Sumario
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (I)
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (II)
 
Medicina Psicosomática (I)
Medicina Psicosomática (II)
Miguel Oscar Menassa
Sobre las relaciones de pareja (I)
Sobre las relaciones de pareja (II)
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Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 141

-Soy feliz, me miro al espejo y pienso:

Tengo que hacer gimnacia, tengo que reducir cuatro kilos.

Tengo que ponerme crema hidratante y reafirmante todos los días.

Todo esto pensando en sus tetas jóvenes y no es que yo las tenga feas, pero las de ellas son más firmes, más turgentes.
Tengo que pensar una vida que contemple una fuerte dosis de goce.

Mientras hablábamos, yo comparaba esa mujer que ella describía en mí con tanto amor, con la loca fuera de lugar en que me había convertido.

Hoy es una noche especial. Nos amamos y eso debemos mostrar, no importa la manera.

Pero hay algo en todo eso que, sin saber por qué, me hace daño.

Yo soy la que él no puede tocar en público. Yo soy la que no puede irse a dormir con él, después de la fiesta, que es cuando pasan las cosas más interesantes. Conmigo siempre baila tranquilo, casi no me toca.

Soy yo a la que desea, pero estamos en la mesa y le pone la mano en la concha a una, dale que dale. Dice que estoy linda y su mirada se cruza con la otra, que está esperando que algún boludo le ponga la vista encima, para sentirse bella.

Nuestra relación es una eterna paradoja, cuando estoy a su lado de buen humor, sonriendo, aumenta su deseo, claro, por mí, pero como delante de la gente yo estoy medio prohibida, sus deseos tocan a todo el mundo.

Cuando mi mirada es gris y nula, justamente por sus deseos, él es gris, ya no brillan sus ojos.

No soporto verlo gris, entonces vuelvo a sonreír y esa noche lleno de deseos por mis sonrisas se regarcha a la mujer, porque para eso no necesita ninguna excusa, pero lo peor es que a veces una leve sonrisa mía, le da energías para mucho más.

La que competía con ella, era yo, pero hace diez años cuando recién llegaba a su lado y, aún, no conocía la naturaleza de tu amor.

Con los celos, le niego mi aprobación a ella. No la dejo pasar (y no es que yo tenga algún poder para alterar su camino en la realidad, es una posición del pensamiento) y eso es injusto.

A mí, me permitieron acercarme a ti y nadie tuvo que caer para eso.

Me gustaría disminuir la tensión. Reconciliarme con ella, hacer el amor las dos juntas contigo, darte ese goce.

Hoy le vi cara de tristeza, brutal y no me hace bien verla sufrir, ahora que ya no tengo odio.

Las cosas pasan aunque yo no esté mirando.

Esta noche él quería raptarme. Hubiera querido calmar mi sed. Hubiéramos bailado hasta caer rendidos.

Lo besé, lo besé y le terminé diciendo que le agradecía todo, también lo que no me gustaba, es decir terminé agradeciéndole que amara a otras mujeres, que deseara comerse el universo.

Esta mañana al despertarme después del meta y ponga de ayer hasta las tantas, estuve pensando en tu idea de un best-seller sobre los celos.

Al principio los celos eran sufrimiento y pasión.

Luego los celos se transformaron en frases, frases portadoras de deseos.

A veces lo que más celos me da, es pensar que son conversaciones diferentes, pactos diferentes, dineros diferentes.

El cuerpo se puede compartir en cierta medida, porque yo gozo, tú gozas, ellos gozan, todos gozamos, hace de todo encuentro corporal una tertulia placentera. Casi como en el sueño, pero al revés. El sueño es corto y termina siendo largo. Mientras que las relaciones múltiples pueden ser largas y siempre parecer cortas.

En mi caso crecer, significa hacerme un poco más humana.

Esa noche del encuentro con ella y contigo fue la primera vez, en esas circunstancias que yo gocé sin culpa y, aunque quisiera, no puedo negarlo.

También es cierto, que antes no sabía de mi amor por ella, aunque seguramente ya existía.

Al hablarte así, me sorprende encontrarme a gusto, tranquila, feliz con el hallazgo de amar a una mujer.

Una sombra de miedo puntúa algunos momentos de desesperación. Miedo a la locura pasada, al dolor enfebrecido.

Ellas aparecen bailando en el centro de la pista, como si bailar fuera volar rápidamente hasta él, estuviera donde estuviera él se daría cuenta que, otra vez, estaban bailando.

Era natural que sus miradas brillaran con tal magnitud. Estaban enamoradas.

Cuando se acercaban un poco, apenas llevadas por la música, sentían su hermosa pija entre ellas, balanceándose de un cuerpo a otro, de un orgasmo a otro.


 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3073)

Él, desde lejos, mirándonos danzar, imantaba nuestras partes del cuerpo más íntimas de un neón fabuloso y volátil. Cada vez nos movíamos más a su mirada tocándonos. Nuestros culos parecían esculturas en el salón abierto.

Tierno amante de la noche,
pongo a tus pies nuestras carnes,
mujeres enamoradas y amantes,
atravesadas por el olor de tus versos,
saciaremos nuestra sed a tu compás,
vestiremos con tu piel las madrugadas.

Él baja las escaleras impecable, con su pantalón blanco transparente y una camisa de seda natural dibujada con pájaros, parecía Marlon Brando, haciendo de centroamericano en el mejor momento de su carrera; y cuando está a nuestro lado nos toma de la cintura y nos dice:

-A ver ¿cómo bailan estas putitas de papá?

Lo mirábamos a los ojos, pero todo lo sentíamos en nuestra concha.

-Tiene la mirada de un degenerado caliente, decía ella.

-Tiene la mirada de un cerdo gozador, decía yo.

Así pasaban los temas musicales que nos ponían cachondos y su pija contra el cuerpo de las dos al mismo tiempo, otras veces, alternativamente, iban haciendo que se le pusiera dura como un tronco.

Dos minutos antes de acabarnos en la cintura y hacer perdurable nuestros movimientos bailando, se sienta en la mesa, se bebe un trago , el noveno whisky de la noche, mientras la dama de la noche le chupa un poco la pija para mantener la erección.

Cuando ya nos despedíamos, acercó nuestras cabezas, pero no para besarnos en los labios sino para decirnos:

-A ver si ahora escriben, nenas. Si no pueden escribir, las terminarán encerrando por perversas. Si no se ponen a trabajar rápidamente, puede sobrevenir una catatonía con tantas fanta-sías sexuales incompletas.

-El problema aparece en la mujer después de gozar.

A veces es como si no pudiera reconocer haber gozado y lo transformara en agresividad.

Todas lo sabemos, pero no entiendo por qué ella se lo hace a él.

Cuando él está enamorado hay una manera sencilla de hacerlo sufrir y es quitándole mi mirada. Toda mujer lo sabe, pero a mí no me gustan las mujeres que lo hacen con él.

Yo nunca dejé de mirarlo, aunque se me cayera podrido de olores extranjeros, delante mío, yo nunca dejé de mirarlo.

Y ése es el momento más alto de mi aprendizaje con él, porque él, también, es mi maestro.

Jamás dejará de sostenernos volando entre sus versos.

Antes de dormir me entrego viva, entera, a tus besos.

Ahora me siento un poco triste por no habértelo dado todo, ella y yo, juntas, hundiéndote para siempre en la vida.

Me ocurre todo diferente, cierta soltura inédita, cierta novedad en el gozar.

Existen días en que las cosas que siento, son más propias de una paciente neurótica en tratamiento con un psicoanalista barato, que de la ilustre escritora que ambiciono ser.

Colgada de tu brazo en el Olimpo, escritora sublime inolvidable y todas las otras putas detrás nuestro, besándose las mejillas y tocándose las nalgas y esperando que volviéramos a la tierra para hacerme morir, una vez más, de celos.

“Mi mujer y mi mujer de 30 años...” no sé muy bien si eso escribiste en la novela. Inmediatamente me vi en esa frase y fui feliz, pero sólo un instante, ya que inmediatamente pensé:

-Hijo de puta, todas las minas de 30 años que lo rodean, habrán sentido lo mismo que yo.

Hijo de puta, es un verdadero hijo de puta, escribe para todo el mundo, no sólo para mí.

Se borran mis pensamientos, las ideas se evaporan, las frases se derriten bajo el fuego abrasador de los recuerdos.

(sigue...)

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