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Prefacio: Atención, alguien está triste
Función del objeto en las fobias
Impotencia sexual: Una mirada desde el psicoanálisis
De nuestros antecedentes
Feria del Libro de Madrid
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FUNCIÓN DEL OBJETO
EN LAS FOBIAS


La túnica de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 80x80 cm.

En las fobias el miedo a la castración se dirige a un objeto distinto y toma una expresión disfrazada -ser mordido por un caballo o devorado por un lobo en lugar de ser castrado por el padre.

La formación sustitutiva tiene dos evidentes ventajas. En primer lugar evita un conflicto por ambivalencia, pues el padre es, al mismo tiempo, un objeto amado; y en segundo, permite al yo terminar el desarrollo de angustia. La angustia de la fobia es, en efecto, condicional. No aparece sino ante la percepción de su objeto, puesto que sólo entonces existe el peligro. De un padre que no está ahí no puede temerse la castración. Ahora bien, el padre no puede ser suprimido, aparece ante el sujeto cuando quiere. Pero una vez sustituido el padre por el objeto fóbico, el sujeto no tiene más que evitar la percepción de este último, o sea, su presencia, para vivir libre de peligro y de angustia. Así, pues, Juanito impone a su yo una limitación: la de no salir a la calle para no encontrarse con un caballo, el objeto de sus miedos.

Lo que hace de esta reacción una neurosis es única y exclusivamente la sustitución del padre por el caballo. Este desplazamiento es lo que puede calificarse de síntoma.
El niño acaba, a veces, por conducirse como si no entrañara inclinación ninguna hacia su padre, se hubiese libertado de él en absoluto y tuviera realmente miedo al animal. Pero este miedo, alimentado por la fuente pulsional inconsciente, se muestra superior a todas las influencias emanadas de la conciencia, delatando, de este modo, tener su origen en el sistema Inconsciente.

En el caso de la agorafobia, una fobia muy común, el enfermo de agorafobia impone a su yo una limitación para huir de un peligro provocado por un deseo. Este peligro es la tentación de ceder a sus deseos eróticos, con lo cual suscitaría, el peligro de la castración.

El mecanismo de la fobia presta, como medio de defensa, excelentes servicios y muestra una gran tendencia a la estabilidad. Con frecuencia, pero no necesariamente, surge una continuación de la lucha defensiva, dirigida entonces contra el síntoma.

El objeto fóbico sale de la angustia, pero lo que lleva es el miedo y, en cierta manera, el miedo concierne a algo articulable, es más tranquilizante que la angustia. De manera que a partir de entonces el mundo aparece puntuado por toda una serie de puntos peligrosos, de puntos de alarma.

El objeto de la fobia aparece como agente que retira algo cuya ausencia había sido más o menos admitida en un principio. Los objetos de la fobia, se distinguen de entrada por ser objetos pertenecientes en su esencia al orden simbólico.

Estos objetos tienen la función de suplir al significante padre simbólico.

En la medida en que la fobia es una avanzadilla, una protección contra la angustia, el objeto, en su función, marca un umbral. A partir de la fobia el mundo aparece puntuado por toda una serie de puntos peligrosos, puntos de alarma, que lo reestructuran.

El objeto fóbico viene a desempeñar el papel que, por alguna carencia, no desempeña el personaje del padre. Así, el objeto de la fobia juega un papel metafórico. El objeto de la fobia es siempre un significante. Es el elemento alrededor del cual van a gravitar toda clase de significaciones, formando a fin de cuentas un elemento que suple lo que faltó al desarrollo del sujeto.

Como en las otras dos neurosis, la histeria de conversión y la neurosis obsesiva, en la fobia constituye la destrucción del complejo de Edipo el punto de partida, y como fuerzas motivacionales de la oposición del yo el miedo a la castración.

La fobia está hecha para sostener la relación con el deseo bajo la forma de la angustia. La función de la fobia es la de sustituir al objeto de la angustia por un significante que provoca temor.

El objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de angustia. El objeto está allí para ocupar, entre el deseo del sujeto y el deseo del Otro, una cierta función que es una función de protección o de defensa. ¿De qué se protege el sujeto? Del acercamiento de su propio deseo.

Fernando Ámez. Psicoanalista
Madrid: 689 20 92 69

 

La fobia, ocupa un lugar aparte entre la histeria y la neurosis obsesiva. El deseo en la fobia se especifica como un deseo prevenido en relación al deseo insatisfecho de la histeria y del deseo imposible de la neurosis obsesiva.

Freud a la fobia la denomina "histeria de angustia", porque hay perfecta coincidencia del mecanismo psíquico de las fobias con el de la histeria, salvo en un solo y único punto decisivo, muy apropiado para la diferenciación. En efecto, la libido, desligada del material patógeno por la represión, no es utilizada, para una inervación somática, sino que queda libre en calidad de angustia.

En las fobias podemos distinguir dos grupos, caracterizados por el objeto de la angustia: primero, fobias comunes: miedo exagerado a aquellas cosas que todo el mundo teme algo, tales como la noche, la soledad, la muerte, las enfermedades, las serpientes, los peligros en general, etc.; y segundo, fobias ocasionales: angustia emergente en circunstancias especiales que no inspiran temor al hombre sano. Así, la agorafobia y las demás fobias de la locomoción.

Lo que en las fobias parece extraño, no es tanto su contenido como su intensidad. La angustia que causan es absolutamente incoercible.

Freud señala, en la fobia, la ausencia de relación directa entre el objeto y el pretendido miedo que lo colorea con su marca fundamental. Hay, por el contrario, una distancia considerable entre el miedo en cuestión y el objeto, constituido esencialmente para mantener ese miedo a distancia. El objeto encierra al sujeto en determinado círculo, una muralla, donde se protege de los miedos. Está esencialmente vinculado con el resultado de una señal de alarma. El objeto es, ante todo, una avanzadilla contra un miedo instituido.

Lo importante no es el objeto en sí mismo, sino la función del objeto. No importa porqué la fobia toma por objeto tal o cual animal, no está ahí la cuestión. Es decir el contenido de una fobia es a la misma, lo que al sueño su fachada manifiesta.

Hay que separar bien la angustia de la fobia. De las dos una viene después de otra, una viene en auxilio de la otra, el objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de angustia, y esta angustia en cuestión es, en definitiva, y lo sabemos por Freud, la angustia de castración.

Por medio de todo el mecanismo de defensa puesto en actividad queda proyectado al exterior el peligro instintivo. El yo se conduce como si la amenaza del desarrollo de angustia no procediese de un impulso libidinal, sino de una percepción, y puede, por tanto, reaccionar contra esta amenaza exterior por medio de las tentativas de fuga que suponen las evitaciones de la fobia. En este proceso represivo se consigue poner un dique a la génesis de angustia, pero sólo a costa de graves sacrificios de la libertad personal. Además, sabemos que todo intento de fuga ante una aspiración pulsional es inútil, y así, el resultado de la fuga fóbica es siempre insatisfactorio. La falta de resistencia del sistema de defensa empleado en las fobias depende de que la fortaleza, inexpugnable desde el exterior, no lo es, en cambio, desde el interior. El fóbico sentirá angustia en dos distintas condiciones: primeramente, cuando el impulso libidinal reprimido experimenta una intensificación; y en segundo lugar, cuando es percibido el objeto productor de angustia.

El mecanismo de la fobia culmina en el hecho de que el sujeto puede protegerse por medio de tentativas de fuga contra un peligro exterior, surgido en lugar de un estímulo libidinal interno. La exigencia pulsional no constituye un peligro por sí misma, sino únicamente por el hecho de traer consigo un verdadero peligro exterior: el de la castración. De este modo, lo que en la fobia sucede realmente no es más que la sustitución de un peligro exterior por otro también exterior. Así, pues, la angustia de las fobias es una reacción al peligro, y el peligro en ellas señalado es el de la castración. La única diferencia existente entre esta angustia y la angustia real, que el sujeto normal exterioriza en situaciones peligrosas, es la de que su contenido es inconsciente, y sólo disfrazado y deformado llega a la conciencia. Y así, la fobia viene a constituir una especie de defensa contra el peligro exterior que reemplaza ahora a la temida libido.

Freud en su texto Análisis de la Fobia de un Niño de cinco años, el "Caso Juanito", nos dice que Juanito, dominado por el complejo de Edipo, se halla colocado en una situación de celos y hostilidad con respecto a su padre, al que, sin embargo, quiere entrañablemente, en cuanto no entra en consideración la madre, causa de la discordia.

Juanito se encuentra, pues, ante un conflicto de ambivalencia: amor y odio, ambos justificados, con respecto a una misma persona. Su fobia a los caballos será una tentativa de solución de este conflicto.

La fobia proviene de ese miedo del yo ante las exigencias de la libido. El yo tiene que actuar en estas afecciones contra una carga de objeto libidinosa del ello --la del complejo de Edipo--, por comprender que el aceptarla traería consigo el peligro de la castración.



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