SUMARIO
Depresión y cáncer
La disposición a la neurosis
Angustia y fobia
De nuestros antecedentes
Convocatoria Cursos 2008-2009
Descargar PDF

INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS
AGROPECUARIAS DE LA HABANA
Cuarta Conferencia (5 de abril de 1995)

(Viene del nº 98)

...Lo estoy haciendo lo más sencillo que puedo. La transferencia es aquello que ocurre automáticamente sin que nadie haga nada, cada vez que se pone el juego el psicoanálisis tanto para su docencia, para su transmisión como para utilizarlo como tratamiento psicoanalítico y el psicoanalista no tiene que estar interpretando lo que le pasa sino que tiene que dejar que pase lo que está pasando. Dejar que pase, a todo nivel; si el paciente quiere tener un psicoanalista un poco estúpido, el psicoanalista tiene que ser un poco estúpido, nada de andar diciéndole al paciente: usted quiere que yo sea un poco estúpido. Después de muchos meses, de muchos lugares, uno le dice: usted, necesitaba todo el tiempo estar sintiendo que era más inteligente que yo para poder contarme las barbaridades que me tenía que contar. Sólo se interpreta después, después que finaliza la situación, después que se resuelve la situación; mientras tanto el psicoanalista tiene que padecer la situación, pues para eso le pagan.

La transferencia no es lo que el paciente dice que le pasa con el psicoanalista, esa fue otra confusión. "Ay, yo estoy enamorado de usted" o "yo lo odio" o "qué cosas me dice", eso no es la transferencia, eso es como el sueño manifiesto, eso es lo manifiesto y la transferencia es inconsciente. Parece muy complejo pero es muy sencillo: un paciente me pide un mechero, un encendedor, una fosforera y yo le digo que no, arriesgando a que el paciente diga todo lo que me dijo: que era un mal educado, que era un egoísta, que tenía sentido de propiedad privada sobre las cosas, y un montón de cosas más. Pero, al negarle el encendedor, la fosforera, el paciente llega a un recuerdo infantil, eso que nosotros llamamos recuerdos encubridores, recuerdo en el cual aparece que una vez, con un instrumento parecido quemó una cortina de su casa, el padre le quitó el mechero de las manos y le pegó, aunque no fuerte, una cachetadita. Esto parecía una interpretación pero no lo es porque ahí todavía no pasó la transferencia, eso es un recuerdo encubridor. Él recordaba el día que había querido quemar su casa, para no recordar qué era lo que su padre le había prohibido quemar y eso no nos interesa. Lo que nos interesa es, que si yo como psicoanalista interpretaba la transferencia en lugar de vivirla -en lugar de enojarme con el paciente, en lugar de no darle el mechero diciendo: no, mire; el mechero es mío y no se lo presto- corría el riesgo de que el paciente se fuera, abandonara el tratamiento enojado porque si yo le hubiese interpretado: Usted me quiere pedir a mí lo que no le puede pedir a no sé quién, entonces nos hubiésemos perdido el recuerdo encubridor donde él quería quemar algo en la casa. Después de varias asociaciones del paciente, fue interpretado como que el fuego aquél que el padre le había prohibido no era aquél que quemaba las cortinas sino aquél otro fuego de la pasión que el paciente tenía por su madre. Es recién ahí que puedo interpretar que yo fui tratado como su padre prohibiéndole fumar, en tanto él quería el mechero para fumar. Prohibiéndole fumar, como su padre le prohibió quemar la cortina. Pero tanto el padre como yo, colocados en la misma posición, le estábamos prohibiendo que él tuviera deseos inconscientes, sexuales para con su madre. Como ejemplo es suficiente, no sé si lo han entendido. Pasan cosas con el paciente que yo tengo que jugar, como si fuera en un teatro, como si fuera un papel que me toca jugar.

-... ¿cada uno de nosotros posee una dosis de cada uno de los elementos de esos que en lo cotidiano consideramos como elementos de las personas, lo que querría decir que yo poseo dosis de fobia, dosis de neurosis y dosis de, de todo, vamos?

-Sí, evidentemente. El otro día yo lo expliqué de una manera más médica, digamos de manera menos dramática. Dije: hay enfermos que vienen porque han sido reprimidos, hablo de la represión inconsciente y no de la represión social, entonces yo lo curo. La histérica, por ejemplo, es histérica por represión, entonces yo hablo con ella y la curo, pero esto no quiere decir que termino con el mecanismo de la represión. Está curada pero tiene el mecanismo de la represión. Yo curo a un fóbico pero si le quito todo, todo el miedo, lo hago un ser raro, lo hago un ser que se tira por la ventana todos los días, un ser que en lugar de bajar por las escaleras, se tira por el agujero de la escalera; algo de miedo le tengo que dejar para que el tipo baje la escalera o baje por el ascensor. Cierto prurito tengo que tener, yo no le temo a lo desconocido pero algo de temor a lo desconocido tengo que tener porque si no no me doy cuenta que es desconocido. En todo caso la pregunta sería ¿por qué ese mismo mecanismo hace a una persona enferma? Eso es otra discusión, pero es el mismo mecanismo. ¿Quién no disocia? Si voy al teatro y soy un economista, tengo que disociar porque si voy al teatro y lo veo como las cuentas que estuve haciendo al mediodía, no puedo ver el teatro, tengo que disociar. Es cierto que cuando la disociación se hace más grande tengo una esquizoidia, tengo una esquizofrenia, pero disociar disociamos todos. Ni hablar cuando empiezo a tener relaciones raras con la realidad, cuando en lugar de un novio tengo dos, por ejemplo, si no disocio es anormal. Esto tiene que ver con los creadores, ustedes saben que muchos creadores fueron internados sin necesidad de ser internados. ¿Por qué? porque la creación hace que el sujeto tenga más miedo, tenga más revoluciones digamos. Hay que tener mucho cuidado con los niños. Los niños, cuando están formándose, están padeciendo esas pasiones a todo vapor digamos. Antes de hacer un diagnóstico de un niño hay que esperar que crezca, más bien hay que hablar con los padres. Con el niño hay que tener mucho cuidado porque el niño puede cambiar de personalidad de un día para otro: hoy es fóbico, mañana es obsesivo y pasado mañana es esquizofrénico y luego es un chico normal. Por eso hay que tener mucho cuidado con el niño, sobre todo los educadores, porque si yo insisto que fulanito es malo con las matemáticas fulanito terminará siendo malo con las matemáticas, en cambio si yo pienso que son procesamientos que el niño está haciendo y lo espero, puede ser que a las dos o tres semanas o un mes o dos meses, el chico aprenda las matemáticas y ahora tenga faltas de ortografía, por lo cual yo no puedo pensar que el chico nunca va a hablar castellano; tengo que pensar que son los procesamientos de una convulsión infernal. Fíjese en usted, que es una persona grande, que es una persona culta y piensa la posibilidad de tener estos sentimientos encontrados; al niño le pasa, no que lo piense: le pasan esos sentimientos encontrados. La madre lo tironea para un lado, el padre lo tironea para otro, la maestra lo quiere subir, ...y el chico no sabe qué hacer con todo eso. Es por eso que hay que tratarlo con más atención, respetar un poco más su crecimiento, no meter tanto la mano en la sopa del niño; dejar que el niño tome la sopa a su gusto. El trastorno en el crecimiento de los niños adviene cuando uno se mete en el crecimiento de los niños, cuando uno no se mete hay pocos trastornos. No hay casi trastornos porque ya le está pasando todo esto que le estoy diciendo.

No es necesario pegarle todos los días en la mano para que tenga ley; él tiene ley por todas esas cosas que dijimos: por la identificación primordial, por la fase del espejo, por la instalación del Superyo. No hace falta andar pegándole para educarlo, él ya se va educando solo porque vive en un mundo de seres humanos. Un mundo de seres humanos entre comillas si ustedes quieren, pues es un mundo que no está totalmente humanizado porque no deja crecer libremente a los niños, puede ser, pero lo han dicho ustedes, no lo he dicho yo.

-Si el amor es la búsqueda constante de aquella madre protectora, madre fálica que era todo protección y ante la cual el niño se siente absolutamente protegido, entonces, cómo se puede entender que el amor sea proteger y hasta dar la vida por el ser que es objeto de ese amor.

-Pero no es una contradicción, el niño da la vida ahí: el niño para tener esa madre da la vida, si no no tendría madre.

Se dice exactamente como usted lo dice: entrego mi vida para no morir, después puedo hasta morir por esa entrega. Como en tribus primitivas: yo le salvé la vida, entonces ahora usted es mi esclavo, aunque en ese “ser mi esclavo” pueda morir pues tiene que poner su cuerpo delante del mío cuando me dirigen una flecha.

Además, está la sustitución, el desplazamiento, que va haciendo a las personas más sanas. No quedarse arraigado a las cosas porque las cosas se transforman. Cuando las cosas no cambian, no cambian, pero si las cosas cambian, es más sano aquel que acepta que hay una transformación. Mejor que quedarse hasta los 60 años viviendo con la mamá, es buscarse una mujer que haga las tortillas de papas igual que mi mamá y eso ya es una sustitución aunque después venga un psicoanalista y me diga que me fui relativamente de mi casa porque fíjese, su mujer hace las tortillas de papas como su mamá. Pero ya sustituí, ya estoy con una mujer que no es mi mamá. La sustitución es un camino de la salud. Hay un camino de la salud y es la posibilidad de sustituir. Por ejemplo: yo tengo 54 años, soy joven si quiero vivir la sexualidad de los 54 años, y si quiero vivir la sexualidad de los 20 años, soy viejo. No se rían que es muy sencillo. Envejece aquél que no quiere aceptar que han pasado los años; es todo al revés de lo que la gente piensa. Aquél que acepta que los años van pasando, envejece menos. Muere. Igual va a morir, pero muere joven. Muere con mirada, como se dice por ahí y el que tiene mirada es joven. Hay un grado de salud, lo que pasa es que hay que aceptar que los años van pasando, que las cosas se terminan. Hasta para las cosas sociales creo que es así. Frente a situaciones de cambio fuerte no se puede hablar de un proceso de adaptación, de lo que se trata es de un proceso de aceptación, no de adaptación. La adaptación, al final termina siendo mala, nociva para el individuo, pero la aceptación de que la realidad se va transformando y de que uno tiene que ir transformándose con la realidad, eso es sano. ¿Por qué tengo ganas de vivir una sola vida, cuando el hombre está capacitado para vivir varias vidas?

-¿Hace usted algún tipo de diferenciación entre los mecanismos que provocan la psicosis, la neurosis y aquéllos que provocan las enfermedades psicosomáticas?

-Sí, en diferentes fases del desarrollo. Por ejemplo; un paciente psicosomático tiene poca representación. No tiene capacidad de representación, además, en el psicosomático la enfermedad ocupa gran parte de su mente por decirlo rápido, ocupa gran parte de su vida psíquica. Establece mejor la transferencia un psicótico que un psicosomático, porque el psicosomático establece la transferencia con su órgano enfermo, en cambio el psicótico está como suelto, es demasiado libre y, entonces yo puedo imponerle una ley, frustrarlo, decirle que no a algo y de esa manera puedo hacerle comprender algo, puedo hacerle entrar en relación, en cambio con el paciente psicosomático es muy difícil porque le tengo que quitar de la relación que tiene con el órgano enfermo.

En el proceso imaginario, en la relación imaginaria pura, cuando yo estoy enfrentado a mi imagen en el espejo, todo me viene de lo otro, esa es la relación imaginaria. No se trata de todo lo que soy, sino de todo lo que quiero llegar a ser y lo único que siento por el otro son las ganas de aniquilarlo. A ver si pueden entender esto, es tan grave el sometimiento que tengo en el lugar de lo imaginario que lo único que quiero con el otro es eliminarlo. No es tan difícil, por ejemplo, encontrar pacientes que se la pasan pensando cómo hacen para terminar con la madre o para terminar con el padre, que no lo pueden ni ver. Eso es así porque se han quedado fijados en la relación imaginaria, porque en la relación imaginaria, todo me viene dado desde el otro, todo; lo que soy, lo que seré. Por lo tanto, el grado de dependencia es tal que lo único que siento es ganas de aniquilar a ese otro. Es por eso que Lacan dice, menos mal que hablamos, porque el hablar regula lo imaginario. Pero si yo tengo problemas con el lenguaje, problemas con mi entrada en el lenguaje, entonces quedo como fijado a lo imaginario.

Habría que pensar en el enfermo psicosomático como en una especie de melancolía del órgano, en el sentido de que, así como el melancólico se mata todo entero porque todo él es el pariente muerto o la mujer que lo abandonó, en el psicosomático podríamos pensar que hay una identificación parcial en el órgano; ese órgano que tortura permanentemente, podríamos llegar a pensar que hay allí como una melancolía puntual, que no es con todo el cuerpo, sino que es con el órgano enfermo. Es muy interesante porque el psicosomático es como si no se manejara con el sistema nervioso central, sino con el neurovegetativo, que es un sistema mucho más primitivo que el sistema nervioso central, entonces no tiene “cuento”. La histérica siempre tiene algo que contar, el neurótico obsesivo tiene un montón de cosas que contar, es capaz de decir: a mí, lo que me pasa, me pasa porque mi madre me miró perpendicularmente aquella tarde en la que caía el sol a las cuatro y media de la tarde... Tienen un montón de historias que contar, en cambio el psicosomático no tiene historias, es del orden del grito lo que le pasa, es una cosa primitiva. Es del orden del afecto en carne viva. Las experiencias hechas con enfermos psicosomáticos son experiencias muy fuertes para el médico porque son relaciones muy intensas donde además uno siempre fracasa porque el que triunfa es el órgano enfermo. Pero hay curación. Hay curación pero el enfermo psicosomático es un orden primitivo, por eso lo ponemos ahí en la fase del espejo que es el lugar en el que el niño forma su cuerpo y un obstáculo, una traba ahí hace que después se enferme algún órgano.

Ustedes saben que llamamos enfermedad psicosomática a las enfermedades que no tienen etiología. Eso corresponde al 40 por ciento de las enfermedades; más del 40 por ciento de las enfermedades son sin etiología y además, llamamos enfermedades psicosomáticas a aquellas que a lo largo de los estudios remiten con el tratamiento psicológico. No quiero nombrar ninguna porque no quiero que me pidan hora porque me voy el domingo, pero, el asma, la úlcera, todas las enfermedades del colágeno, todas las enfermedades alérgicas, habría también que pensar qué es lo que pasa con el famoso SIDA, ya se han hecho investigaciones muy rigurosas con el cáncer, muy rigurosas y muy efectivas. Es decir que todas las enfermedades de autoinmunidad, tienen que pensarse como enfermedades psíquicas. La autoinmunidad es lo que le pasa al loco: hay una célula que no es reconocida como propia aunque lo sea, hay una idea en el loco que el loco no reconoce como propia y a eso se lo llama alucinación o delirio. El sistema se pone a delirar porque no reconoce como propia una célula que es propia, es el caso del cáncer, por ejemplo. Lo que pasa es que las investigaciones están recién comenzando. Ustedes calculen que desde las matemáticas hasta llegar a la fórmula de la velocidad, que fue la otra ciencia que le continuó a las matemáticas, pasaron dos mil años. El psicoanálisis nació hace 88 ó 90 años, digamos, 100 años. Es por eso que tenemos que volver a repasar los textos, tenemos que hacer más experiencias, pues es una ciencia recién nacida.

Lo mismo digo del marxismo. Cien años más. Son ciencias muy jóvenes que tendrán que seguir siendo procesadas para ver dónde nos llevan y qué es lo que determinan en nosotros.
-Si aceptamos el hecho de que todos nosotros tenemos rasgos de neurosis, de histeria, de obsesividad, lo que yo me pregunto es con qué derecho nosotros llamamos locos a esas personas que tienen esos rasgos un poco más desarrollados, ¿con qué derecho los llamamos así?, ¿dónde está la barrera? Pienso, por ejemplo, en grandes hombres de ciencia que fueron tratados de locos cuando somos nosotros los que quizá no hemos llegado a ese estadio.

- Sí, voy a dar algunas explicaciones, no sé si convincentes. Tengo muchas explicaciones porque yo, éticamente me lo he preguntado muchas veces. Yo también fui muy joven y también fui defensor de la locura. Lo que pasa es que es el paciente el que nos requiere que lo tratemos como a un loco: yo jamás me pondría en manos de un psiquiatra y no estoy bromeando. Todos somos celosos, pero hay gente que se hace llamar celosa. Yo soy celoso y no solamente soy celoso, sino que a todas las mujeres con las cuales me relaciono, en cualquier posición con la que me relacione, como amante, como padre, como docente, como amigo o como lo que sea, una vez cada seis meses les hago una escena de celos programada, porque si no ellas sienten que yo no tengo ningún interés en ellas y yo tengo mucho interés. Lo que estoy explicando es que todos somos celosos, lo que pasa es que a algunos se les nota, a otros no se les nota. Hay algunos que se hacen llamar celosos. Si alguien ahora mira a la señorita de al lado, por ejemplo, y yo me pongo a increparlo diciendo: Eh, ¿por qué no me mira cuando le hablo? ¿Vieron? Hay gente que es así.

El loco sufre. Es cierto que hay locos que no sufren y esos no vienen, “a mí nunca me han intervenido ni me han dado una pastilla”, pero hay locos que sufren y vienen por su sufrimiento.

- ¿Y el que no quiere venir, pero es traído por sus familiares?

- El que es traído por sus familiares, ya ha roto alguna barrera que no tenía que romper y no me preguntes quién ha impuesto esa barrera: cuando el semáforo está en rojo, hay que detenerse. Yo entiendo lo que tú dices, pero tú tienes que entender lo que yo digo. Yo digo: hay un cierto grado de locura que el buen médico diagnostica, no como locura, sino como creatividad, lo que pasa es que, como ya dijimos, es un problema de cantidad. Si tú por ejemplo has pintado la pared de blanco y vengo yo con pintura roja y te mancho toda la pared, no seré loco, pero he hecho una locura. Si además eres mi padre, que me manda a la escuela, que me trae la leche, que me pone los pantalones, vas a consultar al médico, no te queda otro remedio. Esto es interesante, porque el deseo de manchar, que es manchar a mi madre con mi semen, en lugar de darse manchando de rojo la pared recién pintada puede darse manchando una hoja del cuaderno y después la arranco y lo único que tengo es una mala nota de la profesora y por eso no me mandan a un psicólogo. Igual manché a mi madre, igual manché a mi madre con mi semen, igual, sólo que uno necesitó tirar el tacho de pintura y eso fue un exceso. Yo no voy a inventar que ninguna sociedad actual soporta ningún exceso, con esa pregunta ya me sacó del campo, ya estamos discutiendo de otra cosa. Si a mí alguien me dice, usted es un seductor Menassa, fíjese, ya han pasado más de dos horas y estamos todos atentos, por eso no voy a ir a consultar a ningún médico para decirle que soy un seductor que se pasa la vida seduciendo a la gente y no dándole lo que después me vienen a reclamar, que es lo que dice la histérica: es ella la que dice que sufre porque seduce a los hombres y que después no les puede dar lo que ellos le reclaman por la seducción que ella hizo. Es ella la que viene compungida, dolorida, no puede dormir, no puede trabajar. O el obsesivo que está preocupado por sus rituales. Yo cuando me siento a escribir, escribo cuatro horas. Ayer estuve leyendo seis horas para la clase de hoy y sin embargo no consulté a ningún médico para ver si no es un poco obsesivo tanto estudiar. El obsesivo viene a preguntar ¿por qué borré con la goma la palabra "mmm"?, ¿ven que es él?

Hay una ética médica con respecto a eso, se ha discutido mucho, en muchos congresos, en muchos lugares. Con respecto a Van Gogh, él cuando estaba loco, se cortó la oreja, compañero. Cuando no estaba loco, pintaba sus cuadros. Cuando pintaba los cuadros no estaba loco, se lo puedo asegurar. Cuando estaba loco se cortaba la oreja, se peleó con Gaugin, se peleaba con todo el mundo, pero cuando pintaba, pintaba, no estaba paranoico. Es importante eso de la creación y la locura. No es en la locura donde creó, es en una cuota de locura donde aparece la creación, pero yo no estoy loco cuando estoy creando, esa es una diferencia fundamental. Es cierto también que al loco bien tratado -ese que ya es loco y que tengo que tratar, tengo que pensar en él, tengo que tener las enfermeras que lo cuiden, tengo que tener a otros médicos pensando bien en él-, instrumentándolo, puede ser que se haga un creador. Yo hice de muchos locos, cuando los trataba, creadores, pintores, escritores..., pero ya los tengo que tratar como locos, tengo que incluirlos en un tratamiento.

- Para que se dé el inconsciente tenemos que ser humanos, y el humano tiene que vivir en sociedad y la sociedad no lo permite.

- Es que no sé si no lo permite o no hace falta, perdóneme, pero yo dije que es el inconsciente y la conciencia, es el principio del placer y es el principio de realidad. Un acto de civilización es: en el lugar donde estoy haciendo lo que tengo que hacer, ahí cometo el acto neurótico que me salva del horror, ya cuando tengo que ir a otro lugar a cometer el acto neurótico o del horror, ya cuando tengo que ir a otro lugar a cometer el acto neurótico o con el ejemplo del rojo sobre la pared pintada de blanco, ahí ya tengo un trastorno, ya se trata de un trastorno.

El psicoanálisis es un hecho exquisitamente comunitario. Yo ya dije el otro día cómo se puede modificar el hombre con este asunto de las palabras, dije que los periódicos hablan con trescientas palabras, que los cómicos hablan con tres mil palabras, que los poetas escriben con cinco mil o diez mil o con veinte mil palabras, pero que hay un millón de palabras en la lengua castellana, por lo tanto, educando mejor a nuestros niños y educando mejor a nuestros jóvenes y educandonos mejor nosotros, a lo mejor lleguemos a un lugar en el cual, el espacio se abra más, donde para que se te diagnostique locura ya tienes que hacer una cosa grave.

Ustedes me plantean una cosa filosófica muy general pero, antes de llegar a esta cosa filosófica, estamos en pañales: diagnósticamos mal y esto sí que es algo muy grave; diagnosticar una locura cuando no lo es, diagnosticar tal enfermedad cuando no es tal enfermedad, mantener a un paciente durante cuatro, cinco, seis o siete años con radiografías, análisis de esto y de lo otro cuando lo que necesita es una psicoterapia, estamos en ese lugar todavía. No sólo aquí, en el mundo entero estamos todavía en ese lugar.

Llegamos a esos problemas porque la filosofía es el modo de vivir de los ciudadanos y como no se puede dejar de hablar del modo de vivir de los ciudadanos, siempre terminamos hablando de filosofía. La filosofía no es otra cosa que eso: el modo en que viven los ciudadanos. Si quiero hablar de la filosofía de las ciencias, tengo que agregar: filosofía de las ciencias es el modo en que se comportan las ciencias, pero sigue siendo un modo de comportamiento, el modo en el cual se comportan las ciencias. Cuando digo filosofía, estoy hablando del modo de vivir de los ciudadanos y no hay que olvidárselo.

Siempre hay madre, siempre hay padre, siempre hay identificación primordial, pero según sea el lugar en el que estoy, según sea lo que pasa en esa sociedad -acuérdense que para nosotros, cristianos en general, el Edipo es con la madre y el padre, pero hay lugares en donde lo prohibido no es la madre, lo prohibido es la hermana; en algunos otros lugares lo prohibido es cualquier hombre de la misma edad que el padre y en algunos lugares lo prohibido es todos los de la rama, es decir, que no puedo con nadie que sea de mi tribu. Esas son todas leyes que se pusieron en sus momentos porque era necesario agrandar la tribu o porque no sé qué, pero lo que nunca faltó fue la prohibición; siempre hay una prohibición, porque si no, no se produce el inconsciente, no me produzco como hombre. Algo me tiene que ser quitado para que yo pueda hablar, algo tengo que no poder para poder hablar.

Miguel Oscar Menassa
Del libro “Siete Conferencias de Psicoanálisis
en La Habana, Cuba”

ESCUELA DE POESÍA
GRUPO CERO
Dirige y Coordina: Miguel Oscar Menassa

TALLERES

Madrid

-Carmen Salamanca:
609 515 338
-Alejandra Menassa:
653 903 233
-María Chévez:
91 758 19 40
-Amelia Díez:
607 762 104

Alcalá de Henares

-Carlos Fernández:
676 242 844

Málaga

-Amelia Díez:
607 762 104

c/Duque de Osuna, 4 - 28015 Madrid
Tel.: 91 758 19 40
poesia@grupocero.org
www.poesiagrupocero.com

 

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO