Si el psicoanálisis
era la ciencia que venía a subvertir la razón,
quedaba claro, que no era bondadoso o que no podía
ser bondadoso su discurso con la locura. Porque si la
locura es polo diálectico de la razón,
el psicoanálisis al subvertir la razón,
subvertiría también la locura. Es decir
que la locura perdería su razón de ser.
El psicoanálisis vendría a decirnos (y
no porque nos dice él, puede modificarlo) que
hay un desarrollo humano dentro del propio desarrollo
humano, que actúa en contra del desarrollo de
la propia vida. El número irracional era lo irracional
a la medida de la razón de los números,
o de la ley de los números naturales. Era irracional
en tanto la ley de los números naturales no los
abarcaba en su ley. Es irracional la locura, en tanto
la ley de la razón no abarca a la razón
y a la locura, dentro de su ley.
Todo esto que dije fue tratando de explicar que en
definitiva, yo no puedo hacer una apología de la locura. Pero
podré leer un escrito del Dr. Sergio Larriera
donde él intenta, desde su posición como
psicoanalista de la locura, un elogio de ella, como posibilidad
de fundamento del ser:
"Quieren las circunstancias históricas que
la locura ocupe el sitio que le corresponde, es decir,
un nuevo sitio acorde con los desarrollos de las ciencias
de este siglo.
Si tomamos el problema de la razón y la locura
por este sesgo, no podrá haber en nuestra exposición
una pizca de humanismo. Vamos a hacer en nombre de la
sagrada locura, una apelación a la razón.
No es necesario ya, declamar las razones de una necesaria
locura general, ni se trata tampoco de realizar la apología
estetizante de lo que sobra en exceso en estos tiempos.
La locura ha ganado su batalla, ocupando el sitial de
honor por el que tanto ha bregado a través de
los siglos.
Razón, locura, son dos categorías cuya
relación trataremos de presentar hoy, despegada
de los referentes concretos. El mal psiquiatra y el buen
loco, constituyen imágenes de un teatro demasiado
pobre para el drama de que se trata.
Las construcciones penitenciarias, denominadas manicomios,
son cada vez más insuficientes para albergar a
una muchedumbre psicótica, que clama más
justicia social que tratamiento psiquiátrico.
Tal vez, una política revolucionaria consistiese
en abandonar los manicomios a su suerte, dejando de ocuparse
de una psiquiatría que ya ha firmado su acta de
defunción. Así, de manera tan simple, sin
interferencias altruistas, se produciría el baño
de sangre purificador resultante del encuentro de las
fuerzas sociales que son la expresión grotesca
de los dos polos del tema que nos reúne, razón
y locura.
La locura, ¿es un insulto, una traba a la libertad?
¿Podemos considerar que hay una actividad psíquica
libre, un epifenómeno de la base material orgánica
que le sirve de sustrato? En tal caso, la locura es un
hecho contingente de la fragilidad del organismo. Resultaría
según este planteo, la locura una antiesencia
que actuando como nosa, como desperfecto, corroe desde
afuera a la esencia humana por excelencia, la razón.
Si nos ubicamos en un punto de vista menos psiquiátrico
y aceptamos que la locura y la razón son dos estados
de la vida psíquica, podemos concebirla de dos
maneras radicalmente distintas. Diremos que la razón
tiene con la locura una relación dialéctica,
constituyendo ambas dos momentos del movimiento. Desde
este enfoque, la locura resulta la negación de
la razón, es un momento de ella.
Muy diferente es concebir razón y locura como
dos dimensiones esenciales al ser del hombre. Hay en
este caso movimiento, pero las dos categorías
en cuestión no resultan ya momentos del mismo
movimiento, sino la estructura misma de la existencia.
Somos constitutivamente cuerdos y locos, pero no dialécticamente,
sino en una experiencia que tiene luces y sombras. Entonces
no hay dialéctica, hay permanente doble dimensión.
La locura entonces, no es algo marginal, ni extraño
a la realidad de la existencia. La locura es una condición
y una posibilidad esencial de la existencia".

Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2579)
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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2580)
Por ejemplo: La ideología no
permite el descentramiento. El amor no permite el descentramiento.
Las relaciones transferenciales intensas tampoco permiten
el descentramiento. Los sistemas sociales no permiten
el descentramiento. En cambio, la locura permite el
descentramiento.
Hay una teoría, muy interesante,
de la locura donde el loco sería la pieza más
sana de la estructura familiar. Por eso enloquece.
Por ser capaz, mediante el famoso mecanismo de descentramiento,
de verse en la estructura familiar, en la verdad de
la estructura, cosa que normalmente no puede hacer
la familia. Y estas palabras no deben ser vanas, en
tanto hay toda una corriente psiquiátrica muy
importante de la cual diría yo que provenimos,
que no trata al paciente psicótico si no se
verifica simultáneamente el tratamiento de la
familia y, a veces, el tratamiento de algunos amigos
del paciente psicótico.
Se me ocurre una disgresión.
Pensé en los niños. El psicoanálisis
de niños es una cosa que se hace a menudo, que
tiene muchas teorías que lo respaldan. Pero
si nosotros dejamos correr las palabras, con las pocas
palabras que pronunciamos acerca del psicoanálisis,
evidentemente el niño no desea. Por lo tanto,
no es el niño el que se enferma, aunque en su
cuerpo estén los efectos de lo que desea, que
no es él. Por lo tanto tendrá que haber
psicoanálisis de padres y no de niños.
Pero lo que cuesta con una teoría es ser consecuente
con ella. Hay una frase que a mí siempre me
impresionó por su violencia de verdad "O
pervertimos la vida del practicante o pervertimos la
teoría", y que al psicoanálisis
le cuadra, yo diría, casi perfectamente. Es
decir que toda ciencia da impulso, no sólo a
su desarrollo como tal, sino que da como posibilidad,
también, su ideologización. Que si bien
un método científico, por ser método
científico, tiene que estar en constante modificación
(en tanto, es el método el que recibe el impacto
de cualquier obstáculo que se presente, tanto
en la teoría como en la práctica técnica)
por lo tanto un método científico tiene
que tener en sí mismo la capacidad de transformarse
con lo que transforma.
No pasa eso siempre con el psicoanálisis,
pero no es al único que le pasa, le pasa también
a otras ciencias donde el método, si no se transforma,
se enmohece y en su enmohecimiento, se hace ideología.
Una concepción teórica, que después
con el tiempo se demostrará que es ideológica,
porque el proceso del desarrollo científico,
no tiene porqué detenerse. Entonces, seguramente
lo que hoy creemos científico, con el tiempo
sabremos ideológico. Hasta ahora, nos podemos
permitir pensar, que el hombre que somos no es capaz
de resistir la teoría o los momentos teóricos
que produjo. Ochenta años después, yo
sigo teniendo algunas inhibiciones en hablar del psicoanálisis
como una cosa conocida.
Trataba de decir que las teorías,
que las ideologías, están encarnadas
en la vida de los sujetos. Por eso es que la ciencia
o lo que declama como ciencia, puede interpretar la
ideología, puede rectificarla, puede transformarla,
puede hacerla tomar otros rumbos, pero lo que no puede,
es terminar con la ideología. Lo que no puede
la ciencia es terminar con el campo donde ella se hace
posible, que es el campo de la ideología. Donde
el símbolo no puede ser más que lo imaginario
en donde asienta su fundación.
Y todo esto que estamos viendo, es
la conversación que tendríamos que haber
tenido ayer, todavía no entramos en la charla
de hoy.
La otra pregunta que me hicieron
fue acerca del descentramiento, o más que una
pregunta, fue una observación, pero la observación
me hizo preguntar por la importancia que yo quería
darle a esa palabra. Descentramiento sería una
posibilidad esencial del símbolo. Sería,
por lo tanto, una posibilidad de la producción
científica -habíamos dicho- y yo hice
un paréntesis para agregar que el descentramiento
era también una posibilidad de cierta sustancia
llamada droga, y hoy podríamos agregar, posibilidad
de la propia locura, de la propia poesía. La
operación de descentramiento consistiría,
entonces, en relación a lo que quiero producir,
la existencia de un desdoblamiento, en tanto, a mí,
me tiene que pasar lo que voy a leer, pero tengo que
estar en un tiempo tal que además de que me
pase, pueda leer.
(sigue...) |