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Marx
Cap. 2 - "El proceso de cambio"
"El proceso de cambio" [p. 1]
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MARX
Capítulo II.- EL PROCESO DEL CAMBIO

(Viene del nº 107)

Que “si bien el oro y la plata no son dinero por obra de la naturaleza, el dinero es por naturaleza oro y plata”6 lo demuestra la congruencia que existe entre sus propiedades naturales y sus funciones.7 Hasta aquí, sólo conocemos una función del dinero: la de servir de forma o manifestación del valor de la mercancía o de material en que se expresan socialmente las magnitudes de valor de las mercancías. Sólo una materia cuyos ejemplares posean todos la misma cualidad uniforme puede ser forma o manifestación adecuada de valor, o, lo que es lo mismo, materalización de trabajo humano abstracto, y por tanto igual. De otro lado, como la diferencia que media entre las diversas magnitudes de valor es puramente cuantitativa, la mercancía dinero tiene que ser forzosamente susceptible de divisiones puramente cuantitativas, divisible a voluntad, pudiendo recobrar en todo momento su unidad mediante la suma de sus partes. Pues bien, el oro y la plata poseen esta propiedad por obra de la naturaleza.

El valor de uso de la mercancía dinero se duplica. Además de su valor peculiar de uso como mercancía, como oro, por ejemplo para empastar muelas, fabricar joyas, etc., resiste el valor de uso formal que le dan sus funciones sociales específicas.

Como todas las demás mercancías no son más que equivalentes especiales del dinero y éste equivalente general de todas, aquéllas se comportan respecto al dinero como mercancías especiales respecto a la mercancía general.8

Vemos, pues, que la forma dinero no es más que el reflejo, adherido a una mercancía, de las relaciones que median entre todas las demás. El hecho de que el dinero es una mercancía9 sólo supone un descubrimiento para quien arranque de su forma definitiva, procediendo luego a analizarla. Lo que el proceso de cambio da a la mercancía elegida como dinero no es su valor, sino su forma específica de valor. La confusión de estos dos conceptos indujo a reputar el valor del oro y la plata como algo imaginario.10 Además, como el dinero puede sustituirse, en determinadas funciones, por un simple signo de sí mismo, esto engendró otro error: el de creer que el dinero era un mero signo. Mas, por otra parte, ello envolvía ya la intuición de que la forma dinero del objeto era algo exterior a él mismo y simple forma o manifestación de relaciones humanas ocultas detrás de él. En este sentido, toda mercancía sería también un signo, ya que, considerada como valor, la mercancía no es más que la envoltura material del trabajo humano empleado en ella.11 Pero al concebir como meros signos los caracteres sociales que revisten las cosas o los caracteres materiales que asumen las condiciones sociales del trabajo a base de un determinado régimen de producción, venimos a concebirlos, al mismo tiempo, como un producto reflejo y arbitrario de los hombres. En el siglo XVIII, gustábase de explicar las cosas de este modo para despojar, por lo menos provisionalmente, de su apariencia de misterio a las formas enigmáticas de las relaciones humanas cuyo proceso de gestación no se acertaba a descifrar.


Aladino y las chicas de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 60x81 cm.

Ya decíamos más arriba que la forma equivalencial de una mercancía no envuelve la determinación cuantitativa de su magnitud de valor. El que sepamos que el oro es dinero, y por tanto susceptible de ser cambiado directamente por cualquier otra mercancía, no quiere decir que sepamos, por ese solo hecho, cuánto valen por ejemplo 10 libras de oro. Como toda mercancía, el dinero sólo puede expresar su magnitud de valor de un modo relativo, por medio de otras mercancías. Su valor depende del tiempo de trabajo necesario para su producción y se expresa en la cantidad, de cualquier otra mercancía en la que se materialice el mismo tiempo de trabajo.12 Esta determinación de su magnitud relativa de valor se opera en su fuente de producción, por el cambio directo. Cuando entra en circulación como dinero, el oro tiene ya un valor dado. Ya en las últimas décadas del siglo XVII, muy avanzados los comienzos del análisis del dinero, se sabía que éste era una mercancía, pero no se estaba con ello, como decimos, más que al comienzo. La dificultad no estriba en saber que el dinero es una mercancía, sino en saber cómo, por qué y de qué modo lo es.13

(Continuará)

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6 Carlos Marx, Contribución a la crítica, etc., p. 135. “Los metales... son dinero por naturaleza.” (Galiani, Della Moneta, en la Colección de Custodi, Parte Moderna, t. III, p. 72).
7 Ver más detalles acerca de esto en el capítulo titulado “Los metales preciosos” de mi obra anteriormente citada.
8 “El dinero es la mercancía general.” (Verri, Mediatazioni sulla Economía Política, p.16).
9 “El mismo oro y la plata, a los que podemos dar el nombre genérico de “metales preciosos”, son... mercancías... que suben y bajan... de valor. A los metales preciosos se les puede reconocer un valor más alto cuando por un peso más pequeño de ellos cabe adquirir una cantidad mayor de productos o artículos del país, etc.” (A Discourse on the General Notions of Money, Trade and Exchange, as they stand in relations to each other. By a Merchant, Londres, 1895, p.7) “Aunque el oro y la plata, acuñados o sin acuñar, se usen como medida de todas las demás cosas, son también una mercancía, ni más ni menos que el vino, el aceite, el tabaco, el paño o la tela.” (A Discourse concerning trade, and that in particular of the East-Indies, etc, Londres. 1689, p.2) “La fortuna y la riqueza del reino no pueden consistir solamente en dinero, ni el oro y la plata pueden dejar de ser considerados como mercancías.” (The East India Trade a most Profitable Trade, Londres, 1677, p.4).
10 “El oro y la plata tienen valor como metales, antes de convertirse en dinero.” (Galiani, Della Moneta, p. 72) Locke dice: “El concierto general de los hombres asignó a la plata un valor imaginario, por razón de sus propiedades, que la hacían apta para ser dinero.” En cambio, Law: “¿Cómo podían distintas naciones atribuir un valor imaginario a un objeto cualquiera..., o cómo podía mantenerse este valor imaginario?” Pero, véase cuán poco sabía del asunto este autor: “La plata se cambiaba atendiendo al valor de uso que poseía, es decir atendiendo a su valor real; al ser elegida como... dinero adquirió un valor adicional (une valeur additionelle)”. Jean Law, Considérations sur le numéraire et le commerce”, en “Economistes Financiers du XVIII siècle”, editados por E. Daire, p. 470).
11 “El dinero es su [de las mercancías] signo. (Ver de Forbonnais, Elements du commerce, nueva ed., Layden, 1766, t. II, p. 143.) Como signo, lo revisten las mercancías.” (Obra citada, p 155). “El dinero es el signo de una cosa, a la que representa.” (Montesquieu, Esprit des Luis, Obras completas, Londres, 1767, t. II, p. 2). “El dinero no es un simple signo, pues es de por sí riqueza; no representa los valores, sino que es igual a ellos como valor.” (Le Trosne, De l’intéret Social, p. 910). “Si analizamos el concepto del valor, vemos que la propia cosa sólo es considerada como un signo y no se la considera como la cosa misma, sino como lo que vale.” (Hegel, Philosophie des Rechts, p. 199.) Mucho antes de que lo hiciesen los economistas, los juristas dieron pábulo a la idea del dinero como simple signo y al valor puramente imaginario de los metales preciosos, con lo cual prestaban un servicio de sicofantes al poder regio, cuya práctica de falsificación monetaria defendieron durante toda la Edad Media, invocando las tradiciones del Imperio romano y la idea del dinero contenida en las Pandectas. “Nadie puede ni debe dudar -dice su aprovechado discípulo Felipe de Valois, en un decreto de 1346- que sólo a Nos y a Nuestra Real Majestad incumbe... el negocio de la moneda, la fabricación, calidad, existencias y demás medidas que a las monedas se refieran, poniéndolas en circulación del modo y al precio que a Nos plazca y mejor parezca.” Era un dogma del derecho romado que el emperador decretaba el valor del dinero. Estaba terminantemente prohibido considerar el dinero como mercancía. “Mas a nadie debe permitírsele comprar dinero, pues, creado para el uso general, no debe convertirse en mercancía.” En la obra de G.S. Pagnini, Saggio sopra il giusto pregio delle cose, 1751 (edición de Custodi, Parte Moderna, t. II), se contiene una buena exposición acerca de esto. En la segunda parte de su obra, el autor polemiza muy principalmente con los señores juristas.

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12 “Si un hombre puede trasladar a Londres desde las entrañas de la tierra en el Perú una onza de plata en el mismo tiempo que necesitaría para producir un bushel de trigo, cada una de estas dos cosas será el precio natural de la otra; si, al abrirse nuevas minas más ricas se logra obtener 2 onzas de plata con el mismo esfuerzo que antes 1, el bushel de trigo cotizado ahora a 10 chelines será tan barato como antes cotizado a 5 chelines caeteris paribus. (William Petty, A treatise of Taxes and Contributions, Londres, 1667, p.31).
13 Después de adoctrinarnos, diciéndonos que “las falsas definiciones del dinero pueden clasificarse en dos grupos principales: aquellas que lo consideran más y aquellas que lo consideran menos que una mercancía”, el señor profesor Roscher despliega un abigarrado catálogo de obras sobre el dinero, a través de las cuales no se trasluce ni el más remoto atisbo de penetración en la verdadera historia de la teoría; luego, viene esta moraleja: “Por lo demás, no puede negarse que la mayoría de los economistas modernos no han sabido fijar debidamente su atención en las características que distinguen al dinero de las demás mercancías.” (¿En qué quedamos? ¿No se nos decía que el dinero era más o menos una mercancía?)... “En este sentido, la reacción semimercantilista de Ganilh... no deja de tener su fundamento.” (Wilhelm Roscher, Die Grundlagen der Nationalökonomie, 3ª ed. 1858, pp. 207-10). ¡Más... menos... no debidamente... en este sentido... no deja de tener... ¡Vaya una manera de fijar los conceptos! ¿Y esas eclécticas tonterías profesorales son las que el señor Roscher, modestamente, bautiza con el nombre de “método anatómico-fisiológico” de la economía política? No puede negársele, sin embargo, la paternidad de un descubrimiento: el de que el dinero es “una mercancía agradable”.

 

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