SOBRE LAS
RELACIONES
DE PAREJA |
Viene de
Extensión Universitaria nº 125
-Me gustaría demostarte algo que no puedo demostrarte:
Me cortaría los huevos y te los ofrecería
y estoy seguro que vos pensarías que otra mujer
se beneficia con ese gesto de amor.
Es por eso que no me corto los huevos, es por eso que
te amo hasta el ofrecimiento de lo que no podré cumplir...
Miguel trataba de hacerle comprender a Zara, algo que él
creía haber entendido en las entrevistas que tuvo
con el Master.
-Lo que quiero decirte, prosiguió, es que no hay
prueba de amor verdadera, en el sentido de que ninguna
prueba de amor es suficiente prueba de amor.
Zara acababa de cumplir 30 años y no podía
entender cómo un niño como Miguel, porque
Miguel era casi un niño, tenía apenas 18
años y acababa de ingresar en la Facultad de Medicina, ¿cómo
era posible que hablara como hablaba?
-Eso me calienta, pensaba Zara, yo hace 10 años
que me psicoanalizo con el Master y no puedo hablar como
Miguel habla, después de haber tenido tres entrevistas
con él.
Zara tratando de disuadirlo, le dice:
-Para mí, sería prueba suficiente de amor,
amar a la mujer que amas.
-Bueno, eso para vos es muy sencillo, vos sos la mujer
que amo, dijo Miguel sin entender.
-Estaba pensando, en el caso que te enamoraras de otra
mujer, yo la amaría.
Zara, nunca sabremos, si a propósito o sin querer,
le había dado a Miguel una idea que éste,
evidentemente, no tenía:
Amar a dos mujeres, hacer el amor con las dos juntas.
Cuando siguió la conversación ya Miguel
había crecido más de una década,
entonces pudo preguntar a su vez:
-¿Y qué mujer te gusta tanto para amarla
como me amas a mí?
Ella respondió rápidamente:
-Ninguna, ninguna.
Miguel no le creyó, pero aceptó el paréntesis
diciendo que le gustaría ir al Hipódromo.
-Linda tarde, dijo Zara, y se metió en el baño.
Hizo ruido como de bañarse y salió del
baño desnuda con el pelo suelto y le preguntó a
Miguel:
-¿Por qué, a veces, eres tan grande teniendo
tan pocos años?
-Según se mire, contestó Miguel, un hombre
en el continente americano es un hombre, cuando cumple
dos requisitos básicos. Después de cumplir
los requisitos, en América, todos los hombres
son, más o menos, iguales sin importar mucho la
edad.
-¿Y qué cosas tan poderosas pueden casi
igualar a todos los hombres?
Zara estaba muy sorprendida con lo que le decía
Miguel y se volvió a preguntar en voz alta:
-¿Qué cosa será tan poderosa, que
ni siquiera Dios pudo igualar a los hombres?
Y Miguel desnudándose, él también,
le dijo:
-Yo me eché mi primer polvo completo con dos mujeres
a los ocho años y cobré mi primer salario
el mismo año, es decir, que soy hombre hace diez
años. En Europa, que muchos hombres se echan su
primer polvo a los treinta y otros cobran su primer salario
a los treinta y cinco, sería considerado como
un hombre de cuarenta, cuarenta y cinco años.
Así que a dejarse de joder con que soy muy joven,
y es mejor que te pongas a estudiar algo.
Como Zara lo miró con cara de decirle:
-¿Qué mierda tengo que ir a estudiar yo?

Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2572)
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Miguel aclaró o trató de
aclarar lo de estudiar algo:
-Te lo digo en el sentido de alguna
nueva posición para el amor y no esas maneras
para adolescentes perturbados, un poco, mentalmente,
por falta de amor, que utilizas conmigo desde que nos
conocemos, como si quisieras hacerme perder la virginidad
de a poco. Y no te das cuenta que aquí, la única
virgen sos vos.
-Miguel, ¿qué te pasa?
preguntó un poco histérica Zara.
-Me pasan los huevos, o te buscas
algún macho que te enseñe a hacer el
amor de otra manera o tendré que enseñarte
yo.
Zara estaba fuera de sí y
le dijo:
-No sé qué mierda tenés
para enseñarme, boludito.
-Ahora, me imagino, dijo Miguel,
que los hombres que frecuentás, es en este momento,
cuando te dan un cachetazo.
Zara se excitó con la posibilidad
que ese angelito maligno pensara en pegarle y se abrazó a
sus piernas y levantando la cabeza para mirarlo le
dijo:
-Pégame, ahora, hijo de puta.
A ver qué macho que sos.
-Soy el macho que te volverá loca
sin tocarte.
Y diciendo esto, Miguel, forcejeó un
poco con Zara pero no para escapar a sus brazos, sino
para darse vuelta y poner su culito terso y juvenil
en la boca de Zara.
Zara besó, chupó un
poco, pero tuvo miedo, mucho miedo.
Gozar como una loca, lo único
que le faltaba, tener un orgasmo chupándole
el culo a un hombre.
-Por favor, dijo Zara y soltando
las piernas de Miguel le pidió que la ayudara
a ponerse en pie.
Él la ayudó amablemente,
se vistieron y salieron para el café donde se
encontraban con los amigos.
Zara lo miró y le dijo:
-Eres muy bello.
-Yo lo sé, le dijo Miguel
y además te autorizo (no pudo dejar de reír
cuando decía esto) cuando pierda un poco de
belleza me tires a la basura.
-Si ya, dijo Zara que se sentía
vieja y estúpida frente a Miguel.
-Ninguna persona estuvo nunca a mi
lado, tal vez, dijo Miguel, si pudieras estar al lado
mío, yo no te abandonaría aunque te vuelvas
una vieja estúpida.
-Sí, mi amor, dijo Zara colgándose
del brazo de Miguel.
La contextura física de éste
daba para cualquier cosa, aunque alguien le diera una
patada en los huevos, él seguía caminando
como si nada hubiera pasado.
Así que a medida que levantaba
su brazo, Zara se levantaba del suelo. Cuando la boca
de Zara había alcanzado su estatura, le dio
un pequeño beso en la frente y la bajó.
Zara siguió caminando del
brazo de Miguel, en silencio. Nunca ningún hombre
me había hecho sentir que era mi padre, y este
mocoso de mierda, me lo hace sentir. ¿Me estaré volviendo
loca? Y enseguida, apretándose al brazo del
hombre:
-La mujer que me gusta es Carlina.
-No la conozco, ¿es más
bella que vos?
-No lo sé, Zara riéndose,
yo soy muy bella, pero ella es muy apasionada, eso
me gusta de ella.
Miguel, en el mismo tono divertido
de Zara:
-Y vos, ¿cuándo la
probaste?
-Eh, che, te estoy diciendo que quiero
que la probemos juntos.
Se abrazaron, rieron, corrieron por
la calle, comieron frutas por la calle, se amaron y
no tanto porque Miguel se había vuelto más
grande sino porque Zara decidió a pesar de sus
30 años tener su verdadera edad mental.
(Continuará)
Capítulo IV de la novela "El
sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa
Libros de
Miguel Oscar Menassa
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e-libro.net
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