Sumario

POESÍA, PSICOANÁLISIS, LOCURA (II)
Cali, Colombia, 1979
M. O. Menassa

Poesía, Psicoanálisis,
Locura (I)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (II)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (III)
Poesía, Psicoanálisis,
Locura (IV)
 
El lenguaje son las leyes del lenguaje
La mujer hoy
El deseo como corazón del sujeto
Sobre las relaciones de pareja
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Si el psicoanálisis era la ciencia que venía a subvertir la razón, quedaba claro, que no era bondadoso o que no podía ser bondadoso su discurso con la locura. Porque si la locura es polo diálectico de la razón, el psicoanálisis al subvertir la razón, subvertiría también la locura. Es decir que la locura perdería su razón de ser. El psicoanálisis vendría a decirnos (y no porque nos dice él, puede modificarlo) que hay un desarrollo humano dentro del propio desarrollo humano, que actúa en contra del desarrollo de la propia vida. El número irracional era lo irracional a la medida de la razón de los números, o de la ley de los números naturales. Era irracional en tanto la ley de los números naturales no los abarcaba en su ley. Es irracional la locura, en tanto la ley de la razón no abarca a la razón y a la locura, dentro de su ley.

Todo esto que dije fue tratando de explicar que en definitiva, yo no puedo hacer una apología de la locura. Pero podré leer un escrito del Dr. Sergio Larriera donde él intenta, desde su posición como psicoanalista de la locura, un elogio de ella, como posibilidad de fundamento del ser:

"Quieren las circunstancias históricas que la locura ocupe el sitio que le corresponde, es decir, un nuevo sitio acorde con los desarrollos de las ciencias de este siglo.

Si tomamos el problema de la razón y la locura por este sesgo, no podrá haber en nuestra exposición una pizca de humanismo. Vamos a hacer en nombre de la sagrada locura, una apelación a la razón. No es necesario ya, declamar las razones de una necesaria locura general, ni se trata tampoco de realizar la apología estetizante de lo que sobra en exceso en estos tiempos. La locura ha ganado su batalla, ocupando el sitial de honor por el que tanto ha bregado a través de los siglos.

Razón, locura, son dos categorías cuya relación trataremos de presentar hoy, despegada de los referentes concretos. El mal psiquiatra y el buen loco, constituyen imágenes de un teatro demasiado pobre para el drama de que se trata.

Las construcciones penitenciarias, denominadas manicomios, son cada vez más insuficientes para albergar a una muchedumbre psicótica, que clama más justicia social que tratamiento psiquiátrico. Tal vez, una política revolucionaria consistiese en abandonar los manicomios a su suerte, dejando de ocuparse de una psiquiatría que ya ha firmado su acta de defunción. Así, de manera tan simple, sin interferencias altruistas, se produciría el baño de sangre purificador resultante del encuentro de las fuerzas sociales que son la expresión grotesca de los dos polos del tema que nos reúne, razón y locura.

La locura, ¿es un insulto, una traba a la libertad?

¿Podemos considerar que hay una actividad psíquica libre, un epifenómeno de la base material orgánica que le sirve de sustrato? En tal caso, la locura es un hecho contingente de la fragilidad del organismo. Resultaría según este planteo, la locura una antiesencia que actuando como nosa, como desperfecto, corroe desde afuera a la esencia humana por excelencia, la razón.

Si nos ubicamos en un punto de vista menos psiquiátrico y aceptamos que la locura y la razón son dos estados de la vida psíquica, podemos concebirla de dos maneras radicalmente distintas. Diremos que la razón tiene con la locura una relación dialéctica, constituyendo ambas dos momentos del movimiento. Desde este enfoque, la locura resulta la negación de la razón, es un momento de ella.

Muy diferente es concebir razón y locura como dos dimensiones esenciales al ser del hombre. Hay en este caso movimiento, pero las dos categorías en cuestión no resultan ya momentos del mismo movimiento, sino la estructura misma de la existencia. Somos constitutivamente cuerdos y locos, pero no dialécticamente, sino en una experiencia que tiene luces y sombras. Entonces no hay dialéctica, hay permanente doble dimensión. La locura entonces, no es algo marginal, ni extraño a la realidad de la existencia. La locura es una condición y una posibilidad esencial de la existencia".

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2579)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2580)

Por ejemplo: La ideología no permite el descentramiento. El amor no permite el descentramiento. Las relaciones transferenciales intensas tampoco permiten el descentramiento. Los sistemas sociales no permiten el descentramiento. En cambio, la locura permite el descentramiento.

Hay una teoría, muy interesante, de la locura donde el loco sería la pieza más sana de la estructura familiar. Por eso enloquece. Por ser capaz, mediante el famoso mecanismo de descentramiento, de verse en la estructura familiar, en la verdad de la estructura, cosa que normalmente no puede hacer la familia. Y estas palabras no deben ser vanas, en tanto hay toda una corriente psiquiátrica muy importante de la cual diría yo que provenimos, que no trata al paciente psicótico si no se verifica simultáneamente el tratamiento de la familia y, a veces, el tratamiento de algunos amigos del paciente psicótico.

Se me ocurre una disgresión. Pensé en los niños. El psicoanálisis de niños es una cosa que se hace a menudo, que tiene muchas teorías que lo respaldan. Pero si nosotros dejamos correr las palabras, con las pocas palabras que pronunciamos acerca del psicoanálisis, evidentemente el niño no desea. Por lo tanto, no es el niño el que se enferma, aunque en su cuerpo estén los efectos de lo que desea, que no es él. Por lo tanto tendrá que haber psicoanálisis de padres y no de niños. Pero lo que cuesta con una teoría es ser consecuente con ella. Hay una frase que a mí siempre me impresionó por su violencia de verdad "O pervertimos la vida del practicante o pervertimos la teoría", y que al psicoanálisis le cuadra, yo diría, casi perfectamente. Es decir que toda ciencia da impulso, no sólo a su desarrollo como tal, sino que da como posibilidad, también, su ideologización. Que si bien un método científico, por ser método científico, tiene que estar en constante modificación (en tanto, es el método el que recibe el impacto de cualquier obstáculo que se presente, tanto en la teoría como en la práctica técnica) por lo tanto un método científico tiene que tener en sí mismo la capacidad de transformarse con lo que transforma.

No pasa eso siempre con el psicoanálisis, pero no es al único que le pasa, le pasa también a otras ciencias donde el método, si no se transforma, se enmohece y en su enmohecimiento, se hace ideología. Una concepción teórica, que después con el tiempo se demostrará que es ideológica, porque el proceso del desarrollo científico, no tiene porqué detenerse. Entonces, seguramente lo que hoy creemos científico, con el tiempo sabremos ideológico. Hasta ahora, nos podemos permitir pensar, que el hombre que somos no es capaz de resistir la teoría o los momentos teóricos que produjo. Ochenta años después, yo sigo teniendo algunas inhibiciones en hablar del psicoanálisis como una cosa conocida.

Trataba de decir que las teorías, que las ideologías, están encarnadas en la vida de los sujetos. Por eso es que la ciencia o lo que declama como ciencia, puede interpretar la ideología, puede rectificarla, puede transformarla, puede hacerla tomar otros rumbos, pero lo que no puede, es terminar con la ideología. Lo que no puede la ciencia es terminar con el campo donde ella se hace posible, que es el campo de la ideología. Donde el símbolo no puede ser más que lo imaginario en donde asienta su fundación.

Y todo esto que estamos viendo, es la conversación que tendríamos que haber tenido ayer, todavía no entramos en la charla de hoy.

La otra pregunta que me hicieron fue acerca del descentramiento, o más que una pregunta, fue una observación, pero la observación me hizo preguntar por la importancia que yo quería darle a esa palabra. Descentramiento sería una posibilidad esencial del símbolo. Sería, por lo tanto, una posibilidad de la producción científica -habíamos dicho- y yo hice un paréntesis para agregar que el descentramiento era también una posibilidad de cierta sustancia llamada droga, y hoy podríamos agregar, posibilidad de la propia locura, de la propia poesía. La operación de descentramiento consistiría, entonces, en relación a lo que quiero producir, la existencia de un desdoblamiento, en tanto, a mí, me tiene que pasar lo que voy a leer, pero tengo que estar en un tiempo tal que además de que me pase, pueda leer.

(sigue...)

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