Sumario
Por Miguel Oscar Menassa

 

El papel de lo psíquico en la sensibilidad química múltiple
 
Nadie lo es ni lo tiene. Y, sin embargo, nos legisla
 
El chiste y la función de la risa (II)
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
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"Obra reciente" Exposición de pintura de Miguel Oscar Menassa
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 135

El Master seguía escribiendo su propia novela.

Elen empezó a verlo raro desde la mañana, es decir, desde la mañana comenzó a poner en cuestión el goce que la noche anterior, habrían conseguido.

Alberto le dijo, que a él, le parecía raro que ella lo viera raro, cuando se habían acostado casi borrachos a las cinco de la mañana y...

Elen, más que interumpirlo continuó su frase:

-Cómo me garchaste, fue hermoso verte cabalgar con tanta libertad.

Elen, sin embargo, seguía pensando que una droga los separaba.

Alberto piensa que ella cree, que él se está dando con cocaína y se dice para sí mismo:

-Ella se equivoca y, también, acierta.

No son drogas de verdad, son amores lo que me separa de ella, amores como drogas, amores que te mantienen todo el tiempo despierto como la cocaína, amores que necesitan, como la co-caína, renovarse cada dos o tres horas para sostener el nivel.

El Master se sentía un pájaro volando en libertad.

Él tendía sus finas redes transoceánicas, tratando de unir sus amores europeos, con sus viejos-nuevos amores americanos.

Para sobrevivir no dejaba un solo minuto de tejer.

Cientos de personas, seres humanos, sujetos del lenguaje, lo sostenían, a pesar de sus 58 años, joven y vigoroso. Era como un vampiro simbólico, que necesitaba, para ser inmortal el goce de sus acompañantes.

Cuando ella no gozaba, él agonizaba como los hombres hambrientos. Se mordía a sí mismo y no conseguía despertar.

Cuando ella gozaba en él, estallaba la vida misma. Todos los seres amados volvían a la vida.

Cuando ella no gozaba, él apagaba las luces del altillo y ya nadie pensaba en ese pueblo.

Cuando ella gozaba, su luz era, también, calor. Toda belleza crecía alrededor de su goce.

-¿Cuál será mi patria? se repetía el Master en el avión que lo llevaba de su Buenos Aires querido a su imperio madrileño.

-¿Cuál será mi patria?

-¿Dónde moriré?

-¿Dónde me echaré los últimos 10.000 polvos de mi vida?

Al Master con el asunto de los años siempre le gustaba regalarse algunos años de vida.

Luego se entretenía en mirar la pantalla donde aparecía:

Distancia recorrida: 6.328 km.

-Mierda, dijo el Master. Cuánta distancia, cuánto tiempo separa estas ciudades.

Tan lejos y tan cerca a la vez, como cuando hago el amor con dos mujeres.

Ahí, como si estuvieran pegadas a mi piel, pero en el mismo momento la libertad que ganan en el acercamiento, las aleja de mí.

Debo reconocer, continuó el Master, estar un poco más joven. Es cierto, estoy un poco más joven, pero nunca en mi vida tuve que mantener a tantas mujeres a mi alrededor haciéndome, todo el día, escenas de celos.

Y no es que no aguante los celos. Pero, a veces, los celos suelen despertar deseos imposibles de ser aceptados.

-¿Cuál será mi patria?

Dakar, Buenos Aires, Madrid, Monrovia, América del Sur, y ahí fue cuando me dije:

Mi patria es el oceáno Atlántico.

Ahora en Madrid no estará ella esperándome como otras tantas veces. Ella se ha quedado, por un tiempo o para siempre, en Buenos Aires.

Madrid, sin ella es, en verdad, una ciudad desconocida.

Las mujeres que puedo desear en Madrid son sus amores.

Sin ella en Madrid todo será gris, y nadie se echará un polvo nunca más.

Trataré de convencer a mis amores europeos, de la posibilidad de vivir todos juntos en la ciudad de Buenos Aires.

Distancia recorrida: 6.518 Km.

Me doy cuenta que lo peor que le puede pasar a un escritor, es hacer coincidir lo que escribe con la realidad.

Al llegar a Madrid me doy cuenta que algo extrañaba esta ciudad.

Qué difícil es vivir así.

Tengo que apaciguar, no sé qué.

Tengo que reavivar no sé qué.

En verdad, en el frenesí de Buenos Aires, lo olvidé todo.

Distancia recorrida: 7.400 Km.

-Voy a llegar hasta vos, me dijo ella el último día, vestida de percales y verdes esmeraldas, y bailaremos un tango, dejaremos caer un tango sobre el empedrado que se bailará solo y entonces la piba, te lo digo yo, con la boca abierta, querrá ser nuestra para siempre.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2845)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2844)

Yo no le dije nada, pero lo pensé:

Llegar a Madrid, destruir todo rápidamente y volver a Buenos Aires, echarme ese polvo con esas dos mujeres que me amarán toda la vida y, después, quedarme en Buenos Aires, claro, caminar por sus calles sintiendo a cada paso que un verso mío, puede estar sosteniendo esa vereda.

Mirarme en el espejo a la mañana y tocarme la pija con confianza, porque en la ciudad en la que uno ha nacido, la pija se usa todos los días en algo.

Y encontrarme con vos en una calle cualquiera y llevarte de la cintura a las cuatro de la mañana por la calle y mostrarte que un macho como yo, viviendo en Buenos Aires, no se acaba nunca.

Y claro, a vos te gusta y yo me vuelvo loco cuando te veo apurada por llegar a los encuentros, donde el sexo, la maravilla de gozar, no deja nada del amor.

Distancia recorrida: 8.967 Km.

Y la piba antes de partir, me dijo:

-Moveré el culo hasta que me pida por favor que la ame.

Y después olvidaré todo mi pasado, para que al abrazarla sea para mí, la primera vez en todo.

Y antes de darme el último beso, me dijo suavemente:

-También te amo, por esa mujer maravillosa que vive a tu lado desde el comienzo de tus versos más bellos.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2843)

Yo viajaba para Madrid pero el estallido esta vez acontecía en Buenos Aires. Esas dos mujeres sabían, de alguna manera, que juntas podrían hacerme volver a vivir en Buenos Aires.

Yo viajaba convencido que debía viajar hacia Madrid a retomar la tarea y dar comienzo a la temporada 98/99, pero había algo en mí que me decía, que las cosas no estaban en su sitio.

Yo viajaba para Madrid, pero lo que crecía en mi cabeza a medida que me acercaba a destino, era Buenos Aires.

Esas minas que mueven el culo como las diosas hebreas antes del sacrificio...

Tan lindas y tan celosas de cualquier otra mujer parecida a ellas. Y claro, uno no alcanza a garcharse a todas las mujeres de las cuales ella tiene celos pero, se imaginan, aunque uno no pueda con todas, ella es muy feliz.

Yo soy muy comprensivo, cuando hago el amor con alguna de sus mujeres deseadas, casi antes de terminar nada las entrego a sí mismas, al frenesí de sus cuerpos sin límites, y ese es el estallido que me lleva por el camino de la verdad.

Yo tengo que estar, aunque sólo goce sin hacer nada.

De no estar, habría igual cuerpo sin límites, pero no habría frenesí, no habría deseo.

Distancia recorrida: 9.451 Km.

El Master se quedó tranquilo, miró la pantalla, vio el avioncito de juguete casi tocando la península IBÉRICA, y riéndose en voz baja se dijo:

-Y VE RICA,y se acordó de su mujer y se abrochó el cinturón de seguridad y se la imaginó volando por Buenos Aires, llevando la pasión, el sexo del amor, a todos los rincones de su patria.

-Ella sí, que tiene Patria.

Se dijo el Master, y dejando escapar una lágrima, aunque muy pequeña:

-Y no, como me pasa a mí, que vuelo sin rumbo sin poderme encontrar con mi País.

Distancia recorrida: 10.400 Km.
Temperatura 22º C.
Aeropuerto de Barajas.
Madrid.
España.
Continente Europeo.

Nadie me recibió en Madrid, tal cual como me pasó hace 22 años. Catalina estaba en Buenos Aires, acompañándola a ella, y tratando de convencerla que dejara para más adelante, la idea o deseo de quedarse a vivir en Buenos Aires y la pequeña Emilse, que solía sustituirla, aún estaba gozando de sus vacaciones en la Costa Brava.

El resto de los integrantes del grupo Madrid, nunca estaban enterados del todo si yo me iba o venía, más bien nunca supe si era bien o mal recibido por la gente de Madrid.

Y si bien es cierto, pensaba el Master, que aquí en Madrid todo lo hizo Menassa, también es cierto que yo llevo trabajando en esta ciudad 22 años, que algo tendrían que reconocerme.

Por eso me gusta Buenos Aires, porque en esa ciudad ya no me toman exámenes, han comenzado a leer mis libros, han comenzado a amar mis amores.

No sé si podré quedarme en Madrid, no sé si alguna vez estuve en Madrid...

(Continuará)

Capítulo XIII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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