SUMARIO
Inicio
De nuestros antecedentes

Menassa
La familia como estructura sexual (Euskadi, 1979) [p. 1]

La familia como estructura sexual
[p. 2]
La familia como estructura sexual
[p. 3]
La familia como estructura sexual
[p. 4]
La familia como estructura sexual
[p. 5]
La familia como estructura sexual
[p. 6]
Recital de Norma Menassa
Descargar nº 106
en PDF

Mientras escribo me voy hundiendo lentamente y también inexorablemente entre los antifaces, entre las máscaras. Piel sobre piel, yo pienso, me terminarán sepultando.

Un hombre debe quedarse tranquilo, en su casa, para ser lo que debe ser. Si no, claro está, será otra cosa. Y en esa otra cosa, fuera ya de lo que debe ser, se le quitará la casa y la tranquilidad y a veces y aunque ni yo mismo pueda creerlo, se le quitará también su propio hombre.

Y ahora tendrás esta mujer y entrarás en su sacrosanto cuerpo no por divino sino por único y ahí precisamente su divinidad, al atardecer y al amanececer. Y serás el hombre que trabajará y hará la guerra para mantener este mito imposible y entonces serás respetado como hombre y tu "mujer" será respetada como madre de tus hijos que a su vez, si tú sigues trabajando todavía, serán respetados como hombres. Y como rescate por tanto respeto el pago será: no acceder a la heterosexualidad.

Pero si tu deseo de dios no es infinito, Ella no será la única fuente de tu placer y entonces otros cuerpos, otras palabras que las mías en Ella llenarán tu vida de nuevas ilusiones y libre serás condenado a no saber si alguna vez podrás tener una mujer y tener un hijo será en todos los casos insospechadamente dificultoso y, con el tiempo, si persistes en luchar por un mundo que no tenga la armonía de lo divino, se te quitará el dinero y el sexo y si todavía persistes, morirás en el hospicio o en el hospital, reventarás tus malos instintos, entre las cuatro paredes de una celda o bien se te condenará, por último, a escribir un libro de cien, doscientas, tres mil páginas y serás eso.

Una familia humana, y lo digo aunque sé que será difícil conseguirlo, tendrá que tener (está claro) hombres y mujeres pero en proporciones tales como para que la ley que se desprenda de esas proporciones permita una libertad sexual para la mujer y una libertad de procreación para el hombre.

Funciones que en libertad no sólo serían más adecuadas a las posibilidades (si ustedes quieren, casi biológicas) de ambos (ya que tener hijos es fácil para el hombre y tener goce es fácil para la mujer) sino, también, funciones que en su intercambio además de reproducir hijos e ideología producirán goce, es decir, nuevos sentidos a lo dado.

Y ahí donde lo biológico (como animal) transforma en metáfora su contenido y desea (como humano) impone a la reproducción el límite de la creación de un nuevo sentido y este límite perturba definitivamente la transmisión de ideología. Digo que al llegar a este punto estaríamos en condiciones de cambiar.

Y, sin embargo, estamos en condiciones de pensar que la familia como estructura sexual nos brinda una sexualidad familiar, con límites precisos, con invariantes sistémicas y variables que, si bien en sus transformaciones implican las modificaciones de todos los elementos del sistema y sus relaciones entre sí, nunca implican la modificación del sistema como tal.

Decimos que si persistimos en ver a la familia como una estructura sexual, padecerá de los efectos de ley de esa estructura y sus patrones. Lo que no es como yo misma, dice toda estructura, traiciona. Y para no ser traidor en la estructura familiar sólo se podrá ser: Normal, Neurótico, Perverso o Psicótico. Y ahí los límites, cuatro figuras alejadas del hombre es lo que el hombre puede ser en la estructura familiar.

Una ley y sus posibles relaciones con esa ley:

O soy neurótico, es decir, ella misma y cargo con su responsabilidad.

O soy psicótico, es decir, ella no existe y no accedo a la responsabilidad.

O soy perverso, ella existe, pero muere y sobre su propia muerte nazco irresponsable.

O por fin soy un hombre normal, transcurro como naturaleza, crezco según el ritmo de las edades y por el brutal sometimiento, se me permiten ciertas transgresiones de ciertas leyes y no se me castiga por ello. Paso a formar parte de los poderosos, tengo la ilusión de ser el dueño del sistema, soy, entonces, una persona normal, como mi madre, reproduzco ideología.

Como vemos, en dicha estructura queda poco espacio, casi nada, para que nazca un pequeño hombre femenino o un pequeño hombre masculino.


Travesía transoceánica de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo, 100x100 cm.

La heterosexualidad, por ahora, sólo una sugerencia del lenguaje de ninguna manera, por ahora, posible.

Delicadamente vuelo por los perfumes de mi infancia, veo a mi madre, cálida presencia petrificada en su propia mirada, embalsamada entre mis brazos, dictándome, con su sonrisa labrada en bronces y jazmines, leyes incomprensibles para mi corta edad y abre sus brazos y su pecho se abre como una paloma partida por el viento y caigo, en esa herida, para morir.

Quisiera, y antes de proseguir en un breve paréntesis, decir que la palabra estructura se me aparece opaca como concepto ya que no sé muy bien si da cuenta de los mecanismos familiares o bien se trata del aparato represivo del que la familia dispone para el cuidado de sus formas, para vivir eterna. Palabras como verdadero o falso, niveles de profundidad y de superficialidad, la seriedad del investigador o la falta de ella en él hablan a las claras de pensamientos que, más allá del bien y del mal, pierden sus estribos. Y ahora, fuera de sí, son capaces de ver (ya que el mal reside en la mirada) tanto en una tribu primitiva y americana, como en un apartamento céntrico, una máquina reproductora donde las características fundamentales son:

Una mujer que ofrece en todos los casos su cuerpo para las ceremonias y un hombre que más allá de su grandeza o de su miseria, cada vez que está enfrentado a Ella, tiene que ver con el nombre con el que se nombra las cosas.

Y para colmo, una sola verdad.

La ley perdurando a través de todos los tiempos, a través de todos los espacios. Ley que se nos muestra con las infinitas caras de la sabiduría. Se corporiza en sus efectos. En su nombre se dan recompensas y castigos. Es justa.

Soberana de mí. Fuera de mí. Persiste.

Es Dios, símbolo entre símbolos, nunca fue carne, ni pasión, estuvo siempre muerta.

El Edipo, entonces, cuento con el que se trata de sugerir que la familia como estructura sexual padece los efectos de una ley precisa que legisla y determina sus desarrollos y sus posibles eventualidades.

Ley que pide para su cumplimiento no sólo la prohibición sobre persona o cosa o partes de persona o cosa, sino el deseo de transgredir y su renuncia. Desear, dice la ley, desea todo el mundo de la misma manera, las diferencias de efectos quedan marcadas en los modelos de renuncia.

LEA ESTA REVISTA EN INTERNET

www.extensionuniversitaria.com

Desde el Nº 1 (Enero 1997) al Nº 105 (junio 2009)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO