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EN PSICOANÁLISIS, NADIE ENSEÑA NADA A NADIE, EN LA SEXUALIDAD TAMPOCO

El término Supervisión, llamado en algunos estados psicoanalíticos Control, significa el psicoanálisis del psicoanalista, en el intento de no controlar, sino de rectificar el deseo. Porque no se puede controlar aquello que deberá ser, en su pulimento, como tal, el instrumento de transformación, por lo tanto, fracasarán en el intento de transmisión del psicoanálisis ambos límites. Todo aquello que sea libre fracasará y todo aquello que sea autoridad, fracasará.

Esto lo digo porque psicoanalistas franceses vinieron a hablar a Madrid acerca de la autoridad. Me imagino que habrán querido decir que el psicoanálisis que ellos ofrecían a Lacan, impidió que el pobre psicoanalizara el problema de la autoridad y de ahí el fracaso de las escuelas lacanianas.

Ni libertad, ni autoridad. Ni libertad, ni esclavitud, porque habíamos visto que cuando la dialéctica del amo y el esclavo nos cobija, es porque no habíamos podido dejar de ser hegelianos, es decir, soporte del estado prusiano alemán. Por lo tanto, si yo me rijo en mis relaciones de poder acerca de una dialéctica donde el deseo comienza en una falta, padezco de ser alemán y no freudiano, sino prusiano, que son dos cosas diferentes.

Lo que también les quiero mostrar es que el estado actual de investigación psicoanalítica impide que cualquier practicante del psicoanálisis piense que no se tiene que psicoanalizar, porque ése está pensando que la ciencia psicoanalítica está acabada, cuando en realidad, recién comienza.

Como ejemplo van mis veinticinco años de psicoanálisis y sin embargo lo continúo, curso gratuito el 10 de febrero, es decir, Menassa insiste en que su propio psicoanálisis es muy importante para alcanzar el honor de ser didacta de la Institución Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero.

No es un problema de autoridad, éstos psicoanalistas mencionados, habían transformado al cuerpo en personaje, cuando para Freud el cuerpo era escenario y escenario quería decir: tiempo, que el cuerpo era el tiempo en el cual transcurrían los fenómenos psíquicos.

No hay verdad, por lo tanto no hay erótica del poder, porque para que haya erótica del poder, tiene que haber verdad. En el psicoanálisis hay verosimilitud. Y verdad, cuan se halla una verdad, vaya a saber que sucias intenciones políticas tengo sobre la vida de ese otro, que no me pertenece, cuando por ley del contrato debo alienar mi tiempo precisamente en esa libertad, si yo detengo como psicoanalista una verdad como verdad.

Por lo tanto, si de la verdad me interesa sólo su transformación, el poder que está requiriendo la escuela francesa de psicoanálisis, requiriendo autoridad, es la erótica de la cual carecen, porque sin psicoanálisis, juntando las matemáticas y el poder, no hay sexualidad, sino que hay sexualidad infantil inconsciente reprimida.

Quiere decir que uno sólo es capaz de amar su propio cuerpo o el cuerpo de su propia madre y eso, como también ocurre en los animales, vamos a llamarlo sexualidad animal.

Algo que no ocurre en los animales es poder amar y desear, algo que esté mas allá de su cuerpo y del cuerpo de la madre, a eso lo llamamos sexualidad humana.

A ella no se puede acceder de ninguna manera, por ahora, sin psicoanálisis.

En una de las conferencias iniciales, yo dije algo que ustedes no entendieron, acerca del psicoanálisis del didacta: Si una institución psicoanalítica no se ocupa del psicoanálisis de sus didactas, no es una institución psicoanalítica, porque supone que el psicoanálisis termina, que hay gente que no lo necesita.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3115)

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3112)

Al psicoanálisis no lo necesita nadie, produce problemas, trastornos, no ven que yo creía que conocía a las mujeres y no reconocía a las mujeres, ni a los hombres.

La discusión que queda planteada y abierta es si hay que reducir el tiempo del psicoanálisis ó como dice el poeta, aceptar que el psicoanálisis ocurre en otro tiempo.

Por ejemplo, catorce años después de comenzar mi tratamiento, vi a mi primer psicoanalista, me dijo que me veía muy bien, y yo le dije que a él lo veía muy viejo. Simplemente porque yo me había estado psicoanalizando catorce años y él, como era didacta, se había dejado de psicoanalizar. ¿No ven cómo los cargos jerárquicos van envejeciendo? No puedes expresar. Yo soy el que te cuida el horario, yo no puedo incumplir porque te tengo que vigilar.

Una ley donde el didacta pueda incumplir igual que el candidato, pueda cometer lapsus, donde se demuestre que no solamente Doña María tiene inconsciente, porque viene de la calle y nunca nos vio a nosotros. Como si el didacta, en esa larga experiencia en esas cosas de la psique, hubiera perdido, en ese viaje, el inconsciente.

El didacta va a morir, ha ascendido a la cumbre… NO!

Tiene que cumplir una función, tiene que ir detectando lo posible y lo imposible en psicoanálisis. Tiene que ir fantaseando que se va a quedar veinte años, treinta años en esa función. Porque como es función de pasaje, tiene que dar una parte de su vida en eso.

La discusión del problema técnico de cómo acelerar el lento progreso de un análisis, nos lleva a otra cuestión más profundamente interesante, ¿existe algo que pueda llamarse terminación natural de un análisis?

No.

Existe la curación de un síntoma en el sentido preciso de lo que significa la palabra curación para el arte de curar: la medicina. Es decir, que no vuelva a aparecer el síntoma y ni siquiera que el síntoma se condense o se desplace en otro síntoma, que al ser estudiado pueda ser atribuido al mismo modo de producción que el síntoma curado. Curación sin recidiva y sin transferencia.

Que esto ocurra como beneficio secundario, quiere decir no que te curas del síntoma si dios es bueno y no te curas del síntoma si dios es malo, quiere decir que curar el síntoma no es el objetivo del psicoanálisis, pero que, cumpliendo sus objetivos entre las situaciones que se verifican en la vida del paciente, en las relaciones con su mundo, se verifica la curación.

Es un beneficio no secundario, sino extraordinario. Algo que me dan de más por cumplir con mi trabajo, algo que sin proponérmelo en mis propios objetivos, acontece.

Tanto es así, que Freud dice que psicoanálisis es si el paciente es capaz de llevar a su vida, fuera de la consulta, los interesantes resultados de las interesantes investigaciones con su psicoanalista, si no el psicoanálisis no se da por cumplido.

Si yo descubro, después de veinticinco años de análisis, que maltrataba a todas mis relaciones porque nunca pude superar aquel abandono, habrá sido psicoanálisis, si yo, a partir de determinado tiempo psíquico, comienzo a experimentar en mi discurso, transformaciones acerca de mis relaciones. En esas transformaciones se me podrá interpretar que esas transformaciones tienen que ver con aquella interpretación.

Los psicoanalistas habían huido de la política y de la sangre, cuando nuestro querido maestro Enrique Pichón Riviére decía que el psicoanalista tenía que ser un militante.

El psicoanalista, después de varios años de psicoanálisis, tiene prohibido hablar de temas importantes, de temas siniestros, tiene que hablar de necedades para que sea posible el psicoanálisis.

Recuerden, el psicoanálisis es una ciencia de efectos: parte de lo más tonto, de la repetición más banal; no es que tuve erección porque ella es una hembra bárbara, tuve erección por la ceja, por el ruido que hizo al sacarse las bragas… Por lo que sentí en el ascensor, no porque acabo de matar a mi mujer en la mitad de la semana.

Tenga la galantería, para que esto sea un tratamiento psicoanalítico, de no mencionarme los escándalos que hace.
El que no llegó a ese tiempo del análisis se siente hasta burlado, yo digo no, lo que pasa es que para decidirse a seguir psicoanalizándose, después de cierto tiempo, uno tiene que aceptar las reglas del juego. Liberado de la pena o la tristeza o la frigidez que traía al tratamiento, tendrá que volver a elegir ¿Qué?, jugar al juego del psicoanálisis.

(sigue...)

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