Sumario

POESÍA Y PSICOANÁLISIS
Buenos Aires, 1987
Miguel Oscar Menassa

Poesía y psicoanálisis (I)
Poesía y psicoanálisis (II)
Poesía y psicoanálisis (III)
 
El complejo de Edipo
y su relación con la personalidad (I)
Entender como obstáculo epistemológico
El fetichismo
Rainer María Rilke
El sexo es difícil
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Observaciones sobre "El amor de transferencia" 1914 (1915)
Descargar nº 129
en PDF

EL COMPLEJO DE EDIPO
Y SU RELACIÓN
CON LA PERSONALIDAD

I

El estudio de la personalidad nos permite entrever grandes diferencias entre las concepciones que existen de dicha noción, por ejemplo, la psiquiatría, describe y clasifica la personalidad desde sus trastornos, confluyendo todos ellos en una definición que dice; Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o perjuicios para el sujeto.

Uno de los grandes prejuicios que podemos presentar a un paciente es hacerle creer que lo que le pasa, le sucede desde siempre y que, haga lo que haga, le va a seguir pasando. El psicoanálisis aporta a la rigidez de la psiquiatría un halo de flexibilidad, ya que considera el tiempo psíquico como un tiempo diferente al tiempo cronológico, aristotélico. El psicoanálisis habla de un tiempo que se lee desde el futuro y que, por tanto, no hace depender la vida del sujeto de su pasado. Este aporte que hace Freud a la ciencia que estudia el psiquismo humano, es fundamental para poder trabajar la personalidad como algo a construir, no como algo permanente e inflexible, como leíamos en la definición inicial.

El ser humano desde que nace, por su precoz llegada al mundo, es un ser incapaz por sí mismo de sobrevivir, es decir, que desde su nacimiento el cachorro humano, necesitará de otro humano para poder emprender el viaje de la vida. Este viaje que ha de hacer acompañado, empezará a tomar forma, a pesar de haber nacido años antes, desde lo que llamamos el complejo de Edipo, este complejo, máquina hominizante, guarda relación directa con el desarrollo de la personalidad.

Es considerado como el fenómeno central del desarrollo del niño. Todos los niños están condenados a experimentarlo. Podemos decir que su precoz llegada, está vinculada al Complejo de Edipo, ya que es, a través de él, como se accede a lo denominamos "mundo".

El tema esencial de la leyenda griega del rey Edipo, en la que Edipo mata a su padre y se casa con su madre, actos que realiza sin saber que ambos eran sus padres, es una metáfora de vida que ha de aceptar cada sujeto individualmente. No se trata de representar dichas escenas, sino que han de quedar representadas para cada uno de manera inconsciente, han de ser reprimidas, forjando los cimientos de lo que, en el trascurso del vivir, se construye como psiquismo de cada sujeto.

La descripción de este proceso ha de ser expuesta por separado en el desarrollo del niño y de la niña (en el hombre y en la mujer). La diferencia biológica sexual, entre un hombre y una mujer, resulta un enigma y el psicoanálisis no se ocupará de ella. En la vida psíquica sólo hallamos reflejos de esa gran polaridad, que se ve dificultada por el hecho de que ningún individuo es en sí mismo varón o hembra puros, sino que siempre concede cierto margen al sexo opuesto.

¿Entonces, dónde quedan los límites de lo que denominamos masculino o femenino? Para poder diferenciar en la vida psíquica lo masculino de lo femenino tomaremos una equivalencia empírica y convencional, es decir, llamamos masculino a todo lo fuerte y activo; femenino, a cuanto es débil y pasivo.

Para llegar a esta diferenciación psíquica el pequeño hombre ha de hacer su recorrido desde que nace. El primer objeto erótico del niño es el pecho materno del que recibe el alimento, el amor se apoya, en primera instancia, sobre la satisfacción de las necesidades nutricias. Más tarde, este amor invadirá por completo a la madre, siendo ésta el primer objeto de amor para el infantil sujeto. No sólo adquiere alimentos de ella, también obtendrá cuidados, algunos de ellos despertarán en él muchas otras sensaciones corporales, tanto placenteras como displacientes. La madre es el primero y más poderoso objeto sexual, como prototipo de todas las vinculaciones amorosas ulteriores, tanto en uno como en el otro sexo.

El pequeño varón (2 ó 3 años) deseará poseerla, utiliza con ella juegos de seducción, a través, incluso, del uso de su miembro viril cuya posesión le produce gran orgullo; en una palabra, su masculinidad, precozmente despierta, lo induce a sustituir ante ella al padre. El padre se convierte en un rival que se pone en su camino y a quien quisiera eliminar.

Para la madre estos juegos de seducción no pasan inadvertidos, se da cuenta de ellos, entonces aparece lo que el niño recibe como una amenaza. La amenaza de despojarle de aquel instrumento de seducción y placer que él ha encontrado en su órgano sexual. La madre delega en el padre la realización de la amenaza, diciéndole al niño que le contará todo al padre, y éste le cortará el miembro.

 

Si dicha amenaza se ve acompañada del recuerdo del aspecto de un órgano genital femenino, o si poco después llega a ver tal órgano, al cual le falta, la parte más apreciada por él, entonces toma en serio lo que le han dicho y, cayendo bajo la influencia del complejo de castración, sufre el trauma más poderoso de su joven existencia.

Las consecuencias de la amenaza de castración son múltiples e imprevisibles, interviniendo en todas las relaciones del niño con el padre y la madre y, más tarde, con el hombre y la mujer en general.

Podemos decir que el Complejo de Edipo es el fenómeno central del temprano periodo sexual infantil. Pero tan importante como el Complejo de Edipo en sí, es lo que llamamos su disolución, del que hablaremos en el próximo número de Extensión Universitaria.

Magdalena Salamanca.
Psicoanalista
630 070 253
magdalenasalamanca@gmail.com
www.magdalenasalamanca.com


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2509)

ENTENDER
COMO OBSTÁCULO
EPISTEMOLÓGICO

Querer entender, pretender comprender cuando leemos o estudiamos un escrito nuevo, o cuando nos iniciamos en el camino de una nueva disciplina, es más un obstáculo epistemológico que una legítima herramienta de lectura.

Se tiene la idea de que si en una clase algo entendemos, ello significa que algo hemos aprendido y que si no entendemos nada, nada hemos aprendido. Pero hacer inteligible un tema o un escrito no tiene que ver necesariamente con su comprensión. Es conocido el caso en el que Einstein se ve en la situación de explicar la teoría de la relatividad a un grupo de estudiantes. Los estudiantes al no comprender sus primeras explicaciones, le piden al maestro que lo haga más sencillamente. Después de varios intentos y simplificaciones, los alumnos dicen por fin "ya entendimos", a lo que Einstein responde: "Bueno, pero esto que habéis entendido ya no es la teoría de la relatividad".

Si el maestro sólo tiene como propósito que sus alumnos entiendan, tendrá que hacer demasiadas concesiones a la ideología, es decir, tendrá que ceder en sus palabras para poder mantener la "buena opinión" de sus alumnos. La ciencia, como dice Bachelard, en La formación del espíritu científico, "tanto en su principio como en su necesidad de coronamiento, se opone en absoluto a la opinión". La opinión, la doxa, no puede pensar lo nuevo, por ser un pensamiento ideológico, es decir, por ser una forma de pensar que se opone a su transformación. Un pensamiento nuevo es aquel que opera una ruptura con las opiniones comunes de la ideología.

De este modo, no podemos estudiar conservando intactos nuestros prejuicios, nuestras ideas acerca de cómo se aprende: pensando que se aprende si previamente entendemos. Y ello porque nuestra opinión es un obstáculo epistemológico. Nuestra opinión, afirma Bachelard,"es el primer obstáculo a superar. No es suficiente", por tanto,"rectificarla en casos particulares, manteniendo un conocimiento vulgar provisorio."

Spinoza da un paso más que Kant, cuando nos dice que al conocer no sólo se transforma el objeto de conocimiento, sino también el sujeto que conoce. No podemos aprender nada nuevo si no nos transformamos en la tarea de aprender. Por ello si la lectura no transforma al lector, podemos decir que no ha habido lectura.

Entender cómo todo trabajo tiene un tiempo, un proceso, es decir, es fruto de una construcción. Comprender, por tanto, no puede ser un punto de partida, sino un lugar al que siempre estamos por llegar. Si es nuestro punto de partida, comprender se convertirá en un obstáculo en nuestra tarea de estudiar o de aprender. Si estudiamos sólo aquello que podemos comprender, sólo podremos aprender cosas conocidas, familiares. Pues en el esfuerzo por comprender nos oponemos a lo nuevo que se nos dice, comparándolo con lo ya conocido; de forma que se pierde la novedad. Ningún nuevo conocimiento, ningún nuevo saber podremos alcanzar de este modo. Podremos A = A, que es un conocimiento que no añade nada a lo que ya sabemos, pero no A = B, que siempre nos dice algo nuevo.

La ambición por comprender es también la ambición de cerrar una cuestión, de responder una pregunta, de acabar con la complejidad que se nos plantea. Estudiar, investigar, leer son propuestas de transformación del sujeto que estudia, que lee, que investiga. Por eso es que estudiar no se propone dar por terminado lo complejo, sino que inaugura la serie en la que el sujeto se ha de ir transformando, en la que ha de dejar de ser idéntico a sí mismo, entregándose a nuevos pensamientos.

Ruy Henríquez
Psicoanalista
618 596 582
ruyhenriquez@hotmail.com
www.ruyhenriquez.com

 

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO