Sumario
Miguel Oscar Menassa
Psicoanálisis del amor
 
Todos tuvimos infancia
Demencia senil (I)
Freud y Lacan -hablados- 5 (I)
Freud y Lacan -hablados- 5 (II)
 
Sobre las relaciones de pareja
 
40 años de Menassa en España

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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 147

-Con el comienzo de la novela, mi vida ha cambiado radicalmente. Todo el mundo está alterado de una u otra manera.

Por momentos me alegro de ser yo, el conductor de este ciclomotor enloquecido, en otros momentos del día me siento acosado por mí mismo.

Por momentos llegaba a pensar que más que vivir en mí, todas esas mujeres, vivían conmigo.

Nunca supe como conformarlas a todas, pero creo que a ellas eso no les interesaba.

Que más allá del resultado de la operación, a ellas les importaba la operación en sí misma.

Hablar lo más libremente que ella fuera capaz delante de un ser extraño, un hombre que, con algunos retoques, vendría a ser yo mismo.

Por un poco de dinero, ella podría conmigo, desarrollar todo el desprecio que fuera capaz de sentir por un hombre masculino y, también, todo su amor o su deseo, sin pagar con su vida por eso (que en algunos casos hasta podrían quitársela) sino un poco de dinero.

La relación no era que ella estaba sometida a mis palabras.

Cada vez que se encontraba conmigo, ella era la dueña de la situación.

Ella pagaba por mi inteligencia, es decir, yo podría hasta aconsejarla en sus negocios, en una palabra hacerle ganar dinero, mucho dinero, y, ella, no tenía necesidad de amarme, pagaba por mi inteligencia que, para mí, que sólo tengo inteligencia, pagarme por ella, es pagarme por mi amor.

Así que ella conseguía por un poco de dinero lo que, generalmente, a las mujeres les cuesta la vida misma.

Entonces, ellas me amaban y me deseaban y gozaban con cualquier cosita que yo hiciera con cualquiera de ellas.

Un pequeño beso, rozando apenas los labios de una de ellas, comenzaba a expandirse de boca en boca y cada una de ellas creía que el beso tenía su nombre impreso en nuestros delirios de amor y un pequeño beso, estallaba de boca en boca, cruzaba los océanos, y cada una gozaba entre sus piernas un estremecimiento poco común.

Cada vez que una de ellas fruncía el ceño, yo que no toleraba en sus rostros más arrugas que las necesarias para rendir culto al tiempo, le preguntaba inmediatamente:

-¿Cuánto cuesta eso?

Y ella recuperaba algo de su sonrisa juvenil, tuviera la edad que tuviera, no tanto cuando yo le daba dinero sino sencillamente, cuando yo se lo ofrecía.

Y ella enseguida decía, para sí.

-Este hombre me ama y no tengo necesidad de vivir con él.

Cuando tenés algún problema, él te enseña a abrir una cuenta bancaria y otra y, después, te acompaña al banco y te pregunta:

-¿Quién es tu padre?

Y si tú contestas:

-Esta cuenta bancaria. Él se queda tranquilo o te conversa o enamora al hombre que te molesta y lo hace trabajar para vos, y cuando una le pregunta:

-¿Qué puedo hacer por vos, mi amor? Por vos yo lo daría todo. Vamos ¿qué puedo hacer?

Y él en esos casos, siempre te dice algo, en principio incomprensible:

-Por mí, querida, te podés comprar bragas nuevas, y peinarte y ponerte esos vestiditos que te hacen parecer más joven y escribir y leer para que mucha gente quiera conversar contigo.

Y ella insistía con su voz de fuego:

-Pero para vos, mi amor, para vos, que querés que haga.

-Por mí, mi amor, podés trabajar más, ganar un poco más de dinero.

-Pero yo te deseo, insistió ella.

-Sí mi amor, asintió él; cuando nadie puede más, el deseo escribe por nosotros.

Y ella sin más, dejó bordado en el papel:

-De toda la fiesta, lo más brutal fue la lectura de la novela.

Volví a vivirla muy intensamente y hoy además me sentí implicada, no sé si como remota referencia en algún personaje o bien, ante lo que puede ser una manera de vivir.

Quiero decir que esa novela me cambiará. Y eso me gusta y me da rabia, todo a la vez.

En tu novela, cada frase, cada movimiento de los personajes parece, escrupulosamente, estudiado, medido, calculado para producir ciertos efectos en la trama y que, por supuesto, repercuten en el lector.

Estoy impactada por la novela. Afectada.

Me pregunto, por qué le doy tanta importancia a tu novela y me respondo que, quizá, coincide con el despertar de cierto tipo de sexualidad en mi vida.

Porque lo que pasó con vos y con ella, pertenece a otro registro que el resto de mis relaciones.

Es cierto, nunca le había chupado la concha a nadie, y menos a otra mujer. Fue la primera vez y escapó, escapa a toda censura.

La segunda vez me inquieta, pero sé que es inevitable o mejor, tal vez, necesaria.

¿Te acuerdas cómo juraba y perjuraba que jamás gozaría con otra mujer y, mucho menos, lo admitiría? Bueno, lo reconozco, me equivoqué y lo más alucinante es que lo digo tan tranquila.
-Lo que yo tengo de mi vida actual, le dijo él, es como una idea de prostitución, en el caso de que hubiera alguna prostituta que goce con su trabajo.

La idea que tengo es un poco loca: Puedo ganar mucho, mucho dinero con lo que más me gusta hacer. Y si, todavía, no lo gano, es porque aún, no decidí qué me gusta hacer.

Y ella, rápidamente, arrancó de su garganta un relato erótico:

Salí del portal y, con paso rápido, me dirigí hacia la esquina de Pedro Goyena para tomar un taxi.

Me embargaba una agradable sensación de irrealidad, me sentía un personaje de alguna novela o, incluso, de cómic, regresando a la base después de haber llevado a cabo una difícil misión secreta, por supuesto.

Hacer coincidir los acontecimientos de las dos últimas horas con mi vida, me resultaba imposible, increible de todo punto de vista.

Pero la evidencia: mi sonrisa de paz sobrenatural, no podía negarse, ni siquiera yo podía ignorarla.

De golpe, en medio de la tranquilidad de la tarde, él me dijo:

-Eh, ¿nos la garchamos?

-No sé si estoy preparada.

Mientras le contestaba con esa estúpida frase, sentí que había caído en la trampa, había cometido un error de principiante: lo había desafiado.

No me quedaba, ahora, otra alternativa que respirar profundamente, disimular el temblor de piernas y capear el temporal, lo más dignamente posible.

Ella volvió y se sentó a mi lado. En ese momento pensé que él le había dicho lo mismo que me había dicho a mí:

-Eh, ¿nos garchamos a ésta?

Desde ese momento el orden de los acontecimiento aparece muy confuso.

Recuerdo su concha abierta, ante mí, como un inmenso mar embravecido por la fiereza del amor.

Mar abierto, ahora, también, para mí.

Me hundí en las profundidades de esa concha inaugural, rastreando con mi lengua el olor de tu sexo amado y, ella, entre gemidos como gritos de libertad y susurros y caricias y sí, sí, sigue, sí, sigue. Palabras con las que ella guiaba mis pasos hacia tu corazón.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3237)



Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3236)

Tú aparecías cada tanto, como distraído y preguntabas:

-¿Cómo están mis putitas indomables?

Entonces ella, se abalanzaba sobre tu pija soberana y la chupaba toda, y se la tragaba toda, y te agarraba de los huevos, mientras me decía con la mirada:

-Ven, también puede ser tu macho.

Debo confesar haberme paralizado de miedo. El miedo detiene mis manos, anega mi cabeza. Miedo a reconocer aquel goce brutal de a tres.

Abrí mis piernas a la voracidad de ese deseo y ella, aprovechó para meterme hasta el fondo tu pija amada, y navegamos las dos sobre tu enorme pija marinera, en increíble danza dirigida por el movimiento de su deseo.

Perdí toda noción del tiempo y del espacio. El paraíso coincidía con los límites de aquella cama, donde la historia del amor escribía un capítulo más.

-Sí que las cosas importantes no dejan señal, le dijo él rápidamente, y al mirar a mi alrededor veo señales por todas partes.

Si realmente me pusiera a investigar, me daría cuenta que la gente que me rodea no hace muchas cosas importantes.

Nunca termino de saber si estoy rodeado de tontos o de inteligentes.

Me parece mentira que a mi edad, me pregunte eso de mí, pero me lo pregunto:

-¿Soy un genio o, directamente un boludo?

-Sos un genio, mi amor, sos un genio, dijo ella sin dudar.

Yo nunca me contesto, siempre me voy por las ramas.

A veces toco la esencia del mal y le doy limosna a un pordiosero.

Pero lo único que me preocupa, y quiero que lo sepan es garchar, follar, directamente en castellano. Con eso hay que tener mucho cuidado en la vejez, si no te lo quitan.

Para un hombre que envejece, tener varias personas para hacer el amor, hace que envejezca menos o que, directamente, no envejezca.

Estoy traspuesto, me tiembla toda la vida, hasta las manos me tiemblan.

Y ella sin saber, sabiendo:

-Me estoy haciendo muy inteligente a tu lado, pero es muy duro el camino de ser una puta cualquiera a ser tu putita, entera para vos.

Camino arduo y doloroso de recorrer, por eso te odio, como todas las otras, esas que no aprendieron a amar y se quejan de cualquier cosa, pero hoy soy como todas ellas, vulgar, totalmente, vulgar.

-A mí, siempre, me gusta que alguna mujer esté preocupada por mí. He llegado a pagar a varias mujeres, miles de dólares, para que vivieran preocupadas por mí.

Y ahora me doy cuenta de todo, boludita.

Ella, por ejemplo, desea con todas sus fuerzas que la ame sólo a ella, pero por otro lado tiene un miedo atroz de que yo, al abandonar a todos mis amores, pierda mis encantos.

Ella, por ahora es celosa y yo la amo. Por ahora jugamos a eso, algún día ella, también, me amará.

Escribir no es tan fácil, como yo mismo pensaba. Ella, de tanto en tanto, me asalta con concepciones delirantes de la realidad.

Me quiere sólo para ella. Pero todas las últimas veces que hicimos el amor, ella se quedó sin respiración y mientras agonizaba, me hizo desear a dos o tres amigas suyas.

-Fui hecho para el futuro como todos los hombres, y, a veces, no lo puedo creer.

Y ella, tranquilamente, me dijo:

-Exactamente, como me pasa a mí.

Capítulo XXVI de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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