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                          LA VIDA VIVE 
                            EN LA PULSIÓN | 
                         
                       
                      Hay una clara diferencia entre estas
                        dos supuestas negaciones: "yo no veo" y "yo
                        no miro". 
                      "Yo no veo" es una negación que puede
                        remitir a un defecto de la vista o a un defecto de iluminación,
                        pero "yo no miro", hace surgir muchos objetos,
                        porque si "yo no miro" quiero decir que miro
                        esto o lo otro. 
                                              La mirada es un objeto a del nivel de la pulsión
                        escópica, lo mismo que el pecho es un objeto a
                        del nivel de la pulsión oral, por eso que ocurre
                        lo mismo en "yo no como" y "yo no tomo". 
                      "Yo no miro" y "yo no tomo" son dos
                        negaciones innegables, porque abren otras posibilidades, "yo
                        no tomo" quiere decir "yo tomo" esto o
                        lo otro. 
                                              Lo mismo podemos decir de "yo no hablo" y su
                        diferencia con "yo no digo", donde "yo
                        no digo" es una negación innegable, puesto
                        que tiene nivel pulsional y "yo no digo" quiere
                        decir "yo digo" esto o lo otro. 
                                              La envidia y la anorexia son dos padecimientos que se
                        sitúan uno en la caída del nivel de la
                        pulsión escópica y el otro en la caída
                        del nivel de la pulsión oral. 
                                              La envidia en su función de mirada y la anorexia
                        en su función de pecho, "yo no puedo ver",
                        un ojo que no suelta la mirada, herido por la mirada,
                        porque el ojo de la envidia es un ojo desesperado por
                        la mirada, y "yo no suelto" es una boca que
                        no suelta el pecho, una boca desesperada por el pecho. 
                                              Ojo y mirada, boca y pecho, soldaduras que hacen soldados
                        de la envidia y soldados de la anorexia, ojos con "mal
                        de ojo", bocas con "mal de boca", boca
                        cruel, boca cerrada, boca por la que nada entra y nada
                        sale. 
                                              Cuando no hay tercero toda situación dual termina
                        entrando en una situación que si no la queremos
                        llamar enfermedad hace sufrir mucho más que cualquier
                        enfermedad. 
                                              Y toda situación
                        dual se termina transformando en una soldadura, en una
                        devoración, en un todo
                        unitario, lo cual conlleva la desaparición de
                        los participantes y el gasto psíquico que supone
                        la envidia o la anorexia y sus, a veces, mortales consecuencias,
                        porque "la envidia puede llegar a matar al prójimo" y "la
                        anorexia puede llegar a matar al propio sujeto". 
                                              Entrar en psicoanálisis es entrar en el deseo,
                        y el deseo es separador de estas soldaduras, por eso
                        que el psicoanálisis no es una técnica
                        sino un método, un método de interpretación
                        que se desprende y articula con el concepto de inconsciente
                        como producción del inconsciente y una técnica
                        la técnica psicoanalítica, asociación
                        libre y transferencia, que se desprende y articula con
                        el método de interpretación. 
                                              Amelia
                          Díez Cuesta 
                        Psicoanalista 
                        607 762 104 
                        ameliadiezcuesta@gmail.com 
                        
                        Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2460)
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                          LA IMPORTANCIA
                              DE LOS TALLERES DE ESCRITURA EN LA FORMACIÓN 
                            DE PSICOANALISTAS | 
                         
                                             "Alguien pidió consejo a Timón
                          sobre la educación de sus hijos. Haz que les
                          enseñen, dijo éste, aquello que jamás
                          podrán concebir." 
                          (Goethe) 
                        Leer y escribir son dos instrumentos con que el hombre
                          ha contado para comunicarse entre sí, a lo largo
                          de la historia. La literatura es, básicamente,
                          un acto de comunicación, y como tal, se sustenta
                          sobre tres pilares básicos: el emisor (escritor),
                          el mensaje (texto) y el receptor (lector).  
                                                  Pero esta sencilla fórmula se complica cuando
                          incluimos el factor de universalidad espacio-temporal,
                          inherente a la escritura. Ahí, las posibilidades
                          de comunicación aumentan exponencialmente.  
                                                  La escritura traspasa las fronteras geográficas
                          y políticas. "En cada libro hay un hombre
                          que me habla", dice el poeta Miguel Oscar Menassa,
                          por eso, a veces, el poder establecido persigue los
                          textos cuya lectura podría poner en peligro
                          su permanencia. Recordemos que, en toda revolución,
                          hubo un poeta poniendo palabras a la pasión
                          del pueblo. 
                                                  Y, además, la escritura es lo que perdura en
                          el tiempo, podemos acceder al pensamiento de escritores
                          de hace 2.000 años y comprobaremos que hoy tienen
                          plena vigencia.  
                                                  No sabemos exactamente lo que ocurrió, sabemos
                          lo que está escrito que ocurrió. La literatura,
                          entonces, es importante para la humanidad, porque guarda
                          su saber a través del tiempo. 
                                                  A lo largo de la historia se ha constatado una dificultad
                          para señalar criterios seguros para definir
                          con precisión los rasgos caracterizadores de
                          la literariedad. No cualquier escrito es considerado
                          literario. ¿Qué es, entonces, lo que
                          diferencia la literatura? 
                                                  No consideramos como tales los comunicados oficiales,
                          noticias periodísticas, textos científicos,
                          etc., que tienen una finalidad legislativa, informativa,
                          didáctica, etc., y responden a un motivo concreto
                          y material. En cambio, el cuento, la novela, el teatro
                          o la poesía son considerados literarios. Veamos
                          qué tienen en común:  
                                                  Su temática excede siempre lo pragmático,
                          lo puntual, y tiende, como hemos dicho, a lo universal,
                          a lo humano.  
                                                  La técnica debe incluir un proceso creativo.  
                                                  Pero hay una característica esencial para que
                          un texto sea considerado literario, y es que el resultado,
                          su lectura, produzca satisfacción, goce o placer
                          en el lector.  
                                                  Los mecanismos por los que esto ocurre fueron estudiados
                          por Sigmund Freud, en 1907, en escrito titulado "El
                          poeta y los sueños diurnos", que comienza
                          preguntándose de dónde extrae el poeta
                          (que califica de personalidad singularísima,)
                          sus temas.  
                                                  Una puntualización: Freud utiliza la palabra
                          poeta para denominar a quienes parecen crear los temas
                          libremente, y no precisamente los poetas "que
                          más estima la crítica, sino otros más
                          modestos: los escritores de novelas, cuentos y poesía,
                          los cuales encuentran, sin embargo, más numerosos
                          y entusiastas lectores."  
                        "¿No habremos de buscar ya en el niño
                          las primeras huellas de la actividad poética?",
                          se pregunta. La actividad favorita y más intensa
                          del niño es el juego. Acaso sea lícito
                          afirmar que todo niño que juega se conduce como
                          un poeta, creándose un orden nuevo, grato para él.
                          La antítesis del juego no es la realidad sino
                          la gravedad.  
                                                  El niño juega y no se avergüenza, no lo
                          oculta; en cambio, el adulto se avergüenza de
                          sus fantasías y las oculta a los demás,
                          las considera como una cosa íntima y personalísima
                          y, "en rigor, preferiría confesar sus culpas
                          a comunicar sus fantasías." 
                                                  El juego de los niños es regido por sus deseos,
                          sobre todo por aquel deseo que tanto coadyuva a su
                          educación, el deseo de ser adulto. Siempre juega
                          a ser mayor, no tiene motivo para ocultar su deseo.
                          El adulto, en cambio, sabe que de él se espera
                          ya que no juegue ni fantasee, sino que obre en el mundo
                          real; y además, entre los deseos que engendran
                          sus fantasías hay algunos que le es preciso
                          ocultar, por eso se avergüenza de sus fantasías
                          como de algo pueril e ilícito. 
                        Carmen Salamanca Gallego  
                          Coordinadora de talleres de escritura. 
                          Gerente de la Editorial Grupo Cero 
                          662 149 082 
                          redaccion@las2001noches.com 
                        
                          
                            www.editorialgrupocero.com  | 
                           
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