Sumario

LA TRANSFERENCIA
Vigencia de
Sigmund Freud

Vigencia de Sigmund Freud (I)
Vigencia de Sigmund Freud (II)
Vigencia de Sigmund Freud (III)
 
El asma y la alergia, y su relación con los otros y el mundo
El rechazo inmunológico al órgano trasplantado
Aproximación a las alteraciones del sistema inmune
Acerca del fetichismo
¿Dónde está la memoria?
La vida vive en la pulsión
La importancia de los talleres de escritura en la formación de psicoanalistas
 
Sobre las relaciones de pareja
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LA VIDA VIVE
EN LA PULSIÓN

Hay una clara diferencia entre estas dos supuestas negaciones: "yo no veo" y "yo no miro".

"Yo no veo" es una negación que puede remitir a un defecto de la vista o a un defecto de iluminación, pero "yo no miro", hace surgir muchos objetos, porque si "yo no miro" quiero decir que miro esto o lo otro.

La mirada es un objeto a del nivel de la pulsión escópica, lo mismo que el pecho es un objeto a del nivel de la pulsión oral, por eso que ocurre lo mismo en "yo no como" y "yo no tomo".

"Yo no miro" y "yo no tomo" son dos negaciones innegables, porque abren otras posibilidades, "yo no tomo" quiere decir "yo tomo" esto o lo otro.

Lo mismo podemos decir de "yo no hablo" y su diferencia con "yo no digo", donde "yo no digo" es una negación innegable, puesto que tiene nivel pulsional y "yo no digo" quiere decir "yo digo" esto o lo otro.

La envidia y la anorexia son dos padecimientos que se sitúan uno en la caída del nivel de la pulsión escópica y el otro en la caída del nivel de la pulsión oral.

La envidia en su función de mirada y la anorexia en su función de pecho, "yo no puedo ver", un ojo que no suelta la mirada, herido por la mirada, porque el ojo de la envidia es un ojo desesperado por la mirada, y "yo no suelto" es una boca que no suelta el pecho, una boca desesperada por el pecho.

Ojo y mirada, boca y pecho, soldaduras que hacen soldados de la envidia y soldados de la anorexia, ojos con "mal de ojo", bocas con "mal de boca", boca cruel, boca cerrada, boca por la que nada entra y nada sale.

Cuando no hay tercero toda situación dual termina entrando en una situación que si no la queremos llamar enfermedad hace sufrir mucho más que cualquier enfermedad.

Y toda situación dual se termina transformando en una soldadura, en una devoración, en un todo unitario, lo cual conlleva la desaparición de los participantes y el gasto psíquico que supone la envidia o la anorexia y sus, a veces, mortales consecuencias, porque "la envidia puede llegar a matar al prójimo" y "la anorexia puede llegar a matar al propio sujeto".

Entrar en psicoanálisis es entrar en el deseo, y el deseo es separador de estas soldaduras, por eso que el psicoanálisis no es una técnica sino un método, un método de interpretación que se desprende y articula con el concepto de inconsciente como producción del inconsciente y una técnica la técnica psicoanalítica, asociación libre y transferencia, que se desprende y articula con el método de interpretación.

Amelia Díez Cuesta
Psicoanalista
607 762 104
ameliadiezcuesta@gmail.com


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2460)

LA IMPORTANCIA DE LOS TALLERES DE ESCRITURA EN LA FORMACIÓN
DE PSICOANALISTAS

"Alguien pidió consejo a Timón sobre la educación de sus hijos. Haz que les enseñen, dijo éste, aquello que jamás podrán concebir."
(Goethe)

Leer y escribir son dos instrumentos con que el hombre ha contado para comunicarse entre sí, a lo largo de la historia. La literatura es, básicamente, un acto de comunicación, y como tal, se sustenta sobre tres pilares básicos: el emisor (escritor), el mensaje (texto) y el receptor (lector).

Pero esta sencilla fórmula se complica cuando incluimos el factor de universalidad espacio-temporal, inherente a la escritura. Ahí, las posibilidades de comunicación aumentan exponencialmente.

La escritura traspasa las fronteras geográficas y políticas. "En cada libro hay un hombre que me habla", dice el poeta Miguel Oscar Menassa, por eso, a veces, el poder establecido persigue los textos cuya lectura podría poner en peligro su permanencia. Recordemos que, en toda revolución, hubo un poeta poniendo palabras a la pasión del pueblo.

Y, además, la escritura es lo que perdura en el tiempo, podemos acceder al pensamiento de escritores de hace 2.000 años y comprobaremos que hoy tienen plena vigencia.

No sabemos exactamente lo que ocurrió, sabemos lo que está escrito que ocurrió. La literatura, entonces, es importante para la humanidad, porque guarda su saber a través del tiempo.

A lo largo de la historia se ha constatado una dificultad para señalar criterios seguros para definir con precisión los rasgos caracterizadores de la literariedad. No cualquier escrito es considerado literario. ¿Qué es, entonces, lo que diferencia la literatura?

No consideramos como tales los comunicados oficiales, noticias periodísticas, textos científicos, etc., que tienen una finalidad legislativa, informativa, didáctica, etc., y responden a un motivo concreto y material. En cambio, el cuento, la novela, el teatro o la poesía son considerados literarios. Veamos qué tienen en común:

Su temática excede siempre lo pragmático, lo puntual, y tiende, como hemos dicho, a lo universal, a lo humano.

La técnica debe incluir un proceso creativo.

Pero hay una característica esencial para que un texto sea considerado literario, y es que el resultado, su lectura, produzca satisfacción, goce o placer en el lector.

Los mecanismos por los que esto ocurre fueron estudiados por Sigmund Freud, en 1907, en escrito titulado "El poeta y los sueños diurnos", que comienza preguntándose de dónde extrae el poeta (que califica de personalidad singularísima,) sus temas.

Una puntualización: Freud utiliza la palabra poeta para denominar a quienes parecen crear los temas libremente, y no precisamente los poetas "que más estima la crítica, sino otros más modestos: los escritores de novelas, cuentos y poesía, los cuales encuentran, sin embargo, más numerosos y entusiastas lectores."

"¿No habremos de buscar ya en el niño las primeras huellas de la actividad poética?", se pregunta. La actividad favorita y más intensa del niño es el juego. Acaso sea lícito afirmar que todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un orden nuevo, grato para él. La antítesis del juego no es la realidad sino la gravedad.

El niño juega y no se avergüenza, no lo oculta; en cambio, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta a los demás, las considera como una cosa íntima y personalísima y, "en rigor, preferiría confesar sus culpas a comunicar sus fantasías."

El juego de los niños es regido por sus deseos, sobre todo por aquel deseo que tanto coadyuva a su educación, el deseo de ser adulto. Siempre juega a ser mayor, no tiene motivo para ocultar su deseo. El adulto, en cambio, sabe que de él se espera ya que no juegue ni fantasee, sino que obre en el mundo real; y además, entre los deseos que engendran sus fantasías hay algunos que le es preciso ocultar, por eso se avergüenza de sus fantasías como de algo pueril e ilícito.

Carmen Salamanca Gallego
Coordinadora de talleres de escritura.
Gerente de la Editorial Grupo Cero
662 149 082
redaccion@las2001noches.com

www.editorialgrupocero.com
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