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APROXIMACIÓN
A LAS ALTERACIONES DEL SISTEMA INMUNE |
El sistema inmune es el sistema de defensa o de protección
de nuestro organismo. Podríamos clasificar los
posibles mecanismos de producción de enfermedad
en relación a la disfunción del sistema
inmune de la siguiente manera:
A. Hiperrespuesta o respuesta inmune exagerada:
1. Enfermedades autoinmunes: no se reconoce lo propio
como tal y se desencadenan una serie de reacciones
que tienden a eliminar a ese antígeno como si
fuera extraño o no propio, como sucede en las
enfermedades autoinmunes.
2. Alergias: se reacciona contra una sustancia inocua
como si fuera peligrosa, lo que nos llevaría
a hablar de enfermedades alérgicas.
3. Enfermedades inflamatorias crónicas, por
ejemplo la enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad
de Crohn y colitis ulcerosa): donde hay una falta de
reconocimiento y una reacción frente a la flora
concomitante, es decir frente "al amigo" o "el
aliado".
4. Rechazo agudo del trasplante: la respuesta "normal" frente
a un antígeno extraño (el tejido trasplantado
del donante), se intensifica de tal manera que no puede
ser regulada por la inmunosupresión inducida
por fármacos en el receptor.
B. Hiporrespuesta imune o déficit de respuesta
1. Inmunodeficiencias: la respuesta es insuficiente
o inexistente, lo que nos sitúa ante las llamadas
inmunodeficiencias: Entre las adquiridas, la más
relevante es el SIDA.
2. Fallo de la inmunovigilancia: el sistema inmune
falla en el reconocimiento de la célula tumoral,
lo que propiciaría el desarrollo de neoplasias.
ENFOQUE PSICOANALÍTICO
DE LAS ALTERACIONES DEL SISTEMA INMUNE.
Postulamos que la sobredeterminación de las
patologías del sistema inmune es psíquica.
Por ejemplo, el cáncer acontece en un sujeto
deprimido. La depresión tendría una faz
psíquica y una faz orgánica, esta última
consistiría en una depresión del sistema
inmune que propicia el desarrollo del cáncer,
por fallo de la inmunovigilancia.
Otro ejemplo significativo es el del rechazo al trasplante,
sostenemos que hay un rechazo psíquico al otro,
al semejante en la base de todo rechazo celular al
injerto, esto explica las distintas formas de rechazo
y su distinta intensidad en cada sujeto trasplantado.
Pilar
Rojas Martínez
Psicoanalista.
Médico Especialista en Reumatología y
en Medicina Familiar y Comunitaria
696 194 259
pilar.rojas@wanadoo.es
www.pilarrojas.com
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¿DÓNDE
ESTÁ LA MEMORIA? |
Todos
sabemos que nuestra capacidad retentiva es mucho más
amplia de lo que nos pareciera en primera instancia.
Nuestra memoria es capaz de arribar a nuestra mente
recuerdos que creía-mos olvidados porque en
el aparato psíquico la energía no se
destruye, sino que se reprime y se transforma.
La represión consiste en un mecanismo a través
del cual se mantienen alejados de la conciencia a determinadas
representaciones. Cuando una persona se enfrenta a
un estímulo displacentero que le provoca un
aumento de la tensión en el aparato psíquico,
trata de eliminarlo para reducir dicha tensión.
Si el estímulo procede del exterior, el medio
de defensa más adecuado será la fuga.
Pero cuando se trata de un estímulo pulsional
procedente del interior del sujeto, la fuga no es posible,
ya que uno no puede huir de sí mismo. El mecanismo
que se aplica entonces es el de represión, alejando
esos contenidos de la conciencia.
La memoria es inconsciente y los contenidos y recuerdos
que llegan a nuestra conciencia lo hacen a condición
de ser desplazados, condensados para poder burlar la
barrera de la represión. De ahí que todos
nuestros recuerdos sean encubridores, es decir, sustitutos
deformados de impresiones que al sujeto le resultaron
desagradables o intolerables, con las que se encuentran
asociados.
Nuestro sistema de percepción no posee capacidad
para conservar las modificaciones, es decir, carece
de memoria. Sin embargo, desde el interior del aparato,
son constantemente enviadas al sistema perceptor y
retiradas de él inervaciones de carga psíquica.
Es como si lo inconsciente desplegase, por medio del
sistema receptor y hacia el mundo exterior unos tentáculos
y los retrajese una vez comprobados los estímulos;
de este modo sólo se perciben los estímulos
cargados de energía psíquica por esos
tentáculos propios de cada individuo, los estímulos
libidinizados por el ser sujeto del lenguaje y sus
significantes.
Los recuerdos conscientes siempre aparecen contaminados,
deformados, por los deseos inconscientes, que utilizan
las huellas mnémicas con las que tienen algún
punto de contacto, para burlar el mecanismo de represión
y llegar a la conciencia con el único objetivo
de expresarse.
Todos nuestros recuerdos nos muestran
los hechos, no como fueron, sino como decimos que fueron
al evocarlos, siguiendo una serie de principios muy
ajenos a los de fidelidad histórica.
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La imagen
de percepción en
realidad no existe, no existió nunca, en tanto
que para convertirse en una huella de memoria fue transformada
por el sujeto. La imagen de percepción fue lo
que quedó fuera del sistema, el encuentro con
la cosa, el objeto "a", la ausencia de objeto
para el deseo.
A la pregunta, ¿qué es
la memoria? ¿Dónde se encuentra ubicada?
Respondemos:
La memoria no está en ninguna
neurona. No es huella psicofísica, ni recuperación
consciente, es puesta en acto, un deseo como realizado
en la realidad material presente, un proceso transaccional.
Un intento de llegar a la imagen de la percepción
inalcanzable. Una regresión.
Es por eso que la memoria es en el
decir y también en lo que en el intento de decir,
no se dice, o tropieza o yerra. Y en la interpretación
que transforma todo lo anterior.
Virginia Valdominos
Psicóloga Psicoanalista
664 222 008
virginia.valdominos@gmail.com
www.virginiavaldominos.com
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ACERCA DEL
FETICHISMO |
Aunque
todos deseamos las mismas cosas, nos diferenciamos
en la manera de poner en escena nuestro deseo. Las
perversiones están contenidas en la predisposición
sexual, no diferenciada, del niño. Cuando la
perversión presenta los caracteres de exclusividad
y fijación es cuando podremos considerarla como
un síntoma patológico. Cuando alguien
se manifiesta perverso puede decirse que ha seguido
siendo perverso y representa un estadio de detención
en el camino.
Podemos entender el fetichismo como una organización
particular del deseo sexual o libido donde la satisfacción
no se alcanza sin la presencia y el uso de un objeto
determinado, lo que denominamos fetiche. En el fetichismo,
este objeto es necesario para la activación
sexual y puede darse una falta de erección y
excitación en su ausencia. Puede emplearlo durante
la masturbación o llevarlo el partenaire durante
la actividad sexual. El fetichista no puede librarse
a una relación sexual normal, el fin sexual
no es aquí el acoplamiento; ese objeto o esa
parte del cuerpo sobreestimada es su fuente de satisfacción.
El propio sujeto dice encontrar más satisfactorio
su objeto exclusivo, por cuanto es un objeto inanimado,
así al menos puede estar seguro de que no va
a decepcionarle.
La lectura psicoanalítica nos alumbra sobre
la verdadera función del objeto fetiche, cumple
una función de protección contra la angustia,
la angustia de castración. De esta forma el
fetichista procura salvarse de algo que le resulta
intolerable, el "terror de la castración".
Este queda activado por la percepción de la
ausencia de pene en la mujer, en la madre. Para prevenirse
de esta amenaza reniega de la ausencia de pene en ella,
no siendo el fetiche otra cosa que el sustituto del
pene faltante. Cree en la castración y a la
vez reniega de ella.
El fetiche estará constituido por el objeto último
percibido antes de la visión traumática
misma, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada
para fines sexuales (los pies o el cabello) o un objeto
inanimado que está en visible relación
con la persona sexual, y especialmente con la sexualidad
de la misma (prendas de vestir, ropa blanca). Este
momento tiene que ser entendido como un recuerdo encubridor.
No representa el pene real, sino el pene en tanto puede
faltar, en tanto puede ser atribuido a la madre, pero
reconociendo su ausencia al mismo tiempo. Es el símbolo
del falo que la mujer no tiene y que para el niño
es necesario que tenga.
La castración de la mujer, en la posición
perversa, es afirmada y negada, y mediante el fetiche
indica que ella no ha perdido el falo, pero al mismo
tiempo, la deja en situación de perderlo, en
situación de ser castrada. De esta forma el
sujeto no se ve obligado a reconocer que las mujeres
han perdido su pene, no teniendo entonces necesidad
de creer la amenaza de castración. En su realidad
psíquica la mujer conserva, en efecto, un pene,
pero ya no es el mismo que era antes. Otra cosa ha
venido a ocupar su plaza, despliega ante la realidad
un VELO que la disimula, y es este velo el que el sujeto
finalmente sobrestima.
El fetichismo caracteriza más especialmente
a la libido masculina, raramente lo encontramos en
la mujer. Le evita convertirse en homosexual, pues
confiere a la mujer precisamente aquel atributo que
la torna aceptable como objeto sexual. Habitualmente
el perverso o fetichista, aunque lo reconocen como
anormal, sólo raramente lo consideran como un
síntoma patológico. Por lo común
están muy conformes con ellos mismos y elogian
las ventajas que ofrece a su satisfacción erótica.
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista
626 673 322
info@htpsicoanalisis.com
www.htpsicoanalisis.com

Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2463)
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