ÍNDICE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Nº 76

1974- 2004
30 AÑOS DE LA EDITORIAL GRUPO CERO
LA MUJER, EL TRABAJO Y LA POESÍA
POR CARMEN SALAMANCA GALLEGO PSICOANÁLISIS DEL ARTE
EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD INCONSCIENTE PSICOANÁLISIS PARA TODOS
SEMINARIO SIGMUND FREUD ENAMORADOS DEL AMOR
RECOMENDAMOS LA LECTURA DE: FREUD Y LACAN HABLADOS I ORTODONCIA I
XII CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO CLÍNICA DENTAL GRUPO CERO
LO REAL EN EL SEXO DEL AMOR INDIOS GRISES - EL ARTISTA CREADOR LLEGA A ESPAÑA

Por Carmen Salamanca Gallego
Gerente de la Editorial Grupo Cero

Corría mayo de 1995, el profesor De Brasi me miraba con curiosidad.

Le había pedido, por favor, que viniera a Ferraz, con relativa urgencia. Necesitaba su opinión, aséptica y certera, respecto a un asunto que me atormentaba y que sabía vital para mi supervivencia.

Así que no anduve con rodeos:

- Mira, llevo trabajando con Menassa casi cuatro años y no doy más. Todos los días se le ocurren un montón de ideas diferentes y, algunas, las pone en marcha y luego se da cuenta de que no funcionan y lo abandonamos todo. Dime, De Brasi, ¿esto va a ser así siempre o va a llegar un momento donde elijamos algo y se acabe la zozobra?

Él se tomó un tiempo y, después, con voz suave y pausada, dijo:

-Bueno, mirá... Menassa es un pensamiento que se desarrolla en la acción, ¿viste? y ésta es la que corresponde a ese pensamiento. Para mí fue muy importante, realmente le estaba preguntando cómo tenía que seguir. Ahí entendí que Menassa piensa haciendo.

Y eso me tranquilizó.

Mi primer contacto con el Grupo Cero fue en julio de 1988, en el Congreso Psicoanálisis y Psicosis. Mi amiga de la infancia, trabajaba en el Ayuntamiento de Madrid y uno de sus compañeros, estudiaba en la Escuela y nos invitó a participar. Allí surgió la propuesta: "¿Por qué no os anotáis al Seminario Sigmund Freud? Empieza en noviembre."

Rosa era psicóloga, yo abandoné la carrera en 2º. Me desilusionó enseguida porque me parecía que, lo que enseñaban, no tenía ninguna relación con el psiquismo humano, no ya que se quedaran en la superficie sino que reducían al sujeto a operaciones estadísticas, todo era calculable y predecible. Yo buscaba algo más, me negaba a aceptar que sólo existiera esa realidad: lo evidente, lo consciente inamovible. Si era así, ya me lo sabía. Así que la idea de estudiar el Seminario Sigmund Freud me vino de maravilla.

La entrevista preliminar en la Escuela, fue el comienzo de una larga relación con ese sorprendente fenómeno que es el acto fallido.

Tras los datos de rutina, me preguntaron si conocía al Dr. Menassa, a lo que respondí con naturalidad: -Sí, claro, ¡si vive en mi casa!

La mirada del entrevistador, entre la sorpresa y la gravedad, me devolvió la frase y, muerta de vergüenza, comprobé que la tierra nunca le traga a uno cuando hace falta.
Y es que dos años antes, en junio del 87, tuve la oportunidad de comprar lo que, con el tiempo, sería mi hogar y que, sin yo saberlo, se encontraba en el mismo edificio donde Amelia Díez y Menassa compartían consulta. Me acababa de enterar de tamaña "coincidencia" y, parece ser, quería comunicársela a todo el mundo.

El día en que se inauguraba el seminario, Menassa dio la conferencia de apertura y recuerdo que sacó el paquete de tabaco y, mirando al auditorio, dijo: "Este cigarrillo no me va a matar, otro quizá, pero éste no."

En 1991 se celebraba en Madrid el 3º Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis, en la Junta Municipal de Moncloa. Era el momento de jugarse y, sin darme mucha cuenta, lo hice. Yo trabajaba en turismo, así que me encargaron los billetes de avión para los invitados de Buenos Aires. El importe era de unas 500.000 pesetas, una cantidad fuerte para el Grupo Cero, en aquel momento, y pidió fraccionar el pago en 5 meses. Era algo inusual en la agencia de viajes y fue denegada la propuesta. Yo me sentía responsable de aquellos pasajes, así que no dije nada, conseguí el dinero, prestado por un amigo, y pagué los billetes. Todo arreglado.

Con la tranquilidad del deber cumplido, me tomé una semana de vacaciones para asistir al congreso y hacer las fotografías oficiales.

Era todo un privilegio estar en contacto directo con la élite. Unos meses después, el 28 de diciembre del 91 (día de los Santos Inocentes), me iba de fin de semana y, todavía en Madrid, tuve un pequeño accidente automovilístico. Yo tenía preferencia, pero me embistió un coche que se había saltado el stop. Ocurrió en el cruce de las calles "La corte del faraón" y "Menasalvas". El resultado: una fisura en el quinto metatarsiano del pie derecho.

Estuve de baja laboral, escayolada hasta la rodilla, dos meses y pico porque el hueso no cerraba. Una radiografía tras otra y la fisura seguía tan definida como el primer día. Llegó un momento en que me di cuenta de que era yo quien no quería cerrar aquel episodio, no quería volver a la agencia de viajes. Esa grieta suponía una
interrupción en mi vida y estaba decidida a aprovecharla. Amelia era mi psicoanalista en aquella época, así que subí a hablar con ella porque Menassa había dicho unos días antes que, quizá, El Indio del Jarama necesitaría una secretaria. Era mi oportunidad.
-Mira, no quiero volver a la agencia de viajes, yo quiero trabajar
como secretaria de El Indio del Jarama.

MADRID
SEMINARIO SIGMUND FREUD

Director de la Escuela de Psicoanálisis
y Poesía Grupo Cero
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20 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUPO CERO
XII CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
"No podemos terminar con el alma, sólo podemos curarla"

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA: 
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO


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Yo apenas conocía el funcionamiento de la Escuela (aunque, a juzgar por los resultados, debía saberlo muy bien). Quiero decir que, al día siguiente, en el grupo que teníamos con Menassa, sin previo aviso, me dijo:

-Así que usted quiere trabajar para la revista... Bueno, El Indio del Jarama, aún, no puede pagar una secretaria... pero yo sí. Acepté inmediatamente. Acordamos cien mil pesetas al mes, yo contaba con conseguir el paro, pero no pude arreglarlo, y mi recién estrenado jefe tuvo que subirme el sueldo enseguida. Así empecé a trabajar como secretaria privada de Menassa, a primeros de febrero del 92.

Unos días después, el 22 de febrero, había grupo de Lacan en Arganda, como todos los sábados. Alas 9 de la mañana, pasábamos con Amelia a recoger a Menassa y, cuando llegamos a su casa, Olga nos dijo que algo no iba bien. En esa época estaba muy delgado y, cuando le llevamos al centro de salud del pueblo, apenas podía respirar, totalmente pálido y un poco asustado. Tenía un neumotórax.

Rápidamente pidieron una ambulancia para trasladarlo al hospital más cercano: a 30 km., en Madrid y por una carretera nacional permanentemente saturada, con un solo carril.

Cuando, al fin, apareció en el Marañón serían como las 12 de la mañana. Menassa cuenta que no se murió en el trayecto porque empezó a repasar a toda la gente que dejaría "huérfana" y la lista era enorme, así que le dio tiempo a llegar vivo al hospital y aún no había terminado.

A mí, la situación me parecía de lo más loca: No hacía ni un mes que me lo había jugado todo a una carta, dejando un empleo seguro por esta aventura y, de repente, Menassa, mi nuevo jefe, estaba a punto de morirse... Era demasiado absurdo, yo no podía tener tan mala suerte, así que decidí que eso no iba a ocurrir y esa idea me salvó: Esta vez, Menassa no se va a morir.

Durante los casi dos meses que estuvo ingresado (hasta el 17 de abril), ocurrió de todo. Como en casi todos los hospitales del estado, sólo estaba permitido el acompañamiento nocturno por un familiar a los enfermos graves y por tiempo muy limitado. Como era de esperar, al segundo o tercer día, nos cambiaron el pase de 24 horas inicial por otro con el horario normal de visitas, es decir, apenas unas horas y sólo de día. Así que ésa fue mi primera tarea oficial, como secretaria privada, hablar con el jefe de planta. Era un hombre como de 60 años, se movía con autoridad y firmeza, parecía acostumbrado a que cumplieran sus órdenes sin rechistar.

-Mire usted, el Doctor Menassa, además de médico, es un escritor importante, un poeta, y necesita estar en contacto con los suyos.

¿Sería posible obtener un pase que cubriera las noches?

-No, no se puede de ninguna manera. Ni con recomendación se lo
voy a dar.

Sin darse cuenta, me estaba dando la solución. No consulté a nadie, hice algunas llamadas telefónicas y, a las dos horas, teníamos el pase en la mano. A juzgar por el revuelo que levantó y lo rápido que corrió la noticia, parece que conseguimos algo imposible.

Con el tiempo comprobaría que Menassa siempre produce esos efectos: nada más llegar, por un motivo u otro, todo el mundo se entera de su presencia. Produce no-indiferencia, es decir, diferencia.


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EL SENTIMIENTO
DE CULPABILIDAD
INCONSCIENTE

Los niños padecen de una culpa y una angustia antes del complejo de castración, que nada tiene que ver con el sentimiento de culpabilidad inconsciente y con la angustia de castración. Una culpa y una angustia antes de encontrar una respuesta a su pregunta ¿de dónde vienen los niños? ¿de dónde viene él mismo? antes de saber, antes de poder simbolizar que hay padre y que hay madre, pero es una angustia y una culpa cuya fuente es su relación con la madre, esa relación de la cual el niño depende en su totalidad de niño, y donde saberse amado por ella hace desaparecer todo peligro, todo lo contrario a cuando ella se aleja de él o se siente rechazado, momentos estos que son vividos por el niño como de extremo peligro, temiendo que ese ser todopoderoso que es para él su madre, ahora sea un enemigo, ahora quiera devorarlo o algo peor.

Podemos observar que son padecimientos frente a la autoridad exterior, son angustias ante un peligro exterior.

Después del complejo de castración, cuando el niño comienza sus primeros pasos en la simbolización de la diferencia sexual, que lo introducirá en la cadena de deseantes, aquellos cuya causa es la ley de interdicción del incesto, lo primero que simboliza es que hay quien tiene falo y hay quien no tiene falo, lo cual produce un impasse en su investigación sexual, que tras una etapa de latencia proseguirá durante la metamorfosis de la pubertad, donde va a averiguar que hay hombre y hay mujer, y la pregunta ¿qué es un padre? se transformará en ¿qué es ser un padre?

Es en función de estructurarnos como un lenguaje que accedemos al orden simbólico, donde podemos ejercer la función simbólica.

Después del complejo de castración el sentimiento de culpabilidad es inconsciente, sólo sabemos por sus efectos, así decimos que hay actos delictivos por sentimiento de culpabilidad, que hay enfermedades cuya fuente es el sentimiento de culpabilidad, que si el sujeto no sabe arreglárselas con la culpa acabará identificado como enfermo, como delincuente, como drogadicto, viéndose conducido a esa condena.

El ser humano vive en un malestar constante, se sabe caduco y poco probable, su propia temporalidad le impele inexorablemente hacia adelante.

Las leyes del psiquismo nos permiten observar, gracias al trabajo de Freud, que el malestar del sujeto no proviene de la cultura sino del sentimiento de culpabilidad.

Lo primero que Freud distingue es el sentimiento de culpabilidad inconsciente y el sentimiento de culpabilidad consciente, situándolos en niveles de implicación del sujeto muy diferentes.

El sentimiento de culpabilidad inconsciente se expresa como necesidad inconsciente de castigo: el delincuente que vive como castigo declararse delincuente y no siente culpa por el hecho del delito, el enfermo que está tranquilo en su enfermedad porque vive la enfermedad como un castigo, etc.

Freud sitúa este sentimiento como efecto de la relación del yo con el superyó, aumentando la culpa cuanto más exclusiva sea la relación con el superyó, estableciéndose una relación erótica entre un yo en posición masoquista y un superyó en posición sádica.

El superyó es el heredero de las identificaciones a los padres después de haber sido elegidos como objetos amorosos, antes la autoridad exterior era el amor de los padres ahora esa autoridad es el superyó. Antes hacía todo para que sus padres le amaran o por miedo a que le dejaran de amar, ahora le pasa lo mismo pero frente al superyó, estableciendo una relación erótica con el superyó.

Como si no pudiera pasar de la familia al mundo, de los padres a los maestros, pues si acepta la existencia de los maestros sus padres pasarán al rango de primeros maestros.

El sentimiento de culpabilidad se expresa como malestar, un descontento que, en general, atribuimos a otras motivaciones.

El sentimiento de culpabilidad es lo que la religión llama “pecado”, y promete librar al ser humano de él.

Diferenciar superyó, conciencia moral, sentimiento de culpabilidad, necesidad de castigo, remordimiento, nos permitirá darnos cuenta que son términos que se relacionan con la misma situación, pero denotan distintos aspectos de ésta.

El SUPERYÓ es una instancia psíquica, pertenece a la estructuración del psiquismo humano.

La CONCIENCIA MORAL es una función del superyó.

El SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD donde la severidad del superyó equivale al rigor de la conciencia moral.

La NECESIDAD DE CASTIGO: manifestaciones del masoquismo del yo bajo las influencias del superyó, establecimiento de un vínculo amoroso del yo con el superyó, en una rivalidad con él casi fraterna.

No se puede hablar de conciencia moral antes del superyó efecto de la disolución del complejo de Edipo.

El sentimiento de culpabilidad consciente existe antes que el superyó, y en consecuencia, antes que la conciencia moral.

Podemos decir que esta culpa consciente es la experiencia directa del temor ante la autoridad exterior, conflicto entre la exigencia social y su tendencia a la satisfacción, cuya inhibición engendra la agresividad.
 


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El REMORDIMIENTO: reacción especial del sentimiento de culpabilidad.
Es en sí mismo un castigo, y puede abarcar toda la necesidad de castigo.

El sueño de castigo o punitivo nos dice Freud habla de que goza de impunidad para desear lo punible.

El sentimiento de culpabilidad puede proceder de un acto de violencia efectivamente realizado como de uno simplemente intencionado, pero mientras el sentimiento de culpa emanado del remordimiento por la mala acción, siempre es consciente, el intencionado, el derivado de un impulso nocivo permanece inconsciente.

Cuando un impulso pulsional cae bajo represión, sus elementos libidinales se transforman en síntomas y sus componentes agresivos
en sentimiento de culpabilidad.

El síntoma es en primer lugar un castigo, algo se satisface ahí, su fuente es el sentimiento de culpabilidad inconsciente, el sujeto ahora está enfermo pero se encuentra satisfecho: ya no tiene culpa.

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
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PSICOANÁLISIS Y MEDICINA

¿Quién será el juez acerca de la cientificidad del psicoanálisis, o bien, acerca de la eficacia terapéutica de su método y su técnica?

¿Es el psicoanálisis una rama de la medicina, o es una filosofía total que experimenta sobre el paciente neurótico nuevos métodos terapéuticos frutos de la medicina?

Me resultaría fácil y cómodo ponerme de acuerdo con alguna de estas dos tendencias acerca del problema, con lo cual conseguiría que por lo menos los médicos o bien los psicoanalistas estuvieran de mi parte. Si me animara podría opinar como opinan los médicos: que no hay nada del campo médico en lo cual pueda entrometerse el psicoanálisis, que por otro lado no reúne las condiciones de objetividad que proporciona una garantía apropiada al tratamiento y/o a la curación de las enfermedades que padece el ser humano actual.

Y, por otro lado, he visto en Madrid gritar a los psicoanalistas por la calle que nada tenían que ver con la medicina, que en realidad la medicina que toca el psicoanálisis -yo mismo lo he dicho- era la mancha que el psicoanálisis arrastraba desde su fundación, en tanto había nacido para curar, y que después, al transformarse en una
teoría científica, padecía aún de aquella mácula. ¿Qué psicoanalista actualmente, a pesar de las pretensiones teóricas del psicoanálisis, no quiere curar cuando trabaja, no tiene ambiciones de curar cuando practica el psicoanálisis?

Esta ambición de curar sería para el mismo psicoanálisis un defecto del psicoanalista.
Freud mismo nos dice en sus escritos de la fundación, previos a la escritura de La interpretación de los sueños -donde por primera vez se pone un límite teórico a la palabra inconsciente fundándola como concepto-, que en su práctica médica cotidiana sólo sentía tranquilidad cuando alguien le contaba un sueño, es decir, cuando el paciente se dignaba a hablarle de algo que podía entender por conocer su modo de producción. La medicina nunca comprendió y no comprende actualmente al paciente neurótico, al paciente nervioso. En los ambulatorios de Madrid, el 50% de los pacientes
están desatendidos médicamente porque concurren con padecimientos de enfermedades llamadas mentales, y los ambulatorios, a pesar de ser un servicio médico, no tienen asistencia médica específica para este tipo de enfermedades.

Pacientes que no solamente están desatendidos porque no encuentran el especialista apropiado, sino también porque cuando se los trata son utilizados como cobayos de experimentación de nuevas técnicas, de nuevos procedimientos, habiendo, según el psicoanálisis y no la medicina, una teoría científica que daría cuenta del proceso de producción de la enfermedad nerviosa, y por lo tanto del proceso terapéutico, que haría posible su transformación en el sentido de una curación.

Sin embargo, existiendo esta teoría científica, la medicina experimenta sobre el paciente neurótico nuevos métodos terapéuticos frustros, en tanto ninguno de ellos tiene en cuenta el descubrimiento psicoanalítico que hace posible ingresar en este campo “tan misterioso” de las neurosis. La enigmática histeria -diría Freud- propone,
en su modo de mostrarse, un desvío en el pensamiento médico y psicológico de la época, que es nuestra época, porque 100 años, 80 años, es muy poco tiempo para una ciencia. La física de Galileo tardó 2.000 años en utilizar las magnitudes geométricas,
fórmula abstracta, vacía, con la que por fin podrá producir la fórmula de la velocidad. Es decir, la física tarda dos mil años en tomar un instrumento de conocimiento, algo que las matemáticas utilizaban dos mil años antes. Ochenta años, entonces, para una ciencia, es el tiempo del nacimiento de la ciencia. Estamos viendo nacer una ciencia, estamos viendo abrirse un nuevo continente, así como se abrieron las matemáticas, la física, ahora vemos abrirse ante nosotros un nuevo continente, que es el continente de los procesos inconscientes.

Este modo de presentarse de la histeria hace suponer a Freud que hay una energía afectiva -y esto es la primera vez que se pensaba en el contexto de la medicina y de la psicología- capaz de derivarse, al no encontrar el modo apropiado de descarga, en una inervación somática y producir una transformación en el cuerpo biológico. Y aquí donde todavía no estamos en el inicio del psicoanálisis, sino en su tiempo precientífico previo a La interpretación de los sueños, ya Freud comete la gran injuria para el pensamiento médico y psicológico, ya que atribuye a la afectividad, a los sentimientos, la capacidad de enfermar el organismo.


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¿Quién podrá ejercer esta disciplina, entonces, como nueva medicina?
¿Quién es el que está formado para ejercerla?
¿Dónde se transmite la experiencia que permitirá curar enfermedades
que todavía no fueron concebidas por la medicina como tales?

Si prestamos atención, veremos que muchas veces frente a una histérica, antes de pensar que está enferma, pensamos que finge, que es una mentirosa. Aún hoy el síntoma histérico es mal visto, como si no fuera una enfermedad sino un vicio o un capricho.

Primero se pensaba que eran las afecciones orgánicas las que producían los síntomas histéricos.

¿A quién se le hubiera ocurrido pensar que esta leve afonía que padezco hoy tiene que ver con esta exposición que estoy dando? Eso solamente se le hubiera ocurrido a Freud.

¿A quién se le hubiera ocurrido pensar que el amor que tenía Elizabeth por su cuñado, que ese afecto, esa sensación de ternura que ella sentía por ese hombre, al ser reprimido, al no ser reconocido como amor, al no ser reconocido como afecto, iría provocando cuantiosos síntomas con los cuales Elizabeth acude a la consulta de Freud?

Psicoanálisis, medicina, como había dicho, no para ponerme de parte de unos o de otros sino para comenzar el diálogo. Hay enfermedades que normalmente son crónicas para la medicina y que para el psicoanálisis se transformarían en enfermedades agudas.

Por ejemplo: la úlcera comienza cuando uno es muy jovencito con una especie de gastritis, una especie de avidez, de rabia por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, una especie de impotencia para hacer aquello que nos es encomendado por los otros, primero por nuestros padres, después por nuestra mujer, después por nuestro jefe en el banco. Ya para entonces, en el banco, la gastritis se ha transformado en una pequeña ulcerita, y una pequeña ulcerita quiere decir una pérdida de sustancia. A nadie se le ocurriría cortarse un dedo, o mejor dicho a Van Gogh se le ocurrió cortarse la oreja y todos ustedes pensaron que estaba loco. Sin embargo hay millones de personas que son capaces de cortarse un poquito de estómago y nadie piensa que ellos están locos. Pero está tan loco aquel que se quita un pedacito de estómago, como el que se corta un dedo o que se corta la oreja como Van Gogh. La ventaja fue para Van Gogh porque además pintaba.

Llevado por este dilema, Freud que estaba tratando de hacer entender que el psicoanálisis era una disciplina científica, escribe en el año 1926, precisamente el título de esta charla.

De Freud voy a tomar la definición de curandero, haciéndole de paso una crítica a Bunge.

“Curandero es quien emprende un tratamiento sin los conocimientos y la capacidad indispensables para llevarlo a cabo.”

Digo que de paso le hacemos una crítica a Bunge porque Bunge trata al psicoanálisis sin poseer los conocimientos y la capacidad indispensables para llevarlo a cabo, porque para poder leer el psicoanálisis hay que comprender que el psicoanálisis, cuando se funda como disciplina científica, funda además una nueva filosofía de la producción del conocimiento científico. Quiero decir que si no poseo los instrumentos que el psicoanálisis me da en su producción, no puedo leer el psicoanálisis. Por lo tanto, Bunge es un curandero porque emprende un tratamiento -la lectura de la disciplina psicoanalítica- sin poseer los conocimientos y la capacidad indispensables para llevar a cabo este tratamiento que sólo puede ofrecer la teoría psicoanalítica. Cuando egresé de la Facultad de Medicina estaba preparado, como bien dice el diploma, para todo lo que se refiera a la clínica y a la cirugía, tanto que se me nombra aquí en España licenciado en esos temas. Entonces, soy licenciado de algo que se me va a escapar de las manos, ya que el 30% de los casos quirúrgicos en realidad se resuelven en la interpretación de las situaciones de relaciones sociales o intersubjetivas que el sujeto padece.

Y ahora atento verdaderamente contra la medicina cuado digo que, de las llamadas enfermedades clínicas, son psicosomáticas el 83% de las enfermedades de la piel, el 93,8% de las enfermedades ginecológicas, el 50% de los infartos de miocardio, el 100% de las asmas bronquiales, el 100% de las úlceras gástricas, el 100% de los dolores de cabeza, los dolores musculares, las impotencias genitales, la frigidez, los mareos matinales, la sensación de náusea matinal o nocturna según las estaciones, las alergias, la obesidad y ciertos tipos de cánceres.

Entonces, medicina y psicoanálisis, es una manera de llamarnos la atención acerca de nuestra ignorancia. Medicina y psicoanálisis para llamarnos la atención acerca del bombardeo de medicamentos a los cuales todos estamos acostumbrados, tanto los pacientes clínicos como los llamados pacientes psiquiátricos: una pastilla para que no deliren, como si todo el mundo hablara correctamente –porque delirar es una manera diferente de hablar–. No todo el mundo habla correctamente, pero no a todo el mundo se le dice que está loco, que está delirando.

Si uno delira, que es hablar de una manera diferente, nadie quiere escuchar lo que dice y además le llaman a uno delirante. Entonces, una pastillita para no delirar. Como la pastillita para no delirar tiene que ser tan fuerte, más fuerte que los modelos ideológicos que no pudieron impedir el delirio, hay que darle otra pastillita para que pueda caminar, porque las pastillitas para el delirio, normalmente no solamente aplacan el delirio sino que aplacan las ganas de caminar, es decir, las ganas de vivir. Entonces, una pastillita para aplacar el delirio, otra pastillita para poder caminar.

La mayoría de las pastillas para el delirio producen una especie de temblor, entonces hay que dar una tercera pastillita para el temblor, porque si no el paciente se asusta porque ya no delira pero ahora tiembla y no puede caminar. Entonces, no le conviene de ninguna manera la sanidad que le proponen, ¿a qué loco le conviene esa sanidad? Por lo tanto, volverá al neuropsiquiátrico o a la clínica, volverá loco porque la sanidad que le proponen es una sanidad donde tiene miedo todo el día porque tiembla y no puede caminar. Entonces, el loco prefiere su delirio que no solamente le hace caminar, le hace volar, le hace conocer regiones escondidas, regiones ignotas.

Entonces, habrá que proponerle al paciente, está claro, algo que la medicina no tiene para proponer, que es otra mirada, otra visión sobre la problemática que lo aísla volviéndole loco. La medicina no tiene otra visión, la medicina lo que tiene son medicamentos para curar enfermedades que entran dentro del capítulo de enfermedades.

Curandero es quien emprende un tratamiento sin poseer los conocimientos y la capacidad indispensable para llevarlo a cabo.

Los licenciados en psicología, al aprobar la última materia, no están capacitados para entrar en el mundo del inconsciente y si lo hacen son curanderos si todavía no cumplen con los requisitos de ser psicoanalistas, requisitos que hasta el mismo Freud dudaba en dar y que hoy intentaré hacerlo,no sé si para conseguir algo o para que ustedes tengan la cuestión de cómo es la formación en esta disciplina que escapa al campo de la medicina, que escapa al campo de la psicología, pero que tiene que ver tanto con una como con otra.

En tanto a la medicina le propone que el cuerpo no es el rey de ese universo en el que ella entonces acontece, sino que ahora hay una reina que comparte estos halagos: la psiquis, el alma, que no solamente sirve para que tengamos culpa, sino que es capaz de provocar con sus vicisitudes transformaciones de lo que reina, es decir, de nuestro propio cuerpo.

Les recomiendo leer un trabajo de Freud muy interesante que se llama Psicoterapia por el Espíritu, donde dice que la muerte acontece por los mismos mecanismos por los cuales acontecen las náuseas matinales. Que morir también es un deseo, que los animales mueren cuando les toca, que a los animales se les detiene el corazón; a los hombres se les detiene el deseo, lo que se cierra no son los ojos, es el deseo de mirar el que se agota. No es el corazón el que se para, no estalla el corazón en el infarto, lo que acaba de estallar es un deseo, un sentimiento.

Continuadores en este sentido, del gran paso que da Freud hacia una medicina más humana, han hecho investigaciones que les llevaron a determinar que el organismo tiene dos maneras de enfermarse en el proceso de intersubjetividad o en el proceso psicológico de la enfermedad: una de esas maneras es una manera neurológica de enfermarse que se llama organoneurosis por ocurrir en los órganos, como la úlcera, la gastritis, y otra es una manera loca de enfermarse, una manera psicótica, la úlcera que después se perfora y sangra perdiendo sustancia, o el cáncer que reemplaza con un tejido novedoso para el organismo (el tejido canceroso), un tejido atípico, un cuerpo extraño como el pensamiento que lo vuelve loco, una célula como un pensamiento extraño a nuestros pensamientos
cotidianos; un amor desfachatado, un amor rebelde, un amor que ocurre donde no tiene que ocurrir, un deseo extraño. Una perversidad de mi ser que se hace célula distinta, atípica, perversa, comparada con el resto de las células.

Estos procesos psicóticos que se dan en el organismo determinan destrucción de tejido, pérdida de tejido, construcción de tejido extraño, ideas delirantes extrañas a la personalidad del sujeto.

Elizabeth, Lucy, Catalina, le decían a Freud: es más fuerte que yo doctor, es algo que no controlo. Como el crecimiento atípico del cáncer o de las enfermedades del colágeno que se producen por una especie de choque antígeno anticuerpo, por un desconocimiento celular, por algo extraño que ocurre. Enfermedades que producen desde deformaciones, normalmente en las articulaciones, en el tejido conjuntivo, hasta la muerte, en las que la medicina ha resultado ineficaz en su tratamiento.

No quiero tampoco hacer una afirmación exagerada, en el sentido que fueran a entender que el psicoanálisis es capaz de curar el cáncer, pero sí me atrevería a decir que ya hay una jurisprudencia sentada, libros que hablan de eso, donde se han producido transformaciones, podríamos decir espectaculares, acerca del tiempo de evolución de ciertas células cancerosas durante ciertos tratamientos
psicoanalíticos de esta enfermedad.

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XII CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
20 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUP CERO

Roberto Molero. Psicoanalista
Buenos Aires: 4805 5949

LO REAL EN EL SEXO DEL AMOR

“En Buenos Aires aprendí a amar. En Madrid
aprendí a vivir y nunca supe cual de las dos
ciudades me ha hecho más daño”.

MIGUEL MENASSA

Llamamos Real, a lo que la intervención de lo simbólico expulsa de la realidad para cada sujeto.

Y eso expulsado tiende a retornar, a escapar de lo simbólico en la repetición, vuelve como trauma.

Se lo define como lo imposible, lo que no puede ser completamente simbolizado en una palabra, pero que deja de alguna manera que la escritura intente removerlo.

Decimos imposible de imaginarizar, imposible de integrar el orden simbólico e imposible de obtener de algún modo.

Para que lo Real no se manifieste de una manera intrusiva en la existencia del sujeto, es necesario que sea tutelado por lo simbólico.

Sólo la afirmación de lo simbólico, es decir, su reconocimiento, la aceptación de la castración, evita que la alteración de la economía subjetiva sea totalmente modificada.

El sujeto que va a estudiar el psicoanálisis es aquel que en su repetición, en su automatismo, va a ser determinado en el retorno de los significantes reprimidos.

Esto va a marcar su destino, pero que más allá de lo que repite, lo Real que le es propio, se caracteriza por no ser encontrado, por escapar a la captación de su pensamiento.

El sujeto lo encuentra en la Tyché, el mal encuentro, lo que la literatura a veces denomina lo fatal.

Si lo real vuelve siempre a ese lugar en que el sujeto no lo encuentra, o tropieza con él, es porque este lugar existe y sostiene a lo simbólico, en esta existencia para la que el sujeto lo ha expulsado de su representación y ha construido su realidad.

La realidad de cada sujeto, está construida en el marco de lo simbólico, esa es su única posible percepción de la realidad.

Se rechaza fuera de ella, a lo que denominamos Real y desde ese momento, se estructura como permanente límite a la cogitación de cada sujeto.

El psicoanálisis y la literatura, tienen desde su inicio una vinculación marcada por el malentendido.

Estando ausente el concepto de transferencia, a una novela que habla del sexo, el deseo y el amor, sólo nos es posible acceder psicoanalíticamente a ella a través del fantasma que el autor intenta con sus palabras realizar para sus lectores.

Lo Real es aquello que recubierto por el lenguaje, como red significante, nos incita a buscar sabiendo de lo imposible de tal acceso.

La novela comienza con el siguiente diálogo.

- ¿Escribir es vivir?
- Bueno, por lo menos sabemos, que vivir no es escribir.
Esta radical diferencia marca el camino posible para tal exploración,
la escritura como único acceso a lo imposible de decir.
Elevar al rango de escritura un texto es conferirle historicidad,
marcar en sus líneas o en los intersticios de ellas, eso, que en su
goce se nos oculta.
-Cada vez que una de ellas fruncía el ceño, yo que no toleraba en
su rostro más arrugas que las necesarias para rendir culto al tiempo,
le preguntaba inmediatamente.
- ¿Cuánto cuesta eso?
- Y ella recuperaba algo de su sonrisa juvenil, tuviera la edad que
tuviera, no tanto cuando yo le daba dinero sino sencillamente,
cuando yo se lo ofrecía.
Lo Real es el objeto de la angustia, no tiene ninguna mediación
 

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posible, el objeto esencial que ya no es un objeto, sino ese algo
enfrentado con lo cual todas las palabras callan y todas las categorías
fracasan, el objeto de la angustia por excelencia.

- Cuando un hombre tiene la pija dura, cualquier mujer entra en alguna razón, eso lo sabemos todos, lo que no sabemos es cuanto tiempo más va a aguantar con la pija parada.

Lacan va a definir la realidad como la mueca de lo Real. Lo Real aparece ligado a lo incognoscible e inasimilable mientras que la realidad designa las representaciones subjetivas que son un producto de articulaciones simbólicas e imaginarias.

- La cocaína, para mí nunca fue ni estimulante, ni anestésica. para mí, la cocaína, siempre fue un conservante, utilizaba la cocaína para conservar en buen estado a todos los muertos que vivían en mí.

Retazos fantasmáticos van marcando en el texto, la estructura psíquica de los sujetos para encontrar el límite a su goce y la posibilidad de retornar a la ruta de su deseo.

Y esto sólo se puede hallar en el marco de la castración.

No es inocente que en el último capítulo, en sus últimas líneas, se dramatice esta situación.

Desde el futuro, desde el final, se determina cómo es el comienzo, en la vida del sujeto como en la novela, el final, arroja luz sobre el sexo imposible que se humedece y seca en sus páginas.

- Un poeta más, le dije y me levanté del sillón y le di una patada a la puerta, haciéndole un agujero considerable por donde ella pasó para irse y dijo:

- Bueno, y ahora qué hice, por qué te ponés así. Y mientras decía se agachó para poder pasar por el agujero de la puerta. Entonces yo le dije.

- No me pongo de ninguna manera, todo estaba planeado. Le hice un agujero a la puerta, para que al pasar por él, yo pudiera, por fin verte arrodillada.

- Entiendo, dijo ella, romper los moldes, las cadenas sobre mi voz. Amarlo, si es necesario, sin esperar nada.

- Bueno, yo igual le voy a cobrar, aunque me ame. El inconsciente es lo Real, agujereado por la trama simbólica, y es la no relación sexual lo que hace precisamente agujero.

Como escribir literariamente lo que es de una escritura de simples letras.

Si lo Real se demuestra por no tener sentido, pueden las paradojas ayudarnos a imaginar lo que nos está de alguna manera vedado.

Las paradojas, surgen como verdaderas formaciones del inconsciente. Las paradojas no son contradicciones, sino que nos hacen asistir a la génesis de la contradicción.

Lo paradojal para lo humano es su encuentro con el goce.

- Usted no se iría a vivir con esas dos locas, porque ya vive con ellas.

- Yo vivo con ellas, lo que no sé todavía, es si ellas viven conmigo.

O esta otra.

- Yo no quiero vivir garchando yo quiero morir garchando.

- Dicho así suicidarse parece una cosa bella.

O esta otra.

- Ahora somos tres amigas mujeres, concluyó Evaristo, y una de ellas tiene mucho dinero y esa soy yo.

Así que, ahora, no necesitamos de ningún hombre.

Es en el mito de Tiresias donde la cuestión de los goces toma dimensión de tragedia.

Cuando él retoma su sexo primitivo, los dioses le suponen un saber acerca de la mujer y cuando es interrogado, cae en el apresuramiento, en lugar de responder como lo hace, haciendo diferencias cuantitativas a favor de la mujer, debería devolver la pregunta, señalando que no son iguales las sustancias de que están hechos los goces del hombre y la mujer.

Lo que discutían los dioses del Olimpo era acerca de lo impensable e irrepresentable del goce del Otro, de aquello que en esa acrobacia erótica como dice Lacan, se pierde cada participante justamente por no ser ese Otro.

- Ella por su parte, chupaba y se decía en voz muy baja:

Esto no me pasó nunca y chupaba y gritaba:

- ¿Quién eres? ¿Quién eres?

- Y yo tratando de que ella gritara menos y chupara más le dije:

- Chupa tranquila, querida, yo soy el Turco y te amo.

Donde como en el abrazo de la cópula, se filtran perdiéndose, esa dimensión del goce que en el hombre se va a llamar goce del órgano, parcial y solamente ceñido a su propio cuerpo.
 

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XII CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO
20 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUP CERO

El goce se produce en el encuentro de las zonas erógenas, pero se les escapa en razón de su división constitutiva, ambos, esforzados buscadores de la felicidad, cuando no la encuentran la inscriben en diálogos delicadamente irónicos.

Vos crees que sos la tonta, continuó, y yo el monstruo, no nena, la palomita y el monstruo no quieren decir eso.

Primero te llamaban la palomita no por tonta sino porque la paloma es el único animal que mata a un congénere herido y segundo, a mí no me llamaban el buitre, me llamaban el aguilucho, que es el pájaro que sobrevuela la presa y cae en picada pero lejos de la presa.

Cuando la forclusión opera la ausencia del Nombre-del-Padre, algo no puede integrarse en el orden simbólico, en la psicosis, vuelve en lo Real como alucinación. Para el esquizofrénico todo lo simbólico es Real.

Ella se siente atada a una silla, en alguna sala de un hospital de provincia.

Podría haber sido una princesa, la jefa del hospicio. Y, ahora, allí, en la salita jugando a las muñecas. Atada, con las piernas separadas como esperando que algo entrara o saliera. Y los brazos atados entre sí como una verdadera colonia de enredaderas altas y perfumadas entretejidas al tiempo.

- ¿No entiendo porque soy una mujer?

Y se retorcía en la pequeña sillita compañera y sus coleguitas de promoción bailaban a su alrededor una especie de danza canibal.

Cuando pasaban por atrás de ella le tocaban el culo y cuando pasaban por delante le escupían la cara. El toque cabalístico lo daba que cada cuatro tocadas de culo, un mordisco y cada cuatro escupidas una chupada de concha.

La experiencia muestra que si algo está presente en el abrazo sexual es el ideal del goce del Otro, con toda su carga de originalidad sujetiva, pero que al quedar ceñido por las funciones orgánicas, muestra en toda su dimensión lo precario del entrecruzamiento de los goces.

Lo que muestra palmariamente la heterogeneidad radical del goce masculino y el goce femenino, es el intento, a veces desesperado de los sujetos por lograr la simultaneidad de su goce con su pareja.

En la relación amorosa la mujer encuentra un goce que se expresa como causa.

Es porque no tiene el falo, que la mujer tiene un valor privilegiado, en tanto da lo que no tiene, el amor, es también la causa del deseo.

La mujer no pierde nada, puesto que pone nada más que lo que no tiene y que literalmente crea, por eso es siempre por identificación a la mujer que la sublimación produce la apariencia de una creación.

- En general el hombre sufre todo el tiempo por no poder un poco
más...

- ¿Y la mujer? le preguntó Gustavo, casi tontamente.

- La mujer, pibe (cuando el Master te decía pibe, te podías dar por perdido), la mujer sufre todo el tiempo por no poder un poco menos.

El abrazo sexual siempre tiene algo de fallido, el sujeto nunca puede realmente poseer el cuerpo que abraza, no sabe los límites del goce posible, de aquello que podría tener del cuerpo del otro, pues sus bordes son difusos.
Para el hombre el desfallecimiento fálico renueva siempre el desvanecimiento
del Ser del agujero, y esto es lo esencial de la experiencia masculina, que le hace sentir este goce, como la pequeña muerte.

Evanescencia del instante, que da al hombre, el privilegio de donde sale la ilusión de la pura subjetividad, donde se le obnubila la presencia del objeto tercero, donde pierde (porque desfallece su instrumento, no sólo para él sino también para la mujer) el elemento tercero de la relación de la pareja.
Una escritura es un hacer que da soporte al pensamiento, el acto
literario, “El sexo del amor”, lo intenta tratando de escribir algo de
lo indecible de la condición humana.
 


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Claire Deloupy.
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LA MUJER, EL TRABAJO Y LA POESÍA

“Cuando tú naciste, te tuve entre mis brazos.
Te enseñé las primeras palabras.
Y cuando todo el mundo te esperaba,
para no sé qué cosa con la decepción,
yo te entregué mi poesía en libertad.”
MIGUEL OSCAR MENASSA

Cuando a finales del siglo XIX Elisabeth -la que sólo se expresaba a través de los síntomas de su cuerpo- pide al doctor Sigmund Freud que la deje hablar se abre un capítulo fundamental de la historia de la humanidad.

Ella está a punto de pronunciar sus primeras palabras.

Diremos primero que para el psicoanálisis la categoría trabajo es fundamental.

Es fundamental porque nada existe previamente. Todo se construye.

Todo es producto efecto de un trabajo: incluso la poesía.

La mujer ha nacido como un hecho cultural como una mercancía. Hasta hace poco y todavía en muchos países no existe sino como función madre en una estructura reproductora de la especie y de la ideología vigente: la familia.

No es que las mujeres no intentasen hablar. Intentaron, pero con las bocas tapadas.

La torturaron para que se callase: demasiado sabía la bruja y ¡cuánto gozaba!
La sacralizaron para que se callase: ora pro nobis María purísima sin pecado concebida, blanca madre del amor fecundada sin placer.

La mitificaron para que se callase: la Dama, hierática, la intocable, fuera de alcance, no abre boca.

Sin embargo, unas voces aisladas rompen, como relámpagos en las tinieblas, el cerco.

En el siglo XVI, en España, Teresa de Ávila escribe:

“No se goza estando viva;
muerte no seas esquiva;
vivo muriendo primero
que muero porque no muero”

La misma Teresa de Ávila, confiesa en sus memorias que entró al convento para no someterse a la tiranía de un hombre, ni morir en el parto.

En Francia, Louise Labé escandalizó por atreverse a cantar el amor:

“Vivo, muero, ardo y me ahogo.

Así Amor tan inconstante me lleva”.

Los siglos pasan. Virgen o puta, madre inmaculada, está sometida a la ley moral férrea que protege la economía del más fuerte. No le queda otra escapatoria que la enfermedad, la infidelidad castigada o la locura.

“¡Déjeme hablar!” “¡Me hieren palabras que no digo!”

Convulsiona su cuerpo hasta el paroxismo. Palabras ahogadas retuercen las fibras, estallan en las carcajadas de la histeria.

“¡Está fingiendo!” dictamina la academia. Hay que seguir torturándola para que confiese su maldad. Charcot prefiere hipnotizarla.

Freud, llevado por sus investigaciones, decide escucharla.

Palabras sobre palabras. Con teoría y técnica, un instrumento preciso, el psicoanálisis, va transformando la trama.

Escuche doctor, escuche:
Soy, esa lágrima que late en la mejilla del mundo.
Estoy encerrada entre las paredes de mi cuerpo tengo el cuerpo en la oficina de objetos perdidos.
Tanto silencio mata.
El tiempo se rompe sobre mi piel.
Entre palabras vanas, aquellas que no pude pronunciar.
Ahora, ya nada detiene mis pasos, ululante estela contra vientos de dolor.
Y el doctor, nuestro amado Profesor Sigmund Freud escucha, afina los instrumentos. Escucha de día, escribe de noche, produce el inconsciente.


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20 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUP CERO

Ella, sigue hablando:

- Estoy donde nunca me esperaban. Estoy aquí, donde los caminos anuncian infinitas trayectorias. Abro -con mis palabras-  un horizonte nuevo para mí. Llego desde un mundo ideal, sin diferencias.

Sin saber repto por el fondo de las alcantarillas.

Me humillo pidiendo piedad a un Dios que sólo existe en mi creencia.

Cuando callo, nada hay en mí.

Mi sexo quedó sepultado durante siglos bajo palabras calladas.

Por eso quiero volver desesperada a los lugares donde empezó el error.
Con usted hablo, y a veces hasta me vienen ganas de hacer el amor; pero eso sólo me pasa aquí, y sólo cuando usted tiene ganas de escucharme, quiero decir, cuando usted me espera, y yo toco el timbre y usted responde rápidamente, como si me estuviera esperando precisamente a mí. Y eso, sencillamente, eso es toda la energía que usted me da. Eso es lo que está transformando mi vida.

Mediados del siglo XX:

Encontramos a la mujer trabajando en todos los ámbitos de la sociedad: ganándose la vida, como los hombres. Pero todavía no se atreve mucho con el dinero. Le resulta aún más tabú que el sexo. Parece que todavía está asociado de algún modo con la prostitución. Ella se resiste a venderse. Su trabajo no tiene precio.

Así pues, la revolución feminista, quiso igualar al hombre y a la mujer y les igualó: ahora, ella resulta tan alienada socialmente como él.

Una vez más, se tragaron las diferencias.

Pero el psicoanálisis, sigue construyendo con ella otra idea de mujer.
Una mujer trabajadora del deseo ya que sólo el deseo asegura que estamos en el mundo.
Una mujer que pueda pensar su sexualidad, su dinero. Se hace cargo de su vida, la transforma. Teje pactos simbólicos con otras mujeres, con los hombres.

Sabemos que lo que nos da energía, lo que nos da fuerza está siempre fuera de nosotros, está en el otro. Nos viene dado desde el otro.

Poniendo en función las palabras, dejándose determinar por la estructura del lenguaje cualquier palabra se puede combinar con cualquier palabra. La vida va siendo lo que digo. Ya nadie se puede quedar arrinconado en el pretexto de la queja, del no-tengo.

Ni él ni ella tienen. No tienen al otro. No tienen la inmortalidad. El que se queda atrapado en el “no tengo”: “no tengo dinero, no tengo trabajo, no tengo amor” es que prefiere quedarse con la ilusión de tener un día, quedarse con la ilusión de la inmortalidad.

El psicoanálisis, a la vez que nos lleva a reconocer nuestra mortalidad nos propone algo posible: la escritura.

Siguiendo los caminos abiertos por Freud, el Grupo Cero: Psicoanálisis y Poesía, sigue abriendo caminos.

¡La mujer a la poesía!
Desde los primeros escritos del Grupo Cero, Miguel Oscar Menassa, asocia la palabra mujer con la palabra poesía. En el Oficio de morir (1979) escribe:
“La poesía será, esta década, cuerpo y vehículo de la revolución sexual femenina.”

“Si usted además de ser poeta puede ser mujer, tiene asegurado un puesto en la conducción del futuro de la humanidad. No pierda una vez más su posibilidad. La historia no espera ni perdona. En los años 70 la Mujer pone su voz en un sinfín de palabras. Tal vez en los 80 comprenda la importancia de las palabras pronunciadas. Y para fin de siglo tendremos, seguramente, una Mujer que piense, que sienta, en su propio cuerpo si es necesario, la importancia de las palabras escritas.

En las Conferencias de Cuba, una vez más insiste:

“La mujer está gestando su propia revolución. Y no hay más revolución posible sin poesía”.

La mujer debería ser la materia prima y deseo de su desarrollo revolucionario: Cuando se produce un verdadero encuentro entre ella y la poesía ella deja de soñar para comenzar a vivir...

Para terminar, escuchemos su voz:

Sobre la montaña laten sentimientos
encerrados en el corazón de una mujer.
Yo, la que calla
dirá que enmudeció de pronto una mañana.
Remonto viejos cauces para encontrar tu nombre.
Caléndula enamorada,
perfil impreciso,
arranco las más profundas raíces de mi vientre,
maldigo mi nombre una vez más y emprendo el vuelo
pisando los últimos recuerdos.
Mi mirada ya no me pertenece.
El ruido del volcán apagándose
entre los escombros de mi vientre
ha perdido las dimensiones del azul del cielo.
Retuerce el madero, salta corazón al infinito, pide más.
He llegado del viento
con los besos sin labios
que me dejó tu ausencia.
Sostengo este vaivén poblado de silencios.
He llegado a la meseta de la vida
y así permaneceré
hasta que esa línea se hunda en horizonte.
Olvidada de sed,
siempre quedándose en el vuelo del pájaro,
amaba, anclaba su nombre a un pensamiento.
Se apagan los relojes
y sucumbo en esta página no escrita
donde se ampara mi temblor,
que como el crujir de la madera
se hace atómico principio.
Tenemos la osadía del proscrito,
dulces labios para el arroz amargo,
gritos sensuales con que arrullar
el miedo, señuelos en lugar de armas.
Nuevamente entrego a tus ojos desiertos
la lenta agonía oculta en las letras de mi nombre.
Se deshoja en mi boca un grito
palabras ahogadas
por la carne y las batallas.
Se deshojan detrás de mí
instantes sin vivir
muertos
por temor a la vida.
Ellos, los poetas
arrancan horas al tiempo
creyendo que sus alas de papel
harán marca en el cielo.
Siempre imaginé un corazón sin alas
¡Pobres pasiones del pasado!
las abandonaré para alcanzar el tiempo infinito de otros cielos!

Se detuvo el tiempo, amor mío.
No creció, no pudo desplegarse.
Se consumió en el tiempo,
como una llama.

Sólo tu voz, mujer, esa voz cuidada y ajena
es merecedora de las letras con que firmas,
tu sentencia de muerte.

Nací a la palabra como nacen
los pájaros de entre los edificios.
Palabras me llevaron de la mano
hasta las ciencias
que luchan por la vida.
Y mientras escribía
la voz del poeta me gritaba palabras,
palabras al oído apenas pronunciadas.

Mi llanto puesto en letras,
el hambre puesto en letras,
el goce puesto en letras.

Me han acompañado con sus versos:
Alejandra Menassa, María Chévez, Amelia Díez, Norma Menassa, Carmen Salamanca, Olga de Lucia, Stella Cino, Cruz González, Claire Deloupy, Inés Barrio, Lucía Serrano, Concha Osorio, Rosa Puchol, Magdalena Salamanca, Paula Malugani.

Todas pertenecen a los talleres de la Escuela de Poesía.
Sólo quiero añadir un dato interesante:
Sobre 39 ponentes de este Congreso 2001, 25 son mujeres.
Sobre los 50 poetas del Grupo Cero, 35 son mujeres.
 

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PSICOANÁLISIS
DEL ARTE

Muchas personas se preguntan de dónde extrae el artista los temas para componer una obra y cómo logra conmovernos con ellos tan intensamente y despertar emociones que ni siquiera éramos capaces de imaginar en nosotros. Freud nos dice que la respuesta está en el acercamiento entre su singularidad como artista y lo esencialmente humano.

En los niños podemos encontrar las primeras huellas de toda actividad creativa o artística. La ocupación favorita del niño es el juego. Todo niño se conduce como un artista, ya que jugando se crea un mundo propio, situando las cosas de su mundo en un nuevo orden que es agradable para él. Su mundo y su juego es importante para él pues le dedica grandes afectos y emociones.

La antítesis del juego es la realidad. El niño distingue muy bien la realidad y su juego. Al niño le gusta apoyar los objetos y circunstancias que imagina en objetos tangibles y visibles del mundo real.

Este apoyo es lo que aún diferencia el jugar infantil del fantasear.

En el niño jugar es equivalente en el adulto a fantasear. El artista hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico, sintiéndose íntimamente muy ligado a él aunque diferenciándolo de la realidad.

La creatividad poética -por ejemplo- permite que muchas cosas de la realidad que no nos producen ningún tipo de placer pueda producirlo el poema. Muchas emociones penosas metaforizadas en un poema pueden convertirse en una fuente de placer para el auditorio de un poeta.

El hombre al crecer deja de jugar y renuncia aparentemente al placer que extraía del juego pero todos sabemos que al hombre le cuesta mucho renunciar a todo aquello de lo que ha obtenido un placer alguna vez. En realidad no podemos renunciar a nada, no hacemos más que cambiar una cosa por otra. Lo que parece ser una renuncia, es en realidad una sustitución. El hombre, al crecer y dejar de jugar, en su lugar fantasea, hace castillos en el aire, sueña despierto. Sin embargo, el acto de fantasear en el adulto es menos fácil de observar que el jugar de los niños. Mientras que el niño muestra sus juegos ante los ojos de los mayores, en cambio, el adulto
se avergüenza de sus fantasías y las oculta ya que las considera como la cosa más íntima y personal. Está más dispuesto a confesar sus culpas que a comunicar sus fantasías.

El juego de los niños está regido por el deseo de ser adulto, imitando en el juego lo que conoce de la vida de los mayores pero no tiene motivo para ocultar tal deseo. En el adulto no es así. Entre sus deseos que engendran fantasías hay algunos que oculta por vergüenza debido a la naturaleza sexual de los mismos. Sin embargo, dichos deseos son el más poderoso estímulo creador. El hombre insatisfecho fantasea más que el hombre feliz. Ciertos instintos insatisfechos son la fuerza impulsora de la fantasía y cada fantasía es una satisfacción de deseos que es un modo de satisfacer lo insatisfecho.

Los deseos impulsores de las fantasías son de dos tipos: los deseos ambiciosos que tienden a la elevación de la personalidad y los deseos eróticos que buscan la satisfacción carnal.

En la mujer predominan casi exclusivamente los deseos eróticos ya que su ambición es consumida por la aspiración al amor. En el hombre actúan intensamente al lado de los deseos eróticos, los deseos egoístas y ambiciosos. En la mayor parte de sus fantasías ambiciosas es posible descubrir la dedicación de las mismas a una mujer a la cual rinde todos sus logros y éxitos. Decimos que el sujeto sublima sus deseos y la energía impulsora de los mismos se desplaza a la creación artística.

Lo que diferencia a un escritor de novelas policiales de un homicida es la capacidad de sublimar y de renunciar al mismo deseo. Una fantasía flota entre tres tiempos: los tres factores temporales de nuestra actividad representativa, es decir, presente, pasado y futuro. La labor anímica se enlaza a una impresión actual, a una ocasión presente, susceptible de despertar uno de los grandes deseos del sujeto: aprehende regresivamente desde este punto el recuerdo de un suceso pretérito, casi siempre infantil, en el cual quedó satisfacción de dicho deseo, el sueño diurno o fantasía, lleva entonces en sí las huellas de su procedencia de la ocasión y del recuerdo. Así, pues el presente, el pasado y el futuro aparecen como engarzados en el hilo del deseo que pasa a través de ellos.

Podemos decir que el deseo utiliza una ocasión del presente para proyectar conforme al modelo del pasado una imagen del futuro.

Existe una relación entre la fantasía, la creación y los sueños en el sentido de que los sueños también disfrazan aquellos deseos que nos podrían ocasionar vergüenza.

La creación artística es como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles. El creador oculta como el soñante la verdadera naturaleza de sus fantasías que en el oyente o el espectador provocarían una absoluta repugnancia.

El placer que se obtiene de la creación se lleva a cabo porque el creador mitiga el carácter egoista del sueño o fantasía por medio de modificaciones y ocultaciones y nos soborna con el placer formal, o sea, estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías. A este placer que nos es ofrecido para facilitar con él la génesis de un placer mayor, procedente de fuentes psíquicas más hondas, lo designamos con los nombres de prima de atracción o placer preliminar.

Todo el placer estético que el artista nos procura entraña este carácter del placer preliminar y el verdadero goce de la obra procede de una descarga de tensiones procedentes de nuestra alma.

Algo en lo que se mira produce una identificación por similitud con lo que ve. El resultado es que la obra permite y nos pone en situación de poder gozar en adelante sin avergonzarnos ni hacernos reproche alguno de nuestras propias fantasías.

La creación es un trabajo y la obra un efecto del trabajo realizado.

Para pensarla como un trabajo hay que tener unos instrumentos.

Estos instrumentos son el sujeto que crea o que están en el sujeto que crea. Cualquier sujeto puede desarrollarse como creativo. Esta idea choca y rompe con la idea de lo creativo como la llamada de las musas o el acontecimiento feliz de la inspiración. Cuando somos capaces de convertir la idea de musa o de inspiración en trabajo, acontece lo creativo.

Los instrumentos son siempre inconscientes. Son del orden de lo ideológico, histórico y psíquico y los tres son inconscientes para el sujeto.

Estos instrumentos trabajan con la materia prima o la materia natural
que sería la vivencia del propio artista y las obras que ya están
producidas antes de la existencia del sujeto. El arte acontece en el
individuo cuando éste ha sido capaz de haber procesado un tipo de
lectura sobre lo artístico acontecido y sobre sus propios mecanismos
psíquicos.
La creación es totalmente inconsciente y el creador no es muy
responsable de eso. La idea de que hay otro de mí que trabaja para
mí rompe con la idea del arte o de la creación como pensamiento
racional y consciente. El psicoanálisis viene a terminar con la idea
del “genio” que crea por inspiración de las musas.

Miguel Martínez. Médico Psicoanalista
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Médico Psicoanalista. Especialista en Reumatología y
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ENAMORADOS
DEL AMOR

"Unos matan su amor cuando son jovenes,
y otros cuando son viejos;
unos lo ahogan con manos de lujuria,
otros con manos de oro;
el más piadoso usa un cuchillo,
pues así el muerto se enfría antes."
OSCAR WILDE

La Psiquiatría, a partir de la clasificación de Kretschmer en "Physique and Character" y "The Psychology of men of Genius", distingue dos tipos psicológicos básicos: el ciclotímico y el esquizotímico.

Considerando al ciclotímico, propenso a la psicosis maníaco depresiva y al esquizotímico a la esquizofrenia. Una de las diferencias, con las propuestas lanzadas desde los psicoanalistas, surgía del hecho que Kretschmer, consideraba la diferencia de temperamentos entre los tipos, basada en factores constitucionales.

En cambio, la otra propuesta, consideraba los factores vistos como psicopatológicos: "contenido manifiesto", es decir, productos efecto del trabajo inconsciente; es decir, deben ser interpretados en análisis. Esta hipótesis representaba la posibilidad inédita de un procesamiento psíquico de la cuestión; es decir, la apertura a un posible tratamiento.

La adopción del termino esquizofrenia, al parecer, se ha basado en la observación de la separación entre pensamiento y sentimiento en diversos niveles; en algunos casos, la sustitución de sentimientos por ideas es llevada a grados extremos. Cuando en tales intentos los sentimientos llegan a imponerse, generalmente, no están en suficiente conformidad con el contenido ideativo y son inadecuados a la situación. Un ejemplo conocido, puede ser el estado denominado catatonía, en la que la expresión emocional asume, a veces, la forma de estallidos súbitos y violentos.

Además de la tendencia a sustituir valores emocionales por intelectuales, se agrega la siguiente característica: una gran libidinización de los procesos de pensamiento. Estos sujetos se hallan más inclinados a construir sistemas intelectuales, a aplicarlos de manera rígida y universal, antes que conversar con un semejante.

"Estar enamorado del amor", parece ser un fenómeno de esta naturaleza, señalado reiteradamente en sujetos esquizoides.

Es frecuente que estos sujetos se mantengan "aparte", al menos en cierta medida, del mundo cotidiano y que observen desde sus refugios "intelectuales", a la humanidad común con una actitud de superioridad. Cuando el sujeto con tendencia esquizoide renuncia a contactos sociales, parece estar en juego un sentimiento, reseñado como que no debe amar ni ser amado, pues el amor es peligroso.

Padecen entonces grandes dificultades en las relaciones supuestamente más cercanas y no pueden escapar al temor de que su amor sea mortífero. Al sentir que su amor es algo dañino, está inclinado a considerar el amor de otros en términos similares.

Frente a dicha situación, se halla predispuesto a sentirse impulsado a defenderse, no sólo contra su amor por otro, sino también contra el amor de otro hacia él. Decía una muchacha a su analista:

Pase lo que pase usted nunca debe quererme. En relación al tema, recuerdo el ejemplo de un joven que le obsequió a su analista unos chocolates y al día siguiente, comenzó la sesión diciendo: tuve la fantasía de que había sido usted envenenado.

Ocupaciones intelectuales, científicas o literarias, parecen ejercer una especial atracción sobre quienes padecen características esquizoides.

En lo que respecta a empresas científicas, el atractivo parecería depender de la actitud de desapego; no menos que de su sobrevaloración de los procesos de pensamiento. Son conocidos algunos ejemplos de artistas y ciertos dictadores, que sólo toleraban amar y ser amados desde lejos.

La descripción de éste movimiento de mutaciones del amor-odio sería entonces: un primer tiempo que se presenta como sentir que su amor es destructivo para los que ama. Un segundo tiempo: la compulsión en el registro del odio; odiar ser odiado, en tanto anhela en secreto amar y ser amado. En un tercer momento está en juego dicha mutación si conjugar el verbo amar está interdicto; entonces encontrará un cauce en la gama del odio y allí buscará satisfacción.

Son situaciones que han sido mostradas en muchas figuras de la literatura y como tema en poesía, valga a modo de ejemplo un verso de La Balada de la Cárcel de Reading de Oscar Wilde: “Todo hombre mata lo que ama”.

Jaime Kozak. Psicoanalista
Madrid: 91 447 02 84
 


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ORTODONCIA
I

 

Es la disciplina que estudia el desarrollo normal de cráneo y cara y los desvíos o alteraciones que se producen dando lugar a las distintas malformaciones, las posibles soluciones de las mismas y las técnicas que instrumentamos para lograr los objetivos.

La ortodoncia por lo tanto se ocupa de guiar a cauces normales el crecimiento de los maxilares, mientras haya crecimiento, la correcta posición de la mandíbula (hueso móvil) en relación a su articulación en la base del cráneo (considerado fijo), sin olvidar que debemos respetar o mejorar la estética facial, según el caso.

Este objetivo lleva a establecer un equilibrio tal, que la musculatura de cabeza y cuello permanecerá relajada, no habrá desgaste entre los dientes, ni problemas periodontales (enfermedad de los tejidos de soporte del diente favorecidos por la sobrecarga oclusal y los apiñamientos dentarios), ni ruidos o chasquidos articulares.

Este es el ideal.

El desencadenante de la enfermedad periodontal es la presencia de placa bacteriana, pero podemos asegurar que el proceso es más destructivo en casos de dientes que sufren contacto prematuro, es decir que en la posición centrada de la mandíbula toca solamente un diente o pocos con la arcada opuesta, debiendo deslizar la mandíbula para poder ocluir los dientes, produciendo además alteraciones musculares: contracturas y fibrosis, tendencias a bruxar que es lo que produce desgaste de las piezas dentarias y la mayoría de las lesiones de la articulación temporomandibular.

Por la complejidad del campo que trata el odontólogo ortodoncista, deberá hacer un exhaustivo examen clínico, radiológico, cefalométrico, toma de impresiones de ambas arcadas y montaje de los modelos en articulador, reproduciendo la posición de los maxilares en un espacio tridimensional que es réplica muy aproximada de la realidad del paciente.

Estos modelos montados en relación céntrica (se refiere a la correcta posición de la A.T.M.). Esto es muy importante pues, recalcamos que, si la oclusión de los dientes hace que los cóndilos deban trabajar fuera de su correcta posición, para poder masticar, tiran de los ligamentos, cápsula y disco articular produciendo lesiones en la A.T.M., contracturas musculares, puede dar dolor de cabeza, de oídos, zumbidos, mareos), de manera que el caso debe ser planificado dejando la mandíbula en relación céntrica o lo más cerca de ella.

La solución del caso debe partir de un diagnóstico muy preciso y será planificado paso a paso en cada uno.

El tratamiento precoz, redireccionando el crecimiento es muy importante en ciertas anomalías que pueden tratarse desde los tres años si fuera necesario, malformaciones por uso prolongado de chupete o succión del dedo u otro objeto, respiradores bucales por adenoides que obstruyen la respiración nasal o por hábito de respirar por la boca, mordidas cruzadas unilaterales, poco desarrollo del maxilar superior o desarrollo asimétrico, mantenimiento de espacio o recuperación del espacio para el diente de recambio cuando se hubiera perdido, discrepancias entre el tamaño de los dientes y de los maxilares, etc.

De todas maneras hecho el diagnóstico, el profesional debe informar qué objetivos se pueden cumplir y cómo. Ello determinará la oportunidad del tratamiento y de qué manera se llevará a cabo, dependiendo de la edad, el tipo de patología, la severidad de la discrepancia, la necesidad o no de exodoncias, nos decidirá sobre la aparatología a usar, removible, fija u ortodóncico-quirúrgica.

Muchos pacientes no quieren cirugía, en esos casos podemos llevar adelante el tratamiento sabiendo que estamos frente a una solución de compromiso. Significa que, después del tratamiento el paciente deberá usar un aparato (placa orgánica o placa de descarga) que cree una situación de normalidad que fue imposible conseguir porque las estructuras base de las que partimos no lo permitían.

El cumplimiento de estos requisitos posibilitan que un tratamiento sea estable, que no se produzcan recidibas.

No todos los casos requieren tratamiento, si no le preocupa estéticamente al paciente y cumple una cierta función y no tiene síntomas de claudicación del sistema, no requiere tratamiento. Así mismo puede estar indicado tratamiento porque aunque los dientes estén alineados y estéticamente correctos no cumplan con la función y alteren la salud del sistema.

No hay edad para realizar un tratamiento de ortodoncia si el caso lo requiere y la salud de los tejidos lo permite, aunque recalcamos que algunas patologías se resuelven muy favorablemente a edades en crecimiento, por lo que es importante acudir con los niños a revisión a partir de los dos años.

Olga de Lucia Vicente. Odontóloga.
Madrid: 91 548 01 65

www.editorialgrupocero.com

 


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