SUMARIO
Inicio
De nuestros antecedentes
Menassa
"Freud y Lacan -Hablados- 2"
Psicoanálisis y psicosis (p. 1)
Psicoanálisis y psicosis (p. 2)
Psicoanálisis y psicosis (p. 3)
Psicoanálisis y psicosis (p. 4)
Marx
Cap. 2 - "El proceso de cambio"
"El proceso de cambio" [p. 1]
Agenda
Seminarios, Cursos, Talleres
Descargar nº 108
en PDF

Es bueno poder esclarecer en este momento de mi exposición que cuando hablo de psicosis, de locura, no estoy hablando de los pacientes que aparecen como casos en los libros más modernos. Sencillamente no se puede considerar psicótico o loco a quien me ha llamado por teléfono para pedirme una entrevista y luego viene y luego, aun, acepta seguir viniendo y paga a fin de mes o consigue que alguien pague a fin de mes. Y no lo puedo considerar loco aunque algunos problemas del lenguaje tenga o bien, delire con alguna cosita o alucine, sin más. Estos pacientes no presentan otra dificultad al tratamiento psicoanalítico que cualquier otro paciente, aunque sea el psicoanálisis de un candidato en formación psicoanalítica.

Otros pacientes son los que plantean la cuestión, a mi entender, estrictamente ética. Estos pacientes que además de tener trastornos del lenguaje y algún delirio, alguna alucinación, no pueden hacer todo lo otro, llamarme por teléfono, cumplir con el contrato y además, tienen todavía una negatividad por todo, también, por un tratamiento psicoanalítico. Y es aquí donde en lugar de afirmar o negar algo me gustaría hacerme junto con ustedes algunas preguntas:

¿Cómo imponer un tratamiento que sólo es posible por el lazo que la palabra establece entre el paciente y el psicoanalista, a quien no habla? O bien, si habla, habla con una lengua que no es la lengua que hablamos y no que sea un idioma diferente, sino que es otra dimensión del lenguaje donde eso de la locura, habla, aunque el sujeto en apariencia no hable.

¿Qué atributos debemos concebir en nosotros como psicoanalistas para suspender con nuestra voz, nuestra presencia, nuestro cuerpo interpretante, ese paraíso, esa completud donde el psicótico ha decidido refugiarse? ¿Bajo qué deseo intentaríamos rescatar y dar significación a un sujeto que quiere ahogarse en su propia mierda, cuando el espectáculo inhibe cualquier significación? Cómo atreverse, teniendo en cuenta que la mierda ajena es la que tiene el peor olor a menos que un profundo amor (valga la palabra como transferencia) haya aniquilado los receptores olfativos.

¿Cómo atreverse a danzar frente al inmóvil, movimientos posibles?

Cómo decirle al psicótico de buenas a primeras:

Es una vertiente iluminada lo que te detiene.
Ningún vacío es, ningún horror de las negruras.
Lo que te da miedo y bruscamente detiene tu camino
es simplemente, una luz, una clara visión del futuro,
[te detiene.
Es una catarata ardiente de palabras, lo que te matará.
Ningún puñal, ninguna daga antigua y misteriosa.
Lo que te llama a morir, lo que te mata, no es natural.
Es, simplemente, por haber gozado, que un día del futuro,
[morirás.

Me alegra saberte vivo y muerto, al tiempo que te hablo.
Iluminado como un gran poeta por fulgurante luz
y al mismo tiempo, enceguecido, quieto, petrificado.
Ya nadie robará tus amores porque será el deseo.
Ya nadie robará tu pensamiento porque será palabra.
Y ya nadie podrá ser inmortal, porque será el poema.

A medida que van pasando los años y sin poder decir que fue aumentando mi experiencia, me resulta cada vez más fuerte poder diagnosticar a una persona como psicótica. Y no quiero decir con esto que no hay psicóticos (los hay, pero como las brujas, sólo para quien las busca, sólo para quien cree en ellas) sino que digo peor, digo que me resisto al diagnóstico de psicosis aunque esté hecho por alguno de mis colegas más apreciados.

Trastornos del lenguaje tenemos todos y la esquizia fundante en el proceso psicótico, también, lo dice Lacan, es constitutiva del sujeto psíquico.

Cuando más joven, hasta tenía en cuenta, para hacer el diagnóstico, las llamadas relaciones sexuales. Los locos, con esta mirada, se multiplicaban a mi alrededor, infinitamente.


Fantasmas del sonido de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 81x65 cm.

Después, aún, fui comunista y evaluaba a las personas según tuvieran o no "buenos" lazos sociales. Ahí, bajo esos ojos, la locura era total; el que no era loco, era un cabrón.
Hoy día me pregunto ¿quién no está loco
allí, donde el tiempo arrasa la memoria?

En esto de la locura siempre se tienen maestros. Yo tuve por lo menos tres: Pichón Rivière, David Cooper, Armando Bauleo.

Pichón Rivière fue el maestro del cuerpo. Cuando una tarde serena de noviembre le conté que una paciente me había besado, él me dijo rápidamente: Mire, Menassa, alguien lo quiere matar.

David Cooper fue el maestro de la discreción. Cuando se lo llevaban encerrado en una ambulancia para internarlo, por la ventana con rejas de la parte de atrás de la ambulancia, cuando yo intenté forcejear para que no se lo llevaran, él me dijo: ¡Discreción! Miguel, ¡Discreción! Años después, David Cooper pagaría con su vida no haber escuchado lo que a mí me pudo transmitir: El problema del siglo con la locura no era la locura, sino la discreción.

GRUPO CERO
Buenos Aires

Grupos de Poesía

ABIERTOS TODO EL AÑO
Frecuencia semanal

Informes e Inscripción
Mansilla 2686 PB 2 - 4966 1710/13
www.grupocerobuenosaires.com
grupocero@fibertel.com.ar baires@grupocero.org

 

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO