Sumario
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (I)
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (II)
 
Los inicios y los finales
Comer para no estar solo
La sexualidad del siglo XXI
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja (I)
Sobre las relaciones de pareja (II)
Agenda
Psicoanálisis Grupo Cero: Formación - Departamento de Clínica
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RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 139

-Tengo que reconocerlo. Todo el mundo necesita un psicoanalista como yo.

Así que a partir de ahora, basta de amores, basta de familia, de amigos, de amantes.

Para mí, la soledad habitada por la poesía, para el resto del mundo, un buen psicoanalista.

El Master, en Madrid, sentado en su escritorio, sintió que se le partía la cabeza.

¿Madrid?
¿Buenos Aires?
¿Hembras locas?
¿Hembras ahorradoras?
¿Dinero fácil?
¿Hambre fácil?

De golpe el Master se tranquilizó y pensó en voz alta:

-Seguro que Catalina sólo hizo tablas, tendré que esperar un segundo encuentro entre ellas.

Sonó el teléfono y al atenderlo era Ella, que llamaba de Buenos Aires.

-Hola mi amor, ¿cómo te tratan en Madrid?

-Bien, mi amor, le contestó el Master, cuando en realidad hubiera tenido ganas de decirle, en Madrid, siempre me fue más o menos mal, no sé qué carajo me preguntás, pero le dijo:

-¡Cómo se estarán divirtiendo en esa bella ciudad que es Buenos Aires!

-Sí, querido, dijo ella, Catalina es muy piola, quiere que volvamos las dos juntas a Madrid.

-¿Las dos juntas? preguntó el Master.

-Sí, mi amor, le dijo ella, las dos juntas.

-Un beso.

-Un beso.

El Master no salía de su asombro.

-Estoy un poco desesperado. En Madrid, no me siento querido. La gente me da la sensación que se la pasaría bárbaro sin mí.

Si no me tranquilizo se irá todo a la mierda. Otro zarpar ahora, se cobraría muchas víctimas.

Hay entre nosotros gente que no aguanta un viaje en bicicleta. Querer hacerlos viajar por el significante es, prácticamente, eliminarlos.

Volvió a sonar el teléfono:

-Sí, dígame, dijo el Master.

-Le digo, mi amor. La voz de Catalina sonó amable cuando me habló de Ella.

-Ella es una mujer maravillosa, yo ya la amo, y quiere que vivamos en Buenos Aires, contigo, las dos juntas.

-¿Las dos juntas? llegó a balbucear el Master.

-Sí, dijo Catalina, las dos juntas.

-Un beso mi amor.

-Un beso mi amor.

-La puta madre, dijo el Master, me duele la cabeza.

Una para aquí, la otra para allá. Pero nada se separa en mí. La cabeza me duele por lo que se junta en mí.

Amor y deseo, el sexo del amor, poesía y dinero, psicoanálisis y poesía. Ella y Catalina, dos mujeres se juntan en mi cabeza, por eso me duele.

Es el viejo tiempo tremendo que odia
el que nos ha venido a visitar.
Tentáculo de la noche se clava en mí.
No para hacerme daño, exactamente,
sino para recordarme que la noche existe.
Noche de amor, oscura lejanía cercana,
lo que me acerca a ti, es el amor
la luz que sobreviene cuando te alejas.

Era la segunda vez que el Master estaría solo en Madrid.

La primera vez, él siempre lo recordaba con todo lujo de detalles: Del 22 al 30 de agosto de 1976 en un hotel de la calle Quevedo. Y ahora, aunque en verdad desde la mañana, vuelta de la Costa Brava lo acompañaría Emilse.

Emilse, es su pequeña Emilse, con él lo habla todo, a veces el Master le hablaba de Emilse al Profesor y éste varias veces le preguntó:

-¿Y con quién hace el amor esa belleza inteligente?

Y nunca pudo creer del todo, cuando el Master le explicaba una vez más:

-Emilse lo habla todo conmigo, bueno todo lo que se pueda, hay cosas que no se pueden aunque se quieran, pero hacer lo que se dice hacer, Emilse lo hace todo con el mundo.

Y cuando alguien le pregunta, continuó el Master frente a la cara de incredulidad del Profesor, por qué ama tanto a ese hombre grande, que vendría a ser yo (aludiendo a alguna perversidad sexual, tal vez, que nos mantuviera unidos), ella tranquilamente contesta:

-Es el único hombre, que conozco y amo, que sabe hablar con una mujer.

Una habla con él de cualquier cosa y, después puede hacerla con cualquiera, se trate de un amor, un trabajo, un poema.

Emilse despreciaba un poco a las otras mujeres que, además de llevarse la palabra del Master, querían su semen, sus besos, sus nostalgias.

Había una loca, casi desconocida, que todavía no había publicado y quería bailar un tango con el Master.

El Master no se daba cuenta de nada, por eso Emilse, también, lo despreciaba un poco.

Llevada un poco por su juventud, pero otro poco, porque el Master era muy superficial con el asunto de las mujeres, de los amores.

Emilse era la única que le hablaba así:

-¿Y a esa para qué te la garchaste? Si lo que necesitaba eran cinco mil pesetas para la peluquería?

¿No viste cómo tenía el cabello? Parecía la Crencha Engrasada. Te la garchaste y ¿qué ganaste y qué ganó ella?

Ahí, ahora sigue sucia como antes, impresentable para el trabajo y con un poco de goce, que en la mujer es nada.

¿Por qué no la bañaste en lugar de follártela?

¿Por qué no le compraste media docena de bragas decentes para que pudiera presentarse en sociedad?

Nada de eso, vos te la garchaste y encima estaba sucia, oliste las bragas y eso te gustó, si serás asqueroso y no le compraste un vestidito para que pueda ir al baile del sábado y encima con esos pelos que tenía, no le diste cinco mil pesetas para la peluquería.

Derrotado, el Master preguntaba: ¿Cuánto?

Y Emilse esta vez, dijo: 15.000.

El Master pagaba como si pagara una infracción de tránsito, y Emilse se embolsaba las 15.000 pesetas, con la sensación de haber cumplido con su deber.

-Todo porvenir comienza hoy. Tal vez, el Master trataba de darle al momento una importancia mayor.

 

-Hubo flores que no fueron del mal, dejó caer Emilse.

Entonces el Master, emocionado le dijo:

-También hubo alegría, hubo desorden, algo de alma tuvimos.

-En todos los casos, nuestra poesía siempre estuvo al servicio del amor, replicó Emilse.

Y el Master como si divagara:

-Cada día que pasa aprendo algo más de la ley.

La ley debe aplicarse a todos sin excepción.

Ahí, donde la ley no sirve para uno, después, ya no sirve para nadie.

Mis amadas, concluyó el Master, nunca me preguntan: ¿Cuánto me ha costado su felicidad?

-Por eso son felices y te aman, dijo con algo de sorna Emilse.

El Master, como si no prestara atención a la reconvención de Emilse, se puso a contar:

-El otro día las dos me preguntaron, cuáles eran mis ambiciones. Primero les iba a contestar dinero, mucho dinero, después pensé en la paz y luego, aún, en pasiones secretas:

"Una mujer lamiéndome la pija de fuego en el Océano Ártico dentro de cincuenta años".

Y yo le diría:

-Hoy amada vengo a tocarte, con la seguridad de que todo lo que toco se hace grande. Mañana te amaré.

-Somos ese pezón del tiempo iluminado, agregó Emilse. Sabíamos, con todo lujo de detalles, lo que iría a pasar en el mundo los próximos 500 años, pero de nosotras no conocíamos ni los gustos.

A veces, insistió Emilse, terminábamos amando lo que nos empobrecía.

-Bueno, le dijo el Master tomándole la mano. Yo no lo hice mejor. Soy como el zapatero que vive de clavar y clavar y clavar sus zapatos.

No hay para mí, vida siguiente, sin esta nueva frase. Día a día, segundo a segundo, clavando y desclavando mis zapatos.

(sigue...)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2973)
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO