Sumario

FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
Buenos Aires 1987
Miguel O. Menassa

Poesía y psicoanálisis (I)
Poesía y psicoanálisis (II)
Poesía y psicoanálisis (III)
 
Sobre el dolor
Relaciones de pareja. La triplicidad del partenaire
El Complejo de Edipo y su relación con la personalidad (II)
Si no quisiéramos educar tanto, seríamos mejores maestros
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: 4 movimientos colectivos
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Observaciones sobre "El amor de transferencia" 1914 (1915) (II)
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1987 - BUENOS AIRES
FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS
DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis

Miguel Oscar Menassa

Los hechos sólo existen después de ser interpretados.
Si es posible el poema es posible la vida.

Ser nada es una tontería frente al juego que propongo: Diluirse en otros sin tener ninguna filosofía de la dilución. Pero, todavía, no es eso, tampoco es algo más.

No es un suspiro ni el viento que lo traza. Tal vez, la nostalgia de un suspiro que no fue trazado.

No hubo viento, pero algo se movió en el mundo.

Fue el no de lo que es. Ni vivo, ni muerto. Un abismo entre ambos. Un no tocado por la vida. Un es rajado de lado a lado por la muerte.

Pero no es exactamente así sino de sesgo, o bien, envuelto en torbellinos, donde la fuerza, la brutalidad del viento impide toda marca.

Soy ese registro imposible.
Un rayo de luz que no se registra como luz.
Un velo que se cruza definitivamente antes que ocurra nada.
Después alguien imagina lo ocurrido que nunca ocurrirá
y nadie considera verdadero ningún momento,
sino aquél que nunca ocurrió.
En plena noche ella sigue siendo mi luz
y descansar
me parece absurdo en su presencia.

Ella produce luz cuando vibra su cuerpo,
cuando su cuerpo tiembla de volcanes perdidos,
de volcanes abiertos cual pestilente herida,
escupiendo y llorando,
calientes tempestades de silencio.

Abro los ojos para verla temblar
y Ella me enceguece con su luz.

Cuando su cuerpo recorre los escándalos de la noche,
cuando su cuerpo se detiene, violín interminable,
en infinitas notas imposibles,
como una música loca de silencio,
la luz, infinita luz, se enceguece a sí misma.

Al compás de los últimos movimientos de su cuerpo
todo es gris.

Como cuando la lluvia te parte el corazón,
como cuando en invierno,
las heladas razones del odio, en tu cuerpo,
hacen fracasar todo temblor, todo sueño.

Y el gris es más que la soledad,
más que el silencio,
como cuando las piedras se defienden de las piedras,
como cuando la noche estalla de oscuridad y sombras.

Reina la noche y, sin embargo,
Ella, todavía, es poesía.
Animal de luz, bestia del tiempo,
baila para mí, última danza.
Se contornea y salta entre la muerte y la locura,
sin brusquedad, como danzando entre corales,
como danzando entre nubes ardientes de plenitud.

Su cuerpo es el amor,
es el amor que nos lleva más lejos que la muerte.
Amor de amores, más imposible aún, que la locura.

Amor no sabe nada de la vida,
es una carne abierta a las palabras más pequeñas.

Amor no reina sobre nada,
danza sin esperar respuesta,
como si la vida fuera su compás.

Furtiva
entre la espesa niebla donde se pudre el tiempo.
Envuelta en mis palabras más hondas,
clavada o crucificada por el amor, sonríe,
abierta como una nube partida por el sol.

Yo era el inefable hombre de las cavernas,
buitre feroz en busca de carroña,
caía, con toda mi destreza,
sobre tu pequeño tiempo muerto entre la niebla
y me lo comía.

Y, ahora, como yo mismo compruebo, después de haberme introducido, no consigo enhebrar una sola frase que me resulte lo suficientemente importante como para verla incluida en mi ponencia de apertura al Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis.

Me decido, entonces, por lo que debería ser más fácil para un creador: el invento, el tajo preciso en medio de la nada, pero tampoco resulta del todo. Un congreso me digo, es algo importante, internacional. No se puede en un congreso andar haciendo tonterías y, es mejor, en estos casos, guardarse los pequeños inventos para situaciones más íntimas.

Hago lo de siempre para ver si alejo los temores. Escucho repetidas veces el mismo tango. Hasta que la palabra sangre, me digo y el tango es un solo de violín. Algo imposible de ser producido sin pericia y así, casi antes de comenzar me lo digo claramente, para la ocasión no han de valer puras improvisaciones.

Vencido por esa verdad sencilla de mis primeras aproximaciones al tema, trato de sumergirme en viejas cuestiones, viejos libros, viejos deseos. En el pasado sólo veo sombras, porque el pasado es duro y negro para un hombre que sólo ama la libertad.

Paseo la mirada por mi casa de Arganda del Rey, a 27 kilómetros de Madrid y a más de 10.000 kilómetros de Buenos Aires y algo se tranquiliza en mí. El violín, ahora, acompañado por un piano solemne, me hace recordar los grandes salones, las grandes bienvenidas. Esas tardes, esas noches donde nos íbamos a dormir y nadie había muerto.

Quiero imaginarme, sin embargo, que si me he dejado llevar a esta situación de presidir el Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis, algo me veré obligado a decir del tema, o, por lo menos, sin dejarme llevar mucho por mis imaginerías, intentar una secuencia lógica, algo ordenada, de los pormenores y saberes que me fueron llevando a esta situación donde tengo que presidir lo que no existe, lo que sólo existirá después. La existencia de lo que me toca presidir en esta oportunidad es relativa a un algo que, todavía, no fue dicho.

Antes que la poesía y el psicoanálisis produzcan entre nosotros una situación inconcebible, quiero agradecer la inteligente ironía de estar presidiendo un congreso auspiciado por la Embajada de España, país donde vivo desde hace doce años, en Argentina, país donde nací y viví hasta los 35 años.

Agradezco el auspicio de la Embajada de México, porque en México vive y escribió casi toda su obra el Poeta Germán Pardo García, por quien reconozco haber sido influido de una manera brutal.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1808)

Agradezco el auspicio de la Embajada de Colombia porque Germán Pardo García nació en Colombia y en Colombia fue donde por primera vez, auspiciado por el Dr. Luis Schnitmann, me animé al tema que hoy nos convoca.

Agradezco el auspicio del Fondo Nacional de las Artes, porque me siento un artista.

Agradezco a la Sociedad Argentina de Escritores, porque su auspicio al congreso ha generado en mí la esperanza de que algún día podrían llegar a considerarme un poeta argentino.

Agradezco casi con lágrimas en los ojos al Instituto de Cooperación Iberoamericana, porque siento que, por fin, mi trabajo de los últimos doce años comienza a ser reconocido. Y digo que comienza porque mucho he trabajado. En los doce años que vivo en España he publicado diez libros, he fundado la primera Escuela de Psicoanálisis de Madrid con el nombre de Asociación Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, Primera Internacional de Poesía y Psicoanálisis y he participado activamente en la producción y publicación de los 18 números de Apocalipsis Cero, los 3 números de Leyendo a Freud y el número extraordinario de la revista Grupo Cero en el año 1978, donde se publicó el Primer Manifiesto Internacional del Grupo Cero, con el nombre de “Entre tantas una manera de comenzar”.

Agradezco a las compañeras y compañeros que se han movilizado desde sus paises de residencia, o bien desde sus tareas habituales, para compartir con nosotros lo que pretendemos un nuevo decir.

Y agradezco por último, con honor, el auspicio a este Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis, de la Secretaría de Cultura de la Nación porque de esa manera la Democracia Argentina auspicia el futuro ya que si algo podemos decir de nosotros, tendríamos que decir que somos especialistas de lo que todavía no fue. Artífices de lo que como futuro nos toca vivir hoy:

Una función poética articuladora del goce significante y de la muerte, por ser ella misma lo Otro de lo imposible y no lo imposible mismo, como se supone en toda la literatura sobre el tema aún en toda la obra última de Lacan. Es decir que la escucha analítica y hasta la posición del psicoanalista no alcanzan sino para que se pierda en el decir lo dicho por lo que se escucha. Pero eso no es lo que se interpreta. Lo que se interpreta, lo que interrumpe como acto, no depende tanto de la escucha como de la poesía.

En un raconto que espero no me lleve más que dos páginas porque mucho es lo que siento tener que escribir esta noche, espero poder producir, aunque, todavía, casi cronológica, una secuencia.

En 1971, redacté y firmé junto con Sergio Larriera, Federico Schimied, Horacio Valla, Jorge Nonini, Roberto Molero, Willy Bristow, el Primer Manifiesto Grupo Cero. Hablo en este momento de mis antecedentes previos, porque yo fui el que escribió el primer manifiesto. Antes de la escritura del manifiesto, durante la escritura del manifiesto sólo una escena se me hacía importante, sólo una conversación podría ser recordada. Pichon Rivière, sentados los dos en el banco de una plaza, me dijo mirándome a los ojos, existe una articulación entre el marxismo, el surrealismo y el psicoanálisis que no termino de articular.

Y si bien en el primer manifiesto recién nacíamos como grupo, ya aceptábamos el tiempo futuro anterior como tiempo del inconsciente, reconocíamos haber leído por lo menos dos textos bien leídos, la Interpretación de Freud y El Capital de Marx y luego llenamos toda la página con nombres de grandes poetas.

El manifiesto por lo menos a los firmantes nos pegó fuerte. Estuvimos hasta el 74 en silencio, haciendo trabajos prácticos. En el 74 aparece la novela Territorio liberado de Sergio Larriera, que a su pedido prologo y al hacerlo intento definirnos como una relación sobre la que se genera un grupo. En ese momento nadie dijo nada. Inmediatamente después de la novela publicamos el Número Cero de la revista Grupo Cero, con cuatro editoriales, Federico Schmied habló de lo real no simbolizable. Larriera de la perversidad estructural del deseo. Willy Bristow nos llevó a la desconcertante encrucijada donde o se pervierte el practicante o se pervierte la teoría. En mi editorial se oponían, aunque de manera ingenua, todavía, poesía y psicoanálisis bajo la faz inquietante del poeta y del psicoanalista.

¿El psicoanálisis tarde o temprano recurre a la poesía?

Para la poesía no fue necesario.

Cuando todo está destruido no caben dudas, la única posibilidad es poética.

Seis meses después se publica el número uno con una sola editorial, donde aceptamos el sujeto como carente, determinamos que un poeta arriesga lo mismo que un soldado y reconocimos llorar por nuestros hermanos muertos, en diciembre de 1974.

En 1975, publico mi primer libro de poemas en la Editorial Grupo Cero Buenos Aires, Yo pecador. En uno de sus prólogos Sergio Larriera amenaza con matarse en caso que la poesía nos abandonara, yo por mi parte reconozco que la locura es una máscara y que más allá de todas las vueltas que estábamos dando, nuestro destino sería la palabra.

En la novela de Federico Schmied, publicada ese mismo año, Jugar con fuego, en su prólogo nos burlamos directamente de la falta de pericia de los psicoanalistas de la escuela francesa (lacaniana) para psicoanalizar el cuerpo de sus candidatos.

En febrero del 76 publico por mi cuenta y sin prólogo, un libro escrito totalmente bajo el impacto de la muerte de un amigo unos años más joven que yo. En ese libro algo se rompe, como mínimo el poeta clásico que era hasta Yo pecador, cuyos alejandrinos hicieron exclamar a grandes poetas españoles que Menassa había cogido el camino de Góngora, Berceo, Juan Ramón Jiménez.

(sigue....)

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