Sumario

LA TRANSFERENCIA
Vigencia de
Sigmund Freud

Vigencia de Sigmund Freud (I)
Vigencia de Sigmund Freud (II)
Vigencia de Sigmund Freud (III)
 
El asma y la alergia, y su relación con los otros y el mundo
El rechazo inmunológico al órgano trasplantado
Aproximación a las alteraciones del sistema inmune
Acerca del fetichismo
¿Dónde está la memoria?
La vida vive en la pulsión
La importancia de los talleres de escritura en la formación de psicoanalistas
 
Sobre las relaciones de pareja
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Una presencia que por su persistencia termina siendo invisible para nosotros mismos, es decir, actúa en nosotros como una ausencia. Y por otro lado una ausencia que de tan ausente se hace presencia nítida y así, en la mayoría de los casos, como realidad objetiva actúa sobre nosotros.

Hasta aquí, temo al psicoanálisis, entonces, porque el primer requisito (que me requiere sin imponérmelo) para ser ciudadano de semejante mundo es aceptar la incertidumbre como un estado natural dentro del territorio y en lugar de huir o matar, como nos venía enseñando la familia y, por qué no decirlo, también el Estado, habrá que ponerse a conversar.

Y conversar no es cualquier cosa, sino que es en la precisión de un diálogo donde se conversa. Y la precisión de un diálogo no es otra cosa que la determinación del concepto de transferencia sobre la praxis psicoanalítica.

Que sea de una manera y de ninguna otra:

Él hablará a nadie y menos que menos al analista.

El Otro hablará para nadie, menos que menos para el analizado.

Diálogo que ofrece como única garantía que alguien hablará, él, el Otro, pero nunca nadie sabrá quién habla ni a quién habla.

Si ahora soy capaz de aceptar esta incertidumbre en lugar de los riesgos que me ofrece la carretera, el paracaidismo, o las cantinas donde uno puede beber hasta morirse, entonces estamos en condiciones de comenzar.

B) Si soñar soñamos todos y, trabajando los sueños, Freud produjo la teoría del inconsciente, todos, aun no queriéndolo, tenemos nuestra propia vida implicada en el descubrimiento por lo tanto, temo por segunda vez al psicoanálisis cuando después de haberle pedido que, para pensarlo, debía abandonar mi razón que, por otra parte, era mi razón de ser, me pide ahora, como requisito indispensable para poder rozar ese saber no sabido en mí que modifique mi propia vida. Es decir, que cambie de las relaciones con los otros las pequeñas mezquindades, los eternos rituales, sin prometerme nada a cambio sino, sencillamente, me prometerá aquello que temo: una transformación.

Por lo tanto temo lo que el psicoanálisis en su transmisión me requiere, psicoanalizarme.

C) Y si fuera poco motivo de temor haber modificado los fundamentos que permitían no sólo la supremacía de la razón, sino el equilibrio de la misma. Haber modificado mi propia vida, mis propios sentimientos, el psicoanálisis me da miedo y ésta es la tercera vez: porque por ley de su praxis impone a la mujer algo que nadie antes le había impuesto, a pesar del extenso dominio que se ejercía y se ejerce sobre ella.

Y es aquí donde deberíamos detenernos para contemplar atónitos la verdadera subversión que produce el psicoanálisis generando un hecho, por primera vez en la historia de la humanidad contemporánea, que modificará con el tiempo el destino de las civilizaciones, por lo menos, occidentales.

Lo que tengo que decir y si es con tantos rodeos, ha de ser porque en este punto se concentran mis resistencias. Temo por tercera vez porque la mujer tendrá como obligación hablar y escribir y temo más aún cuando reconozco que quien obliga a la mujer por primera vez en su historia como mujer, a hablar y a escribir, no es otro que el psicoanálisis.

Y para que no se me confunda con ningún fanatismo de moda, diré que el psicoanálisis no ha triunfado sobre nada. Ni siquiera sobre lo que debería ser materia prima y deseo de su desarrollo revolucionario, la mujer.

Y es aquí donde, por lo menos, renunció Lacan. Ya que todo aquél que haya transitado la praxis psicoanalítica sabe, perfectamente, que hacer hablar a una mujer es tan difícil y, a veces, tan imposible como hacer hablar a la poesía.

Dejar de ser el hecho mismo para contarlo es para la poesía, en todos los casos, transformarse en un género menor.

Dejar de ser sus propias vibraciones es para la mujer, en todos los casos, un hecho triste.

Y no hay descubrimiento, por más importante que resulte de la conversación, que pueda opacar la magnitud de su tristeza. Tristeza sólo comparable a la tristeza del poeta frente a esa página que le dice: la poesía no volverá jamás.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2465)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2464)

La grandeza que nos plantea la semejanza de una tristeza incalculable, hará por un trecho al poeta y a la mujer nuestros compañeros de viaje.

Cuando ella duerme apacible creyendo que el mundo son sus sueños, él trama sobre un papel satisfacerla.

Ninguno de los dos consigue gran cosa.

Ella, frente a la incertidumbre que le producen sus propios sueños, para seguir temblando, sueña.

Él espera, porque no sabe hacer otra cosa que escribir versos, que los sueños de ella cristalizados por él sobre un papel se transformen, ahora, en lingotes de oro.

Ella duerme para soñar porque el mundo que le interesa son los versos de él.

Él no puede dormir ni de día ni de noche y no deja de soñar.

Después con el tiempo terminan siendo dos desgraciados.

Cuando él, por fin, consigue algunos lingotes de oro, ella ya no sueña, ha comenzado a trabajar.

Cuando vuelve de trabajar él le grita para animarla: Vamos querida, la poesía es un arma cargada de futuro y usted es ella.

Ella, mientras tanto, en los momentos libres, aprovecha y duerme y mientras duerme sueña que sueña todo el día.

Él sabe que ella nunca se lo perdonará y, sin embargo, sigue dibujando sobre un papel los más íntimos detalles de todo el recorrido.

Ninguno de los dos puede con lo que es. Como si estuvieran viviendo en un país pero sometidos a las leyes de otro país.

Y antes de cerrar el paréntesis decir que sólo hemos podido ver (cayendo en el error en que todo el mundo cae) las diferencias que existen entre un poeta y una mujer. Pero hemos dejado para fundamentar con el tiempo que más allá de la gran diferencia donde la poesía determina y ella padece, la mujer y la poesía son semejantes en todo.

Habiendo contestado, en parte, algunos de los porqué se le teme al psicoanálisis, podremos ahora entrar con parsimonia en nuestras cuestiones que hoy han quedado reducidas por el título de la conferencia a que soportemos sobre nosotros mismos la vigencia del psicoanálisis.

Soy inmensamente feliz de estar hoy aquí frente a ustedes intentando con toda mi inteligencia poder comunicarles, al menos, las líneas generales de mi pensamiento en lo que corresponde llamar campo del Psicoanálisis, ya que de mi poesía ninguna línea general será más general y más línea que la que ustedes puedan desprender de la lectura de mis escritos.

Hace en estos días, exactamente, 38 años desde mi primera sesión de psicoanálisis y esto no es para justificar mi discurso en general sino, sencillamente, para justificar poder hablar de lo que no se puede hablar:

El Inconsciente. La Interpretación. La Transferencia.

Sé que los lacanianos, por no haberse psicoanalizado lo necesario y, por consiguiente, haber confundido el inconsciente con lo bajo, la interpretación con lo alto y la transferencia con el amor, han generado una multitud de inmortales, mudos y bastante sordos, pero a todos ustedes eso les parece producto de la libre competencia, es decir ustedes piensan el fenómeno lacaniano de la misma manera como piensan el fenómeno de la coca-cola.

Y para no alejarme mucho de aquello por lo cual fui convocado, os diré que sé perfectamente que estamos en una casa de altos estudios, donde algunos (los suficientes para haber producido una corriente de opinión al estilo de las dictaduras) profesores de esta casa, me hacen responsable de la sexualidad que aconteció en el año 1970 en Buenos Aires.

Y nadie ha sido capaz de desenmascarar a los hipócritas, ya que hoy día todos sabemos lo que en aquel momento sólo algunos poetas y el Grupo Cero sabían, que la sexualidad a partir del 70 no era comienzo de nada sino precisamente un fin de fiestas, como después más de 40.000 muertos nos hicieron saber.

(sigue...)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO