Sumario
Freud y Lacan -hablados 3-
Freud y Lacan -hablados 4-
Criterios de salud y enfermedad. Proceso de enfermar, diagnóstico y tratamiento
Concepto de trabajo
Concepto de tiempo (I)
Concepto de tiempo (II)
Sobredeterminación y Causalidad (I)
Sobredeterminación y Causalidad (II)
Miguel Oscar Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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LIBROS DE
MIGUEL OSCAR MENASSA

CONCLUSIONES DEL 88

I

Hoy nos toca hablar de Duelo y Melancolía. Habrá que decir que hablar de melancolía, siempre es hablar de uno, porque el que más o el que menos, ha perdido un objeto amoroso en su vida, o un ideal o un sueño, o ha tenido que cambiar de ciudad, de país, de familia… En todas estas situaciones se corre el peligro de producir una melancolía; es verdad que hay que hacerse una pregunta con respecto al objeto perdido en tanto hay un tango que expresa muy bien la melancolía y que no habla del objeto perdido, sino que dice: “tengo los brazos caídos, quebrada la voluntad, arrumbado sin dar un paso, quiero morirme yo, ¿por qué?, porque me has mentido”, es decir, que el estado de lo melancólico puede desencadenarse, no sólo frente a la pérdida del objeto, sino también frente a la no coincidencia de lo que quiero del objeto; es decir, que cuando estoy en desacuerdo con el objeto amoroso, se puede producir la melancolía, sin necesidad de perderlo. Cada vez que estoy en desacuerdo con el objeto amoroso puedo producir una melancolía. Freud trata de explicarnos en este texto que esta enfermedad, la melancolía, que es una enfermedad dolorosa, donde prácticamente se pierde todo contacto con la realidad, es semejante por su forma de producirse a un estado que se podría llamar normal, no patológico, semejante a la melancolía, que es el duelo, es decir, la diferencia, dice Freud, es que el duelo se produce por la pérdida real de un objeto amoroso, por ejemplo, la muerte, la separación, es decir, que en el duelo lo que pierdo es eso. Se murió mi papá: la realidad exterior ha perdido interés para mí. Sólo me interesa de la realidad exterior aquellas cosas que me recuerdan a mi padre; y Freud dice: “esto parece una enfermedad, pero no lo es porque es temporal”, es decir, en el sujeto en duelo suele ganar la realidad, que le dice: en la realidad no está más el objeto amoroso, te tienes que buscar otro; termina ganando la realidad, que demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con lo perdido. Contra esta demanda surge una oposición en el sujeto, pues sabemos que el hombre no abandona gustoso ninguna de las posiciones de su libido, aun cuando les haya encontrado ya una sustitución. Freud dice, podría ser una enfermedad, pero no lo es. Podría serlo porque si se prolonga indefinidamente, el sujeto está desinteresado por la realidad exterior, como conozco que les pasa a ustedes, eso que se prolonga no uno o dos meses alrededor de la cuesta de enero, sino que se prolonga hasta agosto; podemos pensar que se ha producido una enfermedad con el sentimiento normal de duelo. El 8 de abril viajo a Buenos Aires, no se pongan tristes que es para no volver, para no volver a Buenos Aires. Ustedes pensaron en algún momento que por la construcción que había hecho en la frase era para no volver a España. Este sentimiento normal de duelo, dice Freud, es muy interesante, porque no produce pérdida del yo del sujeto; es decir, que murió mi papá, yo al otro día estaba triste, no tenía interés por la realidad exterior, pero no había dejado de ser inteligente, ni bello, ni alto, ni arrogante. He aquí lo interesante, el sujeto pierde algo de su yo ¿por qué? porque el sujeto siente que no puede amar a nadie. Si estoy en duelo pienso que no hay nada para amar, si estoy en duelo normal, pienso, después de la muerte de mi padre, no hay nada en la realidad que pueda ser amado por mí. En la melancolía es: no puedo amar; hay una pérdida del yo: no puedo trabajar. En el duelo no es no puedo trabajar, es no hay ningún trabajo en la realidad que me llame la atención tanto como la persona amada, por lo tanto, no es que no pueda trabajar, no quiero, no me interesa trabajar; no es que esté enfermo, impotente, sino que la realidad ha perdido para mí su interés. En cambio en la melancolía, hay un autorreproche, soy indigno, fantasías de ruina, de empobrecimiento, de miseria del yo; es decir, a esto Freud le llama autorreproche, es decir, el yo se reprocha a sí mismo, sin necesidad de la policía. Evidentemente ustedes sabrán, que en la Filosofía la tristeza no está considerada una pasión del alma, no es un sentimiento opuesto a la alegría, el sentimiento opuesto a la alegría, en filosofía, es el goce, es decir que la alegría es lo opuesto al goce; la tristeza en cambio no tiene opuestos en filosofía, es un sentimiento en apariencia único, no está considerado por la filosofía como una pasión del alma. Tenemos que discriminar entonces, el duelo de la melancolía y, el duelo y la melancolía, de la tristeza.

 

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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3089)

Dijimos en clases anteriores que había momentos fundantes en la constitución del sujeto psíquico o biológico, que tenían que ver con dos faltas, con dos carencias, una es la carencia que significa que yo como sujeto ingrese al mundo de la cultura, al mundo de lo Otro por excelencia, al mundo del lenguaje, y allí en ese mundo existe primero el lenguaje que yo. Entonces a mí me falta eso que siempre me antecede, a mí me falta eso que me marca como sujeto; es decir, voy a carecer porque cada vez que hable, el lenguaje, la palabra, me anticipará como sujeto; es decir, que yo como tal iré siempre detrás de la palabra; el yo está siempre detrás de lo que dice, además sabes que ahí hay una falta porque lo que yo hablo se pierde en el decir por lo que ustedes escuchan, por tanto ustedes se darán cuenta que cuando yo hablo no soy dueño de lo que digo, porque los dueños de lo que digo serán ustedes, si son capaces de escucharme, y si son capaces de escucharme se alterará lo que digo cuando ustedes lo escuchen; entonces al ingresar en el mundo del lenguaje tengo una falta. Habíamos dicho que había una falta más primordial, que había la falta por ser, ser viviente sexuado. Había perdido la inmortalidad, por reproducirme como especie humana por sexualidad, por macho y por hembra, había perdido la gracia de ser inmortal, es decir que con el acontecimiento significante de la reproducción sexual el hombre pierde la gracia de la inmortalidad y esto es otra carencia. Habíamos dicho además que en la psicosis (y la melancolía se trata de eso, de una psicosis) habrá una forclusión, con rechazo de aquello que me diferencia de la cosa, y que en la neurosis habrá represión de la diferencia sexual, es decir, que el neurótico se pregunta por su sexo, el neurótico se pregunta: “¿soy hombre o soy mujer?”, como en el caso del histérico; “ni soy hombre ni soy mujer”, como en el caso del neurótico obsesivo. El psicótico se pregunta directamente: “¿soy un hombre o una cosa?” Es decir: soy un hombre mortal o soy una cosa inmortal. En el melancólico no ocurre nada de eso, y sin embargo igual se dice que es una psicosis, tal es así que se dice que es una psicosis, a pesar de que últimamente se la está tratando de colocar en otro rango, es una psicosis en tanto el sujeto puede llegar a agredirse de tal manera que a veces consigue suicidarse, es decir, que hay una alteración tal de las relaciones psíquicas del sujeto, que puede en el castigo, en el autorreproche, llegar a matarse; ahora bien, ¿cómo es posible, dice Freud, que el yo maltrate al yo? entonces Freud dice, no hay tal suicidio, porque no es posible, hay asesinato, el yo es tomado por el yo como un objeto. El yo es tomado por el yo como un objeto, entonces se suicida, es decir, que en realidad no hay tal suicidio, hay un asesinato. Pichón Rivière en el año 64, en el mismo año que existía sólo en Nueva York un servicio de urgencias psiquiátricas, es decir, urgencias para el suicidio, teléfono nocturno, Pichón Rivière, aconsejaba para disminuir la tasa de suicidio, preguntarles a los que llamaban que si se querían suicidar, o a quién querían matar, directamente. Esta pregunta, claramente lo llevaba al sujeto a preguntarse si ese autorreproche era para su propio yo, o si ese autorreproche coincidía con la persona que supuestamente a ellos les había abandonado, digo supuestamente porque el melancólico aunque sepa a quién perdió, no sabe lo que perdió, y naturalmente no sabe ni siquiera a quién perdió, pero si llegara a saber a quién perdió, lo que no sabe, lo que permanece inconsciente en él, inversamente a lo que le ocurre en el duelo, es qué cosa ha perdido el sujeto que le ha producido esa enfermedad. El duelo tiene que ver con una pérdida real, objeto o ideal, pero real. La melancolía tenía que ver con un objeto inconsciente que se perdía, del orden de lo sexual y la tristeza, a mi entender, tiene que ver con un borde que está puesto exactamente al lado de la pregunta del psicótico, pero nada más, que este sentimiento de tristeza es aquel que dice: soy mortal, y en lugar de entrar en el duelo, en la melancolía, en la tontería, en la estupidez, en el culo, en el dolor de espaldas, entra en la creación; soy mortal, después de esa frase viene la tristeza, pero la tristeza no es ni el duelo, ni la melancolía, ni ningún tipo de enfermedad, es la comprensión del sujeto humano que se sabe un perfecto animal, una perfecta bestia, que tiene que reproducirse por sexuación, masculino y femenino y que eso no corresponde a ningún tipo de ser humano sino que corresponde a un tipo de ser universal, de especie, es decir, nos amamos para aparearnos, nos amamos para reproducirnos, como los caballos, las vacas.

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