Sumario
En una sociedad justa el trabajo es un don
Editorial
Entrevista a Miguel Oscar Menassa
Giros de viento (I)
Giros de viento (II)
Giros de viento (III)
Giros de viento (IV)
 
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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GIROS DE VIENTO (1978)

 

Giros de viento, o bien,
ráfagas de pequeños corpúsculos acerados hacia la muerte,
desviaron nuestro destino.
Somos,
desde hace dos años,
extranjeros a todo.
Iremos perdiendo con el paso de los días la calidez de nuestra mirada,
aquel calor,
ardiente en nuestros ojos, cuando vivíamos en una tierra
cuyos olores en plena primavera,
olían
el olor de nuestro cuerpo.
Éramos,
antes de la catástrofe,
antes del estallido en mil fragmentos,
personas normales.
Médicos, amantes de la libertad.
Escritores,
amantes de la libertad.
En fin,
en general éramos
sórdidos amantes de la libertad.
Señoras y señores,
padres e hijos de familia
y teníamos
un porvenir asegurado.
Un poco de locura, nos decíamos, a nadie le hace mal.
Y nos encerrábamos en grandes alcobas solitarias,
para decirnos
que la locura era contagiosa
y nos reíamos
y buscábamos el sol,
entre las piernas de nuestras mujeres,
y éramos felices.
Y mientras éramos felices nos dimos cuenta de que buscar el sol,
era
para encontrarse empecinadamente con la noche.
Amar el sol
era también amar
la terquedad de su dialéctica.
Aparecer y desaparecer.
Encuentros luminosos
para después,
sumergirse cada vez más profundamente en el vacío de la noche.
Alguna ausencia inesperada,
algún cuerpo
pudriéndose repentinamente bajo el sol,
marcaban el paso de los años.
De decepción en decepción,
nos fueron enseñando que nada teníamos.
¿Para qué hablar?
entonces nos decían,
¿para qué pedir?
Y nos fueron encerrando en nuestro propio cuerpo,
y en nuestro propio cuerpo
fueron marcando a fuego sus tablas de la ley
y sujetados
por la increíble ilusión de no morir,
casi nos matan.
Un fuerte y helado silbido nocturno,
para siempre.
Una incuestionable noche sin fin.
Una detención brusca y mortal,
–insostenible para nuestro cuerpo–,
en manos,
donde habíamos entregado nuestra vida,
para no morir.
Ser esclavos,
quedaba claro,
no era suficiente.
Y, entonces, fue el temblor,
un temblor cósmico,
más allá de nuestra razón,
más allá de nuestra locura.
Más allá de todas las palabras pronunciadas
y sin saber qué hacer,
temblorosos entre los escombros,
nos tocó zarpar.
Y zarpar fue
estallar en mil fragmentos de oro líquido por el mundo.
Y zarpar fue
no poder volver nunca al mismo sitio,
no poder volver nunca al mismo tiempo.
Si algo buscamos,
buscamos todo lo que nos falta,
no sólo el inconsciente.
No sólo
los tibios perfumes de nuestra infancia.
No sólo
el aleteo fugaz de un deseo prohibido.
Queremos tener, entre nosotros,
toda nuestra vida.
Un cuerpo,
hecho a los avatares de los destinos.
Una palabra,
más cerca de la sangre que de las palabras.
Entre nosotros, queremos tener
–como la flor azteca creciendo en el desierto,
como una incierta luz,
en plena oscuridad–
algunos versos inolvidables.
Sabemos,
sin embargo, que vivir
siempre es un proyecto delirante.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3150)

 

Todo está bien y todo está mal.

La mujer,
el hombre,
debate su ser entre las pocas palabras que conoce.
Una especie de pequeña oración en medio del tumulto.
Un pequeño dios a punto de morir,
contra la inmensidad de las partículas atómicas,
creciendo por doquier.
El sangrante búfalo de plata a punto de extinguirse,
última manada de luz,
al borde del fusilamiento.

Al borde propio de pronunciar sus primeras palabras:
Estamos.
Fuimos lo que muere del hombre.
La soledad.
Y un resumen
es también un pacto con alguien.
Una conciliación de la letra con la política.
Yo es cero,
no tiene explicación.
No se puede reducir a nada que termine.
Tampoco, al universo.
Candado de apertura,
yo es cero
es
puesta en escena de lo que recién comienza.
Estamos en la época del temblor.
El que habla tiene una prenda.
El que escribe es un solitario.
Estamos en una edad,
donde lo verdadero se confunde con la acción,
el resto por ahora,
debemos saberlo,
psicoterapias para las almas inexpertas,
para los que aún,
sin quererlo,
y como soportando una desgracia,
sostienen la ideología dominante.
La Gran Ideología,
la que viene impresa en las proteínas de la leche.
Y acción querrá decir, entonces,
transformación radiante,
verificable en el campo de las relaciones sociales,
donde ya dijimos,
se desarrolla
la ética de los poderosos.
En cuanto al psicoanálisis,
al marxismo,
a la poesía,
decimos
que son sólo instrumentos de conocimiento.
Entre nosotros, no es preciso que se
salve nadie.
Los fusiles,
las religiones,
la pobreza,
son patrimonio de una dialéctica asesina.
Donde lo que se legaliza es la esclavitud
y la pena de muerte.
Y un amor,
codificado en el terreno de la fidelidad y la seguridad,
hablan, claramente,
de los efectos sobre el hombre de una dialéctica
que no acepta,
ni aún en sus transformaciones,
la existencia de más de dos términos.
Donde uno tiene el don
y el otro,
el deseo.

(sigue...)

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