SUMARIO
Palabras de apertura
Acerca de la clínica psicoanalítica. Ponencia inaugural

Neurosis obsesiva. Complejidades

Fragmentación esquizofrénica de la realidad
Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. Convocatoria 2008-2009
Presentación "Labios del tiempo"
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"ACERCA DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA",
PONENCIA INAUGURAL DE AMELIA DÍEZ CUESTA

Amelia DíezLes doy la bienvenida a este Congreso organizado por una Escuela hecha durante 27 años y que en su permanencia ha realizado 16 congresos desde hace 21 años, una Escuela con una política propia acerca de la formación de psicoanalistas, que considera que una lectura depende de la formación del lector y que un psicoanálisis depende de la formación del psicoanalista.

Me toca hablar “Acerca de la clínica psicoanalítica” y decir acerca es hablar de acercarse. Todas las distancias, en el tiempo y en el espacio, se acortan. El ser humano recorre los más largos trechos en el más breve tiempo, poniendo ante sí, a una distancia mínima, la totalidad de las cosas. Sin embargo, esta apresurada supresión de las distancias no trae ninguna cercanía; porque la cercanía no consiste en la pequeñez de la distancia. Algo que por un libro, el cine o la televisión puede estar a una distancia mínima de nosotros, puede estar lejos de nosotros. Lo que, desde el punto de vista del trecho que nos separa de ello, está a una distancia inabarcable puede estar muy cerca de nosotros. Decir acerca es acercarse, pero acercarse no es reducir la distancia, sino mantenernos a una distancia necesaria para que la cercanía y la lejanía queden presentes. Se trata de ir tras lo cósico de la cosa, tras el vacío abstracto de la cosa, no la mesa como objeto sino como cosa, como vacío abstracto, la clínica como cosa, como vacío abstracto, no en el sentido romano de res, ni en el sentido de ens como se representa en la Edad Media, ni en el sentido de objeto tal como se representa en la Edad Moderna, sino en el sentido de la presencia del tipo, no como un caballo sino como caballo tipo, no como una clínica sino como clínica tipo.

Lo in-distante es lo que predomina. Traer cerca es acercarse y la cercanía acerca lo lejano y lo acerca en tanto lejano, pudiendo decir que la cercanía conserva la lejanía.
Acercarnos a la clínica psicoanalítica es construir un camino, abrir senderos, un camino del pensar en y por el lenguaje. Por eso que lo que prevalece en la clínica no está en la clínica, no es nada clínico, la clínica descansa en la estructura de emplazamiento, es decir en la formación del psicoanalista. En el vacío abstracto de la clínica demora la formación del psicoanalista donde la teoría psicoanalítica, su propio psicoanálisis, la supervisión, lo grupal y la escritura están a ella coligados.

Preguntarse por la clínica es preguntarse por lo que ella es. Un psicoanálisis es aquello que se espera de un psicoanalista, podemos decir que sin deseo del psicoanalista, sin formación del psicoanalista no hay psicoanálisis y sin psicoanalista no hay producción del inconsciente en la clínica.

Freud es un pensamiento, no un pensador. Un pensamiento donde “lo razonable no tiene que ver con lo verdadero y lo verdadero no tiene porqué ser lo real”. Ahí donde parecía reinar la más singular arbitrariedad, el psicoanálisis ha descubierto una norma, un orden, una coherencia, una lógica estructural. Mostrando que los procesos normales y los llamados patológicos siguen las mismas reglas, las leyes del lenguaje, esa Otredad que Freud descubrió bajo el nombre de inconsciente, leyes de sustitución de un significante a otro para producir el efecto de condensación o metáfora del sujeto, y leyes de combinación de un significante con otro para producir el efecto de desplazamiento o metonimia, donde el deseo se muestra como la metonimia de la carencia de ser.

Es por eso que del sueño sólo le interesa su estructura de lenguaje, el sueño hablado, flujo significante cuyo misterio consiste en que el sujeto no sabe ni siquiera que es su organizador. Hacer que se vuelva a encontrar en el sueño como deseante es saber que el sueño está hecho para el reconocimiento del deseo, pero el deseo no se capta sino en una interpretación.

Freud no escribe sobre los sueños sino sobre la interpretación, porque la interpretación es el deseo. No se cura uno porque rememora sino que rememora uno porque se cura.

Así como concebimos al ser humano así concebimos la enfermedad y el tratamiento de dicha enfermedad, por eso que “interpretar es tener una nueva concepción de la humanidad”.

Un psicoanalista no es solamente aquel que está en una cadena de formación sino aquel que da cuenta de ello, hablando y escribiendo, pues “escribir no es un lujo o algo obligatorio, es condición de posibilidad”.

Si lo más importante de la clínica es la formación del psicoanalista, podremos decir que el psicoanalista es el medio de producción de la clínica.

Lo instrumental, los medios de producción, son el fundamento de lo clínico, y el psicoanalista como efecto del trabajo de formación es en la clínica instrumento de trabajo. El psicoanálisis constituye la conjunción de un acto y un hacer, donde el psicoanalista es efecto del acto analítico y el paciente es efecto del hacer del psicoanalista.

Ser responsable es dejar venir, ocasionar, producir y ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto el psicoanalista es aquel, a quien es confiada la operación, de una conversión ética, aquella que introduce al sujeto en el orden del deseo.

Ser psicoanalista no puede en ningún caso descender de una investidura desde la Escuela, aunque no hay formación de psicoanalistas sin Escuela, tampoco ascender desde el trabajo con pacientes, aunque ser psicoanalista es un trabajo; se trata de la formación del psicoanalista, marcada por dos posiciones fundamentales en la lógica implicada por la existencia del inconsciente.

Una que refiere a que el significante, a diferencia del signo que representa algo para alguien, es lo que representa a un sujeto para otro significante. Es decir que el inconsciente est á estructurado como lenguaje y también la formación de los síntomas y la formación del psicoanalista.

Y otra que refiere a esa conversión en la posición del sujeto respecto a su relación al saber, que habla de la subversión del sujeto y no de la subversión de cualquier otro momento de la vida, ni el punto de encuentro, donde todos los que hayan sufrido volviéndose el uno al otro se reconfortan.

Desde el psicoanálisis la locura no es algo ajeno al ser humano, la enfermedad también es un proceso de trabajo, y “la locura vendrá y de ninguna parte porque ella vivió siempre en nosotros”.

“El ser del humano no sólo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del humano si no llevara en sí la locura como el límite de su libertad.”

Freud pensó una clínica más allá de lo heredado y de lo adquirido, produciendo un nuevo nivel de objetividad, un sujeto que habla porque habita el lenguaje, dejando una marca imborrable: se hereda el lenguaje y se adquiere la función de la palabra. El inconsciente está estructurado como lenguaje, por lo tanto la salud y la enfermedad están estructuradas en y por las leyes del lenguaje.

En el sujeto que Freud propone existe desde el principio una relación conflictiva consigo mismo, por eso que en el análisis la función de la palabra no ejerce su acción por la sustitución del yo del sujeto por la autoridad del psicoanalista.


Los brillos de la noche de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 61x50 cm.

 

www.miguelmenassa.com

 


Trabajos nocturnos de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 30x30 cm.

El inconsciente es ese sujeto ignorado por el yo, desconocido por el yo, por eso que el núcleo de nuestro ser no coincide con el yo, incluso podemos decir que el yo como instancia no coincide con el yo como sujeto, ni el sujeto del enunciado coincide con el sujeto de la enunciación, tampoco coincide el yo coherente con el yo reprimido.

Y lo mismo que no necesitamos, para explicar los efectos de la gravedad, imputar a la piedra el saber el lugar que debe alcanzar, hay según el discurso analítico, un animal que sucede que habla, y que, por habitar el significante, resulta sujeto.

No se trata de herencia sino de deseo, deseo del Otro del que cada sujeto surge. Cada sujeto surgirá de ese Otro por la vía de Un significante, un Uno que no es el Uno de la esencia sino el Uno de la existencia.

La cuestión de la existencia no fue abordada hasta cierta época y llevó mucho tiempo extraerla de la esencia. Fue la entrada del Uno a través de los números enteros, a partir de las matemáticas, que la existencia comenzó a cobrar sentido. Todo lo que pudo decirse antes pertenecía al campo de lo religioso, a la cuestión de que Dios existe, pero son las matemáticas las que permiten decir que se crea o no en Dios, Dios existe como significante. La Teoría de Conjuntos permite que la cuestión de la existencia quede ligada a que sea un decir. Existe un x, determinable por una función, que se determina por haber dicho no a la función. Es “un decir no”, incluso un “decir que no”, lo cual funda que hay Uno, que no es enseñable ni enseña nada, si no lo articulamos en una subjetividad cuaternaria: existe y no existe, todo y no todo, que también nombramos como lo necesario del Nombre-del-Padre, lo imposible de la madre fálica, lo posible del sujeto , y lo contingente del objeto, en una articulación tal donde el conjunto no es otra cosa que el sujeto, y donde el vacío como elemento del conjunto, determina lo no dicho y lo por decir.

El padre no es un legislador, es el que debe impactar a la familia, no hace falta que sea el padre carnal, siempre habrá uno que impactará, que asombrará a la familia.

Es alrededor del Nombre-del-Padre, del Padre como Nombre, el que dice no, el que “uniega”, el que une por la lógica de la negación, que puede fundarse todo lo que hay de universal, por eso que cuando volvemos a la raíz del cuerpo, al discurso que promueve Libertad, Igualdad y Fraternidad, cuando revalorizamos la palabra “hermano” entramos en el nivel de los buenos sentimientos. Y lo que se enraíza en el cuerpo, es el racismo, en nombre del cual todavía no hemos visto todas las atrocidades que se pueden cometer.

Sabemos que con la palabra se consigue lo que no se consigue con el cuerpo. El cuerpo está dominado, alienado a su propia imagen, que hace creer al sujeto que es idéntico a sí mismo, mientras que la palabra está sometida a la cadena significante, a las leyes del lenguaje, lo cual le hace ser diferente cada vez que habla, y le permite las transformaciones necesarias para crecer en todas las direcciones.

El psicoanalista no es hermano del paciente por ser hijos del mismo discurso, sino que es una relación totalmente asimétrica, puesto que el psicoanalista lo es por sostenerse como objeto a y el paciente lo es por sostenerse como efecto del significante, donde el deseo del psicoanalista está ahí para permitir que nazca el deseo del paciente.

El psicoanalista tampoco es un anfitrión, no es el que nos abre la puerta, más bien el anfitrión desaloja al yo de su lugar, pero el anfitrión nunca está en el lugar del psicoanalista, más bien el psicoanalista ocupa la posición de exiliado de Anfitrión ante su propia puerta. Otra diferencia es que ser anfitrión es estar en posición del deseable y se puede ser más o menos deseable, algo diferente a la posición de deseante. No como el que abre la puerta sino el nivel del deseo del psicoanalista, no como presencia del psicoanalista en la realidad sino como presencia real inconsciente en el psiquismo del paciente, o como presencia real entre otros psicoanalistas. La formación del psicoanalista permite al psicoanalista estar advertido de ser parte del fantasma que sostiene el deseo del paciente. Es por eso que podemos decir que no progresa el sujeto sino la clínica , de ahí el carácter clínico de toda observación.

Es necesario que haya Uno antes de ser uno entre otros, por eso que la clínica psicoanalítica necesita de un psicoanalista que tenga maestro y como consecuencia compañeros y no como se pretende a veces tener compañeros sin maestro.

“La fuerza que me atribuyen, dice el maestro, no es ninguna fuerza. Es una nueva dimensión del tiempo, del dinero, del sexo, de la muerte. Algo de todo eso no quiero para mí. Y si puedo eso no, el resto es fácil”

“Sin estilo no hay transmisión, pero lo que se transmite no es el estilo sino que un estilo transmite aperturas, posibilidades de estilos otros”.

También será necesario que la culpa, la angustia y el dolor no cesen de funcionar como señales, y que la enfermedad no sea su anestésico.

Culpa, angustia y dolor como márgenes de los dos principios del suceder psíquico, el principio del placer y el principio de realidad, culpable de haber nacido, angustia de castración y dolor de existir, como señales o como escollos, puesto que cuando se está enfermo la culpa, la angustia, y el dolor dejan de ser señales para ser padecimientos, y donde todo acto del sujeto es justificado o atribuido a la enfermedad. Nada detiene al sujeto, la impasibilidad no dejará lugar a la pasividad, los pactos no serán los límites del sujeto sino que los límites de la enfermedad no dejarán establecer pacto ninguno. A veces cuando la curación sustituye la enfermedad por la responsabilidad de su deseo resulta tan intolerable para ese sujeto que abandona el psicoanálisis cuando se trata de un paciente o abandona la formación psicoanalítica cuando se trata de un candidato a psicoanalista.

“El psicoanalista dejará de ser culpable de lo que yo no asumo como deseante” y “La Escuela no será culpable de lo que yo no asumo como psicoanalista”.

La repetición del no encuentro con lo real inconsciente se repite en el acto analítico y en cada psicoanálisis que cada psicoanalista autoriza y da comienzo, pero también la repetición del encuentro sintomático se repite hasta que ese goce no sea reconocido como deseo, es decir hasta que no sea interpretado.

Basta que al rasgo unario, S1, significante que representa al sujeto o significante del deseo, le demos compañía, el S2 o significante del goce, para ubicar de S1 su sentido, su inserción en el goce del Otro. Es con el saber como medio del goce que se produce ese trabajo de interpretación, esa interpretación como enunciación sin enunciado o como enunciado buscando enunciación.

El grupo como máquina productora de sujetos es necesario para pensar al cachorro humano y para pensar la formación del psicoanalista, porque “En el grupo, la verdad siempre tiene que ver con un encuentro del grupo con lo social; en cambio, para el sujeto “en libertad”, la verdad siempre tiene que ver con un encuentro consigo mismo”.

Y termino este acercarse con dos aforismos de Miguel Oscar Menassa:

“Todo está programado para que usted sea culto, para que usted tenga, en su manera de caminar, en su manera de pensar, la cultura universal”.

“Un deseo que no trascurra como palabra no puede ser transformado y un deseo que no se transforma es, todavía, un deseo sexual infantil sin sentido social, debería ser reprimido.”

Agradezco el trabajo de los organizadores de este Congreso que han hecho que hoy estemos aquí y que yo tenga el honor de ejercer de presidenta. Gracias

Amelia Díez Cuesta
Psicoanalista
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