Sumario

POESÍA, PSICOANÁLISIS, LOCURA (IV)
Cali, Colombia, 1979
M. O. Menassa

Poesía, Psicoanálisis,
Locura (I)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (II)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (III)
 
La función del aburrimiento
El deseo de estudiar se consigue estudiando
Las diferencias enriquecen las relaciones
Qué es la sexualidad infantil o teorema para comprender a un niño
Periodismo de investigación
La mujer psicoanalista
Rainer María Rilke
Aprender el amor
 
Sobre las relaciones de pareja (I)
Sobre las relaciones de pareja (II)
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-No puedo más, quiero que alguien me rompa la concha. No puedo más.

Y sigue jugando con su sexo e introduce apenas la yema de sus dedos y yo tengo la pija dura como un hierro, pero siento que es muy pequeña para esa concha soñadora, y me mojo toda la mano derecha con saliva y me meto entre sus piernas y ella sigue jugando con su sexo, cada vez, más caliente y cuando, nuevamente, como agonizando dice:

-No puedo más, que alguien me rompa la concha.

Ahí junto todos mis dedos, unos contra otros, y mientras le digo:

-No, nena, no. ¿Pero quién te va a garchar ahora? Le voy introduciendo, lentamente, toda mi mano adentro de su concha y ella goza como una loca y se revuelca y yo le grito:

-No, no quiero, no quiero, y le sigo metiendo la mano, lentamente, y ella grita y grita y grita los nombres de todos sus hombres amados y yo le meto la mano hasta el fondo y luego nos quedamos como tranquilos, como enamorados.

Ella me pregunta: ¿te gustó? y yo le contesto todo. Ella entonces dice me voy, pero ahí se da cuenta que, aún, no le he dado mi semen.

Y mi semen para ella es de lo más importante. Su existencia hace, de cualquier encuentro, un encuentro maravilloso, su falta puede transformar una maravillosa noche como la de hoy, en nada.

Yo, que conocía el modo en que ella pensaba el universo, inmediatamente cuando ella dijo me voy y se dio cuenta de lo del semen, yo le dije:

-Vení nenita.

Ella se daba cuenta lo que había pasado pero, en lugar de venir, se metió en el baño como para irse pero no todavía, ya que sale rápidamente del baño y comienza una conversación aparentemente sin importancia sobre tres o cuatro mujeres que, generalmente, la ponen muy celosa.

-Y dale con fulatina. ¿Viste las tetas que tiene? y cada vez que te ve, parece que te las diera a chupar. ¿Y viste la boca que tiene? me la imagino chupándote el culo y me vuelvo loca de celos, eso es lo que me pasa. Y cuando en las fiestas le hablás al oído a esa otra putita, siento que le decís que le vas a chupar la concha, que se quede tranquila, le decís al oído, que vos después se la vas a chupar.

-¿Te imaginás? me dijo a mí, mirándome la pija a ver si lo que estaba hablando había hecho sus efectos.

A mí, aunque todavía no se me notara en la pija, pene todavía, me había hecho sus efectos. Ella era capaz de vencer sus celos invencibles por un poco de mi semen y eso, era lo que me conmovía.

-Me imagino, le dije, con tantos deseos que tenés, el trabajo sexual de la semana que viene con tantas conchas, tantos culos, tanta magnífica luz desparramada por todo el universo, me imagino un pequeño cabaret en Londres, donde vos y tus mujeres amadas bailan para mí.

Y ahí era cuando ella enloquecía y a mí se me ponía nuevamente como un hierro.

-No hablés de bailes, hijo de puta. Cómo movían esos culos para dejarte helado, para matarte de un infarto, hijo de puta. Ahora te la vas a tener que garchar. Garchátela, te digo que te la garches. Y yo le acercaba la pija, enorme, hasta la concha pero no se la metía, jugaba de arriba para abajo, alredecor y de pronto me pedía, me suplicaba:

-Por favor metésela, por favor, mirá que linda que es, mirá cómo se abre y ella misma se abría, mirá cómo te espera y ahí yo se la mandaba a guardar, como se decía en mi barrio, hasta los huevos y ella me llamaba con el nombre de todas mis mujeres, y yo las veía tan hermosas garchándose a Dios, pariendo el Universo.

Ella, en los bordes más extremos de su humanidad, me separa de ella, casi cuando estaba por acabar y se da vuelta en la cama con el culo para arriba.

Yo que tenía la pija como una moto nueva, le chupé el culo con frenesí y a medida que el culo se le abría como una flor, ella gritaba cada vez más alto:

-A ella no, a ella no. Y fue ahí, me parece que yo le dije:

-Sí, me la voy a garchar a ella, y eso la enloquecía más aún y más se abría para recibir el amor y yo no pude más y le dije:
-Me la voy a garchar por el culo, y se la metí toda de golpe y ella gritaba y decía:

-No, no, y gozaba como una bestia embrutecida y yo le pegaba pequeñas palmaditas en las nalgas y ella ahora gritaba:

-Mátala, mátala a esa hija de puta, y ahí se relajaba y decía mientras recibía mi semen, te amo, mi amor, te amo, yo también la deseo.

Yo ahora por fin me tranquilizaba, de ella nunca supe si se tranquilizaba, pero al recibir como trofeo, mi semen, se llenaba de amor por mí, y ese amor que sentía en ella la tranquilizaba.

Después cuando nos encontramos al otro día con un montón de compañeros, yo dije en voz alta delante de todos mirándola a ella:

-Algún día haremos el amor y será maravilloso, y ella se sonrojó...

Caminando de vuelta a mi trabajo, la recordé con las mejillas enrojecidas y la amé y me di cuenta que la había amado siempre.

 

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Y cuando llegué a mi casa sentí que era un demonio y que, también, era angelical, y esa diferencia entre demonio y ángel para nombrarla me ponía cachondo y mientras se me paraba la pija, llamaba a todas las mujeres que, ella, me había nombrado mientras hacíamos el amor, una por una y me las garchaba, a todas, por teléfono.

-Te amo, mi amor, cómo te amo.

(Continuará)

Capítulo V de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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