Sumario

FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
Buenos Aires 1987
Miguel O. Menassa

Poesía y psicoanálisis (I)
Poesía y psicoanálisis (II)
Poesía y psicoanálisis (III)
 
Sobre el dolor
Relaciones de pareja. La triplicidad del partenaire
El Complejo de Edipo y su relación con la personalidad (II)
Si no quisiéramos educar tanto, seríamos mejores maestros
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: 4 movimientos colectivos
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Observaciones sobre "El amor de transferencia" 1914 (1915) (II)
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 129

Bajé a la calle. Recordé, mientras caminaba hacia la cafetería, que él me había dicho:

Vas a hacer que tenga una pija hermosa para que pueda entrar en ella y hacerla gozar como una loca. Yo asentí.

Esta noche tembló el cuarto y juntos volamos más lejos que Pegaso. Soy feliz.

No debo olvidar que no tengo expectativas.

El despertar de mi sexualidad a los 52 años, me hace entender mejor a mi marido, en el sentido que yo misma pagaría, lo que a veces paga él, para poder seguir viviendo mi sexo como lo estoy viviendo estos días.

Puesta en juego de una energía corporal que en acción erotiza todas las zonas del cuerpo y el entorno.

¡Qué maravilla, sentir cómo la vagina pierde sus límites y su mucosa es una esponja sensible y pulsátil! ¡Qué maravilla!

-Buenas tardes, dice ella, esta vez de verdad en otra cafetería. Vine a buscarte, por la noche tuve bellísimos sueños.

En ese momento, al verla, tuve ganas de escribir.

-Qué maravilla sentir la pulsación de la enorme pija... La camarera me interrumpe para decirme:

-Son los jugos preferidos del Doctor. Le encantan.

-...pija, decía escupiendo el germen de la humanidad.

La sala se llena de pequeñas señoritas de luz que le miran cautivas. Él, me doy cuenta, es un astro con una interesante constelación de estrellas. Esa delicada manera de acercarse, ese poder de entrelazar destinos, pareciera a veces estar viviendo en la novela. Él, por momentos es todos los personajes.

Me confieso muy excitada por el encuentro de todas las escrituras y por los encuentros donde no hay reglas de juego. Los encuentros al azar.

Esos encuentros que van por delante de nosotros, vida que va por delante de escritura (si esto lo ve mi marido me mata) vida no importa vivida por quién.

Tanto deseo de escribir tengo, que lo siento directamente como una corriente que va de la energía sexual al papel. Esto debe ser el goce de la escritura. Sentirme yo pequeña, puntual, emocionada, frente a un mundo que se abre lleno de luz.

Pensando en mi marido, me doy cuenta que él, de a poco, va siendo conformado por varias señoritas.

-Ahhhh... Me quedé sin aire...

Estos días han sido los más vertiginosos de mi vida. Es como si hubiera sido comandada por la escritura, por la poesía. Todo era grandes condensaciones de afectos, de goce, de ternura, como si la llanura se abriera silenciosa en las infinitas proyecciones que puede producir la belleza de un poema que no se puede capturar, que sólo es vivencia.

Retomo aliento.

No quiero volver atrás. No quiero controlar la escritura.

Me siento un robot catapultado por el deseo de varias personas que quieren que alcance el cenit del goce, que siga acompañando al poeta, divino del lenguaje (y la lengua, dijo el diablillo escondiendo sus blancos dientes detrás de sus dedos).

Escribiendo siento todo el cuerpo erotizado. Los muñequitos viven dentro de mí, son mis fantasías.

He caminado nuevamente por la calle Santa Fe desde Callao hasta Pueyrredón, mirando escaparates y haciendo cuentas para ver con cien pesos, qué café tomaba hoy.

De vez en cuando me invade una sensación, que partiendo desde el centro mismo de mis tripas, acompaña el recuerdo de unos cuerpos vibrando, sensibles hasta la locura.

Allí se detuvo el tiempo. Cada gesto tendía a que los otros, también llegaran al límite del estremecimiento. Las imágenes se suceden en las múltiples combinaciones que seis ojos, seis manos, tres lenguas, un pene y dos conchas, seis pies y toda la superficie de la piel de los cuerpos y sus agujeros fueron posibles dar.

Alternativa o sucesiva o conjuntamente un jadeo transoceánico rompía todas las barreras.

Hoy mi vitalidad sigue intacta, es posible que él tenga razón. ¿No me estaré transformando en un monstruo?

Lo noté al lavarme la concha luego de hacer pis. Los labios estaban aún turgentes, abiertos y el clítoris levemente empinado.

¡Oh, tu culo abierto, qué lujuria!

Él, hoy se sentía muy feliz pero más cansado que nunca. Qué sobrecarga deberá soportar. Tal vez, el dinero que cuesta mantener a dos putitas contentas.

-Amiga aún no te he dicho que me gusta tu cuerpo. Tu cuerpo me recuerda sus caricias.

Estaban todos sorprendidos, Clotilde los había, realmente, impresionado con su relato. Nadie esperaba, ni siquiera el Profesor que Clotilde resultara, ahora, una buena narradora.

Cuando Clotilde hizo un gesto para seguir, Evaristo le dijo que estaba bien, que podía seguir con el mismo relato la próxima vez.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1817)

 

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1813)

Zara antes de comenzar a leer preguntó si, también, a ella se le permitiría seguir con el mismo relato dos o tres semanas. Cuando tuvo el consentimiento de Evaristo, comenzó su relato.
Para dar la explicación de lo que nos leería, dijo que se trataba de un estudio sobre los celos.

Él había sobrevivido al amor y lo decía. Esa mañana, particularmente, tenía la cara de un loco. Se encontró conmigo cinco minutos a solas.

-Fue hermoso, decía él, acariciándome los labios con los suyos, hermoso, repetía.

Yo, extasiada, alcancé a decirle:

-Tu mujer de hace treinta años, treinta años de amor que es toda la vida que he vivido, en mis manos, hermosa, dedos hechizados y abiertos al amor.

Cuando él me dejó con los ojos abiertos mirando el infinito, yo seguí pensando:

Cuando los tres nos encontrábamos ocurrían cosas que, de contarlas, nadie las creería.

Al principio, debo confesarlo, sentí celos cuando ella le chupaba la pija o se besaban en la boca, pero luego se la chupaba yo y en ese acto la besaba en la boca a ella. A esa altura ya no se sabía de quién era la boca y quién tenía pija y en ese no saber, me fui tranquilizando.

Yo, por fin me animé y puse una mano en su concha y con la otra le agarraba la pija a él.

Ella, siempre a punto de ponerse a gritar de goce, y él enloquecido, me enloquecían. Después nos abrazamos y los tres arrodillados en el suelo, casi lloramos emocionados, pero sonreímos.

Siempre escapando del deseo, casi armo una escena de celos en medio del garche cuando ella comenzó, con verdadera pasión contenida, a chuparle el culo.

Ella se lo hace igual que se lo hago yo, este es un hijo de puta, fue lo primero que pensé, luego al verlos a los dos gozar como cerdos y por el goce que eso me brindaba, tuve que reconocer haber deseado con todas mis fuerzas el encuentro.

Imaginé, al abandonarlos, que harían el amor hasta reventar, hasta el amanecer. ¿Quién no lo hubiera hecho?


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1818)

Cuando él se acercaba a mí, yo la sentía a ella. Cuando yo me acercaba a él, él la sentía a ella. Tardo en entender las cosas del deseo, pero no por complicadas, sino porque nunca pienso que son tan perfectas. Ella estaba presente en todos los movimientos. Era la deseada por los dos.

-Eres el amor venidero... me decía ella.

Nunca antes le había chupado la concha a nadie, menos a una mujer y, sin embargo, mientras lo hacía, sentía que lo había hecho siempre. Una ternura me invadió el alma cuando pensé que no debería sentir celos, entiéndase deseos, por cualquiera. Ese goce estaba reservado para unos pocos.

Cuando nos besábamos los tres era como besar el mismo amor.

Él besaba a su mujer de hace treinta años y yo se lo agradecía, eso más que excitarme me emocionaba. Tomaba sus cabezas y las llevaba hasta mi boca y nos quedábamos así por un rato.

Amé a ese hombre más que otras veces.

Él estaba tan caliente que la pija no se le paraba del todo.

-Por momentos todo parece cosa de mujeres, dijo ella y yo, por un momento, pensé que tenía razón, pero él gozaba más que nosotras dos juntas y yo creo, que se le parara la pija, hubiese sido un descuido, una distracción.

Claramente, algo vivía en nosotros que no éramos nosotros.

Cada uno luego de esa noche tendría uno o varios días menos de dolor.

Al despedirnos nos abrazó a las dos, volvimos a sentir en un segundo lo que habíamos sentido en toda la noche y nos dijo:
-Hoy hemos fabricado varias toneladas de amor.

Amar a sus amores, sin saber cuáles son sus amores, será mi mayor prueba de amor, no como el personaje de la novela de Menassa, donde Miguel, un estudiante de medicina de 18 años, dice que ninguna prueba de amor es suficiente prueba.

-Yo amaré todos tus amores, aun, los que vendrán.

(Continuará)

Capítulo VII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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