Sumario
Freud y Lacan -hablados 3-
Freud y Lacan -hablados 4-
Criterios de salud y enfermedad. Proceso de enfermar, diagnóstico y tratamiento
Concepto de trabajo
Concepto de tiempo (I)
Concepto de tiempo (II)
Sobredeterminación y Causalidad (I)
Sobredeterminación y Causalidad (II)
Miguel Oscar Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 142

-Y bueno, nos dejaron solos -dijo Carlina mirando el reloj.

-¿Te parece que Zara no vendrá? -preguntó Miguel, poco convencido de que algo le importaba que viniera Zara.

Él, se sentía muy a gusto con Carlina, una manera nueva de estar.

Se lo hacía sentir todo el tiempo, ella me desea, pero es la primera mujer que no busca rápidamente acostarse conmigo.

-No. Zara ya no viene, ella nunca llega tarde. Prefiere no llegar, a llegar tarde.

Parecía que Carlina sabía de qué hablaba, tal vez, por eso Miguel se atrevió a decir:

-A mí, con Zara me pasaba que nunca pude sentir que me deseara.

-Pero bien que te la garchaste -dijo Carlina entre celosa y entusiasmada.

-Sí, pero nunca me hizo sentir que me deseaba, así que no sé si me acosté alguna vez con ella.

-¿Y cómo te diste cuenta? -preguntó Carlina recalcando su interés.

-Mira -le empezó a explicar Miguel-, a ver si te podés imaginar cómo me di cuenta. A ver imaginate, ahora nos comenzamos a mirar y nos decimos frases que nos sorprendan, por ejemplo:

-“Hay belleza en tus manos”· y tú me puedes responder: “Es que mis manos tocan tu belleza”.

Y nos miramos a los ojos y tú acercas la cara a mi cara, y mi respiración, mientras hablo, te llega hasta tus tetitas exultantes y locas, y nos damos la mano con amor y caminamos por la calle y te llevo a mi casa y nos comenzamos a besar y besar y bailamos y nos quitamos poco a poco la ropa, sin darnos cuenta, desnudos en la música; nuestros sexos se llaman, sin llamarse y nos desnudamos más aún, y tú me dices: “En este momento haría lo que sea, lo que sea”.

Y cuando vos estás caliente como una mujer loca de alegría, yo te pongo mi culo fresco y juvenil en tu boca.

¿Vos qué hacés?

Acostumbrada a ese tipo de relaciones con el Profesor por teléfono, Carlina estaba recaliente y le dijo:

-Te lo chuparía, Miguel, te lo chuparía, eso sí, llena de amor.

Miguel que ya había conseguido su objetivo le preguntó:

-¿Sabés lo que hizo Zara?

-Sí -dijo con certeza y algo de tristeza por el reconocimiento, Carlina-. Te lo chupó. Esa asquerosa.

-No, mi amor, no Carlina -le dijo Miguel comiéndosela-, vos me vas a chupar el culo, mi amor.

Zara, tu Zara, tuvo miedo.

-Zara no es mi Zara -dijo rápidamente Carlina-. Ella se acuesta con todo el mundo, pero sólo está buscando al Turco de la guerrilla. Una vez que lo encuentre se acabó su carrera de puta. Con el Turco, conocerá los celos y crecerá.

En cuanto a mí -Carlina estaba en ese momento realmente hermosa-, en cuanto a mí, -volvió a repetir sin animarse, y entonces Miguel animándola:

-Me lo podés contar todo, si querés, claro.

-En cuanto a mí -dijo Carlina-, yo me inicié con el Profesor.

A Miguel le había dado una patada en los huevos, pero esta vez no pudo seguir caminando, esta vez se detuvo.

No es que él quisiera que Carlina fuera virgen, pero que la hubiera iniciado el Profesor, al fin y al cabo un viejo de 60 años, no lo soportaba. El Profesor era para Miguel uno de los pocos hombres mayores, como él los llamaba, que podía escuchar con atención.

Carlina, a quien el Profesor, verdaderamente, le había enseñado a amar por teléfono, corrigió rápidamente la dirección que Miguel llevaba, directa cabeza contra la pared diciendo:

-Con el Profesor lo hicimos todo por teléfono, era verdaderamente maravilloso -Y como Carlina pensó que era mejor que Miguel tuviera un maestro, que ella, un amante falso, terminó diciendo:

-El Profesor me lo enseñó todo y nunca me pidió nada a cambio.

-Qué hombre maravilloso, ese Profesor -dijo Miguel, besándole las manos a Carlina repetidas veces, mientras se decía en voz baja:

-Algún día le hablaré como le hablaba el Profesor por teléfono y ella será, totalmente, mía.

Ese pensamiento lo tranquilizó y luego caminaron abrazados, despacio, dándose besos hasta la casa de Carlina. Cuando llegaron estaban calientes, enamorados y los dos tenían ganas de que ese día fuera para siempre.

Se leyeron postales, haciendo de cuenta que se escribían de países lejanos, y comenzaban historias increíbles, donde el amor siempre triunfaba sobre todo.

Hicieron unas diez llamadas por teléfono y arreglaron todo. Se casarían el sábado a la mañana, y festejarían el sábado a la noche en el Gran Hotel en la fiesta de despedida.

La noche los encontró dormidos y al día siguiente todavía eran felices.

(Continuará)

Capítulo XX de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3092)

 

 

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