Sumario
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (I)
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (II)
 
Los inicios y los finales
Comer para no estar solo
La sexualidad del siglo XXI
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja (I)
Sobre las relaciones de pareja (II)
Agenda
Psicoanálisis Grupo Cero: Formación - Departamento de Clínica
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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3035)

Ella vino a poner en mi vida una esperanza que yo no conocía.

Un amor que tendría que vivir, que aún no había vivido.

Países, reinos, donde el pan y la libertad se sentarían en la misma mesa.

Y de golpe el Master le preguntó a Emilse:

-¿Y vos por qué no te casaste todavía?

Y Emilse preguntó a su vez:

-¿Tú nunca lees los diarios?

-Sí, ¿qué parte? dijo el Master riéndose y después como cayéndose de ánimo: Es que no sé si me quedaré a vivir en Madrid, pero de quedarme a vivir, cambiaría mi vida actual por completo.

Y como el Master se quedó en silencio, Emilse le recordó:

-Me hiciste una pregunta.

-¿Qué pregunta? dijo el Master.

Y Emilse, que tenía muchas ganas de contestar la pregunta, volvió a formularla:

-Me preguntaste por qué no me casé todavía.

-Sí, sí, afirmó el Master, ¿por qué no te casaste, todavía?

-Porque generalmente en España los matrimonios resultan, querido Master, dijo Emilse casi con solemnidad, relaciones donde el hombre es un hijo de puta y la mujer una loca.

-Bueno no es para tanto, dijo el Master.

-¿Me dejas desarrollar? le pidió Emilse.

-Sí, sí, concedió el Master.

Ella dice:

-Esto es como un nido de víboras.

Él dice:

-Ella es como una víbora en el nido.

Ambos se ríen como tontos, mientras piensan maldades, locuras, ella dice:

-No quiero vivir como una puta.

Y él le dice:

-No quiero vivir con una puta.

Son dos idiotas, pero él la domina siempre. Le muestra un poco de dinero y ella se rinde.

-Amor mío, amor mío, le dice ella, te comprendo mi amor, chúpame las tetas, amado. Entierra en mí, la agonía de todos tus amores, vengo a liberarte de tu maldad.

Él se pone furioso y como no entiende nada, le pega. Le da una paliza que la deja bizca de un ojo.

La policía maltrata aún un poco más a la mujer maltratada, haciéndole preguntas indecentes y le regala al hombre 250.000 pesetas.

Él se arrepiente y le quiere chupar el coño, como si eso fuera un regalo.

Ella lo escupe, francamente en la cara y, ahora, él le pega con un látigo mientras le grita: Loca, loca de mierda.

Ella, agonizando en la cama de un hospital cualquiera, llega a murmurar:

-Hijo de puta, hijo de puta.

La asistente social de la policía persigue a la pobre mujer hasta el hospital, y siguen torturando a la pobre mujer moribunda con preguntas indecentes.

Ella recuerda una frase, de hace unos días, en las fiestas de boca de un hombre mayor, alguien como vos, recalcó Emilse, y decide seguir viviendo.

Recomenzar todo de nuevo. Vivir una nueva vida.

Él la persigue, se entera por la policía dónde vive, e incendia su pequeña casa que ella pudo construir con sus propias manos, su dinero, su trabajo.

El fuego le quema toda la casa y un poco la cara. Él, al verla desfigurada se arrepiente y dona las 250.000 pesetas de la policía para la Iglesia del pueblo.

El cura insulta en el confesionario a la mujer, porque ésta cuando habla de su marido dice: “Ese hijo de puta”.

El cura le prohíbe rezar Ave Marías, sólo le permite rezar los Padre Nuestros.

Ella en ese momento se excita pensando en la libertad.

El hombre recibe una paliza de parte de la policía, por haber regalado las 250.000 pelas al cura de la Iglesia , y le pegan porque ahora el cura se gastará ese dinero con las mujeres, sus monjas.

Él, una vez curado, le rompe el culo, pero sin clase, sin ninguna clase y se va a emborrachar con el cura y con los policías.


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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3036)

Ella, dolorida, se hace socia de Mujeres Unidas y abandona la heterosexualidad clásica.

Él, desde el comienzo tenía preferencias por sus compañeros de trabajo, el cura y los policías, es clásicamente un homosexual.

Desprecia a la mujer, porque supone que su madre ha gozado y por eso le pega.

Ella se deja despreciar, porque supone que su madre ha gozado y por eso recibe con elegancia cualquier castigo.

Ninguno de los dos conoce nada del amor.

Son, como dos animalitos en medio de la selva, pero sin otros animalitos, ellos dos solitos, pobres, desamparados, sin deseos.

-Por eso no me caso, terminó Emilse.

-Entendí, dijo el Master. Mañana doy la conferencia a las 7 de la tarde y a las doce de la noche quiero que me consigas un pasaje, en preferente, para Buenos Aires.

(Continuará)

Capítulo XVII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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