Si la transferencia es
el pasaje de energía de una representación
a otra, si la transferencia es la fuerza de un afecto
ligado a una representación que cambia su ligazón
y se liga a otra representación y eso ocurre
en el inconsciente, su acción deberá ser
construida. El paciente no podrá recordarla
nunca, porque no le pertenece como tal, es inconsciente.
Por lo tanto llamamos trabajo de interpretación,
no sólo a la asociación libre del paciente
que nos llevará hasta el campo de la múltiple
determinación, sino que llamamos construcción,
también, a la interpretación del psicoanalista
que mostrará la sobredeterminación, de
esta multiplicidad de causas.
Queda claro que lo que acabamos de decir, tiene que
ver y no tiene que ver, con lo que normalmente llamamos
transferencia. Relación, se dice, que se va estableciendo entre
el paciente y el psicoanalista y que, en su desarrollo
desvía el sentido del encuentro. Ya que ahora
la asociación libre esclavizará por un
tiempo su sentido según el tono de la relación
establecida.
Habíamos dicho que sólo levantando esta
resistencia que se oponía al fluir del inconsciente,
era cuando el paciente comienza a psicoanalizarse, es
decir cuando existía la posibilidad de que más
allá de lo que en su vida normal el paciente hiciera
(que es lo mismo que hace con el psicoanalista) su palabra
pudiera permitir la interpretación de aquello
que sobredetermina su acción con el otro. Y eso
está claro que es después del análisis
de la transferencia centrada en la figura del psicoanalista.
Y ahora, para terminar, leeré un pequeño
escrito denominado "La locura" para ver si
la vez que viene podemos hablar del deseo inconsciente.
LA LOCURA
Y todo fue bien y todo fue mal. Y fueron desfilando
por mi casa, seres de todos los tamaños, siempre
con la misma misión oculta, eso sí, y
aún para ellos mismos, de no
dejar crecer lo que crecía o por lo menos,
de no poder mirar lo que crecía o como mínimo,
olvidarse de no haber dejado crecer lo que crecía,
de haber mirado o de no haber mirado,
en fin,
olvidarse de todo.
Y fueron desfilando por mi vida,
hombres y mujeres.
Ingenieros,
amantes de los mecanismos de relojería.
Enfermedades infecciosas de corta duración,
enfermedades de las cuales nunca se sabe
si son del corazón o, directamente, de la cabeza.
Médicos,
amantes de la carne que pensaban que el hombre era,
una combinación de algo con algo.
Psicoanalistas,
amos, dispuestos a malgastar su vida en liberarse.
En esta época el hombre era una cantidad de
células incommesurable,
desesperadas.
Una cantidad inconmensurable de palabras en cualquier
dirección.
Y cuando la dirección tomada por el azar de
las combinaciones era,
la dirección línea recta hacia la muerte,
alguien pronunciaba las palabras mágicas,
y bailando
y cantando,
una cama redonda no le hace mal a nadie,
y además,
entre los celos y el pecado, ¿quién se
anima a morir?
Y lo creímos todos,
también yo,
que con nuestros sexos abiertos a los cuatro vientos,
o bien,
según las estaciones o el color de la tarde,
con nuestros sexos abiertos a los cuatro vientos y
erguidos,
totipotentes y geniales,
deteníamos la muerte.
Y quiero decir antes de cerrar la cuenta con el psicoanálisis,
que todos nosotros, también yo,
llamamos a toda esa porquería relaciones múltiples.
Y todos nosotros, tuvimos la valentía de llamar
a esos accidentes nuestra vida.
Poetas,
por mi casa desfilaron poetas,
hombres extraviados de tanto tener,
pensaban que el hombre, puede caber en un poema.
Y fueron desfilando por mi casa, los pequeños
comerciantes y
las putas.
Gente que había sido siempre estafada. Les correspondía
ser los estafadores.
Y todo fue en mi casa:
dejaron el dolor y me estafaron,
y todo estuvo bien y todo estuvo mal,
y desfilaron por mi casa,
una mujer,
y otra,
y aún otra más,

Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2573)
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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2574)
y en todos los casos dejaron su pequeña
cagadita en un rincón
de la casa,
y en todos los casos fueron felices.
El error,
haberse llevado cuando huían, mi ritmo.
Se volverán locas.
Y no quiero nombrar lo que se nombra solo y que tambiéndesfiló
por mi casa.
Quisiera que cada uno sepa el horror que trajo a mi vida.
Que cada uno revise lo robado,
en mi casa también había horrores.
Y fuimos diciendo a todo que sí,
fuimos,
una maravillosa estación de servicio.
Y nuestras palabras,
nuestro semen,
y el flujo ardiente de nuestras amadas,
eran el combustible ambicionado para fortalecer esas
pequeñas y desesperadas vidas,
para que pudieran ahora fortalecidas,
escalar, por la montaña hasta su cumbre.
Así decían ellos,
escalar la montaña.
Estaban todos locos.
Le llamaban montaña a conseguir un trabajo,
conversar con la gente
-otros humanos como ellos-
beberse una cerveza en una tasca,
escribir un poema.
Y por mi casa desfiló también, mi propia locura.
Y yo también estuve loco.
Y yo también, veía montañas por todos lados,
y lo peor, no era verlas,
lo peor era desear fervientemente llegar hasta la cumbre.
Y no tenía pies.
Y no tenía manos.
Y mi mirada era un pozo ciego donde se ahogaba entre la mierda
el que no pudo ser.
Y mis genitales eran históricos y no se podían vender a ningún
precio.
Y mi corazón,
y mi cabeza,
breves lamentos de quien no había podido liberarse.
Así, me dije:
no se puede escalar ninguna montaña.
Lo decidí una tarde,
las montañas no existen.
Y las cumbres,
tienen que ver en todos los casos con dios.
Más allá del hombre,
me dije,
sólo podemos hallar otro hombre.
Más allá de la vida,
ningún goce,
más allá de la vida,
la muerte.
Y me quedé tranquilo
y tuve,
también yo, mi porvenir.
Y si puede uno pueden todos,
y entonces cada uno,
tuvo su propio porvenir.
Y yo quiero hablar de todo,
y hablando de todo,
pidiendo de todo,
escapándome luego de todo porque no tengo ganas para nada,
porque toda la energía fue hablar,
decir mis cosas. Y bien,
puedo entonces dejar correr mi voz, abrir mi boca a la soledad,
dejar salir de mí en vómitos radiantes,
los recuerdos,
el pus.
Ir tomando confianza.
Respirar alocadamente aunque no sienta nada.
El ejercicio hace bien,
el ejercicio es saludable.
Hagamos ejercicio mi querido doctor.
La palabra habla de mí y también habla de usted.
La palabra,
una especie de confabulación contra todos.
En esta historia no se salva nadie.
La mía es una historia sin fondo,
sin llegada.
Un volcán que dejó de rugir en el pasado.
Anímese doctor,
en mi interior no quedan,
ni explosiones,
ni ninguna lava hirviente en mis entrañas.
Mi sexo es de marfil.
Del libro Freud
y Lacan -hablados-1
de Miguel Oscar Menassa
Editorial Grupo Cero
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