Sumario
En una sociedad justa el trabajo es un don
Editorial
Entrevista a Miguel Oscar Menassa
Giros de viento (I)
Giros de viento (II)
Giros de viento (III)
Giros de viento (IV)
 
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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GIROS DE VIENTO (1978)

(viene de la página 4)

Una teoría
construida por indígenas frente al descubrimiento de la posibilidad
especular.
Una religión,
construida sobre el miedo a la muerte,
da como resultado
una sociedad esclavista,
donde el goce
tiene que ver siempre con la muerte,
porque el deseo lo tiene el que no sabe,
el que no tiene,
el que no duda,
en fin,
el deseo lo tiene un perfecto idiota,
condenado a muerte.
Donde el saber
tiene que ver con el poder,
ya que el que puede,
por poder,
no desea y sabe.
Como vemos,
una teoría del dolor,
en todas direcciones.
Nos oponemos a todo.
La nada
también queda cuestionada.

De las drogas,
aceptamos, todavía, algunos de sus usos médicos.
En general, las drogas,
prometen una resolución por vías más rápidas que las habituales.
Y si bien es cierto que lo habitual,
no tiene porqué
ser modelo de vida.
También es cierto,
que no se conoce ninguna droga que haya solucionado el problema
del tiempo.
Decimos,
que cualquier droga,
también el alcohol,
cuando trata de ser
más que una escaramuza del saber,
se esteriliza, se pudre,
exactamente igual
que la mujer amada muerta entre los brazos.
La necrofilia
queda prohibida,
en todos los casos.
Y de la sexualidad actual,
pensamos
que está organizada sobre los pilares de la oferta y la demanda.
Heterosexualidad y homosexualidad
son, claramente,
formas de una dialéctica,
donde lo femenino y lo masculino
(en última instancia dos organizaciones sindicales)
rigen
el destino de la humanidad.
El amor,
como vemos,
no existe.
Por ahora,
existen las reivindicaciones.
Al hombre,
a la mujer,
aún, no le ocurre nada.
Hoy cumplo 38 años,
y al cumplir 38 años,
lo único que veo, claramente
es
cómo la gente se mata por doquier.
Tomar una posición,
desde hace unos siglos a esta parte,
es decidir
a quién se va a matar,
o bien,
si uno es un simple ciudadano,
decidir
en manos de quién se va a morir.
Un mundo perverso,
insisto,
donde todo tiene que ver con la muerte.
Por ahora,
no quiero tomar ninguna decisión.
Matar o Morir,
dos formas de vida
que tampoco me interesan.
38 años,
y pongo, nuevamente,
mi vida en cuestión.
¿Cómo quiero vivir? ¿qué es vivir?
Y así voy por la vida,
sintiendo
que no quiero ser un borracho,
y no quiero ser un drogadicto,
y no quiero ser un científico,
y no quiero ser un poeta,
y hombre y mujer,
me parecen
demasiado poco para el hombre.
Y las familias monogámicas me dan asco
y los maricas también.
Defender,
en general,
no defiendo a nadie.
La religión se hunde entre cuantiosas cifras.
Las matemáticas desbordan su posibilidad de transformación
de lo real,
con el paso de los años,
serán un dogma.
El sol se extingue.
La energía atómica escapa a todos los controles.
Hiroshima se olvida.
Rusia retrocede.
Y los famosos tigres de papel
están a punto de comerse
parte del arroz.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3149)

 

La humanidad toma un rumbo desconcertante,
y eso,
me desborda.
Querer, quisiera
llevarme bien con alguien
y sin embargo escribo,
que el vaivén de la intersubjetividad
es
demasiado familiar para el gran mundo.
Eso me parece.
Prefiero confiar en mi fuerza de trabajo
y sin embargo,
mi escritura es sanguínea,
vital,
difícil de vender.
La literatura no me interesa,
y la vida,
no sé bien lo que es.
A veces pienso:
la vida todavía no ha comenzado.
Ser una brisa,
o bien,
ser una ráfaga,
son por ahora,
las tan naturales ambiciones de cualquier pasión.
El hombre se debate,
quiere ser y no puede.
Puede y cuando puede,
ya no le interesa.
Los ojos,
la boca,
el ano,
un alma abierta,
o bien,
un corazón cerrado,
son todavía los límites de dicha imposibilidad.
Agujeros demasiado pequeños,
para que el hombre
caiga por ellos en el ser.
Agujeros demasiado pequeños,
para que por ellos
entre la humanidad en el hombre.
Sangre y vergüenzas,
leches marinas,
pechos turbulentos para las bocas más sedientas,
opulento semen ascendiendo por las nacaradas paredes de tu celda,
son todavía tan sólo,
onomatopeyas de lo humano.
Un intento,
vano como otros,
de capturar con el nombre lo nombrado.
Mi tiempo
no responde a ninguna cronología.
Mi tiempo
más que transcurrir,
estalla.
Más que transcurrir lentamente,
mostrándole al pequeño hombrecito
que la vida pasa,
el tiempo es
un invento de la crueldad del hombre,
contra sus propios sueños.
Un límite preciso:
la noche.
Un comienzo seguro:
la mañana.
Como si el tiempo fuera una figura que puede dividirse.
Una forma posible,
y no
vendavales y nieves oscuras,
hambre y cólera,
donde su existencia
es siempre lo que fui.

(sigue...)

 

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