Sumario
Cartas a mi mujer
Poética del exilio
Los secretos de un psicanalista

 

Medicina psicosomática (I)
Medicina psicosomática (II)
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Departamento de Clínica Grupo Cero
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LIBROS DE
MIGUEL OSCAR MENASSA

POÉTICA DEL EXILIO

Ya sé que son palabras estas palabras.
Mi único tesoro (1978)

La rebelión de los idiotas
será,
de todas las rebeliones,
la peor.
Terminarán con el arte.
Inventarán,
seguramente, alguna máquina,
que sirva para todo.
Terminarán haciendo,
de la majestuosa complejidad del hombre,
una sola cosa.
A los idiotas,
todo les da lo mismo.
Si se tratara de una guerra,
queda claro,
los idiotas
deben morir.
Ellos
piensan lo mismo de nosotros.
Tengamos cuidado,
tal vez,
se trate,
del mismo mecanismo.
Entonces,
los idiotas
son necesarios,
No deben morir.
Y esto
toma
el carácter
de una contradicción.

Busco
entre las sedas,
entre los géneros parecidos a tu piel,
la clave del misterio.

que el hombre
padece de todo,
también de libertad.
Busco
entre las pieles,
que recuerdan las organzas,
el porvenir de algún encuentro.
La violencia
de un deseo detenido.
Busco otra cosa.
Un hombre
capaz de volar.
Y quiero recordar,
que la carne
no pesa.
viene con el hombre,
forma
parte del vuelo.
Fuimos
lo que criticamos
y, como ejemplo didáctico,
una vez
debería
ser suficiente.
Estábamos acostumbrados
a una vida tranquila.
Éramos geniales.
Cada uno,
un monumento público.
Cada uno,
uno mismo
y vivíamos,
recuerdo,
tranquilamente.

Y cada uno
era
su propio rey.
Y cada uno
era
su propio testigo.

Y cada uno
era
poderoso en su propia cárcel,
y los seres amados,
lo recuerdo,
paredes de la celda.
Estábamos
acostumbrados a saber
quién debía vivir,
quién debía morir.

Lo sabíamos todo,
éramos
idiotas.
Como ven,
la guerra,
una guerra infernal,
contra nosostros mismos.

LA VANGUARDIA NO EXISTE.
Y yo,
por mi parte,
escucho tangos,
-obligaciones y derechos acerca del amor-
y vivo
un tiempo de esperas,
las famosas épocas de transición,
donde todos mueren,
donde todo el mundo
encuentra
su propio silencio,
su propia manera del silencio.

Todo
es
posible para todos.
Un verdadero desastre,
donde no encuentro
el tiempo.
Y, sin embargo,
quiero ser escritor,
y esto
debería ser suficiente.

Amar,
amo
lo que se demuestra posible ser amado,
el resto,
no me molesta,
la maldad,
el opaco murmullo de la muerte,
también,
son humanos.

En cuanto a escribir,
quiero escribir
todo,
como salga.

Prosa
y
Poesía
son sólo
partes
de todo lo que soy.
El dolor de mis espaldas
es
una tensión sexual.
Desde hace unos días deseo todo.
A cada mujer,
a cada pensamiento,
le encuentro un destino.

Amo, por lo tanto,
todos los estilos de lo humano.
Mi soledad
es
incuestionable.
Soledad
del que sabe,
que la soledad
no existe.

Soledad
del que no está solo.
Toda palabra
es, para mí,
una nueva palabra.
Toda mujer
es, para mí,
una nueva mujer.
Toda escritura
debe ser,
por lo tanto,
una nueva escritura.

El resto,
palabras cruzadas,
juegos
de hombres solitarios.

LOS SECRETOS DE UN PSICOANALISTA

132_

13 de diciembre de 1978, Madrid

Llega ella y le muestro que he escrito algunas páginas en el cuaderno que se olvidó ayer. Le digo que he comenzado a escribir su historia clínica. Va a mear, vuelve, comienza a liar un porro y dice:

- Tenga cuidado, que hoy no estoy maquillada.

Ella más que literatura es aire. Hoy, por ejemplo, nos llevó veinte minutos que ella se recostara en el diván.

- Estoy pensando en esa mujer, ¡cómo me impactó! Tenía un cuerpo irreal como una aparición. Una mujer sobrenatural, sobre todo los ojos. Delante de esta visión es donde se me desencadenaron los mecanismos de la envidia, el desprecio e inmediatamente me dije: lo que me pasa es que esta mujer es una drogadicta. Y me puse a mirar a otras mujeres que no saben qué hacer con su cuerpo, están torcidas, personajes que me volvieron totalmente loca. Con uno de ellos me regodeaba en espejos feos, lo veía un ladrón de ideas ajenas. Juzgaba severamente, tanto que llegué a pensar que si usted me quería salvar tendría que ser un dios. Y si di pocos problemas fue gracias a pensar todo el tiempo que usted era Dios, esta idea me sostenía. Parece raro pero es así. El problema es que lo siento Dios y le doy tarjeta de Dios, mañana lo siento Demonio y le doy tarjeta de Demonio.

Vivo de una manera muy rara (cuando dé a leer estos escritos diré: trate de reconocerse, le hará bien, pero no se sienta identificado, usted no es el único).

Esta mañana pensaba en esta especie de barrera, este miedo a la locura... del otro… Es un miedo de sometida.

Si yo me decidiese a tener fe en algo, por ahí, me iría mejor. En general, vivo con el cuerpo dolorido.

(Tuve ganas de decirle que ella no hacía nada en todo el día, por eso le dolía el cuerpo, pero no le dije nada).

Hay una parte de mí, muy preocupada por el cuerpo. Aquí, hablé poco del cuerpo. Una rebeldía contra ustedes, los psicoanalistas. Me duele todo.

(En voz baja pensé: por qué no se libera).

Me irrita encontrarme de pronto en estas cosas modernas.

(El psicoanálisis, por ejemplo).

Cierto tipo de psicoanálisis, sí.

(El suyo).

No, de mi psicoanálisis yo estoy enamorada, por eso me enerva que usted pueda pensar que yo tenga que liberarme, porque yo pienso que usted quiere que me libere de usted, y eso, se lo digo yo, doctor, que me conozco, todavía no ha comenzado.

(Sométase).

Ella se ríe como si me hubiese escuchado, pregunta si se puede desnudar y comienza a hacerlo. Zapatos. Blusa. Falda.

- Esta prenda es ortopédica (habla del sostén) la obliga a una a sentir sus pechos todo el día. Tengo un pecho infantil y, ahora, mucho frío. Seguro que aquí no funciona ni la calefacción.

¿Me oye? Con tanto ruido que hace el viento. Tengo la sensación de que tendría que gritar para que usted me escuche.

- Usted siente que su cuerpo, desnudo, no me ha llamado suficientemente la atención…

- Usted se dio cuenta que mi cuerpo estaba muy mal y por eso, precisamente, le llamó la atención. Tengo manchas rojas por todas partes. Por delante, por detrás, tengo manchas rojas por todos lados. De varios tamaños, una bien grande aquí, en el culo y otras más pequeñas por todos lados y algunas, más que manchas, parecen bultitos. Mirar el cuerpo de una no es para nada como una, a veces, lo siente. Claro que ahora no sé si estoy mirando mi cuerpo o si con mi cuerpo lo único que estoy haciendo es mostrárselo.

Ríe muy fuerte, como si estuviera verdaderamente contenta.

- Yo antes no era así.

Por la ventana entra despiadadamente el pequeño sol.

- Yo antes me mostraba con naturalidad. Yo antes me masturbaba con naturalidad. Ahora siento una sensación claramente infantil, recuerdo intensamente una palabra de dos colores, verde y sangre, se da cuenta. Pasa que me encanta desnudarme y es algo que casi no se puede hacer sin desencadenar un escándalo, sin provocar extrañas pasiones.

El sol se apaga y vuelve a salir varias veces.

Mientras ella se vestía fui al baño y luego a la cocina, por ir, por dejarla tranquila. Cuando se terminó de poner los zapatos, le di un beso en la frente y nos despedimos hasta la próxima.

302_

Hoy ella me preguntó:

-¿El loco, qué quiere?

-Tal vez, como dice Freud, sustituir por otra realidad, la realidad rechazada, desconocida.

La simpleza de la frase es brutal. Lo acepto.

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