Sumario
Miguel Oscar Menassa
Psicoanálisis del amor
 
Todos tuvimos infancia
Demencia senil (I)
Freud y Lacan -hablados- 5 (I)
Freud y Lacan -hablados- 5 (II)
 
Sobre las relaciones de pareja
 
40 años de Menassa en España

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TODOS TUVIMOS INFANCIA

El conocimiento de las características del desarrollo psíquico humano es una vasta y, siempre, interesante tarea. Sigmund Freud inaugura la teoría Psicoanalítica con la Interpretación de los Sueños allá por el año 1900, su amplia producción teórica nos lleva a una lectura permanente de los textos, no desde un orden cronológico, sino desde el orden de la producción teórica. En el acercamiento a la naturaleza de nuestros procesos psíquicos, que nos acompañarán desde el nacimiento hasta la muerte, es inevitable preguntarnos sobre aquellos sucesos de la infancia influyentes sobre nuestras propias características personales y que todos atravesamos, de una forma u otra, en nuestro desarrollo infantil.

En este sentido se produce el texto La novela familiar del neurótico, publicado en 1909 por Freud. No basta reconocer que a nosotros también nos pasó, sino de entender y aceptar que los procesos psíquicos inconscientes son los determinantes en nuestra vida afectiva. Esos procesos que no podemos ver, que no podemos medir desde la conciencia, procesos desconocidos para nosotros, son los responsables de nuestra vida, de nuestros gustos, de nuestras insatisfacciones y nuestras contradicciones.

Novela familiar porque es en la familia donde nace el niño y donde tendrá que humanizarse. Cachorro humano que si lo comparamos con los de otras especies es mucho más indefenso y retrasado en su desarrollo, un bebé humano es totalmente indefenso y dependiente desde el nacimiento hasta, a veces, los 40 años… Necesita de otras personas, función madre, función padre, la familia como estructura sexual, para sobrevivir y para aprender a vivir. En esta situación de dependencia biológica y psicológica, donde se unen necesidad y deseo, se va forjando la vida humana. Es fácil entender entonces, que las primeras personas con las que nos encontramos en la vida serán aquellas que más nos impactarán, aquellas objeto del amor y también de sentimientos hostiles, dependencia y rebeldía que apasionadamente cursarán en nuestra vida psíquica.

Freud nos habla de las múltiples oportunidades en las que el niño puede sentirse defraudado o menospreciado en el amor a sus padres. A quién no le ha pasado que sus hijos le pidan más cariño, más atenciones, toda la atención. O, mejor, quién no pidió más cuando era un niño, quién no sigue pidiendo más. Uno siempre tiene motivos para sentir que no es suficiente. El deseo inconsciente no desea objetos, desea deseos, desear, no se calma nunca. En ese egoísmo infantil, surgen las primeras fantasías donde uno se imagina ser un hijo adoptado, tener otros padres, más bellos, más buenos que esos padres que uno tiene. Esto lo podemos ver mucho en los cuentos y sueños donde habitualmente los padres del protagonista son reyes, emperadores y emperatrices, personas importantes.

En estas primeras fantasías surgidas de la realidad donde el niño toma contacto con otros compañeros, sus padres, otros padres, el nacimiento de un hermanito, etc. La cruel realidad donde la vida del pequeño niño está llena de insatisfacciones. Aquí aún el niño desconoce las características de la sexualidad. Estos sueños diurnos, que no siempre tienen porqué recordarse, sirven a la realización de deseos y a la rectificación de las experiencias cotidianas, persiguiendo principalmente dos objetivos: el erótico y el ambicioso. Fantasía de sustituir al padre y a la madre por otros más encumbrados.

En una segunda fase, la sexualidad toma protagonismo. La naturaleza de estas fantasías suele colocar a la madre en situaciones de infidelidad y flirteo con otros hombres.
No pensemos que el niño es un desagradecido en su crecimiento, aunque lo sea, en estas fantasías el niño no sigue sino exaltando a los padres. Su fantasía no es, en el fondo, sino la expresión de su pesar por haber perdido esos días tan felices. La sobrevaloración infantil de los padres subsiste asimismo en los sueños de los adultos normales.

Helena Trujillo Luque
Psicoanalista
626 673 322
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www.htpsicoanalisis.com


 

DEMENCIA ¿SENIL? (I)

La demencia senil es una enfermedad que da la sensación como si estuviera proliferando en estos tiempos, por un lado porque nos enteramos más a través de los medios de comunicación y por otro lado, aunque no sea desencadenante mas sí un factor determinante, por el abandono acuciante de las instancias familiares y gubernamentales de nuestros mayores.

La denominada demencia senil es una enfermedad que según las estadísticas se da sobre todo en mayores de 65 años, aunque se puede presentar también en otras edades, comenzando a cuestionar su denominación. Se caracteriza por una pérdida general de importantes capacidades psíquicas del sujeto, un conjunto de síntomas, como pérdida de memoria, problemas con el lenguaje, confusión mental, deterioro intelectual, alucinaciones y/o delirios en los casos más extremos, que afectan considerablemente las actividades diarias del individuo así como sus relaciones, bien con la familia, ya que se vuelven completamente dependientes de los cuidadores que suelen ser los familiares, una dependencia que recuerda a la indefensión total del bebe humano; y/o bien se ven afectadas, si no es que ya estaban afectadas, las relaciones de amistad o incluso las relaciones laborales, si la persona continúa trabajando.

Los procedimientos de la medicina, la psicología, la psiquiatría, nos hacen pensar que optan aún por entender esta patología y su tratamiento con teorías de antes del 1900, es decir, antes del psicoanálisis: piensan la demencia senil como un producto del envejecimiento "normal" del cerebro y sus funciones, como si el envejecimiento tuviera que ver solo y exclusivamente con el cuerpo. Un envejecimiento que a su vez consideran que comporta irremediablemente un deterioro y un declive generalizado psíquico e intelectual. Para estas disciplinas, considerado desde la múltiple determinación, el tiempo cronológico es la razón del deterioro neuronal que conlleva las pérdidas de memoria, o la falta de nutrición sanguínea del cerebro la causa de la confusión mental; o piensan que esa vida difícil que cuentan los familiares que tuvo el sujeto afectado nos hubiera enfermado a cualquiera, o incluso lo ocurrido hace 70 años cuando era pequeño, o la discusión de la semana pasada, o la situación económica, pudieran ser las causas de los síntomas. Es con esta ideología que la posición en que se debaten los médicos es entre hacer responsable al enfermo de sus padecimientos, culpabilizándolo y sometiéndole al rechazo, o hacerlo irresponsable, con lo que se le cuida a tal extremo patológico que lo único que se consigue es un empeoramiento de sus síntomas. La consecuencia en ambos casos es el aislamiento del paciente, en los dos casos se quedan solos, nadie conversa con ellos, nadie les escucha.

Desde el psicoanálisis pensar lo psíquico y lo físico a partir de la introducción del concepto de sobredeterminación inconsciente nos saca de la polaridad y nos introduce en un mundo donde todo se construye para el sujeto, un mundo en el que está implicado, aunque la mayor parte de esta implicación escape a su conciencia por un saber no sabido que produce efectos sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre su decisiones, sobre sus recuerdos y olvidos, sobre sus sueños, sobre sus síntomas. Sin embargo, la tendencia es a rechazar todo lo referente a lo psíquico a pesar de su magna importancia, entre otras cosas, porque las enfermedades psíquicas están peor consideradas socialmente que las orgánicas, entre otras, porque reconocer esa implicación nos supondría una transformación por las posibilidades que se establecerían. Si no es desde lo afectivo no nos tendría que resultar ofensivo aceptar que lo psíquico, y más específicamente lo sexual en toda su dimensión psicoanalítica, también hace nuestro cuerpo, también hace nuestras relaciones sociales, también nuestra vejez.

Cierto es que aceptar lo inconsciente como centro de la vida anímica y su sobredeterminación requiere un trabajo, fundamentalmente de psicoanálisis, para cada uno; y cierto es que vamos cumpliendo años, por fortuna, porque eso quiere decir que estamos vivos, y si la suerte y el deseo también nos acompañan llegaremos a la vejez y nos saldrá una arruguita aquí o alguna acá, posiblemente no estaremos tan ágiles como cuando teníamos veinte años y nos tendremos que cuidar algo más, o tendremos que hacer las cosas diferente para poder hacerlas. La posibilidad radicaría en que sea como fuere para el ser humano hay algo que nos diferencia más allá de la arruga, algo precisamente que no se arruga, que no envejece aunque sabe o precisamente porque sabe vivir su edad. El alma, la mirada, no envejece. Un alma, no la de la religión, sino la del deseo, lo propiamente humano.

Susana Lorente Gómez
Psicóloga - Psicoanalista
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