Sumario

LA TRANSFERENCIA
Vigencia de
Sigmund Freud

Vigencia de Sigmund Freud (I)
Vigencia de Sigmund Freud (II)
Vigencia de Sigmund Freud (III)
 
El asma y la alergia, y su relación con los otros y el mundo
El rechazo inmunológico al órgano trasplantado
Aproximación a las alteraciones del sistema inmune
Acerca del fetichismo
¿Dónde está la memoria?
La vida vive en la pulsión
La importancia de los talleres de escritura en la formación de psicoanalistas
 
Sobre las relaciones de pareja
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SOBRE LAS RELACIONES
DE PAREJA

-A veces pienso que me podrían acusar de perverso, de degenerado.

Evaristo, después de haber cumplido 50 años, comenzó a preocuparse de que alguna mujer de todas (más de 100) que habían hecho o seguían haciendo el amor con él, lo denunciara.

-Tal vez, tenía razón el Master, cuando el otro día me dijo, que yo tengo miedo que las mujeres me denuncien porque ya no me las garcho como antes, tal vez...

Y ahí, Evaristo se entregaba a ese juego del "tal vez..." como si fuera lo único posible:

Tal vez, dentro de unos días cuando cumpla 58 años, mi mujer de hace 30 años y mi mujer de 30 años, quieran brindar conmigo, como si los tres tuviéramos 30 años y la vida comenzara mañana.

Tal vez, pueda escribir ese poema imposible que me tranquilice, que me permita quedarme aquí, entre esas tetas jóvenes dispuestas a conocer todas las libaciones y esas tetas universales dispuestas a entregar, todo su saber, para que la piel siga persiguiendo la piel.

Tal vez, si atara mis manos a esas nalgas descomunales, debido a la duplicación, ya podría dejar de escribir por un tiempo.

Ese, tal vez, era uno de los grandes problemas que le planteaba Evaristo al Master:

-¿Escribir es vivir?

Y el Master, que por algo lo era, le contestaba:

-Bueno, por lo menos, sabemos, que vivir no es escribir.

-Tal vez, con cierta disciplina, pueda ser un gran escritor.

Evaristo se entretenía mucho jugando a su tal vez y estuvo a punto de no atender el teléfono. Era Josefina, su pequeña Josefina.

-Mi amor, mi amor, le dice Evaristo, claramente enamorado y ella, del otro lado, con voz de estar haciendo el amor:

-Degenerado, perverso, ay cómo te la chupo, mi amor, qué degenerado que sos.

Y ella se excitaba como una loca y Evaristo pensaba que dentro de 20 años ella le diría:

-Perverso, degenerado, me hiciste conocer el amor, y el juez lo condenaría.

Cuando ella se despidió con un:

-Te amo, macho poderoso, eres mi Dios. Evaristo colgó el auricular y se tocó la pija, más que para tocársela, para ver si la tenía.

Cuando hacían el amor, Josefina era tan joven y ardiente que Evaristo sentía que la pija la tenía ella.

Cuando hablaban por teléfono le pasaba lo mismo, por eso cuando colgó el auricular se tocó la pija, pero esta vez fue todo diferente.

Evaristo dejó su mano izquierda apretando suavemente sus propios genitales y mientras apretaba y soltaba suavemente pensaba en voz alta:

-Estoy gastando mucho dinero y, además, me doy cuenta que las drogas que consumo (yerba mate, alcoholes diversos), no tocan para nada el modo de relacionarme con la realidad.

Es decir, debo reconocerlo, nada consigue apartarme de la realidad.

Tal vez en este momento puedo parecer un hombre tranquilo, de 58 años que acepta, tranquilamente, la soledad de estar escribiendo toda la noche, con todos mis amores durmiendo y yo sin ganas de dormir, escribiendo.

Sintiendo todo el tiempo que si lo escribo hoy, lo viviré mañana.

Sí, mañana cuando ellas dos despierten de sus sueños infantiles, comenzarán, sin saber por qué, la danza del amor.
Por haberlo escrito ayer, en soledad de ellas, mas con el mundo, al levantarse a la mañana, esos dos cuerpos inmortales, mujer con mujer, serán atravesados por mis versos.

Se sentirán nerviosas sin poder unir en todo el día, hasta que ocurran, las miles de fantasías de todo tipo, hasta de dinero, con el nerviosismo.

Conmigo, todas las veces que nos encontremos por los miles de motivos que nos encontramos de manera habitual, me harán sentir que me quieren, que no me preocupe, que el macho soy yo, que esta vez se trata de otra cosa.

Primero dormiremos a todos los niños de la ciudad de Buenos Aires y después, a la una de la madrugada, nos encontraremos los tres, tal vez...

No era momento para ponerse a jugar, pero Evaristo era un especialista con las mujeres, en hacer pasar con ellas las cosas siempre un poco después de lo que ellas mismas esperaban.

www.grupocero.org

Ninguna mujer de las que hacían el amor con Evaristo se puso a pensar nunca, cuál era el negocio de Evaristo en esa manera de ser, pero los beneficios que eso traía para hacer el amor con Evaristo, hacía que todo lo otro, fuera bienvenido, aunque no se entendiera del todo.

(Continuará)

Capítulo I de la novela "El sexo del amor"
Autor Miguel O. Menassa

2011
50 años de la primera publicación de Miguel Oscar Menassa,
candidato al Premio Nobel
de Literatura 2010
40 años de la fundación de Grupo Cero
30 años de la fundación de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero

 

«No podemos terminar
con el alma,
sólo podemos curarla».
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