Sumario

LA TRANSFERENCIA
Vigencia de
Sigmund Freud

Vigencia de Sigmund Freud (I)
Vigencia de Sigmund Freud (II)
Vigencia de Sigmund Freud (III)
 
El asma y la alergia, y su relación con los otros y el mundo
El rechazo inmunológico al órgano trasplantado
Aproximación a las alteraciones del sistema inmune
Acerca del fetichismo
¿Dónde está la memoria?
La vida vive en la pulsión
La importancia de los talleres de escritura en la formación de psicoanalistas
 
Sobre las relaciones de pareja
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APROXIMACIÓN
A LAS ALTERACIONES DEL SISTEMA INMUNE

El sistema inmune es el sistema de defensa o de protección de nuestro organismo. Podríamos clasificar los posibles mecanismos de producción de enfermedad en relación a la disfunción del sistema inmune de la siguiente manera:

A. Hiperrespuesta o respuesta inmune exagerada:

1. Enfermedades autoinmunes: no se reconoce lo propio como tal y se desencadenan una serie de reacciones que tienden a eliminar a ese antígeno como si fuera extraño o no propio, como sucede en las enfermedades autoinmunes.

2. Alergias: se reacciona contra una sustancia inocua como si fuera peligrosa, lo que nos llevaría a hablar de enfermedades alérgicas.

3. Enfermedades inflamatorias crónicas, por ejemplo la enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa): donde hay una falta de reconocimiento y una reacción frente a la flora concomitante, es decir frente "al amigo" o "el aliado".

4. Rechazo agudo del trasplante: la respuesta "normal" frente a un antígeno extraño (el tejido trasplantado del donante), se intensifica de tal manera que no puede ser regulada por la inmunosupresión inducida por fármacos en el receptor.

B. Hiporrespuesta imune o déficit de respuesta

1. Inmunodeficiencias: la respuesta es insuficiente o inexistente, lo que nos sitúa ante las llamadas inmunodeficiencias: Entre las adquiridas, la más relevante es el SIDA.

2. Fallo de la inmunovigilancia: el sistema inmune falla en el reconocimiento de la célula tumoral, lo que propiciaría el desarrollo de neoplasias.

ENFOQUE PSICOANALÍTICO DE LAS ALTERACIONES DEL SISTEMA INMUNE.

Postulamos que la sobredeterminación de las patologías del sistema inmune es psíquica. Por ejemplo, el cáncer acontece en un sujeto deprimido. La depresión tendría una faz psíquica y una faz orgánica, esta última consistiría en una depresión del sistema inmune que propicia el desarrollo del cáncer, por fallo de la inmunovigilancia.

Otro ejemplo significativo es el del rechazo al trasplante, sostenemos que hay un rechazo psíquico al otro, al semejante en la base de todo rechazo celular al injerto, esto explica las distintas formas de rechazo y su distinta intensidad en cada sujeto trasplantado.

Pilar Rojas Martínez
Psicoanalista.
Médico Especialista en Reumatología y
en Medicina Familiar y Comunitaria
696 194 259
pilar.rojas@wanadoo.es
www.pilarrojas.com

¿DÓNDE ESTÁ LA MEMORIA?

Todos sabemos que nuestra capacidad retentiva es mucho más amplia de lo que nos pareciera en primera instancia. Nuestra memoria es capaz de arribar a nuestra mente recuerdos que creía-mos olvidados porque en el aparato psíquico la energía no se destruye, sino que se reprime y se transforma.

La represión consiste en un mecanismo a través del cual se mantienen alejados de la conciencia a determinadas representaciones. Cuando una persona se enfrenta a un estímulo displacentero que le provoca un aumento de la tensión en el aparato psíquico, trata de eliminarlo para reducir dicha tensión. Si el estímulo procede del exterior, el medio de defensa más adecuado será la fuga. Pero cuando se trata de un estímulo pulsional procedente del interior del sujeto, la fuga no es posible, ya que uno no puede huir de sí mismo. El mecanismo que se aplica entonces es el de represión, alejando esos contenidos de la conciencia.

La memoria es inconsciente y los contenidos y recuerdos que llegan a nuestra conciencia lo hacen a condición de ser desplazados, condensados para poder burlar la barrera de la represión. De ahí que todos nuestros recuerdos sean encubridores, es decir, sustitutos deformados de impresiones que al sujeto le resultaron desagradables o intolerables, con las que se encuentran asociados.

Nuestro sistema de percepción no posee capacidad para conservar las modificaciones, es decir, carece de memoria. Sin embargo, desde el interior del aparato, son constantemente enviadas al sistema perceptor y retiradas de él inervaciones de carga psíquica. Es como si lo inconsciente desplegase, por medio del sistema receptor y hacia el mundo exterior unos tentáculos y los retrajese una vez comprobados los estímulos; de este modo sólo se perciben los estímulos cargados de energía psíquica por esos tentáculos propios de cada individuo, los estímulos libidinizados por el ser sujeto del lenguaje y sus significantes.

Los recuerdos conscientes siempre aparecen contaminados, deformados, por los deseos inconscientes, que utilizan las huellas mnémicas con las que tienen algún punto de contacto, para burlar el mecanismo de represión y llegar a la conciencia con el único objetivo de expresarse.

Todos nuestros recuerdos nos muestran los hechos, no como fueron, sino como decimos que fueron al evocarlos, siguiendo una serie de principios muy ajenos a los de fidelidad histórica.

La imagen de percepción en realidad no existe, no existió nunca, en tanto que para convertirse en una huella de memoria fue transformada por el sujeto. La imagen de percepción fue lo que quedó fuera del sistema, el encuentro con la cosa, el objeto "a", la ausencia de objeto para el deseo.

A la pregunta, ¿qué es la memoria? ¿Dónde se encuentra ubicada? Respondemos:

La memoria no está en ninguna neurona. No es huella psicofísica, ni recuperación consciente, es puesta en acto, un deseo como realizado en la realidad material presente, un proceso transaccional. Un intento de llegar a la imagen de la percepción inalcanzable. Una regresión.

Es por eso que la memoria es en el decir y también en lo que en el intento de decir, no se dice, o tropieza o yerra. Y en la interpretación que transforma todo lo anterior.

Virginia Valdominos
Psicóloga Psicoanalista
664 222 008
virginia.valdominos@gmail.com
www.virginiavaldominos.com

ACERCA DEL FETICHISMO

Aunque todos deseamos las mismas cosas, nos diferenciamos en la manera de poner en escena nuestro deseo. Las perversiones están contenidas en la predisposición sexual, no diferenciada, del niño. Cuando la perversión presenta los caracteres de exclusividad y fijación es cuando podremos considerarla como un síntoma patológico. Cuando alguien se manifiesta perverso puede decirse que ha seguido siendo perverso y representa un estadio de detención en el camino.

Podemos entender el fetichismo como una organización particular del deseo sexual o libido donde la satisfacción no se alcanza sin la presencia y el uso de un objeto determinado, lo que denominamos fetiche. En el fetichismo, este objeto es necesario para la activación sexual y puede darse una falta de erección y excitación en su ausencia. Puede emplearlo durante la masturbación o llevarlo el partenaire durante la actividad sexual. El fetichista no puede librarse a una relación sexual normal, el fin sexual no es aquí el acoplamiento; ese objeto o esa parte del cuerpo sobreestimada es su fuente de satisfacción. El propio sujeto dice encontrar más satisfactorio su objeto exclusivo, por cuanto es un objeto inanimado, así al menos puede estar seguro de que no va a decepcionarle.

La lectura psicoanalítica nos alumbra sobre la verdadera función del objeto fetiche, cumple una función de protección contra la angustia, la angustia de castración. De esta forma el fetichista procura salvarse de algo que le resulta intolerable, el "terror de la castración". Este queda activado por la percepción de la ausencia de pene en la mujer, en la madre. Para prevenirse de esta amenaza reniega de la ausencia de pene en ella, no siendo el fetiche otra cosa que el sustituto del pene faltante. Cree en la castración y a la vez reniega de ella.

El fetiche estará constituido por el objeto último percibido antes de la visión traumática misma, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada para fines sexuales (los pies o el cabello) o un objeto inanimado que está en visible relación con la persona sexual, y especialmente con la sexualidad de la misma (prendas de vestir, ropa blanca). Este momento tiene que ser entendido como un recuerdo encubridor. No representa el pene real, sino el pene en tanto puede faltar, en tanto puede ser atribuido a la madre, pero reconociendo su ausencia al mismo tiempo. Es el símbolo del falo que la mujer no tiene y que para el niño es necesario que tenga.

La castración de la mujer, en la posición perversa, es afirmada y negada, y mediante el fetiche indica que ella no ha perdido el falo, pero al mismo tiempo, la deja en situación de perderlo, en situación de ser castrada. De esta forma el sujeto no se ve obligado a reconocer que las mujeres han perdido su pene, no teniendo entonces necesidad de creer la amenaza de castración. En su realidad psíquica la mujer conserva, en efecto, un pene, pero ya no es el mismo que era antes. Otra cosa ha venido a ocupar su plaza, despliega ante la realidad un VELO que la disimula, y es este velo el que el sujeto finalmente sobrestima.

El fetichismo caracteriza más especialmente a la libido masculina, raramente lo encontramos en la mujer. Le evita convertirse en homosexual, pues confiere a la mujer precisamente aquel atributo que la torna aceptable como objeto sexual. Habitualmente el perverso o fetichista, aunque lo reconocen como anormal, sólo raramente lo consideran como un síntoma patológico. Por lo común están muy conformes con ellos mismos y elogian las ventajas que ofrece a su satisfacción erótica.

Helena Trujillo Luque
Psicoanalista
626 673 322
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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2463)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO