Sumario

ÚLTIMAS PUBLICACIONES DE
MIGUEL MENASSA

Los secretos de un psicoanalista
Poética del exilio
Tu cuerpo es el amor
Medicina Psicosomática
Breve historia de la medicina
Introducción
Medicina Prehistórica
Medicina Primitiva
Medicina Precolombina
 
El complejo de Edipo y su relación con la personalidad.
III. Masculinidad y femineidad
La importancia del psicoanálisis en el diagnóstico y tratamiento de la depresión
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: ¿Qué hacer con las enfermedades mentales?
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Inhibición, Síntoma y Angustia (1925-6)
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ÚLTIMAS PUBLICACIONES DE MIGUEL OSCAR MENASSA

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3 de julio de 1977

Llegó masticando algo y se tiró rápidamente en el diván. Después de un silencio dice haberla pasado muy mal, como si no le quedaran ilusiones de nada.
—Estaba muy mal, porque estaba muy sola. Diez horas diarias sin poder hablar con nadie ¿se da cuenta, doctor? Además andamos mal de dinero. Siento una soledad atroz, odio hacia mi marido por estar en ese lugar. Lo único que pienso es que me quiero ir de su lado, pero no sé dónde.
Me aparecen como ganas de morirme. Llegué a caer muy bajo, muy hondo, a llorar mucho, a estar muy angustiada. ¡Ya no puedo vivir sin los demás!

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9 de julio de 1977

Busco el eclipse donde mirar mi horror, la verdadera interrupción, el verdadero tiempo de mi mal. Quiero que alguien se interponga en mi camino.

Que me demuestre, precisamente a mí, todo lo contrario. Quiero frente a mí, un espejo hecho pedazos. Basta de completud.

Porque si se tratara del diálogo, como todos dicen, entre dos hombres, se trataría entonces desde el comienzo del diálogo de lo mismo. Razón versus locura desde la primera conversación entre él y yo.

Trataré de explicar de una vez por todas: Él dijo de sí mismo ser lo más lúcido de lo que desaparecerá (razón–burguesía) y que haya utilizado la primera persona del plural no lo hace menos responsable de su frase.

A mí me toca, y perdón por la modestia, ser la mierda de lo que desaparecerá o bien la mierda (de esto parece que no me salvo) de lo que devendrá en el futuro lucidez.

Estamos, como se ve, en una encrucijada, desde el principio.

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11 de julio de 1977

Nadie me quiere compartir con nadie, quiero decir: nadie tiene en cuenta mis propios deseos.

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25 de julio de 1977

—Ya nada me importa demasiado, como si se me hubieran muerto todas las ilusiones.

Yo la interrumpí para decirle que las ilusiones mueren con la aparición de los deseos. Y, una vez más, me dejó de ver.

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26 de julio de 1977

Ella tenía un capricho un día y al otro día tenía otro capricho.

Llegaba envuelta en una capa negra, mortal.

Desabrochaba su cintura y dejaba caer, sobre mi sexo, su mirada.

Cuando terminaba de morir, me decía que había estado todo el día pensando en mí.

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8 de agosto de 1977

—Lo veía sentado, me lo imaginaba mirando televisión. Al entrar a su pieza sentí que todo era mentira, que él estaba vivo y no me vinieran a contar a mí que estaba muerto.

Después del entierro, estuve más tranquila, más calma, supe que era todo verdad.

Muy doloroso, muy doloroso. Él era mi padre.

20 de enero de 1977

Me doy cuenta: un hombre buscando su identidad, es capaz de destruirlo todo, hasta su propia identidad. Desconfiar, debo desconfiar de mí.

Soy un hombre buscando su identidad perdida.

Que cuando niño vivía pobremente, ya lo dije mil veces, eso no debe ser.

Ambiciono con violenta pasión aquellas tardes cuando, caminando por la calle, era un hombre caminando por la calle.

Añoro, a veces con una rabia inusitada, esos días donde ser poeta era simplemente escribir versos.

Un hombre haciendo el amor, y esto lo recuerdo perfectamente bien, como si hubiese ocurrido ayer, era un hombre haciendo el amor.

Toda la furia de un movimiento en cada movimiento. Después, la vida me enseñó otras cosas: la furia mejor guardarla para las grandes ocasiones, un hombre corriendo todo el día por la calle, termina siendo encerrado.

Para que me fuera tranquilizando me permitieron algunas drogas.

Entre otras: la universidad, el matrimonio, los hijos, la educación de los hijos, el pan para los hijos, la marihuana, el calcio, la vitamina C, la prostitución, los consoladores, las revistas pornográficas, el ORO.

Un hombre encadenado a esas tonterías no irá muy lejos. Entonces me encadené a mí mismo y, así, fui transformando todo en bruma. De desvío en desvío, llegué hasta aquí, demasiado lejos de todo, hasta de mí. ¿Quién soy? Y no puedo contestar porque no puedo entender la pregunta ¿Quien soy? en este delirio ¿Quién es el Otro? en este silencio.

Soy el Poeta, me digo y, también, una golondrina que viaja 15.000 kilómetros para encontrar un sol que siempre estará en otro lugar. Soy el Poeta, me digo una y otra vez, y también soy un pobre hombre que busca desesperadamente serlo.

Ver, aunque sólo sea por un instante, la vida desde otro lugar al que me impone el sistema, es como alcanzar en los espacios celestes la dimensión de una nueva galaxia. Y sin embargo, a pesar de saber, veo.

Obedezco órdenes ciegamente y disparo sobre mí. Y lo que no muere en mí en esa ráfaga, lo encarcelo.

Y cuando lo que había muerto resucita y lo encadenado se libera, otros ciegos incapacitados de alcanzar por sí mismos, de mi locura, su pasión, también disparan sobre mí, y lo que no muere esta vez, lo encarcelamos entre todos.

Somos un grupo, alguien llegará a decir. UNA PASIÓN Y VARIOS ASESINOS.

14 de agosto de 1977

Para estar presente en una idea grupal, no hace falta, ni siquiera, estar de acuerdo con la idea.

Imaginemos, ¿quién puede estar de acuerdo totalmente en la construcción de un puente de palabras sobre las verdes y azules y, a veces, amarillentas olas de los océanos, un puente de palabras uniendo dos maravillosas playas lejanas? Ni siquiera el que lo ha proyectado está totalmente de acuerdo en tocar de esa manera la sacrosanta naturaleza oceánica.

19 de agosto de 1977

El cuerpo me duele, porque no consigo el estado animal para semejante selva. Restos de humanidad perturban mi adaptación. Restos de humanidad no me dejan. Restos, ajenos a mí, cenizas de aquella relación donde todo era fuego sobre fuego. Pequeños sentimientos de cuando niño, en brazos de mi madre, interfieren a riesgo de desbaratar todo plan social.

Al cambiar la hoja, me di cuenta de que tengo mucho frío en los pies, me digo, es normal en invierno.

Mi padre me había enseñado que un hombre tiene que poder contra el frío. Él, en invierno, se levantaba a las dos de la madrugada, igual que en el verano, y tomaba un café y comía un trozo de pan y se iba a la calle con las dos valijas y caminaba doscientos metros hasta la parada del tranvía que lo llevaría en una hora y media de viaje hasta la esquina de la feria donde, mi padre, tenía un puesto de venta de baratijas. Y antes de salir de casa, todavía, cuando se encontraba conmigo en el patio, se ponía una boina negra y me decía: "Al frío no hay que tenerle miedo". Y algunos días: "Mira hijo: un hombre no tiene que temerle a nada".
Cuando adolescente, en uno de esos encuentros nocturnos, cuando él se iba a trabajar y yo venía de bailar o de haber estado con los amigos, me animé y le pregunté mientras se ponía la boina.

-Y tú, papá, ¿con cuántas mujeres hiciste el amor?

Él sonrió como cuando fumábamos los domingos. Y, como alguien que antes de tirar apunta directamente al corazón, disparó:

-Sólo con tu madre.

Yo no le creí.

-¿Y antes de conocer a mamá?

Él volvió a responderme y esta vez sin sonrisa.

-Sólo con tu madre.

-Bueno, -le dije-, si eso es verdad, yo te vengaré.

-Vengarme de qué, hijo mío, si soy feliz. Un hombre tiene que saber ser feliz con lo que tiene.

Era una época que yo venía con ideas raras de la calle.

-Pero ¿cómo puede ser feliz un hombre que, cerca de su muerte, ha hecho el amor con una sola mujer en toda su vida?

-Todos estamos cerca de la muerte, y además un hombre tiene que aprender a ser feliz, si le toca una sola mujer o si le tocan seis mujeres y si algún día el destino, como un viento feroz, arranca todo de tu lado y te deja solo, también hay que aprender a ser feliz. En mi pueblo, al que podía aprender a ser feliz con lo que tenía, le llamaban sabio.

Mi padre era mi padre y yo me defendía como podía:

-Aquí en Buenos Aires, a conformarse con lo que se tiene, se le llama pobreza. Ni frío, ni caliente, al final hasta Cristo te termina escupiendo de su boca.

-¿Dónde aprendiste eso?

-Estoy leyendo la Biblia.

-Así me gusta, hijo, una que otra cosita por Dios, siempre hay que hacer.

-No lo hago por Dios, papá, lo hago por la escritura.

-Eso, hijo, está bien igual, leer la Biblia siempre es bueno, aunque no tengas ganas.

Cuando nos quedábamos conversando, él antes de irse me daba un beso y me mandaba a dormir porque ya era tarde. Y yo corría a poner mi oreja en la ventana que daba a la calle, para oír sus pasos arrastrados por el peso de las maletas, hacia el tranvía.

Aquella noche no pude cerrar los ojos. Dejé encendida la lámpara pequeña y me puse a hojear una revista pornográfica, intenté masturbarme e intenté escribir un poema, no pude ninguna de las dos cosas.

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO