Sumario
Por Miguel Oscar Menassa

 

El papel de lo psíquico en la sensibilidad química múltiple
 
Nadie lo es ni lo tiene. Y, sin embargo, nos legisla
 
El chiste y la función de la risa (II)
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
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"Obra reciente" Exposición de pintura de Miguel Oscar Menassa
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NADIE LO ES NI LO TIENE
Y, SIN EMBARGO,
NOS LEGISLA

La castración como operación simbólica recae sobre el falo materno en tanto es un objeto no real sino imaginario. El niño, sea niño o niña, quiere ser el falo para captar el deseo de su madre (primer tiempo del Edipo). La interdicción del incesto (segundo tiempo) corresponde al padre simbólico, es decir, a una ley cuya mediación está asegurada por el discurso de la madre. Que no sólo se dirige al niño, sino también a la madre. En el tercer tiempo interviene el padre real, como quien porta el falo, como quien lo usa y se hace preferir por la madre. El niño, que ha renunciado a ser el falo, va a poder identificarse con el padre teniendo entonces "en el bolsillo todos los títulos para servirse de él en el futuro". En cuanto a la niña, este tercer tiempo le ha enseñado dónde dirigirse para encontrar el falo.

La castración implica por lo tanto en primer lugar la renuncia a ser el falo, pero también implica además renunciar a tenerlo, es decir, a pretender ser su propietario. Es notable que el falo, que aparece, bajo innumerables aspectos, en los sueños y los fantasmas, sea separable, se vea en ellos regularmente separado del cuerpo. Esta separación es debido a que el falo ha pasado a ser significante.

A partir del momento en que el sujeto está sometido a las leyes del lenguaje (la metáfora y la metonimia), es decir, a partir de que el significante fálico ha entrado en juego como significante, el objeto fálico es separable imaginariamente. Y también va a regular las modalidades del goce: autoriza y ordena el goce de otro cuerpo, y al mismo tiempo, hace obstáculo a que el encuentro sexual pueda ser una unificación.

El miedo a la castración y la envidia fálica, como operaciones simbólicas permanentes, son constituyentes puesto que hacen interdicción del incesto, sin embargo dejan al sujeto en una posición de obediencia al padre que indica que todavía lo necesita para no estar en servidumbre sexual respecto de la madre. Es necesario asumir la castración, navegar en ella y seguir remando, porque así se asumirá la falta que crea el deseo, la falta que es el deseo mismo, un deseo que deja de estar sometido al ideal paterno.

Cuando la castración simbólica es forcluida o rechazada, se producen mutilaciones del órgano peniano, cumpliendo lo que ya sabemos, que lo que está forcluido de lo simbólico vuelve en lo real. Y cuando la castración simbólica es reprimida se produce el retorno de lo reprimido, en forma de ciertas enfermedades o de ciertos grados de impotencia.

Cada uno debe aprender a tacharlo del mapa de su narcisismo para poder servirse de él. Aprender a servirle para servirse de él.

Tenerlo o serlo son dos padecimientos del hombre y de la mujer, porque sabemos que la ley fálica nos dice que el falo regula las relaciones, tanto las de los unos con los otros, como las de cada uno consigo mismo. Nadie lo es ni lo tiene, y sin embargo, nos legisla.

La envidia fálica es una función psíquica, un concepto, una operación simbólica, que pertenece a la estructuración psíquica, está dentro de lo que denominamos Complejo de Edipo, máquina humanizante por la cual entra al lenguaje cada humano, por lo tanto participa en la construcción de la salud y en la construcción de cualquier trastorno de la vida sexual o social de cada hombre y de cada mujer.

La envidia es una cuestión dual, reduce las relaciones a relaciones de dos, donde uno le atribuye al otro algo que lo completa; envidiamos lo que completa al otro, sea una enfermedad o una virtud, envidiamos lo que creemos que cubre la falta en el otro.

La cuestión fálica o la cuestión de la envidia se juega en el orden del ser o del tener, en general la mujer es un equivalente fálico y como mujer se juega como creyendo ser el falo, por eso ella quiere ser más que …la otra, ser más alta, más delgada, más bella, más madre, más hija, más enferma, más sana, más inteligente, más tonta, más… mientras que el hombre se juega más en creer tener el falo, quiere tener más que…el otro, más dinero, más mujeres, más producciones, más enfermedades, más músculos, más brutalidad, más gamberro, más guerrero, más imbécil...

Ambas cuestiones, ser más o tener más, son propias de todo humano, aunque en una mujer predomine una forma sobre otra, lo mismo que en un hombre.

La cuestión que es siempre en el nivel de la rivalidad, lo cual conlleva una cierta o una gran agresividad, en tanto la agresividad es correlativa a una relación dual, no es que la agresividad lleva a una rivalidad sino que las situaciones de rivalidad conllevan un monto de agresividad.

Las mujeres envidian en el orden del ser, mientras que los hombres lo hacen en el orden del tener.

Es más propensa a la depresión la mujer que el hombre, lo mismo que el hombre es más propenso a los padecimientos donde entra en juego la angustia, enfermedades psicosomáticas.

No se envidia algo que nos apetece sino lo que al otro satisface. Por eso la envidia requiere el mecanismo de identificación porque lo que al otro satisface, el sujeto ha supuesto satisfacerse imaginaria, simbólica o realmente.

Amelia Díez Cuesta
Psicoanalista
607 762 104
ameliadiezcuesta@gmail.com
www.ameliadiezcuesta.com


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2842)

EL CHISTE Y LA FUNCIÓN
DE LA RISA (II)

En el chiste se ahorra el gasto psíquico de una REPRESIÓN Ejemplo de chiste:

Es una historia de examen de bachillerato. Está el candidato y el examinador:

-Hábleme -dice el examinador-, de la batalla de Marengo.
El candidato se detiene un instante, con aire soñador: ¿la batalla de Marengo...?

-Muertos! Es horroroso... ?Heridos! Es espantoso...

-Pero -dice el examinador-, ¿no podría decirme sobre esa batalla algo más concreto?

El candidato reflexiona un instante y responde:

-Un caballo levantado sobre sus patas traseras, y que relinchaba.

El examinador, sorprendido, quiere sondearlo un poco más y le dice:

-Señor, en esas condiciones, ¿quisiera hablarme de la batalla de Fontenoy?

¿La batalla de Fontenoy...? -¡Muertos! Por todas partes...

-¡Heridos! Tantos y más. Un horror...

El examinador, interesado, dice:

-Pero señor, ¿podría decirme alguna indicación más particular sobre esta batalla de Fontenoy?

-Oh!...-dice el candidato-. Un caballo levantado sobre sus patas traseras, y que relinchaba.

El examinador, para maniobrar, le pide al candidato que le hable de la batalla de Trafalgar. El responde:

-Muertos! Un cementerio... -¡Heridos! Por centenas...

-Pero en fin, señor, ¿no puede decirme nada más particular sobre esta batalla?

-Un caballo...

-Perdón, señor, debo hacerle observar que la batalla de Trafalgar es una batalla naval.

-¡Oh!, ¡oh! -dice el candidato- ¡atrás caballo!

En lo cómico se ahorra el gasto psíquico de una REPRESENTACIÓN. Ejemplo Charlot en un día lluvioso pisa el último charco, camino de su casa, después de eludir todos los que salieron a su paso.

En el humor se ahorra el gasto psíquico de un SENTIMIENTO. Ejemplo: el reo condenado a la horca un día lunes y camino del cadalso dice: "linda manera de comenzar la semana"

Es desde la risa del oyente, que podemos hablar de chiste, la risa tiene función de sentencia en el chiste, confirmando que se ha producido un ahorro de gasto psíquico, se ahorra el gasto psíquico de una represión. En lo cómico también hay un ahorro, el gasto de una representación y en el humor se ahorra el gasto de un sentimiento.

Todo chiste tiene destinatario, es decir hay una tendencia hostil u obscena entre el poco sentido y el ningún sentido en lo que se diferencia del sueño, así como en el chiste la regresión se detiene a nivel de las palabras (huellas anémicas) y lo onírico llega hasta el polo perceptual de la imagen, por lo que el sueño es "como una realización alucinatoria" como una realización alucinatoria de un deseo sexual infantil reprimido.

En el chiste lo que impide gozar de lo obsceno (de la vida sexual infantil) es la represión, mecanismo fundante y contra la hostilidad de la represión el chiste utiliza el insulto, lo ridículo, la crítica, el escepticismo que ataca el propio conocimiento o el cinismo siempre presente en los chistes de matrimonio.

El lenguaje es previo al sujeto y aunque necesita del sujeto para decir y ser dicho su puesta en escena está sujeto a las leyes del lenguaje como conjunto de mecanismos psíquicos, entre los que se pueden citar entre otros la condensación como metáfora del sujeto y el desplazamiento como metonimia del deseo.

Al satisfacer un instinto hostil u obsceno, se produce placer, por saltar ese obstáculo el chiste. El movimiento libidinoso que acontece en la producción del chiste pasa del juego de palabras a la chanza (aún sin tendencia) y de ésta al chiste que viene puntuado por la risa. El chiste tiende a extraer placer de los procesos psíquicos.

La risa es un fenómeno de descarga y lo que se descarga es una excitación anímica. Constituye una prueba de que el empleo psíquico de tal excitación ha tropezado bruscamente con un obstáculo. Así la risa surge cuando cierta magnitud de energía ocupada en el revestimiento de algunos caminos psíquicos se hace inutilizable y esa energía libre se descarga, a través de asociaciones de palabras, que sentencian el chiste como peculiar formación inconsciente por el carácter de fenómeno social que tiene. Freud llega a comparar la economía psíquica (sobre la que interviene el chiste) con una empresa de negocios.

Y ¿por qué reímos cuando nos cuentan un chiste? Porque el placer nos resulta regalado. El chiste hace surgir por medio de la percepción auditiva, la representación o asociación de ideas cuya formación tropezaba en el oyente con grandes obstáculos externos o internos.

Toda esa energía dedicada a la retención de material reprimido a nivel interno y censurado a nivel externo por la moral y la educación de la vida sexual infantil, marcan las dos grandes tendencias del chiste: a) hostilidad (destinado a la agresión, sátira o defensa) y b) la obscena (destinada a mostrar una desnudez).

Cada chiste tiene su público, su parroquia, de tal modo que nadie se conforma con hacer un chiste para sí mismo, sino que se ve obligado a comunicarlo, como si el proceso psíquico no terminara con su elaboración, sino que al comunicarlo tiende a cerrar el desconocido motivo de su producción, lo que lo diferencia de lo cómico.

El éxito del chiste depende de quien lo oye y no de quien lo cuente, ya que al oyente el placer le resulta regalado y el que lo cuenta aunque le produzca placer, no ríe antes (pues esta inmerso en el trabajo de elaboración del chiste que supone un gasto psíquico).

Carlos Fernández
Médico Psicoanalista
676 24 28 44
www.carlosfernandezdelganso.com

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