquilar la economía y la sociedad civil argentina para que no fuera tan competitiva. Hay un libro así de “gordo” del departamento de estado, un libro negro, negro porque tenía tapas negras, donde se marcaban todos los rubros en que la Argentina era competitiva con lo que hoy sería el ALCA.

C.S.: Así son 15 cm.

J.C.D.B.: 15 cm. Entre otros que contribuyeron alegremente a la disolución de la sociedad civil de un país que era, digamos pujante, no poderoso porque nunca fue colonial, aunque fue bastante colonia, pero no colonial porque no realizó ningún proceso de colonización. A eso me refería con la disolución de un país que era pujante, y muy fuerte en el sentido de lo que proponía, intenso, un país intenso, para nombrarlo de alguna manera.

C.S.: ¿Cómo era la sociedad en el 84?

J.C.D.B.: En el 84 digamos que era una sociedad de apariciones espectrales. Todos los espectros surgieron de pronto, en el sentido de que se instauraba una democracia representativa, no la verdad de la democracia, es
decir, la participación efectiva. A mi entender se generó un nuevo simulacro, como se había simulado estar recoleto durante la dictadura. Pero eso sí, con muy buen pasar, porque como te decía muchos crecieron económicamente
hasta niveles insospechados. En el 84 eran todos democráticos, lo anterior había sido un mal sueño, una pesadilla, entonces todos querían colocarse en un estado de “gracia democrática” y se jugaba a ver quién era más libérrimo. Era una sociedad que mostraba en el ámbito público una esperanza y un nuevo simul también, ahora viene la democracia ¿qué le vamos a hacer?

Hay que ser más democráticos que los demócratas, entonces todos jugaban a la gran democracia, lloraban por la democracia. Los espectros cambiaron de máscara, lo cual hacía sospechar que el derrumbe iba a instalarse poco después. Era una sociedad que simulaba estar en una posición para la que nada había hecho, entonces obviamente se suponía que lo que la acechaba era el deshecho de lo no hecho, porque no había hecho nada para ser democrática. Ella vino formalmente como producto del fracaso militar. Alfonsín no atinó a sostener ninguna de las presiones militares que todavía se mantenían, así que feneció antes de su mandato y subió Menem. Se instaló el proceso menemista, que de ese tenemos más información, pero fueron flores de un día.

Después de toda esa alegría esperanzada, que no deja de ser religiosa, vino la depresión real y psíquica, es decir,

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esa idea que el argentino se merece todo, históricamente se acabó, se merece lo que puede hacer y no se merece y tiene que responsabilizarse por lo que puede deshacer y en ese período es mucho lo que se destrozó. Tal etapa duró muchos años pero te diría que en una sociedad tan hiperadaptada como la argentina se mantuvieron los niveles de perversión que siempre se manejaron y que no se pudieron conceptualizar. Por ejemplo, el paradigma es el manejo del dinero. En la sociedad civil está muy mal comprendida la problemática del dinero y con esto ¿qué quiero decir? Que enturbia y que obstaculiza todos los lazos diarios, toda la vida cotidiana. Sea por exceso, sea por carencia. Una inmensa acumulación o rascar el fondo del bolsillo de manera distraída.

C.S.: El concepto del dinero en el sujeto.

J.C.D.B.: En el sujeto y cómo se maneja y qué entiende por el dinero. Sigue siendo un síndrome, un conjunto de síntomas que sigue estando ahí instalado, no hay noción de trabajo, todo es una zorrería para ver si trabajas de tal manera, si estás ocupado de tal manera, si sacas un dinero de éste u otro modo. Eso sí, todos siguen estando muy “ocupados”... con su ombligo.

C.S.: Tú crees que el Grupo Cero se escapó de ese ser porque se vino a España o no tiene nada que ver con el lugar físico, porque Menassa parece haberse escapado a eso, piensa el manejo del dinero... el trabajo.

J.C.D.B.: El Grupo Cero zafó de entrada de esa problemática como grupo.

C.S.: ¿Antes?

J.C.D.B.: Sí, de entrada, por su misma concepción de la formación, del pago, de toda la cadena que implica el dinero, hasta la más fantasmática, hasta el dinero no sólo como dinero. El Grupo Cero siempre pagó el trabajo.
¿Qué quiere decir que pagó el trabajo? Yo considero que cuando hice Lo Grupal con Pavlovsky, a mí se me había pagado el trabajo, aunque no fuera dinero contante y sonante, no fuera billete, pero sí cobraba con un proyecto. Pero diversos actores tenían como norma no pagar. No podían pensar los sistemas de circulación, por lo tanto entorpecían el crecimiento de cualquiera. Así todo acto productivo se convertía en una ofensa, digamos que toda esa cadena donde el dinero está implicado estaba elidida y creo que todavia no está para nada pensada, aunque vayan apareciendo cosas pero, más bien
marcadas por la misma realidad, que porque el asunto sea comprendido.

C.S.: Volvamos a México ¿cómo te llegaba lo que el Grupo Cero hacía en Madrid? ¿Qué te llegaba? ¿Qué veías?

J.C.D.B.: Tenía noticias mínimas. Trabajaba en la Secretaría de Educación, era coordinador general de proyectos educativos. En esa época estaba muy absorbido porque se trataba de un proyecto que me interesaba mucho. Fui uno de los que desarrolló el proyecto “CONALEP” (Colegios nacionales de educación profesional técnica) aprobado e impulsado por la UNESCO.
Entonces eran pocas, en general, las noticias que llegaban a México del Grupo Cero. Me comentaban alguna sobre Menassa. Acerca de lo que publicaba, no asimilada bajo el anecdotario chato, mezquino y envidioso que
podía manejarse en Buenos Aires y aledaños.

C.S.: Digamos que era una especie de paréntesis, que tú seguías observando.

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J.C.D.B.: México sí, fue como un paréntesis y una prótesis.

C.S.: En tu relación con el Grupo Cero.

J.C.D.B.: Tú piensa que desde México una sola vez pude volver. Tuve que ir a Uruguay, entonces mi padre viajó y lo vi en Uruguay. AArgentina no podía entrar.

C.S.: ..., Los juzgados no podían volver.

J.C.D.B.: No se podía hasta el 84 o fines del 83 para estar más seguros pero México fue como un paréntesis, donde no había información o era muy esporádica.

C.S.: ¿Y luego desde Argentina a partir del 84?

J.C.D.B.: Bueno, a partir del 84 ya tuvimos una ligazón más fuerte y cotidiana. Cuando yo llegué a Argentina ahí también tuve un paréntesis, que fue de dos años y medio donde fui Subsecretario de Cultura de un municipio de más de un millón de personas.

C.S.: Con Alfonsín.

J.C.D.B.: Mejor, digamos con la forma pública argentina. Yo fui convocado como independiente. En su momento los mismos parlamentarios de Alfonsín me pidieron la renuncia sobre tablas, por los actos culturales que yo propiciaba, metía diez mil, veinte mil personas en una plaza.

C.S.: ¿Y te pidieron la renuncia?

J.C.D.B.: Me pidieron la renuncia sobre tablas, “sobre tablas” quiere decir “por unanimidad”.

C.S.: Ah ¿pero porque hacías bien tu trabajo?

J.C.D.B.: Hacía demasiado bien mi trabajo, si el plan de cultura en el que intervine, todavía lo está usando Kischner porque no se hizo otro. Demasiado bien quiere decir que ya se empezaban a convocar multitudes que empezaban a inquietar, porque los políticos cuando ven más de 20 se inquietan. Y había 8.000 escuchando a tal grupo de rock en un festival. Aparentemente no me
vedaban nada. A la secretaría de cultura venían ponle de la embajada cubana o de la embajada nicaragüense y yo pasaba los cortos nicaragüenses que eran sobre la liberación de nicaragua, y los tipos empezaron a entrar en...

C.S.: Pánico.

J.C.D.B.: En pánico y ahí me pidieron la renuncia. Entonces me quedé seis meses, y cuando estimé que era suficiente me fui, y ahí me ligué más a hacer “Lo grupal” con E. Pavlovsky. Una publicación que se halla en la bibliografía de todas las universidades latinoamericanas, y algunas europeas. Entretando nos encontrábamos con Menassa hasta que en esos encuentros periódicos con él, ya en el 99, hablamos y ocurrió que vine para Madrid. Ocurrió quiere decir que aconteció. ¿Y qué es lo que aconteció? Nada similar al juego anafórico del
“me dijo”, “le dije”; sino un programa de trabajo para fundar dentro del plan curricular de una institución psicoanalítica (reconocida por el estado, que paga sus impuestos y a sus empleados en distintos sectores) el primer seminario de “Fundamentos del Pensamiento Contemporáneo”, en el cuál se investigan vecindades y lejanías del psicoanálisis y la historia de las ideas.

C.S.: ¿Algo más De Brasi?

J.C.D.B.: Sí, agradecerte el café, que hayas soportado estos jirones de relatos, hechos a una velocidad que intentó superar la tiranía del reloj. Esperemos, en otra ocasión, librarnos de ella.

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LA ENFERMEDAD
PERIODONTAL II

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- Son compuestos que nos ayudan a controlar la inflamación y progreso de la enfermedad.

- El más utilizado y efectivo es el digluconato de clorhexidina.

- Produce una desinfección oral prolongada.

- Se utiliza 3 veces por día después de cada cepillado, 2 minutos cada vez durante los periodos en los que la encía permanezca inflamada.

- Si la inflamación está controlada podremos utilizar nuevas fórmulas con menor concentración de clorhexidina para el mantenimiento.

Las visitas al especialista
- La frecuencia con que cada persona ha de visitar al dentista depende de la evolución del caso, de su gravedad inicial, de la predisposición que el paciente presente para mantener una higiene oral correcta, etc.

- La periodontitis es una enfermedad crónica en brotes, es por eso que es tan importante vigilarla tan estrechamente.

- Una persona con buena higiene y ningún tipo de pérdida periodontal, con el fin de mantener sanos estos tejidos, debería hacerse una revisión y una limpieza una vez por año.

Tratamiento de la periodontitis y mantenimiento del paciente periodontal

Inicialmente
- Es de vital importancia la higiene personal.

- Se eliminarán, por el odontólogo la placa y los cálculos que se ven y los que se esconden bajo la encía y todos los factores retentivos.

- Se alisará la raíz dental para dificultar la adhesión de la placa bacteriana.

- Se harán obturaciones, endodoncias y extracciones necesarias.

Reevaluación

Seguidamente
- Extracción de dientes que no se podrán conservar y que estaban dudosos en la fase anterior.

- Tratamiento endodóntico adicional previo a la cirugía, si ésta fuera necesaria.

- Cirugía periodontal en piezas con grandes bolsas que no responden al tratamiento.

- Tratamiento restaurador o protésico definitivo.

Mantenimiento
- Revisiones periódicas, cada 6 meses generalmente.

- Eliminación de placa y cálculo y de aquellos tratamientos que dispongamos necesarios tras la evaluación clínica.

- Hay que tener en cuenta que la periodontitis es una enfermedad crónica.

- No debemos olvidar que es imprescindible seguirla muy de cerca para combatirla eficazmente.

Efectos de los tratamientos básicos periodontales

Limpieza o control de la placa supragingival
El control de placa supragingival profesional junto con el control personal exhaustivo de la misma zona, en bolsas periodontales de 6 o menos milímetros hace que disminuyan significativamente las bacterias patógenas Periodontales infragingivales. En el caso de las bolsas mayores de 6 mm se ha podido observar que este tratamiento no reduce el índice de bacterias patógenas infragingivales disminuyendo de este modo la profundidad de sondaje.

La instrumentación subgingival sin la supragingival
No es efectiva, ya que al no eliminar toda la flora ésta en unos meses se reestablece en la zona subgingival volviendo a retraer la encía y aumentando nuevamente el tamaño de la bolsa.

El control combinado supragingival y subgingival de la placa.
Es lo que se llama terapia Periodontal inicial que acompañada de una terapia de mantenimiento reduce la gingivitis y la pérdida de inserción significativamente. Se reduce la profundidad de las bolsas por un efecto combinado de la recesión gingival y aumento del nivel de inserción clínica.

La cirugía será parte del tratamiento avanzado de la periodontitis. Se practicará en bolsas de más de 6 mm.

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NOTAS MÍNIMAS PARA UNA ARQUEOLOGÍA GRUPAL

Juan Carlos De Brasi

NOTAS MÍNIMAS
PARA UNA
ARQUEOLOGÍA
GRUPAL

Autor:
Juan Carlos De Brasi
32 PÁGS.
4 EUROS; 6 $

"Lo difícil no es comprender que el arte y el epos griego se hallen ligados a ciertas formas del desarrollo social, sino que aún puedan procurarnos goces estéticos y se consideren en ciertos casos como norma y modelo inalcanzables".
MARX

"Dice Vd. también que me alejo del erotismo. Mi próxima obrita (Psicología de las masas y análisis del Yo) le mostrará quizá que, si bien lo hago, no por ello dejo de llevar a Eros en mi viaje".
FREUD

"Sólo cuando nos volvemos con el pensar hacia lo ya
pensado, estamos al servicio de lo por pensar".
HEIDEGGER

A MODO DE PRÓLOGO

INDICIOS

La Editorial Grupo Cero inaugura con este texto la Colección de Ensayo. Una nueva vía para hacer circular, bajo otra modalidad, sus producciones.
Se trata de un ensayo sobre arqueología grupal pero también de notas mínimas (guardemos este término) acerca del asunto.

Enseguida nos podemos interrogar, ¿qué es un ensayo? Y también, ¿es una buena pregunta? Todo indica que no; ya que esto le cabe tanto a un destornillador como a una silla.

Quizás sea mejor comenzar por lo que no es un ensayo. No es un tratado, no es un texto doctrinario, no es un artículo periodístico, no es un estudio, no es un comentario, auque siempre pueda “ensayarse” un comentario acerca de cualquier realización. Tampoco tiene sentido hablar de “ensayo temático”, que remite como el “tema” a una unidad prefigurada y a un sujeto unificado, completo, no dividido. La rúbrica de “ensayo temático” es una contradicción en los términos. Por otro lado un ensayo no es amplio o estrecho, largo o corto.
 

GRUPO CERO
ZARAGOZA
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Tel. 976 25 25 17
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GRUPO CERO
BARCELONA
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Tel. 93 454 89 78
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Ahí está para probarlo el de Pascal, “Ensayo sobre las Cónicas”, que tiene una sola hoja o el “Ensayo sobre el entendimiento Humano” de Locke, que tiene cientos de páginas. Entonces, ¿qué podría ser –ya dejamos el “es”– un ensayo? Quizás un viaje de descubrimiento realizado sobre un camino escritural, sea alfabético, pictórico o musical. Dicho camino no preexiste al acto de su diagrama, de su escritura misma. Está lleno de señales claras y equívocas, de necesarios desvíos y riesgosos despistes, de llanuras que permiten aceleraciones libres y montículos rugosos que retardan la marcha, de ocurrencias logradas y desafortunadas improvisaciones. En una palabra un ensayo podría ser, si así fuese, el ejercicio paradójico de una libertad esclava de sí misma.

Autonomía ética y estética, pero dependencia presente de los intentos y concrecciones pasadas con las que está ligado, más cuando menos lo sabe.

Ahora, con estas puntualizaciones, incursionemos en el ensayo “Notas Mínimas para una Arqueología Grupal”. Notas consignadas, a la manera de un diario de viaje, un borrador conceptual para futuros desarrollos.

Mínimas, porque ese resto (mínimo) falta en todas las variantes de la <grupología>.

Siempre se ha pensado sobre los orígenes de la problemática grupal bajo el registro de un comienzo indiferenciado o de recensiones etimológicas lineales. Uno de los comienzos que señala el ensayo -la democracia ateniense- está totalmente ausente de los enfoques e intereses que caracterizaron a las elaboraciones grupales hasta el momento. Dicha carencia lastima profundamente las posibilidades de conceptualización de los fenómenos, experiencias, modos de conocimiento, etc del “objeto” que se desea estudiar.

Asimismo quedan opacadas y puestas seriamente en duda, las intervenciones y su eficacia social.

Por otro lado ese mínimo alude al pequeño “a”. Aquel “objeto” que fuera causa del deseo de indagar, componer, inventar, se ha vuelto un indeseable, apabullado por el confort intelectual de sus paleo-impulsores.

Las sendas hacia un concepto de grupalidad, que va transitando el ensayo, hacen que se detenga en ciertos claros y subraye algunos asuntos epistémicos, discrimine planos que estaban fusionados –los grupos, lo grupal,
la grupalidad–, esboce un modo más adecuado de preguntar sobre lo que se desea explorar, y otros aspectos que van componiendo el texto y sus obvias e imperceptibles conexiones.

Por último la “arqueología” propuesta no es más que la metáfora de los pasos a dar hacia atrás para saltar mejor.

Como tal nos adelanta el pasado para que siga abierto y fluyente, para hacerlo avanzar desde el futuro.

SIMIENTES. LA RECUPERACIÓN DE LA GRUPALIDAD

Recuperar sonará a hacer presente algo del pasado, evidenciarlo con la fuerza que ha tenido o la potencia que podría lograr. Para otros oídos tendrá variadas connotaciones, aunque en el ámbito del escrito toma un sentido muy preciso. Recuperar no es retomar conceptos, acciones, teorizaciones o experiencias que han transcurrido en tiempos diferentes y, quizás, respondían

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a sus demandas. Por el contrario recuperar lo que se ha hecho, deshecho, constituido, balbuceado o coherentemente formulado sobre la problemática grupal, será poner en perspectiva a la misma. Hacer coactual lo significativo
del pasado para que un futuro distinto –en todas direcciones– sea posible.
Pero no se recupera cualquier cosa ni una totalidad acabada, sino los lapsus, olvidos, las grietas y logros que habitan en las propuestas más firmes, en las provocaciones más inquietantes para su época; así como lo que pendula entre lo pensado e impensado y apartado por inespecífico de las concepciones grupales.

EL TERCERO NECESARIO

Detengámonos brevemente para seguir avanzando, demos un paso atrás para saltar mejor, reiteremos lo que apuntamos para que aflore una diferencia favorable.

Conectar un texto con otro (se trata de "Pensamientos Seminales") es diagramar siempre un tercero desde el cual ambos deben ser validados, convalidados y confrontados. Es decir, la validez de ambos proviene de un "Otro", sin que pertenezca ni a uno ni a otro de los mencionados. Sin embargo no deslicemos una fusión apresurada. Todavía ese "Otro" se encuentra a una prudente distancia –aunque tras los indicios- del que orienta al psicoanálisis. El que bocetamos aquí tiene un sentido epistémico y su utilidad es simplemente la de señalar un rumbo, como el del alumbrado en mitad de la noche. Pero este camino metodológico (propiamente de "methodós", poner en camino) no se concreta andándolo, sino des-andándolo, la única forma de evitar la creencia inefable de que "recorremos senderos individuales", "rutas únicas", "vías personales" y demás restos de humaredas teológicas.

Lo individual, único, personal, privativo, etc, son los velos de las deidades yoicas, las portadoras de mensajes binarios que dicen a los grupos: o se componen de nosotras (individuos, personas, yo es) o no serán. De ahí que
una parte relevante del trabajo consista en analizar las implicaciones teóricas, prácticas, instrumentales –relativas a las intervenciones– o de las creencias sobre las distintas maneras de concebir a los componentes de un grupo. Así como este plano, todos los demás serán correlativamente puestos en cuestión, es decir, impulsados por las "cuestiones" que ellos supieron disparar
con sus formulaciones. Y con esto sugiero que un camino empieza a transitarse cuando uno acepta su trazado, sus carteles indicadores, sus irregularidades y desvíos, sus visiones nocturnas y desvelos, pero sobre todo la admiración de que haya sido construido, muchas veces, en medio de la nada. ¿Adonde hemos llegado? A un pequeño alto desde el cual se ven apenas las certezas que acompañaron las conceptualizaciones grupales en ciertas etapas. Sus aspiraciones a la coherencia (ideal sintactista), sus teoricismos a ultranza, sus idealizaciones de la abstracción como operación científica por excelencia, pues se sostenía que los conceptos eran "abstraídos", o lo que es igual, que eran "extraídos" de la "experiencia", y una larga retahíla de convicciones

GRUPO CERO
ALCALÁ DE HENARES
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comenzaron a ser erosionadas desde los propios quehaceres.
La sorpresa y aturdimiento que provocan los aludes no alentó una nueva labor sobre la cosa, sino una lucha denodada, a menudo patética, sobre los auditorios, cuya capacidad de oír sólo funcionaba cuando las ideas grupales
jugaban algún rol espectacular. Las "producciones grupales" fueron devoradas por los escaparates donde se exponían, ahí se fueron consumiendo, y terminaron –como el Gurdulú de Italo Calvino– adquiriendo la forma de lo visto, siendo escaparates ellas mismas.

PANORÁMICA

Una breve reseña no será un exceso; comportará, más bien, la forma en que una seña retorna para dar cuenta de un estado de cosas. Desde el comienzo de los años cincuenta hasta fines de los setenta asistimos a una eclosión de los asuntos grupales. A partir de los ochenta, de modo abrupto y casi correlativo de la globalización (reducción de los aparatos estatales, dispersión de los mercados, centralización de los registros financieros, exacerbación de la individualidad, etc), las preocupaciones por los fenómenos colectivos, las dimensiones del "socius", los problemas que ya no puede resolver la sociedad civil y los que rondan a los múltiples armados grupales, son absolutamente relegados –cuando no excluidos– de distintos campos profesionales y áreas
disciplinarias que otrora los había elevado hasta el rango de "objetos de estudio".

Del todo proclamado a la nada realizada parece haber sido el itinerario fantasmático, insuficientemente historizado, que recorrió el espectro grupal y sus incontables peripecias. Sin embargo es imposible dejar de señalar una situación paradojal. Mientras la problemática de la grupalidad era, arbitraria y forzadamente, tirada por la borda o sustituida por lamentables improvisaciones en las disciplinas en que "naturalmente" habitaba, otros quehaceres (profesionales, comerciales, empresariales, artísticos, de servicio en sentido amplio, etc) la acogían sin reservas ni prejuicios. Y, como valor agregado, le
daban un valor, rentabilidad y credibilidad que los "años felices" no habían podido consolidar.

Esta especie de semblanza, que no pretende ser un diagnóstico, aunque tenga el tono de un pronóstico demorado, indica que las condiciones están a la mano de quien sepa tomarlas, para traer y retraer –en la apertura de un nuevo compás histórico– la problemática grupal y las complejas realizaciones que florecieron en su suelo nutricio.

LA INDECIDIBLE MATERIA PRIMA Y LA CONGRUENCIA

Colocados esos imprescindibles subrayados, podemos retomar el camino escogido.

Es necesario permanecer en él para avanzar. Decíamos que las certezas previas de las conceptualizaciones sobre los grupos (jamás se transcendieron estos repertorios empíricos) habían quedado apresadas en sus propios

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movimientos de desgaste, minando la capacidad de sorpresa, descubrimiento e invención que alentaron a los magmas iniciales. De modo que tales certezas fueron precipitándose sin que nadie necesitara empujarlas.

El tiempo las había convertido en canto rodado, y, así, se pusieron a rodar alegremente. Ahora bien, ¿eso debería hacernos caer, a la vez, en un griterío nihilista? (¡basta de certezas!, ¡ahoguemos cualquier certidumbre!).

Creo que nos plegaríamos a algo indeseable. Las producciones conceptuales son lentas, cabalgan en largas temporalidades históricas, son renuentes a los bramidos y aullidos; requieren los tonos bajos y medios –según el punto de transmisión–; exigen un intercambio apaciguado, sugerente y sugerido. En general proliferan mejor en un clima de medias palabras que de órdenes de mando. Se dejan trabajar pacientemente y ganan volatilidad frente a un consumo desmesurado. Alimentan de una manera especial, pues no se dejan digerir, sino abordar indirectamente. Es decir, a través de lo que se ha
venido sembrando en campos diversos.

"Ha venido" no equivale a "ha llegado", sino a lo que "arribará" en cuanto –ni un instante antes– lo podamos y deseemos generar. ¿Qué estoy deslizando, ahora, bajo el túnel de la certeza? No, su compulsiva disolución, por otro lado, imposible, ya que con su pérdida surgiría perdido cierto grado de materialidad del pensamiento. Creo que debe ser recuperada como materia prima, que no es "primera" ni "segunda". Por el contrario, una "materia prima" es siempre una oferta, un llamado para que un trabajo potencial sea realizado.

Como oferta está siempre abierta, ofertándose. Si uno desaprovecha la materia prima, ésta queda signada como "la que nunca existió". Es decir, debe ser intuida, escogida, elevada en una labor incesante. Desde este punto de vista, y contra la opinión corriente, toda materia prima es una contra evidencia, un escamoteo de las miradas y capturas veloces.

Como llamado sólo es audible para quien sepa escucharlo, acuda y sacuda el polvo que cubre sus simulacros más sutiles. Desde esta perspectiva su "materialidad" jamás es física o espiritual. Es una compleja trama de tiempos y elaboraciones inacabadas.

Cuando todo esto va ocurriendo una certeza no se vuelve "incierta", ni queda comprendida por una "relación de incertidumbre" –caras inversas y simétricas–

Considerada desde otro ángulo en ella se opera una transformación.

Ha pasado de ser una evidencia a convertirse en algo indecidible, o sea: en un régimen de sentido que no puede ser determinado enteramente desde sí mismo.

Como ya subrayamos lo será desde una serie de sentidos que le otorgará un "Otro" epistémico. Así llegamos a una encrucijada. Como la certeza se ha vuelto indecidible, es preciso, entonces, jugar en cada casillero del tablero con la decisión precisa... de una crítica que la encamine. Ello justifica, tesoneramente, a una y otra.

También dejamos constancia, en su momento, del "ideal sintactista", de la "aspiración a la coherencia" que guiaba a los intentos de conceptualización sobre los grupos.

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Aquí debemos realizar una operación similar a la anterior. Si quitamos a la "coherencia" su voz de mando para ordenar a un discurso científico o al de un saber específico, con qué nos toparíamos. Con lo que toda coherencia provoca y censura, la "incoherencia", su manto oscuro, su cara repudiada, una cierta acechanza de la locura. Aunque no siempre es así. A menudo la coherencia (ese sometimiento del pensamiento a la lógica de oficio) se refugia en lo estrictamente pertinente, entonces, lo incoherente ya no impulsa a ningún delirio, sino incita, nos arroja en brazos de lo impertinente.

Finalmente la condena binaria de la coherencia no es a lo incoherente o impertinente, va más allá, dictaminando lo que debe o no hacerse, según el tramo que estemos recorriendo.

Entonces ella nos muestra una cierta faz de moral civil, montada en la doble cabalgadura del ideal sintactista y de la idealización de los discursos completos, autosatisfactorios.

¿Cuáles serían las "virtudes" de la coherencia, si pareciera que hubiera sido cualificada sólo negativamente? Quizás, dos principales. Una, al igual que su acompañante certeza, la de brindarse como materia prima. Otra, distinta, la de servir de acceso a parajes desconocidos.

Por esos pasos circulará una exigencia distinta para este ir ensayando. No será el de mantener una coherencia expositiva, investigativa o realizativa, sino exponer, indagar, maniobrar la congruencia que se va tejiendo entre los escritos, sus vías de exploración, los pasadizos que los conectan imperceptiblemente, las ramificaciones en cada uno de ellos, las afluencias en aguas comunes, su potabilidad o lo bebible en uno puede ser impotable, improbable, en otro. La congruencia raja, fisura cualquier idealización. Conserva distancia con todo "criterio de verdad", pues la verdad no se resuelve en la manera de "verificarla", sino en el modo de trabajarla.

En una palabra la congruencia es una labor que se va desplegando, corrigiendo, durante su transcurso, no un "modelo de referencia" al cual se tiende y se tiene idealizado.

UN SENDERO EPISTÉMICO

Cercano a nuestro inicio, al subrayar ese "Otro" aliento epistémico, enfatizamos la noción de camino o derrotero.

Derivando por ellos vemos que es necesario marcar algunos ejes conceptuales que pautan a una reconstrucción histórica de la problemática grupal.

Aquí cabe una pregunta que ya se insinúa como propuesta: ¿es análogo hablar de los grupos, lo grupal y la grupalidad? La respuesta no puede ser puntual, cerrada.

Una respuesta definitoria jamás define nada –u ofrece definiciones que es lo mismo–, sólo lastima la pregunta y la capacidad de interrogarse, o sea, de quedarse sin "cuestiones" para ir transitando.

LOS GRUPOS

La conexión entre los tres items es muy compleja y diferenciada. Se observará que de entrada no usamos el término "relación", ni tampoco

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"articulación", pues se trata de una conexión, de una trama nada elemental, relativa o articulada. La conexión evoca, convoca, pone en juego, una complicada y nada evidente materia prima. Además abre muchas perspectivas, solidarias entre sí, sin las cuales el tratamiento particularizado de la grupalidad (orientación y aporte específico de esta meditación) sería una curiosidad más. Por ella es posible recuperar las filiaciones históricas, sociopolíticas, nocionales; captar los bocetos ocurrentes, los trazos inéditos,
las raras producciones conceptuales, los balbuceos experienciales, los relatos impresionistas, las secretas extrapolaciones, las aproximaciones latentes, las confusiones manifiestas, los invalorables hallazgos, y un largo listado, a modo de inventario desigual, que se nos volvería infinito, si no debiera ser en parte olvidado, para ser recordado en otra parte.

Durante nuestra marcha, lo que irá resaltando es que los grupos han sido tratados bajo el espectro de una disciplina regional (a veces de la Psicología Social, otras de la Antropología Cultural o de la Psicología General) muy prolífica e invasiva, llamada "grupología". En el enfoque grupológico los grupos fueron tomados como objetos; objetos del mundo y la vida cotidiana (una hueste siguió los estudios de H. Léfèvre sobre la "vida cotidiana"), objetos de creencias variadas y de sentido común. No es de extrañar, entonces, que la grupología oscilara entre cierta banalidad espectacular, cuando no salvacionista y redentora, y determinados aciertos de tono científico, a menudo cientificista. De este modo la grupología, sin saberlo claramente, quedó capturada –al igual que sus protocolos de intervención– en las dimensiones epistemológicas de los siglos XVII y XVIII.

Bajo esa forma unívoca de la relación sujeto-objeto, verdadero achatamiento de aquellas orientaciones, la postura grupológica atraviesa la mayoría de los discursos grupales desde, aproximadamente, los años cincuenta hasta la fecha. Al volverse las "relaciones" unilaterales y las "articulaciones" elementales –así los elementos fueran tratados como conjuntos, colectivos, y demás– se afianzaba la creencia de que ése era el único tipo de ligazón científicamente atendible, aunque es sabido que no es la única y menos la más enriquecedora.

Por otro lado, al ser los grupos "objeto" de estudio, experimentación, construcción (véase, por ejemplo, el construccionismo analógico de R. Käes o las "formas experienciales" de los gestálticos), etc, seguían siendo "objeto" de una presencia inmediata, así esta presencia fuera el relieve de su estructura o las modalidades de su constitución empírica. O sea: la transparencia y la representación de los fenómenos grupales era –y continua siéndolo– el fin de las formulaciones y formalizaciones sobre los grupos en sus distintas variantes.

Finalmente, para tildar un punto seguido, ¿mis afirmaciones dicen que lo grupal o la grupalidad no han sido intuidas, sospechadas o pensadas por la grupología bajo ningún aspecto, deslizadas en ningún prospecto? Negarlo entrañaría una equivocación y una impostura terribles, pero también lo contrario. Lo capital, una reserva de la que iremos disponiendo, es saber –si aquí tratáramos simplemente de saber– cómo se fueron dando esas impresiones, ese singular olfato, aquel solitario (fue sólo uno, que lleva el nombre de Bión) y genial acierto en lo que toca a ciertos aspectos de nuestra
búsqueda.

Y, además, cómo, bajo qué registros se fueron consignando los descubrimientos o atisbos que pueden servir de pistas para una incitante reconstrucción, siempre figura de un deseo en curso, jamás de un rompecabezas para armar.

En otro lado, próximo, prójimo de éste, decía que se "importaba" lo que realmente interesa para un campo determinado, y no cualquier cosa.

Si lo importante al traer un concepto o una herramienta a nuestra heredad, es que aquí responde, acude a la responsabilidad de una función, es que lo que se importa no es indiferente. Implica una verdadera deferencia hacia lo que se trae, un respeto y reconocimiento de la

dignidad de lo importado. De ahí que la grupología jamás haya estado interesada, no le reportaba ningún "interés", el prestarle importancia a lo grupal o a la grupalidad, tal como lo hubiera requerido un beneficioso régimen de importaciones. Pero tal régimen en este caso, tenía una dificultad extra, lejos de guardias y aduanas, exigía un trabajo extraordinario, minucioso, fatigoso, siempre en vías de realización y no un producto ya fabricado en otros dominios. Pero fue ese tajo, en el sentido de abrir una grieta en la materia y de faena continua, lo que todavía sigue siendo minuciosamente evitado.

Respecto al asunto de los grupos quería sembrar esas pistas para ir retomándolas, en detalle, más adelante.

Sus despistes, recetas y variaciones tecnológicas suman manuales enteros, de corto alcance y precios módicos.

Una acotación. Es obvio que la lengua pone a disposición del usuario, de manera diferencial, los artículos masculino, femenino y neutro, el, la, lo. Bueno, no todas, la francesa, la italiana, por ejemplo, carecen del neutro, lo cual indica lo que en ellas no puede pensarse.

Después, que se los utilice distinta o indistintamente es competencia del ámbito donde circulen.

En un bar a nadie se le ocurriría empezar a discriminar entre el grupo, lo grupal o la grupalidad. Allí uno sería tomado por un pesado, y con razón. Pero aquí no estamos frente a una barra, ni ejerciendo el derecho ciudadano al "cóctel" lingüístico. Tratamos de diseñar un camino de investigación y producción conceptual, relativo a potenciales intervenciones. Por lo tanto estamos situados al costado, a distancia meditativa, de las nociones y sus diversos empleos.

LO GRUPAL

Vayamos ahora, sumariamente, hacia lo grupal.

Ello habla de un paréntesis, de confrontar lo que se ha enunciado sobre los grupos con la medida de lo que allí se había propuesto, presupuesto y pospuesto.

Demasiados "puestos" fueron la vía regia de otros tantos sobreentendidos, es decir, malentendidos. Lo grupal, entonces, al abrir ese paréntesis busca, simultáneamente, trazar su propio plano, forjar sus lemas particulares, sus frases específicas. Una principal es, por ejemplo, "lo grupal no son los grupos". La paciente justificación de esta frase nos va llevando progresivamente a desmontar y evaluar los componentes histórico-típicos que abundaron en las consideraciones grupales (cohesión, interacción de roles, modalidades transferenciales, resistencias al cambio, clasificación de los liderazgos, estatuto de la tarea, función del coordinador, constitución del mito y el código grupales, etc). Pero también nos lleva a pensar la diferencia fundamental que introduce esa especie de acontecimiento blanco, disparado por el neutro lo; radicalmente distinto de un evento cualquiera, sea una fiesta o una riña callejera. A partir de aquél sabemos que el tiempo nos constituye, y que desde el punto de partida somos un acontecer grupal diseminado en nosotros mismos, como lenguaje y gesto, como signatura socio-histórica y singularidad inconsciente, como destino e invención del azar.

Acontecimiento blanco es una huella que detectamos por sus efectos y a la que nunca podemos mostrar como tal. Esto nos catapulta hacia otro lema: "lo grupal no es objeto de ninguna designación". En cambio un evento por más anónimo que sea, presente o ausente, testimonio visual o relato diferido, jamás puede constituirnos, con-formarnos grupalmente. Sólo nos atraviesa dejando
un rastro para la memoria vulgar (retentiva) o el olvido común (desvanecimiento del dato).

¿Qué sugerimos mediante esa distinción entre acontecimiento y evento, atravesamiento y constitución? Una diferencia radical a tener en cuenta. Lo grupal, en cuanto acontecimiento blanco constitutivo favorece una entrada en el pensamiento-lenguaje y las importaciones conceptuales, nocionales, instrumentales, etc, desde otros campos con los que puede o no mantener afinidades.


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Por eso traza sus frases en una lengua determinada, y en ella modela sus consignas. En cambio las realizaciones de grupo –más allá de sus ricas contribuciones– se mueven en el universo de los fenómenos que describen y del momento mítico donde se producen los pasajes del grupo mismo, desde umbrales de cierto grado de indiferenciación a niveles de plena diferenciación, en los cuales ya está logrado como tal.

Como la finalidad, obviamente, es ese logro tanto el pensamiento-lenguaje como la materialidad de la escritura, se convierten en accesorios, suplementos, cuando no innecesario "ornato".

De ahí que sobre los grupos se haya escrito muy poco, aunque se haya garrapateado bastante papel. Así desde lo grupal todo debe volver a pensarse de nuevo, practicarse en sus propios modos de existencia, ligarse de manera inédita con la tradición que avanza desde el futuro. Inventar, como diría Borges, los predecesores.

Más aún, dibujar algunas de las formas en que ellos podrían leernos a nosotros. Prefigurar un género narrativo desconocido. Se trata de conectar, maquinar, afectar, los distintos planos, exponerlos y desplegarlos con todos los aciertos y desaciertos que una "ética de enunciación" nos impone. O sea, es indelegable la libertad de actuar y pensar en la dirección deseada, no detenerse ante lo que nos provoque a transitar por vías impensadas, aún las más lejanas de nuestras apetencias y convicciones.

Pero, simultáneamente, corresponde la obligación de transmitirlas y justificarlas en todas las dimensiones que nos sean solicitadas.

De la estricta observancia de estas reglas de juego surgen los aforismos, esas flechas de pensamiento, "lo grupal no son los grupos", "lo grupal no es objeto de ninguna designación", "lo grupal no responde a una disciplina específica" y tantos otros que han quedado suspendidos en el tiempo de su enunciación.

La ruta es necesariamente crítica, en ella sigue vigente la decisión de andarla sin descanso.

Sin embargo será preciso llegar a un tercer andarivel para que pierda, definitivamente, su leve tono negativo.

LA GRUPALIDAD

La tercera dimensión toca a la grupalidad. Es una modalidad epistémica, una salida de la mera adjetivación, una ruptura de la equivalencia cotidiana de un término por otro y de los usos descontextuados de los grupos por lo grupal, la grupalidad, o viceversa. Al separar la frase de su empleo adjetivo cambia el mismo punto de partida. Se pasa de un campo fenoménico y de un espectro transicional al deslizamiento por una doble banda sin adentro ni afuera. Una pura interioridad sin nada interno, una simple exterioridad que no es externa a nada. Se trata de una autoorganización conceptual, de su necesaria emergencia socio-histórica, que tiende a elaborar lo impensado, y por lo tanto, lo no dicho e imposible de ser procesado en las producciones grupales
anteriores.

Y no porque sean peores o mejores, más o menos explicativas, de tal o cual nivel de consistencia; este tipo de valoración me parece estéril. El asunto es que ellas no están en condiciones de desplegar el horizonte epistémico de la complejidad, la multiplicidad (rebasamiento definitivo de lo "múltiple" –sean modelos, enfoques o dispositivos– que siempre abonó a los fenómenos grupales), la implicación (sustituida constantemente por la "aplicación" de teorías), los procesos de diseminación, las interferencias grupales, los matices de la enunciación, los regímenes de afección, las defusiones (un polo
de investigación del "vínculo"grupal) institucionales, la salida –no el rechazo– del campo representacional y del universo de la transparencia, el desborde de las operaciones técnicas, los devenires del cuerpo ("nadie sabe lo que puede un cuerpo", decía Spinoza), la inclusión instrumental de otros saberes, el ejercicio micropolítico, y otros aspectos que sería tedioso enumerar aquí.
Antes mencionamos, entre las exigencias iniciales para internarnos en la grupalidad, el "horizonte epistémico".

 

¿Qué pretendemos con esta noción? En primer lugar, evitar la creencia apresurada de que vamos a ofrecer un nuevo "marco teórico" o un "esquema conceptual" determinado.

En segundo término, que habría una "técnica" ligada a ellos, y posteriormente autonomizada como una herramienta, que serían los aparatos práctico-tecnológicos de tales marcos o esquemas.

Con esto deseo señalar la dependencia que tiene la relación marco-técnica de una dicotomía previa, de un desvelo sin provecho, el que utiliza la vieja separación –mantenida prejuiciosamente como criterio de verdad– entre teoría y práctica. Tampoco se trata de salvar la cuestión fundiendo ambos conjuntos en la oportuna noción de práctica teórica. El asunto es más complejo.

Resulta que, sin teoría, desaparecería no sólo el "theorós" (una "verdadera participación" en el producto), sino las ciencias mismas y sus ramificadas historias.

Por otro lado la "práctica", que enunciada así ya es una teoría del hacer, no es todavía un quehacer determinado.

Sólo apunta a una serie de condiciones por las cuales una acción es posible. Así queda a resguardo de la "acción por la acción", o sea: de un formalismo como cualquier otro. La articulación, el apetito organizativo, directo entre teoría y práctica representa un esfuerzo trasnochado, donde se toman esos conceptos de manera simplista, deshistorizados, para conectarlos fuera de la trama que les da sentido. Por ejemplo, los de investigación, invención, base institucional, línea arqueológica, matiz ideológico, trabajo escritural, modo de exposición, formas de difusión, imaginario de la recepción, etc.

Finalmente la misma idea de "formulación teórica", es aquí irrelevante. En cambio será destacable la de mapa.

Efectivamente, un "horizonte epistémico" requiere trazar un mapa de los componentes que podrían habitar su territorio o delinear sus fronteras. No está de más recordar que esas eran propuestas de Freud, Marx, y otros cuando se topaban con terrenos desconocidos o insuficientemente explorados. Hacia esa imagen de realización está orientado el "horizonte epistémico".

Epistémico es lo que escapa de la "vigilancia epistemológica" para ensayar sus propios modos de validación, es decir, que sus criterios no le vengan de fuera, sino que sean los que se generan legítimamente durante un acto de trabajo singular.

Horizonte es lo que se aleja de cualquier intento de captura cuanto más nos acercamos lingüística y extralingüísticamente a él. Y como la idea de horizonte es paradojal, sólo podemos ensancharlo al acercarnos. Esa cercanía-lejanía, esa co-pertenencia, por otra parte, es el corazón de lo epistémico que se escucha en el latir de este relato.

UNA PREGUNTA PARA PREGUNTARNOS

Rumbo al tramo final de este trayecto, surge una pregunta que hilvana los pasos anteriores, las pisadas que durante la exposición se han ido difuminando. Pero, ¿qué es una pregunta?, ¿es abarcada por todo aquello encerrado bajo signos de interrogación? Digámoslo sin ambages: en la manera de preguntar, ser preguntado y preguntarse hay una concepción –o al menos una idea– sobre lo que es el pensamiento realizativo. Hablamos de y desde él como forma de abandonar definitivamente el artificio jerárquico y excluyente que se deslizó bajo la separación teoría/práctica. Un pensamiento realizativo
no tiene como función "resolver" problemas. No se guía por la dupla problema-solución, una versión del pensamiento en cuanto reflexión y resignación, ya que el problema desespera por una solución (o sea: no es problemático en sí mismo), y ésta acaba con aquel sin facilitar su despliegue. Pasa lo contrario con la pregunta, cuando no es un mero interrogante, se convierte en la condición esencial de innumerables respuestas, desiguales y variadas entre sí.

Así la pregunta abre a las respuestas, no las deja cerrarse sobre ninguna certidumbre ocasional o duradera. Si diéramos algunos ejemplos canónicos -
¿qué es el hombre? ¿cómo entender el dinero? ¿qué significa pensar?, etc, veríamos como tales preguntas, su permanencia, garantizan el sentido epocal, la pluralidad, el tono y la importancia de las distintas respuestas.


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Así mientras una pregunta hiere la ilusión de unicidad de una respuesta posible a sus interrogantes, una solución tiende a solucionar el problema que se presenta. Y es en ese preciso momento cuando el pensamiento se detiene. Por eso la reflexión, útil y necesaria, sobre un problema y su solución es, realmente, un no-pensamiento.

Nuestra pregunta básica germinará en un campo fértil pero marginado de la cultura posmoderna, esterilizado por un contumaz olvido, una inquietante falta de trabajo y el confort intelectual de sus más inquietos operadores.
La pregunta y su entramado, que marcará la congruencia de los textos, puede resultar extraña a primera vista.

Pero, ¿qué significa "extraña"? En verdad poco y nada, ya que lo extraño, insólito, siniestro (Unheimlich), permanece al acecho en lo más familiar y cotidiano.

Coexiste, e insiste sin sosiego, al lado de nuestra vida diaria. Por ello la palabra "extraña" será extraña al camino tomado para desarrollar éste y otros escritos. Es decir, dejaremos que lo más inédito, ocurrente e inesperado nos sorprenda para disponerlo a nuestro favor, sin que necesitemos otro favor que el que pueda brindarnos el material a procesar.

Con la pregunta ¿qué es la democracia? arranca el trabajo conjunto y con ella, sin una respuesta terminante, finalizará ¿Por qué de ese modo? Porque una sola y única respuesta lastimaría nuestra pregunta y lo que resuena por sus conductos: el responso, la responsabilidad, de desplegar y justificar el campo que posibilita, y que hasta hoy sigue completamente inexplorado, o mejor dicho, ni siquiera sospechado.

Enseguida nos atacará, casi de seguro, un afán relativista, o sea, de poner en relación directa esa pregunta con la de la grupalidad. Inmediatamente sobrevendrá, con certeza, un interrogante, ¿qué conexión tendrá la esencia de la democracia con la concerniente a la grupalidad?

A posteriori, es indudable, trataremos de indagar los múltiples significados de los vocablos democracia y grupalidad a la manera de los diccionarios para
ubicar sus sentidos, usos, etimologías y lugares en que les corresponde situarse pertinentemente. Lo demás resultará ajeno, impertinente, a sus aconteceres. Sin embargo no tardamos en descubrir que los diccionarios no brindan los significados de las palabras, sino dan definiciones nominales sobre las mismas. Por otro lado las etimologías son abstracciones unilaterales y provechosas en esa rama lingüística, pero no prueban nada, son apenas indicios para una construcción conceptual.

Si ésta no se da, son meros adornos para ruidosos diletantes. Obviamente mis consideraciones anteriores no implican ningún rechazo de los diccionarios (hoy sería inimaginable un mundo sin sus prescripciones), sino una ligera observación acerca de la función de esos jueces –magistrados reales y académicos– del lenguaje. Y, básicamente, si ellos introducirían alguna otra cosa que malentendidos en nuestras elucidaciones.

¿Qué es la democracia? implica, en verdad, una extraña pregunta. De ahí su atractivo. Es imposible reducirla al terreno político. Es improbable comprenderla en una teoría del estado o del estado de la socialidad actual. No
cabe en una concepción de las instituciones o de las acciones humanas. Resta ignorada cuando se la atribuye a un comportamiento determinado. En las reflexiones grupales ha sido mencionada al pasar (a propósito de las funciones de liderazgo), de paso olvidada, como si fuera un gesto a tener en cuenta y nada más. Pero ¿qué es la democracia? como pregunta fundamental de la grupalidad, es decir, inmanente a sus preocupaciones, no le viene de fuera, puesto que desde ella las nociones de dentro/fuera, interno/externo, viejo/nuevo, antiguo/moderno, etc, quedan severamente cuestionadas. De ahí
que pensemos la nueva problemática de la grupalidad en copertenencia con lo que los antiguos griegos produjeron como democracia. Aquí, allá, fuera de toda analogía, semejanza u homología, subrayamos que de modo inigualable y único, en la gestación de la democracia ateniense se da el punto de partida histórico y conceptualde la problemática grupal. Claro que esto hace variar todo radicalmente, en el sentido de hacer aparecer las raíces en medio del follaje coloreado por los grupos.

Al pensar lo impensado de la democracia más clásica de la que tenemos noticia, qué ocurre. Lo siguiente: en primer lugar que sus creaciones más singulares han desaparecido o están apenas insinuadas en las democracias presentes o ausentes de tan mencionadas y tan poco ejercidas. En segundo término, valiéndome de una dimensión ejemplar, los griegos no tenían una palabra para nombrar al estado. Por eso "kratos", componente básico de la "demos" –y ambos de la democracia– no significa ni "gobierno" ni "estado", sino "pura fuerza".

De ahí que la democracia no fuera, en absoluto, una "cuestión de estado". ¿Entonces de qué y de quiénes? Por esta rendija se cuela un tercer asunto, el más importante. La democracia griega y la relevancia de la "pura fuerza" ("kratos" ajeno a cualquier idea de violencia o imposición forzosa) eran la muestra singular de un acto históricamente inédito, o sea: la democracia y sus distintas formas de socialidad existían a medida que se las producía. Caso contrario se convertían en una leyenda, un relato sujeto a un punto de vista narrativo, no al de la "pura fuerza" práctica de consolidación. Y no es que unos y otros se excluyeran, sino que no podían sustituirse y menos confundirse. Respondimos, brevemente, al "qué". Pero, ¿materia de quiénes era la instauración de esa pura fuerza?

De aquellos que la creaban simultáneamente con su funcionamiento. Así la democracia no era un asunto de "expertos", ni de "representantes". La democracia griega era una profunda crítica en acto de la equívoca noción de "representación", de la que deberíamos ocuparnos, in extenso, en otro momento.

Al ir desentrañando las instancias y matices que van componiendo esa sorprendente producción de socialidad que caracterizaba a la democracia griega, caeremos en el mismo vórtice donde se funda la grupalidad.

Según estimo aquella debería ser el punto de arranque de una arqueología grupal, plegada en nuestro presente, a desplegar en un por-venir que ya golpea sobre nosotros; así como de los desarrollos conceptuales e instrumentales
que hablan de formas de intervención diferentes, ante todo, porque un modo de pensamiento diferente está en camino, encaminado por otros devenires.
Antes de terminar, una alusión sin referente preciso.

Alguien dirá, ¿esta propuesta no es un poco anacrónica? En cierto sentido sí, ya que pone el tiempo crítico a destiempo, sujeto a las desviaciones que propone el mismo campo de investigación y el impulso necesario a un caminar aletargado. Alguien más añadirá ¿qué tiene que ver la parición de la socialidad griega con la grupalidad?

Y lleva algo de razón, ya que no hay nada que "ver". Todo está ahí para ser pensado nuevamente, sin que ello sea una "novedad", sino la interminable materia prima de un sueño eterno, es decir, preso de la mayor cantidad de tiempos imaginables. Todavía un agregado, ya que a ese "alguien" se la agregaron otros "alguien".

¿Alguien vio alguna vez a una ratita hablar con un amigo, leer un poema o escribir una epístola?

Evidentemente no. Sin embargo "alguien" no deja de creer que sobre el aprendizaje de las ratitas en el laboratorio puede avanzarse a pasos agigantados en el aprendizaje y el comportamiento humanos.

¿Sería descabellado darle el mismo estatuto al invento de los griegos clásicos que al atolondrado correr de las ratitas por un pasadizo experimental?
Cerca del comienzo decía que las condiciones están a la mano de quién sepa tomarlas para traer y retraer la problemática grupal y sus complejas realizaciones. Me gustaría acotar que en ese volver a traer, en ese inédito
"paso atrás", hacia la "grieguería", es donde anida la posibilidad de un salto inconciente. Quizá, la impensada posibilidad de un re-nacimiento que el milenio ya nos está exigiendo de manera persistente y silenciosa. Quizás, en intentar responder a ese llamado, resida gran parte del futuro saber sobre los grupos. Este y no cualquier otro, parece ser el desafío.


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