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ANGUSTIA Y FOBIA

Lucía SerranoEl abordaje de la fobia desde el psicoanálisis revela la importancia de dos conceptos fundamentales, que están estrechamente ligados con ella: el de objeto y el de angustia.

En las fobias el estado emotivo es siempre la angustia.

La fobia está hecha para sostener la relación con el deseo, bajo la forma de angustia, allí donde está en juego el carácter insostenible del objeto.

La angustia es la vía que permite acceder a lo que es anterior al deseo y a su objeto.

El objeto fobígeno es un significante que protege al sujeto del acercamiento al deseo. Vale decir ante la prueba del deseo del Otro, el significante comodín cumple una función de defensa.
La verdadera función de la fobia está en sustituir al objeto de la angustia por un significante que provoca temor.

En la fobia no vale el mecanismo de la sustitución, sólo se encuentra angustia que no proviene de una representación reprimida. El enlace del afecto liberado aprovecha cualquier representación, pero es secundario.

Una vez establecido el despertar de ese representante psíquico, es la condición capital para que aflore la angustia.

La fobia no pertenece al reino de la sustitución, el enlace es secundario, y así el objeto, como significante fálico, tiene la posibilidad infinita de sostener la función que falta.

El significante fálico funciona como significante universal. Es la operación que realiza el objeto fóbico.

En el campo de la angustia, el objeto de la fobia vela la abertura realizada en el intervalo donde amenaza la presencia real.

Por otra parte el significante fálico se presentifica como angustia, se hace presencia real en el agujero realizado en el intervalo y amenaza al sistema simbólico.

Falta el apoyo de la falta.

Pero lo que queda excluido en el tiempo primero, como testimonio del goce perdido, no se mediatiza en la fórmula del fantasma.

La función del objeto fóbico nos dice Lacan, es la forma más simple de colmar "el lugar previsto para la falta".

Nunca se encuentra otra cosa que la angustia que no proviene de una representación reprimida y que por una suerte de elección ha puesto en primer plano todas las ideas aptas para devenir objeto de una fobia.

Vale decir, la angustia se enlaza con un contenido de representación o de percepción, el estatuto del objeto, y el despertar de ese contenido psíquico es la condición capital para que aflore la angustia.

Lo que el sujeto teme encontrar es una cierta suerte de deseo que volvería a hacer entrar en la nada de antes de toda creación, todo el sistema significante.

En las fobias, la angustia no proviene de un recuerdo cualquiera, es de origen sexual. Lo que el enfermo teme es el advenimiento de ese ataque de angustia, en circunstancias particulares, en las que cree que no podrá evitarlo. La fobia es el miedo al nacimiento de la angustia.

En primer lugar, la angustia no proviene de la represión de la libido, sino que es ella la que provoca la represión. O dicho de otro modo, ella manifiesta el peligro en que se siente el yo.

A lo largo de todas las ilustraciones clínicas, hay un hecho indiscutible y es que el material fobígeno es siempre reconocido como un elemento extraño al sujeto.

En el cap. VIII de Inhibición, síntoma y angustia, Freud dice que la angustia es algo que sentimos. La calificamos de estado afectivo aún no sabiendo bien que es un afecto. Como sensación presenta un franco carácter displaciente, pero no es esta la única de sus cualidades, pues no todo displacer puede ser calificado de angustia. Entre otras sensaciones de carácter displaciente encontramos (la ansiedad, el dolor, la tristeza).

En el estado de angustia nos vemos obligados a ver una reproducción del trauma del nacimiento. No cabe duda de que la salida al mundo causa al niño un sufrimiento real, pero no es esto lo que esencialmente tiene valor traumático. Al respecto dice Lacan, el traumatismo de nacimiento se debe menos a la separación de la madre que a la intrusión de la atmósfera en el cuerpo del niño.

No es ocasionado entonces por la pérdida de algo sino, al contrario, por el llenado, el demasiado lleno que invade al sujeto.

Este trauma fundamental muestra que la angustia señala la proximidad del goce, la aparición en lo real del objeto a como consecuencia de una falla en la función del fantasma que es una respuesta forjada por el sujeto a la pregunta por lo que el Otro quiere de él.

Cuando el sujeto se encuentra con la angustia es porque está cerca del deseo del Otro y del puente que conecta este deseo con el goce, con la satisfacción siempre paradójica de la pulsión. De ahí la afirmación de Lacan "solo la angustia transforma al goce en objeto causa del deseo".

Siempre hay una dimensión traumática en el encuentro con el deseo del Otro, porque el carácter enigmático del mensaje que el sujeto recibe de éste, no puede nunca ser enteramente asimilado de modo que, mas allá del sentido que puede tomar, queda siempre un núcleo resistente a toda simbolización.

En ese punto el fantasma vela ese núcleo duro porque provee al sujeto de una respuesta a la pregunta por lo que el Otro quiere de él. Es entonces a la vez un tapón para la falta del Otro y un sostén para el deseo que va a constituirse como defensa ante el deseo del Otro.

El objeto de la angustia no engaña porque no se deja significantizar, es un resto irreductible del principio del placer. Ese objeto para el cual la angustia es su única traducción subjetiva es el objeto a, la fórmula del fantasma es así el soporte de ese deseo de a del sujeto.


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La angustia es considerada por Lacan como excepcional, en el sentido que es el único afecto que no engaña, diferenciándola de los sentimientos, es decir de los otros afectos que revisten el carácter de sentires que mienten.

La angustia no engaña, porque al enfrentarse el sujeto al significante del deseo del Otro, el sujeto no puede deslizarse en la cadena significante. No engaña porque impide la sustitución mentirosa que si hacen los otros afectos.

Porque justamente lo mentiroso de los afectos es que pueden desplazarse, sustituirse, dando cuenta que lo que fundamentalmente engaña es la relación del significante con el significado. Es el afecto que no engaña porque funciona como signo inequívoco, de algo que se aproxima, algo éxtimo, ajeno y esa proximidad de la que da cuenta la angustia, nos orienta hacia el punto donde se aproxima el objeto de la pulsión, es decir indica "ahí está tu deseo".

El sujeto se protege de este modo del encuentro con el deseo del Otro porque el fantasma le permite ofrecerse él mismo como el objeto que puede tapar su vacío central.

Pero puede ocurrir que en algún momento el Otro presente ante el sujeto ese núcleo duro, inasimilable, de su ser bajo la forma del objeto real que retorna.

Entonces el fantasma no es suficiente para asegurar la significación.

Este es el momento de la angustia, efecto del encuentro del sujeto con un goce que desconoce y es a la vez lo más íntimo de él.

La angustia indica entonces la falla del fantasma que es también la del Nombre-del-Padre, imposibilidad de encauzar todo el goce por los carriles del significante.

Esta aparición de la angustia es la causa de la producción del síntoma que viene a constituir un intento de suplencia, de reparación de la falla del Nombre-del-Padre.

En el caso de la fobia, ésta tomará la forma de una plataforma giratoria donde el objeto fóbico es llamado como significante destinado a suplir el defecto del Nombre-del-Padre, es decir, a hacer de muralla al goce.

Ante el deseo del Otro, el fóbico se encuentra confrontado con su propia insuficiencia para satisfacerlo y esta falta de respuesta suficiente se debe a la insuficiente constitución del fantasma.

Como señala Lacan, el objeto fóbico es un significante para todo uso, para subsanar la falta del Otro, un significante/objeto que sostiene la metáfora paterna en tanto restaura al padre a la vez que lo invoca.

Llamar "significante para todo uso" al objeto fóbico implica designarlo como equivalente de la falta del Otro.

Entre ese exterior excluido que lo divide, separando estructura y fantasma y esa cantidad que lo embaraza, esa angustia frente al objeto, alimentada desde la fuente pulsional inconsciente, el fóbico a diferencia del histérico y del obsesivo, no puede asumir lo que ha perdido al producirse como sujeto.

La antigua hipótesis auxiliar freudiana se sostiene en la separación representación-monto de afecto. Introduce un sujeto representado en la sustitución que se constituye fantasmáticamente como ocurre en esas dos neurosis. En la fobia en cambio, la angustia no se ha separado de ninguna representación, divide al sujeto pero lo inscribe en el campo del Otro.

Aquí la angustia no tiene representación, es de otra naturaleza que la representación, se ubica, anticipando la dimensión de la falta, en la abertura misma que constituye el inconsciente.

La angustia en las fobias tienen una estructura mas complicada que los ataques de angustia simplemente somáticos. En ellas la angustia, se enlaza posteriormente con una representación, que vale como objeto y el miedo la dosifica.
Mientras las fobias privilegian el vínculo con el objeto miedo, anticipando la relación angustia-peligro exterior, la neurosis de angustia, en cambio acentúa el vínculo con la acumulación de la excitación, debido a una insuficiente satisfacción, que no admite derivación psíquica y que se libera como angustia.

El fenómeno del terror facilita el acercamiento peligro exterior-angustia neurótica. Freud lo intuye al sostener "que el hombre se protege del horror mediante la angustia.

La angustia neurótica, introduce la espera, un estado de alerta, de atención, de preparación, "la constitución de lo hostil". Una angustia libremente flotante, dispuesta a prenderse de cualquier representación pasajera. Dicho estado de alerta, con angustia, influye sobre el juicio, escoge expectativas y acecha la oportunidad de justificarse.

Tomando en cuenta las dos teorías acerca de la angustia que formuló Freud podemos decir que en la 1º el representante de la pulsión es reprimido por el peligro que representa, lo que el sujeto teme no proviene de una amenaza externa sino de su propia libido. Y en la 2º este proceso lógico se invierte: no es la represión quien causa la angustia, sino la angustia quien causa la represión. La originalidad de Lacan consistirá en buscar un fundamento diferente del complejo de castración freudiano. Lacan dirá que la angustia es "la sensación del deseo del Otro", la reacción ante esta sensación.

Lucía Serrano
Psicoanalista
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