Sumario
En una sociedad justa el trabajo es un don
Editorial
Entrevista a Miguel Oscar Menassa
Giros de viento (I)
Giros de viento (II)
Giros de viento (III)
Giros de viento (IV)
 
Sobre las relaciones de pareja
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Poesía y Flamenco: Todos los domingos
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 144

Sendos artículos en El País y Vogue, sobre los beneficios de la marihuana, asombraban al Master.

“Un poder de la yerba sobre todos los cánceres nerviosos, el infarto de miocardio, la mitad de los divorcios, la gripe, el dolor, sobre todo esos dolores intolerables por haber sido provocados por el alma. Y ahora, para alucinar, chicas, a dos columnas. La marihuana puede curar en un pif paf, cualquier melancolía, provenga del aire o del sol, del vino o de la cerveza.

La marihuana produce erecciones importante en los hombres y aperturas naturales en las mujeres”. Y no siguió leyendo por temor a encontrar en renglones siguientes un valor nutritivo fundamental en las hojas verdes recién cosechadas de la marihuana, como para cambiar la relación de fuerzas a nivel mundial.

El Master antes de seguir con la conferencia sobre la creación, que tenía que dar esa noche, se entretuvo pensando que Evaristo, a la postre, tenía sus razones, cuando decía que fumar yerba era lo mejor para las relaciones sociales.

Aunque no la necesitara para nada, Evaristo de esa manera practicaba, sobre sí mismo, la medicina preventiva.

Un poco de yerba de vez en cuando y, también, soportar las explicaciones para que la gente no te confunda con un drogadicto y te escupa o cosa parecida, te aseguraba no morir de las peores cosas. ¿A quién le importaba morir, si todo el mundo lo sabía?, pero no morir de las peores cosas estaba, con la yerba, casi asegurado.

Evaristo hace con la vida lo que a mí me gustaría hacer con la escritura. Digo que me gustaría, porque, aún, mucho no consigo.

Cada vez que me quiero explicar (dar cuenta ideológicamente) de mi sometimiento a la escritura, lo único que consigo es someterme más.

Ahora mismo al borde de caer, llevado por una música fuerte de bebidas y bailes hasta el amanecer, pienso tercamente en la belleza.

Algo de mí pertenece a la belleza. Algo de mi belleza te pertenece. Y vos te volvías loca. Me agarrabas de la boca y te montabas sobre mí y me pegabas trompadas, pequeñas trompadas en las mandíbulas y me decías:

-Quiero verte correr como el viento, vamos mi caballito, a volar como vuela el sexo del amor. Mi caballo furioso, mi nene, mi pijita de mamá, quiero verlo volar como antiguamente volaban los aeroplanos.

Así, como llevándose algo del viento a la boca. Abeja libadora, toda flor es tu ser y yo, mi potrillo nervioso, domadora sin fe, me dejaré arrollar por tus relinchos victoriosos y algo de mí se llevará el viento.

Algo de mí, tu vuelo, se quedará en la historia de los pájaros. Alas caídas libremente sobre la piel del tiempo.

Alocadas fantasías, las fantasías de un hombre a punto de confesarse amante de las caídas libres, de las grandes competiciones, esas competiciones donde todo el mundo se vence a sí mismo y nadie puede más y el exilio te machaca los huevos todos los días y ella abre una ventana a la vida y me ama y canta contenta la marcha fúnebre de Mendelson, y se tira al vacío porque se supone amante de las caídas.

Ahora soy yo, el que abre los ojos voluntariamente y nos veo sumidos, en nuestro propio terror.

Pequeñas vidas en grandes amores, pequeños hombres en grandes hechos sociales, históricos.

Un amor pequeño, nuestro amor, estallando en el propio centro de la ciudad, abriéndose camino entre las fieras, dejándose robar, para que los pobres también tuvieran sus amores.

-No son las ciudades, son las vidas lo que a veces no se soportan.

El Master había llegado, por fin, a liberarse de todo pecado, de toda maldición. Ahora, tranquilamente, podría dar la charla sobre la creación en general. Así se lo habían pedido.

“Lo más fácil sería leerles un poema, un poema que se llama Arte Poético, donde estarían de alguna manera desplazadas y condensadas, ideas que yo tengo acerca del escribir.

Yo, hoy, venía preparado, pero no para las emociones, entonces, ustedes tienen que saber que sólo se puede transformar en poesía, lo que sorprenda al poeta”.

El Master dejaba caer las frases, como si fueran piedras de cien kilos.

-“O peor, todavía, sólo es poesía el acontecer que sorprende a quien lo produjo. Es decir, cuando termino de escribir el poema y digo, ésto es lo que quería escribir, eso todavía no es un poema, es una descripción de la realidad.
Un poema es aquello por lo cual no podríamos apostar haberlo escrito nosotros. Eso es un poema. El resto, ustedes saben, es literatura.

El amor a veces parece poesía, pero es amor”.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3159)

ARTE POÉTICA

Poesía, lo sé, mientras te escribo,
dejo de vivir.

Entrego, mansamente, mis ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aun,
antes de penetrar tu cuerpo,
-tapiz enamorado-
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.

Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada,
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.

Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.

Desde este arte poético se puede suponer que hay un más allá de la salud mental del poeta, por decirlo de alguna manera, de la vida del poeta. Un más allá de la inscripción social del poeta, de la manera de ser del poeta.

Cuando pasa todo eso es un poema.

Si en el poema se ve el estilo, ese es el estilo. Pero si en el poema se ve el poeta, la personalidad del poeta, eso no es un poema.

Cuando el poeta escribe “el cielo llora sobre la ciudad”, el poeta, intenta una metáfora, desde el tiempo donde él, llora como un tonto porque su mujer lo abandonó, al tiempo donde es tal la tristeza que todo el cielo llora sobre toda la ciudad generando de esa manera una tristeza universal.

Los valores quedan trasmutados, se humaniza el cielo, se cosifica el llanto, en definitiva se desrealiza el acontecer.

La vida del poeta si algo es para la poesía es materia prima.

En el poema que leímos se considera que la poesía es un trabajo. Que no hay inspiración, que las musas no existen.

Y, ahora, les pregunto, ¿conocen ustedes algún trabajador que trabajando la materia prima produzca un objeto que se parezca a él mismo?

Capítulo XXIII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

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