Sumario

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MIGUEL MENASSA

Los secretos de un psicoanalista
Poética del exilio
Tu cuerpo es el amor
Medicina Psicosomática
Breve historia de la medicina
Introducción
Medicina Prehistórica
Medicina Primitiva
Medicina Precolombina
 
El complejo de Edipo y su relación con la personalidad.
III. Masculinidad y femineidad
La importancia del psicoanálisis en el diagnóstico y tratamiento de la depresión
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: ¿Qué hacer con las enfermedades mentales?
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Inhibición, Síntoma y Angustia (1925-6)
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Las épocas prehistóricas del hombre se dividen básicamente en un periodo Paleolítico, con utensilios de piedra tallada, Mesolítico, de transición, Neolítico, de piedra pulimentada, Calcolítico, con instrumentos de cobre y la Edad de Bronce y de Hierro, ya épocas históricas.

La Paleopatología es el estudio de las enfermedades de los animales y del hombre prehistórico. En ausencia de documentos escritos y debido a la escasa pictografía, su investigación se centra en los tejidos animales que por un gran contenido de minerales, como el diente y el hueso, han conservado la forma y la textura, mientras que los tejidos blandos se destruían inmediatamente con la muerte. El estudio de los restos fósiles permite establecer el promedio de edad de los grupos prehistóricos, el tipo de alimentos que consumían y algunas de las enfermedades que padecieron, con el inconveniente de que menos del 1% de las enfermedades que padece el hombre afectan al tejido óseo. En algunas áreas se encuentran enterramientos colectivos en cuyos fósiles se observan extensas lesiones gingivales, osteítis, pérdida de piezas dentarias, piorrea e involución maxilar atribuídas al escorbuto. Se relacionaron estas enfermedades con el comienzo de la cocción de los alimentos, que destuía algunos principios termolábiles, como las vitaminas. La disfunción de gládulas endocrinas, particularmente la hipófisis, puede manifestarse en el esqueleto, se han encontrado restos humanos con gigantismo y con enanismo hipofisario.

En cuanto a la lucha del hombre contra las enfermedades y su intervención para curarlas, parece ser que en el Neolítico el hombre utilizó férulas de madera para inmovilización y restauración de las fracturas de los miembros. Se supone que la inmovilidad y el calor junto al hogar o la aplicación de piedras calientes fue utilizada para tratar el dolor y las contracturas musculares, el ayuno y el reposo pudo ser la reacción natural ante padecimientos digestivos. El uso de las plantas medicinales, así como el de instrumentos quirúrgicos de pedernal, se inició con el hombre del paleolítico. No hay restos de hombres mayores de 60 años en este periodo, y la mortalidad antes de los 20 años era del 50%.

MEDICINA PRIMITIVA

Datamos su comienzo entre 10.000 y 5.000 años a.C., pero aparece en diferentes estadíos evolutivos de la humanidad y aún hoy persiste en algunas regiones (esquimales de Asia, tribus australianas...) y, más allá de la región geográfica, sobrevive en el corazón de muchos hombres.

El concepto de enfermedad es mágico y misterioso, difícil de separar de las creencias religiosas. No existe distinción entre enfermedad orgánica, funcional y psicosomática. Reconocen como causa de la enfermedad la infracción de un tabú, el hechizo dañino, la posesión por un espíritu maligno, la intrusión mágica de un cuerpo extraño y la pérdida del alma.

El principal método diagnóstico del médico es el interrogatorio en privado del enfermo, que comporta en sí un mecanismo de catarsis debido al enfoque que tiene la anamnesis, aún en los padecimientos orgánicos. El historiador Frazer dice que la clave del poder curativo del médico de esta época radica en su capacidad para liberar la “fuerza psíquica” del individuo enfermo. Para estos pueblos primitivos tiene gran importancia la condición solidaria de la familia y la comunidad con el enfermo, si le ofrecen soporte moral frente a los maleficios; por el contrario, las reacciones adversas de rechazo pueden agravar la enfermedad y provocar la muerte. Cuando la mente primitiva piensa que la enfermedad se debe a la infracción de un tabú, el médico primitivo cuenta con poderosos recursos terapéuticos, entre los que destaca la confesión del enfermo.

La Medicina Primitiva es el periodo donde aparece el cometido del médico como una función social propia. Muchos autores coinciden en que el médico primitivo posee, desde una perspectiva antropológica, una concepción global del enfermo y de la enfermedad superior al médico técnico actual porque su terapéutica integra el concepto mágico unitario de enfermedad, evitando la concepción dualista de procesos orgánicos y psicosomáticos. A este respecto nos dirá Freud en Psicoterapia, tratamiento por el espíritu (1905), que: “El tratamiento psíquico denota el tratamiento desde el alma, un tratamiento -de los trastornos anímicos tanto como corporales- con medios que actúan directa o inmediatamente sobre lo anímico del ser humano. Un medio semejante es, ante todo, la palabra, y las palabras son, en efecto, instrumentos esenciales del tratamiento anímico. El profano, seguramente hallará difícil comprender que los trastornos patológicos puedan ser eliminados por medio de las “meras” palabras del médico. Supondrá sin duda que se espera de él una fe ciega en el poder de la magia, y no estará del todo errado, pues las palabras que usamos cotidianamente no son otra cosa sino magia atenuada. La ciencia ha logrado restituir a la palabra humana una parte por lo menos de su antigua fuerza mágica.”

MEDICINA PRECOLOMBINA

Los pueblos americanos precolombinos fueron integrándose por migraciones asiáticas entre 24.000 y 5.000 años a.C. Los incas tenían diferentes rangos en la profesión médica, los que curaban por supersticiones y sacrificios, los que pronosticaban la enfermedad por los sueños, los que predecían el resultado de la enfermedad examinando las entrañas de un tipo de animales llamados cuyés, herbolarios instruidos en las propiedades de las plantas, los que dominaban la magia y los que curaban por la confesión del enfermo. Tenían aún un concepto mágico religioso de enfermedad. Las enfermedades mentales merecían consideración especial, entre los esquimales se describía el piblokto, histeria ártica que se pensaba resultante de los largos meses de confinamiento invernal, de carácter epidémico entre las mujeres. Entre los incas se distinguía la melancolía, la locura, la idiocia, la epilepsia y entre los aztecas se practicaba el yolmelaua o confesión oral.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2685)

La Medicina Primitiva nos enseña que la creencia firme del sujeto en que la infracción de un tabú le produjera la muerte, se la producía finalmente, es lo que dimos en llamar el poder de la palabra, en realidad se trata de la creencia del sujeto.
(Continuará)

Pilar Rojas Martínez
Psicoanalista
Médico Especialista
en Reumatología y
en Medicina Familiar
y Comunitaria
696 194 259
pilar.rojas@wanadoo.es
www.pilarrojas.com
Alejandra Menassa de Lucia
Psicoanalista
Médico Especialista en Medicina Interna
653 903 233
alejandramenassa@live.com
www.alejandramenassa.com

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EL COMPLEJO DE EDIPO
Y SU RELACIÓN
CON LA PERSONALIDAD

III

- MASCULIDAD Y FEMINEIDAD -

El Complejo de Edipo es el nódulo de la personalidad, ya que dicho complejo, es decir, la posición psíquica tomada ante él, ante la ley de castración, es la que se va a manifestar en cada acto de la vida.

Lo que se pone en juego ante esta situación es la masculinidad del niño, que puede tomar varios caminos ante tal conmoción. A fin de salvar su miembro sexual, renuncia más o menos completamente a la posesión de la madre, y a menudo su vida sexual lleva para siempre la carga de aquella prohibición.

Si existiera, en él, un poderoso componente femenino, éste adquirirá mayor fuerza al coartarse la masculinidad, entonces el niño cae en una actitud pasiva frente al padre, es decir, en la misma actitud que atribuye a la madre. Abandona la masturbación, por las amenazas, pero no las fantasías que son la única forma de satisfacción sexual que conserva. En esas fantasías se identifica con el padre, pero al mismo tiempo, también con la madre. Los productos de tales fantasías masturbatorias precoces, suelen integrar su yo y participar así, en la formación de su carácter.

Se produce una estimulación de la femineidad y, también, se acrecentará el temor y el odio al padre, que se pone de manifiesto en una terquedad frente al padre, actitud que dominará su futura conducta en la sociedad humana. Como residuo de la fijación erótica a la madre, suele establecerse una excesiva dependencia de ella, que más tarde se continuará con la mujer. Ya no se atreve a amar a la madre, pero no puede arriesgarse a dejar de ser amado por ella, pues en tal caso correría peligro de que ésta lo traicionara con el padre y lo expusiera a la castración.

Estas vivencias son reprimidas y de acuerdo con las leyes del ello inconsciente, todas las pulsiones afectivas y las reacciones mutuamente antagonistas que fueron activadas en aquella época, se conservan en el inconsciente dispuestas a perturbar después de la pubertad la evolución del yo. Cuando el proceso somático de la maduración sexual reanime las antiguas fijaciones libidinales, la vida sexual quedará inhibida, careciendo de unidad y desintegrándose en impulsos mutuamente antagónicos.

Pero no siempre la amenaza de castración tiene estas consecuencias. La medida en que se produzca o se evite el daño, dependerá de las relaciones cuantitativas. Todo ese suceso, que podemos considerar como la experiencia central de los años infantiles, es olvidado completamente, tanto que su reconstrucción en la labor analítica tropieza con la incredulidad por parte del adulto. Tal es el rechazo que los pacientes prefieren callar, silenciar dicho tema, pasan por alto las expresiones más claras del mismo.

La ignorancia, propuesta en la tragedia de Edipo, es una representación cabal del carácter inconsciente que la experiencia entera adquiere en el adulto.

Afirma Freud que si el psicoanálisis no tuviese otro mérito que la revelación del complejo de Edipo reprimido, esto sólo bastaría incluirlo entre las conquistas más valiosas de la Humanidad.

En la niña pequeña los efectos del complejo de castración son más uniformes, pero no menos decisivos. Naturalmente, la niña no tiene motivo para temer que perderá el pene, pero debe reaccionar frente al hecho de que no lo tiene. Desde el principio envidia al varón por el órgano que posee y toda su evolución se desarrolla bajo el signo de la envidia fálica, este rasgo común a todas las mujeres, se verá plasmado en su personalidad. Comienza imitando al varón y más tarde trata de compensar su defecto con esfuerzos de mayor éxito, que pueden conducirla a la actitud femenina normal.

Magdalena Salamanca
Psicoanalista
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