Sumario

POESÍA, PSICOANÁLISIS, LOCURA
Cali, Colombia, 1979
M. O. Menassa

Poesía, Psicoanálisis,
Locura (I)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (II)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (III)
 
La escritura como posibilidad de revolución femenina (I)
La escritura como posibilidad de revolución femenina (II)
La función de la mujer
La psoriasis. Fenómeno psicosomático
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes. El mundo en el diván
Sobre las relaciones de pareja
Descargar nº 125
en PDF

Ella, la ideología, más que preguntar por el color, pregunta por los mecanismos. Todo lo que repite, todo lo que reproduce, hace su bien y su belleza. Sé, por lo tanto, que aunque brillante pueda ser en mí una exposición donde el método psicoanalítico atraviese la vida del hombre y no sólo su poesía, que eso sería suficiente, sino también en estos tiempos que corren, su propia locura.

Que ahí, donde en mí se repita una palabra, en vosotros se cerrará un sentido. Y ahí, donde yo hable de mi conocimiento y no de lo que me siento capaz de saber frente a ustedes, ahí se abrochará en ustedes una definición, quiere decir: una vez más se cerrará, en ustedes, un sentido.

¿Quién, me pregunto, estará preocupado por la locura, sino quien la ha rozado? ¿Quién habrá de interesarse por la poesía, sino el blasfemo? El que todavía no pudo levantar sus faldas y hundirse en ella para siempre. El que no soportó el olor a vida de la poesía. Ese es el que está preocupado por ella.

Nuestra conversación goza de detalles que la hacen una conversación interesante, y no porque entre nosotros habrá dinero y su consecuente trabajo realizado, sino, más bien, estoy proponiendo dejar que hable en nosotros lo que de humano es capaz de hablar.

Y si damos este paso, no sólo las ciencias han quedado a nuestras espaldas, sino también, lamento decírmelo (porque yo soy su enamorado), habrá quedado a nuestras espaldas, también, la poesía.

Y si ha de ser algo bueno para vosotros que algunas de las piedras que se interponen en vuestro camino queden a vuestras espaldas, no ha de ser bueno para mí que quede a mis espaldas, precisamente, aquello que había de sostener, en mi discurso, frente a ustedes.

Porque poesía y ciencia son, quiero deciros, un límite casi biológico, frente a la dimensión de la pasión que quieren encubrir y que, hoy, ha traído un poco de ella el título de la conferencia, ya que de la locura se trata cuando queremos descubrir los límites de la creación, para que con este límite y sin más, encontrarle un sentido a ella, la locura, invitada hoy, más por sus honores que por los nuestros y, sin embargo, capaz de dejarse arrastrar como una cualquiera entre nosotros, para que hagamos de ella y precisamente contra ella, un modelo contable, que si no cura del todo al paciente, por lo menos curará un poco al psicoanalista.

Cuando hablamos de poesía, no hablamos de una poesía que nos descubra el centro del amor, sino de una poesía que produzca amor en los hombres. Más que una ciencia para descubrir sentidos, una ciencia que no deje tranquilo ningún sentido, ninguna verdad. Un método que más que revolucionar, se revolucione.

Y hoy no he venido a preguntarme por mi ser porque yo, es cero. Tampoco vine a preguntarme por vuestro ser, porque en vuestro ser anida la sustancia de mi carencia, y ese deseo de plenitud es vuestro ser. Y tampoco vine a preguntarme por los astros celestes que surcan el espacio a diario, porque no es de las posiciones que ocupamos en el espacio de lo que hemos venido a hablar, sino precisamente de lo que a todos sobrecoge y todos por igual, el tiempo de nuestra relación.

Y si del tiempo ha de tratarse, sabemos entonces que ha de tratarse, también, de desprenderse de algunas trabas, para que del tiempo pueda tratarse.

Y si del tiempo se trata, deberá saberse que habrá violencia en nuestras mentes y en algunos de nosotros habrá violencia en el corazón (que como se sabe no es una violencia aconsejada, porque produce daño en el propio corazón), porque el tiempo será, una irrupción brusca y desmedida en nuestra manera de ser que, hoy, precisamente, se nos está dando por confundirla con nuestra manera de pensar, que es por ahora, y hasta que no se demuestre lo contrario, lo único que tanto ustedes como yo estamos en condiciones de arriesgar. Y si esto tendrá que ser un entrechocar de saberes, o bien, un entrechocar de retóricas, se irá sabiendo en la práctica de esta contradicción. Ahí donde la práctica, por tal, nos hará propietarios de un trozo de realidad y, ahora, por las palabras que ella ha pronunciado impunemente por nosotros, dueños y señores, tendremos que ser ese pedazo de realidad, y defenderla.

Quiero decir que es como psicoanalista que se me reclama en este territorio, ya que no es del saber que no se consume. Lo que parece no consumirse en este territorio es un psicoanálisis que arrase, no sólo la vida del psicoanalista, sino también la vida del paciente. Un psicoanálisis donde el psicoanalista, más allá de su condición de asalariado, no se someta hasta el límite de no poder cumplir ya con su función. Función que de devenir como tal, tendrá mi deseo en eso porque sólo el deseo de quien se ocupa de eso, desea la función.

Y si eso de ser la función, invade eso de no ser nada en mí, mi deseo será social cada vez que le cuadre expresarse. Y cuando digo social, quiero decir que en su expresión no me dará el ser que ambiciono en el movimiento sino, por el contrario, aquel otro ser temido, por ser deseo de Otro y que de ustedes ha partido porque la función, no habla; sólo desea. Y sordo es el de-sear de la función, ya que ella, nada desea para sí, sino para la retórica que la crea como tal.

Que los poetas legislen con sus versos la vida de los hombres y que los psicoanalistas expliquen, diríamos, de una manera magistral, los mecanismos intrínsecos de dicha legislación, no son todavía pruebas suficientes para que sigamos galardonando a nuestros poetas y a nuestros médicos psicoanalistas, y sigamos recluyendo a nuestros locos en los manicomios, o sus sustitutos, no siempre diferenciados claramente de la fuente de la cual provienen.

Una manera de pensar inhumana genera una manera de pensar humana y esto, sin embargo, no le da al asunto estatus de verdad. Porque debemos decirlo: no es en la verdad de la locura donde anida la humanidad, y por lo tanto, no es, precisamente, humanidad lo que ambiciona el discurso psicótico sino, más bien, una palabra que por su brusquedad interrumpa el flujo de lo que teniendo que ser deseo, todavía, es necesidad en él.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2550)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2558)

Palabra que por su imposibilidad de ser reducida a cosa alguna, sirva como ejemplo (porque de qué otra cosa se trata sino de un proceso de identificación) para que el discurso psicótico pueda, para dejar de ser psicótico, separar la cosa de la palabra que nombra la cosa, o bien, en otro nivel, separar lo bueno de lo bello, o bien, si se trata de hablar de los diferentes niveles de locura, un hombre que pueda separar lo bello de lo divino.

Y si para semejante transformación habrá de ser necesario el cuerpo del psicoanalista, el psicoanalista tendrá que saber en todos los casos que nunca es el padre el que presta el cuerpo al síntoma, sino que es la anhelante y ambivalente madre la que presta su cuerpo, para que él, su cuerpo, acontezca en el lugar de lo cósmico y temido, por no ser, todavía, palabra. Y así, como todo cuerpo será cuerpo de Ella, toda palabra será palabra de Él. Y sin tratar de saber si es demoníaco o divino que un psicoanalista oficie de madre, bien podremos decir que la verificación del cuerpo no da más garantía al símbolo, sino, por el contrario, pone en cuestión precisamente al símbolo. Porque el poder de curar está en el cuerpo. Porque si de curar se tratase, es de la eficacia simbólica de lo que se trataría y de ella, de la eficacia simbólica, es más capaz el cuerpo que la propia palabra.

Y si totalmente faltase el cuerpo, no tendríamos tampoco el símbolo en su belleza pura o, mejor dicho, no habría símbolo posible en esa debilidad. Esta manera de no poder no estar y tampoco poder estar, hace del cuerpo del psicoanalista una nube de polvo ardiente y helado a la vez que, en todos los casos, envuelve a quien por su boca habla en esa pasión.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2559)

Donde amar u odiar más que importantes por sus signos, son importantes porque de sí no expresan, más que lo que ella ordena como pasión expresar. A nada temo, dice el sujeto, sólo a mis propias palabras.

Me repito una y mil veces, el hombre puede más. Sin embargo en mi primera conferencia sobre Poesía, Locura, Psicoanálisis temo no poder, ni siquiera, lo que debería poder por ser humano.

Y si del saber se trata en esta oportunidad de que cuando uno sabe pueden saber todos, diría sin más que al descender del avión en el aeropuerto de Cali supe que yo era otro del que había viajado en el avión desde el aeropuerto de Madrid. Y ese casi doloroso saberme un otro de aquel, me permite pensar que cuando me vaya de Cali, ustedes serán otros de los que fueron durante mi estadía en Cali.

Quiero comenzar agradeciendo y explicaré por qué.

Sabemos que la locura tiene sus defensores, sobre todo cuando se trata del psicoanálisis. Quiero decir que en el sesgo donde soy psicoanalista, por el sólo hecho de haberme tenido que presentar ante ustedes como tal, ella, la locura, hubiese reclamado sus derechos entre nosotros, y nosotros aceptaríamos, sin más, haberla convocado. La poesía, en cambio, y sobre todo cuando se trata de las ciencias, no goza de semejantes derechos.

Agradezco, entonces, haber sido invitado a estas charlas, también, en nombre de la poesía. Esto me permitirá hablar sin tener los cuidados que normalmente se requieren para que ella no irrumpa, como tantas veces espero que ocurra en estas charlas, porque ella será la indiscutible dueña de mis palabras, más aún que la propia locura del simple hablar, en donde cada vez que pronunciamos una nueva palabra adviene en nosotros un nuevo sentido, aunque no lo sepamos.

Porque la poesía es la que legisla ese saber y ese no saber. Y es en la poesía donde el deseo y la locura plasman su ser. Se sabe de antaño que la poesía (mucho antes que las matemáticas dieran un nuevo rumbo a la humanidad) hablaba de una voz más acá de dios y, sin embargo, humana. A partir de ese momento, a la razón de las ciencias se le oponía lo que había sido su propia posibilidad de ser, la poesía. Y la poesía como sinrazón, como estallido sangrante en medio de cualquier vida, de cualquier frase, de cualquier historia. Aun, como sinrazón, cuando los más ambiciosos tratando de hacerla más aceptable la transformaban en filosofía. Quiero decir que mucho antes de que la locura hablara por sí misma, la poesía habló por ella.
Si se tratara de una guerra entre la Poesía, el Psicoanálisis y la Locura, seguramente ganaría la poesía.

Cincuenta mil años son más que algunos siglos de locura y más aún que una ciencia, en sí misma, por ser ciencia, con menos de un siglo en su vivir.

(sigue...)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO